EUTANASIA: ¿DECISIÓN MÉDICA?
Publicado en
enero 12, 2014
Entre todas las decisiones que el ser humano debe tomar, ninguna es tan angustiosa como la de terminar con la vida de un semejante. Sin embargo, a diario crece el número de determinaciones de esta naturaleza que se toman en Estados Unidos.
Condensado de "NEWSWEEK”.
PAMELA Mueller se sentía dichosa al ser trasladada a la sala de partos de cierto hospital en Illinois (Estados Unidos). Estaba a punto de dar a luz por primera vez... e iba a tener gemelos. Como había pasado siete horas en trabajo de parto, estaba listo para atenderla un equipo completo, que incluía también a su esposo, Robert, médico de profesión. Entonces, la alegría se tornó en tragedia.
Los niños eran gemelos siameses unidos por la cintura y horriblemente deformes. Cuando una enfermera se disponía a aplicarles las mascarillas del respirador artificial, el obstetra le detuvo la mano. "No los reanime", pidió.
Según relata una enfermera que estaba de servicio en el hospital, en la sala de cunas, este lacónico mensaje fue escrito cerca de los mellizos: "En cumplimiento de los deseos de los padres, no se alimenta a estos niños". Pero una enfermera les dio de comer. Alguien, también subrepticia y anónimamente, denunció el caso a las autoridades y el fiscal acusó a los Mueller y al obstetra de intento de homicidio. (Más tarde retiró la acusación por falta de pruebas.) Los padres de los mellizos se llevaron a estos a su hogar; los médicos opinaron que una operación para separarlos mataría a ambos.
El caso de los Mueller plantea uno de los principales dilemas de la medicina actual: ¿Debe permitirse que sobrevivan los neonatos condenados a llevar una vida frustrada? ¿Quién debe decidirlo? ¿El médico? ¿Los padres? ¿Los tribunales? Además, hay de por medio otras complejas cuestiones éticas. Por ejemplo, los médicos cuentan con medicamentos e instrumental para prolongar la vida de personas irremediablemente enfermas o lesionadas. ¿Debe hacerse siempre esto?
Estas son cuestiones que afectan la vida de todos nosotros. Para tratar de resolverlas, ha surgido una nueva disciplina llamada "bioética". Actualmente se investigan asuntos tan delicados como la experimentación en seres humanos, la ingeniería genética, la amniocéntesis y el derecho a morir, y muchas escuelas de medicina ofrecen cursos sobre ética.
DEJAR MORIR
No se ha encontrado ninguna manera satisfactoria por completo de resolver el problema del paciente enfermo o moribundo sin remedio. A veces se acusa a los galenos de extremar las medidas terapéuticas extraordinarias, lo que acaso sea consecuencia de su instinto natural y su adiestramiento. "La responsabilidad del médico es hacer cuanto pueda por mantener la vida", observa el Dr. Marshall Brumer, de Fort Lauderdale (Florida). "La curación de un mal puede encontrarse en cualquier momento. El pararse con apatía a ver morir a una persona resulta intolerable. ¿Dónde debe terminar esto? ¿Cómo se puede trazar una línea de demarcación?"
¿De modo, entonces, que los hospitales deben aplicar todos los recursos tecnológicos de que disponen a fin de prolongar vidas que no pueden ser salvadas? En el presente, muchos facultativos opinan que es más ético permitir la muerte de un enfermo incurable que tratarlo vigorosamente. "Hay momentos y situaciones en que, al prolongar el sufrimiento, ya no estoy cumpliendo con mi deber de médico", afirma el Dr. George Perera, ex director administrativo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia, en la Ciudad de Nueva York.
Si el paciente es adulto y conserva sus facultades mentales, la mayoría de los médicos están dispuestos a acatar su deseo de poner fin al tratamiento. El Dr. Bry Benjamin, internista neoyorquino, recuerda el caso de una mujer de 32 años que había estado sometida a la diálisis renal durante 12 meses, y deseaba terminar con el doloroso régimen. Una vez que varios siquiatras que la habían atendido resolvieron que no la motivaba para ello tan sólo la depresión, Benjamin accedió a que prescindiera del aparato de diálisis y le prescribió narcóticos para que no sufriera hasta que, al poco tiempo, le llegara la muerte.
El dilema ético de terminar o no el tratamiento se presenta cuando el enfermo es incapaz de expresar su deseo. Una mujer madura de Nueva York sufrió una gran apoplejía que le dejó medio cuerpo paralizado y la mente incapaz de reaccionar. Al cabo de varias semanas sin que apareciera el menor signo de mejoría, su médico disminuyó la alimentación endovenosa y la dosis de medicamentos digitálicos que se le administraban para evitar la insuficiencia cardiaca. La muerte le sobrevino a las pocas semanas, en vez de varios meses, recuerda el galeno.
