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septiembre 22, 2013
La popular expresión sobre Vargas, tomar las de Villadiego, las lágrimas de cocodrilo y estar en Babia son algunos dichos que repetimos a diario, pero cuyo origen desconocemos. Aquí está la explicación de muchos de ellos.
Por Daniel Samper.
De dónde viene la frase "pagar el pato"? ¿Quién fue el primero que dijo, para referir un sinsentido, "Era de noche y sin embargo llovía"? ¿Dónde está encerrado el gato cuando hay gato encerrado? ¿Cuál era la manzana de la discordia y quiénes se la disputaban?¿Quién fue Perico de los palotes?
La lengua española está llena de expresiones como las anteriores. El origen de muchas se pierden en la cueva de los siglos; otras nacen de una anécdota o una exclamación; algunas anidan en la literatura (el lazarillo que guía a los ciegos, la celestina que arregla amoríos, el tenorio que enamora a todas las mujeres).
En las páginas siguientes parecen algunas expresiones con sus orígenes*. En cuanto a otras... ¡averígüelo Vargas!
¡Averígüelo Vargas! - El famoso Vargas averiguador era Francisco de Vargas, miembro de la corte de Carlos V (1500-1558), a quien se encargaban las investigaciones más difíciles del reino.
¡Váyase a la porra! - La porra era un bastón que señalaba el lugar en el que los soldados debían cumplir penas de arresto leve en campamento.
El que se va de Sevilla pierde la silla - A mediados del siglo XV fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela un sobrino del Arzobispo de Sevilla, don Alonso de Fonseca. Como estaban revueltos los compostelanos, el sobrino pidió al tío, mucho más experto y veterano, que viajara a aplacar a los de la parroquia, mientras él cuidaba la silla episcopal en Sevilla. Así lo hizo don Alonso. Pero, al volver, el sobrino se negó a dejar el cargo, y fue preciso que interviniera el Papa para sacarlo.
Victoria pírrica - Pirro, rey de Epiro, libró una famosa batalla en el año 281 A.C. contra las tropas romanas de Valerio Levino. Pirro venció, pero el triunfo le costó más de cuatro mil hombres. "Otra victoria como ésta y estoy perdido", exclamó al término de la batalla.
Por arte de birlibirloque - En jerga de germanía, que antiguamente usaban los malhechores en España, birlar significaba robar (vigencia que la palabra aún conserva) y birloque significaba ladrón. El arte de birlibirloque era el que ejercían con maestría y destreza los ladrones y pícaros de entonces... y de ahora.
Perico el de los palotes - Este pobre Pedro o Perico era un bobo de hace más de medio milenio que tocaba infatigablemente un tambor con dos palos o palotes. Aunque se hizo famoso, no lo fue por sus propios méritos sino porque se consideraba que cualquiera era más importante que él.
De la ceca a la meca - Según el lingüista José María Iribarren, se trata de una viejísima expresión consonante al estilo de mondo y lirondo, puro y duro, fulano y sutano o trancas y barrancas que no alude a sitios concretos. Pero Margarita Condón y Elena Bonnet tienen una teoría distinta: ceca se llamaba a la casa de moneda en Córdoba; desde allí peregrinaban muchos árabes hasta la ciudad de La Meca, en Arabia Saudita, siguiendo una de las obligaciones islámicas.
Estar en Babia - Hace unos siglos la región de Babia, ubicada en las montañas de León (España), era alejado y tranquilo lugar de cacería de reyes y nobles, que se iban a ella durante largas semanas y se olvidaban por completo de los asuntos del reino. De allí surgió aquello de decir que alguien está en Babia cuando se encuentra despistado.
Atorrante - A principios del siglo XX, Buenos Aires realizó una gigantesca obra de alcantarillado urbano. Los grandes tubos que iban a ser enterrados permanecieron meses a la intemperie esperando las excavaciones, y en ellos hallaron improvisado refugio muchos vagos y mendigos. Como los tubos llevaban la marca de fábrica de la empresa A. Torrant, sus inquilinos fueron conocidos como atorrantes.
