MEJORE SU SALUD SIN PONERSE A DIETA
Publicado en
noviembre 04, 2012
Hay que pensar menos en la báscula y más en la aptitud física
Por Laura Fraser
ES UNA MAÑANA de sábado en Beverly Hills —elegante barrio residencial de Los Angeles— y la clase está por comenzar en el gimnasio de Richard Simmons. En la pista de ejercicio, varias mujeres vestidas con camiseta y mallas dan pasos de calentamiento. Parece una típica clase de aeróbic, con la diferencia de que la mayoría de las participantes pesan alrededor de 90 kilos.
Aquí, Richard Simmons, dinámico instructor gimnástico de pelo rizado, anima a sus seguidoras a sudar la gota gorda para recobrar la línea y aumentar la aptitud física.
—¡La discoteca va a estar abierta toda la noche! —grita Simmons al poner la música.
Después de dirigir los pausados ejercicios de calentamiento y estiramiento del grupo, enciende el entusiasmo con los ritmos de Fiebre de sábado por la noche.
En la última fila estoy yo, agitándome y sudando a la par que las demás, aunque soy una de las más delgadas (peso 70 kilos y mido 1,68 metros). Me sorprende la agilidad de estas mujeres, que a pesar de su corpulencia siguen los pasos con gracia y energía. Parecen estar en tan buena condición, que me pregunto si una persona puede ser gruesa y físicamente apta al mismo tiempo.
Simmons no lo cree. "La grasa mata", dice. "Con el tiempo pasamos de regordetes a gordos y de gordos a obesos, y acabamos muriendo prematuramente". En su opinión, sólo el adelgazamiento puede salvarnos de este destino.
Casi todo el mundo está de acuerdo en que el exceso de peso es perjudicial. Si no lo fuera, no nos subirían a la báscula en cada examen médico, ni los especialistas escribirían éxitos de librería con títulos como Obeso o en forma, o Pese menos y viva más.
En los dos últimos años, un par de estudios a los que se dio mucha publicidad redujeron todo a una sencilla regla: para prevenir las afecciones cardiacas, la apoplejía, la hipertensión, la diabetes e incluso ciertos tipos de cáncer, hay que guardar la línea. "Incluso un sobrepeso leve o moderado aumenta considerablemente el riesgo de sufrir una muerte prematura", declaró JoAnn Manson, epidemióloga de Harvard y autora de uno de los estudios.
SIN EMBARGO, otro estudio sobre el peso y la salud efectuado hace poco llegó a una conclusión distinta. El epidemiólogo Steven Blair y sus colegas, del Instituto Cooper de Investigación Aeróbica, en Dallas, Texas, observaron a 25.389 hombres que se sometieron a exámenes médicos en la clínica del instituto entre 1970 y 1989. Los investigadores averiguaron que los pacientes gruesos eran, en conjunto, más propensos a enfermar y a morir prematuramente que los delgados, pero esta ecuación cambió radicalmente cuando se tuvo en cuenta otro factor: la aptitud física.
Según se observó, entre los participantes físicamente aptos, los gruesos vivían tanto como los delgados. Por otra parte, los individuos delgados que no estaban en forma presentaron un riesgo casi triple de muerte prematura que los gruesos que sí lo estaban. Dicho de otro modo, el peso de los participantes que estaban en buena condición física no tuvo la menor influencia en su expectativa de vida.
Este hallazgo fue una sorpresa para Blair, pues implicaba que los seres humanos siempre nos hemos preocupado al grado de la obsesión por algo que en determinadas circunstancias quizá no tenga la menor importancia: nuestro peso corporal.
Autor de numerosos artículos sobre el ejercicio dados a conocer en prestigiosas publicaciones médicas, Blair siempre ha gozado de mucho crédito entre los investigadores de la obesidad, pero hoy está en desacuerdo con algunos de ellos. Al fin y al cabo, ha descubierto que, si una persona se pone en forma, puede tener hasta 15 kilos de peso excedente sin que ello aumente su riesgo de muerte. Por lo que respecta a los millones de adultos cuyo peso es normal, el especialista les advierte: si no hacen ejercicio con regularidad, el hecho de estar esbeltos no es ninguna garantía contra la muerte prematura.
