Publicado en
agosto 19, 2012
Por Jorge Enrique Adoumdesde el exacto centro de la muerte...
Dije una vez, varias veces, que en mi opinión -y en la de muchos- Gelman era uno de los más grandes poetas vivos de la lengua castellana. Eso fue cuando aún vivían otros que compartían con él esa responsabilidad. Hoy es el más grande. Pero él no lo sabe. Además, aquello de la lengua es un decir, en el sentido de que el habla de Buenos Aires y de Gelman se incorpora, con derecho adquirido por la escritura, al español del mundo:
noche y día te sufro/ incandescencia
como jazmín del aire/ barrios que
pasas a paso de olvido/ calladita/
no respondés a mis palabras/ tu
mejilla es una luna no ofrecida/ beso
que los pasados días no besás/
patria o peso del pecho/ corregís
tanta amargura/ belleias del mundo/
con ninguna te puedo comparar/
sola/ abrazando a tantos compañeros
Porque si, para Mallarmé, al poeta le toca limpiar el lenguaje de la tribu, se me ocurre que Gelman, al revés, ha limpiado con la lengua de su tribu, que es también nuestra tribu sudamericana, el lenguaje de cierta poesía convencional, haya sido combatiente o pura. Desde sus primeros libros -Violín y otras cuestiones, Velorio del solo, Gotán, Cólera buey-, pasando por sus "traducciones" -Los poemas de John Wendell, Los poemas de Yamanokuchi Ando, Los poemas de Sidney West-, hasta sus más recientes Fábulas, Relaciones, Citas y comentarios, Com/posiciones, Interrupciones I e Interrupciones II, Carta a mi madre (uno de los más importantes poemas elegíacos de nuestro tiempo) y Salarios del impío, la poesía de Gelman se va, se bifurca, encuentra caminos y vuelve al punto de partida: un compromiso inevitable con el lenguaje y el acontecimiento. Se ha inventado, así, una nueva gramática para uso del pobrecito humano, una sintaxis rota a golpes de hacha por la, escritura -conversión del sustantivo en verbo, traslación de lo masculino en femenino y viceversa, supresión de preposiciones o de artículos- que nos obliga a repensar no sólo la poesía sino la realidad... Sus amigos, hablando de la lengua, han sido Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Oliverio Girondo. Y, en cuanto a la indisoluble atadura entre poesía y compromiso con la humanidad y el hombre, que no siempre son lo mismo, va junto a Vallejo, Pessoa, Miguel Hernández... Están también, en lo que llama com/posiciones (que son, dice, poemas "que he com/puesto, es decir, puse cosas de mí en los textos que grandes poetas escribieron hace siglos"), Salomón ibn ,Gabirol, Abu Nuwas, Joseph Tsarfati, Samuel Hanagid, Yehuda Alevi, Isaac Luria y otros que, por nuestra ignorancia de su existencia y de su obra, pese a darnos Juan fechas y lugares ¿imaginarios? donde vivieron, nos parecen ser esos autores a los que Cervantes o Borges les pusieron un nombre y, además, poemas o libros en las manos.Poesía hecha de preguntas, dije también entonces, es la de Gelman, porque indaga y no sólo en estos años de desesperanza y desconcierto sino desde el instante mismo en que alguien se golpeó, por vez primera, contra la brutalidad del poder- y porque la profecía, la solución, la respuesta, no son asunto suyo, del poeta. Ni siquiera cuando hace variaciones ("comentarios" los llama él) sobre el tema de otro, como San Juan:vos que me entrás más en tu amor/
¿qué me vas siendo?/¿qué te sea
yo?/¿como gota de rocío
resuelta en aire por tu fuego
volando a tu agua viva?/¿sed
nuestra de cada día donde
me palabrás estas palabras/
como noticia o atadura
con vos?/¿ya luz obedecida
por mi dolor como animal
manso en tu voz apacentando
migas de voz/perdida en vos
de mí?/¿llama que me existía/
me transportás/ o certidumbre
de mí sobre esta tierra que
piso de vos/ con voz temblando?
