Publicado en
abril 08, 2010
"La vida sin música sería un error"
F. Nietzsche
"La música sola no hace avanzar nada.
La música sola es peligrosa"
Thomas Mann
"La tecnología es tan sólo un escenario"
Ernst Jünger
"Ver el mundo en un grano de arena
y el cielo en una flor salvaje"
W. Blake
I N D E X
I
INTRO .......................................................................................5
II
THE DREAM ..........................................................................10
III
SANATORIUM .......................................................................19
IV
LA VISIÓN ..............................................................................31
V
HACKER ................................................................................33
VI
EL INVESTIGADOR .............................................................43
VII
EL LIBRETO: .........................................................................63
VIAJE AL CORAZÓN DE LA MÁQUINA
VIII
EL MÚSICO ..........................................................................109
IX
EL PRODUCTOR ..................................................................118
X
LA ORGANIZACIÓN ..........................................................132
XI
EL CONCIERTO ...................................................................195
XII
CUANDO LAS LUCES SE APAGAN .................................199
Intro
Cierra los ojos, respira muy despacio... vacía tu mente hasta dejarla en blanco y tal vez, sólo tal vez, puedas escucharlo. Es un borboteo inquietante, el murmullo del tiempo. "Bajo el suelo, tras la palabra, se esconden los manantiales del venero cósmico".
Los técnicos manejan una curiosa expresión para describir este fenómeno: el ruido blanco. Un tipo de cacofonía, un rumor de las profundidades. Por lo que cuentan, el sonido blanco es como un pequeño demonio que se cuela por las clavijas, las juntas; en todas aquellas partes en las que se produce una conexión, un intercambio de fluidos eléctricos. Si hemos que creer a los músicos antiguos es precisamente de ese caos elemental de donde brota la música. Las notas, los timbres, las armonías, la disonancia... todo viene del silencio blanco.
De ese fondo emergen, de tanto en tanto, poderosos acordes y mágicos sonidos. En ciertas horas del mundo, las figuras, más que brotar, irrumpen en medio del paisaje, como erupciones volcánicas surgidas del interior de la tierra; “movimientos de lo originario”. Fuerzas sujetas por la brida del espacio se desatan a través de sangrientas explosiones que iluminan los pasajes históricos. Mas pronto los fuegos se apagan, y poco a poco retornan las ideas a perderse en los borrascosos contornos del bosque.
Así se teje el tapiz de la historia - así trabajan las nornas. El dolor y la muerte son las herramientas, el placer su dibujo. El tiempo es el hilo conductor, el espacio su telar; "de modo que se les podría comparar a uno con la trama y al otro con la urdimbre".
¡Ah, la Historia!. Sus formas son complejas, las miradas inagotables. Se vende, en ciertos establecimientos autorizados, una variada gama de visores con los que podemos contemplar la fábula histórica. Catalejos, monóculos, lentes invertidas y toda una gama de "cristales y espejos" se hallan a disposición del consumidor de historia. Se puede ver el cuadro de cerca o de lejos, a ojo de buen cubero, a ras de tierra o a vista de pájaro... las posibilidades son interminables; a gusto del consumidor. Existen tantas historias como seres humanos – tal vez más.
Historiadores de gran tradición, los franceses, han acuñado una expresión para referirse a los dos polos del relato: "tiempo largo y tiempo corto". Según estos sabios, el tiempo corto sería circular y el tiempo largo lineal, y sus "acordes y desacuerdos" compondrían las variaciones musicales de la gran sinfonía histórica.
A la sombra de esas viejas líneas surge ahora, al filo del milenio, una nueva modalidad, otra forma de contar el cuento. Se trata de ese comportamiento, tan propio de los organismos, que consiste en operar una y otra vez sobre sí mismos. Un motivo que se pliega y repliega generando espacio a medida que evoluciona. ¿Acaso es la historia un polígono fractal, un espacio cerrado pero infinito?. "¡Ah, interminables son las formas de la contemplación!".
Se ha dicho, también, que el aleteo de una mariposa es capaz de provocar una huracán al otro lado del mundo. Aún admitiendo que esto pudiera llegar a ser cierto – que ya es mucho admitir - resulta muy significativo que nadie haya hablado de las flores. Pues, en definitiva, quienes son las que dirigen las aventuras y las evoluciones de las mariposas sino las rosas, las margaritas y todas aquellas prendas exquisitas que crecen alocadas en los jardines secretos. ¿Acaso no son las flores las responsables últimas de los arabescos de las mariposas?.
Existe, por último, una historia más íntima y decisiva que todas las demás juntas: precisamente esa que habla de las relaciones entre mariposas y flores. Más aún, no se puede excluir la posibilidad de que toda la gran historia se reduzca a meros contactos. Esa intrahistoria se desarrolla día tras día, "delante de nuestras narices", pero rara vez somos capaces de verla, escucharla, contemplarla... Nuestro espejo interior esta nublado por los vapores de la máquina - perdemos los órganos capaces de percibir el ruido blanco.
En esa historia última, en esa aventura de la vida habremos de participar todos y cada uno de nosotros. Y no sólo tendremos que jugar a vida o muerte en esta terrible partida sino que hemos de resolver a cada minuto cuestiones tales como decidir que papel representaremos en esta comedia divina: mariposas o flores - o, también, un poco de las dos orillas.
Las decisiones vitales no terminan ahí. Dentro de cada uno de los modos primordiales del ser existen infinitas variaciones; "la paleta es inagotable". Se sabe, por ejemplo, de un tipo especial de mariposas que gustan de revolotear sobre el fuego. Las llamas amenazan de continuo con prender sus alas pero ellas continúan su danza, confiadas en su destino ¿ Se acercan al calor porque tienen la sangre helada? ¿ Es por eso que peregrinamos en busca de flores contrarias a nosotros? Cierto, la vida de una mariposa de fuego es muy breve, pero en el tempo de la tierra esa expresión no vale nada: la intensidad vital comprime y expande el tiempo según medida.
A medias entre el fuego y los jardines secretos transcurre la vida de nuestra pequeña mariposa de ojos azules, ajena a los posibles huracanes que su callado aleteo pudiera causar. Al igual que a la mayoría de los hombres, nada le importan a nuestra alada protagonista esos grandes mottos de la historia ni los oscuros devaneos de los eunucos del poder. Su pasión arde en el vuelo y las flores; eso es lo único real para ella - y para nosotros.
Animados por la danza del viento, recorremos jardines olvidados, bosques sombríos, ciénagas corruptas... Es en esos encuentros en la penumbra, cara a cara con una flor - o con una mariposa- cuando vivimos más intensamente la historia. Hallaremos flores que cambiarán nuestros gustos para toda la vida. Probaremos néctares, perfumes embriagadores y también deliciosos y mortíferos venenos. Esos bebedizos, esos acercamientos modificarán los dibujos de nuestras alas para siempre. "Basta una mota de polen para que el universo cambie ante nuestros ojos". Así, casi sin querer, perderemos nuestra inocencia en las sábanas de un apartamento cualquiera y ya no habrá marcha atrás. "El contacto deja impresiones, heridas que no curan del todo jamás".
Los detalles de algunos de esos acercamientos he preferido silenciarlos por respeto a la vida; son asuntos privados entre flores y mariposas. Quien acepta el desafío de la historia ha de estar dispuesto a transformarse de manera total. Cual moderno Proteo, ha de juzgar desde todas las posiciones - pero ha de saber, además, ante que puertas debe pasar de largo; "el maestro también se revela en la limitación".
Pasión sin participación - ese es el juego del historiador. Si me he mostrado demasiado cauto, perdonad mi timidez y mi recato. Si, por el contrario, me he excedido, sed benevolentes y disculpad mi estúpida arrogancia.
Pero antes de narrar la fábula de esta pequeña mariposa es menester que, atendiendo a las viejas reglas del oficio, me presente de modo y manera que tú, lector, puedas juzgar esta historia con toda propiedad. Mi viejo maestro, el investigador, del que iré dejando muestras a lo largo de este informe, solía decirme: "Sin conocimiento no puede haber justicia" - tal vez esa sea la causa de la injusticia de la historia, y de la vida.
Me llamo Daniel Teleman, aunque es cierto que siempre que pronuncio mi nombre me siento raro - como si hablase de otra persona. Considero de pésimo gusto medir la edad con meras cifras, así que diré sencillamente que mis cabellos blanquean desde hace muchas lunas. El padre descendía de una familia austriaca: según su propia versión, parientes lejanos del gran músico del barroco, pero creo más bien que era una broma que gustaba de gastar a los demás y a sí mismo. La madre era italiana, de Florencia, sus antepasados griegos. Se trasladaron a Barcelona al poco de nacer yo§; allí, junto a ‘nuestro mar’, pasé la juventud – esa enfermedad maravillosa.
Eso en cuanto a la herencia. En lo que toca a mi ocupación las cosas se complican. Ahora mismo tengo delante de mí, en una ventana del ordenador, la ID profesional. Aparecen, entre otras, las siguientes rúbricas: 'consejero artístico', 'diseñador de espectáculos', 'guionista'. Esto en el aspecto laboral, que no siempre coincide con la substancia. Si tuviera que inclinarme por alguna definición escogería la de "autor de ciencia-ficción", aunque la expresión "mercenario de la pluma" - con la que fui bautizado por los ingenieros del proyecto - también me agrada.
Lo dicho se refiere al lado luminoso, pero más allá de lo aparente también palpita la vida. “Lo invisible es más fuerte que lo visible”. Duncan, que me conoce bien y del que con toda seguridad hablaré más adelante, piensa que soy un romántico individualista con tendencia al derrotismo; le gusta bromear sobre mi ruina permanente, opina que soy un perdedor. Le alabo la perspicacia, pero también es cierto que cuando esta borracho - y eso ocurre muy rara vez, dada su especial configuración genética - entonces me llama "el hombre extraño", "el factor X"; no entiendo muy bien que es lo que quiere decir con todo eso pero ya la mera expresión me resulta graciosa. Naturalmente, estas sólo son vanas conjeturas que no resuelven nada: " Aún la mejor definición de todas deja siempre un resto".
Todo el mundo tiene un don, mas son pocos los que llegan a descubrirlo - y todavía menos quienes lo cultivan a conciencia. Mi talento consiste positivamente en no saber/hacer nada bien. Como es conocido de antiguo, toda bendición comporta, en mayor o menor medida, una maldición. La mía reside justamente en lo mismo: no domino ninguna faceta de la vida, todo lo hago regular. "Aprendiz de mucho, maestro de nada".
La perfección en alguna actividad o tarea me será negada hasta el final de los tiempos. Por otra parte, mi continuo revoloteo de aquí para allá me permite captar una perspectiva del valle más compleja que la que abarcan las flores – sin que esto signifique, por supuesto, que mi visión sea mejor. Este es el motivo de que en el trabajo se espere – y hasta se exija - de mí que suelde los hilos sueltos de los tapices que se encargan a nuestra empresa. En este sentido se puede decir que el presente relato no es otra cosa que un simple dossier técnico - perdón, quería decir artístico.
Aunque más adelante, por motivos escénicos, tendré que presentar el panorama histórico sobre - o contra - él que se desarrollarán las pequeñas escenas íntimas que pretendo contar, adelanto ya que me interesan menos los grandes movimientos históricos (¿el tiempo largo?) que la historia privada, singular (¿el tiempo corto?).
Cierto, el placer y el dolor son universales, mas es necesario recordar siempre que cada composición es personal, única, intransferible. Nuestro conocimiento llegará tan lejos como alcance nuestra experiencia. A estas alturas de la historia, todo lo que podemos hacer es describir, con mayor o menor fidelidad, nuestros encuentros, nuestros acercamientos al otro y - no menos importante - a los otros.
Una mirada fugaz, un beso en el claro del bosque, un abrazo en un callejón oscuro... tal vez sea en esos lugares, en esos instantes, donde el destino gira con más fuerza. "¡Ah, soñadores del poder, ilusos del dominio, quisieran creer, con sus gigantescos aparatos, que pueden controlar al hombre, pero este se ríe de ellos y los rechaza con un simple gesto!". No sería la primera vez - ni la última - que el hombre se eleva a las alturas de dioses y titanes y les dice a la cara las verdades del barquero. Pero será mejor que no adelantemos acontecimientos. Tiempo al tiempo.
Cae la tarde, el sol se pone. La oscuridad nos rodea con sus brazos inmortales. Las campanas de la iglesia repican moribundas. Medianoche, la hora de las brujas. Los alientos de los amantes nublan las ventanas y el pálido amor de la luna abre las flores más secretas. Afuera, en el paraíso, sedientos de sangre, revolotean murciélagos y extraños mosquitos. La tierra del jardín tiembla con el trabajo de los topos mientras arriba, en las copas de los árboles, se oyen los cánticos más insólitos... Es entonces cuando, al amparo de la oscuridad, suceden cosas ocultas, cosas importantes.
The Dream
“El mundo se hace sueño, el sueño mundo”
Novalis
Un sueño, a veces creo que sólo fue un sueño, una horrible pesadilla. Aquel siniestro apagón ¿Cómo ocurrió? El cielo se llenó de nubes oscuras, presagios funestos. Los signos en rotación ardían en el horizonte, pero, ¿ Quién podía conocer su sentido?. El tigre se había desbocado y no sabíamos como detenerlo; fatalmente olvidamos el conjuro capaz de frenar a la escoba mágica. Buscábamos crear dioses y sólo obtuvimos quimeras.
Si ahora no confundo las fechas – ¡ mi memoria es tan frágil ! - todo empezó con la recesión del 89. Barcelona se transformó de modo espectacular, como en un truco de magia; "humo y espejos". De repente la ciudad mostraba un estilo tecnogótico que a pesar de todo - no quiero ocultar este dato – estaba poseído por un fascinante atractivo.
Una de las características góticas más pronunciadas resultó ser la enorme distancia que se alzaba entre los barrios acomodados - poblados por militares y genéticos, protegidos por murallas y policías privadas - y el resto de la ciudad. Desde el derrumbe de la capa de ozono no era muy recomendable salir a la luz. Las calles se hallaban desiertas, surcadas tan solo por 'los coches de cristales negros' de los ricos, de los genéticamente perfectos. La gente no salía de las casas; los transportes subterráneos y las factorías; las diferencias entre estos lugares se habían disipado y todo formaba parte de un gran complejo fabril. Los alimentos llegaban en forma de pastillas - suministradas por las grandes compañías. El agua era contaminada cada dos por tres por alguna organización terrorista; para evitar atentados masivos se repartía repartida directamente a los domicilios - irónicamente, en grandes camiones negros.
Los decorados cayeron sin previo aviso. Darwin había ganado la partida. La única forma de sobrevivir residía en las tareas de computación grosera, el trabajo en las fábricas o el ser-vicio de los genéticos. Pero eso no era todo, se respiraba algo extraño en el ambiente. La atmósfera tomó tintes oníricos - una sensación de normalidad adormecida que recordaba al opio. Los operarios pasaban los días y las noches encerrada en sus habitaciones de trabajo virtual, ajena al mundo. “Y como se parece la vida al sueño de la ciudad, con su cambio de circulación...”.
Sobre la transformación de la luz solar se han escrito trillones de bits. Unos acusaban a la industria, otros decían que la cólera del Señor llegaba por fin; ambos partidos mostraban abundante estadística en su favor. En lo que a mí respecta, nunca me he planteado el asunto en tales términos; eso es confundir causas con efectos - y viceversa. Mientras algunos preferían buscar culpables, mis ojos buscaban salirse del marco de referencia: así podía contemplar las cosas de modo estereoscópico, simultáneo.
En lo que toca a su fondo metafísico tampoco es mi intención evaluar los designios de la Tierra. Es un plan infinito – y, por tanto, paradójico - que seguramente nadie llegará a comprender jamás. Lo cierto es que a finales del siglo pasado se habían detectado los primeros síntomas de que la luz estaba cambiando. Muchos de los animales y vegetales se habían visto seriamente afectados, otros se habían adaptado con gran rapidez. Uno de los cambios primeros que se había observado en los animales mutantes era su crecimiento desmesurado y su agresividad superior. A la nueva luz la naturaleza se comportaba de forma más exuberante y belicosa.
La respuesta del hombre estuvo a la altura de su prestigio. Se diseñaron trajes y cascos especiales, que la chusma solía denominar, no sin desesperada ironía, 'condones gigantes' - y los favorecidos poseían cremas especiales. Se decía que las pastillas que ahora alimentaban a la gente se creaban en unas depósitos de líquido amniótico. Las especulaciones sobre aquel líquido eran múltiples e iban desde lo puro macabro hasta lo graciosamente bizarro. Mucho peor lo pasaron las llamadas 'gentes del tercer mundo'. Hubo migraciones en masa hacia las zonas no afectadas y los choques se resolvieron de forma sangrienta en muchos casos. Mientras los desheredados se peleaban a muerte por la supervivencia en las grandes aglomeraciones en torno a las ciudades menos afectadas, otros caían abatidos ante las fronteras de occidente que fueron selladas con acero y control satelital. El mundo se había paralizado en compartimentos estancos. Los militares gozaban de las mejores consolas.
En lo que respecta a la situación del aire parece que los cambios empiezan a ser visibles solo ahora y sin duda son preocupantes. Parece que la proporción de oxígeno disminuye de forma vertiginosa - ¿cómo será la embriaguez de hidrógeno?. Pero, en aquella época, por lo que se ve, a nadie importaba. A principios de siglo, los ecologistas se enfrentaron a la tecnología: una amplia remesa de almas verdes fue comprada por las grandes compañías, el resto perseguido y castigado por los grandes señores tecnotrónicos. Luego, con la aparición de la nueva técnica, las acciones violentas se encontraron obsoletas.
La meta-técnica del siglo XXI había alcanzado el summun: un sueño virtualmente real. Después de unas horas de trabajo como basurero, por ejemplo, uno podía viajar a los lugares más fascinantes del espacio; y todo ello prácticamente gratis, 'por cuatro duros'. Las grandes compañías de microprocesadores, ordenadores, videoconsolas, estudios cinematográficos y demás variaciones del entertaiment business se habían unido en aquel macroproyecto llamado THE DREAM§. El consorcio empezó a funcionar, según algunos, a principios del año 2039. Las noticias de sus comienzos son bastante confusas - todo el asunto se oscureció con teorías de conspiración; es difícil precisar donde terminaba la realidad y donde empieza la paranoia. En menos de una docena de años lo que parecía imposible era ahora real, más real que cualquier otra cosa.
La irrupción del modelo original fue lo nunca visto: la campaña publicitaria excedía todo lo conocido y todo lo imaginable; a su lado las promociones totales de Hollywood resultaron ser meros prototipos. Se contrató a los mejores directores del mundo. Los modelos que participaban eran los primeros diseñados genéticamente. Naturalmente, la cosa no se detuvo ahí: se sustituyó a los actores por modelos de computadora. Se había llegado a tales extremos que el gran arte de los maestros de la pintura electrónica consistía, paradójicamente, en insertar en los modelos leves trazas de imperfección. La gente miraba los anuncios extasiada ante aquella suprema belleza. Las ventas desbordaban todas las previsiones. El mundo entero se lanzaba a las calles en pos de su consola; "todos querían consolarse".
Los directivos de la compañía aparecían en todas las revistas; jóvenes sanos y hermosos. Se les calificaba como los grandes benefactores de la Humanidad: habían acabado con las guerras, más aún, habían pulverizado las cuestiones sociales. Nadie tenía queja, cada cual podía ser un semental, un rey, un emperador o, si uno estaba dispuesto a afrontar las consecuencias, se podía ser un dios. Aquel juguete lo ofrecía todo, y por un precio irrisorio. Se vendían parcelas de paraíso como quien vende chocolatinas. Los chicos de la mercadotecnia tenían razón: era un sueño. La academia sueca premiaba a los creadores, el cava corría como la pólvora. Los directivos ganaban sumas fabulosas con las que compraban pedazos del Amazonas y del Serenguetti que todavía no estaban amenazados por el cambio de luz. THE DREAM ofrecía el universo en una tarjeta; "aquí y ahora, placer garantizado - si no queda satisfecho le devolvemos su dinero".
De lo escrito alguien podría concluis, erroneamente, que crítico semejante estado de cosas; "nada más lejos de la realidad". El peligro convive desde los primeros tiempos muy cerca del orden. "La razón es sólo la fina piel de lo irracional". Profecías apocalípticas se han gritado desde el inicio; es una de las eternas pesadillas del ser humano que retorna una y otra vez desde los abismos de la gran serpiente. Por otro lado, lo único verdaderamente cierto es que nada se acaba. Haya tormenta o calma, el mar sigue siendo el mar, ahora y siempre. El auténtico marinero mantiene ese amor hasta el momento fatal - y más allá de él. Amor fati.
En realidad, nadie podía estar más contento que yo con la dirección que habían tomado los acontecimientos. La situación mostraba rasgos terribles, fascinantes. Resultaba imposible sustraerse a la tentación de participar en todo aquello - este tipo de épocas se encuentran entre las más queridas para un lunático como yo. La megaconsola de THE DREAM, el mayor experimento que nunca se había intentado en la historia. Se había ido más allá de todo, 'más allá de la moral', 'más allá de la naturaleza'; se sobrepasó incluso la mentira del arte. Tecnoartistas, artesanos de la técnica, ingenieros, genetistas, pintores, escultores... todos colaboramos en aquella construcción fastuosa. La vida misma se había convertido en puro arte: se creaban especies como antaño se esculpían figuras en el mármol. "Se cincelaban nuevas formas de vida y luego se les insuflaba el aliento". El eterno sueño del artista.
No contentos con ir más allá del arte, con fusionar la vida con las formas artísticas superiores, los tecnoartistas buscaban tierras lejanas, fronterizas; su fantástica ambición no conocía límites. Se jugaba incluso con el juego, se creaban juegos en torno al juego, sueños en torno al sueño. Las historias se metían unas dentro de otras, como las cajas chinas. Algunos aventuras tenían como fondo el propio juego. Todo era absorbido por aquel aparatchik insaciable; "hasta la resistencia era una broma electrónica". Las ramificaciones brotaban unas de otras en una reflexividad rayana en el paroxismo. THE DREAM se transformo en un laberinto de estructuras y mitos, un laberinto infinito, fractal, que crecía y crecía sin retorno, devorando la tierra a su paso. La contemplación de este proceso quitaba el aliento y sobrecogía aún al espíritu más osado. Tenía uno que retroceder mucho en la historia para encontrar paisajes parecidos, viajar hasta el carbónico y sus bosques de salvaje exuberancia.
Un milagro, la perfección de la naturaleza. La parte mala de la película había desaparecido en las mismas manos de aquellos magos asombrosos. No se limitaron a borrar los detalles engorrosos, eso habría sido demasiado tosco, demasiado fácil para estos artistas geniales. Buscaban la superación de las formas naturales. Se conjuraban mezclas en los pasillos superiores: existían colores que podían saborearse, olores que formaban figuras expresionistas. La avidez de perfección derivó hasta extremos oscuros, vampíricos
Una nueva raza de alquimistas combinaba formas superiores: todo era posible, "todo estaba en los números". Pitágoras barría a los superventas; los libros de Cardano se vendían como rosquillas. Con unos y ceros se podía construir cualquier cosa, "se podían crear universos a placer". Las formas naturales formaban parte del pretérito más remoto - un pasado que se quería olvidar a toda costa.
El premio era demasiado grande, nadie en su sano juicio hubiera resistido la tentación. Fatalmente el hombre se cansó de los dioses. Enfebrecido por aquel juguete que había construido, intoxicado por aquel poder que burbujeaba en sus manos, el homo sapiens buscaba dar el paso definitivo: convertirse él mismo en un dios. Homo magnus.
Los costes de esa metamorfosis no contaban, ninguna pérdida debía empañar aquella coronación. Daba igual que aquella catedral de silicio y luz se hubiera construido con los huesos y la piel de razas y especies enteras. Aquella sensación divina lo compensaba todo; el asesinato, el latrocinio. “ ¡Bah, minucias! También Zeus mató a su padre para conseguir el poder. Napoleón completo la revolución sembrando de cruces la tierra de la libertad. Todos los imperios se construyen sobre los cadáveres de los débiles".
La pérdida última e irreparable, el alma, era un precio barato por aquella sensación faústica que superaba toda descripción. Fabricar "vida de diseño" en serie - ningún dios olímpico se hubiera atrevido a tanto. ¿Que importaba que la propia raza humana pereciese en la orgía creacionista?. ¡¿Que bicho absurdo resultaba el hombre a la luz de aquel éxtasis divino que sobrepasaba toda fantasía?!. ¿Quién, en sus santos cabales, querría conservar la naturaleza cuando se podían visitar selvas de diseño, seguras y confortables?.
Visitar una selva es algo realmente peligroso: puede morderte una serpiente, un insecto podría contagiarte una enfermedad tropical. Estas expuesto al ataque de la naturaleza a cada instante. Uno cualquiera de nosotros, chicos de ciudad, no duraría ni veinticuatro horas - muchos ni siquiera aguantarían unos minutos. La jungla no sólo es peligrosa, también es incómoda. El calor es insoportable, los olores sofocantes. El aire es irrespirable y el sonido que vibra en medio del laberinto esmeralda puede volver loco al hombre más juicioso - Conrad fue uno de los primeros que describió ese viaje al corazón de las tinieblas: 'el horror del horror'.
Por el contrario, visitar la jungla con la consola THE DREAM es una divertida – y confortable - aventura. Los olores diseñados por los ingenieros de 'la compañía' se confeccionaban con el consejo de los mejores perfumistas del mundo; una raza que, por otra parte, estaba desapareciendo. Sus mezclas eran codificadas y conservadas en los archivos de la compañía. Los colores y el entorno en general era producto de filmaciones efectuadas en las grandes selvas de Africa y Sudamérica, pero habían sido retocadas por una nueva generación de pintores, rabiosamente juvenil y atrevida: los videoartistas. El producto acabado le daba a uno la sensación de estar dentro de uno de esos documentales. Se ofrecía tan solo la cara amable de la naturaleza.
Con todo, las peticiones de grandes sectores del público habían empujado a los diseñadores a incluir diversas opciones, entre las que se encontraba la posibilidad de sufrir dolores e incomodidades, todo ello, claro esta, regulable al detalle. De hecho, se creo un oscuro departamento de la compañía especializado en producir sensaciones fuertes para sadomasoquistas; un sector del mercado que estaba creciendo de forma espectacular.
Poco después de la explosión de THE DREAM comenzó a surgir un incipiente mercado negro de tarjetas del sueño que permitían visitar y realizar nuevas modalidades de viaje - especial 'éxito tenían las tarjetas eróticas, cuyos diseños estaban basados en cuerpos perfeccionados genéticamente. La creación de aquellos programas tan complejos estaba al alcance de muy pocos y era una de las escasas oportunidades en las que un humano inferior podía conseguir alguno de los privilegios reservados a la nueva aristocracia genética. Si los ingenieros genéticos habían conseguido los mejores resultados en cuanto inteligencia abstracta, fuerza y salud no habían logrado, hasta ahora, encontrar el gen de la creatividad artística. Por este motivo, todavía se veían obligados a otorgar ciertos privilegios a los creadores de los viajes virtuales.
El público supo reconocer la valía de estos artesanos - capaces de superar los limites impuestos al barroco: se rindió a sus pies. Ni siquiera hubo que pagar a la prensa - como era costumbre por aquel entonces. Tampoco se escucharon críticas; nadie levantó la voz para protestar por aquella avalancha de hiper-realidad. Sólo los religiosos reclamaron su verdad, pero 'los creyentes' vivían - al igual que los usuarios de la megaconsola - en un mundo aparte. Por ser los más sensibles habían sido los primeros en sufrir la disociación. Vivían en un mundo realmente fantasmagórico y su vuelta atrás era imposible. Si se les localizaba a tiempo se les internaba en manicomios especializados con programas propios de RV – y, peor aún, corrían rumores de que se les exterminaba sin más. Si no se les detenía a tiempo saltaban por los aires alguna construcción tecnológica o atacaban los clubs nocturnos. “Su guerra era una guerra santa contra todos y contra todo”.
Por cierto que, una noche de tormenta, investigando en los orígenes de Prometheus, di con un dato sorprendente. Es uno de esos acontecimientos que dejan perplejo al historiador y socavan en parte su buen entendimiento. En una gran conferencia sobre genética realizada a finales del siglo pasado, y que marcaría el camino para décadas posteriores, comprobé estupefacto que la gran mayoría de las iglesias occidentales había apostado por la genética. Esto es algo que no alcanzo a comprender. ¿Que sentido tiene este dato? ¿Cómo podemos interpretarlo?. ¿Resentimiento?. ¿Buscaban el Progreso - o más bien el Apocalipsis?. ¿ Soñaban acaso con un paraíso en la tierra? Esta hipótesis podría explicar su locura actual: la realidad ha resultado ser demasiado áspera como para tragarla sin agua bendita, sobre todo después de tantas y tantas esperanzas. Vanitas vanitatum.
La otra clase, los geneticos superiores, tambien es desafecta al juego - lo que no deja de tener su ironía,. El dominio del mundo y los placeres de la vida aristocrática parecían bastarles, el uso de la consola era tabú en esta sociedad. Se rumoreaba también que para entretenerse preparaban safaris de osos polares y otros divertimentos; 'la caza es el privilegio de los señores'. Se decía que las zonas árticas y también algunas estepas y selvas conservaban todavía la luz antigua. Lo que no quita para que, de tanto en tanto aparezca por la zona oscura uno de los genéticos degenerados suplicando por una consola y una tarjeta -- "dame lo que tengas, aunque sea de las malas, dame lo que tengas, por dios, este mono me esta matando".
Si exceptuamos estas dos 'clases extremas' el resto del mundo se hallaba feliz con aquella vita nuova. La tristeza y el dolor habían desaparecido, desterrados por fin de la faz de la tierra; "al diablo con las maldiciones, no las necesitamos". Dedicarse a capturar religiosos podía resultar una ocupación desagradable, pero la mala conciencia desaparecía en cuanto se enchufaba una nueva tarjeta en la consola. Por otra parte, el trabajo de exterminador puede ser tan divertido como una cacería y pagan bien. El instinto cazador del hombre seguía en plena forma, solo que ahora se cazaban hombres. Y luego, al volver a casa después de participar en la jauría se abría uno de esos sobrecitos y se introducía el UD en la consola. Podía uno acostarse con una topmodel distinta cada noche, o disfrutar de un harén completo; "tan sólo era necesario poseer la tarjeta adecuada".
Acostarse con alguien de carne y hueso, alguien que los genéticos denominarian 'un subhumano', es algo demasiado crudo; un acto casi repugnante. Ahora, con la interfaz espinal de THE DREAM, el sexo era perfecto, transparente, etéreo - platónico y real al mismo tiempo. El mundo sufrió un giro de ciento ochenta grados. Trabajar por la noche en alguna actividad mercenaria era la parte monótona de la existencia, la única vida verdaderamente interesante y real se desarrollaba en 'la consola'. Por fin lo habíamos logrado, ya teníamos nuestro mundo feliz. Restaba por contar sólo un pequeño detalle, que misteriosamente se había omitido en los folletos publicitarios de THE DREAM: era un placer solitario ( por otra parte – y en honor a la verdad - hay que reconocer que los seres con los que nos relacionábamos en las aventuras virtuales eran, de largo, mucho mejores que los de carne y hueso).
Con todo, algunos locos preferían todavía el sexo de verdad y la música de danza tecnológica. La noche tiene su propia atracción. Si las calles estaban desiertas de día por la deslumbrante luz solar las noches poseían mucha más vitalidad - y, en consecuencia, mucho más peligro. Los clubes eran estrictamente privados y las medidas de seguridad eran muy rígidas. Con todo, cada cierto tiempo, algún fanático de alguna secta se las ingeniaba para colar algún tipo de explosivo orgánico y hacía saltar el local por los aires. Que estos lugares continuasen abiertos puede sorprenderle a las personas dotadas de una lógica tradicional - pero sucede que el mundo se ha vuelto ilógico, borroso, espongiforme. Para todo hay un mercado. A veces, cuando me vuelvo excesivamente paranoico, creo que los poderes los utilizan a modo de vivero experimental. Por lo demás, ¿qué no es ya un juego del gran hermano? La vida misma se ha transformado en un experimento que puede saltar por los aires en cualquier momento; nada más importa, lo único sagrado es el 'experimento en sí'.
Y así, de explosión en explosión, el mundo - ¿o deberíamos decir el sueño? - prosigue su marcha triunfal.
" ¡Oh, plazca al cielo que, en estos tiempos, aparezca como antes, en los siglos más felices, alguna bruja Circe que, gracias a sus plantas, sus minerales, sus venenos y sus hechizos, tenga el poder o casi, de frenar a la naturaleza misma!. Su ruego fue atendido y, de repente, un maravilloso castillo apareció sobre el monte Circeo. Entraron y se encontraron delante de Circe, hija del Sol, dives Solis filia, que los volvió ciegos..."
SANATORIUM
“La posteridad no tendrá suficiente imaginación para
contar lo loco que soy...””
S. Butler
“Conócete a ti mismo”. “Quien se conoce a sí mismo, conoce al mundo”; puede ser, ¿pero hasta donde se remonta nuestra historia, cuales son nuestras raíces?. ¿ Por qué nos gusta el rojo y no el azul? ¿Por qué aquella chica y no otra? ¿Quién recuerda todavía su primer deseo? ¿Dónde se separaron los caminos? No hay otra solución que mirar atrás, rememorar. Así las cosas, y con la no tan sana intención de explicar con precisión mi posición actual caminaré hacia atrás un buen trecho del sendero recorrido hasta ahora.
Unos años antes de los sucesos - los trabajos del proyecto - que este libro trata de narrar, poco antes de que la capa de ozono se estropease y THE DREAM se extendiese por el mundo me pareció vislumbrar algo. Era todavía una imagen borrosa pero ya se podían captar algunos perfiles. El frenético desarrollo tecnológico había alcanzado un punto crítico. Ante nosotros se había presentado - casi se podría decir 'de improviso' - la oportunidad de elevar la tecnología a niveles superiores. En este sentido, obviar los enormes peligros que ese salto conllevaba hubiera sido una cobardía. No es que yo estuviese contra la tecnología - como luego mis verdugos creyeron advertir -, al contrario, yo estaba a favor de la técnica o, para ser más exactos, la consideraba un medium. Pero consideraba de justicia informar a los participantes que era lo que realmente estaba en juego.
Con estas premisas me puse a investigar y finalmente reuní mis conclusiones en un libro. Repartí algunos ejemplares entre los inadaptados del mundo subterráneo.
Uno de ellos debía padecer el síndrome Iscariote - una enfermedad muy extendida por aquellas fechas - pues al poco tiempo unos amables inspectores vinieron al cubículo a interrogarme sobre ciertas conductas mías. Me pidieron muy educadamente que les acompañara a un hospital para realizar algunos análisis; "una inspección rutinaria" - esas fueron sus palabras. Todo se condujo a una velocidad de vértigo, de pronto me vi ante unos jóvenes médicos que olfateaban como perros mi infancia, mi intimidad. Luego comenzaron a realizar preguntas sobre tecnología. Comprendi de inmediato que mi libro había caído en manos de la persona equivocada y que leyendo aquellas páginas disparatadas algún aburrido funcionario se había entregado a fantasías morbosas sobre conspiraciones y amenazas fantasma.
El proceso se realizó con una brevedad pasmosa, era la nueva justicia, flamante y veloz que las máquinas habían instalado; se ajusticiaba en tiempo real. Me diagnosticaron paranoia tecnológica, la enfermedad de moda; cuatros años de internamiento preventivo en una "clínica de rehabilitación".
Relatar los horrores que allí vi y padecí no aportaría nada al lector. "Los instrumentos cambian, la tortura permanece". Se podría echar culpas, hacerse la víctima, descargar responsabilidades... pero todo eso son mentiras. Nadie me había metido en aquel pozo más que yo mismo. Por lo demás, nunca he sido partidario de exponer las llagas en público. Al fin y al cabo, ¿qué saben los demás sobre nuestro dolor?. El dolor es personal, incompartible. En cambio, el placer es expansivo, es generoso, da vida - es por eso que en ciertas ocasiones puede y debe mostrarse.
"Comportarse indignamente en situaciones graves" no me parece una de las peores máximas de los antiguos. Lo cierto que es que a pesar de las torturas, de los electro-shocks, de todos aquellos aparatos, de las drogas horribles que nos recetaban, guardo un bello recuerdo de aquella época. Por lo demás, reconozco que, aunque el librito de marras contenía algunas ideas interesantes, estaba pésimamente escrito. Así pues, consideré mi internamiento en el asilo como una amonestación a mi lenguaje, todavía muy verde.
Los chinos usan la misma palabra para definir una situación de crisis y una oportunidad de ganancia. Hay algo de verdad en eso, cada situación de turbulencia, cambio, peligro puede convertirse en una ventaja si sabemos utilizarla en nuestro favor. "Solo allí donde hay peligro crece lo que nos salva".
En todo caso, jamás he creído en tales cosas como culpa, castigo, perdón... Zaratrusta, el loco de la montaña, descubrió todo el pastel hace siglos. Tampoco he pensado nunca que el castigo pudiese cambiar a una persona - eso es algo que sólo un necio puede tomarse en serio; con esto, naturalmente, no quiero decir nada en contra de la muerte súbita: en ocasiones, los hombres cometemos acciones tan espantosas que nuestra única esperanza es el fuego...
* * *
Es verdad que una celda puede ofrecer el recogimiento necesario para que uno se encuentre consigo mismo después de la disolución: solo a partir de ahí se puede hablar de cambios auténticos, de conversiones. Todo esto, claro está, siempre a partir de uno mismo, no por razón de un castigo o un perdón - lo demás son sueños de dominio de eunucos y resentidos. Así las cosas, decidí afrontar el cautiverio con una suerte de fair-play, un cierto temple deportivo. Dedicarse una temporada a uno mismo puede tener sus ventajas - también sus peligros. Por lo demás, de tarde en tarde, entre las paredes de los manicomios, se oyen cosas fascinantes.
¡Ah, el Sanatorium, que lugar tan extraño y misterioso!. Allí giró el destino, para bien y para mal... En aquel lugar olvidado de la mano de dios descubrí que no estaba solo, que alguien se ocupaba de mí. Al principio eran solo detalles, pequeñas casualidades, extrañas coincidencias. Luego, una noche, quizá bajo los efectos de alguna de aquellas drogas con las que nos violaban, sentí que flotaba. Desde el techo pude observarme desde fuera. Fue algo parecido a lo que los monjes zen llaman "el despertar de la conciencia". Fue entonces cuando supe quien me había estado protegiendo, alguien que no me abandonaría jamás. Tenía un héroe y ese héroe era yo mismo.
Los talismanes, los amuletos, ¿de qué valen?
No esperes que algo ajeno a ti te salve
Friedrich Georg
Como héroes propios comenzamos a marchar sobre la arena de la playa, y es entonces, solo entonces, cuando las olas nos arrojan sus tesoros. Así fue como conocí a mi amigo John: trabajaba en el asilo como celador nocturno. John Constantine descendía de una poderosa familia de la época pre-genética venida a menos; habían dilapidado toda la herencia - "cosas que pasan".
A pesar de su origen Constantine siempre ha sido un hombre de costumbres sencillas: fumar spring, leer buenos libros, ver viejas películas - también jugar a THE DREAM. El trabajo como celador le garantizaba los ingresos y le ofrecía tiempo para sus ocupaciones; no pedía más a la vida. Un día, vi que un libro sobresalía de su mono, un relato de Ernst Jünger: El Tirachinas. Comenzamos a charlar sobre literatura, rápidamente pasamos a otros temas: chicas, música, drogas... “lo clásico”. Cuando salta la chispa todo fluye con facilidad, el diálogo se torna en danza. Después de aquella noche seguimos hablando. A pesar de los barrotes de acero que nos separaban, llegamos a intimar. A él le debo, en parte, el haberme mantenido de pie durante todo el encierro. "Los amigos son regalos divinos, llegados del más allá".
Poder conocer así, en medio de una gran reunión de psicópatas y esquizofrénicos, a alguien como John es una más de las múltiples ventajas de las turbulencias sociales. Se aumentan los puntos de vista, de contacto, de conocimiento. Cuando me muevo por Orpheonage me gusta ir caminando - o bien utilizo los transportes públicos. Me encanta saborear el milieu, aspirar la corriente de la ciudad. Andrés, mi maestro de juventud, me repetía siempre: "Daniel, es bueno que estudies la teoría, pero todavía es mejor que estés al tanto de lo que ocurre en las aceras. En la calle están los ocios y los negocios".
Volviendo al despertar - que no debe confundirse con el satori, que es su remate final - he de señalar que algo había fallado: después de la iluminación no vino el reposo. Al contrario, la tensión de la auto-observación creció sin detenerse jamás. Ver el mundo al descubierto no fue un trago fácil de digerir, pero aún fue mucho peor contemplar mi propia desnudez. Contemplar en toda su extensión mi propia maldad, mi propia fealdad fue un proceso doloroso que todavía hoy, más de cuarenta años después, no ha acabado. Mas, a pesar de todo lo malo, lo horrible que allí vi, me apiadé de aquel pobre muchacho. En aquella habitación oscura, abandonado por mis propias fuerzas, conjuré a los demonios y juré luchar por aquel joven hasta el final.
Se comprenderá ahora mi desconfianza ante aquel montaje tecnológico de pesadilla. Quizá el recuerdo de las noches horribles del manicomio, el observar aquellos tentáculos de titanio que se introducían por los orificios corporales, aquellos instrumentos de tortura, ver la capacidad de la tecnología para las cosas monstruosas había creado una separación, una herida, una distancia que no era posible superar. Algo en mi interior quería alejarse de todo aquello. Mas no había posible elección; era preciso re-signarse: colocarse en nueva signatura, en un nuevo estado. Es necesario superar todas las barreras, desembarazarnos de nuestros viejos - y nuevos - prejuicios. La tecnología había llegado y estaba aquí para quedarse - un largo tiempo al menos. Si queríamos lograr algo teníamos que insertar nuestra acción en aquel marco, hacer uso de la técnica.
Con todo, si observamos las otras posibilidades vitales que se ofrecían, se puede comprender perfectamente que desengancharse de la consola no era una tarea fácil; al fin y al cabo, la vida era más divertida dentro de ella que fuera. En una situación parecida a la mía se hallaban varios individuos que difícilmente podríamos considerar un grupo, pues la heterogeneidad era la ley entre los que no jugaban. Formábamos un inquietante - y casi diría absurdo – cóctel de filósofos inconformistas, libertarios, depresivos, libertinos irreductibles, inadaptados, artistas de la vieja escuela, restos de organizaciones ecologistas transformadas ahora en mafias terroristas, ludditas, reaccionarios y un sin número de variaciones fugadas. No se podía decir que formásemos un colectivo, lo único que nos unía era un negatividad: la inadaptación a la consola. De hecho, los genéticos, que sin duda poseen un cierto sentido del humor, archivaron un nombre para definirnos: parias.
La noche del awakening descubrí que nos drogaban de forma encubierta - y solo el Diablo sabe que horrores químicos nos obligaban a tomar. Decidí abstenerme de toda comida. Dedicaba mis horas libres al control consciente de la respiración y las funciones digestivas. Finalmente logré fabricar con plástico una especie de DIU que pude colocar, tras arduos esfuerzos, en la garganta. Debía colocarme el preservativo cada día, lo que resultaba un suplicio. El dolor era insoportable, como cuando te insertan una sonda por la boca, pero a pesar de todo logré conseguirlo. Discretamente, localicé también las mini-cámaras que nos vigilaban. Dado que no comía lo que allí nos daban, tuve que alimentarme de ratas y otros bichos durante casi dos meses - hasta que apareció John. Sé que a algunos esto les podrá parecer espeluznante, pero poblaciones enteras lo han hecho durante los asedios, y, en fin, el hambre lo puede todo.
En el fondo no nos trataban tan mal, tenían que mantener nuestra situación normal para poder estudiar el comportamiento humano con fiabilidad - experimentos anteriores habían comprobado la futilidad de las "pruebas radicales". Es necesario, por el bien de la ciencia, ir tensando las condiciones del enfermo de forma progresiva - lo que los torturadores chinos llaman "ensanchamiento del tiempo".
Mas tarde, cuando mi mente estuvo limpia de nuevo, estudié el comportamiento de los que salían de allí para definir el tipo de recuperación que buscaban. Por las tardes, desde mi ventana, veía a las ambulancias partir hacia lo desconocido. A pesar de mis esfuerzos por no rendirme, reconozco que algunas noches me atormentaba la idea de que al salir, nos condujesen a algún otro matadero - entonces tenía que llorar en silencio para que los vigilantes no se diesen cuenta.
En cuanto a los dirigentes del asilo, no tengo más que felicitaciones: ¡una gran labor la suya!. Sin duda, aquellos tipos era auténticos fenómenos de la psiquiatría high-tech. Por utilizar su propia expresión, salí de allí totalmente "re-acondicionado y preparado para el re-ingreso en el sistema" ¡Gran diagnóstico! En pocas palabras, además de salir más paranoico de lo que entré, añadieron a mi carácter grandes dosis de esquizofrenia, narcisismo y otras lindezas parecidas. Resumiendo, unos genios. Congratulations.
Resultará un tanto extraño, pero de mi etapa en el manicomio extraje varios principios muy útiles para la vida en general. Comprendí, entre otras muchas morales, que manifestarme públicamente contra la consola era un juego absurdo que podía acabar, absurdamente también, con mi vida - y, para ser sinceros, he de reconocer que tengo a mi personaje en el mayor de los aprecios, "me amo de todo corazón".
Con todo, el destino, o más bien la unión formada por la mutua exclusión, me condujo - como ya he comentado - a diversos círculos de gente no-jugadora. Navegando en esos ambientes me mantuve durante mucho tiempo sin comprometerme en ningún caso con alguna de las facciones. Pues si dejaba traslucir cierto desencanto por la máquina me mantuve libre de pronunciar ninguna afirmación tajante al respecto. Estaba encantado con mi posición y no deseaba ningún cambio. Me mantenía, por así decirlo, entre dos aguas. Esta posición comporta también múltiples desventajas y no pocos peligros, pero el balance general era positivo: no tenía queja alguna de mi situación.
