CÓMO INCULCAR BUENOS MODALES EN SUS HIJOS
Publicado en
octubre 28, 2012
No basta con que aprendan a decir "por favor" y "gracias"
Por Suzanne Chazin
A LA MAYORÍA de la gente la simple mención de niños malcriados la hace recordar con fastidio a algún bribonzuelo y a sus groseros padres. Yo aún me siento muy contrariada por algo que me sucedió el verano pasado.
Estábamos hospedados en un hotel campestre que tenía un pequeño cine. Todas las noches, antes de la función, mi esposo y yo le decíamos a nuestro hijo, de tres años, que guardara silencio y se mantuviera quieto. Excepto por alguna pregunta ocasional hecha en voz baja, el niño permanecía atento a la pantalla y sin moverse.
Sin embargo, nos era imposible oír la película, pues había dos niños que brincaban en sus asientos, hablaban en voz alta y correteaban por los pasillos. Nunca los vi acompañados por alguno de sus padres. Después de varias noches de alboroto, seguí a los pilluelos hasta el comedor. Allí estaban un hombre y una mujer disfrutando su cena muy tranquilos.
—Mi familia y yo no podemos ver la película en paz porque sus niños andan corriendo por todo el cine —expliqué—. Si no les interesa ver la película, ¿no creen que deberían estar aquí con ustedes?
El padre me miró con frialdad.
—Nosotros también pagamos por usar las instalaciones —dijo indignado—. Nuestros hijos pueden ir adonde les plazca.
Me quedé azorada. ¿Por qué una pareja aparentemente racional toleraba una conducta tan desconsiderada? ¿Acaso estamos tan absortos en nuestras propias necesidades y en los impulsos de nuestros hijos que, como integrantes de una sociedad, pasamos por alto los derechos de los demás?
"Basta con ver un rato la televisión para darse cuenta de que hoy se exaltan la arrogancia y la insolencia", señala el psicólogo Thomas Achenbach.
La ausencia de buenos modales no es imputable únicamente a los programas de televisión. En septiembre de 1996, el beisbolista Roberto Alomar, estrella de los Orioles de Baltimore, ofreció un espectáculo denigrante: escupió a la cara al umpire John Hirschbeck ante millones de aficionados.
Todo esto parece tener un profundo efecto en los chicos. Al comparar unas evaluaciones de niños realizadas a mediados de los años 70 y fines de los 80, Achenbach observó que, en promedio, los niños del decenio pasado eran más impulsivos y desobedientes que los evaluados 15 años antes. Al decir de los expertos, la escisión de la familia nuclear y las exigencias de los padres que trabajan han engendrado una generación de niños capaces de programar una computadora, pero que no saben cómo escribir una nota de agradecimiento.
Hasta los padres que se esfuerzan por inculcar buenos modales en sus hijos ven con impotencia con qué facilidad se hacen añicos sus enseñanzas a causa de lo que ocurre fuera del hogar. Leann Aykut conoce esto muy bien. Un día su hijo, de 11 años, entró a su cuarto y encontró a su hermana utilizando el teléfóno.
—¡Deja mi teléfono! —bramó, y remató la orden diciéndole a la chica una palabra obscena.
Leann corrió al cuarto del niño.
—No tienes derecho de hablarle así a tu hermana lo reprendió.
El chico alzó los hombros y explicó que un amigo suyo había usado esa palabra al discutir con su madre.
—Pues en esta casa nadie se expresa así —dijo Leann con firmeza.
Aunque es imposible proteger a los niños de todo lo que ocurre fuera de casa, los expertos creen que, con empeño y paciencia, los padres pueden hacer mucho para arraigar en sus hijos la cortesía y el respeto.
PONGA EL EJEMPLO
Una chica de 16 años regresó un día a casa con gesto preocupado luego de su entrenamiento de voleibol en la escuela.
—¿Qué te sucede? —le preguntó su madre.
La chica explicó que su entrenador había elegido a otra muchacha, y no a su mejor amiga, para el equipo titular de la escuela. La madre de su amiga no podía creerlo, y cuando llevaba a ambas de regreso a casa en su coche, tuvo un arrebato de ira y empezó a maldecir e insultar al entrenador con toda clase de calificativos.
Muchos padres adoptan la actitud de favorecer a toda costa a sus hijos. "Ser padre implica tener la madurez suficiente para ayudar al hijo a afrontar una decepción", dice Achenbach. "Los padres que se niegan a aceptar que su hijo no es el mejor le transmiten la idea de que, cuando uno se siente frustrado, hay qué culpar a la fuente de la frustración en vez de buscar una forma de sobreponerse". En lugar de alentar a un niño a estudiar más arduamente para mejorar sus calificaciones, algunos padres critican a los maestros; en vez de castigarlo por infringir el reglamento escolar, le declaran la guerra al reglamento.
Es preferible, convienen los expertos, enseñar a los niños que no siempre podemos controlar el desenlace de una situación, pero sí nuestra manera de reaccionar. "Los chicos deben aprender a comportarse con más cortesía de la que quizá sientan", dice Judith Martin, autora de una columna sobre buenos modales. Ser cortés, añade, es mucho más que decir "por favor" y "gracias": significa no alardear ni hablar mal de nadie a sus espaldas, saber ganar limpiamente y perder con dignidad, así como tratar a todos con respeto.
Desde luego, ni las mejores lecciones del mundo convencerán a un niño de actuar con civilidad si sus padres se ponen agresivos, intolerantes y bruscos a la menor provocación. Por eso los expertos aconsejan que para corregir los modales de los niños, lo primero que los padres tienen que hacer es corregir los suyos.
