PONGA A DIETA SUS HÁBITOS
Publicado en
septiembre 22, 2013
El autor, director de sicología de Weight Watchers ("Cuida-kilos") International, Inc., recomienda al lector que... Ponga a dieta sus hábitos.
Por el Dr. Richard Stuart.
¿CUANTAS veces ha salido el lector a cenar con la firme intención de no probar el pan ni el postre, sólo para acabar comiéndose dobles porciones de uno y otro? ¿Cuántas veces se ha hartado de golosinas que no apetecía ni disfrutó? Si es usted como la mayoría de los que se someten constantemente a dieta, habrá tenido experiencias iguales o similares una y otra vez.
Es posible que, como resultado, haya seguido el ciclo de aumentar y bajar periódicamente de dos a veinte kilos. O quizá haya logrado mantenerse apenas por encima del peso deseado merced a un derroche de energía y preocupaciones.
No tiene por qué ser así. Si conoce la causa que le impulsa a comer y la forma de controlarla, podrá adelgazar y permanecer delgado. Muchas de las técnicas detalladas a continuación para dominar el deseo de comer fueron desarrolladas para el Plan de Acción Personal de los Weight Watchers. Quienes siguieron el plan mejoraron en un 24 por ciento su promedio semanal de reducción de peso.
¿Por qué se nos antoja la comida?
La mayoría de nuestros hábitos de alimentación son aprendidos. El hambre responde a la necesidad física de alimento. El apetito, en cambio, aparece cuando el pensamiento se centra en los alimentos. El deseo de comer sin tener hambre es un eslabón de una larga cadena de reacciones que conduce a la alimentación malsana. La que sigue es una secuencia típica:
Sentimos desasosiego y, sin nada que hacer, tomamos una novela. Leemos un rato pero el tedio aumenta. Buscamos algo que nos distraiga y encontramos un tazón de rosquillas saladas sobre la mesa de la sala. Juramos no comer más de tres y dejamos que cada una se derrita en la boca. Ahora hemos perdido el control y comemos hasta dejar el tazón vacío.
Hay que notar que hicimos una elección tras otra, y que cada una nos acercó a una situación de alimentación malsana. Siempre podemos analizar el acto de comer como una serie de opciones: una constructiva y la otra destructiva.
Dos estrategias nos ayudarán a emprender la senda constructiva. Primero, no compremos manjares que nos cueste trabajo resistir. Si los compramos para otros, guardémoslos fuera de nuestra vista y alcance. Segundo, mantengámonos ocupados. Las tareas interesantes y estimulantes pueden distraernos de la comida.
Conviene llevar constancia diaria de los momentos precisos en que sentimos el impulso de comer, la intensidad de ese deseo y si cedemos a él. Un ama de casa, con casi 17 kilos de sobrepeso se lamentaba de no tener control alguno: "Como de la mañana a la noche". Pero, después de llevar un registro exacto durante varios días, comprobó que en realidad le iba muy bien hasta las 3 de la tarde. "A esa hora siento hambre y como un tentempié. Para las 4 no tengo ya hambre, pero sigo comiendo hasta casi el momento de la cena".
Con la ayuda de esas observaciones, la mujer pudo concentrarse en un programa de control de alimentos. El plan preveía para las 3 de la tarde un refrigerio de pocas calorías, seguido de algunas actividades interesantes para mantenerla ocupada y lejos de la comida el resto de la tarde.
La gente tiene diferentes horarios para comer. Pero ya sea que ingiera la mayor parte de sus alimentos por la noche o que tome bocadillos entre comidas, lo importante para librarse del acuciante deseo de comer es hacerlo únicamente en horas determinadas. Impongámonos la norma inflexible de tomar tres comidas completas, previamente planificadas, a la misma hora todos los días. Esto acondicionará al organismo para esperar alimento sólo a determinadas horas.
¿Cómo se evitan los desórdenes entre comidas?
Por lo general comienzan con estados de ánimo tales como el aburrimiento y el enojo. Cuando sintamos la necesidad de un tentempié prestemos atención a otra cosa. Hay que esperar por lo menos diez minutos antes de comer. Si finalmente lo hacemos, debemos elegir un bocado que no sea el favorito y tomar la menor cantidad posible. Sobre todo, aceptemos con ecuanimidad nuestra falta y reanudemos el programa de auto-administración.
Comer tres comidas completas por día puede evitar la caída en la tentación de deshoras al reducir el "déficit calórico sicológico" que lleva a muchas personas a pensar que necesitan calorías adicionales porque se privaron de una porción a la hora de comer. Los que ingieren menos de tres comidas al día tienden a tener un nivel ligeramente más alto de colesterol y triglicéridos, y menor tolerancia a la glucosa, que son problemas de los excedidos de peso.
Hay que asegurarse de cumplir el horario cada día. Tomemos el desayuno y la cena los fines de semana a la misma hora que los días de trabajo. Pensemos en los alimentos sólo cuando queramos hacerlo y no en forma automática. Con el correr de las semanas disminuirá el apetito entre comidas.
Otra valiosa técnica es aprender a no asociar la acción de comer con otras actividades. Cierto hombre de negocios, aunque muy consciente de su peso, tiene una barriga que lo avergüenza. ¿La razón? Suele comer mientras trabaja.
Cuando llega a su oficina, se detiene primero ante la máquina del café. Hojea el diario mientras toma el café y come pastel cuando abre la correspondencia. Tiene que despachar una montaña de papeles, de manera que almuerza en su escritorio, a menos que tenga una cita con un cliente, que casi siempre incluye un almuerzo o un café con un bollo. Su trabajo le crea en efecto una necesidad de comer.
Somos millones los que nos acostumbramos a actuar en determinadas formas cuando repetimos una conducta en la misma secuencia, pues esta cadena de acciones produce la "fuerza de la costumbre". Si hemos dejado que ciertos lugares, actividades o personas estimulen el impulso de comer, en ese caso simplemente ir a determinados sitios, hacer determinadas cosas o estar con determinada gente puede despertar nuestro apetito. Leer y mirar televisión son dos de las actividades que más se asocian con el hábito de comer en forma imprudente. Incluso la lectura del diario durante el desayuno puede impulsarnos a comer cuando leemos a otras horas del día.
Para librarnos de esos impulsos invirtamos el proceso y hagamos del comer una experiencia exclusiva, que no tenga asociación con ninguna otra. Determinemos qué lugares, actividades y personas tienden a estar presentes cuando surgen esos problemas de la alimentación. Emprendamos entonces un registro minucioso de la casa, el automóvil y el lugar de trabajo y transfiramos cuanta comida encontremos allí a la cocina. Por último, comamos sólo en lugares determinados. Disasociemos la comida de toda actividad que no suponga la compañía de familiares y amigos.
Ahora que conoce el lector lo fundamental, el siguiente paso le corresponde. Haga su programa, y cúmplalo lo mejor que pueda.
El esfuerzo que dedique a controlar su apetito puede ayudarle a regular otros aspectos de su vida. Cuando esos beneficios se suman al principal —la reducción de los riesgos a que está expuesta la persona excedida de peso—, la recompensa por conservar la línea será suficiente para justificar que ese esfuerzo sea constante.
CONDENSADO DE "ACT THIN, STAY THIN" © 1978 POR RICHARD B. STUART. ESTE ARTICULO TAMBIÉN APARECIÓ EN "FAMILY CIRCLE" (1-111-1978)