Publicado en
octubre 27, 2013
¿Qué es lo que las personas de todo el mundo más desean encontrar en su pareja? Una nueva ciencia ofrece sorprendentes respuestas.
Por qué actúan como actúan los hombres y las mujeres.
Por William Allman.
ES UNA DANZA tan antigua como la raza humana. En los bares y en las reuniones, durante los descansos para tomar café en la oficina y en las cenas, y quizá más abiertamente en los anuncios clasificados personales, hombres y mujeres llevan a cabo un complicado ritual de propaganda y evaluación que conduce a una parte esencial de la vida de casi todos: las relaciones sexuales.
Aunque todo ello parezca muy moderno, un nuevo grupo de investigadores afirma que el amor es una manifestación de la conducta humana universal, cuyas raíces se remontan al alba de la humanidad. Estos científicos, que se llaman a sí mismos psicólogos evolucionistas, sostienen que, en fuerte contraste con la imagen del bárbaro cavernícola que arrastraba a su compañera de loscabellos, nuestros ancestros llevaban a cabo un sofisticado cortejo en el que había provocación sexual, un hábil despliegue de estrategias y una sagaz negociación. Este antiguo legado dejó su huella en la psicología humana, e influye en todo lo que tiene que ver con la atracción sexual, la infidelidad y los celos.
Los científicos saben de tiempo atrás que los seres humanos por lo general escogemos parejas que se nos parecen mucho físicamente y en inteligencia. Pero una encuesta realizada por el psicólogo David Buss con más de 10,000 individuos de 37 culturas distintas, en los cinco continentes, revela que los hombres valoran el atractivo físico y la juventud de su pareja más que las mujeres, mientras que a ellas les interesan en mayor grado las ambiciones, la condición social y la riqueza de su posible pareja.
Tales preferencias surgieron como respuesta a los retos biológicos a los que han tenido que hacer frente hombres y mujeres en el proceso de procreación, la cual equivale al éxito en términos de la evolución. El biólogo evolucionista Robert Trivers señala que las mujeres dedican mucho más tiempo y energía que los varones a la reproducción y a la crianza de los hijos. Las crías humanas requieren más cuidados que las de cualquier otro animal. Debido a ello, en la psicología femenina ocupa un lugar preponderante la capacidad del padre de ayudar en esta inmensa tarea con su influencia, su protección y sus recursos.
Es tan fuerte este legado que en la actualidad las mujeres valoran la situación económica del hombre aunque no tengan necesidad de hacerlo. En un estudio reciente, unas estudiantes de medicina, pese a sus excelentes perspectivas económicas, se fijaban más en los hombres cuyo poder lucrativo era igual o superior al de ellas.
Para los hombres, en cambio, el éxito en la reproducción depende de la fertilidad de su pareja. De este modo, los varones han llegado a tener una mentalidad que concede gran importancia a los indicios visuales de salud y juventud. El concepto de belleza del varón moderno (piel tersa, ojos brillantes, aspecto juvenil) es resultado de millones de años dedicados a evaluar la salud y la fertilidad de posibles compañeras.
Esta preocupación por la integridad de la capacidad reproductora de la mujer también explica por qué los varones prefieren las siluetas curvilíneas. La investigadora Devendra Singh ha llegado a la conclusión de que la gente siempre juzga la figura femenina por la relación que existe entre la cintura y las caderas. La proporción ideal —las caderas aproximadamente un tercio más anchas que la cintura— refleja un equilibrio hormonal gracias al cual la grasa se acumula en las caderas, y no en la cintura, condición que se correlaciona con mayor fertilidad y resistencia a las enfermedades.
El que la gente busque relaciones en las que haya un compromiso o aventuras de una sola noche depende, en parte, de su percepción de las parejas potenciales que hay en su entorno. La antropóloga Elizabeth Cashdan les preguntó a 266 hombres y mujeres cuáles eran sus expectativas con respecto al compromiso de la paternidad; también les preguntó en qué forma atraían a sus parejas. La señora Cashdan concluyó que si las mujeres consideraban que su mundo estaba lleno de "sinvergüenzas", eran más provocativas y promiscuas; si estaban convencidas de que su mundo estaba poblado por "papás", o sea hombres capaces de comprometerse y brindar su protección, hacían hincapié en la castidad y la fidelidad. Entre los hombres, los "sinvergüenzas" enfatizaban su sexualidad, y los "papás" anunciaban sus recursos y su deseo de un compromiso duradero.