Y en este entrar y salir en los poetas y en el tiempo, en la música de las palabras y del tango (que para él, nacido pobre en el suburbio, es mucho más que una mitología de puñales y mujeres desleales), y sin intención ni rastro alguno de humor o de caricatura, no le es difícil a Gelman juntar a Santa Teresa de Avila con Aníbal Troilo, al Rey David con Cátulo Castillo, a San Juan de la Cruz con Contursi o al profeta Ezequiel con Lepera: hermosa blasfemia aparente de la poesía con que vuelve universal al habla argentina y de América.
Juan Gelman y Jorge E. AdoumComprometido con los hombres y con los santos, con ese querer "mundial, interhumano y parroquial" de Vallejo, la solidaridad humana total de Gelman nació con su ternura diminutiva por el perseguido, niño u hombrecito ya hecho para el dolor, diminutivo que entre nosotros lo atribuiríamos a lo que tenemos de indio pero en él ¿a qué sino a él mismo?:de la calor al frío/ cuerpito
¿de cuatro meses? ¿cinco?! de
la madre al hierro/ al despiadado/ o
perros del hambre que
se lo comieron/ niño
que había empezado apenas a niñar
/ hijo nuestro
que estás en el odio
/ en esta pasión este caballo
con que adornamos el balazo/ ojo
celeste en el río de fango
/ chiquitito que trajeron en pago
de tanta esperanza/ manita
que alzó su desnudez / atrevido
que se mostró desnudo al enemigo
/ niño cubierto
de su temblor como un coraje / vida
terrible bella / hilito
que volará diseminado / sueño
yendo viniendo por el aire/ angelito
por el cielo del sur
Culpable de semejante poesía, y siendo ciudadano cívico, civil, consecuente con ella, era evidente que lo persiguieran, que lo condenaran a muerte, a veces unos militares vestidos de gobernantes, a veces unos "compañeros" que lo fueron algún día. Era evidente que trataran de quebrarle el alma: le quitaron su país, trataron de quitarle su poesía, mataron a su hijo cuyos huesos encontró años después, esos huesitos; le desaparecieron a su nuera y no se sabe hijo de qué pareja estéril de militar o policía será hoy su nieto nacido en cautiverio.Es preciso recordar el caso de Paul Celan -alto entre los más altos poetas de nuestro siglo-, quien, tras haber perdido todo, comenzando por sus padres, en la ocupación nazi de Rumania y huido de uno de sus campos de la muerte, dijo que después de eso lo único que le quedaba en las manos era el lenguaje, que convirtió en una suerte de metapoesía para iniciados. A Gelman le han quedado, por fortuna para nosotros, el lenguaje y la ternura nacida de la cólera, la poesía y la solidaridad con el pequeño, el triste, el desvalido, el perseguido, el destrozado. Le ha quedado, por fortuna para nosotros, una esperanza en el hombre aunque entristecida por los hombres, cierta fe en la humanidad aunque trizada por la historia. "Desde el exacto centro de la muerte, celebra la vida", dice de él Eduardo Galeano. Por eso, en lugar de las imprecaciones a las que tuvimos tanto apego, después de todas las perradas de la suerte y de los otros que a Gelman le tocó aguantar, aún es capaz de escribir:Los compañeros no hablan de la suerte
/ apenas
se despiden diciendo "suerte" no a modo
de hálito elefante o certeza/ sino
para decir "que sigas vivo" o sea
"seguí viviendo vos"
Y como Gelman no dicta conferencias, no escribe ensayos, no participa en encuestas, seminarios, coloquios ni mesas redondas, uno se dice que, en ese sentido, sólo en ese, es un poeta puro, tan puro y tan total que en él la poesía está, utilizando un verso suyo, "como la madera en el palito". Y por eso, y porque sí, y porque es verdad que, como dijo Luis Cardoza y Aragón, la poesía es la única prueba de la existencia del hombre, le agradecimos a Juan haber venido a Quito, hace algunos meses, a probarnos, cuando estábamos al borde de olvidarlo, que, pese a todo, también nosotros existimos.