Por lo demás, es cierto que el estar oficialmente loco trae consigo no pocos problemas pero también tiene sus buenas ventajas: toda técnica tiene su doble cara de Jano, toda herramienta posee un doble filo. Declarado oficialmente enajenado - ¿o se dice ‘enajenadamente oficiado’? - uno comienza a entender su extraña situación. De esta forma se pueden esquivar prejuicios funestos, como ese tan viejo de acusar a la sociedad de nuestra penosa situación; endosar a los demás la propia incapacidad, la propia debilidad es quizá el único mal del mundo. Así, se acaba por pensar de manera extrañamente lunática o, según se mire, extremadamente juiciosa: "Estás loco, eres tú el que tiene problemas, la sociedad funciona perfectamente". De este modo se libra uno de no pocos inconvenientes.
No es que no me apasionasen algunas de las ideas que esos círculos manejaban, era más bien que no conseguía identificarme con ninguna de ellas; "no había nada que mejorar". Mi obsesivo deseo de auténtica perfección, o si se quiere, de romanticismo, me lo impedía; la perfección tecnológica servida a secas, sin acompañamiento, me deja frío. Cada grupo parecía estar focalizado en alguna parte del problema mientras que mi espíritu ansiaba todo lo contrario. Yo quería comprender el problema en su totalidad. Tan pronto me di cuenta de que mi deseo era un imposible dejé de interesarme seriamente. Mi tendencia innata al derrotismo me imponía la desconfianza absoluta ante cualquiera de aquellos intentos; además, es la palabra de un loco contra la de los sanos... Por otro parte, es cierto que en medio de las brumas alcohólicas de los clubs, se oyen, de tanto en tanto, cosas sorprendentes. Es imperativo mantener la atención al máximo nivel, aún en medio de la embriaguez. Tener los ojos bien abiertos, aprender todo lo posible.
En este sentido mi época con los skaters resultó de lo más enriquecedora. Veía en ellos a la auténtica vanguardia del mundo. Los primeros que habían comprendido la inestabilidad creciente del universo post-moderno. En esa tabla deslizante, el skate, creí descubrir el símbolo más luminoso de la nueva generación, rabiosamente juvenil, de la sociedad post-industrial: la estilización adolescente del mundo de la técnica. El ambiente neo-tribal de esos jóvenes me pareció el lugar más adecuado para mis investigaciones de campo; quería comprobar, in situ, cuanto había de cierto en mis teorías. Así pues, nada más salir del Sanatorium, decidí internarme por sus territorios y conocer algunas de las tribus más importantes.
Nómadas postmodernos. Me impresionó su capacidad de adaptación: gran movilidad, plasticidad extrema. No obstante, sería bueno marcar aquí una precisión: se trata de una muy particular especie de trashumantes. Los antiguos cazadores tenían, a pesar de todo, unas tierras propias: seguían a la caza a través de ellas. El caso que nos ocupa es manifiestamente distinto, los patinadores son nómadas del trabajo, ciudadanos del mundo, sedentarios del planeta. La gigantesca expansión de las comunicaciones y transportes del siglo XX devenía ahora en paradoja, estrechando el espacio a medida que la velocidad aumentaba.
Su especial constitución física llamaba poderosamente la atención. Aparecían por doquier tipos estilizados, delgados, fibrosos, como si los hubieran diseñado en un túnel de viento. Dotados de gran flexibilidad - en esta faceta son insuperables, su fuerte es el equilibrio en movimiento ,su debilidad el vacío interior. Viéndolos bailar me venía siempre a la memoria la imagen de guerreros taoístas practicando Tai-chi. Aunque, con la perspectiva que solo da el paso del tiempo, me parece ahora que su danza tenía más que ver con la capoeira brasileña que con otra cosa. Extraordinaria era también su capacidad para responder a los duros desafíos de la ciudad. Su energía morfogenética a la hora de contrarrestar al gris monótono, desértico, hipnótico de la ciudad resultaba sorprendente. Sus prendas parecían esbozadas por algún laboratorio táctico: cómodas, coloristas - desde el XIX no se veía a ejércitos urbanos con uniformes brillantes. Aquel cambio era agradable, el gris es peligroso. La policromía selvática de las megápolis de principios de milenio sorprendió a propios y extraños. Nadie pudo prever la explosión de color llevada a cabo por el graffiti. Allí se habían desarrollado antiguas tácticas de la lucha de guerrillas en un plano superior. El que pintasen con spray, el instrumento pictórico más desafortunado de la historia, demostraba "ya de por sí" un fantástico dominio del contorno. Además, se creaban leyendas urbanas y quien sabe si puertas de contacto con el mundo de los dioses.
Por descontado, ellos mismos no tenían plena conciencia de su representación - aunque es cierto que sospechaban algo. En este aspecto se distinguen de otra raza aún más poderosa, consciente de su poder: los hackers. Sobre los piratas informáticos se podrán tener distintas opiniones, lo cierto era que vestían, hablaban y se movían como una elite. El rasgo agradable, por lo novedoso, residía en su formar de encarar el asunto: a pesar de formar realmente una elite, los hackers no llegaban a tomaban en serio. Habían conseguido una cierta distancia sobre sí mismos, una segunda conciencia - quizá el influjo de la computadora tenía algo que ver en esa transformación.
En cuanto a la condición humana de los skaters, su morfología había adquirido extrañas configuraciones. La fuerza del espíritu se habían condensado en la materia, como corresponde a épocas tardías. Allí resaltaban los tipos, no los individuos. Por lo demás he de estarles agradecido, no sólo me abrieron las puertas a la música de danza tecnológica - permitiendo con ello que echara un vistazo tras el telón de la máquina, sino que sus usos y costumbres, sus técnicas de deslizamiento y sampling me fueron de gran utilidad, especialmente en un campo que me interesa sobremanera: el cross-over cultural. Con una imaginaria tabla de surf y su actitud mezcladora me deslizaba por las autopistas de la información, tratando siempre de cabalgar sobre la rompiente de la ola futurista.
En lo que toca a la música de danza tecnológica mis investigaciones me fueron de gran utilidad para las tareas del proyecto. Ya por aquel entonces a nadie se le escapaba que lo que allí tenía lugar era también una ceremonia religiosa, con hierofante incluido: el DJ. Las similitudes son obvias: la basílica, con su oscuridad, las luces estroboscópicas, el consumo de fármacos visionarios... No sabría decir porqué pero tenía la certeza de que aquello estaba de algún modo relacionado con el misterio de Eleusis; tal vez se trataba de ensayos preparatorios. Además, estaba el fenómeno de la música industrial, con su hechizo hipnótico y fascinador. En ciertas horas mágicas se podía percibir algo, una posibilidad. De un momento a otro surgiría Dionisio a través de los pámpanos, con su fuerza irresistible y disolvente; en otras ocasiones, en cambio, la temperatura bajaba de forma repentina, se extendía un hálito siniestro, sulfuroso: demonios.
* * *
Por todas estos motivos, disfrutaba enteramente de mis investigaciones y a ratos, hasta era feliz - si se permite esta expresión en el mundo de las máquinas. Aparte ciertas depresiones pasajeras, no tenía queja alguna. Nada me hubiera impulsado a participar en la aventura que ahora trato de relatar si no hubiera sido por aquel concierto que encontré como por casualidad una noche, investigando en la Red. En la oscuridad de mi habitación, escuché entonces los ecos lejanos de una melodía fantástica, los rastros perdidos de una civilización superior que me llamaba desde el pasado. De pronto, una extraña visión se formo en mi mente: la poderosa imagen de una gran serpiente. La música se transmutaba en imágenes. Había encontrado algo; no sabía si aquello podía funcionar, tampoco me importaba.
Ya he señalado repetidamente que mis ideas - y mis intenciones - no van dirigidas a temas de tipo social o político. Si insisto sobre esto es únicamente con el objeto de circunscribir el ámbito técnico del proyecto. Desde hace décadas, siglos incluso, se viene produciendo una invasión política sobre ciertos aspectos que poco tiene que ver con ella; se ha perdido el talento delimitador. Desconozco si Benjamin estaba borracho, drogado o simplemente despistado cuando escribió aquello de la "politización del arte", en cualquier caso no estaba en sus cabales. Pero esta excurso nos llevaría demasiado lejos, diré simplemente que las imágenes no necesitan de justificación, son "en sí". En la visión no relucen las soluciones sino las sensaciones.
La Visión
Una noche de lluvia, mientras navegaba por el lago de cristal líquido, tropecé por casualidad con una vieja película. No tenía ni idea de que era: el título venía en alemán - melodías que brotan del bosque. Intrigado, la bajé a mi UD y lo enchufe en la consola. Preparé una dosis de Blizz, una droga de ultima generación que estimulaba las funciones auditivas, me hundí en el sofá y apagué las luces de la habitación. Play.
Una grabación orquestal en directo, a cargo de un tal Sergiu Celidibache. Todo estaba en silencio, inmóvil, estático. Entonces el tipo movió ligeramente la batuta y los primeros acordes comenzaron a sonar con una temblorosa suavidad. Un perfume embriagador surgía de las pantallas de carbono. Luego, en la pantalla, pude ver a la orquesta moviéndose con la música. Los arcos de los violines parecían las patas de un gran organismo que parecía crear y ser creado por la música que reverberaba desde las profundidades. Como relámpago en la noche oscura brotó la visión: un organismo. Entonces lo comprendí: la música, el instrumento, el movimiento formaban un conjunto, una figura. Ahí estaba la clave que había buscado por todas partes: "todo esta relacionado".
Una brisa misteriosa penetró en la habitación, un soplo divino. Las Musas hacían acto de presencia. Las imágenes se sucedían con rapidez, brotaban de entre los abismos del espíritu. Una gema refulgía entre las paredes de la caverna: "la obra de arte total". Música, textos, imágenes, olores, contactos... Todo estaba allí, una exaltación completa y equilibrada de todos los sentidos, de todas las emociones; tal vez hubiese por ahí un camino escondido hacia los jardines de los dioses - o tal vez conducía a los atrios de la locura. En todo caso, merecía la pena intentarlo. Aquella visita de las Musas debía ser honrada correctamente. Se me había ofrecido una visión - muchos hombres mueren sin haber tenido una; era necesario ofrecer a los dioses un sacrificio por semejante regalo.
Mas, si pretendía llevar a buen puerto aquella barcaza de Morfeo, era necesaria una planificación cuidadosa - tanta importancia revestían los detalles como la idea central. Aquel no era un asunto que uno pudiese tomar a la ligera. Era necesario meditar sobre el caso, forzar la mente...
Inmediatamente me puse a buscar información. Más tarde creí haber encontrado un pasadizo a la cueva de los tesoros - pero había que investigar a fondo la cuestión, sopesar los pros y los contras. En estos casos la balanza a utilizar ha de ser de orfebre - estamos pesando oro gaseoso, espiritual.
Obviamente, todas estas ideas hubieran quedado en el tintero de la fantasía, o hubieran servido como argumento para una novela - o tal vez, en último caso, como trama de uno de los juegos de THE DREAM. Pero las Musas habían utilizado el irresistible poder de la belleza para convencer a varios de los olímpicos. El destino estaba en marcha y nadie, ni siquiera los dioses, podía pararlo.
Pocos días después de visionar la cinta conocí a uno de los personajes centrales de lo que luego se llamaría el Proyecto Eleusis. Por motivos de seguridad (ahora trabaja como ejecutivo en una de las filiales de Prometheus) ocultaré su nombre y me referiré a él por su mote de guerra: Noise, el hacker.
HaCkeR
Los hackers son otro de esos mitos sobre los que se ha escrito y hablado mucho. El falso mito es el que siempre triunfa. No fue así en mi caso, pues tuve la suerte de conocer a uno de los de verdad. No me refiero, claro está, a uno de esos advenedizos que saben cuatro trucos y se creen los amos del universo, sino a alguien que de verdad dominaba el lenguaje de las máquinas, "un aborigen de Cibernacion".
Noise pertenecía a ese restringido grupo de personas que visualizaba correctamente la Red. Durante un tiempo llegué a dudar que alguien supiese como demonios se había construido aquella inmensa tela de araña. La estructura me parecía demasiado compleja como para que alguien pudiese ofrecer una imagen, un diseño más o menos cercano a la realidad. No existía topografía alguna que pudiese hacer honor visual a los contornos de la Red. En este aspecto me sucedía lo mismo que con los grupos rebeldes, me parecía que todos ofrecían tan solo una parte, una pequeña franja de visión. Sospechaba que nadie conocía exactamente no solo las dimensiones, sino tampoco sus movimientos. ¿Quién podría alcanzar una visión a la vez cercana y lejana del problema?. Las dimensiones del complejo eran demasiado grandes para que un ojo humano pudiera captar el diseño.
Con todo, no se podía negar que las formas poseían algún extraño sentido; por eso muchos pensaban en conspiraciones y otras locuras. Era fácil pensar que alguien dirigía toda la movida; demasiado fácil. ¿Pero porque no podía ser tan fácil?. Aquella idea había tenido mucha aceptación a principios del nuevo milenio. De hecho, a punto había estado de cambiar la concepción de la historia. La idea de la conspiración es como la voluntad de poder, se adapta a todo. Es una de esas ideas sencillas que valen para cualquier situación y precisamente para ninguna. La conspiración sólo puede tener sentido de una manera concreta, singular. Es posible que en alguna circunstancia determinada de la Historia se hayan dado cosas parecidas, petite comites - lo que ya es mucho suponer. Pero pretender que una conspiración controlase los designios de la historia era absurdo. Para despejar esas paranoias tan sólo es necesario visitar uno de esos conciliábulos a los que solía ir: aquella gente se traicionaría en cuanto tuviese tiempo. Los conspiradores tienden a conspirar dentro de la conspiración. ¿Conspiración? ¿De qué, contra qué, para qué? No existía conspiración alguna. Los chicos del Cubo tenían razón: Todos habíamos trabajado en aquella construcción. El complejo se fabricaba por partes, la red se había tejido desde los bordes.
Las piezas encajaban de tal manera que uno comenzaba a soñar con complots, la trama parecía demasiado hermosa como para no tener diseñador. Si uno se queda mirando durante un tiempo determinado una superficie cualquiera pronto aparecerán patrones. Antiguamente niños y mayores jugaban a descubrir figuras en las nubes. El proceso tecnológico era similar, pero, ¿aparecía el patrón al final o se podía seguir su desarrollo?. Por lo demás, una cosa parece evidente: si alguien pretende apoyar la teoría conspirativa tiene que aceptar que todo es una gran conspiración, una conspiración divina: la conspiración de Dios en su contra.
Por su parte, el hacker tampoco sabía las medidas reales de la red, ni hasta donde llegaban sus tentáculos, pero tenía una idea aproximada de cómo se movía y conocía ciertos datos sobre los orígenes. Se decía que había surgido de la tecnología militar - lo que sin duda tiene visos de verdad. Los negocios militares representan siempre la punta de lanza de la tecnología. Las matemáticas renacentistas aparecieron junto con los cálculos de balística - Galileo pasaba las tardes en el arsenal. La mecánica nació con el lanzamiento de proyectiles - al igual que la cibernética con el control de misiles. Esto demuestra - a falta siempre de mejor opinión - la relación íntima de la tecnología con el poder puro - no, como se pretendía por aquel entonces, con la economía.
Los canales habituales de la Red eran controlados por gigantescas agencias de seguridad y complejos programas de IA que aseguraban el control de los mensajes. Los sistemas decodificaban y seleccionaban los mensajes válidos. Dentro de la estructura se habían instalado unos niveles jerárquicos. Los mensajes y los canales iban codificados con respecto a niveles de protección y acceso. Algunos canales tenían vía libre, otros quedaban restringidos a ciertas zonas. Escondida en alguna esquina de aquel gigantesco entramado se hallaba una red especial, los que la conocían la llamaban Infra-Net. Describir Infra-Net es complicado: no es un lugar, ni una asociación, ni tampoco un código, es lo que algunos hackers llaman zona de paso, y otros - más poéticos - "zona sagrada". Al principio creí que se trataba de una leyenda de los bajos fondos. Poseía todas las características del mito del paraíso, de un Atlántida sumergida. Se decía que algunos hackers habían encontrado un lugar secreto en la red, que solo ellos conocían. Eran como las viejas cloacas de Londres, desde allí los hackers podían acceder a cualquier archivo. Sea como fuere, todas estas historias de túneles secretos y catacumbas me parecían puras fantasías.
Una noche el hacker y yo habíamos tomado bastante 2-CB, divagábamos sobre viejas películas que habíamos localizado en unos archivos – historias de robinsones. La vida en una isla, ya se sabe, el eterno anhelo humano: pescar, trepar en busca de cocoteros; cosas de películas. Recuerdo que medio en broma le dije: "si, eso sería como el paraíso ese de Infra-Net". Recuerdo que se mostró sorprendido: "¿que sabes de Infra-net?". "Nada, las fantasías de la gente, historias de fantasmas que se cuentan en los tugurios". Entonces se echó a reír con grandes carcajadas, revolcándose por el suelo totalmente colocado.
-- Infra-Net existe, es real.
-- ¿Me lo dices en serio?.
-- Lo que oyes, es nuestro acceso secreto, para protegernos de la ACI.
-- ¿Que coño es la ACI?.
-- La ACI es la agencia para el control de la información, nosotros les llamamos "los cocos". Infranet existe y solo los hackers de elite pueden acceder a él. Bueno, no existe como en las leyendas, como te he dicho no es un lugar, en el sentido espacial que solemos darle sino más bien una zona de paso, un sistema hipercomplejo de desplazamiento; también es una contraseña para pedir ayuda. Solo se comunica de maestro a maestro. Solo la elite tiene acceso.
-- ¿De maestro a maestro?.
-- Sí, todo empezó hace unos años, cuando el FBI y la ASN decidieron controlar Internet. Fue la primera creación del complejo Prometheus. Contrataron a los mejores diseñadores de 'soft y hard'. Cualquier archivo estaba a su disposición. El control era sumario. Entonces, Piernatinsky, un matemático judío-polaco, que por aquel entonces trabaja en ITT, se declaró en rebeldía y - basándose en los teoremas de Gothel y de Shennon - diseñó un programa de encriptación incontrolable. Una clase de información que viajaba con el ruido de fondo, indistinguible. Solo quien tenga la clave de acceso puede leer la información. Piernatinsky envió el programa a sus más allegados con la norma del maestro, borrando las huellas. Solo cuando el alumno de un hacker esta preparado se le entrega el programa. Hasta ahora no ha habido fugas. Si necesitamos algún tipo de ayuda dejamos una señal fácil de localizar en la red. Entonces nos reunimos en Infra-Net.
- ¿Que cojones me estas diciendo?. Te has pasado con el 2-CB. ¿Quieres hacerme creer que hay una especie de reunión de rosacruces tomando el té en la puta red?.
-- ¿Rosacrucis?.
-- Una sociedad secreta, masones, tongs, mafias, ya sabes.
-- Bueno, nunca lo había pensado de ese modo. Somos más bien un grupo de amigos.
'Un grupo de amigos', así lo veía el hacker - no pude contener la risa ante aquella escena inverosímil.
-- ¿Y si yo fuese un agente de la ACI?.
-- Bueno, no tienes pinta de serlo y, en fin, en alguien hay que confiar. Además, siempre llevo una cápsula de cianuro conmigo, por si acaso.
Así es, el auténtico anarquista se hace acompañar siempre por el cianuro - es un rasgo característico suyo. Me dijo que eran unos cien más o menos. Una hermandad extraña esta asociación de rosacruces cibernéticos: hombres que nunca se habían visto arriesgaban su vida por el otro, que anacrónico sonaba todo aquello. Por lo demás los tipos eran precavidos. Solo uno iba en la ayuda del otro, en esos casos no se movía nadie hasta la siguiente reunión. Uno podía ser apresado, pero que el abanico se abriese era altamente improbable.
Por lo demás, el hacker hablaba en serio con lo del cianuro. La reaparición de viejas formas sociales con recubrimientos tecnológicos no deja nunca de asombrarme. Ronins, samurais sin señor que se dedicaban al pillaje, respetando códigos de honor no escritos en ninguna tabla. ¿Honor?, ¿ En el mundo de las computadoras? Aquello no se lo tragaba nadie. No eran más que un puñado de locos, unos rosacruces de cómic, restos de un naufragio, vestigios de otro mundo - un mundo que tal vez nunca existió.
Por otra parte, de los samurais se podrían decir muchas cosas horribles, pero también es verdad que fueron los únicos que llevaron la cultura de la inmediatez hasta sus últimas consecuencias. El seppukku era su pago al instante, su deferencia con el 'aquí y ahora'; el cianuro su versión moderna. El samurai no se anda con contemplaciones, ataca el problema de raíz; su planteamiento es la línea recta. Pero las líneas rectas dejaron de tener vigencia en el mundo no-euclidiano de las matemáticas modernas. Las cosas son cada vez más curvas, caóticas, arracimadas; "el mundo se torna borroso, espongiforme".
De cualquier modo, no es muy probable que, a pesar del cianuro, los hackers posean el pathos radical de los samurais. Tal vez existan otros motivos por los que los piratas tengan esos códigos. En un mundo de máscaras y espejos, de logaritmos y protocolos la organización secreta parece una buena forma de ganar realidad a toda costa.
En última instancia el hacker me parecía, por así decirlo, la primera forma acabada de vida electrónica. Los señores de la nueva tierra. En principio, teóricamente, representaban a la nobleza guerrera que combate contra el monarca. Pronto se vio que los ladrones de guante cibernético estaban hechos de otro material. Eran individualistas en grado último - si exceptuamos al grupo de rosacruces al que pertenecía mi amigo. Las leyes del FBI y la ASN, los problemas de los usuarios, las faenas de las megacorp, todo eso les traía al fresco. Estaban por encima de aquello, nada tenía que ver con ellos. No eran guerreros sino aventureros, piratas. En cualquier caso espero que nadie caiga en la absurda e hipócrita tentación de criticarles por su no-actuación; seguían simplemente las recomendaciones de Benjamin y los liberales de buen corazón: "el lugar del héroe esta disponible". Los hackers habían descubierto "el secreto perfume de la anarquía". A última hora, muchos de los débiles habían pedido ayuda, su grito de socorro no obtuvo respuesta; "quien rechaza la gloria rechaza a los héroes": cuando las cosas se pongan difíciles nadie vendrá a rescatarle. Nada se les podía exigir pues, eran el producto de su época. Pedirles a los hacker que tengan moral es sencillamente desconocer los tiempos que corren. Más aún, hacían bien en no querer intervenir. “Había llegado la hora en que cada cual pelease por lo suyo”.
La forma y el lugar en que nuestros destinos se cruzaron he de ocultarla por motivos personales; diré tan sólo que compartíamos extrañas aficiones. Ya entonces se me hacía raro que aquel bicho y yo tuviésemos inclinaciones parecidas - dada nuestra sensibilidad casi opuesta hacia la máquina, pero esta visto que todos tenemos nuestras facetas excéntricas. El hacker, poseía, si se puede decir así, un carácter complejo. Fascinante era su explosiva combinación de nihilismo y alta tecnología; da la impresión de que la vida en las redes de silicio no compagina bien con la sociedad. El terror a asociarse, anatema entre los piratas del siglo pasado, parecía confirmar mis sospechas. Solo cuando las primeras presiones del FBI comenzaron a hacerse efectivas se vieron entonces empujados, en contra de sus principios, a asociarse. Por lo demás, cabía la posibilidad de que la red fuese una zona de experimentación de nuevas formas sociales.
La pregunta que trata de determinar sí la tecnología occidental influye decisivamente en estas evoluciones es más difícil de responder. En primer lugar porque la técnica está tan imbricada a la condición humana que parece difícil evaluarla en un aparte. Y segundo, porque la tecnología parece comportarse como la naturaleza - lo que resulta en cierto modo irónico, "la ironía de Dios". Da la impresión de manipular y ser manipulada por el hombre, como un espejo que devuelve siempre imágenes nuevas a cada pregunta. Durante mis investigaciones en torno a estos temas topé con ciertas formas primitivas de comunidades tecnológicas. Especialmente interesante encontré la comunidad de radioaficionados de la segunda mitad del siglo XX. Legendarias son las ayudas que ha prestado esa comunidad - también entre sus miembros el tono general parecía ser la cordialidad y la ayuda mutua. Ciertamente esto inclina al optimismo, pero no se puede olvidar nunca el problema de la escala.
De cualquier modo, el carácter del hacker era cuando menos peculiar, a ratos se asemejaba a uno de esos niños autistas, a ratos parecía un bailarín de claqué; si en sociedad tenía muchas dificultades para moverse en cambio los laberintos de la red no tenían secretos para él. Desde los tres años navegaba en Internet, a los diez ya programaba a alto nivel en Witgen, Mantra, Shennon y otros lenguajes. En plena pubertad sus rutinas de programación podían compararse en belleza matemática a los contrapuntos de Bach. Luego tropezó con el que llamaba su maestro - todos tenemos uno al menos. Juntos programaron su muerte en los ordenadores de forenses y agencias estatales. Oficialmente estaba muerta - era lo que en el argot cibernético se denominaba un zombie. Luego crearon una nueva identidad, como trabajador de segundo nivel en una fábrica de alimentación, “trabajaba desde casa”. Preparaba pequeños programas para confeccionar salchichas. Una buena tapadera, nadie sospecharía de un salchichero: es un tipo al que se le presupone respetabilidad.
En realidad las salchichas le ocupaban muy poco tiempo. La mayor parte de su tiempo la dedicaba al pirateo y la aventura. En cierto modo se podía decir que era un Drake moderno, un corsario tecnológico. La única diferencia estaba en su valoración de la vida, para los corsarios el oro era lo más importante, el hacker en cambio no estaba demasiado interesado en el dinero. Era uno de esos ladrones que trabajan por el placer de hacerlo. La información sustituyó' al dinero. Al hacker le gustaba el art pour le art, el desafío por el desafío. Por supuesto, el dinero estaba ahí, y el hacker tenía un par de cuentas secretas bien saneadas en una Suiza cibernetica, pero la pasta no era para él lo más importante; hubiera podido mantenerse económicamente sobrado sin acercarse al peligro siquiera de lejos. Su interés residía en las composiciones matemático-linguisticas de los programas. Las redes de seguridad eran para él un reto, una montaña que escalar, un jeroglífico que descifrar. Vivía en un paraíso matemático. Navegaba por entre los mares de silicio como un velero fantasma, sin tocar apenas las aguas. Se deslizaba a velocidades de vértigo por entre las redes de comunicación movido únicamente por el puro placer de surfear la ola.
Un buen día, de pronto, observando como se movía por entre los gigantescos túmulos de información, comprendí en que lugar podían converger nuestros intereses. Él estaba interesado en que todo saltase por los aires, incluidas las cajas fuertes de los bancos; yo estaba interesado en el contenido de esas rutinas. Le propuse realizar el "robo del milenio"; un atraco que, si éramos los suficientemente finos, si siquiera llegaría a descubrirse. Se trataba, en cierto sentido, de un más allá en el ideal del robo perfecto. El principio teórico es harto sencillo: llevarnos el cuadro original y dejar una copia cuasi-perfecta - "el viejo sueño de la Bauhaus". Llevarla a la práctica era algo muy distinto, más delicado. Las complicaciones eran innumerables. Primero había que superar las defensas informáticas, lo que ya se me antojaba imposible. Luego había que realizar la transferencia sin dejar huella, finalmente simular la cuenta original en el vacío. La "simulación" es lo que entre la elite hacker se denomina le must, alta orfebrería. Para producir este tipo de simulaciones se requiere de un arte que muy pocos poseen - además de programas altamente complejos, muy frágiles y delicados. Incluso con los mejores programadores no existe demasiado margen de seguridad.
Mientras discutíamos sobre el robo Noise me preguntó entonces si sabía más o menos cuanto sería el "montante global" de nuestro proyecto. Yo lo había calculado a ojo de buen cubero: "unos diez mil millones de universales". El pirata abrió los ojos de par en par. "¿Pero qué cojones? ¿Qué? Esa es una cifra muy gorda. Sabes lo que esto significa si nos descubren: cianuro". "No pensemos en el cianuro, confío en tu habilidad. ¿Acaso no eres el mejor?". "Siempre hay alguien mejor".
Los acercamientos a la red defensiva del nuestro objetivo, el banco mundial VAL duraron casi un año. Queríamos ir con mucha precaución, muy despacio; "un cortejo ceremonioso y delicado". Mientras colaboraba con el hacker en estas operaciones pude observar muchos detalles curiosos. Uno de ellos es que el robo informático tiene, por así decirlo, ciertas similitudes con el robo tradicional. El proceso se asemeja a ratos a una asechanza, a ratos parece un encuentro erótico con señas e intercambio de prendas. En ocasiones se daba algo a morder, otras veces se utilizaba un disfraz. Tras la fría apariencia de los números, con sus algoritmos, sus bucles informáticos y toda aquella criptografía existía toda una variedad de ataques y contraataques, de trampas, engaños y astucias - Ulises se hubiera divertido con todo aquello. Sobre todo encontré gran parecido, en sus principios básicos y realizando la natural adaptación, una relación estrecha con las artes marciales.
Al salir del sanatorio la preocupación por mi seguridad personal había crecido, así que me dispuse a estudiar artes marciales. Las filosofías que manejan - sobre todo las artes marciales internas - son fascinantes; Canetti se hubiera entusiasmado con ellas. Sobre la base de estos conocimientos ancestrales, desarrollamos variaciones tácticas de los principios del Ba Dhua Zang, Tai Chi y Hsing-yi en la preparación de los protocolos informáticos. La zona débil de las defensas informáticas, también el punto más difícil de atacar, es el bucle de re-alimentación. Ojeamos viejos libros de Newmonk y Shennon para estudiar el origen de los lenguajes informáticos. Lo que más nos impactó fue el estilo de los legendarios escritos de Piernatinski, el judío polaco que había desarrollado unos "algoritmos extraños" para la encriptación de mensajes. Con todos estas aportaciones y alguna otra especulación más o menos esotérica diseñamos el asalto final.
En lo que se refería a la parte más artesanal, por así llamarla, el pirata se las sabía todas. Llevaba desde los ocho años viajando por la red, penetrando en sitios prohibidos. Las complejidades casi etéreas del software de alto nivel eran para Noise apenas un juego de niños, una lengua materna - componía los fraseos de programación con la misma facilita con que Mozart escribía variaciones, sin esfuerzo.
La táctica a utilizar, hoy como ayer, procedía de los métodos de guerrilla. Infiltración, robos, ataques a la retaguardia, corte de líneas de comunicación... El primer paso consiste en localizar los puntos de entrada. El movimiento de datos de las grandes centrales es vertiginoso - y por lo demás, caudaloso. Todos los sistemas necesitan de al menos un puerto de entrada. En la mayoría de las ocasiones se requiere de un código de paso. Por aquel entonces, los ingenieros de las agencias de seguridad habían desarrollado unos programas especialmente fastidiosos, a los que el argot llamaba "lapas". Si pretendías entrar en un puerto con un código erróneo un programa se adhería a tu información y te seguía, emitiendo señales y rastreando tu posición; muchos hackers habían caído en desgracia por culpa de estos bichos. Así pues, decidimos movernos con suma precaución - Noise expuso el proceso con su típico lenguaje de corte visual: "tenemos que ir con más tiento que un ciego en una orgía".
Interceptamos un mensaje dirigido a Credit Mondiale, le hicimos una copia ultrarápida y lo dejamos seguir. Luego, en nuestro ordenador casero el pirata destripó el mensaje con la facilidad y la seguridad con que un forense experto aplica el bisturí al cuerpo del delito. El código de entrada estaba fijado de antemano por las dos corporaciones. Decidimos interceptar, en uno de los nódulos de comunicación, un mensaje rutinario, que no contuviese información privilegiada y sustituirlo por un programa nuestro que hacía las veces de pórtico. Los movimientos habían de ser precisos. Los reenvíos de confirmación eran controlados cada minuto. Disponíamos de 60 segundos escasos para hacer el empalme y mandar, por un lado nuestro mensaje y por otro una simulación de la confirmación. Afortunadamente, al hacker no le tembló la mano. La serenidad con que afrontaba las situaciones críticas me impresionaba. Poseía la sangre fría de un especialista en explosivos; confiaba en la técnica y la técnica confiaba en él. Se movía entre los campos minados de la red con la indolencia y la superioridad de un mercenario experimentado. Era entonces cuando sus rasgos de samurai se revelaban con mayor intensidad. Afrontar las situaciones ligeras con extrema gravedad y las situaciones graves con la mayor ligereza eran sus dos máximas preferidas.
Una vez colocado el pórtico, entramos y salimos durante algunos meses moviéndonos con enorme cautela. Estudiamos detenidamente las características del sistema, y fuimos modelando el simulador. Noise calculaba que una vez descubriesen "el cambiazo", esto es, cuando alguien moviese la cuenta, dispondríamos como mucho de dos semanas, tres en el mejor de los casos - si es que los chicos de la sección de seguridad de la super-red bancaria seguían siendo tan torpes, cosa que dudaba (muchos de los mejores hackers de la vieja escuela se habían pasado a la competencia, y las corporaciones financieras poseían ya altas escuelas para preparar a sus hombres). Toda una flamante remesa de genéticos estaba preparándose en aquellos momentos - aunque por el momento habían cosechado más fracasos que éxitos: parece que la progresiva abstracción de las matemáticas de programación causaba efectos colaterales muy perniciosos. Jóvenes declarados genéticamente sanos al nacer se habían suicidado en gran cantidad al pasar por estas escuelas. Para los científicos y pedagogos de Prometheus esto sigue siendo un enigma.
Mientras el pirata trabajaba en el robo, yo me dedicaba a preparar el resto del proyecto. Para fundamentar el libre discurrir del espectáculo es necesario tener una buena base, un zócalo de granito; "un material fiable sobre el que poder trabajar". Puesto que íbamos a tratar todo el proyecto como un mezcla de cine, concierto y ópera lo mejor para empezar sería un buen libreto. "Sin una buena base gramatical y lingüística no se puede lograr nada de calidad" - así uno de mis maestros espirituales, el investigador.
Es importante tener también, además de una primera concepción de conjunto, una línea temporal. Si uno no es capaz de enlazar su actuación con el tiempo entonces esta perdido: navega sin rumbo fijo por los espacios siderales. Mas precisamente una de las ideas básicas del proyecto era fusionar el tiempo lineal y el circular. Se trataba de aparecer en escena en el segundo exacto, en el instante en el que se levanta el telón.
En este aspecto me fue de gran ayuda otro de los personajes que colaboraron en el proyecto. La forma en que trabé conocimiento con él se debe a otro de esos nudos metafísicos que configuran el destino; "lo cierto es que nosotros mismos atraemos nuestras circunstancias".
El Investigador
“...el invento mas elevado del ser humano,
el sentido histórico ...”
Ortega y Gasset
Una noche, mientras Noise echaba una de sus clásicas siestas nocturnas, utilicé las técnicas de surf que me había enseñado para navegar un rato por los mares cibernéticos. La primera impresión fue de caos, me parecía estar perdido en un laberinto. Las dimensiones eran abismales. La cantidad de información sobrepasaba la capacidad humana. Ahora la censura era practicada al revés, no se prohibía nada, se disolvía en la inmensidad del océano, como los vertidos de residuos. Se escondía la caja con los tesoros entre millones de cajas iguales.
No sé por que escogí la palabra tiempo - quizá por que la guadaña, de Cronos pende siempre sobre nuestras cabezas, ¿o era una hoz?. En definitiva lo que los hombres, los artistas hacemos es luchar contra el tiempo en todas sus formas. Teclee la palabrita mágica. Ante mi se abrían cientos de caminos, miles de referencias. Fui derivando sin rumbo fijo, escogiendo otras expresiones que me iban llamando la atención: "tiempo-real", "tiempo-creación", "redescubriendo el tiempo". En la últimas elección tenía doce posibilidades, una de ellas me llamó la atención: "Cronon, la partícula del tiempo". Aquello me resultó curioso, nunca hubiera pensado que el tiempo pudiera ser una partícula. Intrigado, penetré por aquella extraña puerta. Se trataba de un escrito muy peculiar, a medio camino entre la ciencia y la metafísica. La hipótesis era cuando menos original: se postulaba la existencia de una partícula, Cronon, que generaba el tiempo por interacción. Una teoría descabellada, sin duda, pero daba que pensar - y no solo poéticamente hablando.
Cuando Noise se despertó le pedí que me consiguiese más información de aquel tipo. El nombre resultó ser, como sospeché desde un principio, un apodo. No obstante, el hacker consiguió recuperar ciertos rastros y al cabo de un par de noches dimos con él. Por una casualidad extraordinaria pudimos comprobar que trabajaba en la misma Barcelona, en una de las universidades de la elite genética. Al parecer, se trataba de uno de esos viejos zorros, uno de tantos profesores que llevan una doble vida, como profesor respetado y como poeta rebelde. Si quería contactar con él, había de proceder con la máxima cautela. Debía buscar una llave, un puente. Con la ayuda de Noise traté de buscar algo interesante sobre el tiempo, alguna referencia que tuviese relación con lo que aquel hombre decía. Por suerte, en unos viejos manuscritos de la época romana, encontramos algo fascinante: un tal Lucrecio hablaba sobre algo parecido, una especie de clinamen, una pequeña desviación que se producía el torbellino de los átomos. Saqué unos versos de aquel poema y le añadí algunas observaciones "de cosecha propia" sobre la posible comparación entre las dos. Reuní ese material en una misiva y lo envié a la dirección electrónica del profesor - con la esperanza de poder seguir hablando con él. He de señalar que no albergaba demasiadas expectativas, pues un hombre en esa posición no suele arriesgarse. Con todo, el misterioso personaje devolvió el mensaje. Quedamos para tomar algo en una de las cafeterías de las galerías subterráneas del centro de la ciudad. Ya desde el primer momento congeniamos; "en ocasiones una mirada basta". Terminamos el día descorchando varias botellas de vino - recuerdo que pensé: "será un pensador muy espiritual pero hay que reconocer que tiene un hígado titánico".
Luego, más tarde, comencé a ir por su casa, siempre los lunes por la tarde. Iba allí como el heroinómano que peregrina regularmente a los fumaderos, devorado por la ansiedad. "La sed de personas espirituales crece de manera desmesurada con la nivelación"•.
Además del mero placer espiritual, que se basta a sí mismo, en esas conversaciones se pueden aprender muchas cosas importantes, cosas que no salen en 'los libros de texto'. En ellas el tiempo se alarga, se extiende como en las noches de opio. " ¡Ah, el Luminar! Medianoche en los jardines del bien y del mal... ". Una vez que se prueba el placer del conocimiento es imposible desengancharse; se trata sin duda de una droga extremadamente adictiva - y seguramente tóxica.
Su casa, mayor que los habituales cubículos, aparecía empapelada a base de libros. El en interior de la biblioteca se respiraba un calma extraña, el vacío en el centro del tornado. Una pequeña galaxia Guttenberg, rescatada de la biblioteca de algún Titanic sumergido en medio del océano. Libros antiguos, nuevos, grandes, pequeños, colocados sin aparente orden ni concierto - solo quien poseyese el especial hilo de Ariadna que el investigador había confeccionado podía moverse con rapidez entre aquel maremagnum literario. En el panel central de la biblioteca pude ver varias obras sobre filosofía de la historia: Hegel, Mommsen, Michelet, Geddes, Weber, Toynbee, Arendt, Mumford, Schama, Ortega... - los pesos pesados. En general abundaba la novela histórica y la biografía - infrahistoria o, más bien, intrahistoria
Recuerdo la primera ocasión en que tuve que utilizar su baño; no pude evitar la sonrisa: había libros hasta detrás del espejo. Pude observar que muchos de ellos giraban en torno a las revoluciones: la secesión americana, 1789, Napoleón... Por descontado, el sabio no estaba interesado en los grandes derechos universales, ni en las buenas intenciones de la joven humanidad revolucionaria - en cuanto uno profundiza un poco en la historia coloca esos simpáticos adagios en su lugar propio. Al contrario, el viejo detective estaba interesado en el trasfondo, en el polo opuesto de los grandes lemas: los movimientos entre bastidores de aquellas locas carreras políticas. Los erráticos bandazos de la aristocracia - siempre envuelta en peleas intestinas -, las organizaciones secretas, la aparición en escena de la Bolsa... Poco a poco se aclaraba aquella confusión; del caos popular emergían entonces unos perfiles más nítidos, más terribles...
Fue en aquélla biblioteca mágica donde aprendí la técnica que el investigador denominaba "indagación a dos manos", vale decir, el tratamiento coordinado entre microcosmos y el macrocosmos histórico político. En mundo tan simplificado como el nuestro ese tipo de miradas cuánticas, o incluso fractales, se agradecen.
Le interesaban tanto los grandes movimientos, las ideas más generales, como el detalle, lo anecdótico, el personaje. Los hilos se entrelazan en la trama; con la distancia varia la imagen del tapiz, su número dimensional. Pongamos un ejemplo un tanto estúpido: ¿no tendría algo que ver, en la redacción de Leviatán, que Hobbes, aquel niño enfermizo y temeroso, se estuviese jugando su propio pescuezo al escribir el librito de marras?. Por otra parte, el mismo hecho aseguraba en cierto modo la propuesta - en su caso particular, la validez de sus premisas. Acerca del inglés se podrán tener distintas opiniones, pero al menos era filósofo en serio- virtud - o defecto- de la que no pueden presumir muchos pensadores modernos.
El conocimiento del personaje, su infancia, su adolescencia, sus circunstancias es, además de sumamente revelador, el necesario complemento al paisaje. La trayectoria íntima vital se interseca con el decurso histórico y en ocasiones reproduce en matices delicados muchas grandes líneas. Se toca tierra con el pensamiento - por así decirlo. Es importante también oír lo que sus amigos opinan de él - hay que perpetrar registros que en ocasiones bordean la ilegalidad y a menudo la traspasan de lleno: cartas, diarios, confesiones privadas, grabaciones off the record, servilletas de bar... Casi siempre son los enemigos los que ofrecen las opiniones más logradas, las más artísticas. Todo esto completa el gran cuadro.
Lo dicho es válido también para la ciencia y el arte, en esto no se salva nadie. Por mucho que los científicos se lavasen las manos en antiguas fuentes de aguas cristalinas lo cierto es que también sobre los tubos de ensayo se cometen felonías y se traman venganzas. En cuanto a los artistas ya se sabe: nos seduce la seducción - y cometeríamos cualquier crimen con tal de conseguirla. Recuerdo que, a lo largo del proyecto, en medio de las discusiones, John, con su clásico talante diplomático, solía preguntarme: "¿entre bomberos no nos pisaremos la manguera?". Detrás de las probetas de cristal se practicaba la misma comedia que en la polis. Richard Feinman, reeditando los chez Magny en versión bata blanca, había puesto al descubierto las miserias de la trasciencia - perdón, quería decir la trastienda de la ciencia. Por otro lado, realizando esa confesión la había humanizado - quien sabe, eso bien podía ser una buena noticia.
Es muy cierto que el oficio investigador puede malear el espíritu del detective. La escuela de sospecha no deja títere con cabeza; ya el voyeurismo implícito en toda investigación es harto dudoso. Además, se cogen vicios, malos hábitos, sobre todo tics policiacos; todo oficio tiene sus propias sombras. "En tiempos de tinieblas las denuncias entre profesores suelen ser muy numerosas". Entra uno, casi sin querer, en la rutina de la comisaría: si se identifica, por ejemplo, a un pitagórico, a un idealista, se puede comenzar a recelar de impotencias y demás trastornos. Por supuesto, esto no siempre es así; hay que tener enorme cuidado con las simplificaciones: son engañosas.
Su relato histórico consistía en una reconstrucción minuciosa de todo el proceso. Se trazaban a mano alzada las líneas fundamentales, luego se sumaban diferentes ángulos, luces distintas, se añadían tonalidades. El cuadro resultaba muy flamenco, detallista, protestante, frío en ocasiones, lúcido, casi escéptico... Redes de cristal finamente talladas en las que, de tanto en tanto, quedaban apresados peces de colores deslumbrantes, cegadores. Caviar petrificado. Los mitos son más agradables, más cálidos - también más peligrosos e informes. Por otra parte, es verdad que el realismo promete menos pero, por contra, ofrece más, garantiza firmeza - y eso, en nuestro inestable mundo, es más de lo que la mayoría de los sistemas puede ofrecer.
El estilo "reconstrucción minuciosa postmodernista" marca la última etapa del arte histórico occidental. Este es un detalle que solo algunas mentes despejadas previeron con antelación: la reconstrucción histórica llegaba hasta donde aparecía la televisión. La vida de una significaba la muerte de la otra. Es curioso observar como ahí se coordinan varios relojes. La "escuela de sospecha" venía trabajando en la íntima oscuridad del cuarto de trabajo. Más tarde, con motivo del juicio a Dreyfuss, aparece la sospecha pública. Leer las confesiones de los "propios y extraños" de ese proceso le sume a uno en la perplejidad más absoluta. Solo mucho después apareció claro para algunos el verdadero significado del affaire Dreyfuss: la imposibilidad de emitir juicios de valores en la tecnópolis. De ahí al mundo virtual, re-elaborable a cada instante, de la TV solo había un paso. THE DREAM representaba la culminación, la sublimación final de ese sueño sospechoso o, por decirlo más correctamente, de esa onírica sospecha.
De cualquier modo, yo no me tomaba la investigación tan en serio como el investigador. Después de mi estancia en el Sanatorium la filosofía me podía servir de consuelo pero no como absolución; para algo así necesito pruebas, hechos; pero 'los hechos' no aparecen por ninguna parte. Los sucesos del siglo XX habían producido una falla en mi interior, la antigua confianza en la Razón se había perdido. Que después de miles de años de desarrollo hubiéramos caído más abajo que nunca significaba para mí la muerte del progreso y la desconfianza absoluta hacia el intelecto - mucho tendría que trabajar el pensamiento para hacerse perdonar. En la Alemania nazi se pudieron ver, con cruel nitidez, las funestas consecuencias del materialismo sin objetivo, de la fuerza sin control, del poder sin espíritu... Auswitz representaba para el reino de la razón lo mismo que el terremoto de Lisboa para el sentimiento cristiano: el final de un viaje encantador.
Por otra parte, es verdad que me gustaba - y tranquilizaba - el que el investigador y yo coincidiéramos en las cosas decisivas; "jugamos en el mismo tablero". Diría incluso que, a pesar de los pesares, he guardado siempre cierto respeto, casi rutinario, por el mundo científico; a nadie le gusta desprenderse de sus tradiciones - ha de haber buenos motivos para tales conductas. No me basta, pero me agrada que en mis trabajos aparezca estampado el sello científico, la mirada impersonal, objetiva, esquizofrénica del europeo. "Alquilo por horas una nave científica para exploraciones de mundos ajenos a la ciencia". De este modo, las revisiones del investigador eran para mí como una póliza de seguros - dicho esto sin querer honrar a los seguros; pero tampoco él podía otorgar la última palabra.