Hombres y mujeres manifiestan diferentes psicologías de cortejo cuando están buscando sólo aventuras, y no un compañero para toda la vida. Las mujeres prefieren hombres atractivos, de acuerdo con una encuesta llevada a cabo por David Buss y su colega David Schmitt. Y otro estudio reveló que, aunque los varones también valoran el atractivo físico en las relaciones breves, generalmente tienen sus deslices con mujeres menos codiciables.
En efecto, a todo lo largo de la evolución humana los hombres han seguido con frecuencia una estrategia dual de "apareamiento". Su táctica más exitosa ha consistido en hallar una compañera sana, fértil y estable. Pero tampoco había que dejar pasar las oportunidades poco peligrosas de engendrar todos los hijos posibles fuera de la relación estable.
La consecuencia de esto es una psicología que permite que el hombre se excite sexualmente con una gran variedad de mujeres, aunque esté comprometido con una.
Las mujeres no se han plegado pasivamente a los deseos sexuales del varón. Por el contrario, han recurrido desde hace mucho tiempo a una infinidad de tácticas biológicas y de conducta para conseguir lo que quieren en el terreno de la sexualidad; tácticas que influyen enormemente en los varones. Si todas las mujeres de repente prefirieran tener relaciones sexuales con hombres que caminaran de manos, en muy poco tiempo la mitad del género humano andaría de cabeza.
Si las mujeres casadas tienen aventuras amorosas, lo hacen por razones evolucionistas distintas de las de los varones. Desde que el mundo es mundo, los amoríos han brindado a la mujer la oportunidad de intercambiar relaciones sexuales por recursos. Según el estudio de Buss y Schmitt, las mujeres valoran un "estilo de vida extravagante" tres veces más cuando andan en busca de una aventura que cuando desean una relación duradera. Las mujeres que tienen una relación estable con un compañero comprometido, de vez en cuando buscan varones atractivos que puedan darles genes más sanos para sus hijos.
Las infidelidades causan ira y dolor, y las últimas investigaciones indican que hay diferencias entre los celos masculinos y los femeninos que se remontan a la antigüedad. En un estudio, Buss pidió a hombres y mujeres que imaginaran a su pareja haciendo el amor con otra persona o en una situación de profundo compromiso emocional. Al estudiar el ritmo cardiaco de los sujetos, sus expresiones de disgusto y su estrés, vio que la reacción de los hombres era mucho más fuerte que la de las mujeres ante la idea de que su pareja tuviera relaciones sexuales con otra persona, y que la reacción de las mujeres era mucho más fuerte cuando pensaban en la posibilidad de que sus compañeros establecieran lazos emocionales con álguien más.
A fin de cuentas, estos estímulos de los celos tienen su origen en la biología masculina y femenina, según Buss. El varón no siempre está seguro de ser el padre de una criatura, y por eso se preocupa tanto por la posible infidelidad de su mujer. Como las mujeres hacen una mayor inversión biológica en los hijos que los hombres, les inquieta más la posibilidad de que su compañero se prende emocionalmente de otra mujer y olvide su compromiso con sus hijos.
Al demostrar que hombres y mujeres son jugadores activos en el juego del amor, la psicología evolucionista podría negociar una especie de tregua en la guerra de los sexos. No declara un vencedor en el conflicto, sino que señala que la esencia de este juego es la avenencia y no la victoria. De modo semejante, los mecanismos mentales del amor pueden verse profundamente influidos por creencias religiosas y éticas. No es casual que los dos criterios más importantes para escoger pareja, según lo manifestaron hombres y mujeres de todo el mundo, no sean el atractivo físico, la fama, la juventud, la riqueza ni la buena posición social, sino la bondad y la inteligencia. Al parecer, en la turbulencia del juego del cortejo entre los humanos, estos atributos son los mejores aliados del amor.
CONDENSADO DE "U.S. NEWS & WORLD REPORT" (19-VII-1993). © 1993 POR U.S. NEWS & WORLD REPORT, INC., DE WASHINGTON, D.C.