Los exámenes médicos que sirvieron de base a Blair para llegar a esta conclusión comprendían una prueba en un aparato de gimnasio que constituye el meollo de la investigación: la caminadora mecánica.
Cuando me sometí a la prueba, no me costó trabajo llevar el paso al principio, pero al cabo de unos minutos, conforme aumentaba la inclinación, comencé a sentir como si estuviera escalando el Everest. Cuanto más tiempo dura uno en la caminadora, mayor es su aptitud física, explica Blair. Aunque yo acabé jadeando, aguanté 21 minutos, tiempo que para una mujer de mi edad —36 años— indica una aptitud "superior". Según Blair, éste es el mejor índice del estado de salud de una persona, y no los kilos que marca la báscula.
HASTA LA FECHA, la mayoría de los estudios que han asociado la obesidad con la mala salud no han tenido en cuenta la aptitud física de los sujetos observados. Esto ha llevado a conclusiones equivocadas, señala Blair, pues si bien el sobrepeso se considera factor de riesgo de la cardiopatía coronaria, la hipertensión arterial, la diabetes y el cáncer de colon, éstas son precisamente las enfermedades que pueden prevenirse haciendo ejercicio con regularidad.
"Las personas excedidas de peso sufren los mismos trastornos de salud, aunque quizá con mayor frecuencia, que los individuos sedentarios y en mala condición física, sea cual sea su peso", afirma el especialista. Desde su punto de vista, el hecho de que otros investigadores hayan asociado el sobrepeso con la muerte prematura se debe a que las personas gruesas hacen menos ejercicio que las delgadas, lo cual no quiere decir que ninguna lo haga (40 por ciento de los sujetos excedidos de peso a los que observó mostraban una aptitud física satisfactoria), ni que todos los individuos delgados sean físicamente activos. "Desafío a los investigadores de la obesidad a que me digan por qué están tan seguros de que es el sobrepeso lo que mata", agrega Blair. "Quizá no sea otra cosa que la inactividad".
JoAnn Manson no está de acuerdo. "La actividad física es de enorme importancia", dice, "pero no se puede llegar al extremo de decir que es lo único que importa, y que el peso no cuenta en absoluto". La especialista duda que haya tantas personas gruesas y en forma como afirma Blair. "El sobrepeso y la inactividad están estrechamente asociados", explica. Además, ciertos estudios hechos en fecha reciente indican que bajar de peso reduce el riesgo de muerte.
Como casi todos los investigadores de la obesidad, la doctora Manson alega que el exceso de tejido graso, sobre todo en el abdomen, favorece los males del corazón, pues suelta ácidos grasos que viajan al hígado, donde obstaculizan la función de la insulina de convertir la glucosa en energía. Esto pone en marcha un círculo vicioso conocido como resistencia a la insulina: para compensar la reducida eficacia de la hormona, el páncreas empieza a segregarla en mayor cantidad, y la glucosa que no se convierte alcanza una concentración excesiva en la sangre. A esta anomalía, llamada hiperglucemia, siguen otras, como la hipertensión y la deficiencia de lipoproteínas de alta densidad (o colesterol bueno), todo lo cual aumenta el riesgo de sufrir infartos, apoplejía y diabetes.
Blair reconoce que la grasa abdominal es peligrosa en ciertos casos, pero explica que casi todo el mundo puede combatir la resistencia a la insulina haciendo ejercicio con regularidad, lo cual, además de gastar grasa, ayuda a controlar otros factores de riesgo metabólicos, como la hipertensión y las altas tasas de lípidos en la sangre.