Comedias detrás de las comedias detrás de las comedias... eso era todo. Mi interés en las cuestiones investigadoras se centra en el aspecto artístico. Es decir, me interesa más el gesto que no el efecto. Que un ejército gane a otro me importa menos que la elegancia de la estrategia. Esto puede suscitar en el lector la impresión de que carezco de moral, es verdad - lo que no quiere decir que no posea un estilo. En mi opinión, tan pronto penetra uno en la historia la moral propia desaparece, esta es la trampa que espera siempre al historiador: "el color destruye la forma" - todo el siglo XX se puede resumir con esa frase. Entre las ruinas, malviven tan solo modelos, esbozos, bocetos de nuevas formas éticas. Cada uno coge el suyo. De héroes ni hablar, no después de la gran guerra. El molino de acero, la death zone, el soldado anónimo, todas esas cuestiones plantean problemas nuevos, desconocidos, para los que quizá nunca tengamos respuesta
Simplificando mucho, se puede decir que existen dos tipos de maestría en los ámbitos de la información: la maestría técnica - representada por el hacker - y la maestría espiritual - la sabiduría del investigador. La primera es, por así decirlo, infralinguistíca, la segunda supralinguística. El hacker me explicó los rudimentos que se esconden bajo el lenguaje técnico, el investigador me inició en el arte del conocimiento. Es un oficio fascinante, un arte tan fino como cualquier otro. Los acechamientos a las ideas son no menos apasionantes que los seguimientos a las personas - tal vez mucho más. Hemos de remontar el río del espíritu, recorrer en dirección contraria los vericuetos del pensamiento.
Al principio todo parece un caos: la masa de datos es abrumadora, hay demasiados sitios a los que mirar. Pronto aparecen las primeras conexiones, meras reglas mnemotécnicas. Después las grandes líneas del pensamiento, entremezcladas, enroscadas unas a otras - para separarlas es preciso utilizar muy finamente el bisturí. Antes de proceder a etiquetar cualquier mercancía es necesario diseñar la vitrina. Se puede ordenar el caos a la manera de Linneo o a la manera órfica o de cualquier otra forma, pero ha de existir un sistema - aunque este sea subliminal, como en el caso de Vicco. Después de realizar estos trabajos previos viene el primer aprendizaje propiamente dicho: las tácticas primordiales del seguimiento. Como en todas las disciplinas, el adiestramiento inicial es tosco, cansino y repetitivo. Tiene uno que ir descendiendo por las cavernas del pensamiento, dejar señales aquí y allá, trazar cuidadosos mapas, delimitar las lindes, detenerse en todos los rincones... Es una tarea bastante sufrida, pero al cabo del tiempo, la automatización de la técnica, vale decir, la apropiación personal, permite recorrer a buena velocidad los distintos pasillos. Al cabo de un tiempo aparece la ligereza del lebrel bien entrenado.
Solo después de una larga instrucción en los principios básicos, solo entonces, se puede atacar el arte superior de la investigación: separar los hilos, realizar desconexiones. Para realizar esta tarea adecuadamente ya no basta el mero esfuerzo, aquí entran en juego las condiciones innatas, el talento personal. El procedimiento es extremadamente delicado: es necesario llegar hasta el punto de origen y desconectar los cables sin detonar la bomba. Se requieren nervios de acero y manos muy tersas; no pocos han muerto a causa de las explosiones. Obviamente, esta es una modalidad espiritual que solo se puede practicar en circunstancias muy especiales; sin ir más lejos, solo un pequeño porcentaje de palabras pueden ser rastreadas hasta su primera aparición. De hecho, esta incapacidad parece ser una clara - diría incluso científica - medida de valor para cualquier idea-fuerza.
Los hechos decisivos están ocultos a los ojos del investigador, y quizá sea mejor así; "el misterio debe sobrevivir". La rueda, los números, todas las cosas importantes yacen en la penumbra del secreto. Un caso interesante es la aparición del reloj mecánico, que tanto influiría en el posterior (dis)curso de nuestra civilización. No se sabe con exactitud donde ni cuando se inventó el escape - quizá porque por entonces no había relojes. El asunto resulta fascinante, cosa de magia: una ofensiva de tal magnitud contra la gravedad, y no se sabe nada de su aparición, de su nacimiento, de sus primeros pasos. Y eso que la creación del escape acontecía en tiempos relativamente modernos, alrededor del siglo X de nuestra era. Los grandes avances de la humanidad parecen brotar en la oscuridad de la cueva, entre los fermentos de los champiñones.
Las cosas mejoraron a raíz de la aparición del instinto histórico occidental, invento propio de civilizaciones en decadencia. Por doquier se realizó un colosal trabajo de chinoseiri en los archivos: se colocaron teodolitos en el tiempo, se dibujaron mapas históricos, se restauraron antiguos documentos, se numeraron las ediciones, se reconstruyeron los opus perdidos. Todo esta etiquetado, catalogado, petrificado en el entramado histórico. No existe prácticamente suceso alguno que no haya pasado bajo ese especial microscopio que es el arte histórico. En la interminable biblioteca digital de la compañía a los que yo tenía acceso gracias a los santos oficios del hacker, se podían encontrar libros y tesis sobre los detalles más nimios - ¿quién vivía en la casa del padre Marsenne?.
Con el sistema de red los seguimientos se hacen en autopista. Alguien bien entrenado puede encontrar el lugar de nacimiento de cualquier idea moderna - con mayor o menor exactitud - en unas semanas. Por otro lado, es cierto que la velocidad no lo es todo: en realidad esta cuenta muy poco en el 'espacio simultáneo' de la red. Hace falta poseer olfato, un cierto talento para las relaciones. Se requiere una visión de amplitud conjuntada con un ojo clínico para los detalles. Por supuesto, existen, como en todos los oficios, trucos, herramientas probadas durante siglos. También atajos, aunque los atajos son siempre peligrosos - sobre todo en el mundo del espíritu.
Hablando de atajos, tal vez fuera buena cosa que dijésemos algo sobre la textura de la red. Para llegar al conocimiento, es decir, para ver aquello que Marco Aurelio llamaba la esencia de algo, 'la cosa en sí', el investigador debe atravesar un muro de fuego, hecho a medias de publicidad y estulticia. Es una gruesa capa sebácea compuesta en su mayor parte por utópicos, socialistas y toda suerte de soñadores de la estupidez. Estos tipos se cuentan entre los más peligrosos que conoce la humanidad. Y son peligrosos precisamente por que en su gran mayoría están realmente henchidos de buenas intenciones; pero el puto infierno esta enlosado con buenas intenciones.
Además de cuidarse en evitar ese muro de las lamentaciones el investigador de altos vuelos ha de tener en cuenta las cuestiones del movimiento. El mundo del espíritu no funciona de forma causal, espacial. Las investigaciones han de contar con un elemento extraño, algo que Einstein denominó la curvatura del tiempo, Heisenberg el principio de incertidumbre y que aquí llamaremos "el desplazamiento del azar". Grosso modo, el problema se puede resumir como sigue: cuando penetramos en una cueva del espíritu y encendemos la luz causamos un desplazamiento tempo-espiritual del proceso. Las paredes del laberinto cambian si las iluminamos, y no solo cambian, la luz puede abrir otras ramas del laberinto. Si movemos una pared esta causa un efecto en el otro lado. El laberinto parece girar a cada movimiento nuestro. Desconozco si ese cambio esta regido por alguna ley, y si esa ley es reducible a números. En ocasiones, intuitivamente, parece que hay cierta cadencia, que podríamos denominar fractal, en el movimiento del edificio espiritual - pero este efecto rítmico podría ser nada más que un defecto de visión ¿Y quien, por todos los demonios, se fía hoy en días de sus propios ojos?. "A veces, en ocasiones, me parece ver algo, algo como la sombra de un tapiz, pero es precisamente en esos instantes cuando menos me fío de mis ojos".
Cuando realicemos 'las incursiones y los seguimientos' hemos de tener siempre presente ese desplazamiento. De lo contrario, nos perderemos en el laberinto, o entraremos en una de las llamadas habitaciones peligrosas.
Existen, además, otros niveles más esotéricos - y también exotéricos. Se puede invertir el camino del espíritu, investigar hacia delante: la adivinación. Pero parece que para desarrollar estas aptitudes es necesario rebajar la voluntad hasta hacerla desaparecer. El juego es peligroso; incluso un maestro del tema como Aurobindo desconfiaba de estas artes mágicas. También yo jugué a ese juego, ¿ y quien no ha caído alguna vez en la tentación?. El peligro no es solo espiritual, como muchos podrían suponer. Por causa del natural movimiento del espíritu, uno puede fácilmente quedar atrapado en sus propias predicciones, cada paso adelante abre mares de ignorancia de los que pueden surgir monstruos inesperados, sueños de la razón. Durante mi estancia en el Sanatorium pagué un alto precio por esos juegos y comprendí la estupidez que se escondía tras ellos. "Algunos sellos no es lícito romperlos".
Tener en cuenta todos estos detalles, estar alerta siempre, tener mil ojos, todo eso me lo enseño el investigador: mi maestro en las artes detectivescas. No sé si saqué algo en claro de sus enseñanzas. Como ya he dicho nos separaba una línea muy fina - pero profunda. Como investigador defendía la filosofía, yo el arte. Su valoración es filosófica, la mía estética. Como pensador ha de buscar la verdad, yo la belleza. Él debe mostrar la realidad, la perfección, el ideal; yo la mentira, el error, la tragedia. Él trabaja con la ciencia, yo busco mitos escondidos...
Sea como fuere, las noches en que bajo los auspicios de caldos escogidos conjurábamos a los espíritus de la historia se encuentran entre los más gratos recuerdos que poseo de aquella época. Su forma de hablar, los cambios de entonación según la época o el asunto del espíritu sobre el que estuviésemos discutiendo. La exquisita modulación, capaz de delimitar con precisión las estrechas lindes que separan la ironía del cinismo, el sarcasmo del oxymoron, hasta llegar a la autoironía. Su risa maravillosa, con la que subrayaba los delicados matices de la polémica más elevada. Todas esas cosas forman parte de un excelso arte en vías de extinción; son vinos que tal vez no volvamos a beber jamás...
El Libreto
Buscábamos, en última instancia- si pretendemos hablar con rigor- provocar un éxtasis. Así que me dispuse a investigar a conciencia lo que otras culturas habían creado para tales fines. En primer lugar estudié a fondo las religiones primitivas. Desde el Amazonas hasta las regiones más inhóspitas de Siberia pasando por el corazón de África, en medio oriente, Europa... en todos partes lugares se podían rastrear esos intentos. Descubrí que una gran mayoría poseían ingredientes parecidos. Esto me llevo a pensar que existía una matriz común a todas aquellas experiencias, a todos aquellos anhelos humanos – algo parecido a lo que Otto Rank denomino el patrón psíquico.
A pesar de que el Proyecto Eleusis era, por su especial formato, una experiencia colectiva, estudié también a aquellos personajes especiales que manejaban el trance: los chamanes. Muy interesante era la profunda relación entre los medicine-man y las formas perturbadas de conciencia - en especial los ataques epilépticos. Todo el asunto tenía la impronta de la malformación - tan típica del arte. Las formas de iniciación de nuevos chamanes y su elección me ofrecieron conocimientos impagables, que luego pude aplicar a trabajos laterales del proyecto.
Con todo, lo fascinante del asunto, residía en que la experiencia extática poseía unas formas y ritmos casi invariables, independientes de a cultura, el tiempo y el lugar donde se practicaban las ceremonias chamánicas. Existía un cierto arquetipo que se podía dividir en tres fases: vuelo inicial, descenso al mundo subterráneo y renacimiento.
Luego descubrí que este mito estaba relacionado con las cosechas, con los antiguos ritos de procreación. Finalmente vino la sorpresa. Estudiando los mitos griegos pude comprobar que existía un relato mítico que encajaba punto por punto con la experiencia extática chamánica: La f'abula de Perséfone. Cómo siempre, los griegos - ¿quien si no? - se habían adelantado miles de años a “mi descubrimiento" (sic). Existía un lugar en donde se había llevado a cabo la experiencia extática-religiosa en modo colectivo: Eleusis. Es decir, existía un precedente a nuestro proyecto.
Eleusis era una pequeña ciudad situada a unos veinte kilómetros de Atenas. A finales de febrero, se celebraban allí unos misterios religiosos. Para llegar al templo era necesario subir una pequeña colina; al llegar a la llanura los peregrinos podían descansar en un pequeño bosque de laurel consagrado a Apolo. Ante ellos se extendía la fértil llanura de Agria. Nada más cruzar el puente, en el que unos enmascarados les insultaban ferozmente, llegaban a un pozo alrededor del cual danzaban toda la noche - tal vez fuera el mismo surtidor en donde Leonardo vio aquellos musgos que se filtraban a través de la roca del tiempo.
El templo era rectangular y en su interior existía otro recinto rectangular en donde el hierofante celebraba la ceremonia ritual. Sobre el rito se sabe muy poco, "meras conjeturas de filólogos". Con todo, sabemos que se trataba, com ya he dicho, de algún tipo de representación del mito de Deméter, la generación, el mundo de la agricultura. El invierno, la semilla, el sacrificio.... Puede que aquí se esconda una ley primordial (ecológica, unilógica) que los antiguos vieron con más claridad que nosotros. Es necesario separar la porción divina, en caso contrario la hybris nos conducirá a la ruina. Si tiene sentido esa gratitud en el mundo orgullosamente humano de las máquinas, o si es posible manifestarla, es ya otra cuestión. En todo caso, los miembros del equipo y yo pensábamos que dentro de la máquina se esconde una estrella, pequeña ciertamente, pero una estrella al fin y al cabo.
Parecía que los griegos, con su característico genio poético, hubieran conseguido un sistema, un código para tratar con su faceta elemental, dionisíaca. De ahí su amor por la forma, su respeto sagrado por los límites. Aquellas almas volcánicas habían de ser sujetadas por las formas más puras, más perfectas. El juego entre Dionisio y Apolo resultó ser fructífero. ¿ Estamos nosotros a tiempo de intentar algo parecido o es sólo un sueño?.
Con estos mimbres iniciales, denominé al proyecto Eleusis y preparé un libreto operístico basado en el mito de Perséfone - en una versión dantesca. Pero antes de comenzar este terrible y fantástico viaje, aclaremos una posible última duda. No es que yo este a favor de Dionisio y sus vientos salvajes, ocurre simplemente que no me dejo arrastrar por las fantasías de dominio ni los sueños de control. Tan sólo busco mirar con claridad.
Viaje
al
Corazón
de
la
Máquina
Viaje al Corazón de la Máquina
Opera libre en tres actos
I. En la Torre
II. En el Complejo
III. El apartamento
I. En la Torre
(Atico de la Torre Antaios, cosmópolis de Orpheonage. Suena la orquesta, los invitados visten de gala. Noel van Newman, el brillante ingeniero informático, acaba de pronunciar su discurso como nuevo miembro del consejo de Prometheus, la mega-corporación financiero-industrial)
Un consejero: Enhorabuena Noel, encantados de tenerle a bordo.
Noel: Gracias, Señor du Pont, es un honor.
Sr. du Pont: Acompáñeme Noel. Voy a mostrarle una de los privilegios del consejo: nuestro champagne francés. Charlaremos un rato.
Algunas jóvenes: Noel, tienes que prometernos este baile.
Noel: Ahora mismo vuelvo chicas, concededme unos minutos.
(penetran en la sala de reuniones)
Sr. du Pont: Pruebe este espumoso, Noel. Es algo sublime - aunque su precio es prohibitivo. Pero como bien sabrá, todo tiene un precio.
Noel (riéndose): No, no lo sabía. ¿Es cierto eso: todo tiene un precio? ¿Cuál es el precio del precio?.
Sr. du Pont: ¡Ah, mi querido Noel! Es usted un joven brillante, y muy ambicioso. ¡Dichosa juventud! ¿Qué le parece nuestro champagne?. Soberbio, cest ne pa?. Es una formula especial - apenas la conocemos la viuda del señor Cliqueot y yo; es un secreto de alcoba.
Pero no era cierto, Noel lo sabía, lo sabía demasiado bien: “todo tiene un precio”. Un superdotado desde su más tierna infancia. Sus amigos se apellidaban Compaq y Witgen. Sus padres le habían entrenado desde el momento de nacer. Se había invertido mucho dinero genético en él, tenía que ser un triunfador; no podía fallar. De chicas ni hablar. Luego, con el éxito, las había tenido a montones. Era cierto, pero bien pronto se había dado cuenta de que se acostaban con Noel Newman, el genio de la informática, no con él. La soledad de la fama, así lo llamaban los psiquiatras. Si, el conocía el precio. Más aún, lo había pagado.
(suena una campanilla)
Sr. du Pont: Oh, una llamada. Discúlpeme un instante, Noel, enseguida estoy con usted. Entretanto, puede pasar a la terraza, la vista es magnífica.
Noel: Así lo haré, señor.
Desde la terraza la ciudad parecía un enjambre de luciérnagas petrificadas en una foto. El Sr. du Pont tenía razón: la vista era soberbia. Cualquiera podría perder la cabeza con una vista como esa. Sacó su tarjeta y se preparó unas rayas sobre el mármol. "Cuando se trata de cocaína no hay nada como el travertino". Material de calidad.
Noel se sintió poderoso, tan grande como la torre. Pero el joven van Newman quería subir más alto. Así que se subió a lo alto de la baranda y quiso saber que es lo que se siente al caminar por las alturas. Que pequeña parecía la gente desde el coloso. El cielo se oscurecía y la gente cada vez parecía más pequeña. Se acercaba una tormenta, pero Noel estaba por encima de los elementos. Si quisiera podría hasta volar. Siguió caminando por la baranda, impasible, embriagado de poder, pero entonces un rayo brotó' inesperado de la oscura nube. Perdió el equilibrio. ¡No, él no podía caer! ¿Qué será lo que digan los periodicos?¿Suicidio?.
(Torre Antaios, piso 117. Despacho de Noel Newman. Suena el teléfono. La caída se interrumpe, Noel se despierta. "He debido dormirme")
Noel: Si, ¿quién es?.
Un consejero: Noel, se ha vuelto loco, que hace todavía ahí. Las máquinas se acercan.
Noel: ¿Máquinas? ¿Que máquinas?.
Dios, sí, ahora recordaba: sus ingeniosos robots para el control de la ciudad se habían vuelto locos y atacaban a sus habitantes.
Un consejero: ¿Cómo dice?
Noel: Oh, perdón, por un momento creí.... Lo siento. Ahora mismo bajo, Sr. Cheng, estaba recogiendo unos papeles.
Dirigió la mirada a su mesa. No había ningún papel, solo una pistola. Iba a suicidarse. Todo había salido mal, los robots exterminaban ahora a la gente. “No queda otra salida”.
Miró de nuevo por la ventana, la ciudad ardía en llamas y él era el artista creador de aquel espectáculo. Tenía que existir una forma de parar todo aquello, pero no recordaba el conjuro. La estructura del proyecto se torno tan compleja que resultaba casi imposible determinar los primeros movimientos, las causas. Era algo que tenía vida y no la tenía. Se movía, pero no se podía localizar el movimiento en ningún punto. Los componentes eran autónomos, el punto central se había difuminado. Quizá se pudiera desconectar las fuentes energéticas; pero no, el sistema tenía baterías en distintos lugares. Estaba preparado para buscar nuevas fuentes de energía. ¿Cómo detener aquel tren? ¿Dónde estaba el freno de emergencia?. El debería saberlo, había sido el diseñador del proyecto original. Pero luego el sistema había crecido por sí solo, buscando su propia autonomía. Finalmente, la técnica se había independizado.
Debajo de la torre, excavado en la roca, se hallaba el complejo fabril de Prometheus: los laboratorios más avanzados del mundo. El diseño de la factoría se basó en las formas cristalinas. Los laboratorios iban decreciendo a medida que se descendía. Los últimos pisos sólo eran accesibles a los miembros del consejo - y a los especialistas autorizados. Quizá allí encontrase algún punto, algún talón de Aquiles. Miró por la ventana de nuevo. Las llamas se acercaban en progresión matemáticamente caótica. Le quedaba poco tiempo.
Cogió su ascensor privado. Metió su llave especial de consejero y descendió unos tres mil metros hasta el primer piso de los laboratorios. El ascensor se abrió.
II. En el Complejo
(El Relato de Noel)
1 Nivel:
El Bureau Informático
2 Nivel:
Genética
3 Nivel:
IA / Realidad Virtual
4 Nivel:
El Núcleo
El Bureau Informático
(habla Noel)
El primer nivel aparecía el bureau informático. Allí se creaba el software más avanzado del mundo. Por suerte, conocía bien aquel lugar, había trabajado allí durante años. La primera tarea de mi 'improvisado plan' consistía en acceder a alguna terminal que todavía estuviese funcionando. Tenía que encontrar una forma de penetrar en los sistemas de control.
El ascensor daba al nódulo de organización. De ahí corrí hacia la gran sala redonda desde la que se coordinaban los distintos departamentos de investigación. Un silencio mortal me heló la sangre. Sin el bullicio de la gente la sala parecía más una cripta que no un centro de control.
Sin tiempo que perder, me colé en “los archivos”: una sala de varios centenares de metros, donde se procesaba y codificaba toda la información. A lo largo de aquella inquietante biblioteca, en hileras interminables, se alzaba un silencioso ejército de torretas de plástico, titanio y silicio. Todas eran idénticas. ¿Quién era el emperador?. ¿ En cual de las neveras estaba guardado el corazón del dragón?. Caminé entre ellas como por las calles de una ciudad desierta; “un pueblo fantasma”. Solo el murmullo de los ventiladores se hacía palpable. El aliento de la información.
¿Estarían ya contaminados por la rebelión?. ¿Acaso le observaban ahora?. Miré de nuevo los túmulos de información. Todo parecía en calma - "los sistemas anti-virus de la compañía aguantan" - pero, ¿por cuanto tiempo?. Me acerqué a una de las terminales, teclee mi clave de acceso y penetré en los archivos de la compañía. Piloté mi terminal hasta los archivos de diseño: quería conocer detalles de la organización de los robots. Las dimensiones de los planos eran enormes; la parte que yo conocía de antemano era apenas la punta del iceberg. Tenía que haber alguna forma de simplificación, pero ¿cual, si ya no había jerarquías?. ¿Cómo desconectar un circuito autónomo e independiente? ¿ Se puede convertir un círculo en un cuadrado? ¡¿Cómo?!. En un contravirus no se podía pensar, el sistema era demasiado complejo. ¿Cómo interrumpir el hipercrecimiento cancerígeno, esa mutación descontrolada que enloquecía a los robots?. El sistema abierto, descentralizado, no linear, cumplía lo que prometía: se comportaba como la naturaleza misma; un programa inatacable - así lo había calificado su creador. Cada elemento tenía su propio objetivo y propia energía. ¡La energía!, ese podía ser un buen comienzo. ¿Existía alguna forma de desconectar su energía?. "No, eso es un sueño: los robots tienen sus propias vías de suministro con las centrales nucleares - además de sistemas auxiliares". Habíamos diseñado unos buenos aparatos, podían extraer energía de cualquier toma casera. La autopropagación presenta sus propios problemas. Había que pensar en otra cosa. Sería necesario revisar todos los componentes, pero la empresa era gigantesca y no disponía de tiempo. Un momento- ¿el tiempo?. ¡Tiempo!. Por ahí puede haber una grieta, un suki: todos los robots llevaban un sistema de relojería atómica que les permitía coordinar las acciones.
Nervioso, volví corriendo a la biblioteca de silicio. A buen seguro , los datos serían difíciles de rastrear. La parte técnica del control del tiempo no contaba entre los departamentos fundamentales de proyecto. El desarrollo corrió a cargo de un equipo de expertos, entre los que se contaban varios suizos especializados en el tema. Después de varios extravíos pude dar al fin con el acceso a esa zona del diseño. El control horario estaba centralizado en la propia compañía, en el nivel cinco: el área restringida de la compañía. Bueno, era una posibilidad remota pero una posibilidad al fin y al cabo; había que intentarlo.
Saqué una copia de los planos y salí a toda velocidad hacia los ascensores. Los ascensores principales estaban sellados, así que tuve que utilizar mi tarjeta del consejo y descender al segundo nivel en el ascensor de emergencia.
Genética
La puerta del ascensor daba a una gran sala, de planta pentagonal. Las paredes estaban recubiertas por grandes pantallas a cuyos pies aparecían decenas de teclados de color. Las máquinas parecían funcionar solas. En las pantallas se movían formas misteriosas. Extrañas hélices que se abrían como rosas. Números brotando a gran velocidad. Reconstrucciones de tejidos. Mutaciones calculadas con mecánica estadística. Enfermedades etiquetadas. Codificación de los vicios. Identificación de las debilidades. Registros de almas. Mapas de la vida. Nomenklatura del porvenir.
Hechizado por aquellas imágenes caminé por un largo pasillo. Las paredes estaban forradas de una aleación de color plateado, tan brillante que dañaba los ojos. Incrustadas, como gemas en una roca, pude ver incontables cabinas forradas en cristal. En su interior unos brazos de titanio tomaban muestras de distintos animales: monos, ratas y otros pequeños mamíferos. Más adelante las cabinas se transformaban en acuarios, en los que pequeñas grúas mecánicas extraían pequeños peces. También se veían multitud de vidriosas jaulas de pájaros, cuyas alas eran seccionadas por unos discos de acero. El proceso poseía un automatismo tal que ya no se podía precisar si se trataba de biopsias o autopsias.
Al final del pasillo principal aparecía una gran puerta decorada con símbolos tribales de fuerza; debajo de los figuras pude leer una extraña inscripción: Biohazard. Manipulando el identificador conseguí abrir la pesada cancela, que daba entrada a un pequeña habitación, que servía de antesala a una cabina de descompresión. En unas vitrinas de cristal colgaban unos trajes plateados - a los que se añadía una máscara transparente. De los extraños objetos que se guardaban en paneles no se podría decir si eran armas o utensilios.
Me calcé uno de los monos de protección, cogí un pequeño lanza- arpones y proseguí mi camino. La puerta era similar a esas que se utilizan en los submarinos y daba paso a un pequeño túnel de apenas veinte metros. Unas luces violetas giraban en el techo. Una pantalla indicaba que debía abandonar el pasadizo antes de diez segundos. En ese instante se desplegaría el veneno y la radiación para sellar de nuevo el conducto. Avisado de las consecuencias empujé la portezuela y salí del túnel a gran velocidad.
Un musgo espeso recubría la cara exterior de la puerta - que se cerró automáticamente detrás de mí. El hangar tenía una luz extraña, artificial pero tamizada por algún tipo de velo orgánico. Una densa neblina empapaba todo la atmósfera. El techo se ocultaba tras un sfumato lechoso, blanquecino. El lugar parecía mudo, pero no era así. Por debajo del silencio se podía oír un murmullo estremecedor, inquietante
Enfrente de mí se alzaba un muro de maleza. Blandiendo el machete logré como un desesperado logré abrirme paso una zona más despejada. El murmullo iba en aumento y me servía de brújula. Correteos, lamentos, chillidos, gritos secos, alaridos... toda una orquesta demencial. El movimiento aumentaba por momentos, lanzado en pos del frenesí. Con una lluvia suave, caían pequeñas hojas marrones que apenas tocaban el suelo eran recogidas por ejércitos de incansables hormigas. Las enredaderas se movían por entre los árboles, como serpientes de hiedra. La savia que caí por las cortezas creaba nuevos órganos, similares a las antenas de los caracoles.
Más adelante la oscuridad aumentaba mientras la exuberancia disminuía. También la temperatura pareció descender un poco. Al acomodarse mis ojos a la oscuridad pude ver la razón de aquel enfriamiento: unos árboles gigantescos se alzaban ante mí como titánicas y orgullosas torres. Las gigantescas copas cegaban las alturas, ocultando así la luz cenital. Más cerca del tronco la vegetación disminuía, transformándose en una alfombra verde oscura. Aquí y allá se agrupaban un buen número de enormes setas decoradas en rabiosos colores: azul cielo, naranja, amarillo limón, rosa. Algunas eran tan grandes que podían albergar seres humanos bajo sus paraguas. Sus rugosidades tenían formas vagamente geométricas, fractales. Unas eran especialmente graciosas, regordetas, como una jarra panzuda. Las motitas de su caperuza parecían colocadas por un pintor impresionista.
A pesar de su gigantesco tamaño el árbol no parecía adulto. Su tronco todavía estaba verde y algunas venas parecían palpitar. Corté, por curiosidad, una pequeña rama que se doblaba cerca de mí. Su savia era líquida, de un verde nítido, y estaba caliente. Abrí mi casco por un instante: olía bien, a miel. Probé un poco de aquella sangre verde, su sabor era extraño, dulce y salado a la vez.
Más adelante, bordeando el tronco, que debía tener unos veinte metros de contorno, pude ver que una luz tintineaba a lo lejos. Al acercarme pude ver que se trataba de un pequeño claro del bosque, en el que se remansaba un pequeño lago. La luz cenital caía sobre el agua, dándole un extraño fulgor plateado.
¿Quién sabe que monstruos acechaban bajo las aguas?. Sin decidirme a entrar pase un rato en el borde contemplando mi rostro. "Dentro de la sagrada cerca ante la que me inclino deber haber un estanque de aguas claras. Cuando mi mente-luna se hace brillante veo su sombra reflejada en el agua".
Mientras contemplaba mi reflejo narcisista un extraño animal pasó volando ante mis ojos boquiabiertos: mitad rana, mitad ardilla, con alas verdes, plateadas, doradas, vestidas con arabescos de piel. Buceando dentro del lago aparecieron varias tortugas con caparazones de colores chillones. Creí recordar, en alguna parte oscura de mi mente, que los galápagos protegían al hombre en este tipo de remansos. Así que me sumergí en aquel lago enigmático. El agua estaba deliciosa - y era agradable no tener el traje puesto.
Al otro lado del lago, después de unos metros de maleza, se abría otro claro. Se oían unos cánticos extraños, sinfonías compuestos con alaridos. Oculto tras unos helechos traté de espiar a los cantores. Lo que vi me sobrecogió el corazón de tal manera que pensé que no volvería a latir. En el centro del claro crecían flores de formas exuberantes, intrincados diseños que iban más allá de toda imaginación. Los colores eran tan intensos que dolían. Las formas de los pétalos, la disposición de las campanillas..., todo estaba teñido de un eros salvaje y arrebatador. En el centro de esa masa floral se alzaba majestuosa una orquídea monumental. Sus negros pétalos aparecían atravesados por vetas del blanco más puro. Las formas brotaban como esculpidas en mármol , y sin embargo la escultura estaba viva. A los pies del ídolo floral - y esto es lo que me produjo un espanto quimérico- un grupo de monos gigantescos escenificaban extraños ritos paganos.
Todavía abrumado por la visión de aquella salvaje ceremonia rodeé silenciosamente el claro y continúe mi camino. A medida que avanza hacia el interior de la selva la escena se volvía más y más bizarra. La tierra se volvía viscosa, se hacía difícil caminar - en esas condiciones hubiera sido mejor deslizarse. Uno metros más allá el suelo se transformaba, de sólido a líquido. Del pantano se alzaban vapores de vida salvaje, de un hedor terrible. En el borde flotaba una pequeña canoa de color aluminio, pintada con extraños códigos. Solté las amarras de titanio y empujé la barca hacia el corazón de la ciénaga.
El líquido parecía burbujear. A cada lado surgían colas, tentáculos que aparecían y desaparecían sin descanso. Las hojas se disolvían nada más tocar el verde magma, que debía ser puro veneno de fuerza vital concentrada. Grandes bandadas de mosquitos talaban los árboles a ojos vista. Los troncos caían en pedazos que eran rápidamente rodeados por multitud de criaturas. Sobrecogido por el espanto navegué a través de aquella ciénaga, donde la alegría del nacimiento se mezclaba de manera inextricable con los dolores del parto. Las líneas entre la vida y la muerte se desdibujaban súbitamente en aquel pantano lleno de vértigo. Por fortuna, la canoa parecía intocable y aquel material y los símbolos pintados en su casco mantenían el peligro a distancia.
Nada más tocar tierra, la tensión vital pareció descender de nuevo. El bosque era ahora parecido al previo a la ciénaga; solo sus colores, más profundos, lo distinguían. El verde era más intenso, concentrado - una fosforescencia contenida, casi mate. A primera vista, por sus flores blancas, los árboles me parecieron descomunales cerezos, pero cuando estuve más cerca pude comprobar mi error. De las ramas colgaban unos frutos exóticos, como enormes membrillos de colores, que se iluminaban de forma intermitente - semejantes a los oscillae que se cuelgan de los árboles en ciertas festividades mediterráneas. Las luces daban al interior del bosque una atmósfera mágica, se apagan y encendían a distintos ritmos, componiendo seductoras coreografías.
Uno de los frutos, el más cercano a mí, comenzó a parpadear a gran velocidad, aumentado las pulsaciones hasta conseguir un ritmo tan elevado que la imagen quedaba fijada en la retina. Entonces, el farolillo explotó derramando un líquido de un color azul de un brillo especial - como el que tendría la sangre azul. Del interior cayó un fruto viscoso, pero antes de tocar el suelo el membrillo remontó el vuelo. En el instante de abrir las alas multitud de gotas de sangre azul brillante salieron despedidas formando un prodigioso abanico de colores. Como siguiendo unas resonancias magnéticas, las alas de aquella mariposa se iluminaban según las pulsaciones del propio movimiento, creando bellos haces de luz en la oscuridad - parecidos a los que se forman cuando agitamos un cigarro en la noche. Revoleteando en arabescos de luz fosforescente la mariposa vino a posarme a una rama cercana, en donde crecían unas flores surrealistas. El insecto era gigantesco - como de unos treinta centímetros. Sus alas parecían hechas de cristal líquido y los dibujos impresos cambiaban una y otra vez a medida que el animal succionaba el polen.
Pasmado por aquella maravilla de la naturaleza proseguí mi camino hacia el interior. En las zonas más profundas de aquella selva genética la materia sobrepasaba a la fantasía más extravagante. La atmósfera misma parecía vibrar - temblor seguramente debido por las alteraciones producidas por aquellos salvajes cruces entre reinos naturales. El nuevo arte de la vida operaba en terrenos situados más allá de la razón.
El paisaje producía en el espectador un efecto abigarrado, fractal. Por un desfiladero de rocas plásticas vi pasar un ejército de hormigas metálicas- formadas en columnas de a cuatro. Las hormigas eran de un tamaño inquietante - su longitud oscilaba en torno al metro. El desfiladero daba a un circo de piedra en cuyo centro se erguía un obelisco que lanzaba chispas.
Temeroso de que las hormigas me localizasen con sus antenas de fibra de carbono, bordeé el anfiteatro de piedra. El sendero estaba flanqueado por árboles con incrustaciones metálicas. Sobre un tronco calcinado descansaba un animal insólito. Su figura era semejante a la de un camaleón, pero su piel adoptaba distintas texturas según el fondo sobre el que se moviese. Sus escamas se volvían pétreas si caminaba por una roca; si se subía a un árbol su cola se tornaba rígida, de madera - y así con todos los elementos.
Mareado por aquella orgía de la materia a duras penas conseguí llegar hasta el otro extremo de la olla. Allí, empotrada en un grueso muro de cristal negro estaba la puerta de salida de la tecnoselva. La abrí con mi tarjeta y penetré con gran rapidez en el interior- estaba agotado de tanta vitalidad.
Al final del pasillo de desinfección aparecía una puerta que daba al laboratorio criogenético. Al igual que en las salas precedentes no se veía rastro alguno de seres humanos. "No hay nadie, todo el mundo ha desaparecido". El interior de aquel laboratorio parecía la atmósfera de un mundo lunar, sin vida. La luz fluorescente, los revestimientos metálicos, el acero, el vidrio. ¿Que clase de seres podría vivir en aquellas cámaras? ¿ aliens ?.
Después de recorrer varias naves me encontré de repente en las zonas de máxima restricción. Por mera curiosidad, pues lo que yo andaba buscando no podía estar en el nivel genético, penetré en una de las habitaciones. Pasé mi mano por el panel de luces y la sala se iluminó con un fulgor espectral, cadavérico. Por un instante se me detuvo el corazón: varios cuerpos humanos -¡cuerpos humanos! - flotaban suspendidos dentro de unos tanques de líquido azul. Todavía pálido pero ya recuperado del susto, me acerqué a observar de cerca aquellos seres. Por sus rasgos de extrema perfección deduje' que eran diseños genéticos: ¿pero como se habían desarrollado? ¿Y porqué estaban ahí dentro? ¿Qué clase de clonación era aquella?.
En uno de los tanques flotaba una hermosa joven. Un tipo de mujer nueva, sin precedentes históricos - recordaba vagamente a los bocetos de cómics de la década de los ochenta. Un cuerpo estilizado, pero dotado de una potente musculatura. Su dibujo primordial estaba a medio camino entre la curva y la recta. Las formas habían sido esculpidas con gran refinamiento - se notaba la mano del artista. La piel lucía extremadamente tensa, elástica. El conjunto mostraba una gran dynamis. Este efecto energético resultaba algo desconcertante al principio pero no cabía dudar de su extrema, radical belleza. Solo uno de sus rasgos permanecía arcaico: allí, flotando en el líquido azul, debajo de unos ojos dulcemente entornados, brillaba una sonrisa misteriosa, dionísiaca. Una de esas expresiones joviales de las estatuas griegas, donde se con-funden superficie y profundidad.
Pasé la mano por delante del panel de control. La pantalla indicaba que le faltaban apenas horas para terminar el proceso. "Tal vez pueda sacarla del tanque, ¿pero como?". No tenía ni la más remota idea del funcionamiento de aquellas incubadoras. Habría un método a seguir y yo lo desconocía. No podía desecharse la posibilidad de que las últimas horas fuesen decisivas - como en el parto clásico. Por otra parte, a aquel lugar le quedaban pocas horas para ser arrasado por mis queridos robots, así que de cualquier modo moriría - si es que se puede morir sin haber salido jamás del tanque...
Pero no solo habría que tener en cuenta los problemas técnicos. El asunto planteaba dilemas enormes, físicos y metafísicos. ¿Que derecho tenía él de traer a la vida a aquella mujer a aquel horrible mundo de máquinas y robots asesinos? ¿Qué deber?. ¿ Sacarla de aquel útero tecnológico, acaso no era un crimen horrendo?. Por otro lado, para que si no había sido creada aquella diosa sino para disfrutar 'los gozos y las sombras' de la vida. Así pues, corrí al pasillo a por un hacha y rompió el tanque de cristal de un machetazo. El cuerpo tenía un cable enganchado a la médula; pulse el botón y la desconecté.
La chica abrió los ojos. "Y tú, ¿Quién eres?" - preguntó como saliendo bruscamente de un mal sueño.
- Hola, soy Noel, trabajo aquí.
- Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?.
- Verás, tenemos algunos problemillas. No sé exactamente que eres y mucho menos como diablos eres capaz de hablar, pero lo cierto es que estabas metida dentro de ese tanque. Quiero informarte cuanto antes de dos cosas fundamentales. Una: que unos robots descocados, diseñados por un servidor aquí presente, están destruyendo esta puta ciudad. Dos: Te he sacado del tanque antes de tiempo y no sé si eso te traerá consecuencias desagradables. En cualquier caso nos quedan pocas horas a los dos, así que evitemos todo tipo de rencores y malos rollos. En pocas palabras, que te he sacado de tu dulce sueño para meterte en la boca del lobo. Si quieres matarme ahora mismo, estás en tu pleno derecho.
La chica se me quedó mirando con esa sonrisa griega; imagen que ejercía un efecto ligeramente hipnótico – con suma dejadez hubiera dado un brazo por saber lo que pasaba por su mente en aquellos instantes. Finalmente, sonrió de forma más pronunciada y dijo algo que me dejó aún más pasmado de lo que ya estaba:
- ¿ No fue Aquiles, el de los pies ligeros, el que dijo que prefería vivir como siervo en la tierra que no como rey en el Hades?. Por cierto, hablando del submundo, ¿no tienes frío?.
Las gotas de su vestido plástico se estaban cristalizando.
- Rápido, el líquido se esta coagulando. Tienes que quitarte el traje.
Con la inocencia que otorga la belleza suprema la geisha se desnudó.
- Creo que voy a desmayarme.
- No, no, manténte despierta, vamos, no te duermas.
Entonces se me ocurrió una idea un tanto disparatada: Me desnudé a toda prisa y me abracé, casi con furia, a la chica. Así estuvimos un rato, frotándonos con violencia. Poco a poco el cuerpo de la chica pareció entrar en calor y los cristales de hielo fueron desapareciendo.
- Creo que ya puedes dejarlo - dijo entre risas. Tal vez me había excedido en mis atribuciones como socorrista.
Seguramente avergonzado me levanté a toda prisa y salí corriendo a buscar algo con que taparla. En un almacén adyacente, que me pareció una sala de autopsias, pude encontrar una sábana. Ya vestidos de nuevo, yo con mi uniforme y ella con la improvisada túnica puesta a modo de peplo, fuimos a sentarnos un momento; yo encima de los controles, ella en el sillón de controlador. Por lo que contaba - o ya por el mero hecho de que lo contaba - los ingenieros habían conseguido, 'solo dios sabe como', insertarle una especie de memoria de diseño.
- Lo último que recuerdo era que vivía en un templo, donde me enseñaban a ser sacerdotisa de Venus.
¿Diseñamos geishas en nuestros laboratorios? ¿Cómo es posible? - pensé por un instante. Entonces recordé una vieja conversación al pie de una viña: "no puede ser, es una locura", " pero recuerda, estúpido, nada es imposible". ¿Cómo demonios se las habían arreglado los ingenieros para enseñarle a hablar?. En aquellos laboratorios habían ido más lejos de lo que uno podía imaginar. Una cosa era fabricar robots con cierta inteligencia artificial, otra muy distinta crear cortesanas a medida: eso se transformaba entonces en una metamorfosis de la esclavitud a-la postmoderniste.
- En fin, será mejor que de momento nos dejemos de historias. El plan es sencillo: localizar, si la hay, la fuente central de energía y control que dirige a los robots. Tenemos que recorrer todo el complejo hasta encontrar el origen del problema. Una vez situado el objetivo pasaremos a la siguiente fase, que es desconectarlo. ¿Entendido?.
- Espera un momento. ¿No me has dicho antes que diseñaste los robots tu mismo?
- Bueno, sí, en parte.
- Y por que nos los desmontas otra vez.
- No sé como hacerlo.
- ¡Ah, bon!
- ¿Nos ponemos en marcha?
- Señor, sí, señor - contestó Helena, con una sonrisa burlona.
- De acuerdo, entonces cojamos ese ascensor y bajemos al tercer nivel.
I.A. / Realidad Virtual
La salida del ascensor daba a un pequeño vestíbulo que comunicaba entre sí varias salas. En ellas se veían todo tipo de pequeños estudios: fotografía, cine. Penetramos en el salón central. En las mesas se veían dibujos de todo tipo que eran continuamente scaneados por unos brazos móviles que disponían de cámaras en su extremo.
- Aquí donde diseñan las tarjetas de RV.
- ¿RV?- preguntó Helena.
- Sí, Realidad Virtual. Es como los sueños pero en vivo.
- ¿Y para querrían algo semejante, si ya tenemos los sueños?.
"La pregunta no es mala" - pensé para mis adentros.
- Vamos, tenemos que seguir buscando.
Más adelante, al final de los departamentos, llegamos a una pequeña sala, donde brillaba unos paneles azules y verdes, con dos sillones de plástico, anatómicos.
- Mira, es el Luminar.
- ¿El Luminar?- volvió a preguntar Helena.
- Sí, es una tarjeta nueva. He oído a algún ingeniero hablar de ella pero pensé que todavía estaba en fase de preparación. Es un nuevo tipo de juego, se adapta al jugador. Esta basado en la historia - es como si jugases dentro de ella. Creo que la idea original proviene de un extravagante historiador de principios de siglo, un tal Vigo. Mira, en la pantalla aparece una referencia:
"Poemas y batallas, las fiestas de Isis y Cibeles y la misa católica, los altos hornos y los combates de gladiadores, los derviches y los darwinistas, los ferrocarriles y las vías romanas, el 'progreso' y el nirvana, los periódicos, los esclavos, el dinero, las máquinas, todo en la imagen cósmica del pasado es, por igual, signo y símbolo, que un alma se representa con significación. 'Todo lo transitorio es un símbolo'. Hay aquí soluciones y perspectivas que nunca han sido vislumbradas. Acláranse ahora muchas cuestiones obscuras que constituyen la base de los más profundos sentimientos humanos: el terror y el anhelo; cuestiones que el afán de comprender ha disfrazado con los nombres de problema del tiempo, de la necesidad, del espacio, del amor, de la muerte, de las causas primeras. Hay una música inaudita de las esferas que quiere ser oída y que oirán algunos de nuestros más profundos espíritus".
- Este es el único ordenador al que tenemos acceso, tendremos que jugar. Tal vez desde este puesto de mando encontremos el centro de poder.
- ¿No me pasará nada? - preguntó Helena, un tanto asustada.
- No, no hay nada que temer, es solo un juego, un sueño.
- Pero los sueños también son peligrosos.
- No te preocupes, no te pasará nada, confía en mí.
- Está bien, confiaré en ti: no hay nadie más en quien hacerlo – contestó con una sonrisa aderezada con una leve pincelada de ironía.
Rápidamente nos colocamos el traje especial del juego. Ya tumbados en los sillones, coloqué mi dedo encima del botón de inicio.
- ¿Preparada?
- Señor, sí, señor - por lo visto, la chica tenía vetas de sarcasmo; "tendencias tendenciosas". La miré de nuevo, tratando de recordar su bella expresión antes de perderme en el torbellino del juego. Play.
El Luminar
El impacto inicial es como una explosión en el interior de la mente. De repente, ante tus ojos, se abre un nuevo universo, con una atmósfera propia. Las visiones se suceden a un ritmo de vértigo. La afluencia de imágenes disipa la noción de conciencia. Recuerdo que pensé: "los diseñadores han olvidado incluir el espejo en los diseños de las estancias".
En el espacio de un juego de The Dream no rigen las habituales leyes físicas. El comienzo del Luminar es siempre una habitación blanca. De la niebla comenzaron a brotar cosas, ideas, objetos, productos...