Es importante que los padres se esfuercen sobre todo en evitar usar expresiones malsonantes que no deseen oír más tarde en boca de sus hijos. Una mujer que le dice "¡Cállate!" a su marido, o un hombre que tacha de "idiota" a su vecino, probablemente escuchará a sus hijos expresarse en casa en esos mismos términos.
SUGIERA Y FELICITE
"Eres un desordenado; nunca limpias tu cuarto". "Escribe esa nota de agradecimiento o no te dejaré ver televisión". "No me levantes la voz". La mayoría de los padres hacen este tipo de comentarios a sus hijos con el fin de corregir su conducta. ¿Por qué, entonces, fracasan tan estrepitosamente?
Porque el mal comportamiento de los niños suele ser resultado de la irreflexión, más que de una rebeldía deliberada. Las críticas, los insultos y las órdenes sólo irritan al chico y lo ponen a la defensiva; refuerzan la idea de que es incapaz de portarse bien si no lo obligan.
Una mejor táctica es lo que el psicólogo Alan Kazdin llama sugerencia y elogio. Antes de visitar a alguien, por ejemplo, los padres le explican al niño lo que esperan de él sin mostrarse críticos: "Cuando estemos en casa de tu tía, me dará mucho gusto que le estreches la mano y le acerques la silla a la hora de cenar". Más tarde, hay que elogiar al niño: "Me alegró mucho que saludaras de mano a tu tía y le ofrecieras la silla".
"La idea es hacer esto con frecuencia hasta que finalmente pueda prescindirse de la sugerencia y sólo se dé el elogio", señala Kazdin.
Pero, ¿qué hacer cuando el chico ya cometió una falta? "Corríjalo apelando a las reglas de la casa", aconseja la experta en urbanidad Joan Hopper. Cada familia debe tener algunas reglas básicas que todos estén dispuestos a acatar.
Así pues, en vez de decir "Eres un patán; ¡quita los codos de la mesa", el padre puede limitarse a señalar: "La regla en esta familia es no apoyar los codos en la mesa". Al corregir la conducta, y no al niño, se evita que éste adopte una actitud defensiva y que la corrección parezca una orden.
Como bien sabe Ellen Weeks, de 15 años, una crítica expresada en estos términos obra maravillas. Cada mañana, sus padres o los de una de sus amigas llevaban a varias de las chicas a la escuela. Una vez en el coche, Ellen solía acomodarse en el asiento trasero sin saludar, quedarse callada y luego bajar corriendo del vehículo al llegar a la escuela.
Un día, en cuanto Ellen se subió al auto, el conductor, padre de una de las chicas, se volvió a ellas y dijo:
—¿Por qué ninguna de ustedes jamás me dice "buenos días"?
"Nunca había visto las cosas desde su perspectiva", recuerda Ellen. "Me alegra que nos haya dicho lo que sentía". Ahora ella y sus amigas saludan siempre que suben al coche.
CENEN JUNTOS
Los expertos creen que reunirse en torno a la mesa entre 30 y 60 minutos al día quizá sea lo más importante que los padres pueden hacer por sus hijos. "La cooperación, la puntualidad, el arte de conversar y el respeto se aprenden alrededor de la mesa", afirma Tiffany Francis, experta en urbanidad.
La familia debe tratar de reunirse a cenar al menos una o dos veces por semana, y será muy conveniente conectar la contestadora telefónica y apagar el televisor. "La cena no sólo consiste en compartir los alimentos, sino también las experiencias del día", señala la columnista Mary Mitchell. Es el momento en que los padres pueden inculcar valores y principios sin que sus palabras suenen a sermón.
FORME CRITERIOS
El respeto, la modestia y la rectitud surgen de las enseñanzas que los padres imparten a sus hijos en el curso de muchos años, a través de las vivencias y los recuerdos compartidos. Si alguien llega a la edad adulta y sólo puede evocar la televisión, las actividades deportivas y las fiestas de cumpleaños, tendrá poco en que apoyarse cuando enfrente una verdadera prueba de carácter; por ejemplo, una difícil situación laboral. "Si un niño no tiene un sentido firme de su identidad y de sus valores, andará a la deriva", asevera la experta en urbanidad Betty Jo Trakimas.
Cierta pareja reserva la noche de los viernes para disfrutar una "velada familiar" con sus tres hijos. Con frecuencia, se divierten con juegos de mesa o juegan a las escondidas.
¿Se puede enseñar buenos modales a un niño jugando con él a las escondidas? Sí, afirman Trakimas y otros, porque el juego le revela al niño que sus padres están dispuestos a dedicarle tiempo, que lo quieren y que él puede aprender a amar a otros. "Los buenos modales no se refieren a saber usar el tenedor correcto", dice la experta Patricia Gilbert-Hinz. "Consisten en ser amable: felicitar a quien lo merece, jugar en equipo, hacer pequeños sacrificios... Los niños aprenden esto a través de sus padres".
Aunque los chicos no se entusiasman espontáneamente con la idea de aprender a ser corteses, tampoco hay razón para que consideren los buenos modales como una sarta de agobiantes restricciones. Son los cimientos sobre los cuales se erige su educación. "Cuando una norma se vuelve parte de su forma de ser, libera al individuo", señala Mary Mitchell. "¿Cómo podría Michael Jordan jugar al baloncesto si todo el tiempo tuviera que estar repasando las reglas en la mente?"
Judith Martin está de acuerdo con su colega. "Un niño amable y respetuoso se convierte en un adulto preparado para hacer amigos, relacionarse con personas del sexo opuesto y salir adelante en las entrevistas de trabajo", expresa. "Y lo logra porque las personas responden a los buenos modales. Es el idioma universal del comportamiento humano".
Foto: © Richard Lee