Eminencia gris - El mejor asesor que tuvo el cardenal Richelieu en Francia fue el capuchino Francisco Lecrec de Tremblay (1577-1638). Se le llamó gris porque según algunos, vestía un hábito de ese color y, según otros, desempeñaba su trabajo en la sombra, detrás del poder.
Tirar la toalla - Cuando los asistentes de un boxeador ven que éste recibe una paliza ante la cual es mejor rendirse, arrojan la toalla al ring como expresión de que aceptan la derrota.
Sangre azul - De los nobles europeos se decía que tenían sangre azul porque, muy blancos de piel y acostumbrados oficios de salón, revelaban bajo su pellejo transparentes venas y arterias azuladas.
Dar gato por liebre - Hasta hace un tiempo, ningún comensal de taberna estaba seguro de qué bicho llenaba las ollas de estofado de los mesones. Para curarse en salud, los clientes repetían antes de comer un pequeño poema frente a la bandeja de viandas:
Si eres cabrito,
mantente frito;
si eres gato,
salta del plato
Camisa de once varas - La ceremonia de adopción requería, en la Edad Media, que el padre adoptante metiera al hijo adoptado por la manga de una camisa grande y lo sacara por el cuello de la prenda. Quienes dudaban de las bondades de adoptar, aconsejaban no meter al chino en camisa que hoy llamaría Extralarge.
Echar pestes - Lo que originalmente se echaba no eran pestes sino pésetes (Dice el Diccionario de la Real Academia: "Pésete: especie de juramento o maldición. Llámase así por explicarse con la voz pesia a, el deseo de que suceda algo malo").
Tomar las de Villadiego - Aunque hay varias teorías sobre el origen de la expresión que van desde unas calzas o pantalones que fabrican en el pueblo de Villadiego hasta una alusión a los villariegos o caminantes, es posible que se refiera a las alpargatas de este municipio español, famosas en otra época. Tomar las de Villadiego, es hacer lo que las alpargatas: caminar, marcharse apresuradamente.
Dar la lata - No se origina en golpear un tarro hasta enloquecer a los demás, como podría pensarse. En español antiguo, el latazo era un golpe que se daba con un palo o garrote llamado lata.
Entrar con pie derecho - No figura como superstición en la magia negra sino en la liturgia católica. En misa, después del Introito, cuando el sacerdote sube hacia el altar debe iniciar el recorrido con el pie derecho.
Pies en polvorosa - La polvorosa era el nombre con que se conocía a la calle o la senda. Poner los pies allí equivale a coger camino.
Tirar la casa por la ventana - En la España del siglo XIX, cuando alguien ganaba la Lotería Nacional lo celebraba tirando, literalmente, los muebles viejos de su casa por las ventanas.
Tener ínfulas - Las ínfulas eran unas borlas de lana blanca que se usaban como adorno de lujo en las ceremonias romanas. De allí saltó a representar a quienes pretenden revestirse de importancia y vanidad.
La manzana de la discordia - No fue la que les valió a Adán y Eva la expulsión del Paraíso, sino la que se disputaron Hera, Afrodita y Atenea, que eran las candidatas a Miss Diosa, en las bodas mitológicas de Tetis y Peleo. Erida, diosa de la discordia, se presentó en la rumba y ofreció una manzana a la diosa más hermosa, y ahí fue Troya.
Ahí fue Troya - Para dirimir el conflicto de cuál de las diosas -Hera, Afrodita o Atenea merecía la manzana ofrecida a la más bonita, Zeus nombró jurado a Paris, hijo del rey de Troya. Afrodita lo sobornó con el amor de Helena; Paris entregó a Afrodita el premio de la manzana y las dos finalistas -Atenea y Hera- se propusieron desquitarse con la guerra de Troya. El resto lo cuenta Homero en La Ilíada.
Dorar la píldora - Según el Tesoro de la Lengua Castellana, de Sebastián de Covarrubias (1611), las píldoras son "unas pelotillas medicinales y purgativas". Para hacerlas menos amargas, se las cubría de miel.