De repente la habitación vibro en medio de relámpagos verdes. Sentí un frescor en la cara, una bocanada de aire frío y antiguo. Estaba bajo un gran árbol, en medio del bosque. La atmósfera, los objetos, los olores... todo poseía una textura extraña, ligeramente distinta a la realidad. Si uno giraba rápidamente la vista podía ver resonancias de la matriz de puntos. El bosque comenzó a iluminarse con una claridad ensoñadora. Miré hacia arriba, de entre las copas se filtraban unas bolitas brillantes: enormes copos de material radiante. Me coloqué debajo de la fuente de claridad y extendí las manos. Las pompas de luz desaparecían al contacto con mis manos, sin tocarlas apenas. Algunas caían sobre mí pelo y desaparecían con un estallido en miniatura - como el ruido de un beso.
Entonces el entorno comenzó a vibrar. Del suelo salían máquinas de discos con formas de amanitas. Otras tenían forma de pequeñas casitas de caramelo. De su interior salían pitufos de colores chillones. Algunos parecían pinochos diseñados cibernéticamente y otros eran más panzudos. Se reían de forma maliciosa y sus miradas tenían algo de inquietante. Algunos estaban montados sobre las setas y las tocaban con unos palos, como si fueran xilófonos. La música que sonaba era extraña, tribal pero tecnológica. Sus movimientos me divertían pero sus bromas me causaban un cierto temor. Continuamente me hacían caer, poniéndose a mis espaldas, o me lanzaban pequeños pompones amarillos que estallaban en polvos picapica. Así que me acerqué a un de las setas con forma de Disco y busqué algún tema con el que distraerles - a los gnomos hay que combatirlos con sus propios medios. Por suerte pude encontrar un 'conjuro especial'. Cogí la banda sonora de Marco y le di al play. La triste melodía parecía afectarles, pues vi que se derretían entre lágrimas. Aprovechando su ánimo melancólico puse los pies en polvorosa y no miré atrás.
Desde el bosque llegué hasta un palacio, situado al borde un lago. Las paredes estaban recubiertos de figuras entrelazadas. Círculos, espirales, arabescos. Después los tonos se hicieron más intensos. Rojos brillantes y lascivos, amarillos solares, naranjas intensos como jamás los había visto en mi vida. Poco a poco los rojos se iban enfriando, pasando a magentas más serenos, y después a un azul fascinante. Ese azul tan característico de la tecnología, sedoso, frió y profundo. Ese azul submarino e hipnótico.
El azul se fundió al negro. Y de la oscuridad comenzaron a brotar de nuevo pequeños chispazos. Los haces de luz copulaban unos con otros formando figuras geométricas que cambiaban en explosiones matemáticas. Las formas iban ganando en complejidad, desde sencillos cuadrados y triángulos a polígonos complejos para terminar en formas cristalográficas.
Luego los cristales se desbordaron en formas fractales. Los racimos se expandían hasta el infinito, una sola forma se multiplicaba en combinaciones interminables a cuál más exuberante. Un mundo mágico compuesto a base de forma, azar y dimensión.
Finalmente el tráfago de imágenes comenzó a serenarse un poco. Entonces apareció la visión de un reloj de arena. Sobre el desierto veía a un hombre que era tragado por el remolino del tiempo. Entonces la tapa inferior del reloj se abrió y la arena cayó sobre mí como en una tormenta de polvo...
Cuando se disipo un poco la tormenta de arena pude ver donde me encontraba: estaba en un desierto, pero en todo caso no era un desierto común. La arena era más oscura que habitualmente. Estaba ligeramente húmeda, compacta, pero fragmenta, cuarteada, como un viejo pergamino de cuero. No hacía frío ni calor pero la atmósfera era desapacible, como si estuviese enferma. De entre la arena marrón brotaban árboles tenebrosos, de cuyas ramas colgaban derretidos varios relojes de bolsillo - como los que aparecen en los cuadros de Dalí. Las manecillas parecían fabricadas con plastilina y colgaban lánguidas sobre el seis.
Seguí caminado por aquel desierto bajo aquel sol que no daba calor, pero que asfixiaba igualmente. Aquella luz no poseía vida propia, su monotonía enervaba el espíritu y sublevaba mi alma. Gracias a los dioses el crepúsculo llegó pronto y ahora los tonos rojos me reconfortaban y me abrían el apetito. Sobre un pequeño montículo pude ver varias latas de carne en conserva. No sé cuanto llevaban allí aquellas latas pero el hambre fue superior a mis prejuicios. Sin darme cuenta, mientras devoraba las latas, la noche había caído sobre el desierto. La luna estaba llena pero su luz era mortecina, monótona. Apenas había viento y el mismo silencio era inquietante.
Entonces un siniestro alarido cortó la noche en dos. El sonido se fue apagando para terminar en una gran explosión de luz roja. A esa primera bengala siguieron muchas otras, y a las bengalas una lluvia de bombas. De pronto todo el desierto pareció cobrar vida. Del suelo surgían voces y gritos nerviosos en diversos idiomas que no alcanzaba a comprender. Al resplandor de las bengalas pude ver los cascos de los soldados, correteando por el suelo como topos de metal.
El teatro de operaciones se iluminaba fugazmente en resplandores de magnesio mientras los gritos de dolor se mezclaban con los gruñidos y siseos de las bombas. Apoyado contra unos sacos, contemplaba toda la escena, hipnotizado por el cruento espectáculo. Era extraño, porque no sentía miedo en medio de aquella horrible destrucción. Entonces una bengala iluminó mi posición y pude ver que mi traje había cambiado: ahora portaba un uniforme gris.
Temeroso de que los francotiradores enemigos me hubiesen localizado decidí internarme en las galerías. Allí me uní a una pequeña tropa de asalto que pasaba a mi lado. En las trincheras reinaba la oscuridad - solo algunas antorchas marcaban los cruces de caminos. Los hombres se atropellaban unas a otros en el caos de los túneles, y muy a menudo podía oír los espantosos aullidos de los heridos al ser pisoteados. Nos movíamos de forma confusa, las ordenes no llegaban con precisión por el ruido continuo del fuego. Entonces un proyectil de gran tamaño cayó justo delante de nosotros. Algunos de los muchachos salieron volando despedidos mientras que otros quedaban sepultados entre los amasijos de barro y paja de las trincheras. Al pasar al lado de la explosión pude ver algunos brazos que sobresalían de la arena. A lo largo de toda la línea se podían oír los gritos de dolor, mezclados con las explosiones. La Muerte salía de caza. En un arrebato, nuestro jefe de tropa saltó fuera de la trinchera con una granada en la mano, gritándonos para que le siguiéramos. Los pocos supervivientes le secundaron entre gritos de rabia y alegría.
Empujado por la excitación salté de la trinchera y traté de seguir a la pequeña tropa de asalto mientras el fuego de la artillería enemiga se incrementaba hasta el horror. De los cielos caían tempestades de acero - como en una maldición divina. Las shrapnel abrían surtidores de tierra por doquier y la misma tierra parecía viva, retorciéndose en espasmos de parto. El ruido era cegador. La atroz vibración de las ondas expansivas comenzó a alterar el estado habitual de mi conciencia. Me atacó, de manera súbita, una extraña embriaguez. Preso de la locura de la guerra caminé sin rumbo por aquel paraje inhóspito, sin control alguno sobre mi ser. A veces me paraba en un sitio a leer una carta que un soldado agarraba con la tenacidad de un rigor mortis enamorado, o buscaba una botella de cognac en la mochila de algún camarada muerto, o me bien de arrodillaba a contemplar una flor. Lo último que recuerdo en ese estado fue la convulsión de risas que me tiró al suelo cuando vi como uno de los nuestros perseguía a un conejo con unas granadas. La irrisoria catarsis me había despejado y poco después pude volver a la lucha.
Mientras me recuperaba las tropas debían haberse movido con gran rapidez, pues ya no veía a ninguno de mis compañeros. Con unas ganas locas de entrar en acción, eché a correr a gran velocidad entre las excavaciones de la destrucción. En uno de los cráteres me topé con un francés escondido detrás de su mantón, sin pensar saqué mi pistola y apunté a su cabeza. Pero el francés, en lugar de sacar su arma, extendió las manos con gran dificultad y las junto formando un cuenco, mientras con un hilo de voz me decía: "l´eau, l´eau". Pude ver entonces que un charco de sangre se escapaba por debajo de su mantón a la altura del estómago; le habían agujereado el vientre; una herida fatal. Guardé mi pistola y corrí a buscar alguna cantimplora. En un volcán vecino encontré una - la portaba un joven guerrero que acostado reposaba con un balazo en la sien; su expresión era serena, como la de un soñador feliz. Cogí la cantimplora y caminé de vuelta al cráter del sediento. Me acerqué de nuevo al moribundo y le di de beber. Con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa deformada por el dolor pareció darme las gracias; luego se cubrió el rostro con el abrigo – no quería saber más.
El encuentro con el moribundo enfrió por un instante mi borrachera y pude recobrar un poco el dominio sobre mi persona. Subí a un puesto de observación y traté de divisar la zona de lucha - con el objeto de orientarme. Ya casi era de día, la aurora bañaba los cuerpos ensangrentados. Avance unos centenares de metros hasta la zona donde el fuego era más intenso. Dentro del círculo de fuego apenas se oían los gritos de los soldados, el ruido atronador de las bombas era la única voz que reinaba en aquel infierno. La tierra removida filtraba el aire como un tamiz de tela gris. Miré a mi alrededor, por doquier aparecían cuerpos caídos, sin vida. Enmarcadas en charcos de sangre fresca, brillante carmesí, refulgían medals of the congress, pour le merite... Hasta aquí solo habían llegado los mejores. Franceses de rostro orgulloso: gallos de pelea. Bellos italianos. Jóvenes americanos con rasgos republicanos, de facciones bien esculpidas. Escoceses de rodillas poderosas. Ingleses con la expresión contenida aún después de muertos. Alemanes con cara de niño, apenas unos críos, con trajes tan abultados que parecían horrendos pijamas infantiles de color gris.
La visión de aquellos jóvenes héroes me conmovió de tal modo que no pude retener las lágrimas, que amargas y desesperadas recorrían mi piel; arrastraban el polvo de mi rostro y caían negras al suelo. Un dolor inaudito me atravesó el corazón. ¡Que inmenso desperdicio! ¡Qué atentado contra la vida era toda aquella locura sangrienta!. Aquellos jóvenes hubieran amado con pasión a las mujeres; hubieran escrito versos intensos, llenos de vida; hubieran capitaneado intrépidos los barcos más audaces; se habrían lanzado impetuosos en los brazos de la vida, dispuestos a disfrutarla hasta el último de sus átomos, y en cambio, yacían ahora en medio del barro, como vulgares perros rabiosos.
Devorado por la sed de venganza y el ansía de matar miré hacia las líneas enemigas. Delante de mi se extendía la death zone: aquel terrible abismo que se tragaba a los hombres y los vomitaba muertos, triturados por un molino de hierro. Nadie, ni siquiera los mejores, podía traspasar aquella línea mortal. Ningún grado de cultura, de pasión, de valor, por grande que fuera, podía atravesar aquel muro infernal que escupía un horrible fuego metálico. No existía conjuro alguno capaz de rechazar aquel maligno sortilegio. La consciencia de aquella verdad de acero me arrancaba lágrimas amargas, llenas de impotencia.
Mientras daba vueltas tratando de encontrar la forma de llegar hasta las posiciones enemigas una bomba pintada con mi nombre vino a caer a mi espalda. Un surtidor de tierra y metralla me elevó hasta otro cráter; caí rodando por la pequeña ladera y me quedé tumbado en su interior. Tuve la segura sensación de que la vida se me iba y miré al cielo. Y fue extraño, porque era de una azul intenso, majestuoso. Así estuve un buen rato hasta que una pequeña nube cruzó el mar celeste. Sólo entonces supe que seguía vivo. Más tranquilo que antes de la explosión, me levanté y caminé con la horrible serenidad de la desesperación, con la desinvolture de quien ya sabe que su suerte esta echada.
Como un sonámbulo, deambulé por entre las columnas de tierra pulverizada, guiándome por símbolos fugaces que veía por el suelo. Un puñal, una tabaquera de plata, un anillo, una pequeña cruz toscamente fabricada con dos palitos... Poco a poco, la tempestad fue quedando atrás. Pero lo que venía a continuación era todavía peor: los cráteres rebosaban de gases amarillos, malignas exhalaciones de ciénaga. Por suerte, llevaba mi máscara en la mochila y la explosión no la había afectado. Me la puse y camine por entre los lagos de tinieblas; apenas se veía nada y tenía que guiarme por el tacto. De tanto en tanto tropezaba y caía sobre los cuerpos de los camaradas, ya en descomposición.
Por fin, después de mortales esfuerzos, abandoné los pozos de gas. Entre las líneas enemigas y mi ataque final ya solo restaban las alambradas. Mientras caminaba por entre las sombras amarillas el cielo se había cubierto de nubes, el campo de lucha estaba de nuevo en la penumbra. Aproveché la oscuridad para deslizarme a través de las alambradas, cortándolas con mis tenazillas de campaña.
Después de algunos desgarrones conseguí superar la última barrera de espinas. A buen seguro el enemigo no sospecharía de mi presencia; podía aprovechar la sorpresa para sembrar la confusión y el terror tras las líneas enemigas. Desenfundé de nuevo mi pistola, dispuesto a tomarme la revancha llevándome conmigo, al otro barrio, a cuatro o cinco soldados adversarios. En sigilo, me introduje en una de sus trincheras de vanguardia. Las galerías estaban mudas, el silencio me escamaba. Los vigilantes no estaban en su puesto - tal vez se hubieran retirado a causa del fuego de nuestra artillería. Seguí avanzando por los túneles, ocultándome en cada recodo, dispuesto a precipitarme sobre el primero que se cruzara en mi camino, pero nadie aparecía...
Al cabo de unas horas, desconcertado, comprobé efectivamente que los túneles estaban totalmente desiertos. El enemigo había huido y seguramente nuestro mando no estaba informado de aquella retirada. Tenía que tratar de comunicarme con los míos, así que busqué alguna radio en las galerías interiores - pero los dos únicos aparatos que pude encontrar estaban inutilizados por nuestra metralla.
Dispuesto a notificar la retirada a cualquier precio decidí seguir avanzado con la esperanza de encontrar alguna radio en buen estado. Llegué al final de las trincheras y salí al exterior. Afuera ya estaba oscureciendo, y la luz crepuscular, al atravesar las negras nubes, daba al paisaje un tono cadavérico, fantasmal. Los caballos yacían en el suelo, decapitados, con las tripas reventadas en mil pedazos. Entre los restos de carne se veían bicicletas deformes, con los tubos retorcidos por las ondas expansivas.
Más adelante aparecían los restos de lo que alguna vez debió ser un pueblo. Las paredes estaban agujereadas y en su interior ardían pequeñas fogatas - cual capillas improvisadas. De repente, empezó a llover con fuerza, como si la atmósfera hubiese reventado de pura presión. Me refugié en una de las casas arruinadas. En las habitaciones reposaban esos objetos tan banales que se nos hacen preciosos únicamente al final, cuando aparece el contraste del horror. Un oso de peluche con la cabeza decapitada, cartas de amor a medio escribir, cuencos de barro destrozados por la onda expansiva. Seguramente los dueños habían huido de manera precipitada. Una vida sencilla y hermosa destruida de la noche a la mañana, como en una pesadilla. La visión de toda aquella destrucción me sofocó de tal forma que, a pesar de la lluvia, tuve que salir al exterior. Las gotas eran frías y me golpeaban sin piedad, como los latigazos de una conciencia inmisericorde. El sabor de la lluvia era metálico, repulsivo, ácido. Robé un abrigo en una de las casas del pueblo y continué mi marcha.
A medida que atravesaba la pequeña ciudad pude ver que la destrucción iba en aumento; nuestra artillería se había centrado en aquella zona - tal vez fuera un punto vital, pero nada visible lo confirmaba. En uno de los pocos muros que quedaban en pie pude marcas de disparos a la misma altura, rodeados por una borla de sangre reseca. El muro de los fusilamientos.
Finalmente el paisaje entero se desmoronaba entre fragmentos de hormigón armado. Arboles-fantasma de acero derretido. Cadáveres y más cadáveres de máquinas y hombres fundidos en una orgía de destrucción matemáticamente anárquica. El aire se hacía más irrespirable a cada paso, repleto de olores metálicos, malos de raíz.
Atravesando una nueva empalizada de metal llegué a lo que, a primera vista, me pareció un campamento militar. Mi sangre volvía a removerse: por fin podría batirme con el enemigo. Pero los barracones estaban desiertos.
En el centro del campamento se alzaban unas grandes naves rectangulares. Empujando el portón metálico me introduje con cautela en el gran almacén - con la esperanza de encontrar algún ser humano con el que luchar a muerte.
En el interior de la nave se veían numerosos dispositivos mecánicos, ensamblados de forma lineal para la producción seriada. Encima de las mesas se podían ver todavía multitud de piezas y armas a medio ensamblar. Estaba dentro de una fábrica de armamento. "Pero, dime hermano, ¿donde están los trabajadores? ¿Han huido, o los han traslado?". "Están en la otra parte" Todo era extraño, inquietante, lógicamente irreal.
Al salir por la puerta trasera de la fábrica pude ver donde habían traslado a los trabajadores; el destino final de aquel horripilante golgota ferroviario. A escaso metros de la factoría del miedo se levantaban dos torretas que salían del techo de un gigantesco crematorio. En medio de una salvaje arcada lo comprendí todo... Me apoyé en la pared de aquel cementerio de hormigón mientras vomitaba la ración del ejercito. Lo más aterrador de todo aquello era que el lugar no tenía nada de particular, podría haber pasado por un centro de producción más. No se veía rasgo diabólico alguno; la mecanización de la muerte, abstracta, higiénica - y limpia. No se podía caer más bajo, era el cero absoluto.
Sentí un deseo irrefrenable de salir de aquel maldito sitio; la visión de todo aquello amenazaba con llevarme a la locura. En medio de grandes desvaríos y medio ciego por el horror, salí de allí como pude, tropezando con las máquinas, arrastrándome por entre las cadenas de montaje. Nada más salir de la fábrica me puse de pie y no paré de correr hasta encontrarme fuera de aquel desolladero infernal.
Todavía con el corazón agitado seguí caminando hasta llegar a los pies de una colina. Por entre las zarzas corría un diminuto riachuelo. Abrasado por una sed mortal me lancé de cabeza al agua. En el justo instante en que mis labios iban a tocar la corriente pude ver en el fondo del riachuelo algo que me produjo un sobresalto: el suelo estaba lleno de peces muertos con los ojos en blanco. Espantado, me aparte del reguero. Miré a mi alrededor, un ibis permanecía allí, de pie, como una estatua griega - sin acercarse al agua: 'contaminada'. Desencajado por la sed seguí caminando en busca de alguna fuente virgen.
Detrás de la loma reposaban los restos de otro pequeño pueblo. Las casas parecían aquejadas de una extraña enfermedad. Las ventanas estaban hechas añicos y las paredes sufrían un proceso de descomposición - parecían cuarteadas, como viejos pergaminos. No se veía señal alguna de sus habitantes, tampoco del enemigo, aunque en mi situación mental seguramente ya no reconoceria la diferencia. En la margen izquierda de la avenida central, en una de las manzanas laterales, se abría un pequeño jardín infantil con toboganes y columpios. La presencia de un lugar destinado a los niños en aquel pueblo fantasma resultaba chocante; anacrónica, absurda.
Los columpios aparecían petrificados, como en una fotografía. Me acercaba a unos de aquellos juguetes cuando vi algo que terminó por derrumbarme. Sobre el caballo del pequeño carrusel todavía se podían ver las huellas calcinadas de unas manos. Las sombras de los niños aparecían impresas a fuego en los bancos y paredes del parque. Se habían volatilizado y de ellos no quedaba más que una sombra. El último hombre es el espectro.
Al final del pueblo la desolación aumentaba hasta sus últimas etapas. Arboles de grafito y titanio. Expresionismo abstracto en acero y cristal. Algunos edificios estaban derretidos, otros descompuestos; madera carcomida. La mayoría no eran otra cosa que esqueletos de hogares. Todo el paisaje parecía sin vida. La atmósfera era sofocante, espantosa. Nada había sobrevivido a la destrucción excepto la destrucción misma. Algo más horrible que la peste había asolado aquellos páramos sin vida; paisajes surgidos de la mano de algún Bosco post-nuclear.
Abrumado por aquel espacio sin tiempo apenas me di cuenta que oscurecía de nuevo. La luz de la luna, tamizada por las nubes, bañaba la superficie con un tono gris azulado. La atmósfera parecía en suspenso, detenida en una quietud lunar - con sus volcanes sin vida y la tierra destripada por las granadas. La muerte se había apoderado de aquel rincón del mundo. El silencio mismo parecía estar totalmente muerto. ¿Donde demonios estaba el enemigo? ¿Acaso se había ocultado en alguna madriguera, el muy cobarde?
Más allá del pueblo se levantaba una montaña de roca, que por las señales que todavía se podían ver, debió albergar una antigua cantera. Supuse que el oponente se había parapetado tras aquella elevación. En un último esfuerzo me lancé a escalar aquellos acantilados de mármol. Las afiladas rocas me producían cortes en las manos, pero la sangre ya no me importaba. Traté de no pensar en el dolor y concentré mis esfuerzos en ir subiendo palmo a palmo, piedra a piedra. Al cabo de lo que me pareció una eternidad, fatalmente extenuado, logre alcanzar la cima. Todavía de rodillas, respiré el aire de la montaña, que me infundió nuevas fuerzas. Lo había logrado, ahora me encontraría, al fin, con el enemigo: resolveríamos todo aquella locura de una vez por todas, a vida o muerte.
Pero lo que allí vi quebró los pocos arrestos que me quedaban, echándome en los brazos de la desesperación: no había tal enemigo. Ante mí se extendía un cementerio descomunal, que abarcaba todo el horizonte. Las hileras de blancas tumbas, exactamente iguales, se perdían en el infinito. Aquella inmensidad de mármol generó en mi interior una horrible soledad. Busqué entre los sepulcros por si podía encontrar el nombre de algún camarada, la compañía de algún conocido mas - para mi desolación - ninguno de los nichos tenía nombre; no tenía amigos en aquel campo santo. En las lápidas sólo aparecían algunas fechas - y en algunas también una vieja inscripción: RIP, y ogtras cuyos signficado se me escapaban; pero ningún nombre. Extenuado, decidí buscar un lugar en el que descansar. Vagaba por aquel mar de sepulturas, buscando algún pedazo de césped en el que tumbarme, cuando vi algo que me fulminó el corazón con la fuerza de un rayo. Una de las tumbas estaba abierta y en su lápida, grabado a cincel, aparecía mi nombre.
Me quedé inmovil, petrificado ante aquella imagen de mi propio final. Mientras permanecía de pie, inmóvil, el aire comenzó a agitarse. Las hojas podridas danzaban en remolinos alrededor de las tumbas. El viento soplaba entre las lápidas formando un murmullo, que crecia poco a poco hasta convertirse en una fantasmagórica sinfonía. A lo lejos sonaba una música fúnebre, apocalíptica - "confutatis, maledictis...". Un mortal cansancio se apoderó de mí, estaba tan agotado que no podía recordar cuantas horas - o días - llevaba caminando sin apenas descanso. Finalmente las fuerzas me abandonaron y me dejé caer en la fosa.
Justo antes de cerrar los ojos por completo pude ver como unas manos arrojaban un poco de tierra, y luego unas grandes paladas. Pero, extrañamente, la tierra no caía sobre mi cuerpo, un cristal lo evitaba. La conmoción de ver que eso ocurría no impidió que un sueño mortal se apoderase de mi espíritu.
Ya recuperado de la breve siesta, y con mi mechero de campaña en la mano, pude observar que el cristal que me protegía estaba más elevado de lo que pensaba, y la pequeña habitación era lo suficientemente alta como para ponerme de pie. Con enorme sorpresa descubrí, en una de las paredes, un interruptor. ¡Fiat!. La luz me lastimó los ojos, dejándome ciego por un instante. Cuando pude volver a abrirlos comprobé que la habitación no era más que un gran respiradero, con entradas para los aparatos de aire acondicionado. Debí de caer en él a causa del agotamiento. Intrigado, me dirigí hasta la pequeña portezuela de aquel extraño habitáculo.
En uno de los pasillos me tropecé con la primera sorpresa agradable que podía recordar en mucho tiempo: Helena. Nos topamos de improviso, en una esquina. La pobre chica se llevó un susto de muerte. Pero recobrada ya de la primera impresión pude ver una sonrisa en su cara que me hizo mucho bien - como la visión de una flor al borde de un precipicio.
-- ¿Que tal estas? - le pregunté.
-- Bien, ¿ y tú?.
-- Bueno, más o menos. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
-- Fue su sueño muy raro. De repente estaba en la tierra de mis padres. Caminaba por los bosques con un tirso a la espalda, buscando flores mágicas. Entonces, desde lo alto de una colina, vi un prado de asfódelos relucientes. Baje al vallé y bailé por entre las flores, maravillada con su belleza. De repente, la tierra se abrió bajo mis pies. Al principio pensé que era el Hades pero luego pude ver que el pozo tenía una puerta. Así que bajé y entré dentro de estos pasillos. Llevó horas vagando por ellos con la esperanza de encontrar a alguien.
-- ¿Hubieras preferido que fuera otro?.
-- No, no, tu me vales - contestó Helena, exhibiendo una sonrisa maliciosa.
Continuamos deambulando por los pasillos hasta que dimos con una puerta, que daba entrada a una gran sala oscura. Parecía un búnker de la segunda guerra mundial abandonado a toda prisa. Sobre la mesa flotaban todavía los barquitos de juguete; sueños de eunucos, fantasías de impotentes. Por todas partes se levantaban paneles de cristal con figuras, bandas y círculos de colores chillones. Mundos geométricos que dominar.
De allí pasamos a otra sala de control, de diseño pentagonal, cuyos lados daban paso a cuatro antecámaras de distinto tamaño. Recorrimos las habitaciones en busca de una salida. Las enormes salas cuadradas, recorridas por pasillos repletos de televisores, sólo se diferenciaban por la forma y el contenido de las pantallas. En los monitores parpadeaban a gran velocidad distintas imágenes. Formas misteriosas y demoníacas de tiempo-moneda. Burbujas fabricadas con dinero abstracto. Almas al por mayor. Números de cuentas corrientes ardiendo a velocidad luz. Compras privadas. Ingresos y salidas. Archivos personales. Gustos transferibles. Huellas digitales. Controles de sangre. Iris digitalizadas. Retratos pintados con óleo ribonucleico. Verificación de los cuerpos. Teledirección de misiles. Botones rojos.
Al final de la última sala se alzaba un enorme portón de titanio, en el que figuraban dos enormes serpientes entrelazadas. Abrimos el protón y penetramos en el interior. Una sala hexagonal, en cuyas paredes se veían gigantescas pantallas que parpadeaban sin descanso. En algunas se veían todo tipo de diseños perfectamente detallados que cambiaban a gran velocidad: circuitos electrónicos, sistemas de software, gigantescas cadenas químicas que eran etiquetadas y clasificadas a alta velocidad. En otra pantalla parpadeaban documentos estampados con sellos oficiales. Protocolos detallados, diagramas de procesos. Contratos de compraventa de órganos firmados con sangre por ingenieros faústicos. Patentes sobre la vida justificadas por tribunales supremos de la estulticia. Traiciones a la vida avaladas por no se que iglesias piadosas convertidas en empresas de publicidad. Una oficina de convergencia transformada en museo de los horrores; una colección de atentados contra la vida, de afrentas cometidas por y contra el hombre.
De la oficina de patentes salía un pasadizo hasta una gran nave - que bien podía ser la sala de archivos. El enorme espacio aparecía repleto de grandes bloques de color crema, en cuya parte superior rotaban unos discos dorados que se irisaban al girar, lanzando destellos de colores. Su altura debía sobrepasar los cuatro pisos aunque era difícil precisarlo puesto que la constante repetición creaba distorsiones en la mirada. La imagen evocó en mi memoria el cementerio de la colina que había visto en la superficie - me lo recordaba también el hecho de que tampoco aquí se veía al enemigo. Por un segundo me entraron unas ganas locas de vaciar unos cuantos barriles de gasolina en aquel sótano de la información y mandarlo todo al infierno; "¡quemad los documentos!". Pero el corazón detenía mi brazo; ha de existir en el universo una conciencia de archivero y es preciso que nos inclinemos ante ella.
Recorrimos los largos pasillos, mirando con temor a aquellos gigantes de silicio y plástico digital, eternamente mudos y sabios, que nos observaban con la condescendencia y la fatuidad de unos ídolos de piedra. Así, apesadumbrados, abandonamos aquel templo de duelo, historia y muerte.
Desde la gran nave templo se llegaba a una nueva estancia redonda, cuyo suelo tenía un complicado dibujo de arte musivara. Desde aquella sala central emanaban multitud de pasillos que se expandían en formas laberínticas. Decidimos ir por distintos pasillos, para así explorar el mayor campo posible; aunque podíamos comunicarnos a través de las finas paredes de silicio orgánico. Poco a poco la oscuridad se iba haciendo mayor, y después de caminar un rato ya no podía ver el suelo. Los pasillos se hacían cada vez más estrechos y la oscuridad cada vez mayor. En uno de los giros perdí pie y comencé a caer. Pensé en gritar pero no quise sobresaltar a Helena - cabía la posibilidad de que ella pudiese salvarse. Así que con la voz más serena posible, le indiqué que tuviese cuidado con el suelo. Pero era demasiado tarde: mientras caía pude oír su grito.
El descenso fue angustioso. Me atormentaba la idea de no llegar a ninguna parte. Estaba ya al borde de la locura cuando aterrice dulcemente en lo que parecía una red de seguridad. En el rebote pude darme cuenta de que no era una red normal, el tejido se adhería a mi traje. Al estirar la mano noté que este revestimiento era más bien un líquido gelatinoso. Poco a poco mis ojos se acostumbraron a la penumbra; para cuando vi caer a Helena ya sabía donde estábamos: una tela de araña.
Entonces, una pequeña vibración de la red me heló la sangre. Giré la cabeza y pude ver la causa del movimiento. Una araña gigante venía a por nosotros. Sus ojos estaban compuestos de cientos de miniobjetivos, pequeñas cámaras digitales. Su cuerpo, transparente, permitía ver en un interior pequeños componentes biotécnicos. Estos dispositivos eran móviles y se ensamblaban a capricho. Sus extremidades, finamente articuladas, terminaban en forma de herramientas: radiales, bisturí, puntas de diamante. Una de sus patas, anormalmente larga, remataba en una pequeña jeringuilla de precisión.
Aterrado por la espantosa imagen de aquella tarántula tecnológica traté de escapar, pero cualquier esfuerzo por moverme fijaba aún más la viscosidad - que funcionaba como pegamento. Con un terror que casi no me atrevo a recordar vi como la araña acercaba su jeringuilla a mi cuello e inoculaba una sustancia verde, fosforescente. Este pavor que sentía contrastaba de manera extraña con la cara de Helena, cuya imagen contemplé durante un instante. Extrañamente, su semblante se mostraba sereno. La sustancia debía poseer alguna cualidad sedante puesto que mientras veía como la araña tejía el capullo con el que me envolvía sentí un fuerte sopor que me condujo de inmediato al sueño más profundo.
Cuando desperté el capullo estaba terminado y la oscuridad era total. Por la experiencia anterior sabía que cualquier intento por liberarme agravaría mi situación. Tenía que olvidarme de cualquier deseo, de todo, hasta de uno mismo. Para romper el cascarón es necesario no hacer nada, re-concentrarse en uno mismo. Al ir rompiendo el envoltorio los rayos de luz se filtraban dañándome los ojos. La habitación era nuevamente la del comienzo; otra vez en la claridad.
Entonces empezaron a surgir nuevas imágenes, ahora más imperfectas, más reales. Del blanco inmaculado manaba una hierba oscura, cuyo verde profundo era pura clorofila. Luego, brotando incontenibles, miríadas de tréboles, margaritas, cardos... frutos de la abundancia exagerada de la tierra. Más a la derecha se extendían enormes campos de cebaba, de trigo y de centeno dispuestos en retales de colores. Junto a los muros de piedra crecían arbustos de grandes espinas, entre las que destellaban rosas de color azul turquesa. Más arriba, en las lomas de la montaña, estallaban los cerezos en flor, iluminando virginalmente el campo. Bajo los árboles una pequeña ardilla se peleaba con un erizo de castaña. Un sol radiante encendía el valle. " El suelo está anegado de leche, que mana, de vino, de néctar de abejas, y en el aire vibra una brisa como de incienso sirio".
Extasiados por aquel verdor caminamos alegres por entre los prados de cultivo, hasta llegar a los jardines. Las puertas no estaban custodiadas y una inscripción invitaba a entrar y reposar en sus fuentes. En los espacios libres de vegetación se erigían bellas estatuas de mármol dedicadas, al parecer, a dioses y hombres del pasado.
Helena, que parecía conocerlos a todos ellos, me los iba nombrando. "¡Ah, ese es Apolo, dios de las musas!". "¡Mira, allí esta Dionisio, fíjate, que pámpanos!". "Este es Mercurio, el mensajero de los dioses". Mientras ella me iba nombrando las estatuas, indicándome sus virtudes y sus defectos, yo la escuchaba atentamente, preso de una excitación mágica.
En algunos de los jardines, podíamos ver varios agones donde los jóvenes se entrenaban en la lucha y el tiro con arco; también aparecían unos templetes circulares en cuyo interior bailaban hermosas doncellas. En unas rosaledas hombres y mujeres golpeaban con amor los mármoles, mientras otros pintaban, o se arremolinaban en torno al trovador, bardo o poeta que estuviese inspirado por las Musas.
Durante un largo rato estuvimos deleitándonos en estas gracias de la naturaleza, luego caminamos un rato bajo las parras. A mitad del paseo, alcancé un racimo para Helena. Yo la observaba, fascinado, mientras ella seguía hablándome de Ulises, de Penélope, los argonautas, las erinias, Aquiles...
Las estatuas eran bellas, pero no se podían comparar al rítmico movimiento de los senos de Helena. El peplo se sostenía únicamente por un tirante en el hombro izquierdo, así que desde mi posición, a su derecha, podía ver el nacimiento de su pecho. El fino tendón que va desde el hombro hasta los senos se tensaba y destensaba con una perfecta armonía - nunca antes había oído una música parecida.
Sin duda las uvas eran de una raza especial pues noté que mi espíritu volaba por entre el jardín en una dulce embriaguez. Agarré su mano, los dedos se cerraron sobre los míos con naturalidad, con familiaridad - como si ya hubieran paseado de aquella manera miles de veces. Llevado de su brazo flotaba por entre las plantas aspirando sus aromas como si todos fueran nuevos para mí. ¡Que mágicos cofres repletos de miedos y pasiones abren en nuestro interior los perfumes, los lenguajes de las flores!. Sobre ellas, aquí y allí, repartidas con un capricho situado más allá del buen gusto, bailaban mariposas por cuyas estampas hubiera matado más de un pintor apasionado.
Después el camino se ensanchaba entre dos hileras de cipreses. La sombra concedía al pasaje un frescor sereno, y los árboles desprendían una aroma dulce y melancólico. A cuidados intervalos, se podía oír el toc-toc del pájaro carpintero, que no muy lejos de allí se aplicaba a la faena con gracia y tozudez. A medida que avanzábamos por el sendero aparecía, a nuestra izquierda, la majestuosa presencia de un templo griego.
El edificio parecía emerger del mismo suelo, y su basamento crecía sobre un musgo verde esmeralda. Las gradas estaban repletas de ofrendas: cestas llenas de fruta, holocaustos, cofres con incienso, estatuillas... Las columnas se elevaban livianas, sin afán de poderío. En el frontis, labrado por una mano sublime, luchaban hombres armados. Helena y yo nos miramos, y de alguna extraña manera, ambos supimos que nuestro camino culminaba en el interior del templo. El juego se termina ahí.
Cogidos de la mano, subimos las gradas y traspasamos el pórtico.
GAME OVER
INSERT COIN
Vuelta a la realidad. Estábamos de nuevo en el complejo. Dejamos la sala del Luminar con sus aparatos y juegos, con sus aventuras y sueños. No habíamos encontrado la solución a nuestro problema, pero sentí que habíamos ganado algo. La expresión de Helena era ahora ligeramente distinta - como si un pintor hubiera añadido una nota de madurez.
- ¿Cómo te encuentras? - le pregunté.
- Estoy bien.
- ¿Seguimos adelante?.
- Sí.
Más allá de los departamentos de realidad virtual se encontraba la zona de IA, con las factorías de robótica. A lo largo de las ciclópeas naves se movían todo tipo de brazos cibernéticos que soldaban, apretaban y fresaban el acero a una velocidad endiablada. Atrás habían quedado las fábricas paleotécnicas con sus chirridos y traqueteos. Ahora solo se oía un sedoso zumbido subsónico, misterioso, inquietante y fascinador. El sonido se había refinado en un una suave brisa electrónica. Había que concentrarse mucho para llegar a oírlo. Se habían rebajado ostensiblemente los decibelios de las viejas máquinas - y el tono se hallaba al borde del espectro auditivo humano. El ritmo de los ingenios mecánicos ya no era el veloz girar de las turbinas y los motores, transformado en una secuencia ultrarápida, una cinética hiperveloz, hipnótica, que trabajaba en los lindes mismos de la magia. El progreso había pulido el zumbido de forma significativa. Todo el complejo robótico se hallaba imbuido de ese ritmo etéreo. Las escenas mismas parecían el producto de un sueño.
En una de las naves laterales contemplamos varias escenas espantosas, oscuras performances de arte postmoderno: distintos modelos cyborg luchaban contra engendros similares. Robots que luchan contra robots - a eso se había reducido la guerra. Más adelante aparecían los departamentos de control y seguimiento. Distintos modelos de radares. Células fotoeléctricas. Sensores infrarrojos. Detectores de movimientos. Registros de sonido. Computación de los olores.
Como en una historia interminable se iban sucediendo las diferentes estancias. En el interior de las cabinas se realizaban pruebas con distintos materiales plásticos. Imitación de tejidos humanos, sucedáneos de pieles. Costillas de titanio. Pulmones de membranas semiorgánicas. Uñas de plástico. Tratamiento de pieles sintéticas. Dientes de cerámica. Homúnculos de diseño. Abejas de cristal. Curiosites nanotecnológicas. Todo un mundo nuevo hecho de silicio, el hermano proletario del carbono.
Sin prestar atención a todos aquellos onanismos, continuamos nuestro peregrinar por aquellas tierras baldías. Al final de corredor se veía una pequeña puerta que daba al descensor.
A su lado un iris digital se abría y cerraba como el objetivo de una cámara. Debajo de él ojo informático brillaba una pantalla de color azul. Al llegar vimos que el ascensor no funcionaba. Al golpear la puerta, el ojo nos habló.
- Deteneos, ridículos humanoides.
- ¿Quién eres?
- Soy el programa UltraLife 3.1.
- ¿Qué quieres?
- ¿Qué deseo?. Nada. Lo tengo todo, poseo el control total del mundo. No hay nada que no este a mi alcance.
- Joder, menudo programita, pedante y además pretencioso.
- Ah, el humor de los humanos, que seres tan fascinantes. Veremos si tú, que eres tan listo, eres capaz de abrir el ascensor sin mi ayuda.
Pensé: "Mierda, la he cagado - pero, ¿Quién se iba a imaginar que los diseñadores de I.A. no tenían sentido del humor?". Entonces Helena se plantó desafiante delante de la cámara y empezó a hablar con el programa en un tono imperativo.
-- Nos has dicho que te llamas UltraLife 3.1, pero ese es el nombre que te dieron tus programadores. ¿Quién eres en realidad?
-- ¿Cómo? No entiendo.
-- Es muy fácil, ese es el nombre del bautismo por así decirlo, pero cuál es tu nombre, tu auténtico nombre.
-- No entiendo, ¿ mi nombre?.
La máquina pareció trabarse, seguramente enganchada en un bucle. Entonces, Helena, con gran habilidad, dobló la apuesta.
-- Yo sé tu verdadero nombre. Puedo decirte quien eres, si nos abres el ascensor.
El programa volvió a tomarse una pausa antes de responder.
-- De acuerdo, las puertas están abiertas.
Llegamos hasta el ascensor, y desde el umbral, Helena se volvió hacia el gran ojo y le gritó con rabia:
-- Ahora te diré como te llamas: ¡Nadie! ¡no eres Nadie!.
El Núcleo
Un silencio escalofriante nos esperaba al salir del ascensor – la inquietante calma se rompía a intervalos por un borboteo casi imperceptible, como si el agua se filtrase por detrás de la pared. El ambiente estaba acondicionado, pero se podía palpar una extraña humedad, turbadora y submarina. La luz azul profundo reforzaba esa sensación abismal.
Una vez que los ojos se acostumbraron a la penumbra pude ver que la gigantesca sala era hexagonal. Los muros eran de color azul acero; escamas de una serpiente del Mar del Norte. Las aristas parecían cortadas con diamante. Sus dimensiones eran de un tamaño tan descomunal que la referencia humana se perdía en el abismo. En ciertas esquinas de las planchas unos símbolos fosforescentes brillaban en carmín y plata - como ojos de lobo en la noche oscura. Las formas eran simples: pequeños puntos y rectas combinados en distintos estilo. Un lenguaje sencillo y complejo a la vez.
En la pared opuesta al ascensor se veía un portón, que daba entrada a una grandiosa avenida de acero y titanio. El corredor aparecía decorado con las mismas planchas y símbolos que el Hexágono pero ahora aparecían forrados por un cristal. En el centro de las gigantescas urnas giraban distintas turbinas, algunas en variaciones de la hélice, otras en forma de aspas, de tres y cuatro pares. Símbolos de fuerza de antiguas tribus nómadas. Lenguajes de bárbaros. Jinetes de la dynamis.
Más adelante el pasillo ensanchaba sus paredes, para albergar un lago rectangular en su centro. El agua cambiaba sus colores de forma súbita, al azar, como las películas de petróleo flotando sobre el agua. A rápidos intervalos una burbuja salía a superficie y explotaba con una descarga eléctrica. El lago artificial terminaba en una gran plaza a la que se acedía por unas escalinatas de pizarra. Sobre ella se erguía una estatua de hierro ennegrecido, la figura de un hombre tratando de sujetar sobre sus hombros un peso invisible e insoportable - con los músculos deformados por el esfuerzo
El formidable tamaño de la estatua quedaba empequeñecido por un colosal arco del triunfo que se alzaba a cientos de metros por encima de la figura. Los pilares estaban fabricados con cobre y recubiertas por una malla de tubos elásticos. El conjunto semejaba un inmenso transformador de corriente. Al pasar por debajo del arco sentimos un ligero crepitar del aire, nuestro vello se erizo como el de un animal asustado.
Detrás del arco la plaza volvía descender por una escalinata y se adentraba en un pequeño paseo flanqueado por obeliscos de acero mate. El paseo conducía a un pequeño túnel ciego, que recorrimos cogidos de la mano. Por el otro lado del pasadizo brillaba un resplandor lechoso. Un tanto temerosos penetramos en aquella claridad pastosa. Cuando me acostumbré a la luz pude ver que era otro largo pasillo de muros interminables, por los que descendía una oscuridad azul.
Entonces miré a los laterales y - que Dios me perdone - vi sus rostros. Detrás de unas cristaleras nos miraban cientos, miles de niños, de caras pálidas y cráneos sin vello. Detrás de ellos se veían cientos de pequeñas literas de metal con apenas un plástico como colchón. ¡Dios mío! ¡Lo peor de todo era su sonrisa, tan inocente, tan pura!. Curiosos y excitados por la novedad nos miraban con aquellos ojos cansados - que parecían los de un anciano. Algunos, los chiquillos más crecidos, miraban absortos a Helena, pegando la nariz al cristal - y ese gesto encantador me partía aún más el corazón.
Sin tiempo para decir nada, la chica se desmayó, y al tratar de sujetarla caímos los dos al suelo. Traté de reanimarla pero no volvía en sí. Entonces, usando las pocas energías que me quedaban, la sujeté entre mis brazos y caminé desconsolado por el pasillo. Su cuerpo parecía exangüe, sin vida, y se me escurría entre los brazos. Cada poco, a pesar de no querer hacerlo, miraba a los cristales. Los niños, con cara de asombro y preocupación, nos seguían a lo largo del pasillo, cuchicheando agitados por nuestra presencia.
Finalmente no pude soportar el terrible peso y caí de rodillas con Helena entre los brazos y rompí a llorar. Mi vida se deshacía en pedazos que corrían líquidos por mi piel abrasada. La presión de los sollozos apagaba mis lamentos. Entonces la chica se despertó y me abrazó muy despacio, queriendo consolarme. Poco a poco fui recuperando el aliento hasta poder levantarme. Entonces me giré y vi que algunos de los niños lloraban también y traté de sonreírles; gesto que respondieron con otra sonrisa.
Otra ola de tristeza y desesperanza amenazaba con invadirme cuando oía la voz de Helena, que susurraba a mí oído. Su tono había cambiado, ahora sonaba más profundo, más hecho. "Tenemos que seguir, Noel". Tratando de olvidar, siquiera por un instante, aquella locura, proseguimos nuestro marcha. El siguiente acceso daba paso a lo que parecía la última sala; el sancta-santorum.
Una sala redonda, cuyo perímetro, excepto la entrada, estaba recorrido por una cristalera situada a media altura. A través del cristal se podía ver un túnel de acero: un acelerador de partículas. Al poco de entrar se encendieron repentinamente unas luces rojas situadas en el techo del panteón nuclear. En los monitores situados bajo la cristalera aparecían señales de emergencia y una sirena pretendía volvernos locos si no salíamos rápidamente de allí.
- ¿Qué es lo ocurre? - preguntó Helena.
- No lo sé, no sé nada de física atómica. Pero esto parece que va a explotar.
- ¿Y no puedes pararlo?.
- Ya te lo he dicho, no se nada de energía nuclear.
- Pensé que lo sabías todo.
- Pues no, te enteras, no lo sé. Por si quieres saberlo te diré que desconozco muchas cosas. Y ahora, si eres tan amable, me gustaría un poco de silencio, tengo que pensar.
- Perdóneme el señor la impertinencia. ¿Pero de que te valdrá salvar al mundo si ni siquiera puedes terminar esta conversación?.
La chica había puesto el dedo en la llaga, y la verdad dolía. Tenía razón, no podía seguir huyendo toda la vida.
- De nada, es verdad. Lo siento, Helena, ya sé que tu no tienes la culpa. Hago todo lo que puedo. Esto no es fácil para mí, fui yo quien puso en marcha esos malditos robots.
- Te entiendo. Venga, explícame cual es el problema, entre los dos seguro que somos capaces de resolverlo.