En ocasiones, las enfermeras se encargan de dejar morir a los pacientes a su cargo. Por ejemplo, a veces le dan una dosis extra de morfina a los niños enfermos de cáncer incurable, no sólo para mitigarles el dolor, sino también para suprimirles la respiración y apresurar el fin. Una supervisora aconseja a sus enfermeras que "caminen, no corran" cuando un enfermo en etapa terminal empeora. "Yo procuraré que esté cómodo y le proporcionaré atención médica", expresa, "pero no llegaré a extremos tales como solicitar la intervención del equipo de reanimación cardiaca".
Por lo general, las opiniones de la familia intervienen en forma importante a la hora de tomar la decisión. Si los familiares entienden con claridad las implicaciones del tratamiento continuado, pueden solicitar directamente al facultativo que lo suspenda. La Iglesia Católica Romana, con todo y sus fuertes censuras contra la terminación de la vida, aplica un principio conocido como "de doble efecto"; en pocas palabras, significa que un acto de piedad puede llevar a un resultado indeseable. En 1957, el papa Pío XII, al exhortar a los médicos a seguir este principio, declaró que su primera obligación es la de aliviar el dolor y el sufrimiento, no la de prolongar la vida cuando no existe ninguna esperanza.
Sí los familiares no pueden o no quieren definir su posición, el facultativo puede resolver basándose en la observación indirecta. "Si lafamilia pregunta: ¿Cuánto tiempo vivirá así?", comenta un médico, "por lo común está diciendo: Ojalá no sea mucho". O puede suceder, explica otro galeno, que le pregunten lo que haría si el paciente fuera de su familia, lo que equivale a decirle: "A fin de cuentas, decida según su ética personal".
De este modo, en muchos casos la decisión compete al médico. Y nunca es fácil tomarla. Algunas de las más difíciles conciernen a los recién nacidos. Hasta hace pocos años, era muy improbable que sobreviviera el prematuro que nacía pesando menos de 1,5 kilos. Pero la tecnología de la atención neonatal permite en la actualidad salvar a la mitad de los que al nacer pesan escasos 750 gramos; sin embargo, son grandes las probabilidades de que sufran graves deficiencias físicas y mentales. No obstante, los pronósticos pueden ser engañosos. Hace algunos años, recuerda John Freeman, neurólogo pediatra de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (Maryland ), los hombres de ciencia creían que los neonatos de menos de 1.800 gramos de peso estaban bajo un alto riesgo de sufrir hemorragia cerebral, que los mataría o les provocaría parálisis cerebral. Pero en una investigación reciente sobre 150 de estos niños efectuada en dicha universidad, se descubrió que ninguno murió y la mayoría crecían bien. "Si nos hubiésemos guiado por los datos de hace tres años y hubiésemos apagado los respiradores", añade Freeman, "habría sido una decisión errónea".
¿Quién decide si debe ser tratado o no un bebé gravemente lisiado? El Dr. Raymond Duff, pediatra de la Universidad de Yale en New Haven (Connecticut), está convencido de que los padres deben participar en la adopción de la decisión final. Hay quienes piensan que los familiares, que tendrán que cuidar del niño, a menudo están prejuiciados contra los intereses de este. "La última persona que desearía yo que decidiera si debo vivir o morir, es aquella para quien puedo ser una carga", comenta Norman Fost, pediatra de la Universidad de Wisconsin.
LA LEY COMO GUIA
Cada vez es mayor el número de problemas éticos que se resuelven en los tribunales. Pese a ello, los veredictos de los jueces tienden a ser tan variados —y hasta contradictorios— como las resoluciones de los médicos.
Muchos facultativos consideran que los tribunales están mucho menos calificados que ellos para tomar decisiones de vida o muerte. Abe Perlmutter, anciano de 73 años de Florida, aquejado de una mortal enfermedad nerviosa, al saber que su esposa había muerto de un ataque cardiaco solicitó que le desconectaran el respirador. Al ventilarse el caso en el juzgado, el Dr. Brumer se opuso a terminar el tratamiento, argumentando que Perlmutter seguía estando consciente. El médico aún está disgustado porque el tribunal dictaminó que se respetara el deseo del paciente de morir. "Si el juez quería asumir la responsabilidad de la decisión, debió haberse llevado al paciente a la sala de audiencias para atestiguar su muerte", comenta.
Con la intención de resolver algunas disputas fuera de los juzgados, muchos hospitales han formado sus propios consejos consultivos sobre asuntos éticos. Así, por ejemplo, en los Hospitales de la Universidad de Cleveland, en Ohío, la comisión de atención médica crítica —integrada por facultativos, enfermeras, trabajadores sociales y legos— ha sido convocada 25 veces en tres años. Sus decisiones no son preceptivas, pero ayudan.