A su juicio, sólo las personas muy obesas —tanto que no pueden salir a caminar— necesitan bajar de peso antes de emprender un programa de ejercicios. En cambio, los individuos cuya obesidad es leve o moderada, pero que se ejercitan regularmente y llevan una dieta sensata, no atentan en modo alguno contra su salud; sencillamente, son personas gruesas.
ALGUNOS investigadores están de acuerdo con él. "Le hemos dado demasiada importancia al peso", señala el endocrinólogo C. Wayne Callaway. Según él, el estudio de Blair subraya que el peso es el indicador menos exacto de la salud. "Es preferible estar grueso y físicamente activo que delgado y en pésima condición física", agrega.
Callaway coincide con Blair en que la grasa corporal entraña peligro en ciertos casos. Cuando trata a un paciente que a pesar de hacer ejercicio tiene barriga y presenta otros factores de riesgo (hipertensión o altas tasas de colesterol o de azúcar en la sangre), le aconseja adelgazar haciendo aun más ejercicio y consumiendo menos calorías. La práctica de prescribir dieta para adelgazar a cualquier paciente grueso no le parece sensata.
A la persona común y corriente que se preocupa porque ha perdido la línea, tanto debate entre expertos le parecerá una discusión bizantina. A fin de cuentas, los propios expertos coinciden en que, para mejorar la salud, hay que adquirir el hábito del ejercicio y llevar una dieta escasa en grasa y abundante en frutas, verduras y cereales.
Pero, si no contamos con alguien como Richard Simmons para que nos prodigue elogios, hacer ejercicio con el único fin de adelgazar suele ser una experiencia desagradable. "Muchas personas comienzan con entusiasmo, pero después de tres meses, al ver que no han bajado un buen número de kilos, dejan de venir", dice Cinder Ernst, instructora de acondicionamiento físico para mujeres corpulentas. "Y así pierden las demás ventajas del ejercicio: flexibilidad, fuerza, movilidad, relajación y confianza en sí mismas".
Las personas que se ejercitan sin proponerse adelgazar son mucho más persistentes, agrega. En ello está de acuerdo Pat Lyons, coautora de Great Shape: The First Fitness Guide for Large Women ("En gran forma: la primera guía de acondicionamiento físico para mujeres corpulentas"). "Si su meta es que le vengan unos pantalones de talla ocho, va derecho al fracaso", dice, "pero si hace ejercicio para ponerse en forma y mejorar su calidad de vida, quedará satisfecha".
Una cosa que nadie discute es que, gruesos o delgados, quienes hacen ejercicio mejoran su salud.
¿ESTA USTED EN FORMA?
ESTA PRUEBA, consistente.en caminar 1,6 kilómetros, le dará una idea de su grado de aptitud física. Si está tomando medicamentos, consulte a su médico antes de hacer la prueba. Si al hacerla siente dolor, suspéndala en seguida y consulte a su médico.
Comience caminando con paso rápido, sin forzarse, hasta que su ritmo cardiaco aumente a 110 o 120 latidos por minuto (tómese el pulso en el cuello o en la muñeca, cuente el número de latidos en diez segundos y multiplíquelo por seis). A los cinco minutos de caminata vuelva a tomarse el pulso. No importa si pasa de 120, pero si no tiene usted aliento suficiente para hablar, aminore el paso.
Al cruzar la marca de 1,6 kilómetros, tómese el tiempo y vuelva a tomarse el pulso. Luego compare sus resultados con este cuadro, según su edad, ritmo cardiaco y sexo. Si su tiempo se encuentra entre los límites señalados por las columnas A y B (en minutos y segundos), su aptitud física es normal. Si tardó más del tiempo señalado en la columna A, su aptitud es insuficiente. Si tardó menos del límite marcado en la columna B, goza usted de muy buena condición física.
—The Healthy Hea,t Walking Book (Macmillan)
CONDENSADO DE HEALTH (MAYO-JUNIO DE 1996). © 1996 POR TIME INC. HEALTH, DE SAN FRANCISCO, CALIFORNIA.