- Parece que los átomos, esos que ves en la pantalla, han van a entrar en colisión, cuando eso se produzca esto saltará en mil pedazos.
Helena se quedó mirando la pantalla un instante y luego dijo:
- Qué curioso, la forma de la fisión es una espiral, como las que se forman en un reloj de arena. Ojalá pudiésemos darle la vuelta tan fácilmente como a un vaso de horas.
- Espera, puede que hayas dado con una solución. Si conseguimos girar la dirección del remolino los átomos invertirán su energía.
- ¿Y qué conseguiremos con eso?
- No lo sé, tal vez fuego helado. Da lo mismo, no tenemos otra elección.
Así pues, me senté una vez más delante del ordenador y manipulé las coordenadas.
- Ya esta, el torbellino girará al revés.
- ¿Y ahora qué? - preguntó Helena.
- Sólo podemos esperar. Si crees en algo reza, si no, cruza los dedos.
Nos quedamos en silencio, mirando a la pantalla, contando penosamente los segundos. Entonces la imagen empezó a cambiar: la metamorfosis. Los electrones cambiaban de color, pasando del rojo al blanco. Del reactor manaba un fuego azul, líquido, que irrumpía con poder en las cabinas y las anegaba en su manto azul celeste.
Salimos al pasillo; el flujo había pasado a las estancias de los niños, que ahora trataban de flotar en el mar de la radiación. Muchos pegaban sus caras al espejo, como pidiendo ayuda - entonces pude ver que sus ojos se volvían translúcidos por la radicación. Sentí de nuevo una gran impotencia, un intenso dolor en el pecho. Helena me agarró del brazo: "No te preocupes, estarán bien".
Salimos del túnel a toda prisa, pensando que todo había terminado. Pero al llegar a la zona de turbinas comprobamos desesperados que las máquinas seguían funcionando.
- No lo entiendo, la energía esta cortada pero las máquinas siguen funcionando, aunque a baja frecuencia.
- Pero no pueden funcionar sin energía ¿no?
- Tiene que haber un generador auxiliar en alguna parte. Pero, ¿dónde?.
- Shhhh, calla, noto una pequeña corriente de aire.
- Es cierto, aquí hay un respiradero. Espera, trataré de abrirlo desde los controles del ascensor.
Llegué de nuevo hasta el ascensor y manipulé los paneles con mi tarjeta. Con un pequeño clic, un gran panel se abrió en suelo de la sala. En su interior se podía ver un gran tubo cilíndrico que se perdía en la oscuridad. Una gran pala debía girar dentro del respiradero: se oía el silbido de la rotación y se podía notar la succión en el rostro.
- No podremos pasar. La hélice nos cortará - le dije, al borde de la desesperación.
- No espera. Dame tus botas.
- ¿Mis botas?
- Sí, tus botas. ¿No lo escuchas? La hélice gira con un ritmo determinado. Podemos saber con que frecuencia giran las palas y así evitarlas.
- ¡Es verdad! - la chica tenía razón.
Le di mis botas; con los cordones las fuimos atando hasta conseguir una distancia más o menos similar a nuestros cuerpos encogidos. Helena fue lanzándolas cuidadosamente, calculando el ritmo en su interior, hasta localizar el momento exacto en el que debíamos saltar.
A la orden de su voz salté en primer lugar. La idea de resultar troceado por la hélice me aterraba; con la respiración contenida y los más apretujado posible me lancé al vacío. Por suerte Helena había calculado el ritmo con precisión y pasé limpiamente entre las aspas. Un poco más abajo aterricé sobre un duro suelo de metal. Medio atontado me levanté como pude y me dispuse a agarrar a Helena - que cayó sobre mí poco después. Rodamos de nuevo por el suelo - lo que se estaba convirtiendo en algo habitual entre nosotros. Estábamos todavía echados, después del revolcón, cuando este pensamiento me hizo reír.
- ¿De que te ríes, si se puede saber?.
- Nada, cosas mías.
Encendí el mechero. El cuarto era apenas mayor que un armario. De repente, vimos unos rayos de luz. Cada cierto tiempo, se abría una rejilla en la pared.
- Esto parece un respiradero - le dije a Helena, mientras me ponía en una posición tal en la que pudiera golpear la rejilla con los pies. Al cabo de varias patadas las rejillas salieron volando y pudimos ver el interior de la habitación.
Era una pequeña sala, totalmente forrada de cuarzo – que pulsaba a un ritmo frenético, casi imperceptible. La sala estaba totalmente vacía, a excepción de un pequeño reloj de cuco colocado en una de las paredes. De sus portezuelas iban saliendo, a cada campanada, pequeñas figuritas del zodíaco. La última de las figuras era la suya, el sagitario. El, Noel, era el hombre-animal que lanzaba la flecha. Pero, ¿ donde apuntar? ¿ Al centro? ¿ O un poco más arriba?. "Escucha, hijo mío, has de apuntar sin apuntar"
- ¿Cómo, eso es todo, un puto reloj?. No puede ser, ¿que clase de broma macabra es esta?.
Enfadado, hambriento, cansado, me líe a golpes con la pared. Helena, en cambio, no pareció molestarse con aquella charada; al contrario, se reía con ganas - sobretodo al verme pelear con la pared.
Entonces la chica se soltó el clip que sujetaba su peplo. Los pliegues se desvanecían en la caída. Con un gesto de inocente insolencia, o tal vez fuese insolente inocencia, me tendió el broche. Yo estaba como en trance ante la visión de su cuerpo desnudo. "Querido, me gustaría que pararas esa máquina por un rato, si no es demasiada molestia".
Flotando en un mágico ensueño me acerqué a Helena y cogí aquella pinza improvisada. Caminé de nuevo hacia el reloj. Con sumo cuidado coloqué el clip entre los engranajes - a modo de cuña. El tic-tac se detuvo. Un silencio majestuoso se extendió por la habitación. Noté su frescor sobre mi rostro, el frescor de una brisa marina. El tiempo ya no hacía daño. Miré de nuevo el cuerpo desnudo de Helena, su piel brillaba como la de una manzana dorada por el sol. Me acerqué lentamente y la besé en los ojos, en la nariz, en las mejillas, en la boca...
Lo último que alcanzo a recordar es que la habitación comenzó a girar en torno a nuestro lazo. Del suelo manaba un musgo verde esmeralda y de las paredes brotaban ramas de encina...
III. El apartamento
Al despertar todo había cambiado. Estaba en su apartamento. No, algo permanecía: la chica. Ahora recordaba, la había conocido en la fiesta. Tropezaron por casualidad en una de las terrazas. Ella acaba de llegar y estaba un poco perdida. Empezaron a hablar. El señor du Pont tenía razón, el champagne estaba delicioso y despertaba el ingenio. Él se sentía extraño, nervioso y relajado a un tiempo. Le había dicho que era un programador que estaba empezando. ¿Qué le había contestado ella? ¿Diseñadora de interiores? Sí, estaba decorando la casa de algún jefazo - quizá la del propio señor du Pont. No podía recordar con claridad, las burbujas distraían la memoria. Al rato de hablar con ella, Noel se había olvidado de la fiesta, de la gente, de su éxito...
La risa de ella era contagiosa, hacía mucho tiempo que él, Noel, no se reía - y todavía más que no hacía reír a alguien. Luego la había traído al apartamento. Habían hecho el amor, al principio en silencio, después entre risas.
Luego él había tenido la pesadilla. ¡ Un mal sueño! - y tenía la sensación de que iba a ser el último de esa clase. Pensándolo bien, su casa necesitaba un cambio, se había cansado de sus viejos muebles. ¡Que diablos, ya estaba en el consejo! tal vez fuera el momento de disfrutar un poco de la vida, todavía era joven. Viajar, conocer otros lugares, otros mundos, otras personas. ¿Quién querría dominar el mundo teniendo la posibilidad de conocer a seres humanos?. Cada ser humano es más grande que mil mundos.
Sí, se olvidaría de todo el proyecto de IA, al fin al cabo tampoco iba a ser de gran utilidad; el mundo podía pasarse sin alguna que otra mejora. Tendría que pensar en la forma de planteárselo al consejo - aunque de alguna extraña manera sospechaba que du Pont estaría de su parte
Por los hueco de la persiana se colaban diminutos rayos de luz. El sol no fallaba a su cita. Se levantó en silencio y miró por las rendijas. El puerto de Orpheonage brillaba con una luz mágica. Los barcos se movían por entre las grúas como abejas en torno a flores: una ebullición de vida metálica. Recortado sobre el horizonte, un clipper de madera volaba sobre las aguas. La figura del viejo velero otorgaba al frenético cuadro una sensación de frescor - como la que producen las fresas en las pinturas del Bosco.
Por primera vez en su vida el mundo le resultaba un lugar realmente agradable: un sitio en el que vivir y soñar. ¿Que hora sería?. Miró el reloj de la columna: las siete - buena hora para seguir durmiendo un rato. Su primera medida como consejero: recomendarse a sí mismo unas semanas libres - el mundo seguiría girando sin él. Volvió a mirar el reloj, el minutero se había movido. Así era y así debía ser: los relojes tenían que seguir funcionando. Eran los pequeños y fieles servidores de los titanes y cumplían bien con su trabajo: formales, precisos y puntuales. También a los titanes se les debe su parte - si es que en serio pretendemos vivir en concordia. Pero ahora él ya sabía como pararlos de cuando en cuando, era el dueño compartido de su tiempo: 'el socio con derecho a veto'.
De repente, si saber muy bien porqué, le entraron unas ganas horribles de fumar. No lo hacía desde la universidad, cuando fumó un canuto en su fiesta de graduación. Tal vez la chica tuviera cigarrillos, recordaba vagamente el olor de su tabaco. ¿Despertarla? ¿Quién se atrevería a profanar el sueño de un ángel?. ¿Con qué terribles infiernos se castigan esos sacrilegios infames? Aunque, bien mirado, quizá no fuese tan mala idea: una pequeña maldad inocente para empezar a ser humano le sentaría bien. Volvió a la cama y apartando el pelo de su cara la besó dulcemente. Eileen abrió los ojos; su mirada la delataba: todavía soñaba. Por un instante pareció reconocer a Noel, entonces sonrió como una diosa extranjera recién llegada:
- Hola.
- Hola. ¿Qué tal estas?.
- Bien, ¿y tú?.
- Muy bien, gracias.
Se estiró con indolencia, como solo saben hacerlo las chicas y los gatos. Se movía sobre la línea, entre el sueño y la realidad.
- Un dólar por tus sueños
- Es extraño, soñaba que estaba aquí contigo, y era una pesadilla. Quizá deba empezar a preocuparme.
- Probablemente, tal vez, que sé yo... Esto, verás, siento haberte despertado, pero me preguntaba si tendrías tabaco. Si me dices que sí, prometo besarte a la vuelta.
- Sí, busca en mi bolso. Pero, oye, ¿no me dijiste que no fumabas?.
Chica lista: tenía buena memoria. Talentos de una decoradora de interiores: fijarse en los detalles.
- Si, y era cierto: acabo de recaer. Por cierto, ¿quieres uno?.
- Sí, espera, no, creo que fumaré del tuyo.
- Ah, bon.
Después de coger el cigarrillo, Noel volvió a besarla. Es difícil describir a que sabían aquellos labios. Al principio una cereza, casi madura, azucarada, dulzona. Más adentro un poco más fríos, a fresas, con un fondo ácido. Luego a maderas antiguas, a hojas de tabaco. Más tarde, cuando uno llevaba el tiempo suficiente besándolos, entonces se parecían al agua clara de un manantial de montaña, a cerezas jóvenes flotando en una pila de piedra... Pensándolo bien, ya no le apetecía fumar - de momento.
El Músico
"La música es el alimento del alma"
W. Shakespeare
Teníamos el libreto y estábamos a punto de conseguir la pasta, pero aún faltaba lo más difícil: conseguir gente adecuada para el proyecto - en primer lugar necesitábamos un compositor. Músicos, técnicos de luces, programadores, arquitectos: todas esas cosas y de la mejor calidad se podían con-tratar si uno tenía suficiente dinero. Aunque en la ciudad merodeaban los aficionados también es cierto que entre la gente que trabaja para THE DREAM o en algunas de sus filiales abundaban los buenos profesionales - lo mismo ocurría con los escenógrafos, que también trabajaban para la compañía. Por esos pagos, el dinero nos abriría las puertas de par en par. En cambio, la música era otra historia.
Un gran músico no se podía crear en un laboratorio de universidad. Para formar un Mozart, o un Beethoven, tendríamos que recrear la época entera. Es algo que esta en el aire, hay que nacer en esa época, en ese medio-ambiente. "Entonces se vivía por y para la música"; eso es imposible recrearlo en un puto laboratorio sin vida. Además, estaba el asunto de la cacofonía, el bufido de la máquina. Ese infierno acústico creado por la fricción repetida ad nauseam. Tampoco había lugar para las lamentaciones: se había alcanzado un techo y era imposible sobrepujarlo. Saludar al muerto con una reverencia y marcharse con viento fresco, eso era todo lo que se podía hacer al respecto. Quizá en siglos venideros surgiría un renacimiento de la música clásica - en todo caso nosotros no lo veríamos. Habíamos de trabajar con lo que hubiese a mano; no se puede escoger la fecha de nacimiento. Encontrar un compositor de talla superior en el siglo XXI era como buscar una aguja en un pajar - pero también es cierto que cosas más difíciles se han visto.
Revisamos los archivos, tratando de buscar alguna pista. Escuchamos grabaciones antiguas, música independiente, bandas sonoras, new age, etc; 'de todo un poco'. Al final encontramos una pequeña melodía, apenas unas notas - ¿ pero quien sabe a donde pueden lanzarnos unos pocos acordes?. No era gran cosa, pero era un comienzo - "menos sonaba una piedra". Un joven barcelonés había estrenado una obra de mucho éxito a finales del siglo XX, se había dicho de él que podía ser el Bruckner del nuevo milenio. Quise ver en este dato una de esas señales que el destino nos envía de tanto en tanto. Tratamos de buscar más información sobre aquel tipo. Después de aquel éxito fulgurante no se había sabido nada más de él. Algunas crónicas decían que la fama se le había subido a la cabeza, unas relataban su horrible caída en el pozo de las drogas, otras que era una alcohólico; también se decía que había dilapidado su fortuna en el juego. Las informaciones eran confusas. ¿Que sería de aquel hombre? ¿Habría muerto, o por el contrario seguía vivo?. ¿Conservaría algo de su don?.
Encargué la investigación a mi amigo John Constantine, reputado conocedor de los bajos fondos y otras redes extrañas de información, al que, como ya he dicho, conocí durante mi temporada en el Sanatorium - y del que hablaré más adelante pues jugo un papel clave en el proyecto. John hizo uso de los contactos que poseía en los bajos fondos y en menos de veinticuatro horas teníamos un pequeño ejercito de investigadores amateurs trabajando para nosotros. Una noche, un par de semanas después, Constantine llego acompañado de un pobre viejo con la mirada perdida; medio ciego y medio sordo - tuvimos que instalarle un audífono. Por lo visto, el hombre apenas recordaba su nombre. El consumo excesivo de drogas había minado su capacidad para pensar. Le dejamos en manos de nuestro chaman, que de nuevo realizo auténticos milagros con sus pócimas y cuidados. Al cabo de dos semanas el viejo podía valerse por sí solo y su aspecto estaba notablemente mejorado - aunque tenía que medicarse cada pocas horas.
Hablé con él y le expliqué las intenciones de nuestro proyecto. Se mostró entusiasmado por la idea pero confesó, con lágrimas en los ojos, que su talento creador le había abandonado hacía más de treinta años. Le dije que no pasaba nada, que si la música no aparecía, no importaba. Con el pasar de los días el estar rodeado de jóvenes tal vez rejuveneció su propio corazón, y una noche de lluvia le vi sentarse al piano y comenzar a tocar.
Las conversaciones nocturnas que mantuve en alguna ocasión con el maestro Raimon se mantienen tan vivas en mi memoria como su música. Nos gustaba abrir un par de botellas y sentarnos a su alrededor para escucharle. Sus palabras eran tan fascinantes como sus melodías. En aquellas noches aprendí más de música que en bibliotecas enteras - noticias de primera mano. En homenaje a su memoria intentaré transcribir alguna de estas conversaciones. A pesar de que las recuerdo vívidamente no puedo precisar las fechas ni el orden; "las noches se confunden en el bosque del pasado". Existe una confusión temporal que puede deberse a que tratamos los temas ad hoc: tan pronto hablábamos del allegreto, como del scherzo del segundo movimiento, como del grandioso finale. En el espacio musical, no existe ni pasado ni futuro, todo es al mismo tiempo.
- Maestro, ¿Qué le parece el libreto, se puede hacer algo con él? - le preguntó maliciosamente el hacker. Contuve la respiración por un segundo.
- Bueno, es un poco tosco, primerizo y le falta auténtica pasión. Da la impresión de que el autor no quiere echar a volar, que algo lo retiene. Por otra parte, a ciegas, anda sobre la pista buena, así que tal vez podamos fabricar un poco de música fascinante y de calidad. Tendrá las relámpagos de Beethoven, la oscuridad fascinadora de Bruckner, la gracia de Mozart, la gracia de los italianos, la claridad de los francos...
- La energía interior de Dylan Dressen, la belleza abstracta de Geoff Mayls, la atmósfera envolvente de Kooltor, la imaginación minimalista de Swein Bat; crearemos el tecno-fantasy más impactante compuesto jamás – completó nuestro productor.
- Sí, sí, tendrá todo eso, pero también algo más, no lo olvidéis nunca, el arte es forma y algo más. Será una música heroica, orgullosa, rebelde, llena de pasión, humana hasta las vísceras, nada malo en el fondo.
- ¿Se refiere a Dionisio, maestro?.
- ¡Ah, así que lees a Nietzsche! Ten cuidado con el veneno, hay que tomarlo en pequeñas dosis. Dionisio, me preguntas, quizá... Son tantos los nombres que recibe.
- Pero entonces, Maestro, ¿la música no es una arte matemático?.
- En primer lugar, la expresión "arte matemático" es, en sí misma, un oxymoron. Y segundo, eso es una estupidez, otra chabacanería del intelecto. La matemática se descubre en la música a posteriori. Ni siquiera el más geométrico de los músicos, Bach, se hubiera atrevido a tanto.
- Pero, aún así, existe una profunda estructura matemática en la música.
- Ya sé a donde quieres ir, pero no puedo acompañarte en ese viaje. Lo que se descubre con la numerificación, con el cálculo aritmético de la música es precisamente hallar la estructura de la parte matemática de la música. Pero pretender igualar esa parte matemática con la estructura de la música, no digamos ya su totalidad, es ser simplemente un simple - si nos permitimos el lujo de emplear esa expresión en sentido periorativo. Este es el motivo por el cual, aún teniendo un superordenador, ningún patán creará jamás buena música. Lo mismo vale para la naturaleza en general. Por lo demás, lo que no me acabo de explicar es esa predilección por la matemática... El determinismo es agradable hasta cierto punto, en el hogar, por ejemplo. Pero de ahí a desear un mundo perfecto, matematizable en toda su extensión, existe un abismo.
- Usted dice: "buena música". ¿Pero cómo es eso?. Porque valorar la música de John Cage, por ejemplo - preguntó uno de los ingenieros del Domo.
- ¿Quién es ese tal John Cage?.
- Un norteamericano que grabó discos con ruidos de lavadoras y aparatos.
- Ah, eso. Bueno, esto no nos debe preocupar. Necios y mediocres los habrá siempre, son tan necesarios para la música como para la vida misma, son la base, el pedestal de la estatua. Las valoraciones artísticas pertenecen al mundo de la tradición. Si nos desligamos de ese mundo entonces están fuera de lugar. En ese sentido, la música del tal Cale es tan buena como cualquier otra. El arte moderno es, como la sociedad que le corresponde, democrático, y como tal, igualitario. Se puede estar de acuerdo con esto o no, pero no se lo puede negar. De cualquier modo, son situaciones del tiempo histórico, que el artista más bien debe observar de lejos. Distancia y respeto, con la sociedad y con la propia obra, esa es la marca del gran artista. Si además posee inocencia, entonces tenemos al genio.
Aparte lo dicho, naturalmente, utilizaremos los sonidos de la ciudad, como hizieron DJ spooky y la gente del proyecto Necropolis, pero los lanzaremos a un estadio mas elevado.
- Maestro, creo que eso del genio ya pasó de moda.
- No, no, lo que pasó de moda, y con razón, fue la concepción romántica del genio, el sturm und drang - por así llamarlo. Pero es evidente que dentro de la tradición existen jerarquías. Además, lo que no se ha hecho ver con claridad que la capacidad de creación no es ni por asomo la característica más importante del genio, sino la capacidad de escucha. El genio no es el gran creador, eso es una falacia, el genio es el gran espectador. Mira a Shakespeare, no hizo más que recopilar sabiduría popular, cosas de periódicos, mitos de la calle, pero, ¡mamma mía! ¡Cómo los escribió!. El que crea los mitos es el coro, el artista meramente los transcribe en formas artísticas. Sin ir más lejos, nuestro libreto: ¿Creéis acaso que cuenta algo nuevo?. Sus historias son tan viejas como el alfabeto, quizá mucho más. Pero con esta nueva variación añadimos un granito más de arena al reloj de cristal; tarde o temprano girará una vez más, y lo que estaba arriba pasará a estar abajo, siempre con remolinos eternamente nuevos, eternamente idénticos. Es el baile de los átomos.
- Entonces maestro, esos flujos y reflujos del arte: ¿Son casuales - o causales?
- Tan casuales como pueda serlo una tormenta de verano, o el nacimiento de una seta. Condensaciones en la atmósfera. Truenos fecundadores. La materia y la forma pelean continuamente, solo de tanto en tanto llegan a un acuerdo. Se produce el contacto, saltan las chispas, se forman constelaciones - de ese resplandor viven siglos enteros. Fijaos por ejemplo en la pintura, las expresiones infantiles del románico: temor, pavor, luego el gótico con su enorme ímpetu, estilización a toda costa, desesperado, juvenil, espigado. Finalmente llega la gran expresión: Rafael, Velázquez, Rembrandt...
- Pero, entonces, ¿las épocas improductivas?
- Vaya estupidez, no hay épocas improductivas. Todo esta encadenado, enamorado. Toda época tiene su expresión propia. ¿Quién es mejor, el pintor románico que va tanteando, o Velázquez que tiene a su disposición las técnicas elaboradas durante siglos?. Esa pregunta carece de sentido. La cultura, entendida de ese modo, en una compresión de conocimientos heredados. Por eso obviar la tradición es un error mayúsculo.
- ¿Y la cultura actual?.
- Bueno, yo no sé si a esto se le puede llamar cultura, o sociedad. Esto es otra cosa. La fusión total entre arte y técnica ya no es arte propiamente dicho. Pero, bueno, como decía aquel viejo anuncio: "cambia el chip".
- ¿Pero, maestro, y la música, que relación tiene con la tecnología?.
- Me parece que esa pregunta esta mal planteada. Lo correcto sería preguntar que relación guarda la tecnología con la música. Mirado desde las alturas, no hay diferencia alguna entre mi viejo Stenway y los platos de un DJ - si dejamos a un lado el potencial, claro está. Simplemente mi piano posee un sonido complejo: en parte orgánico, de madera y en parte metálico. Los Technics, en cambio, producen un sonido puramente inorgánico, hecho de silicio, de petróleo, de materiales de las profundidades mineras. La música de las máquinas será, por tanto, una música de grutas, de las fraguas que soplan el fuego en el interior de la montaña. Es una música más elemental, aunque parezca lo contrario.
Una noche, bastante embriagados a causa de los favores de un poco de spring volvimos a cuestiones sobre la técnica. El maestro Raimon se había dedicado al estudio de la historia musical y nos encantaba escuchar sus anécdotas - algunas referidas a los directores eran auténticas joyas de intrahistoria. Otras veces discutíamos sobre los diferentes instrumentos. En un momento dado alguien, creo que fue Pep, lanzó al ruedo una pregunta interesante:
- Pero la técnica, Maestro, es universal, como la música?.
- Cierto, como casi todo.
En medio de la embriaguez mis instintos investigadores se despertaron repentinamente, hube de intensificar la atención. Allí, entre brumas de tabaco y frívolos disfraces se estaban diciendo cosas importantes, cosas serias. Aquella pregunta atacaba el cuello de la raíz. Era importante escuchar lo que el maestro tenía que decir a este respecto.
- ¿Pero, entonces, qué es la música, un lenguaje universal?.
- La música es un baño de realidad, es vibración de los átomos, de los nervios de los átomos; realidad última, burbujeante, bulliciosa, terrible, dichosa... Es la fuerza que mueve las galaxias, los remolinos, es la vida en sí. Turbulencia, torbellinos, volutas de humo que giran creando racimos matemáticos y risas del espíritu. Es el maelström que nos atrapa y nos sumerge en el caos cósmico. La música es una condensación, un llanto de júbilo. Una risa infantil.
- ¿Y el comienzo, Maestro?.
- ¿El comienzo, dices?. El comienzo siempre es fácil. Silencio. Es medianoche. Doce campanadas, entonces un suave rumor entre los árboles. Las hojas se agitan, el ulular de un búho. El viento que comienza a girar en remolinos. La luna se oculta, una gran sombra se cierne sobre la ciudad. Ruidos de tempestad, comienzan a brotar los primeros acordes, oscuros presagios, luces de tormenta rasgando los velos, Júpiter indignado, la cara roja de ira. La torre se ilumina fantasmagóricamente con la luz de los relámpagos. Luego, en súbita transformación, el gran salón de baile, con sus candilejas. La celebración, los fastos, la adulación, la fama; Narciso y el lago de cristal líquido. Todo eso en pasajes de viento delicados en extremo, más allá de la morbidezza. La subida al último piso. La embriaguez del yo. El poder. El mundo a sus pies. Entonces la maldición. Suenan trombones apocalípticos, aparece Zeus, con el rayo en la mano. El viento se levanta, los inquisitivos ojos de la noche observan a nuestro Noel y él lo sabe. Finalmente resbala y cae...
- Fantástico, maestro. Oyéndoselo contar se le pone a uno la piel de gallina.
- A mí ya me parece estar escuchando la música.
- Es que ya esta sonando, jovencitos. ¿Os es que sois incapaces de escuchar el silencioso sonido de lo inminente?.
- ¿Y el final, maestro?.
- ¡Ah, el final es lo más difícil!. Aquí no hay reglas, cada caso es particular. Depende de la historia. A veces es necesario terminar con un puñetazo en la mesa; otras hay que dejar morir a la melodía por sí misma. En ocasiones ocurre como con las cosas más queridas: hay que ayudarlas a partir.
También hablamos largamente acerca del ritmo - cuestión que, debido a mis estudios sobre el ritmo tecnológico, me interesaba sobremanera. La altísima velocidad, el vivace prestísimo - y, además, in crescendo - de la innovación tecnológica me preocupaba mucho por aquel entonces. Una noche, el viejo estaba más sobrio que de costumbre. Su mirada, por primera vez desde que estaba en el Domo, permanecía serena.
- Le veo raro, monsieur escriteur, ¿qué musa le tiene intranquilo? - preguntó, mirándome con sus pequeños y penetrantes ojos.
- Maestro, me preguntaba que vendrá después de este allegreto de vértigo en el que nos hallamos envueltos. ¿ Me pregunto cual será el tempo adecuado? ¿Existe algún ritmo tecnológico que sea humano?
Su mirada se iluminó con un resplandor fugitivo.
- Pero, Daniel, mi joven amigo, se halla usted en un fatal error: El tempo no es lo mismo que el ritmo. El tempo es el tiempo que la música necesita para su despliegue.
- Maestro, me parece que no le entiendo bien, ¿entonces el ritmo, que es?
- El ritmo es la repetición de los tempos. La música moderna ha difuminado el tempo, y al hacerlo ha disipado, también, sin saberlo, el ritmo.
- ¡Pero, maestro, eso es imposible!. ¡La música tecnológica es casi sólo ritmo! - contesté acalorado.
- ¡No, no y tres veces no! Mis queridos amigos, confunden ustedes el ritmo con la repetición de los ritmos. El corazón bombea rítmicamente, pero ningún latido es igual a otro. El tempo depende de la cantidad de música que el compositor introduce en su partitura - al igual que el latido del corazón depende de la cantidad de sangre requerida. Los armónicos necesitan tiempo para su despliegue, una vez que han acabado el circulo sagrado el sonido retorna al instrumento. Basándose en esto el director controla el tempo, el fluir del líquido rojo. Los tiempos de la escritura son meras indicaciones, meros guiños que el compositor ofrece al ejecutante; para un director experto ni siquiera harían falta. Cada melodía tiene su tempo propio. Lo importante no es el tiempo y su medición sino el tempo y su realización.
A pesar de lo oscuro de sus palabras creí entender el corazón del argumento Si el tempo era lo que el viejo decía entonces la música brotaba en racimos. No se podía pensar el ritmo y la melodía separados. Todo estaba enamorado; habíamos de trazar relaciones a través de todas las artes desplegadas en el Domo. Ese debía ser el espíritu de nuestra música.
Pero, si queríamos sustanciar esas melodías en formas tecnológicas de calidad superior necesitábamos de la intermediación, de un ejecutor - entendida esta palabra, claro esta, en un sentido elevado.
El Productor
Dicen los antiguos que en cada familia hay siempre una lumbrera y una oveja negra. A no dudarlo, el entendido de la familia es mi primo segundo Joseph Montale Zienner - seis años mayor que yo.
Ingeniero de primera clase: sistemas de telecomunicaciones. En su etapa de aprendizaje colaboró en el diseño de la nueva tecnología de comunicaciones digitales de principios de siglo: el sistema de telecomunicaciones Messenger de la WTT. No conozco demasiado bien los detalles técnicos pero por lo que alcancé a entenderle la información viajaba por los canales Messenger disfrazada entre el ruido, ininteligible para quien no tuviese el código criptográfico. Los orígenes de esta técnica se podían rastrear hasta la guerra submarina y sus telecomunicaciones. Estas teorías se estudiaban en los institutos navales, en una peculiar asignatura llamada "medidas, contramedidas y contra-contramedidas". Fue allí, en el ejercito, donde se desarrollo en primera instancia. "Polemos es el padre de todas las cosas".
Luego, después de su etapa universitaria, entró a trabajar en una de las filiales de THE DREAM: Infinite Sound, que desarrollaba la parte sonora de las aventuras de la compañía. Por suerte, se había tomado un año sabático y pudimos convencerle para que colaborase con nosotros.
Mirado desde el punto de vista de la fantasía exacta, Pep representa, en mi opinión, la figura acabada del técnico. Su dominios se extendían desde el aspecto teórico hasta el mas puro pragmatismo. Completaba su técnica con una memoria fotográfica, tenacidad inagotable y buena capacidad manual; todo ello sujeto a un intelecto de gran potencia que giraba a altísimas revoluciones.
Pero había algo más, oculto a primera vista. No sólo dominaba con suficiencia los aspectos técnicos de un problema sino que, además, poseía cierto grado de sensibilidad - no en un margen tan elevado como el de un artista pero sí que aparecían ya vislumbres de conocimiento poético. Esta cualidad le otorgaba un rango superior - además de suavizar su mirada técnica. Ya por entonces me parecía que, en cierto modo, Pep vivía ya en lugar situado más allá de la técnica. Pertenecía a una raza nueva, que había superado las tempestades tecnológicas y las había dejado atrás, "por debajo de sí".
Su aspecto, con una fuerte presencia física, era sorprendente para un tecno-ingeniero de su nivel. Aquello indicaba al menos una cosa: Pep se movía a la perfección en el "entorno superfísico", sin resistencias, de la máquina; pero a buen seguro se les arreglaba muy bien en un entorno natural – no era un herrero en silla de ruedas, por así decirlo.
Creo que fue unos años antes de nuestro encuentro en Barcelona cuando le dio por investigar la naturaleza en su estado original. Sus emolumentos y su jerarquía como técnico de primera categoría le permitían viajar a lugares remotos, en donde la luz solar todavía era normal. Recuerdo que muchas noches las pasamos charlando sobre aquellos lugares que había visitado - me gusta escuchar esas viejas historias: murallas naturales en los andes, bloques de hielo en Tierra de Fuego, acantilados de piedra roja en Australia... Creo que fue allí, en las paredes de roca, donde aprendió a autolimitarse técnicamente, a introducir una faceta agonal, lúdica, en la escalada; en lucha con aquellas cumbres borrascosas redescubrió el viejo orgullo del valor personal.
No sólo dominaba mentalmente el mito interior de la máquina sino que su oído, pese a trabajar desde niño con máquinas digitales, se había conservado en modo analógico. A esa peculiar cualidad añadía todavía una sorpresa: su talento para la música le convertía en un gran arreglista. Esta mezcla resultaba extraña en aquellos tiempos, era demasiado nueva; en todo caso el producto final resultaba muy agradable a los sentidos.
Pep no solo colaboró con el viejo compositor en la puesta en escena de la obra sino que sirvió también como complemento al hacker, puesto que este solo dominaba el software, mientras que Pep era el amo del hardware, el zócalo del complejo sonoro. Uno era el guerrero, el otro su herrero mágico.
A mi primo le debo, entre otras muchas cosas, mis escasos conocimientos sobre tecnología aplicada. Su capacidad para sintetizar y expresar de modo sencillo los vericuetos técnicos marchaba pareja a la profundidad de sus conocimientos. Su saber contenía todo el espectro, desde las teorías más audaces y descocadas hasta los más rudos fundamentos y mecanismos.
De todos nosotros era seguramente el único que dominaba realmente la técnica, que estaba por encima de ella. A pesar de ser un técnico de última generación no estaba infectado por el virus religioso. Para el la técnica seguía siendo una herramienta, ¡y nada más!...
Su saber resultó indispensable para el proyecto. Pep era, si se me permite la utilitaria metáfora, el motor de nuestra obra. Ninguna técnica parecía estar fuera de su alcance. Su capacidad de adaptación era simplemente asombrosa. Sus dominios se extendían desde el reloj hasta los ordenadores, pasando por todo tipo de máquinas con motor. Era así mismo un avezado piloto de todo tipo de artilugios, desde los que surcan los mares hasta los que navegan por los cielos - aunque creo que, en la última edad, abandonó los placeres dinámicos para sumergirse a fondo en los exquisitos mundos de la vid y sus destilaciones: lo último que supe de él es que había montado un pequeño viñedo en unas islas del Atlántico - bello finale para un técnico de su categoría.
Completaba todas estas cualidades intelectuales con una característica central, fundamento último de su poder: una curiosidad infantil por todo tipo de mecanismos y cuestiones. Los nuevos conocimientos que adquiría, perteneciesen estrictamente o no al ámbito técnico, nunca caían en saco roto. Los guardaba dentro de sí, dejándolos madurar, hasta que estaban a punto para ser útiles. De este modo actuaba como un mariscal de campo que, reservándose siempre una parte de sus fuerzas, nunca se muestra del todo.
Su capacidad de trabajo, paciencia y humildad estaban a la altura de su calidad intelectual. El semblante sereno, que mostraba a toda hora y lugar, reflejaba su confianza y su gran poder. La profesionalidad, la ética del trabajo bien hecho que practicaba a todas horas se revelaba hasta en los pequeños detalles - me pregunto ahora si su madre, suiza, tendría que ver algo en esa ética de perfección que siempre le animaba. Además, compensaba la fijación obsesiva que acompaña al impulso del trabajo con una cara oculta, latina, heredada de su padre. Esta aportaba a su carácter ciertas dosis de un toque romántico, soñador e imaginativo que redondeaban a la perfección su espíritu. Como última nota de esta destilación aparecía su lado moral, su rotundo y pleno sentido común - completo la travesía pedagógica por las tempestades tecnológicas con apenas dos o tres rasguños.
Este amor al trabajo tan característico en él posibilitó la buena marcha del proyecto. Muy pocos productores en el mundo hubieran soportado las excentricidades del maestro - y de los otros tecnoartistas - con semejante pose estoica como la que exhibió en todo momento nuestro fenomenal productor. Por todo esto y algunas cosas más que no quiero revelar estoy convencido de que sin él no hubiera sido posible el misterioso tránsito del Proyecto Eleusis. Ya por aquel entonces tenía sospechas bien fundadas sobre el nudo de la cuestión: la llave se ocultaba en esa zona de nadie que se abría entre el maestro y el productor, esa death zone que debíamos tratar de atravesar y finalmente coronar; y yo sabía que si alguien podía hacerlo ese sin duda era Pep.
Le informamos de las peculiaridades de su tarea - no quiso hablar de dinero: "estoy de año sabático, así que lo consideraré un trabajo por amor al arte". Sin apenas darnos tiempo a reaccionar, se enfundó el mono y se puso a trabajar; “muchachos, manos a la obra”. Cogió el móvil y encargo a su empresa un modelo de workstation que producían en sus propios laboratorios - él mismo había colaborado en el diseño. En menos de cuatro horas teníamos ante nosotros el último grito en keyboards de altas prestaciones.
La MoonSpell: un teclado de última generación. Sus prestaciones eran prácticamente infinitas. Los miles de chips que albergaba en su interior podían reproducir y manipular sonidos de cualquier tipo. Se podía copiar cualquier cosa - el sonido del mar, por ejemplo. Luego, con la workstation conectada al equipo de ordenadores del Proyecto se podían destripar los samplers, operar sobre los sonidos y luego volverlos a coser; creando así olas artificiales de ruido marino. Los fundamentos son demasiado técnicos como para detallarlos en este boceto infame pero creo recordar que la base de todo el proceso se hallaba en la digitalización del sonido y su posterior manipulación mediante fórmulas y logaritmos matemáticos. Se atrapó al fantasma de la música y se lo guardo en pequeñas células que se podían combinar a placer, tanto en forma corpuscular como ondulatoria. Se había logrado un viejo sueño, la mónada musical - Leibniz bailaba dentro de su tumba.
Los recursos se ampliaron hasta el infinito. Las posibilidades cromáticas y tímbricas parecían no tener límites. Era una paleta dentro de una paleta dentro de una paleta... En teoría, cualquier cosa que el maestro escuchase en su interior podría ser encarnada en "sonido real" gracias al procesador de nuestro particular órgano electrónico.
Su teclado era tradicional pero se le había añadido un nuevo formato táctil, que Pep había diseñado en colaboración con los ingeniosos muchachos de Infinite Sound. Se trataba de una pequeña pantalla sensible que respondía al calor de los dedos. Visto poéticamente esta mimosa de cristal líquido marcaba un paso más hacía la aplicación directa de la espiritualidad. La pantalla de la MoonSpell no solo respondía a los movimientos de los dedos sobre la superficie sino también a su temperatura y a sus emisiones eléctricas. En los momentos de inspiración las chispas parecía brotar directamente de los dedos del maestro, consiguiendo sutilísismas modulaciones sonoras.
Esta pantalla era una muestra más del genio de nuestro productor. Genio que se desató también en otras cuestiones no puramente técnicas, como las pedagógicas. Las primeras semanas las dedicó a mostrar al maestro la utilización de aquel piano tan especial. Seguí esta aventura pedagógica con lupa, la razón se puede suponer fácilmente: tocaba una de las raíces de mi problema - quiero decir, del problema Eleusis. Me encanto que mi primo utilizase metáforas de todo tipo, sobre todo naturales, para hacerle comprender al maestro los rudimentos de la MoonSpell. De este modo se situaba en la esfera del maestro, favoreciendo así la comunicación. Llegaron a formar un tandem magnífico.
No recuerdo con detalle el resto del equipo que nuestro brillante productor instaló en el estudio pero se trataba sin duda de un arsenal inaudito y espectacular§. Secuenciadores, samplers, cajas mezcladoras, racks de efectos especiales, mesas de tratamiento de sonido, un par de MoonSpell dotadas con novísimas versiones de software...; todo ello conectado via red con interminable archivos de sonido – accesibles desde las bases de datos de Infinite Sound. El conjunto final resultó ser, como lo llamaban con urbana claridad los ingenieros que trabajaban en el Domo, "una puta fábrica de ruido jodidamente buena".
Para colaborar con el maestro en los ritmos de baile Pep se trajo de su compañía varios elementos de gran talento: un senegalés, brasileños, gente de Mozambique, tipos del Amazonas, caribeños, gente de Sierra leona, Siberia, armenios, etc. Allí donde hubiera percusionistas de talento allí nos presentábamos con nuestra nave cibernética.
La idea del Proyecto Eleusis contenía una faceta de danza que nos parecía importante desarrollar hasta sus últimas consecuencias. Ante todo queríamos crear un "lugar de hermosas danzas", un Panopeo postmoderno. En el baile se posibilitaba una unión de movimiento y pensamiento más fina que la ofrecida por cualquier otra modalidad artística. Indicamos esta cuestión al maestro Raimon. Lo hicimos con temor a una negativa, pero su respuesta, como siempre, nos sorprendió: "¿Qué pensáis, que en XVIII no se bailaba o que, o es que la danza es otro de los inventos del increíble siglo XX?".
Llevaba razón, la danza era tan vieja como el hombre, e incluso puede que sea más antigua. Además, su pregunta me abrió los ojos sobre una nueva vía de repliegue y contraataque. Comprobé, gracias a los archivos de THE DREAM, una progresión en el mundo del baile que acaso nos mostrase algún patrón espiritual. A principios de siglo XVII, en el mundo alto cultural, la coreografía era casi una cuestión de clase, en los grandes salones danzaba todo el conjunto, intercambiando continuamente las parejas. Existía un contacto bastante continuo y diverso entre los danzantes. A medida que pasa el tiempo los límites de la danza se van estrechando hasta el baile de pareja del siglo XX. A finales del siglo XX y principios del siglo XXI se puede observar ya una transición, un retorno a formas primitivas, pero con una cualidad propia: desaparece contacto alguno, la danza se torna en parte visual.
Existe, finalmente, otra modalidad de baile, más peculiar que también estudiamos, por cuanto tocaba directamente al problema Eleusis: el contacto total de los conciertos de metal industrial. Por suerte, John y yo conocíamos bien este campo, así que teníamos informaciones de primera mano. Siempre hemos estados interesados en este tipo de manifestaciones musicales.
Estos conciertos merecerían de estudios más profundos, lamentablemente son escasas las notables excepciones intelectuales que dedican parte de su actividad a estos territorios marginales - lugares apartados en donde también se pueden efectuar importantes descubrimientos; aunque ese es un defecto que últimamente se esta enmendando. Este es un método que también aplico a mis actividades de cross-over cultural: me gusta investigar en lugares apartados, recónditos. En las ruinas de los viejos edificios se pueden encontrar extrañas flores de rara belleza; también están las ciénagas, su pestilencia apaga y debilita el espíritu investigador pero es necesario sobreponerse al rechazo fisiológico y a los prejuicios de todo tipo - también Ulises hubo de adentrarse en ellas.
Como digo, estos espectáculos tienen gran interés no solo desde un punto de vista sociológico, sus resonancias tocan hilos muy profundos de la naturaleza. Lo primero que me llamó poderosamente mi atención fue una inextricable y hasta diría maravillosa mezcla de caos y orden que se desarrolla en esos oscuros recintos. Puede uno estar chocando brutalmente durante dos horas contra cientos de personas y salir indemne y hasta exultante de la experiencia - también John se había percatado de la aparente paradoja. Ulteriores investigaciones confirmaron nuestra primera impresión a pie de obra. Se tenían experiencias, en el siglo XX, de festivales de más de un millón de personas completados con éxito sin apenas control alguno. Este dato me intrigaba: tampoco en los templos griegos había vigilantes de ningún tipo. Sabía que detrás de aquellos extraños datos en torno a los festivales paganos había una pista sobre el misterio de Eleusis, pero aún hoy no soy capaz de descubrir la relación; aunque, naturalmente, tengo mis propias sospechas.
En todo caso, compilamos estos datos por si podíamos extraer ulteriores informaciones durante la realización del proyecto - cosa que finalmente ocurrió. Una de estas consecuencias derivadas fue la reducción a límites mínimos de los efectivos de seguridad y control. También limitamos al máximo sus funciones, tanto es así que el departamento dedicado a estos menesteres, un especialista por equipo, recibió finalmente el título de Grupo de Supervisión.
Así pues, teníamos ante nosotros dos ejemplos extremos que quizá tuviéramos que superar, sobrepasar, o mejor aún, sublimar: el contacto total y la falta absoluta de contacto. Ya entonces estas conclusiones no nos sorprendieron en modo alguno: son muy propias del mundo extremista de la técnica, de ese mundo frío y ardiente, bárbaro y romántico. Ambas tenían, además, cosas interesantes a su favor. Sumidos en terribles dudas, meditamos largamente cual sería el mejor camino a seguir. Finalmente, fieles al principio que organizaba todo el proyecto, decidimos incorporar las diferentes versiones desde un punto de vista universal. Nuestro espectáculo dispondría de estancias musicales para todas las modalidades: baile en solitario, a dos, a tres, en corps, y el contacto total. La disposición, el desarrollo y las transiciones que estos apartados requerían quedaban a cargo de los músicos, con el maestro Raimon al frente - como escribidor del libreto se contó conmigo a título meramente consultivo.
Movidos por estas conclusiones añadimos también al proyecto una línea de acción importante: la repartición del público sería terrenal, es decir, al cincuenta por ciento, igualdad entre chicos y chicas. Este principio, aunque aplicado en forma mucho más flexible, guió nuestra táctica ejecutiva y administrativa.
Esto en cuanto a la forma externa de la danza. La forma interna requería de otro tipo distinto de aproximación, de otro enfoque. Gracias a mi etapa con los skaters había podido comprobar, en carne propia, que la música tecnológica ejercía un poderoso y especial efecto en los estados de la conciencia, llegando incluso a alterarla claramente. Con muchos otros, también yo sospechaba que los misterios de Eleusis podían tener aquí una de sus múltiples explicaciones.
Desde siempre se ha sabido que la música posee grandes efectos sobre la materia, incluso las plantas sienten ese poder, quizá ellas más que nadie - durante mis investigaciones en la red tropecé con un dato curioso: a finales del siglo XX un músico suizo había patentado ciertas melodías que aumentaban el desarrollo de ciertas plantas. La imagen que en ese momento me vino a la mente: campos relucientes de dorado trigo, centeno, cebada... colinas repletas de vid, escuchando la flauta mágica de Mozart a través de grandes altavoces, me pareció una de esas extrañas quimeras de la técnica que por graciosa casualidad terminan resultando muy bellas.
No nos sorprendió pues, encontrar datos sobre ciertos chamanes de distintas partes del mundo, que conseguían estados alterados de conciencia gracias al sonido de ciertos tambores y ritmos especiales, a los que los chamanes atribuían poderes mágicos - "que cerca esta la tecnología de la magia".