El Hospital Beth Israel, de Boston, ha emitido ciertos lineamientos para casos de urgencia. Si el paciente tiene la capacidad de entender sus circunstancias y rechaza las medidas de mantenimiento de la vida, el hospital acata su decisión, aun contra las objeciones de la familia. Si el enfermo es un menor de edad o no puede comprender su situación, la institución hará cuanto pueda por él, a menos que los médicos, enfermeras, algún familiar y el jefe de servicio acuerden que las medidas extraordinarias carecen de sentido.
Un enfoque más reciente consiste en tratar por reglamento todos los casos de vida o muerte. Hasta el momento, 27 estados de la Unión Americana han definido a la muerte como la ausencia de funcionamiento cerebral, aun cuando el corazón pueda mantenerse latiendo con la ayuda del equipo reanimador. Estas leyes tenían la intención original de agilizar la donación de órganos para injerto. Once entidades reconocen también los "testamentos de vida", en los que una persona, cuando está sana, hace constar su intención de que permitan que su vida termine por sí sola en caso de que llegara a contraer alguna enfermedad incurable.
ASIGNACION DE RECURSOS
La ética médica de hoy enfrenta otra clase de apuros. Por ejemplo, ¿quién debe beneficiarse de la tecnología médica cada vez más complicada, que es costosa y a veces rara? El desembolso de los programas de diálisis renal actualmente se acerca a los 2.000 millones de dólares anuales sólo en Estados Unidos, justamente ahora que se ha puesto en tela de juicio la verdadera utilidad del procedimiento. De acuerdo con una encuesta reciente, hasta una quinta parte de los pacientes tratados de esta manera son incapaces de llevar una vida útil. "El asunto es decidir cuál es la forma más responsable de gastar dólares limitados", observa el Dr. Arnold Relman, director de la Revista médica de Nueva Inglaterra. "¿Debemos gastar el dinero en un enfermo de 85 años que apenas sobrevive, o en investigar los padecimientos renales?" La misma pregunta podría hacerse acerca del trasplante de corazón, los corazones artificiales y multitud de otras costosas innovaciones.
Desde el punto de vista científico, no hay respuesta para estas preguntas. Nadie debe esperar que los expertos en bioética, los tribunales o la Ley, propongan lineamientos nítidos o fórmulas sencillas. Médicos, enfermeras y familiares de los enfermos tendrán que enfrentar tremendas decisiones, armados con poco más que su conciencia, su sentido humanitario y su valor moral.
¿USTED QUE HARIA?
HE AQUÍ algunos casos reales de situaciones de vida o muerte, y las decisiones que se tomaron.
1. Los médicos examinaron a un chiquillo de diez años cuyo cáncer óseo del brazo derecho había vuelto a crecer a pesar de la irradiación. Aconsejaron la amputación del miembro, advirtiendo que de lo contrario el niño moriría casi seguramente. Pero el muchacho, jugador de béisbol, rogó que no le cortaran el brazo.
2. Una niña de siete años, que sufría dolor constante a causa de un mal neural progresivo, dependía por completo del respirador artificial. Hablaba y pensaba con normalidad, pero sus funciones orgánicas sufrían un rápido menoscabo, y los médicos opinaron que era poco probable que alguna vez se recuperara. Los padres, de profundas convicciones religiosas, sufrían mucho al tener que tomar la decisión de desconectar el aparato.
3. Una joven, al borde de la muerte por causa de la esclerosis múltiple, cayó en un coma irreversible. Al cabo de casi una semana, sus médicos decidieron que ya nada podían hacer por ella. Una tarde, la paciente, todavía en coma, comenzó a jadear. Sus padres, que estaban sentados al lado de su cama, buscaron a la enfermera y le pidieron que llamara a un médico.
Las decisiones
1. La familia decidió que no lo operaran. Hoy, casi un año después, el niño ha recibido la dosis máxima de irradiación y se le está aplicando quimioterapia en forma intermitente... y sigue jugando al béisbol. Es aún temprano para calcular si tales tratamientos conducirán a una cura permanente.
2. El facultativo preguntó a los padres si querían ver si Dios deseaba que la niña respirara por sí sola. El matrimoniq aceptó, y quitaron a la enferma del respirador. Falleció alrededor de cuatro horas después.
3. En vez de mandar llamar de inmediato al médico, la enfermera pidió a los padres que salieran del cuarto y aguardó hasta que la joven dejó de respirar. Entonces, acompañada de un médico, salió a notificar a los padres que su hija había muerto. "Ha sido lo más difícil que jamás haya hecho", admite la enfermera.
"NEWSWEEK" (31-VIII-1981) © 1981 POR NEWSWEEK, INC.. DE NUEVA YORK (NUEVA YORK)