De punta en blanco - Era la armadura completa, de pies a cabeza, que llevaba el caballero al entrar en combate: alude a la punta de la lanza, que en esta disposición no estaba protegida por un taco de madera o de corcho, sino desnuda y en ristre.
Lanza en ristre - El ristre es, según el Diccionario de Autoridades (1737), el "hierro que el hombre de armas infiere en el peto a la parte derecha, donde encaja el cabo de la manija de la lanza, para afirmarle en él".
Gato encerrado - En cierta época las bolsas de dinero se fabricaban con piel de gato. Pasó así a llamarse gato la cartera que solía llevarse bien escondida o encerrada para cuidarla de ladrones.
Lágrimas de cocodrilo - El Tesoro de la Lengua Castellana, de Sebastián de Coyarrubias, cree que los cocodrilos emiten "un fingido llanto con que engañan a los pasajeros". Joaquín Bastús afirmaba en 1867 que los viajeros del Nilo veían a los cocodrilos cuando lloraban "sobre los huesos de la víctima que han devorado". Pero no lo hacían por conmiseración, sino por lo que se terminaba la merienda.
Me lo contó un pajarito - El Antiguo Testamento ya aconseja no decir secretos contra el rico ni siquiera en la alcoba, porque "las aves del cielo llevarán la voz". Los pájaros que hablan son un lugar común de la literatura.
Poner los puntos sobre las íes - En el siglo XVI, cuando se popularizó la tipografía gótica, era fácil confundir dos íes con una u, circunstancia que, en latín, se prestaba para toda clase de equivocaciones. De allí que se hiciera necesario determinar de qué letras se trataba, para lo cual fue preciso poner los puntos sobre las íes.
Morder el polvo - En la Edad Media, cuando un guerrero se sentía mortalmente herido, tomaba un puñado de tierra y lo besaba: era un primer paso hacia la tumba."Era de noche y sin embargo llovía" - Esta frase se atribuye por igual al escritor costumbrista español Antonio Neira de Mosquera y al novelista Ibo Alfaro, ambos de mediados del siglo XIX. Los dos disputaron ardientemente que se trataba de una mentira.
Ser una arpía - Además de unas aves nocturnas, las arpías son, en mitología, la encarnación de las fuerzas desatadas de los elementos naturales. Unas están representadas como perras con alas y otras como pájaros con cara de mujer. Nada recomendable para encontrárselas en una calle solitaria de noche.
Pie con bola - Es expresión muy anterior al fútbol, que se refiere a un juego de naipes; el pie era el jugador que lanzada la última carta, y la bola, en el tresillo, una baza. Dar pie con bola era terminar a duras penas, raspando. No dar pie con bola implica un fracaso.
Hasta las paredes oyen - En tiempos modernos no sólo las paredes oyen, sino también las mesas, los asientos y hasta los inodoros, gracias a los micrófonos ocultos. Pero en el siglo XVI la reina de Francia Catalina de Médicis mandó a instalar conductos acústicos en rincones y muros, a fin de espiar a los cortesanos. De allí nació el dicho.
Apaga y vámonos - Tiene su origen en un chiste de iglesia. Iribarren lo cuenta así: "Dos sacerdotes apostaron a quién de ellos decía la misa en menos tiempo. Y como el uno oyera al otro, en lugar del Introibo ad altare Dei, empezaba diciendo el Ite, misa est, le dijo al monaguillo: Apaga y vámonos". Se emplea cuando una situación parece desesperada o cuando es hora de que termine un artículo.
* Con mis agradecimientos, entre otros, a la Real Academia Española (Diccionario de la Lengua Española), José María Iribarren (El por qué de los dichos), Margarita Candón y Elena Bonnet (A buen entendedor), Camilo Pardo Umaña (Tiempos Viejos), Sebastián de Covarrubias (Tesoro de la Lengua Castellana), Diccionario de Autoridades, María Moliner (Diccionario de Uso del Español), Joan Corominas (Breve Diccionario Etimológico de la lengua castellana), Vicente López Soto (Diccionario de autores, obras y personajes de la literatura griega) y Gesualdo Bufalino (Diccionario de personajes de ficción).