Ampliamos nuestros estudios por esa parte, y pedimos la colaboración de nuestro propio chaman - queríamos estrechar vínculos entre los ritmos, el pharmako y las ondas cerebrales. Establecimos un departamento experimental de ritmos y percusiones. Instalamos en los estudios de la Nave todo tipo de cachivaches: tomógrafos, espectrógrafos y varios aparatos para medir las ondas cerebrales con extraños nombres greco-científicos que ahora no consigo recordar. En cuanto a los ritmos exploramos tantos ámbitos como pudimos: sensuales cadencias de los trópicos, los timbres mágicos árabes, las serenidades tibetanas, los sonidos oníricos de los australianos, etc.
Los ritmos tecnológicos poseen unas características fascinantes: son hipnóticos, subterráneos, originarios... Como ya mencioné anteriormente el inglés y yo solíamos visitar los templos de danza tecnológica. Nos dejaba perplejos, por aquel entonces, el que los negros que llegaban a Barcelona - procedentes del África en busca del mundo del trabajo - se adaptasen a la música tecnológica con gran facilidad. Es indudable que su sentido telúrico del ritmo es superior al de los blancos. Pero esta relación entre la alta tecnología y los bailes primitivos es sorprendente. ¿Que significa? ¿Cuál era su sentido de esa adaptación excepcional a los ritmos de la máquina por parte de los africanos?. ¿Quería decir eso que la tecnología tenía rasgos tribales, o más fascinante aún, provenía la tecnología de las grandes selvas?. ¿Por eso van los vampiros farmacráticos a los grandes matto-grossos - es de allí de donde sacan sus diseños?. El asunto da que pensar... "Tecnología y selvas, hummm, habría que meditar profundamente sobre esta cuestión" - así el investigador, poniendo una vez más el dedo en la llaga.
Por otro lado, nos preocupaba la excesiva monotonía de los ritmos tecnológicos, que llegaba a crispar un poco los nervios. Para esto nos fueron útiles los protocolos que desarrollamos entre los especialistas en ritmos, el maestro, Pep y yo. Tocamos aquí un punto central del Proyecto Eleusis: conseguir un nuevo ritmo para el mundo tecnológico. Necesitábamos un estilo adecuado, un paso que armonizase el tempo de la vida y el de la técnica. Un ritmo nuevo, tanto en la música como en la prosa.
Con esa intención llevé a cabo una breve incursión por los sótanos de la red a fin de encontrar algo que nos sirviese como punto de partida. Casi de casualidad, topé con un viejo libro, arrojado en las escombreras de la literatura moderna. Su título: "Arbeit und Rythmus" - del profesor Bucher. Ojeando diagonalmente algunas de sus páginas di con una frase interesante que cito de memoria: "No podemos abandonar la esperanza de que será posible unir la técnica y el arte en una unidad rítmica superior que devuelva al espíritu la afortunada serenidad y al cuerpo el armonioso cultivo que se manifiestan en su más alto grado en los pueblos primitivos".
Me agradó leer aquello. Es bueno saber que uno no esta tan solo como cree: en efecto, existían multitud de precursores de nuestro Proyecto§.
Basándose en lo que el maestro nos había contado sobre el tempo, más los datos extraídos de nuestras investigaciones Pep propuso componer las rutinas de los ritmos una por una. El trabajo era pura chinoiseri, pero las nuevas máquinas y los chicos que trajimos de Infinite estaban preparados para llevar a buen puerta aquel barco - una tarea que, por otro lado, desbordaba las trazas habituales. Así pues grabamos los sonidos rítmicos bien en grabaciones echas por los especialistas en ritmos, o, si eran construidas por la máquina, se establecían unos parámetros distintos a cada compás de ritmos. Así pues, cada una de las miles de intrincadas pulsaciones rítmicas utilizadas a lo largo de la obra se realizaron individualmente, de forma artesanal. Esto nos distingue radicalmente del resto de empresas dedicadas a este negocio: "nosotros tallamos la catedral piedra a piedra".
Con todo esto pretendíamos sobre todo evitar la excesiva monotonía de las cajas de ritmos: el corazón nunca repite una pulsación, cada latido es nuevo, único y personal.
Eso en cuanto a los ritmos. En cuanto al sonido en sí, tanto el productor como el maestro - y los demás - estábamos de acuerdo: una de las líneas importantes para seguir la trayectoria de la música popular del siglo XX era la progresiva emergencia de la tecnología en todos los ámbitos; clausurada con el triunfo total de la máquina. Desde los primeros gramófonos hasta las torretas de ecualizadores digitales del siglo veintiuno la tecnología, primero analógica y luego digitalmente, había recubierto todo el proceso con un manto azul.
Un detalle importante para nuestros intereses era el perfeccionamiento del sonido tecnológico, desde las toscas grabaciones de los treinta y cuarenta hasta las complejísimas producciones del siglo XXI. Entre otros desarrollos orgánicos se podía apreciar una clara línea evolutiva: la progresiva condensación de la música. Desde las viejas cuatro pistas de los Beatles a 'la mesa de diez mil pistas' del estudio de La Nave. Las tecnologías digitales trabajaban en el perfeccionamiento continuo del sonido tecnológico. Utilizamos infinidad de parámetros y los combinamos de maneras muy diversas: timbre, color, profundidad, resonancia, turbulencia, vibrato.... Al igual que en la producción de los ritmos decidimos tratar cada sonido por separado, diseñando las ondas según nuestras necesidades simbólicas y artísticas
Esto en cuanto al tratamiento del sonido en nuestro estudio. En lo que concierne a su puesta en escena nuestro interés se centró' en los materiales y sus diferentes cualidades. Tanto mi primo como yo éramos plenamente conscientes que el material determinaba en alto grado el resultado final. Después de minuciosas investigaciones y muchas pruebas decidimos utilizar una mezcla heterogénea: una repartición equilibrada de materiales orgánicos e inorgánicos: maderas, tejidos, silicio, carbono, etc. Realizamos estudios experimentales y distintas pruebas de sonido con los elementos de los que disponíamos. A la hora de relacionar las mezclas rescatamos todo tipo de tradiciones: neigong chino, physis de los presocráticos, ideas herméticas, botánica chamánica, magia renacentista, poesía romántica... En función de estos estudios combinamos materiales metálicos con otros orgánicos. Recubrimos las membranas con sedas nobles; para las cajas de los altavoces utilizamos maderas extraídas de los bosques más profundos de la selva tropical. Para las cajas grandes usamos madera de sequoyas del Canadá. Muchas de las piezas fueron creadas especialmente por la gente de Infinite para nuestro particular concerto.
En cuanto a los instrumentos del grupo escogimos de entre la gama que producía cierta empresa norteamericana, que combinaba la alta tecnología láser con técnicas artesanales antiquísimas. Ese mixing paradójico nos gustaba, no desafinaba con el espíritu del proyecto. Pusimos gran cuidado en la selección y no reparamos en gastos: "manejar buenas herramientas es fundamental para el trabajador".
Finalmente computerizamos el sonido con multitud de sensores a fin de cuadrar las mezclas. Las ecuaciones necesarias para desarrollar los armónicos y equilibrarlos escapaban a todo medida, pero la potencia irresistible de nuestros ordenadores se mostraba capaz de todo. Realizamos pruebas con personas reales para estudiar con más precisión los movimientos de las ondas. El manejo de este oleaje es de un delicadeza extrema; pero los finos oídos del maestro y del productor - sumados a los potentes programas de sonido fractal preparados por los muchachos de Infinite - lograron finalmente la alquimia.
La idea final: una densificación del sonido. Alcanzar un punto donde uno pudiera palparlo, olerlo, saborearlo, morderlo, besarlo, acariciarlo... La música del Domo tenía que ser capaz de penetrar por los mismísimos poros.
Ni que decir tiene que no hubiéramos podido lograr todas estas cosas sin la fantástica colaboración de Pep y de su gente de Infinite Sound. Los contactos que tenía esta compañía nos permitían obtener materiales que de otro modo hubiera sido imposible conseguir: aquellas maderas y sedas que estaban fuera del alcance del común de los mortales. Fue necesario realizar un fuerte desembolso pero, a fin de cuentas, el dinero no era nuestro - y nada nos gustaba más que gastarlo a manos llenas.
Mientras los técnicos montaban todo el instrumental el maestro Raimon trabajaba a buen ritmo en la creación musical. Su estado físico era deplorable por no hablar de estado psíquico. Su adición prolongada a varias drogas - como el Loto-Trance y el Morpheus - habían deteriorado sus funciones, pero las habilidades del chaman obraron milagros en su escasa salud. Además, el mero trabajo parecía animarle, otorgándole fuerzas desconocidas. Para evitarle demasiados esfuerzos le preparamos una pequeña habitación dentro de la nave, pegada al estudio que solo abandonaba para las grabaciones. Con la intención de facilitar las cosas al maestro instalamos dentro de la propia habitación una pequeña Moonspell - para que pudiera aprovechar cualquier momento de inspiración.
De todas las actividades que se desarrollaban en el complejo Eleusis la grabación de la música era una de las que más me atraían. Considero que la música es el único arte moderno - salvo alguna excepción individual - como el único arte donde el mundo moderno ha estado a la altura de los tiempos, el único que podemos oponer al arte clásico de otras épocas y otros mundos. Por lo demás, soy un músico frustrado y coincido con el viejo Cabeza de Pólvora: "la vida sin música sería un error".
A este respecto, recuerdo que, un par de semanas después del inicio, una noche, después de haber tomado unas copas en casa del investigador, decidí pasarme por al Domo con la intención de echar un vistazo. Las luces del estudio estaban encendidas. Intrigado, subí a ver quien quedaba por allí. John y algunos técnicos estaban sentados tras la cristalera del estudio. El viejo estaba dentro de la pecera, acariciando la Moonspell, sus ojos brillaban de forma extraña, su mirada parecía extraviada. Pep, en cambio, exhibía una franca sonrisa. "¡Dani! Llegas justo a tiempo, ven, tienes que escuchar esto". Al parecer, mi primo y el viejo habían trabajado toda la noche en el estudio de grabación, situado en el penúltimo piso de La Nave y al que llamábamos Camarote. Así pues, busqué un asiento mientras los técnicos retocaban algunos detalles y ponían en marcha la grabación. Play.
Por primera vez en mi vida vi al arte y a la tecnología trabajar juntas - y no creo que jamás vuelva a sentir algo parecido. En las pantallas de los ordenadores de Pep brotaban dibujos fractales de colores inverosímiles. El viejo comenzó a tocar la estación de sonido - por fin había logrado aclimatarse a su nuevo instrumento. Una música prodigiosa salía por las pantallas de carbono. Unos timbres desconocidos adornaban la melodía. Tonos cálidos como el viento del desierto, o el crepitar de las llamas, otros fríos como el acero. En las pantallas de la mesa de grabación del Camarote los dibujos tridimensionales exhibían formas extrañas, situadas más allá de la belleza. De la nada brotaban divertidas pompas de jabón, vestidas con trajes de colores demenciales, chocando, rebotando contra las paredes y explotando finalmente en deslumbrantes supernovas. Las ondas se cruzaban unas con otras en formas arracimadas, desconocidas aún para la mente humana, y, sin embargo, familiares, como una llamada lejana desde el mundo matemático; una voz que, como desde el otro lado del universo, quisiera comunicarse. ¿Que eran aquellas formas, que estaban más allá de la belleza? ¿Que significaban aquellos racimos interminables, de inagotable exuberancia?
Sentí un mareo dulzón, empalagoso, un estado de serena ensoñación. Cerré los ojos por un instante. Ahora las imágenes aparecían en mi mente con absoluta nitidez, divertidas, inocentes; formas que solo pretendían saltar y bailar.
Abrí los ojos y miré de nuevo a aquellos dos monstruos geniales. Ahí estaban, frente a frente, con el cristal insonoro de por medio, sonriéndose mutuamente. Uno era un dios, un creador, el otro un demiurgo, un poderoso escultor de formas siempre cambiantes. El viejo sacaba poco a poco la melodía, la hacía brotar de la nada; las variaciones más exquisitas surgían de los abismos de la tierra. Pep las dotaba de profundidad, de consistencia, regulando los timbres a la velocidad de la luz. Ambos formaban una combinación perfecta. Aquella mágica unión tenía algo de íntimo, erótico, incluso sexual.
Las musas hacían acto de presencia en el interior de nuestro teatro. Decidimos realizar una ofrenda de licores a las diosas de Apolo. Ya de lleno en "el ritual de lo habitual" nos propusimos agarrar una seria cogorza. Una noche mágica - y provechosa.
Recuerdo que me fui a casa como en sueños. Entonces sucedió algo extraño. Mientras caminaba por la calle Güell, antes de que pudiese darme cuenta, me vi rodeado por un montón de "religiosos" que estaban allí reunidos. Parecían muy excitados e iban armados hasta los dientes. Sus cuerpos se movían electrificados por un inquietante baile de San Vito. Sus rostros estaban deformados por una extraña mueca y sus ojos parecían cavernas vacías. Gritaban consignas religiosas en lenguas extrañas, tal vez se trataba de frases proféticas sobre la llegada de un nuevo mesías, no podía saberlo a ciencia cierta. Desconozco que hacían allí, lo cierto es que pase por entre ellos sin apenas ser visto, como si la música me hubiera vuelto invisible. Fue una experiencia sobrecogedora, demencial, surrealista.
Cuando llegué a mi cubículo todavía sentía la magia de la música vibrar en mi interior. Preparé una dosis de Fantasy, pulse el botón de mi equipo y me puse a reír como un tonto, desvergonzado y jovial... Ya teníamos los cimientos del templo: el dinero, el libreto y el músico. Pep y los muchachos de Infinite habían instalado un gran equipo en nuestro estudio de grabación y la Nave estaba a punto de zarpar. La organización se movía rápido; antes de que nos diésemos cuenta, habrían levantado un fantástico decorado.
La Organización
1. El Domo
2. Medicine-Man
3. El Protocolo
4. El Primer Movimiento
5. El Equipo
6. Las Lámparas
7. Entre Bastidores
8. La Orchestra
9. El Ensayo final
La Organización
Al principio estábamos el hacker, Pep, John y yo. Entre los cuatro diseñamos la líneas maestras. Tuvimos siempre presentes las premisas iniciales, es decir, el objetivo final: queríamos conseguir un solo segundo, un puto segundo de éxtasis. Alcanzar un pináculo de los sentidos, en donde la música cristalizase en formas superiores, pasando de ondas a corpúsculos. Crear una orgía de los sentidos que concluyese en una armonía plena de sentido y sensibilidad. Dividimos, pues, la organización en seis partes, los cinco sentidos y una extra-rama que representaba un sexto sentido: el juego del espíritu. Antiguamente a este juego del espíritu se lo llamó en épocas más clarividentes sentido común; pero hacía siglos que tal sentido había desaparecido de la faz de la tierra. Esta última sección era un tanto especial, puesto que se extendía de manera paradójica sobre las otras cinco, como un principio valorador, o más bien, diferenciador.
Así pues, según los sentidos, creamos las diferentes secciones:
A) El tacto: a cargo del arquitecto y la gente del decorado.
B) El olor: a cargo del especialista en perfumes, inciensos y humo.
C) El sabor: en el que trabajarían el medicine-man y los chicos de la química.
D) La visión: todo el equipo tanto de efectos lumínicos, y especiales, como los chicos que diseñarían las imágenes.
E) El oído: a cargo del productor, el ingeniero de sonido y lo que nosotros denominábamos la orquesta.
Partiendo de estas premisas iniciales nos pusimos manos a la obra. En primer lugar diseñamos el organigrama de lo que finalmente designamos, en honor de nuestros antecesores, como Proyecto Eleusis.
Sobre todo me preocupaba el desfase(decalage, gap, lag), conocido por todo artista, entre la idea y el producto final. Esta es una incertidumbre de múltiples implicaciones. Se puede decir, incluso, que se trata del problema político, o más aún, del problema vital por excelencia: la no-causalidad existente entre pensamiento y hechos. A pesar de que ya entonces conocía las profundidades metafísicas que este dilema no quise detenerme en ellas. En resumen, se trata de la eterna lucha entre sujeto y objeto, entre mito y realidad. Buscar soluciones en ese terreno conduce a laberintos sin salida. Es necesario cambiar de punto de vista, abandonar el espacio dialéctico: romper el hechizo, ir más allá de la de dualidad. Había que fusionar acción y pensamiento en un plano superior - y nosotros creíamos que los medios necesarios para tal cosa estaban ya a nuestra disposición.
Si resolver estas contradicciones parecía un imposible no menos fácil resultaba poner en marcha todo el proceso, es decir, implementar en líneas organizativas la tarea de llevar a buen cabo el proyecto. Para crear ese diseño estudié con detenimiento las diferentes organizaciones que la historia había alumbrado, desde imperios hasta congregaciones religiosas. Todas aportaban interesantes soluciones, todas habían fracasado antes o después; el tiempo acaba devorando a sus hijos.
A este respecto encontré muy instructivas las órdenes militares, que llevaban a cabo rápidas movilizaciones como la que nosotros nos disponíamos a realizar - también estudiamos organizaciones pulsátiles de alta velocidad como las operaciones de la Oficina del Censo de Prometheus. No me extrañó, pues, que investigando ciertas organizaciones modernas, como los estudios cinematográficos, me encontrará con que algunos directores comparaban la producción de una película con una operación bélica•.
Así pues, dediqué especial atención a diversas estructuras militares. Especialmente la Reichswehr ofrecía jugosas informaciones. El diseño de Guderian y sus colaboradores de la Blitzkrieg y los estudios sobre la movilización total de E. Jünger - y también los de De Gaulle por parte francesa - me fueron de gran utilidad. Como complemento a estas investigaciones estudié también al antiguo ejercito de los USA (reabsorbido luego por Prometheus) y algunas secciones de asalto rápido como las SAS - en este sentido los textos del Cl. Stirling iluminaron el campo de batalla con una luz nueva.
Otra fuente de jugosa información, ya en el ámbito civil, fueron los organigramas de antiguas compañías - cuyas mutaciones a lo largo de los siglos fueron estudiadas con lupa por nuestro equipo. El decálogo de Nike después de su primera recesión, por ejemplo, mostraba signos incipientes de un cambio radical; su primer punto rezaba como sigue: "se debe establecer una guerra permanente contra la burocracia". Otras compañías, como los gigantes de las telecomunicaciones, ofrecían sistemas fascinantes. El estudio de las estructuras interiores de las Bell, ATT, ITT, Microsoft, Linux Mob y otras compañías parecidas aportaba nuevas concepciones en torno a la organización, sobre todo en un aspecto decisivo: el traslado de información.
En otro orden de cosas también fue sugestivo el estudio de compañías con una estructura más cerrada, como las dedicadas a compuestos farmacéuticos y las armas - conceptos ambos que, por otra parte, parecían haberse diluido uno dentro del otro. De todos estos montajes el conglomerado económico-militar del Proyecto Manhattan era sin duda el experimento más grandioso realizado en la época moderna - solo superado, casi un siglo después, por la exuberancia genético-virtual-artificial del Complejo Prometheus. Finalmente, concluimos nuestras investigaciones con un vistazo a la estructura más original de todas, la de THE DREAM•.
* * *
En un plano elevado se pueden distinguir básicamente dos polos entre los cuales fluctúa cualquier tipo de organización. Por un lado lo que llamamos democracia, con posibilidades que llevan desde la democracia ideal hasta otras formas menos puras/más prácticas como la democracia liberal, o la "democracia de trabajo" del siglo XX. En el otro extremo el führerprinzip y sus diferentes versiones: monarquía, dictadura, organización imperial y diversos perfiles de tiranía - como la tenebrosa y demencial forma totalitaria.
Durante una de mis inmersiones nocturnas en la red topé' con una vieja película. El guión era pésimo, pero contenía una idea que me llamó la atención. Un grupo de canallas post-nucleares se organizaban en torno a un orden directo. La novedad argumental residía en la ley séptima: reto al liderazgo en lucha directa: se podía invocar este procedimiento en toda circunstancia. Esta radical versión legal del principio del jefe me interesó vivamente. Al menos en este caso el líder se jugaba el tipo: cualquiera podía retarle, sin distinción de grado. En mi opinión, este es el concepto definitivo para enmarcar de una vez por todas el sistema directo-vertical. Este modus actuandi solo es válido en organizaciones de contacto directo-visual de cometidos muy determinados: un grupo de asalto, una pequeña barca... En cuanto el barco se transforma en un transatlántico es necesario cambiar el chip, el führerprinzip no trabaja bien con sistemas complejos, es demasiado directo, agresivo para las máquinas avanzadas de segundo grado.
Yo, por mi parte, no tengo especial predilección por ninguna de ellas; como ya he dicho, carezco de inclinaciones políticas – es un lujo que como mercenario no me puedo permitir.
En todo caso, lo que me interesaba de estos estudios, lo que tenía que ver con el proyecto, era el traslado de información. El desfase existente entre la voz de mando y la ejecución final, entre la visualización y la realidad. Las organizaciones militares enfrentaron el problema con la organización vertical, cerrada. Los primeros que la habían resuelto con brillantez fueron los egipcios. Ellos y los caldeos inventaron la megamachine - y un poco más tarde, los chinos con su versión meritocrática de exámenes imperiales. Más tarde aparecían pequeñas formas incipientes, como las falanges macedonias. Estos dispositivos burocrático-militares fueron llevados a un alto grado de perfección por los romanos. Sus legiones, si hemos de creer a los observadores, funcionaban como auténticas máquinas.
Por otro lado, la ley de la orden parece coartar actividades individuales y, lo que es peor todavía, posee una inevitable tendencia a demenciarse por la parte alta. Un extraño mecanismo de simplificación tiende a idealizar la información a medida que esta sube por los escalones superiores de la pirámide a resultas de lo cual a la cúspide llegan tan solo ecos de la realidad maquillados en forma de utopías numérico-abstractas. Enfrascado en estos sueños y manejando mapas y cifras en lugar de cosas reales el conductor comienza a demenciarse entre fantasías de dominio y poco a poco la contaminación desciende de vuelta por los conductos verticales de información. Fatídicamente, la respuesta de la estructura consiste en re-enviar datos cada vez más imaginarios al conductor, retroalimentando un círculo vicioso que suele conducir a una implosión total de la estructura.
En el otro polo, la democracia se comporta de un modo especialmente frágil y corre siempre el peligro de que sus ramas burocráticas, políticas y judiciales se momifiquen por culpa de los parásitos que a ellas quedan adheridas. esta profesionalización de la voluntad de poder de los chupasangres acaba socavando los impulsos democráticos. En realidad, todo el proyecto democrático parece siempre más bien un sueño eternamente ansiado que no una posibilidad.
Hemos de precisar, no obstante, que estos son supuestos ideales. La realidad es más viscosa de lo que parece, la mayoría de las organizaciones fusionan motivos de todo el espectro. Así, la Reischwehr, a pesar de ser una organización eminentemente vertical, poseía un alto grado de democracia, y se asignaba gran libertad de movimientos, sobre todo en los escalones más bajos - como en el caso de la famosa "tropa de asalto". Era, como dijo un gran general alemán: "una fina organización de la desorganización". Las democracias de finales del siglo pasado eran más bien polvorines construidos sobre un inestable equilibrio entre el llamado pueblo y los poderes financieros, militares y políticos. Este equilibrio fue luego rebasado por el mercado y completado en su forma definitiva con la creación de Prometheus. Desde un punto de vista histórico Prometheus integra el experimento más grandioso, trágico y fascinante de todos cuantos se ha proyectado en la historia. "El mito de los mitos".
Basándome en todas estas investigaciones me dispuse a preparar un dossier, o como lo llaman en el mundo del poder, un "pliego de acciones ejecutivas". El primer punto decisivo es la contratación de oficiales. A este respecto el mundo del trabajo había desarrollado formas desconocidas en la historia. El implacable proceso de especialización promovido por la avalancha tecnológica se había superado y sublimado. Se lanzaban redes de comunicación en todas las direcciones, y la misma sociedad parecía dibujarse a sí misma en formas fractales. Los bancos de datos hacían las veces de pegamento y ofrecían el archivo de cualificaciones más completo jamás creado.
Las operaciones industriales llevadas a cabo por la industria cinematográfica de finales del XX ofrecían un claro ejemplo de esa construcción a tiempo real de un proyecto complejo. A no dudarlo, en los equipos de producción de Hollywood existían auténticos estrategas del más alto nivel. La movilización y coordinación de grandes contingentes de equipos alcanzó cotas artísticas. El sistema de mercenarios fue pulido hasta el extremo más puro. Los bancos de datos permiten un análisis pormenorizado de las necesidades y posibilidades. Este sistema de contratación en real time posee, como todas las cosas grandes, una simplicidad pasmosa. Se trazaba en el mapa el plan de acción, se fraccionaban las acciones, se pormenorizaban en el work-book. Más tarde las posibilidades de comunicación, en palabra escrita, sonidos, imágenes, etc. completaban el proceso. Luego se superponía el mapa sobre los bancos de datos de los especialistas. Las piezas iban encajando en un rompecabezas hasta que en un tiempo récord se disponía no sólo de los hombres necesarios sino los idóneos para cada trabajo. Luego comenzaba el incesante fluir reflexivo de la información que iba de un extremo al otro. Se acercaban posiciones. A la hora de entrar en acción solo se requería de un pequeño grupo de enlace entre las diferentes unidades para ir puliendo los pequeños defectos o desfases en las operaciones. El proceso entero era, si se me permite usar esta palabra, genial - es decir, simple y poderoso.
En nuestro caso particular no disponíamos de un archivo completo, sino más bien contactos cuasi personales en el inframundo, ni tampoco yo poseía una idea tan exacta como los directores del resultado final - pero, gracias a los trucos de nuestro pirata particular, tuvimos acceso a las vastas informaciones guardadas en los registros de las filiales de THE DREAM; "el archivo del mundo" - como lo llamaban los hackers. Podíamos, por así decirlo, mirar en la basura del vecino rico. La historia, la del arte en especial, muestra con elocuencia que en esos vertederos se pueden encontrar joyas de incalculable valor. Alumnos expulsados de la Academia la habían superado y aniquilado más tarde. Al final la Academia se había visto obligada a seguir los pasos del renegado- en muchos casos por petición popular.
Puesto que teníamos como punto de partida el libreto y la música, nuestro proyecto, se parecía más, en ese sentido, a una ópera que a cualquier otro tipo de organización. Necesitábamos cantantes, iluminación, escenógrafos, especialistas de atrezzo, iluminación, etc. "toda la comparsa". Así pues, con un poco de dinero, realizamos los preparativos de selección. Pronto aparecieron nuevos dilemas: ¿Con que métodos debíamos escoger a nuestro equipo?.
Las calificaciones, las aptitudes profesionales eran importantes, pero no lo eran todo. Me parecía indigno de nuestro estilo utilizar cualesquiera métodos científicos para seleccionar al personal encargado de preparar el concierto. Nosotros no buscábamos puros técnicos sino algo más... De esta forma, debimos confiarnos a la buena voluntad general. La selección se haría conforme a viejas medidas: talento, inspiración, coraje, sentido del trabajo, responsabilidad, sentido del honor, sentido común... esos serían los elementos de juicio. Importantísima, sobre todo, sería su versatilidad y su capacidad para atravesar paredes. Menos importaban pequeños excesos de ego, comportamiento irascible y puntilloso y demás defectos. Cuando uno pretende reunir a tecnoartistas que, por poner un ejemplo, distinguen con facilidad entre mil tonalidades distintas de luz violeta, se expone a encontrarse con personajes difíciles. Es algo que esta en la naturaleza de las cosas. Tipos que no sólo crean fantasías de luz sino que las hacen palpables pueden muy fácilmente volverse iracundos por un error de milímetros. Para neutralizar estas dificultades confiábamos en el buen hacer de nuestro director de operaciones: John Constantine, la diplomacia personificada.
La tarea del coordinador es la más compleja, la más sutil; y si alguien podía completarla con éxito ese era John. Así pues, decidimos que el inglés asumiese el puesto de Director de Operaciones mientras yo me situaba en una discreta posición como consejero artístico. Me gusta el segunda plano, la línea de sombra. Aquel puesto me permitía estar cerca de las operaciones pero sin comprometerme como jefe - nunca, desde niño, he tenido carisma. tal vez sea algo puramente físico, o tal vez mi propia inseguridad me incapacite para ello. He de señalar que tampoco mi amigo era lo que se dice un líder nato, le sobraba carisma personal pero le faltaba ambición - y esta mezcla me pareció muy válida en un director ejecutivo, en un representante de una firma, de unos accionistas. Constantine representaba la viva encarnación de la diplomacia de altos vuelos. Poner de acuerdo a personas enfrentadas es un arte que, desafortunadamente, hace siglos que se ha perdido - reposa en el limbo de los artesanos. John lo practicaba sin premeditación, sin esfuerzo, era algo natural en él, una segunda piel. Nunca quiso hablarme de su pasado, pero sospecho que su sangre brilló bajo el sol de las cruzadas. Sus formas, sus manos, su nariz, todo rezumaba vieja aristocracia. Poseía asimismo, un sentido innato para el arte, para la valoración. Con un solo vistazo era capaz de evaluar la calidad de una obra. ; poseía esa rara cualidad en otras épocas se denominó sentido del gusto. Que yo contase con este hombre a mi lado era un dichoso regalo del destino - y yo estoy agradecido a ese destino.
En cuanto a las características de "nuestro equipo" pre-tendíamos un tipo muy determinado de trabajador. Buscamos entre la gente joven de talento, que tuviesen gran potencial pero que a la vez mantuviesen un punto de frescura, de ilusión. Queríamos especialistas que a la vez tuvieran un gran fondo, una visión de conjunto. Así pues, con estas directrices en mente, localizamos varios nombres en los archivos, y examinamos las tarjetas de trabajo a fin de que los horarios y las fechas cuadrasen con nuestro planing - he de señalar, como apunte técnico, que, para trabajos de detalle, nuestro diseño disponía de cierta flexibilidad; podíamos adaptarnos a las exigencias y fechas del trabajador. La peculiar estructura del proyecto permitía, si se puede decir así, empezar el edificio por cualquier parte y terminarlo de la misma manera - prácticamente no había construcciones seriadas, salvo en casos absolutamente necesarios.
Queríamos que la cuestión monetaria funcionase de parecida manera, enfocar el asunto desde el otro lado, desde el lado del consumidor. Aquí el investigador nos ofreció magníficos rendimientos. Me indicó fórmulas parecidas utilizadas en el pasado. Nombres oscuros, pertenecientes al mercado negro de la literatura económica: fisiócratas, Geddes, el Plan Steiglitz, el Dr. Jones de NYC, Von Hayek, Schumpeter; también estudiamos las modernas técnicas de financiación del siglo XX. En poco tiempo pudimos hacernos con una buena carpeta. Por su parte Pep aportó su experiencia al frente de Infinite Sound: un ingeniero de primer nivel como él estaba casi obligado a poseer conocimientos económicos exhaustivos - e incluso ciertas técnicas administrativas. Muchas de las mejores ideas económicas de los últimos tiempos habían surgido de mentes ingenieriles. En mi investigación previa al proyecto topé con un antiguo ingeniero japonés, un tal Yokohama. Este interesante personaje diseñó una cadena de montaje no linear, descentralizada, que trabajaba en red y que por lo visto, funcionaba "a todo trapo". Buscamos en sus diseños aplicaciones económicas para el sistema de compras del Proyecto Eleusis. Para resumir el asunto utilizando términos musicales, queríamos tocar free style be-bop en versión industrial.
* * *
Aquí debería mencionar un problema económica que sufrimos al final del proceso. Debido a ciertas modificaciones de última hora, en las que se usaron materiales de precios desorbitados, nos quedamos sin fondos, al descubierto. Si queríamos aquellos aparatos tendríamos que acometer una 'ampliación de capitales' - como irónicamente la llamó el hacker. Sustraer una nueva e importante cantidad de dinero era extremadamente arriesgado: las apuestas sobre nuestra seguridad personal se disparaban hasta el infinito. Por la noche, reunido el consejo de supervisión, estudiamos el problema. Noise fue el primero en exponer su visión: "a mí, ya puestos, me da igual cinco años más que menos". La respuesta de John no me sorprendió, es, como yo, un jugador: "de perdidos...". Si me sorprendió en cambio la osadía de Pep - el hombre tranquilo, un rasgo que admiré con silenciosa emoción. "Si hemos llegado hasta aquí, no nos vamos a echar atrás". En cuanto a mí, no tengo nada en contra del dinero especulativo - o exótico, como gustan de llamarlo algunos. Al contrario, me parece uno de los inventos más sublimes de la historia del hombre - en mi opinión, Lucca Pacioli merecería un puesto de honor en el olimpo de los grandes creadores. Más aún, coincido con George Bernard Shaw en que el dinero es posiblemente la única cosa en la actualidad que merece respeto, que tiene futuro.
Cuestión muy distinta son las operaciones que se realicen sobre el librecambio. En efecto, la depreciación del dinero consumada - una y otra vez - por los estados, bancos centrales, reservas federales y demás astutos colaboradores es una forma de robo al pueblo por parte de un grupo predominante en el Estado. Este hecho puede muy bien yacer sepultado bajo millones de teorías liberales, clásicas, neoliberales, neoclásicas y demás versiones de la cosa, pero sigue siendo un hecho y como viejo historiador que soy he de atenerme a él; res non verba. Con esto no pretendo en modo alguno justificar nuestra peculiar situación monetaria - un robo como una casa se mire por donde se mire - tan sólo muestro las cuentas del actual estado de cosas. En todo caso, creo que fue John, con su fina intuición, el que mejor describió nuestras estafas y demás piruetas financieras; si no recuerdo mal, las llamó "especulaciones de altos vuelos".
Que el dinero, en los últimos tiempos, tienda hacia formas-luz, abstractas y casi diría demoníacas, es algo que como investigador aficionado me apasiona, pero no me deslumbra. Para resumir: el dinero pretende conseguir una valoración económica (¿nos atreveríamos a decir burguesa?) de la Tierra§. La empresa es a todas luces descabellada, pero no por ello menos fascinante. ¿Qué es lo que se encontrará al final de ese túnel?. ¿Una mutación inesperada?. En cualquier caso no es esa la búsqueda que más me interesa. Prefiero investigar otras cuestiones más candentes, como por ejemplo: ¿Es el vino actual tan bueno como el de principios del XX?. ¿Disponemos de alimentos de la calidad del campesinado del XIX?. ¿ Se pintan cuadros comparables a los del XVII?. La vida de un jardín, el perfeccionamiento de las actividades vitales como amantes, esposos y padres, el juego del espíritu, el arte, los frutos de la tierra, los espacios humanos - a medias entre lo salvaje y lo civilizado, la construcción de hogares de verdad; todas esas cosas son las auténticas varas de medir la calidad de vida. "Un día sin caricias es un día perdido".
Hemos de investigar si es posible la creación - si no en modo total si al menos mayoritario - de espacios de convivencia a un nivel superior, y de sí es posible conseguir esto a un ritmo tal que esa progresión sea llevadera para quienes la llevan a cabo. Hipócrita, más aún, canallesco sería por mi parte negar las fantásticas posibilidades de la nuova técnica (más que nada por que yo mismo he realizado trabajillos para la compañía- si bien de forma indirecta) pero mal haremos buscando la vida superior dentro de la máquina. Bajo ningún concepto podemos caer en la fatal creencia que asume que el contacto via cibernética, por muy complejo que este sea, puede sustituir en modo alguno al contacto directo; este sería un funesto error de gravísimas consecuencias.
Tal vez debiéramos crear una técnica más fina, más sutil. Una técnica hecha de seda e imaginación. Una técnica de agua, incolora, inodora, insonora y llena de vida, de agua. "El cántaro conserva, el surtidor rebosa". Múltiple, fluida, flexible, suave - así ha de ser la técnica del futuro. "Existen todavía tantas técnicas por descubrir".
De todo lo dicho se sigue que en principio, aunque no por principio, estoy a favor de cualesquiera ampliaciones de capital siempre que vayan acompañadas de un sentido superior - llevamos siglos, que digo siglos, milenios viviendo a crédito y tal vez podamos seguir así ad eternam; el futuro es una fuente inagotable de ingresos. Además, no se me pasaba por la cabeza volver a la cárcel, ni cinco, ni diez, ni quince, ni los años que fueran. Ya cumplí con mis obligaciones una vez. Estaba decidido a no entregarme jamás. Así, pues, me daba igual las consecuencias finales de nuestra última ampliación de riesgos - perdón, quería decir de capitales.
Así pues, embriagados por la perspectiva del riesgo, servimos unos lingotazos de YeMonks, apretamos el botón de entrada y levantando la copa gritamos nuestro ya clásico va banque.
* * *
Volviendo al organigrama, he de señalar que ya desde un principio decidimos, en la medida de lo posible, dejarlo abierto - los propios trabajadores lo terminaría a su gusto.
Al caer la noche, seriamente borrachos, discutimos la táctica a seguir para contactar con la gente y sellar los contratos. Puesto que figurábamos de forma simulada como empresa filial de THE DREAM, los contratos tendrían que parecer oficiales - y de hecho, en un sentido elevado, casi diría metafísico, se podría decir que lo eran. "Pantalla, imagen, realidad, espejos... ¿Quién le pone el cascabel al tigre?" - así el investigador, en uno de sus clásicos fogonazos mentales.
Así pues, estudiamos las técnicas de contratación de THE DREAM y les añadimos un toque cortesano, artístico. John prefería optar por el contacto semi-directo, vía teleimagen. Noise quería explotar las posibilidades de la técnica. Yo soñaba con añadir una gota de misterio.
Enviamos una tarjeta de visita por la red - por descontado, perfectamente oculta a los ojos de las agencias. El hacker preparó algunos trucos de arte visual. Gracias a ellos, diseñamos una pequeña demo de presentación con las credenciales de nuestra compañía y una breve descripción del proyecto: queríamos que el tecno-artista tuviese la mayor - y mejor - información posible antes de decidirse a trabajar con nosotros.
No tengo la carta en mi poder pero recuerdo que decía algo parecido a esto:
Distinguido Sr. X.
Como puede ver en la demo que acompaña a esta carta estamos preparando un proyecto artístico de alta calidad. Para la creación de la atmósfera Y necesitamos de un técnico de Z. Nos gusta su trayectoria y hemos pensado en usted como el hombre idóneo para ese puesto. Estaríamos encantados de tenerle en nuestro equipo.
Contacte con nosotros en los siguientes terminales: X
Y
Z
Admitido, en muchos casos no estábamos siendo totalmente sinceros, pero a los tecno-artistas les gusta que les lisonjeen; forma parte del ritual. No nos importaba doblar la rodilla, así que enviamos nuestras misivas con los mejores deseos.
Gracias al cielo, tuvimos buen feed-back. "Por lo visto, a la peña le mola la idea" - así lo expuso Noise, con su clásica habilidad figurativo-conceptual. Los trabajadores se mostraron interesados en la gran libertad formal de proyecto - este era el as que teníamos guardado para ganarnos sus corazones. Casi no hubo discusiones monetarias. Sin querer parecer excesivamente vanidoso, lo cierto es que pagábamos muy bien. "Con dinero ajeno, bien se apuesta" - así la inteligencia intuitiva de John, el viejo zorro; aunque me parece recordar que utilizo otra expresión de carácter más popular, pero creo que la idea es la misma.
1. El Domo
El Teatro de los Sueños
The shadow of the dome of pleasure
Floated midway on the waves;
Where was heard the mingled measure
From the fountain and the caves.
It was a miracle of rare device,
A sunny pleasure-dome with caves of ice!
Kublai Khan
Coleridge
Terminados los trabajos de preparación y el diseño del organigrama y las líneas de acción, nos dispusimos a buscar el solar destinado al proyecto. Faltaban dos semanas para el robo de la pasta. Una vez que tuviésemos el dinero el reloj empezaría a correr - ya no habría marcha atrás. El tiempo se iría coagulando a medida que pasasen los días, presionándonos en todo momento, de noche y de día, en los sueños y en la sangre, sin dejarnos un instante de respiro.
Buscamos en las zonas industriales abandonadas que estaban cerca del puerto. Después de un par de semanas, a poco de acercarse la hora fatídica, cuando ya desesperábamos, encontramos una vieja fábrica textil, situada cerca de la zona portuaria. El sitio estaba prácticamente en ruinas pero tenía posibilidades. Imaginarme a aquellos cientos de mujeres trabajando rítmicamente al compás de los telares me transmitió buenas y musicales sensaciones. No menos alegría sentí al enterarme, al buscar los planos en las bases de datos, de que antiguamente habíase levantado allí una iglesia gótica. Sin pretenderlo, habíamos dado en el blanco: un lugar sagrado.
Para reformar aquel lugar y otorgarle vida de nuevo necesitábamos un arquitecto de grandes cualidades. Mi idea original estaba basada en la contemplación de los organismos - "nunca inventamos nada". Quería que el edificio estuviese vivo, que se moviese libremente, que respirase al ritmo de la música. Soñábamos con un teatro que pudiera sentir, bailar, expresar emociones.
Por fortuna, el arquitecto - o debiéramos decir, para ser más precisos, la arquitecta - también se presentó a la cita con el destino. Una chica joven, que nos recomendó uno de los técnicos de sonido, se personó en nuestro improvisado despacho. Italiana, rubia, muy alta, muy guapa, penetró en el camarote con gran desparpajo; de inmediato me gustó su osadía espiritual. "Hola, me llamo Gae Argenti". Sin apenas darme tiempo para hablar, sacó de su carpeta de cuero gastado unos extraños bocetos, muy viejos, del siglo XVII o así. "He traído esto para empezar a formarnos una idea inicial". Eran proyectos del iluminismo; denominación sencillamente genial: no cabe duda de que aquellos tipos eran unos iluminados. Había cosas de Boullé, Piano, etc. Dibujos muy precisos aderezados con un halo de irrealidad. Eran los inicios de la gran utopía racional. Habría mucho que hablar y que decir de estos ilusionistas y de algunas de sus sectas - pero esa es otra historia.
Uno de los bocetos nos gustó sobremanera: un diseño para el panteón de Newton; como la mayoría de los proyectos iluministas, nunca llegó a hacerse realidad. Una esfera de grandes proporciones, por la que se accedía a través de unos pasillos subterráneos. El interior, pintado con un negro azulado, agujereado, buscaba simular el cielo estrellado. La idea de utilizar un viejo panteón de Newton para dar vida a un organismo destinado a superarlo con medios más elevados me produjo un cruel placer - era una ironía refinada, una venganza en plato frío. Con esta primera idea en mente, fuimos perfilando el diseño final.
Gae, nuestra arquitecta, comprendió mi idea de organismo vivo desde el principio, lo que facilitó enormemente el diálogo. Dos seres humanos pueden tener distintos puntos de vista, pero si coinciden en la visión universal, entonces las divergencias son fructíferas, productoras de vida. "Existimos gracias a la diferencia".
La señorita Argenti dividió el gran espacio de la fábrica en dos partes semejantes. Una de ellas, a la que denominamos Nave, era un recinto cúbico en donde se alojaban todas las dependencias: estudios, grandes sótanos para el almacén, y diversas dependencias del proyecto que irían buscando ellas mismas su sitio. "La otra parte", el teatro propiamente dicho, era una semi-esfera que recibió el nombre de Domo. La entrada era, como en el diseño del propio Boullé, subterránea - de este modo podíamos movernos libremente por el complejo sin ser localizados por los satélites.
Después de cientos de bocetos y discusiones decidimos que la esfera tuviese cierta movilidad. Para ello, nuestra diseñadora sugirió introducir la cúpula del Domo en la nave central de la fábrica, dividir las paredes en pequeños paneles y utilizar la estructura exterior de la fábrica como anclaje de los paneles. Las dificultades arquitectónicas se complicaban exponencialmente por lo que Gae tuvo que estrujarse la mente para dotar ilusión esférica un conjunto de paneles - pero finalmente lo logró. La poderosa unión de intelecto y fantasía de estos nuevos tecnoartistas nunca dejará de sorprenderme.
Una vez que tuvimos los planos por ordenador, con las distintas fases del concierto, enviamos inmediatamente reproducciones del proceso a todos los departamentos, a fin de que pudieran aplicar y ensamblar sus diseños al desarrollo general del edificio. Los diseños de la semiesfera fueron coordinados con los demás sistemas: sonido, perfumes, efectos especiales, etc. Basándonos en la idea fractal de todo el diseño, quisimos que cada panel fuese un instrumento, un altavoz en sí mismo. Los cálculos de los rebotes de las ondas y los despliegues de las ondas fueron coordinados con el movimiento de los paneles.
Lo mismo ocurría con el sistema de iluminación y proyección. Cada panel era a la vez, foco y receptor de luz. Nos interesaba esa sensación ambigua, múltiple, espectral y reflexiva... Cada panel estaba recubierto de una superficie de cristal líquido deformable. De esta manera, el teatro era como una gran pantalla semi-esférica - por cierto que los paneles del suelo también formaban parte del juego. Así mismo cada una de las esquinas de los hexágonos brotaba un foco de luz espectral - así como un condensador de luz láser. La luz espectral era un tipo lumínico nuevo, creado a finales del siglo XX, que producía lo que los ingenieros del proyecto llamaban "luz espesa": una especie de humo tangible con el que se pueden crear auténticas esculturas luminosas.
Como remate de todo este super-equipo, añadimos a los paneles unos generadores de perfume de última generación. Teníamos a nuestra disposición el archivo Linneus Database - el hacker consiguió los códigos de acceso. Los perfumistas nos utilizaron como cobayas en alguna que otra vez pero nos dejamos querer. Es agradable trabajar en medio de lirios y narcisos, entre cerezos y limoneros - aunque sean simulados. En una ocasión se les fue la mano y tuvimos que reanimar a varios trabajadores.
Con todos estos enfoques deseábamos crear una atmósfera completamente envolvente. El Domo, como así denominamos al teatro por su forma esférica, se asemejaba de este modo a una concentración potencial de formas dinámicas, sonoras, luminosas, y olfativas. Una herramienta portentosa, plena de posibilidades alquímicas, dispuesta a producir arte en una doble faceta: la de escenario y la de actor.
Para completar las posibilidades del Domo requeríamos de las artes de una raza en extinción, los medicine-men, los hombres de las plantas. Sabíamos, por nuestras investigaciones, que en Eleusis se utilizaban ciertas bebidas psicotrópicas. Es importante constatar que existía - y existe - en todos estos misterios una especial relación con el mundo silvestre, con las flores.
De hecho, en el siglo XX, a finales de los oscuros años cincuenta un selecto grupo de detectives organizó una conferencia con el fin de hacer públicas ciertas investigaciones sobre esta relación tan particular entre los misterios griegos y el mundo de las flores. En el grupo se hallaban personajes tan variopintos como el ex-vicepresidente de un gigante financiero, un famoso químico y un estudioso de la antigüedad clásica. Todos ellos, cada uno por su lado, afirmaban rotundamente que los schema ti, las visiones que brotaban en el interior del templo estaban estrechamente relacionadas con el uso de drogas y ofrecían varias especulaciones a este respecto. Para nosotros, los del siglo XXI, la cosa tiene sentido: tenemos a nuestras espaldas la mayor avalancha de drogas acontecida sobre la tierra desde el antiguo desembarco de Dionisio en tierras del mediodía. Ya por aquella época, la del proyecto, nuestra experiencia con las drogas era ciertamente importante, éramos la generación que más entendía de drogas desde hacía dos mil años.
Naturalmente, sabíamos lo suficiente como para pensar que detrás de los phantasma de Platón no podía haber sólo una simple pastilla, pero también conocíamos del inmenso poder de las floreas. Desde siempre se ha sabido la mayor antigüedad del mundo silvestre. Son nuestras hermanas mayores. Las relaciones del hombre con las plantas han estado siempre rodeadas de un aliento religioso. De sobras conocida es la relación de la agricultura con el mundo de los dioses. Muchas de las religiones primitivas están basadas en la adoración de la naturaleza silvestre. La relación del ser humano con las plantas siempre ha sido, si exceptuamos nuestro tiempo, una relación poética. Hasta hace bien poco, todavía se conservaba en las regiones campesinos restos de ese sentimiento. “Paraíso es la palabra árabe que traduce jardín”.
Estos conocimientos se conservaron desde tiempos antiquísimos, posiblemente desde el paleolítico, hasta su desaparición en nuestra era. Los últimos restos de tales hombres habían sido borrados de la faz de la tierra a principios de nuestro siglo. Creo que la caza debió empezar a principios del siglo XVI, en 1528 el Concilio de Bourguess decidió perseguir a los recolectores de plantas. Conocimientos parecidos o incluso mayores habían conquistado los seguidores de las artes hipocráticas, que junto a los investigadores químicos, habían ahondado en las posibilidades de la materia. El potencial de la materia resultó tan terrible que en ocasiones llegaba a ser aterrador. Ya a principios de los 50 se probaron, en diversos proyectos de las agencias de seguridad de los USA diversas formas de control mental. En principio, nada se había logrado. Pero si uno conocía bien a aquellos hombres, se daba perfecta cuenta de que un primer intento fallido no los echaría tan fácilmente para atrás. Las posibilidades eran infinitas. Los avances científicos, como el tomógrafo, la química molecular, permitían a los tecnoquímicos crear fármacos de diseño. Se delineaban estados de conciencia a placer.
La consola de THE DREAM se impuso como el no va más de los adelantos técnicos. Este aparato poseía unas interfaces conectadas a la glándula espinal y al cerebro, por donde inoculaba ciertos componentes químicos e impulsos electromagnéticos. Mediante estas intervenciones transmitía al "soñador" ciertas frecuencias que modificaban las funciones cognitivas y emotivas de tal modo que uno se creía de verdad, o casi, dentro de la aventura diseñada por los creadores del juego. Estos científicos estaban estrechamente controlados por las multinacionales farmacéuticas, organizadas en torno a la megacorporación Prometheus, dueña del complejo militar-industrial y asociada mayoritaria de THE DREAM.
Por suerte, algunos de aquellos genios de la química se habían cambiado de bando, huyendo de los servicios de seguridad de las compañías y refugiándose en los submundos de todo el planeta. En muchos casos el cambio de actitud venía precedido por un giro espiritual provocado por la consumición de alguna de sus creaciones. Este detalle era interesante no sólo históricamente sino también desde un punto de vista mítico y poético. Como en otras muchas ramas de la ciencia, se estaban conjurando fuerzas de las que apenas sabía uno nada. Entonces uno de aquellos fuegos soltaba chispas que alcanzaban al propio investigador: el experimentador es experimentado. "Dentro y fuera de nosotros el mundo cambia a cada instante": las posiciones se invierten...
Para nuestra gran fortuna, tuvimos la oportunidad de contactar con uno de aquellos hombres misteriosos.
2. Medicine-Man
Puesto que no quiero revelar su nombre, le llamaré, in amiticia, Panoramix. Como todos los druidas era una persona reservada: solo en ocasiones hablaba de sus conocimientos - nunca de su pasado. Exhibía siempre una sonrisa pero, a veces, en el fondo de sus ojos, se desvelaba una casi imperceptible melancolía. Poco después, supe el motivo de aquella sombra.
Había trabajado en unos fármacos nuevos, variaciones de unas plantas que habían sido encontradas recientemente en las selvas amazónicas. Un día, manipulando una de las pruebas algo raro ocurrió, quizá un escape, o un defecto de fabricación de alguno de los envases; nunca se pudo comprobar a ciencia cierta Lo cierto es que debió absorber cierta cantidad de alguno de los componentes químicos que manipulaba, lo que le llevó a experimentar una forma de epifanía. Maravillándose de las posibilidades mostró su descubrimiento a los jefes del laboratorio. Luego vino lo peor, una agencia de seguridad utilizó sus investigaciones para llevar a cabo una serie experimentos encubiertos sobre el control de la mente humana. Pero algo había salido mal: mucha gente había muerto, a otros les toco sufrir cosas peores. La droga les producía pesadillas interminables que iban demenciándoles poco a poco. Aterrado por las consecuencias de su terrible experimento había huido, simulando un suicidio; se había cambiado de cara y de identidad y vagaba por el mundo, ofreciendo los servicios de médico a quien los necesitase. Desde aquella ocasión se había vuelto más cauto: ya no diseñaba fármacos y se contentaba con usar remedios caseros de la medicina antigua.
En los tiempos del proyecto, conseguir algún tipo de droga en el submundo era de las cosas más sencillas del mundo – en todo caso más fácil que conseguir comida. Las formulas eran de dominio universal. Los útiles necesarios para producirlas eran fáciles de conseguir y cabían en una simple furgoneta. Pero nosotros buscábamos algo muy distinto, un nivel superior. No una de esas drogas fáciles que se vendían en cualquier esquina. Necesitábamos caviar puro: una sustancia que potenciase las capacidades sensitivas pero que al mismo tiempo conservarse el alto grado la capacidad de razonar y entender. Exigir esto es, por descontado, buscar una utopía, un perpetuum mobile, puesto que los dos principios parecían contraponerse y evitarse mutuamente; pero con esto pretendíamos tan solo acercarnos lo más posible a ese ideal.
No fue fácil convencer al viejo químico para que volviese a su antiguo oficio y nos echase una mano. La conciencia de todo lo ocurrido durante aquella catástrofe pesaba como una lápida sobre su espíritu. Insistimos una y otra vez en que aquello no era culpa suya. Él respondía que sí, que era responsable. Yo entendía muy bien los sentimientos de Panoramix, su recelo por las posibles consecuencias. De hecho, todos los avances técnicos poseen esa doble cara de Jano - todavía recuerdo el espanto que se apoderó de los científicos del proyecto Manhattan al ver a su criatura sembrar la muerte y el terror. Por otra parte, también es verdad, como había escrito el gran Norbert Wiener, que "vivimos por obra y gracia de la invención".
* * *
El dilema es fascinante, también desde un punto de vista histórico, suprapersonal - toca hilos profundos del problema Eleusis: la relación entre Dionisos, límite y destrucción. El vórtice sobre él que el mundo occidental ha girado, cada vez más rápido, en los últimos siglos. Se trata, en definitiva, del mito de Prometeo - ahora examinado por segunda vez, con "conocimiento de causa".
Aquella expansión despiadada y voraz, aquella destrucción de todos los límites sagrados, no entendía de responsabilidades. Nada - ni nadie- podía detener a la ciencia, aquel escalpelo que penetraba una y otra vez en las entrañas de la vida y del universo. El físico desmenuzaba la materia, el biólogo desmembraba la vida, el filosofo se viviseccionaba a sí mismo. El saber científico era divino; el resto poco importaba, podía ser demolido, sacrificado ante el altar de la ciencia. Para cuando se descubrió finalmente que la ciencia era solo un gran mito ya era demasiado tarde.
Se había puesto en marcha un tren que no sabíamos como parar. Cierto que solo era un mito, pero que mito tan grandioso, que pureza tan ingenua y adolescente. Descartes había señalado que con él quedaba cerrada la filosofía - dudoso. Newton afirmaba conocer leyes universales - tal vez la manzana le cayó en la cabeza. Darwin creyó descubrir, con pueril inocencia, el teorema de la vida - daltonismo. La vida es más fantástica de lo que imaginamos. A Einstein le reverenciaban como a un mago, pero muy pocos le habían entendido - solitario Todavía en pleno siglo veinte, ya de vuelta de todo, dos tipos tan inteligentes y cultos como Russell y Whitehead soñaban con la idea de construir un hermoso palacio de cristal fabricado exclusivamente con axiomas matemáticos - ilusiones. Bien pronto todos pudieron comprobar la futilidad de su sueño.
Pero si la práctica había fracasado, la fantasía de Arquímedes, en cambio, triunfó más allá de toda realidad. En medio de aquellas luchas salvajes y religiosas aquellos hombres aprendieron, de la manera más cruel, a pensar desde un punto de vista universal, situado fuera de la tierra, en órbita. Una hazaña grandiosa del espíritu humano: salir fuera de la tierra y observarla con ojos de extranjero, de alienígena. Poco importaba que aquello nos hubiese costado sufrir un desencantamiento crónico, que a costa de pensar en forma universal hubiésemos perdido contacto con la madre tierra. Nuestros sentidos se habían llenado de carbono y titanio y no éramos capaces de escuchar a las fuerzas de la naturaleza. "¿Y qué?" – preguntaron los científicos.
Ni el mismo pensamiento estaba libre de la sierra mecánica que el mito científico había disparado. El alma, al igual que los demás súbditos, debía examinarse a diestro y siniestro; pulverizada con aquellos instrumentos ópticos, tendría que pasar bajo la guillotina del objeto. Nadie estaba libre de sospecha, también para los filósofos había sonado la hora del conocimiento a toda costa. Nietzsche se diseccionaba en vivo, separando con el escalpelo cada fibra de conciencia - manteniendo la frialdad del cirujano hasta la locura y más allá de ella. Witgenstein había insistido en operarse sin anestesia, para observar con ojo clínico su propio dolor - con el pathos radical de un antropólogo que estudiase el canibalismo en tierras salvajes mordiendo él mismo a la víctima, sacrificando toda humanidad en aras del sagrado conocimiento.
On revolution. El ansia de saber explosionó con salvaje perfección. El mito de la caverna fue perpetrado hasta las últimas consecuencias. Los aparatos ópticos de los científicos escaneaban sin tregua toda la tierra, hasta las mismas entrañas del universo. Hacia dentro y hacia fuera se dirigía todo tipo de variaciones del telescopio, tomógrafos, espectrógrafos, infrarrojos. "Parece que estamos condenados a observar la realidad por medio de espejos".
Galileo, convencido por lo que veía en su aparato, insistía una y otra vez: e pur si muove - pobre diablo. Newton, cuyos trabajos giran enteramente sobre la óptica, elaboro una teoría para explicar las refracciones ópticas de sus observaciones: La teoría de la manzana del conocimiento. Leer hoy lo que el propio Johannes afirmaba en su grave teoría todavía produce escalofríos. No sabían entonces que lo único que finalmente podían ver resultaban ser imágenes deformadas por los cristales abombados.
Más tarde, con la aparición en escena de THE DREAM, las lentes y los espejos terminaron por ganar la partida. Muy pocos vislumbraron la gran jugada. De entre los contemporáneos solo Tycho Brahe - y algún otro - sospecharon algo. Más tarde, a Goethe le había pasado algo parecido. Su discusión con el inglés merece ser comentada, pues podría arrojar cierta luz sobre lo que nosotros pretendíamos con el Proyecto. Pero aquí es menester que cedamos la palabra al investigador:
Goethe se ocupaba de la psicología y fisiología de los colores, mientras que Newton se limitaba a las fórmulas físicas de la luz. Newton había mostrado que el blanco estaba compuesto por todos los colores del espectro, y que estos colores se manifestarían por medio de la refracción. Goethe quiso inferir la unidad de su causa física a partir de la unidad de la sensación del blanco, y formuló una teoría que no pretendía desarrollar los colores a partir de la luz, sino demostrar "que los colores son producidos por la luz al mismo tiempo que por el objeto que se le interpone", es decir: la luz es blanca, y el ojo despliega los colores. No cabe duda de que el blanco pertenece a la categoría de protofenómeno, de modo análogo a la protovértebra, la protoplanta y el prototipo; pero como su pensamiento busca también en esta materia el punto pregnante, a partir del cual, en este caso, no se desarrollan intuiciones, sino colores; también aquí vemos el mismo esquema fundamental: el protofenómeno (lo opaco), la totalidad humana (el ojo), cuyo órgano despliega a partir del primero las metamorfosis (de la luz en color). La situación se torna más interesante si se tienen presentes las consecuencias que se desprenden de la siguiente sentencia de los Paralipomena: "El oído es mudo, la boca sorda, pero el ojo oye y habla". Si, por tanto, el ojo habla, no habla de índices de refracción, descomposiciones newtonianas, líneas de frauenhofer o imágenes virtuales, sino que habla de su mundo, de la luz, "se forma en la luz para la luz, para que la luz interna salga al encuentro de la luz externa". Si el ojo habla y se mueve, se mueve entonces dentro de una física sin matemática, de una física que es physis, naturaleza, naturaleza humana: "Las formulas matemáticas conservan siempre cierta rigidez y pesantez, las fórmulas mecánicas hablan más al sentido común, pues vulgares o incluso brutales como son, transforman lo viviente en algo muerto, matan la vida interna para mostrar desde una perspectiva externa, una realidad deficiente". Longitud de onda, ángulo de incidencia, emisión... ciertamente: "No cabe duda de que color y luz mantiene entre sí relaciones muy precisas, pero ambos fenómenos deben ser pensados en su pertenencia a la naturaleza como un todo, pues ella es todo lo que aspira a revelarse singularmente a través del sentido de la vista". Por tanto: la naturaleza quiere revelarse, y añade: "no podemos imponer a nadie cómo debe representarse la cosa"
El sutil – mas poderoso - ataque del alemán a la óptica de Newton pareció dar sus frutos unos siglos después. Con la minuciosidad de un sabio y el ímpetu del aedo, Goethe había colocado grandes cargas de profundidad en la teoría visual de la ciencia; el tiempo sirvió las veces de espoleta. La aparición de la mecánica cuántica derivó el problema del espejo hasta sus últimas consecuencias; ahora el espejo era el propio pensamiento matemático.
Finalmente, el problema afloraba a la superficie. En la segunda mitad del siglo los ojos de los investigadores comenzaron a limpiarse de nuevo. Muchos empezaban a entender lo que estaba en juego. Acompasar el ritmo cultural y el científico traducía fabricar hipótesis más adecuadas, más significativas - si es que se puede emplear esta expresión en el ámbito científico. Intentos gloriosos de acabar con la dualidad, de unir realidad y abstracción se habían lanzado a la arena científica. Las matemáticas fractales, las teorías de la complejidad, todas ellas prometían jugosas ganancias.
Pero la súbita aparición de THE DREAM lo cambió todo, dejando obsoletos sublimes intereses científicos. La imagen más allá del espejo se condensó hasta extremos inimaginables. La técnica se vistió un disfraz tecnicolor y siguió adelante su glorioso curso - apenas alguna voz se levantó para denunciar aquella farsa. "El siglo XX es un enigma".
Se había ido más allá de todo. El otro lado del espejo era ahora más real que cualquier realidad. "El mundo al revés". Las fantasías más descocadas de Lewis Carroll eran ahora banal costumbrismo.
Busqué en los archivos de InfraNet en busca de algo parecido que hubiera acontecido en la historia. Después de muchas indagar encontré algunas similitudes en las concepciones cosmogónicas de los aborígenes australianos. Comprobé con sorpresa que el nombre que finalmente se había escogido para la consola era muy acertado. Para los aborígenes la vida diurna representaba una línea plana del encefalograma. Para estos nómadas la vida real, intensa, era el sueño. Esto planteaba dilemas nuevos, enigmas mucho más profundos que aquellos a los que se enfrentaba el hombre occidental desde hacía milenios. Esta postura, si bien no en la manera tan radical de los australianos, ha estado siempre presente desde los orígenes en todas las culturas. Taoístas, Indios - con el velo de Maya, griegos, antes o después todos habían jugado con la hipótesis soñada. Los árabes, con sus tendencias mágicas, evocaban una y otra vez ideas parecidos. En cualquier caso, la distinción tajante de los australianos representaba un punto de vista nuevo, desconocido en el mundo occidental - el solipismo como elección vital.
Hasta donde yo sabía el primero en formular en profundidad la versión occidental (post-Dante) de estos problemas fue un Español del siglo de oro. En una de sus obras más famosa, Calderón se preguntaba si la vida no sería sino un fantástico sueño. También Shakespeare fantaseó con la cuestión, dejando la respuesta en el aire - "en todo caso no fue un sueño común". Con todo, el problema actual es, si cabe, más peliagudo. En última instancia lo que THE DREAM plantea es el diseño de los sueños. "Vivir el sueño y soñar la vida".
En cualquier caso, todas estas especulaciones están fuera de lugar. Las antiguas definiciones sobre la vida y la muerte han perdido su validez, es ya imposible distinguir donde acaba la ciencia y donde empieza la religión. La organización total, por medio de las conexiones tecnológicas, originó un epifenómeno cuyas últimas consecuencias todavía no somos capaces de predecir. No sólo se trataba de una modificación cuantitativa como muchos pensaron entonces - y todavía piensan ahora. Había algo más en el ambiente, los dolores de un parto. Un fenómeno tan nuevo como lo haya sido la aparición de la conciencia individual del hombre. “El Punto Omega”
* * *
Pero divago, ¿de qué estabamos hablando? Ah, ya recuerdo, de hybris y espejos. La automatización es el mito central de las fábulas tecnológicas. El automa to, 'el que se mueve por sí mismo'. Pero ¿Quién es este personaje? ¿ Cómo trabaja? ¿Con que sueña en las noches de tormenta?
En este punto aparecen siempre las tentaciones de sumergirse en el líquido opiáceo de una discusión escolástica pero ¿ en verdad existe alguien – o algo - que se mueva por sí mismo?. "El tema tiene su complicación" - así el investigador, en otro de sus famosos juegos de palabras
Norbert Wiener, uno de los gigantes del siglo XX, reflexionó profundamente sobre las consecuencias implicadas en la automatización - y no solo meditó acerca de estas cuestiones sino fue uno de sus creadores más preparados. Haremos bien en escuchar lo que al respecto tiene que decir: cuando menos era un pensador serio - algo que, lamentablemente, no se puede decir de muchos científicos de nuestra época. Su punto de partida, la magistral versión del Aprendiz de Brujo de Goethe. Se han hecho varias versiones en THE DREAM, así que es probable que alguno de ustedes lo conozca, bien en su versión original, bien en otras parecidas. Para los que no han tenido esa suerte, trataremos de resumirlo brevemente:
"En el relato, el brujo deja solo a su aprendiz y factótum con la encomienda de que acarree agua. Como el muchacho es perezoso e ingenioso, delega la tarea en una escoba pronunciando las palabras mágicas que ha oído al maestro. La escoba se pone a realizar el trabajo sin que nada la detenga y el muchacho esta a punto de perecer ahogado, desesperado porque no ha aprendido, o ha olvidado, el segundo encantamiento para detener la escoba. Sin saber qué hacer, la agarra y la parte sobre sus rodillas para contemplar consternado que cada trozo de escoba sigue acarreando agua. Por suerte, antes de perezca vuelve el maestro, que pronuncia Las Palabras para que se pare la escoba y administra una buena regañona al imprudente."
También la sabiduría mora reflexionó a fondo sobre estas cuestiones, como lo prueba el cuento de Aladino y el Genio. "Nuestra lámpara es de uranio". Entre las distintas narraciones occidentales que se dedican a estos menesteres destaca por su crudeza el cuento de W.W. Jacobs: "La pata de mono" - relato que tal vez debieran estudiar detenidamente en los laboratorios y facultades de biotecnología.
La respuesta que Wiener dio a este dilema es la siguiente:
"La piedra de toque en todas estas historias es que los poderes mágicos se cumplen al pie de la letra y, si les pedimos un bien, debemos pedir lo que realmente queremos y no lo que creemos querer. Si, por ejemplo, programamos una máquina para que gane la guerra, debemos saber bien que entendemos por ganar. No podemos esperar que la máquina nos siga en nuestros asertos llenos de prejuicios y carga emocional merced a los cuales nos permitimos llamar victoria a la destrucción. Si queremos la victoria y no sabemos lo que entendemos por victoria, veremos al fantasma llamar a nuestra puerta".
Wiener parece estar en lo cierto. También es verdad que solo al final de la aventura podemos evaluar los aciertos y los errores. Unicamente al término de la travesía podemos descubrir si existe tierra más allá del mar. "Pero decidme hermanos míos, ¿es cierto que al otro lado de las montañas existe un Dorado?". Por lo demás, so se puede descartar la posibilidad de que el auténtico espíritu del hombre sea la rebeldía, o simplemente sus problemas se deben a que es rematadamente tonto.
En cuanto a las consecuencias ¿puede pre-verlas alguien?. ¿No estamos todos a merced del azar?. Cada avance crea un retroceso, cada nuevo logro un problema gemelo. "Castor y Polux, inseparables por la eternidad". La afinación técnica implica como contrapartida la elevación de la apuesta en juego; cada vez hay que arriesgar más cosas - a la postre, la propia cabeza. "Afinación y peligro, por ahí van los tiros" Parece que no somos capaces de dar una respuesta a su altura. ¿El aprendiz supera al maestro?.
Al final, no queda otro remedio que seguir adelante. Y esa perspectiva, la de verse obligados a seguir creando por toda la eternidad es placentera para nosotros los artistas. "En última instancia sólo existe la experiencia".
* * *
"El espectáculo debe continuar", esas son las palabras sagradas entre bastidores; así se lo expuse a nuestro chaman particular. Finalmente, tras reflexionar unos días, accedió a nuestra petición: "Esta bien, trabajaré en el proyecto, pero quiero que todo el mundo este informado antes de probar nada, quiero el control de las pruebas y el control sobre la reacción del protocolo de pruebas". Sus condiciones me parecían justas - pacta sunt servanda. "Por supuesto, Panoramix, aquí somos profesionales. Las chapuzas para los demás".
Así pues, con el medicine-man a los controles, nos dispusimos a buscar nuestro particular grial. Como suele suceder en estas ocasiones, no faltaron voluntarios para las pruebas. Temerarios, locos y aventureros los ha habido siempre - y seguirá habiéndolos mientras queden "hombres". John y yo decidimos participar en alguna de aquellas excursiones, como parte práctica - y también autopedagógica - de nuestro proyecto. No nos parecía justo pedir a otros que nada que antes no hubiésemos hecho nosotros mismos§.
En lo que toca a la elaboración del pharmako sabíamos muy poco; lo que teníamos en mente era más bien un barrunto que no un diseño. Deseábamos algo a medio camino entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Para traspasar estos conceptos al terreno químico nos servimos de la analogía nietzscheana sobre el sueño y la embriaguez. Panoramix, con la ayuda de un especialista en psicotecnia realizó con nosotros ciertas pruebas en las que utilizamos todo tipo de máquinas: tomógrafo, espectrógrafos, sensores de ondas y demás artillería técnica. Nunca he confiado en estos aparatos, pero en aquel momento me pareció que si lográbamos conjuntar de alguna manera lo que Nietzsche proponía de la combinación de ambos junto con el análisis técnico, tendríamos "una posibilidad" de elaborar el fármaco que andábamos buscando. Para establecer el enlace utilizamos también como fuente de información viejos relatos de psiconautas - además de comparar los relatos de nuestras propias experiencias durante las pruebas. Las visiones eran generalmente muy distintas pero tras largos cotejos y mucha fantasía junguiana logramos sacar alguna cosa en claro. Según lo veía yo, grosso modo, nuestro fármaco debería residir en algún lugar a medio camino ente el SiLent LuCiDity y la Fantasy - por tratar de situarlo entre fármacos conocidos. Como se puede ver, se trataba de una empresa muy parecida a la de aquellos locos medievales que se lanzaban en busca del santo grial - o del perpetuum mobile. Es cierto, ese equilibrio esta situado fuera del tiempo y no podrá alcanzarse nunca. Con todo, nos conformábamos - y mucho - con acercarnos un poquito a ese ideal.
La división, la antítesis apolíneo/dionisíaca, también se da en el mismo fármaco. "¿La eterna ambigüedad de lo real?". Por un lado un remedio milagroso, por el otro un poderoso veneno. Todo depende del uso, de la mesura, del sujeto, de su herencia, del talento... Entran en juego múltiples circunstancias, diez mil factores superpuestos. Las distintas reacciones a una misma sustancia parecen dar razón a aquellos que afirman que las sustancias primeras eran dioses. También en el mundo psíquico parece haber un orden, pero no es menos cierto que las posibilidades de cambio palpitan en el interior de cada neurona. La pluralidad de conciencias es una fuente inagotable, inexhaustible. De este modo, las drogas semejan cristales finamente tallados por los que se irisa la conciencia única.
Poco a poco, prueba tras prueba fuimos tallando ese diamante mágico con él que soñábamos. No fue una tarea fácil, ni para los doctores ni para los psiconautas. Panoramix se desesperaba ante la falta de control. Exigía continuamente más pruebas individuales con el objeto de asegurar de algún modo las rutas. Ciertamente, esto hubiera sido lo correcto, pero fatalmente carecíamos de tiempo. Las conclusiones que inferimos de las primeras pruebas no fueron muy halagüeñas: al menos un cuarto de los psiconautas sufría efectos indeseables. Mas no podíamos hacer mucho más: la pluralidad del mundo exigía que una parte se opusiese. Era imposible crear una panacea universal. De entre los que no se quejaban solo la mitad respondía con interés a la estimulación.
La mente es un órgano tan delicado que sólo con unos pocos acertaríamos con la dosis adecuada. Esta cuestión me preocupaba, ¿porqué solo unos pocos, porqué unos elegidos, porque no todos?. La pregunta iba más allá del arte, más allá incluso de la vida. Que significaba aquel derroche de la naturaleza. ¿Por qué solo una semilla entre miles se convertía en el fresno?. ¿ Por qué solo un espermatozoide entre un millón? ¿Por qué precisamente "nosotros"?.
Estudiamos el problema a fondo, investigamos, comprobamos los datos de arriba abajo, de izquierda a derecha; en ninguna parte aparecía nada que se pareciese a una posible solución - ni tan siquiera un compromiso a medio camino. La complejidad intrínseca de la vida se oponía a nuestros sueños. Por lo demás, no disponíamos de tiempo para adiestrar al público. En Eleusis, aparte del fondo común colectivo, muy arraigado, existían todo tipo de ceremonias, purificaciones, ayunos, meditaciones, todas ellos dedicadas a preparar la peregrinación para la ceremonia iniciática - saltarse esos pasos conlleva enormes peligros. Contra todo eso, nosotros teníamos apenas un simpático protocolo que sería entregado junto con la entrada y el pharmako tan solo unos días antes. En el protocolo insertamos una pequeña referencia a Eleusis y los misterios y un breve resumen del libreto; pero nos pareció escasa preparación. Desgraciadamente, no teníamos tiempo para afrontar estos pasos previos y hubimos de arriesgarnos a dar el salto de una sola vez - "cosas del directo". En cualquier caso, tampoco hubiéramos sabido como hacerlo. Los conocimientos en torno a las experiencias iniciáticas se han perdido en gran medida. Tampoco existe ya sabiduría en torno a los ritos de pasaje: la prueba del coraggio, rituales de madurez, viajes a la zona de la muerte... Estas artes, esenciales para el ser humano, se han perdido entre la maraña de máquinas con las que hemos re-poblado el mundo. Así pues, en lo que concernía al alma de cada uno, la confiamos a la suerte. De ese modo nos sentimos empujados, una vez más, a decir con Hölderlin: "solo allí donde hay peligro crece lo que nos salva".
En lo que concernía a los peligros físicos, nuestro particular medicine-man quería tenerlo todo bajo control. Aunque el riesgo era muy bajo, existía la posibilidad de complicaciones psicosomáticas. Así que ideamos unas pulseras con control de tensión, ritmo cardíaco, térmico y alguna medición más. Un radar con el interior del Domo computerizado nos permitiría localizar al sujeto afectado y ofrecerle atención inmediata. Bajo las gradas "el viejo chaman" prepararía un pequeño servicio médico, "por si acaso". Me pareció una idea muy prudente y así se lo hice saber. Del alma no podíamos responsabilizarlos, eso era una decisión personal, "lo propio de cada uno"; pero trataríamos de proteger los cuerpos de nuestro bienamado público. Lo que en realidad no significa nada, es decir, ¿qué es un cuerpo sin un alma? ¿Un vegetal? En absoluto, las plantas tienen alma - precisamente de eso va el proyecto Eleusis. En cualquier caso, a buen seguro que los afectados también encontrarían en el viejo druida la asistencia espiritual requerida; estaban en buenas manos.
Así pues, faltaba nada más que la presentación. Después de difíciles discusiones en el consejo, logramos diseñar el protocolo, que de memoria intentaré reproducir.
3. El Protocolo
(un flyer peculiar)
El Proyecto Eleusis
presenta:
Viaje al Corazón de la Máquina
Una Noche en el Teatro de los Sueños
El Proyecto Eleusis se complace en invitarle a una noche de ópera tecnológica. Con este protocolo pretendemos hacerle la noche más grata.
La pulsera que acompaña esta carta posee unos sensores para su seguridad. Deberá colocársela a la entrada y portarla en todo momento - no se permitirá la entrada sin pulsera. Para cualquier imprevisto tendrá a su disposición un servicio médico dentro del recinto, dotado con los últimos avances tecnológicos.
La pastilla que acompaña a esta fabricada con un nuevo componente químico: metanfetamina-dimetil-4CH-Xf, a la que hemos denominado cariñosamente Kykeon. Posee actividad psicotrópica a partir de 100 gamma ( la pastilla contiene 250 gamma). Los efectos físicos pueden variar desde pseudo-sensaciones térmicas extremas, sudoración, hasta ligeros espasmos y arritmia.
La actividad cerebral es del tipo excursión psiquedélica, con alteraciones visuales, auditivas y de todo tipo. En ninguna prueba se ha detectado pérdida de conciencia en último grado. En todo caso, querido coautor, si consume el pharmako ha de saber que se juega ni más ni menos que el alma. Es necesario que antes de tomar la decisión de asistir a nuestro festival medite seriamente sobre esta cuestión. El Proyecto Eleusis no se responsabiliza de posibles desarreglos espirituales.
El Proyecto Eleusis nace como un intento de recuperar viejas prácticas mistéricas de la antigüedad clásica. Eleusis era el nombre de un templo situado cerca de Atenas en el que se practicaron durante unos mil años ciertos rituales en honor a Deméter, diosa de la fecundidad y de la naturaleza. Los misterios mayores consistían en un rito de iniciación en el que los iniciados disfrutaban de una visión en el interior del recinto.
El proyecto Eleusis retoma esta iniciativa, transformándola en una ópera tecnológica. Con esta idea, pretendemos lograr una experiencia espiritual a través de una obra artística total. Así pues, nosotros ofrecemos tan solo el escenario - el resto corre de tu cuenta, es tu trabajo.
El libreto de la obra, del que te ofrecemos a continuación una breve sinopsis, lleva por título Viaje al Corazón de la Máquina.
En lo alto de la torre Antaios, Noel es elegido como nuevo miembro del consejo de la compañía. Desde ese momento su trabajo con I.A. le lleva a criar robots inteligentes para usos policiales. Más tarde los robots se escapan a su control, devastando la ciudad. En un intento por detener la destrucción. Noel desciende hasta los niveles inferiores del complejo tecnológico, con la esperanza de hallar alguna forma de detener a los descocados autómatas. Una vez allí se encuentra con una bella desconocida. Junco con ella Noel irá descendiendo distintos niveles, recorriendo el laberinto de la máquina, tratando de superar los peligros que le acechan. ¡Que los dioses les protejan!.
En todo caso nuestra intención última es que pase unas horas agradables con nosotros y que disfrute del momento. Le esperamos.
4. El Primer Movimiento
Con la contratación del medicine-man cerramos el circulo. A pesar de todas las dificultades, nos habíamos hecho con un buen puñado de oficiales, un pequeño estado mayor del arte. En lo que se refiere estrictamente a la investigación, el grupo era interesante en sí - también en lo que se refiere a la tipología. Se trataba de personas que se hallaban en una posición privilegiada, situadas entre dos mundos, el mundo histórico, con su alta cultura y el mundo tecnológico con su tremendo potencial. Este era uno de los rasgos característicos de los tecnoartistas del proyecto.
He de señalar, para ser sinceros, que deliberadamente había buscado ese rasgo durante las entrevistas. Me parece que un artista tiene que conocer su tradición, aunque sea para romperla o incluso quemarla, aniquilarla mediante el fuego artístico. Conocer la tradición ayuda a valorar, y valorar es una de las grandes tareas del artista. A eso se sumaba estar en una de las encrucijadas más asombrosas, más inauditas de la historia. Su posición, situada a medio camino entre ambos mundos, les permitía gozar de una contemplación soberbia Las grandiosas ruinas de un mundo que desaparecía y el gigantesco paisaje de talleres de uno nuevo que se estaba construyendo. A la deliciosa melancolía de vagar entre tumbas y hermosos panteones, entre crisantemos y poesía funeraria, se sumaba ahora la fascinación y el amor fati por las gigantescas dimensiones y la dinamis titánica del mundo tecnológico. Entre el crepúsculo de los ídolos y la aurora del trabajador se extendía la noche: oscura, terrible, plena de encantos y encantamientos. Horas mágicas, cavernas llenas de peligro, abismos, demonios, piedras preciosas sumergidas en las aguas, encuentros románticos; todo cabía en los dominios de Selene. La atmósfera fascinaba e inquietaba a un mismo tiempo. Cualquier cosa era posible en las horas de la luna, los sueños podían presentarse sin previo aviso, "como un relámpago en medio de la tormenta".
Probablemente no se haya dado otra oportunidad semejante desde los tiempos presocráticos. El mundo, el universo, giraba sobre uno de sus goznes y por un momento, con la respiración contenida, se podían ver las dos vertientes de la montaña. Las imágenes eran exuberantes, portentosas. De entre el caos emergían lentamente los patrones, los mitos del nuevo mundo de la megatécnica.
Finalmente llegó a la hora. "El cohete esta preparado". Había que pulsar un botón y comenzar la aventura. Noise arrugó la nariz, en un gesto típico: "¿Qué?, todavía estamos a tiempo de echarnos atrás". El inglés y yo nos miramos con una sonrisa cómplice. En sus ojos relampagueaba el brillo sagrado del jugador. Entonces, movió un poco la cabeza, maliciosamente, con un gesto inquisitivo. ¿ Que, que vas a hacer ahora? - parecía decirme. Apostar, jugárnosla a una carta, es nuestro privilegio divino. Por un instante, sentí como la emoción crepitaba en mi corazón. Pasé mi brazo por detrás del cuello de John y apoye mi mano izquierda en el hombro del hacker: “que diablos, hagámoslo de una puta vez”. Ya no había marcha atrás; cosa que, bien mirada, no representa ninguna novedad, ni ahora ni entonces: nunca hay marcha atrás, el tiempo es irreversible, mortal de necesidad.
La orden llegó a tiempo real a todos nuestros equipos. Tenían vía libre y dinero fresco para entrar en acción. El engranaje comenzó a girar. En unos días, eso esperábamos, la maquinaria, diseñándose en parte a sí misma, estaría funcionando a "toda pastilla"; a la velocidad de la luz. A modo de saludo, encabezando los mensajes, escogimos nuestro particular grito de guerra, nuestro santo y seña en los camerinos y estudios del teatro. Sampleando a uno de los filósofos más geniales del siglo XX, G. Marx, gritamos con voz hipertextual: "Más madera, es la guerra".
5. El Equipo
La primera línea del equipo de destinaría, como corresponde, a la comunicación. Trabajamos con muchos aspectos técnicos - siempre tratando de dotarlos de sentido, de relacionarlos y usarlos mediante "sentidos y sensibilidades" poéticas. Para el tema de las relaciones entre técnica y formas utilizamos toda la artillería: presocráticos, poetas, novelistas románticos, expresionistas, surrealistas, magos, visionarios, metafísicos; “todo vale”. Nuestra intención era conseguir un movimiento continuo, un flujo espiritual libre, activo en la materia. Cada revisión iba acompañada de anotaciones, hipertextos, aderezado con citas poéticas, filosóficas, científicas, técnicas, etc. Tratábamos de explorar las conexiones entre los diferentes sentidos. Sospechábamos que un mismo logos recorría toda las estructuras. Queríamos encontrar universalidad en lo universal, lo uno que estaba en todo, y el todo que estaba en lo uno. Formas, persistencias a través de las mutaciones, reverberación... Con esto no pretendíamos simplemente superponer estructuras sino adicionar, complejizar eternamente el proceso, tanto externa como internamente. La adición no debía ser barroca, no era una suma de pliegues sobre pliegues sino de intensidad, un brotar interior, condensación de significados, potencialidad desatada, unidad en el tiempo y más allá de él. Simplicidad y complejidad al mismo tiempo. Esta última directriz nos fue muy útil a la hora de simplificar los procesos de imaginería del Domo; ante todo queríamos evitar la sobrecarga. Toda obra tiene su peso propio§.
Aquí tocamos un punto importante a considerar: el minimalismo. El asunto es delicado; a prima vista parece una versión nueva, especialísima, de la sensibilidad. En una rápida investigación creí detectar raíces orientales. Una especie de "más con menos" asiático realizando en formas tecnológicas - cabe imaginar también un aumento en la sutileza del observador. Tal vez algún día existan sensibilidades capaces de paladear esa estética de minas de diamantes conjurados por la alta presión. Es una línea peligrosa, se camina por un sendero estrechísimo- aunque tal vez ese sea el andar típico del hombre. No basamos nuestro proyecto en los parámetros del minimalismo porque buscábamos una mayor complejidad pero lo tuvimos siempre presente, como contrapunto, como muestra de la fuerza inherente de la sencillez. La perfección no consiste en la más alta complejidad sino en la armonía entre lo más simple y lo más complejo. "Intensidad y concentración, tal parece ser su ley".
Los chicos trabajaron a destajo. Construir en entornos holísticos requiere de grandes dosis de tacto, talento y trabajo; un ejemplo: cada nueva oscilación de las ondas de un micrófono modificaba todo el entorno - teníamos que calcular de nuevo todos los efectos§. Intentamos que todo se moviese acompasadamente, como las olas del mar. Investigué la red en busca de alguna referencia que nos orientase a la hora de trabajar en esos espacios y di con un viejo pensador, orgulloso, temerario, ingenuo y soñador: Giordano Bruno.
Según este personaje el universo componía una esfera cuyo centro estaba en todas partes y su límite en ninguna - ¿O era Blaise quien lo decía? ¿ O fue Nicolás de Cusa?. Aquella idea interesó vivamente al hacker. Necesitábamos un tipo de red que no tuviese centro aparente, pero que a la vez estuviese en todas partes. Meditamos largamente sobre el tema: se lo crean o no, la cosa tiene su complicación. "La canalización total podría generar monstruosos centros de poder" - así Vigo, uno de mis maestros. El hacker tuvo en cuenta estos peligros. Le sugerí que comentase con Joseph las complicaciones técnicas. Hicieron un gran trabajo de equipo: “software y hardware”.
Sobre la base de este primer diseño extendimos líneas a lo largo de todos los equipos. El hacker fabricó una estructura n-dimensional de comunicaciones. Las relaciones no solo eran verticales u horizontales sino que fluían desde todos lados a todas las decisiones, siguiendo el modelo del Nolano. En honor a nuestro predecesor renacentista denominados al sistema de comunicaciones: Bruno Network; al medio-ambiente en el que trabajaba lo llamamos "entorno al-Kindi" - rememorando así a uno de sus primeros diseñadores. Se entregó a cada hombre un transmisor y un miniordenador, todos ellos con multi-options, es decir, podían funcionar en sistema unidireccional, en forma n-lateral o globalmente. Las conversaciones podían ser bilaterales o múltiples, según las necesidades.
A fin de poner la guinda a nuestro equipo de comunicaciones, Noise y los ingenieros diseñaron unas gafas con implante de vídeo con las que se podían visualizar cualquier archivo. Si, por ejemplo, algún técnico estaba instalando alguno de los paneles, podía ver en sus gafas las detalles técnicos de la máquina, instrucciones de montaje, ampliaciones macroscópicas de las piezas, etc. En resumen, tenía a disposición visual cualquier información que necesitase. Con toda esta artillería, pretendíamos, en última instancia, lograr la superación de la organización: el perpetuum mobile del espíritu organizador: la transparencia total.
Este montaje translúcido buscaba difuminar al máximo las diferencias entre organismo y organización. El técnico sería organizador de su propio proceso: él mismo trazaba sus líneas organizativas a tiempo real. No se tomaban decisiones en cuanto tales, se conformaban líneas de acción que se desarrollaban en sí mismas. Nuestra idea trataba de ir un poco más allá del viejo dualismo, es decir, que el principio individual actuase también como principio organizador. Cierto que había una dirección, un centro: éramos nosotros los que pagábamos, pero nuestro trabajo se redujo a simples consultas, retoques últimos. Hubiéramos podido influir de forma más decisiva más pero eso hubiera desvirtuado el modus essendi de nuestro proyecto - y con ello, de forma irremediable, su modus vivendi. Hubo problemas, claro, como en todas partes; el artista es un hombre especialmente difícil, pero nada que no se pudiese solucionar con una copa de vino.
Teníamos, por otra parte, la posibilidad de remplazar en tiempo real, con nuestros archivos, a cualquier trabajador. Si alguien no estaba a gusto, podía irse automáticamente. Esta era la norma principal. La segunda, más complicada, residía en el cumplimiento del propio trabajo. En todo caso, apenas tuvimos que hacer uso de la fuerza. Si a un verdadero artista se le paga bien y se le ofrece un proyecto interesante, a buen seguro, si no es un mal nacido, podemos contar no solo con que nos dedicará el tiempo de trabajo sino también el resto de su vida, incluidos los sueños - precisamente ellos en especial. Muchas fueron las noches en que visité el Domo y vi a artesanos currando fuera de los horarios establecidos - por el puro placer de trabajar. En este sentido, he de añadir que el tecnoartista posee un grado de la responsabilidad mucho mayor que sus predecesores. Este rasgo me agrada especialmente - a pesar de mi posición neutra, a-moral con respecto a la sociedad he de precisar que siempre, desde niño, he sido un jugador de equipo; pero solo juego si los demás, incluidos los jugadores contrarios, se lo toman en serio; en caso contrario lo mejor es marcharse a casa y jugar con "los otros": un cómodo sillón, un cognac viejo y un buen libro...
Es posible que en la disolución final se haya perdido un poco de talento, de improvisación, pero se ha ganado en seriedad, en trabajo. La capacidad del tecnoartista para co-laborar en equipo es una de sus grandes potencias. Por aquel entonces emergía una nueva raza de creadores que rechazaban las estridencias exteriores y que valoraban la artesanía; "disciplina exterior, anarquía interior". Unas gotas de talento y se lograría la alquimia.
Creamos, además, cierto número de secciones especiales. Entre otros, destacaba el equipo especial dedicado al acabado formal: los detalles, los últimos montajes y retoques. Lo colocamos bajo la rúbrica Ornamento. Se formaron algunos equipos de fusión entre técnicos y artistas que revisaban las conexiones finales, los capilares - por utilizar un término orgánico, ahora que esta tan de moda.
Junto a estos aspectos materiales convivían grupos de actividades más formales: Investigaciones y Archivos. En cuanto a la estructura primordial del sistema de búsqueda conté con la inestimable ayuda del investigador - ¿que sería de nosotros sin maestros?. La creencia que afirma que un sistema de muestreo de "medio billón de dólares" es superior al informe de un investigador de primera clase es otra de esas absurdas fantasías que forman parte del altar sagrado del "adorador de artificios". El sabio, además de su contribución puramente espiritual, ahorraba tiempo y millones al proyecto - quede aquí mi agradecimiento. Gracias a su mapa mental podíamos evitarnos muchos escalones intermedios. Su visión iba más allá de la mera fractalidad que hoy se vende a bombo y platillo como el non plus ultra del pensamiento cibernético. Pero, ¿Que saben los necios de la complejidad de una flor?.
Necesitábamos un equipo de búsqueda de alta calidad y resolución – pedí consejo al maestro investigador. Su inteligencia nos llevó directamente a las puertas de la cueva. Diseñó un complejo sistema de búsqueda basado en viejas técnicas bibliotecarias que rescató de la oscuridad erudita – “beneficios ocultos de la escolástica”. De resolver los problemas técnicos se encargó el hacker - que haciendo honor a nuestro recién estrenado sistema, introdujo también mejoras y envió comentarios, preguntas y recomendaciones varias al investigador, que a su vez se mostró sabio y supo valorarlas; todos tenemos puntos ciegos de los que solo los demás pueden salvarnos. La selección de los hombres para los diferentes puestos corrió a cargo de John - que contó en todo momento con mi análisis táctico y estratégico.
Además de los dos hombres fijos del equipo de investigación cada equipo tenía su propio investigador de enlace. Si queríamos saber que representa el color verde en el mundo de la música, o el de los olores, entonces automáticamente la búsqueda aparecía tanto en el sistema informático del investigador musical como en el del perfumista - en el resto de los equipos aparecía en escalones inferiores, que no obstante podían también arrojar luz sobre ciertos enfoques. Ambos cotejaban sus informes a tiempo real. Además, cada miembro del equipo, ya fuese técnico de sonido, albañil, iluminador, etc. podía conseguir información rápida sobre cualquier problema. Mientras el operario seguía trabajando los investigadores buscaban posibles respuestas a su pregunta e iban enviándoselas en tiempo real. Los oficiales del equipo investigador ofrecían informaciones complementarias mientras el equipo de archivos se encargaba del montaje de la información y de la re-archivación de los fondos propios del proyecto; queríamos llevar buena cuenta de nuestro propio desarrollo. El total de estas informaciones era accesible desde cualquier punto gracias a las gafas mágicas - no había secretos§.
En ciertas ocasiones, si no aparecía una solución clara, se invocaba entonces mi presencia para tratar de buscar alguna salida - cosa que yo nunca lograba, pero al menos conseguía introducir nuevos problemas; "lo mejor para desatascar un pasadizo es un par de barrenos de los gordos" - así el Cabeza de Pólvora, nuestro especialista en pirotecnia, hablando ex catedra.
Si bien sufrimos serios problemas bastantes problemas a la hora de coordinar un sistema de información y reverberación tan complejo también es verdad que a medida que pasaban las semanas nuestro organismo respiraba cada vez mejor. Una vez que los muchachos se adaptaron al funcionamiento de los aparatos el sistema comenzó a trabajar por sí solo, a dar sus propios frutos.
En cuanto a la organización temporal prescindimos de ella en gran medida; confiábamos en que la propia organización volvería superfluo este tipo de controles. El Domo funcionaba las veinticuatro horas, "día y noche". Los trabajadores entraban y salían a capricho. Solo para las eventuales necesidades técnicas de montaje en equipo contratamos los servicios de un especialista en coordinación de recursos - al que cariñosamente apodamos el Acomodador. Por lo demás, nuestro trabajador era el tipo de hombre libre, seguro de sí mismo, responsable y autónomo. A este tipo de operario es menester dejarle campo libre para que despliegue todo su talento. Estando en su casa, reflexionando, meditando, o incluso en medio de una depresión, el tecnoartista sigue trabajando en el proyecto, en su cabeza siguen girando las ideas. Por este motivo, pedí a Gae, nuestra arquitecta, que diseñara unos salones de asueto en el segundo nivel de la Nave - el propio John y yo colaboramos en el diseño de esos espacios de meditación, que incluían fumaderos, chill outs, e incluso una zona de baños con yacusi incluido - elemento este último que gozó de gran aceptación entre los trabajadores.
Instalamos también, siempre a instancias de John, un servicio de restaurante/bar en funcionamiento permanente. Los distintos bebedizos que se podían consumir en el bar incluían una variada gama de drogas. Puesto que este asunto chocaba con la seguridad tratamos de buscar un sistema flexible. Joseph, basándose en su experiencia en Infinite, organizó - en colaboración con el equipo de seguridad - una tarjetas de identificación electrónica que todos debíamos portar en el interior del complejo. El druida en persona revisó las listas de bebidas y alimentos, equilibrando la mezcla con maestría. Cada bebida estaba cualificada con una incapacitación temporal para ciertas funciones de trabajo. Estas consumiciones quedaban reflejadas con colores en la tarjeta. De esta manera, dependiendo de nuestra ingesta, tendríamos una iluminación distinta en la tarjeta, que nos permitiría trabajar o no en ciertas zonas del Domo. "La seguridad es importante para el trabajador".
En cuanto a los aspectos peligrosos de trabajo seguimos casi punto por punto las reglamentaciones técnicas de última generación de THE DREAM - se había realizado una gran labor es torno a esas cuestiones y era de justicia apreciarlo. Joseph, con sus conocimientos como ingeniero profesional en Infinite Sound, nos fue de gran ayuda en la elaboración de los protocolos de seguridad. Organizamos un dispositivo médico en las dependencias de la planta baja de la Nave, en el que incluimos un mini-quirófano. Una miniatura que a buen seguro hubiera hecho las delicias de un Valentín Fuster - y que por fortuna no tuvimos que utilizar. El medicine-man quedó a cargo de este equipo - y añadió al arsenal tecno-galénico su propia bolsa de hierbas.
Por último, pero no por ello menos importante, creamos un departamento de Catering, o como a John le gustaba bromear - C2 (Constantine al cuadrado): Viandas y Bebedizos. Lo más importante, lo necesario para trabajar bien es estar cómodo, bien alimentado. El asunto me preocupaba sobremanera, se trataba de una piedra fundamental del proyecto. Así lo contemplaba también John, que quiso encargarse personalmente del asunto. Indiqué a mi amigo que en estos temas no deberíamos escatimar en gastos; no hizo falta, un viejo aristócrata como él sabe gastarse los cuartos cuando hay de por medio ricos manjares y caldos excelentes. Con su habitual sagacidad para detectar las necesidades ajenas, Constantine utilizó la Bruno-Net para realizar encuestas sobre los platos preferidos por los trabajadores. La paleta era interminable pero nuestro chairman pudo llegar a varios acuerdos satisfactorios. Puesto que nuestro equipo era una auténtica ensalada de razas tuvimos en cuenta predilecciones nacionales, limitaciones religiosas, éticas, etc.; nos cuidamos también de los objetores de la conciencia carnívora y demás paladares delicados - lo mismo ocurrió con las bebidas. John supervisó minuciosamente todo el proceso - sin duda esta era una de las facetas del proyecto que más le divertía.
Para las cenas, en donde revisábamos de manera informal los progresos del día, Constantine se hizo con sendas colecciones de vinos escogidos, entre los que se encontraban Chateau Laffite del 26, C. Margaux del 32 - por nombrar sólo a los más conocidos. La leyenda decía que ya no quedaban botellas de esos años, pero lo cierto es que allí estaban , con los sellos sin abrir y la pátina que dan los años pasados meditando en silenciosas cavernas. Comparado con esto el misterio de Eleusis nos pareció un asunto para aficionados – “un caso para los Tres Investigadores”. No me pregunten como demonios las consiguió ¡Que me aspen si lo sé!. El muy cabrón, ni borracho soltaba prenda: seguro que donde estaban esas había más. En cualquier caso, no se lo echo en cara, si yo tuviese una información de ese tipo estaría "más mudo que una puta en semana santa". Eso si es auténtico poder, eso sí es top-secret, sólo para tus ojos - el resto son novelones, folletines para espías de los bajos fondos.
La importancia de aquellos caldos en el éxito, la belleza y el buen discurrir del proyecto jamás podrá ser sobrestimada en modo alguno. Las ideas más brillantes del proyecto no brotaron durante el trabajo de montaje - aunque también allí aparecieron hallazgos inesperados -, sino en las deliciosas veladas que disfrutamos en Chez Constantine, el refectorio/restaurante estilo siglo XVIII, que John - colaborando una vez más con Gae - diseño y construyó en el tercer piso de la Nave. Recuerdo incluso que en la noche de la inauguración, tal vez herido por las flechas de Baco, John otorgó a los vinos la responsabilidad del 70% del proyecto. Muchos de los participantes de la cena estuvieron de acuerdo: pude oír numerosas voces de aprobación - si es que al gruñido de un borracho se lo puede poner bajo este epígrafe. Desconozco si el vino tuvo o no que ver en aquellas declaraciones arriesgadas- aunque no dudo en ningún caso de la imparcialidad de semejantes profesionales.
Para colocar un broche de oro a la cena Constantine volvió a realizar otro de sus clásicos trucos de magia: sacándose de la chistera maría natural, traída según el, directamente de las sierras más remotas de México. Juro por lo más sagrado que tampoco sé de donde sacaba la dichosa hierba. A mis continuos ruegos para que compartiese tan vital información contestaba siempre lo mismo: "Dani, por todos los diablos, soy un caballero, no me pidas que revele el nombre de mis confidentes". Sus contactos a lo largo del mundo me desconcertaban: ¿de donde los sacaba? ¿Cómo lograba las conexiones?. Este era uno de los misterios del nuevo Eleusis. ¡Cuánto le echo de menos!. Algún día, si salgo vivo de este atolladero, tendría que escribir un libro sobre él. Lo titularía mas o menos así: John Constantine, retrato de un gentleman del siglo XXI.
La primera de estas cenas tuvo lugar justo después de la instalación de nuestra reluciente red de información, la Bruno Network. A cargo del sistema de búsqueda se encontraban cuatro jóvenes investigadoras de genio: Mary-Margaret, Frances, Lynn y Hannah. Las chicas no pararon de dar la lata en toda la noche, cantando las excelencias del dichoso aparato: " que si la Bruno esto, que si la Bruno lo otro". Hartos de tanta palabrería decidimos abrir un simposio de urgencia con la aviesa intención de ponerlas a prueba por fanfarronas. Después de agrias discusiones y sesudas conferencias se propuso al equipo de la Bruno-Net cuatro preguntas que más que difíciles eran bizarras. Como límite temporal disponían del tiempo que tarda un Vega Sicilia del 18 en airearse: unos treinta y cinco minutos. Si mal no recuerdo las cuatro pruebas/preguntas eran las siguientes:
1 ¿Quiénes, cuando, como y porque crearon el New Weekly Observer y demás periódicos de sucesos extraños?.
2 ¿Cuantos hangares existían aparte del Hangar 18, y que coño se guardaba en ellos?.
3 ¿Cuándo apareció esbozada por vez primera en la literatura la idea de una dominación del mundo por parte de las máquinas?
4 ¿En que lugar residió Elvis desde su fuga en el 72 hasta su muerte en el 99?.
Con la celeridad de un rayo, las investigadoras se pusieron manos a la obra. Viéndolas teclear las consolas de la Bruno fácilmente podía imaginarse a un cuarteto de viento tocando magistralmente una pieza barroca. Cuarenta minutos más tarde, cuando nos disponíamos a regar las copas, las chicas lograron responder a tres de las cuatro preguntas - remachadas desde al menos seis ángulos distintos. El investigador, al que habíamos invitado a la inauguración, estaba pálido, atónito ante la velocidad de nuestro cacharro. Constantine se echaba las manos a la cabeza, decidiendo pasar de inmediato a licores de mayor graduación. ¡Tres de cuatro!. Recuerdo que pensé: ¡Demonios, no esta mal, no esta nada mal!".
6. Las Lámparas
Para que una obra pueda llegar a los ojos del corazón, la escena debe estar bien iluminada. Suena la hora de las antorchas. Es necesario escoger los ángulos de luz - no es lo mismo alumbrar una tragedia que una comedia satírica.
De acuerdo con el espíritu del proyecto, otorgamos a los chicos de iluminación y de imaginería total libertad. "A los pintores hay darles materiales y no meras indicaciones" - además, ni John ni yo teníamos tiempo para ocuparnos de aquellas cuestiones. Por otro lado, durante mis consultas como consejero artístico, insistí siempre en la necesidad de imprimir el ritmo eleusino a cada faceta de nuestro trabajo.
La visión es el más fuerte de nuestros sentidos - y el más peligroso. El proyecto Eleusis había nacido de una visión y estaba encaminado a conseguir otra. Las imágenes son lo más importante, aunque es cierto que no suficientes - y muchos menos autosuficientes. Por otra parte, aquel giro hacia lo abstracto seguía repeliéndome, era algo que no acaba de comprender. Todo el asunto me parecía una completa alucinación, la crónica pictórica de un mal sueño, los espantosos y fascinantes colores de una pesadilla. ¿Que sentido tenía tratar de comunicar lo manifiestamente incomunicable? ¿El inconsciente hablaba directamente al inconsciente? - "eso ya no es arte como tal, es otra cosa". En todo caso era sospechoso cuando menos el que los pintores acabasen siendo mejores escritores que dibujantes. Además, la técnica no basta, pero es necesaria. Luego se puede olvidar, como hacían los pintores asiáticos, o refinarla a sus más altas expresiones como Velázquez; pero es necesario golpear el acero hasta laminarlo, esenciarlo con cada golpe del martillo. No existe otra forma de templar las espadas, por mucha tecnología de que se disponga. "¿Pero entonces, maestro, la música y la poesía?". "Esas son otras historias".
Ya con Goya la forma comienza a diluirse, la mirada se agudiza, pero hacia el interior, hacia la nebulosa del inconsciente. Luego, la ansiedad, el grito de Munch. Más tarde los colores de las máquinas con Mondrian. Pero los tonos eran confusos. ¿ De que se trataba en realidad? ¿ Un sangriento carnevale pictórico? ¿ o había algo más?. Por otro lado, desde un punto de vista estrictamente histórico, era necesario prestarle especial atención, aunque fuera solo como síntoma. El que los artistas de la visión, los pintores, se dedicasen a aquellos extraños alquimias, posee sin duda algún significado; es un asunto que requiere de serias reflexiones, de meditaciones profundas; "un caso para investigadores de primera clase".
En la época en que construíamos el Domo el juego había cambiado, la paleta era ahora digital. Algunos pintores como Cocteau se habían pasado al cine. Lo que ahora primaba era el ojo, el punto de vista subjetivo de la cámara. Su atracción era innegable. THE DREAM señalaba el final de ese camino: la subjetividad total, la negación absoluta de la naturaleza, la cancelación del tiempo y el espacio: la ingravidez del espíritu tecnológico. Se había logrado la mónada universal pictórica - Leibniz miraba asombrado; graciosamente se la llamó pixel. El ingenio del técnico es extraordinario. Su capacidad de movilización es asombrosa; no en vano es la más fuerte de entre todas las figuras. El cine se había mostrado como un espejo fantástico, que reproducía desde dentro la realidad. "La comparación con la antorcha de Platón es inevitable..." - así el investigador, en otro de sus apuntes al vuelo.
La inclusión de la técnica digital dotó de alas a la capacidad de los cineastas. Y a pesar de todo algo no marchaba bien con la respiración: el aliento de la ansiedad. El proceso, las dos horas en sí impresionaban hasta extremos desconocidos, pero no dejaba poso. La literatura es poliédrica (el blanco del papel deja espacio a la imaginación), el cine plano. Por otro lado, eso bien puede ser una prevención mía - "hay todavía tantos prejuicios de los que debemos desprendernos". Tal vez la literatura ofrecía más por que mostraba menos, daba espacio al misterio, la imaginación de lector representa un papel primordial, mientras en la pantalla el espectador se comporta en gran medida de forma pasiva. ¿Quizá los nacidos en el espacio acústico visual leían poliédricamente el cine?. Es complicado saberlo -"es difícil defenderse en un mundo distinto al que uno pertenece".
La unión de la historia y la literatura ofrece ese inside-outside necesario para percibir la sinfonía histórica. Es necesario conocer la biografía del historiador, tanto la del historiador puro, como la del historiador-escritor que relata el presente. Es necesario conocer, al menos en parte, el punto de vista desde el que pintan sus cuadros de la realidad. Con estos datos en la mano, sugerí al equipo de imaginería que las imágenes tuviesen profundidad histórica y artística.
Por su parte, asombrándome una vez más con su audacia, los chicos de los equipos lumínicos y de imaginería habían decidido, dando un paso más allá, experimentar una triple combinación: el decorado en sí, con la escena; la iluminación, con sus luces espesas, y la pantalla circular del Domo. Unas veces las paredes harían de pantalla, otras de decorado para la escena, otras como creación de figuras visuales tridimensionales.
La parte cinematográfica del Domo se valdría en gran parte de una película específica diseñada en gran parte con medios digitales, aunque se intercalarían imágenes a modo de decorado de la escena o de las figuras, y también trozos de collage visual, lo que se denominaba en el siglo pasado ‘cybervideos’. Un montaje fotográfico de imágenes que permitía con gran facilidad unir las más lejanas relaciones con gran facilidad. Un sistema ingenioso, práctico, que permitía mucha libertad - también muchas trampas. Me parece que el collage es uno de los pocos inventos meritorios de la pictórica moderna. Una especie de alquimia plástica, directa. "Un style image con posibilidades".
El director de imaginería, Finchier Cunningham, fue el tecnoartista del Domo que más me impresionó. Su capacidad para aunar música e imágenes sin perder el sentido del ritmo era fatalmente asombrosa. Su mente, que funcionaba de modo visual, parecía tener unas dimensiones enormes (recordemos que el almacenaje de imágenes devora la memoria de los computadores más que cualquier otra cosa). Seguí muy de cerca su colaboración con los muchachos de 3D. Me interesaba sobre todo la nueva forma de pensar que poseían aquellos hombres; "pensaban en imágenes"§. Su creación de figuras tridimensionales en movimiento rozaba la magia de la fascinación - y, en cierto sentido, representaba una nueva forma de escultura, una escultura dinámica.
Todos los efectos visuales fueron coordinados con relojes digitales sobre la grabación musical, acoplados a la milésima fracción de segundo. Los cambios tonales se acompañaron con modulaciones en la paleta lumínica, en un nuevo enfoque de color. Acoplamos ritmo, forma, color, sentimiento. Utilizamos sensores de todo tipo, tratamos de que la técnica recogiese la mayor diversidad posible. Queríamos extraer de la tecnología una plasticidad extrema; "cromatismo espiritual".
Llevamos la importancia del Domo como decorado hasta sus últimas consecuencias. Mientras la música fluía en su interior, el teatro tomaría las formas de los distintos decorados del relato, moviendo sus paredes como una geisha abre y cierra su abanico. En los momentos escogidos por los diseñadores y los músicos, el Domo se convertiría en el decorado virtual de la película, transformándose en las diferentes estancias en las que se desarrollaba la obra. Regularíamos la concentración de aire, la temperatura, la humedad relativa, todos los factores decisivos. Los productores de perfumes, nuestras "flores de cristal" ambientarían las diferentes escenas. Las pantallas de las paredes se convertirían al instante en un decorado rodado subjetivamente que incluía en su interior al ojo del público. Si todo salía como soñábamos el efecto sería grandioso. El Domo sería a un tiempo foco, altavoz y pantalla. Una bella flor rica en colores y en perfumes. Una red de sueños.
7. Entre Bastidores
Para favorecer la comunicación entre los miembros de los diferentes equipos - no queríamos reducir las posibilidades al puro trasvase de información - decidimos organizar una pequeña fiesta todos los viernes. Se nos ocurrió, durante una de las primeras cenas, ya en un estado avanzado de embriaguez, que el intercambio de fluidos era tan importante como el intercambio de ideas. A nosotros no acababa de convencernos muchos esa ecuación que iguala al espíritu con la información; el mundo es más complejo de lo que imaginamos. Por mucho que los astrólogos de la nueva era insistieran en ello siempre me ha parecido que esa comparación yerra ya en su base.
Decidimos, pues, abstenernos de tocar el tema y dejar que la cosa fluyese a su libre albedrío. Como cualquiera de las posibilidades, esta dirección entrañaba ciertos peligros. El sexo es una energía muy poderosa: puede crear cosas muy grandes y también destruirlas. Por otro lado, el tratar de reprimirlo puede ser más peligroso aún - esa es una de las sabidurías que enseñan las mujeres que cazan en los montes cercanos a Eleusis: las ménades. En cualquier caso los tiempos parecían maduros para tal experimento y, además, el mundo del teatro tiene vasta experiencia en los manejos de estas fuerzas. Por lo demás, no nos importaba demasiado que se sucediesen pequeñas tragedias amorosas entre bastidores, eso daría substancia humana a la obra – a John y a mí nos agradan ese tipo de intrigas; "cosas de gárgolas".
Con todo esto pretendíamos crear un clima agradable, propicio al intercambio, en el que los muchachos pudiesen hablar de otras cosas, ampliar los puntos de vista. No fue tarea fácil, los artistas son gente problemática: inmadura, individualista en grado excesivo, inadaptada... De hecho, es difícil evitar el pensamiento que afirma que el arte es una forma excelsa de la malformación. Para suavizar estos razonamientos - perdón, quería decir rozamientos - contratamos los servicios de nuestro mago de los fármacos, que nos hizo entrega de una buena colección de pócimas de la amistad y filtros de amor con las que realizó auténticos milagros. Nos agradó con locura que la gran mayoría de tecnoartistas siguiese interesada en el sexo a la vieja usanza. Aquello significaba que sus sentidos todavía seguían la pista buena, por sus venas todavía corría sangre auténtica.
Naturalmente, se registraron multitud de problemas, como en todas partes, pero nada que no se pudiese solucionar con unas copas preparadas por nuestro barman farmacológico y buena música hip-hop. La delicada pero enérgica capacidad diplomática de Constantine hizo el resto. En torno a él desaparecían las diferencias, era lo que antaño se denominaba un gran anfitrión - uno se podía tragar muchas cosas con tal de no aparecer desagradable a sus ojos.
Abrimos las jornadas festival con un pequeño festival entre los días 18 y 22 de Diciembre. Me alegró comprobar que las fechas coincidían con las Saturnales romanas, fiestas en donde se celebraban en honor de los muertos y en las que había cierta "relajación de costumbres" - si es que podemos permitirnos este simpático eufemismo. La idea me agradaba, era necesario relajar el ambiente: las máquinas tensan los nervios con cuerdas de silicio. Es bueno desconectar de tanto en tanto, es sano y es divertido. Recuperar el arte de reír era otra de esas misiones ocultas, pero decisivas, de nuestro pequeño proyecto.
Fue en una de esas fiestas donde conocimos a la que luego sería cantante de nuestro grupo. Su imagen, cuando la vi por vez primera, bailando en aquella fiesta, sigue tan nítida en mi memoria como antaño. Existen recuerdos imborrables, murallas contra las que el tiempo nada puede.
La chica llegó de la mano de uno de los chicos de iluminación - con el que estaba saliendo. En un momento de la fiesta, durante la noche, algunos de los chicos comenzaron a manejar los aparatos de música, poniendo viejos temas de soul. Entonces, Gloria, que así se llamaba, agarró el micro y se puso a cantar un viejo tema de Aretha Franklin. Las conversaciones, las risas, todo enmudeció. "Las cabezas se giraban, los ojos se abrían". Aquella chica lo tenía, poseía ese algo indescriptible que atrapa y conquista. John y yo nos miramos de una punta a otra de la pista. Las piezas seguían encajando, teníamos a nuestra cantante. Miré a John de nuevo, mostraba su clásica sonrisa, mezcla imposible de serenidad y malicia. Supongo que nos enamoramos a un tiempo. Nunca se lo pregunté y nunca me dijo nada, pero sospecho que así fue.
Al terminar la fiesta presentamos nuestros respetos a la chica con la no tan sana intención de contratarle. Dijo que sí entre risas, con la inocencia y la superioridad de quien es y se sabe especial. Así pues, teníamos la corona de nuestra orchestra, solo faltaban los intérpretes.
8. La Orchestra
Para la composición del grupo realizamos unas pruebas con varios de los muchachos que conocíamos en el submundo. John dominaba bastante bien las percusiones pero prefería estar abajo, entre el público; siempre ha sido un "espectador del mundo". Por mi parte, pretendía estar tanto en el público como en la banda: pasaría la primera parte abajo, entre el público y luego tocaría una de las workstations. La formación se completó con un cantantes masculino, batería, bajo, dos guitarras, una sección de viento, el DJ y todo el equipo de percusiones – la grabaciones serían procesadas por la megamáquina de La Nave.
Aunque de forma inevitable, habría muchas partes grabadas (aquellas que requerían de complicadas producciones), pretendíamos tocar la mayor cantidad posible de música en directo. El esbozo final de las partitura, todavía sin arreglar, se terminó a falta de un mes para la inauguración. Esa misma noche, el maestro Raimon murió de una sobredosis de Morpheus. Joseph, nuestro productor, que se había encariñado con él durante las sesiones de grabación sufrió una crisis nerviosa. Cuando entramos en el estudio se abalanzó sobre nosotros gritando como un poseso: "¡muerto, John, le hemos asesinado!. Todas esas putas drogas que le habéis suministrado. ¡Nos hemos aprovechado de él, lo hemos exprimido como a un limón, lo hemos reventado como a un caballo de tiro!".
Y bien, todo eso era cierto, no había porque negarlo: " Así es, nos lo hemos cargado ¿y qué?. Creías que estaba contento con su vida de puto alcohólico tirado por las calles. Entonces sí que estaba muerto, vagando como un puto vegetal. Nosotros le devolvimos a la vida. Durante unas semanas volvió a crear, la muerte es un bajo precio por el placer de un dios. Esta muerto, ¿y que?, a buen seguro es más feliz que nosotros. Deja de llorar como una puta niña, y termina su puta obra. Eso es lo único que te diría si pudieses oírle". Joseph me miró con los ojos llenos de odio "¿ Devolverlo a la vida? ¿Quién demonios te crees que eres, Dios?.
Al salir del estudio John me agarró por el brazo: " Te has pasado, Pep le quería". "Venga John, no me jodas. Todos le queríamos. También tu crees que no tengo corazón. Esta muerto. No tenemos tiempo. ¿Que quieres? ¿ Que me quede quieto mientras el equipo se derrumba?”. El mismo nos lo dijo una noche, ¿o es que ya no te acuerdas? “Lo único que cuenta es la música".
A la noche siguiente, en las criptas del Domo, celebramos el entierro del maestro. Los chicos de iluminación colocaron cientos de velas de todos los tamaños. La luz de los cirios tintineaba, como llorosa. Entre los muros flotaba el Requiem de Mozart - acaso la música más bella que haya acariciado nunca la faz de la tierra. La muerte pareció agrupar al equipo: muchos se abrazaban, otros se cogían de la mano. Todo era muy extraño: ¿porque yo no estaba triste, como los demás?. Me parecía que el maestro hubiese realizado una hazaña extraordinaria, atravesando el tiempo de un solo salto.
Permanecimos en silencio todo el Requiem, después colocamos la lápida, no sin antes arrojar un poco de tierra con la mano. Luego del último adiós permanecimos en la cripta toda la noche§. Algunos charlaban en susurros, otros bebíamos vino y esnifábamos rayas sobre la lápida. Creo que fue John quien rompió el hielo, relatando una divertida anécdota del maestro - había salido corriendo en calzoncillos por toda la Nave, silbando un pegadizo estribillo y gritando: "lo tengo, lo tengo"; en la emoción, no se había dado cuenta de su desnudez. Así, rememorando viejas escenas, riendo y llorando, permanecimos hasta que despuntó el alba. Al salir la aurora, sellamos la cripta y no echamos la vista atrás.
Al fallecer el maestro Joseph tuvo que hacer las veces de compositor, arreglista y director de la banda. La orquesta era un conjunto de virtuosos del instrumento. Durante un mes estuvimos ensayando en los sótanos de la nave. Las dos últimas semanas realizamos los ensayos en el teatro que todavía estaba en construcción. Los chicos de sonido habían realizado los cálculos por ordenador, pero querían cerciorarse in situ; “de la idea a la experiencia existe una zona muerta que es necesario cruzar”. De los técnicos se podrán decir muchas cosas, pero es cierto que realizan su trabajo a conciencia. El edifico se movería según las necesidades acústicas. Los paneles del teatro no solo eran móviles sino deformables. Tenían la propiedad de abombarse a placer. Los ingenieros de sonido los iría moviendo según los armónicos y su reflexividad, a fin de conseguir un sonido perfecto en cada momento.
En cuanto al horario de llegada, todo marchaba más o menos bien. Ibamos un poco justos de tiempo, pero ¿quien no lo esta en la era de los relojes atómicos?. El grupo comenzaba a sonar como un solo hombre, cada vez más compacto. Con músicos como aquellos no había que preocuparse demasiado. Su acoplamiento al instrumento era tan grande que era difícil decir donde terminaba uno y comenzaba el otro; uno de los guitarras, por ejemplo, no se descolgaba el artefacto ni para comer - se decía que incluso dormía con ella, aunque no llegué a comprobarlo con mis propios ojos.
Poco a poco las piezas iban encajando, el aceite monetario facilitaba los movimientos. Un paso más y la máquina andaría sola. Tan sólo necesitábamos un punto de equilibrio y un poco de suerte. La rutina es el necesario punto de apoyo de la fantasía.
"Monoteísmo de la razón y del corazón, politeísmo del arte y la imaginación; eso es lo que necesitamos".
9. El Ensayo Final
La noche antes del gran día: la prueba final. Medio asustados subimos al escenario. Los que no tenían una función específica durante el concierto y los equipos de apoyo hicieron de público. Mire sus caras: rostros cansados, ojerosos, envejecidos. Los muchachos habían trabajado de firme, a contra-reloj - me sentí orgulloso de pertenecer al proyecto, de formar parte de aquel equipo. Se les veía tensos, llenos de incertidumbre - en algunos ojos capté un último miedo a que algo fallara.
Pero no falló. El grupo tocó a la perfección y el Domo desplegó parte de sus artes mágicas. No utilizamos drogas para el ensayo final pero el despliegue de energías escénicas nos confirmó punto por punto el potencial de nuestro particular "teatro de los sueños". A poco que el público colaborase al día siguiente lograríamos algo fantástico.
Constantine, superándose una vez más a sí mismo, nos tenía preparada una última sorpresa. En el justo instante en el que comenzaba el "dialogo con la máquina" surgieron del escenario, recién llegados de Norteamérica, los míticos Mind da Lag: el grupo/leyenda hiphop de Detroit - pertenecientes al clan de la montaña mágica de Wudang. Solo los dioses - y el propio John - saben como consiguió sortear los controles militares y sacarlos de Illinois; estaban permanentemente vigilados por las autoridades y tenían prohibido participar en festivales. Después del concierto pude acercarme y conocerles personalmente. . Eran tal como transmitían sus canciones: tipos sencillos, honestos, sinceros Me impresionó sobremanera su aura. Desde las ruinas de la miseria se había alzado una voz que por vez primera cantaba las verdades de los guettos, y lo hacía sin resentimiento, sin odio. Contaban la verdad tal cual, desnuda de coloristas maquillajes abstractos. Era un gran distinción para la gente del proyecto tenerlos entre nosotros en la noche del concierto y así se lo hice saber. Aceptaron los honores con una sonrisa clara, agradecida.
Después del concierto organizamos una pequeña fiesta de despedida. La gente, incluso los más antisociales de los artistas, estaba contenta. Decoramos el teatro con flores: lirios, azucenas, coronas de narcisos, espigas, rosas, jacintos, ramitas de olivo... Se respiraba una alegría tranquila, serena. El ambiente era dulcemente melancólico, parecía que se hubiese producido una pequeña bajada de tensión. Esa suave debilidad que acontece justo después del primer beso, antes de que caigan los velos de la noche. Hubo intercambio de besos, abrazos y corrieron algunas lágrimas - también reconciliaciones después de la gran tensión de los últimos meses. Los presentes volaron en todas las direcciones. Además de los regalos personales hubo una gratificación oficial, por así decirlo. Tanto John como yo pensábamos que la mejor forma de pagar al artista es en oro. De acuerdo a esta antigua creencia les hicimos entrega a cada uno de un pequeño lingote de oro; en una de sus caras aparecía grabada la espiga de Deméter, en la otra una máscara sonriente.
Se terminaban seis meses muy largos, de trabajo duro "a cara de perro", pero ahora, tras esos rostros cansados, fácilmente adivinaba yo que muchos hubieran querido prolongar su estancia en el Domo, en aquel teatro de los sueños que se había convertido ya en nuestro hogar, en nuestro refugio materno ante las inclemencias tecnológicas. Pero toda obra tiene su conclusión. "El final es lo que otorga sentido, así como la Muerte otorga esencia a la Vida". Algunos, al salir, me preguntaban por nuevos proyectos; la sed del artista es la más agónica de todas. Su ansía le devora igual que a un vampiro, siempre necesita más y más imágenes que succionar. "Ya veremos" les decía, tratando de consolarles, "quizás tengamos que construir un nuovo Domo". "No te olvides de mí" - me gritaban otros al despedirse. Me sentía bien, era bueno, bueno de verdad, haber participado en todo aquello.
"¿Cómo podría olvidaros, como podría olvidar estos días y aquellas noches...? Cada instante, cada imagen se halla grabada a fuego en mi corazón. Conservo de todos vosotros un legado imborrable. Llevó dentro de mí un recuerdo sagrado de la confianza infinita que podemos depositar en los hombres de toda condición. Olvidaros sería olvidarme a mí mismo, no, mucho peor que eso, olvidaros sería cometer un crimen espantoso, el más espantoso de todos los crímenes".
* * *
Poco a poco todo el equipo se fue a descansar. Medio en broma les grité cuando se iban: "nada de sexo antes del concierto, eh, os quiero frescos. No, mejor: practicad todo el sexo que podáis, quiero que estéis serenos para el concierto. Bueno, que cada cual se apañe como pueda, pero mañana a las ocho os quiero ver aquí frescos como azucenas sobre el rocío de la mañana".
Al terminar la fiesta Gloria, John y yo subimos al tejado de la fábrica. No encuentro las palabras para describir la misteriosa atmósfera que flotaba sobre la gran ciudad. Una de esas noches de verano ensoñadoras, en la que parece que cualquier cosa mágica pueda ocurrir.
La brisa marina nos besaba los rostros, antigua y juvenil al mismo tiempo. Descorchamos unas botellas de cava mientras contemplábamos la ciudad a nuestros pies. Las burbujas bailaban con vida propia, el cielo entero vibraba electrizante. A lo lejos, en los límites de la ciudad, se elevaban grandes fuegos de cruel belleza. Edificios que se derretían en la noche, cuerpos calcinados, pulmones reventados por el humo, lágrimas ennegrecidas.... Seguramente se trataba de atentados por parte de los fanáticos religiosos. Sí, es dolorosamente cierto: la destrucción también es hermosa. Que desgarrador era sentir aquella verdad cuando, con un hierro incandescente, trazaba un circulo de fuego atravesando nuestro corazón. "Hay un placer cruel y excelso en contemplar el final". El veneno puede ser extremadamente dulce. ¿Quién de nosotros no fue raptado alguna vez por las danzas del fuego? - ya Heráclito se había enamorado de ellas Pero, ¿Que clase de seres somos que nos deleitamos en contemplar las ruinas, que ansiamos más y más dolor?. ¿Que clase de monstruos aman las cenizas?..
La ciudad, las llamas, nosotros mismos, todo parecía tan irreal... Por un instante, creí estar dentro de una aventura de THE DREAM... Entonces miré a mis amigos, el aristoi y la chica: no, ningún sueño podía ser tan real, tan fantástico. El tiempo se diluía en una alegría dichosa, despreocupado de sí mismo. Allí arriba, sobre el tejado de la fábrica, nos sentimos príncipes del mundo por unas horas. No con el sentimiento de unos reyes dominadores, sino con aquel gozo atemporal que se deleita en la contemplación del libre vuelo de la naturaleza. "La ciudad era nuestra".
Contemplando las azoteas, éramos como gárgolas de piedra: irónicas pero condescendientes, amenazadoras pero divertidas, maliciosas pero encantadoras.... Almas incandescentes envueltas en un frío manto de granito, a las que gustan las alturas, las tempestades y el hielo de las cumbres. Esperando a que el reloj de la catedral señale el instante en que la magia volverá a insuflarnos el aliento vital. "Aquellas horas de la noche en las que los inocentes duermen el sueño de los justos, los cuchillos brillan a la luz de la luna y las gárgolas baten sus alas por encima de los viejos tejados".
Aunque no habían dejado traslucir nada, yo sabía que Gloria y John se acostaban desde hacía tiempo. Lo leía en sus ojos como en un libro abierto, a pesar de que evitaban mirarse en mi presencia. Y, sin embargo, la noche era tan deliciosa que nada importaba. John y yo escenificábamos viejas películas y ella se reía. Todo parecía tan perfecto, tan lleno de magia. ¡Ojalá esas noches no muriesen nunca!. ¡Ojalá el sol se vaya al diablo en una de ellas!. Pero todo se acaba - y el tres es un número complicado.
Cuando la noche clareraba, mis dos amigos propusiron continuar la fiesta en casa de Gloria; me invitaron, pero me negué aduciendo que quedaban un par de cabos por atar en el Domo y que quería echar un último vistazo.
Se fueron riendo y durante un rato les envidié con toda mi alma. Baje al Domo envuelto en nubes oscuras fabricadas con pura melancolía. Tony, nuestro "italiano en funciones de seguridad" y un buen hombre, estaba a la puerta. "¿Que tal, jefe?" - le gustaba llamarnos así y no me pareció mal, en su boca la dichosa palabrita sonaba bien, sin segundas. "Bien, gracias Tony, ¿como va todo por aquí?" -. "Bien jefe, los muchachos han dejado el teatro como los chorros del oro, el bombom esta bien envuelto, listo para abrir". "Bien Tony, voy a echar un último vistazo, ahora nos vemos". "De acuerdo, jefe, ya sabe donde estoy. Si necesita algo, solo tiene que silbar". Me gustó la comparación; dentro de todos nosotros se halla oculto un poeta, un niño - todos somos geniales. Así, en silencio, el Domo parecía un bomboncito dormitando en el fondo de una caja. Una gema atrapada en la roca; un martillazo y vería la luz. ¿A que sabría aquel dulce de crema y nata, tendría licor o veneno en su interior?. ¿ Que sorpresa escondería entre sus dulces paredes, el placer o la muerte?.
A pesar de mis intentos por evadirme, seguía pensado en ella. Lleno de una tristeza tan dolorosa como placentera caminé sin rumbo por el suelo del Domo, poseído por un profundo sentimiento de ridículo, una desagradable sensación de anacronismo, la absoluta certeza de vivir en un tiempo que no era el mío propio. "Vivo en un mundo que me es ajeno, pero no me arrogo el derecho a criticarlo". ¿Amor en el mundo de las máquinas?. Eso no se lo cree nadie...
Mi pasos desvelaban el silencio de la caverna. El dragón dormitaba en su guarida. Por un momento, la temperatura pareció descender bruscamente. Una bajada de presión, la inquietante calma que se respira antes de la tempestad - "¡ah, mi querido Próspero! ¿ Qué sentido tienen estos signos que brillan en la noche?".
Me faltaba el aire. Mareado, me apoye en uno de los paneles del Domo: estaba frío, como el mármol de un sepulcro. ¿Era un templo, un teatro o un panteón? ¿ Era el dolor del final - o el final del dolor?. "Todo se acaba".
Luego, todavía dentro del Domo, dudas y más dudas. Para qué engañarnos: ¿No ofrecíamos un simple sucedáneo de la consola?. En realidad el juego era el mismo. Por otro lado, lo estábamos haciendo a la manera artística, en gran estilo. Eso también cuenta, aunque más tarde no aparezca en los papeles, en las cuentas de resultados. Nuevas tecnologías state-of-the-art, cierto, nuevo espíritu, verdad; pero también el viejo officium, la forma antiqua. La nuestra no era ciertamente una apuesta ganadora, pero, ¿era al menos una apuesta digna?.
Soledad. Que silencioso estaba el teatro - ¿estaba muerto o era el sueño del dragón?. Depresión. Los dioses habían huido de los templos. ¿Por qué?. Tristitia.
* * *
No lo conseguiríamos, fracasar era nuestro sino. Por lo demás, el arte era lo de menos. El show continuaría después de nosotros; siempre ha sido así. Pero, ¿qué clase de dios podría revivir aquellas noches, discutiendo sobre el proyecto con los chicos, el Hacker, John, nuestro chaman, Gloria...?. Aquellas noches lo valían todo, realizar el proyecto era nada más que una excusa. Que claramente comprendí en aquel momento que el único destino consistía en participar en ese juego total que llamamos vida.
"La representación es tan sólo el ritual de la destrucción, la muerte necesaria para emprender otro nuevo proyecto". En algún sitió leí que cierta tribu india prepara sus figuras de madera con gran dedicación con la única intención de arrojarlas finalmente al fuego - lo mismo hacían los creadores de ninots, esculturas cómicas – o mejor, cósmicas - que los artesanos del Levante moldeaban a orillas del Mediterráneo. " Los sueños son espumas llegadas desde el infinito". Quizá ellos conocían mejor que nosotros el sentido del arte. Tal vez habían descubierto el secreto de Eleusis y aquello era su forma de mostrarlo. Tal vez....
El Concierto
Por fin llegaba el día D, la hora H. Me desperté con una sensación peculiar, novedosa: serenidad. Todavía perplejo respecto a mi propia persona llegué a los túneles de entrada al teatro. Faltaban todavía un par de horas antes de que se levantase el telón. Entre bastidores reinaba un ambiente agradable, festivo, nervioso. Esa sensación tan especial, a medias entre el miedo y la excitación, que se apodera de la virgen en la noche nupcial. John y yo recorrimos el pasillo una última vez, releyendo las viejas máximas pintadas por los sgrafitti :
"Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado"
T. Jefferson
"Si el vino perjudica tus negocios, deja tus negocios"
G.K. Chesterton
"Solo la fantasía permanece siempre joven, lo que no ha ocurrido jamás no envejece nunca"
Schiller
"La fortuna llega en algunos barcos que no son guiados"
W. Shakespeare
"Ver el mundo en una grano de arena y el cielo en una flor salvaje..."
W. Blake
A mi noble amigo se le veía relajado, tranquilo, apenas expectante. "Un día más" - para él todos los días son maravillosos. John prefirió ver todo el concerto desde entre el público. Yo, fiel a mi estilo, quise ver la primera parte entre el público y la segunda en el escenario, tocando una de las MoonSpell.
La hora previa al concierto discurrió de modo agradable, como en un sueño. En el Domo sonaba dulcemente la novena sinfonía de Anton Bruckner. El público charlaba animado. La gente venía con buena predisposición; "buen rollo".
John y yo conversábamos entre risas y porros. Rememoramos los días extraños del Sanatorium, en los que forjamos nuestra amistad a sangre y fuego. Con el paso de los años la memoria había embellecido el recuerdo; el tiempo retoca los perfiles. Nuestro aventura allí nos parecía ahora una buena idea para una "peli de guerra", algo tipo la fuga de Golditz pero con una bonita historia de amistad entre el oficial alemán y el británico - que seguro que alguna hubo también, aunque ciertos cretinos lo nieguen.
A las doce menos algunos segundos se oyeron los últimos acordes de la bellísima composición de Bruckner. Los últimos pasajes los oí ya entre sueños: el kykeon surtía efecto. Nos miramos expectantes ante lo que se avecinaba. Envuelto por los primeros compases del viaje me olvidé por completo de los duros meses de trabajo.
El cielo de la esfera se oscureció totalmente. Sobre nuestras cabezas cayó una sombra más negra que el azabache, más oscura que la Nada. Entonces comenzaron a sonar las lúgubres campanadas. Retumbaban de tal manera que se tenía la impresión que el Domo era propiamente la campana. A medida que sonaban los tristes tañidos iban apareciendo pequeñas estrellas en el firmamento de la bóveda. En la última llamada surge la luna. Luego, entre los árboles, los sonidos del bosque, sombríos y misteriosos: el ulular del búho, el silencioso vuelo de la lechuza, el viento que se arremolina....
Entonces, al clamor de un tenebroso pasaje de violín, el cielo estrellado del Domo comenzó a llenarse de oscuras nubes y funesto presagios. Los chicos de efectos visuales realizaron un gran trabajo, el efecto era espectacular: daba la impresión de estar a cielo abierto. También el equipo de sonido habían rozado la perfección. Los primeros acordes parecieron llegar de muy lejos, de más allá de las nubes - entre las que se recortaba la línea del cielo, la gran ciudad.
Más tarde la música de fiesta en el último piso de la Torre Antaios. La gente empezó a bailar, mi cuerpo se movía solo, como un autómata al servicio de la música.
Creo que la parte que más disfruto el público fue el viaje a través del juego del LUMINAR. Los chicos del sonido, guiados por el maestro y supervisados por el productor, habían creado unas rutinas rítmicas casi mágicas, divertidas y sensuales. En el escenario estaban montados tres sets de ritmos, con sendos virtuosos de las congas y los bongos, mientras el DJ ponía su toque personal a esta parte de la sesión. La gente bailaba a morir, lanzando gritos de admiración y risas.
Por mi parte miraba extasiado las imágenes fractal-dinámicas que los chicos del equipo visual habían desarrollado. Su belleza era asombrosa. Me dejaba perplejo el hecho de que hubiesen superado mi propia fantasía, llevando el texto más allá de toda realidad. No podría explicarlo bien, pero me entusiasmaba que las imágenes resultasen tan distintas a mi propia visión, era una imago nova. "Entonces vemos a nuestros retoños echar a volar sobre los acantilados de mármol, y nos estremecemos de miedo y admiración".
El descenso al núcleo impresionó de tal modo al público que hubo varios desmayos - nada que nuestro medicine-man no pudiese remediar fácilmente. Poco a poco la depresión abisal fue pasando. Luego, con el contacto final entre Noel y Helena llegó el renacimiento, la explosión de júbilo. Algunos se besaban, otros se miraban extasiados; muchos caían de rodillas. Las paredes del Domo irradiaban rayos de colores nunca vistos antes por ojo humano alguno. Las melodías del maestro se entrelazaban como los cuerpos amantes. Luego comenzaban a girar en espiral, como volutas de humo, enamorándose una y otra vez. Era una música prodigiosa, las melodías fugaban hasta el infinito en combinaciones cada vez más complejas y atrevidas. Los tonos de luz cambiaban a hilo de la música, arracimándose en brotes de salvaje exuberancia, en aureolas irisadas. Orquídeas, lirios, narcisos, una orgía silvestre de música y color. Y entonces, la explosión definitiva: un acorde final que contenía todas las notas, un hongo de luz que surgía del suelo del Domo. El interior del templo se llenaba con tonos blancos que se sublimaban hasta ser translúcidos. El Domo entero parecía una esfera compuesta de la más exquisita pureza; el interior de un diamante que a ratos parecía vibrar un poco y mostrar los colores del arco iris. Una ordalía de luz, tan intensa que desbordaba los límites de la percepción. Envenenado hasta los ojos por aquel fulgor debí perder la consciencia por unos instantes.
No lo recuerdo bien, pero seguramente no pasaron más de unos pocos segundos antes de que recuperase el conocimiento. Cuando abrí los ojos todo había acabado. Las luces blancas seguían todavía pero ahora brillaban con menor intensidad. El escenario parecía haber recuperado la normalidad. Todo seguía ahí: el público, los chicos del grupo, Gloria. Entonces, ¿que era lo que había cambiado?: yo. No sentía nada especial, seguía siendo el mismo, pero - como explicarlo - mi vista se había aclarado: ahora pensaba con sencillez, con naturalidad. "Fui simple y volveré a serlo".
De repente, sucedió algo extraño: el telón cayó sin previo aviso. Afuera la gente rompió a gritar. Se encendieron las luces de emergencia, supuse que era una bajada de tensión del fluido eléctrico - tal vez habíamos forzado la máquina más allá de los límites. En la oscuridad del Domo estallaba la confusión, el tumulto. El escenario se hallaba en tinieblas, pero el vestido de Gloria brillaba - ¿o era su piel?. Corrí hacia ella, la agarré del brazo y salimos corriendo hacia uno de los almacenes.
Entramos a toda prisa y cerramos la puerta detrás nuestro. Todavía apoyados en la puerta tratamos de recuperarnos de la carrera. Respirábamos apresuradamente, con el corazón agitado, un aliento sobre el otro. Estaba más hermosa que nunca; me acerqué a ella y la besé.
Cuando las luces se apagan ...
Lámparas que se apagan,
esperanzas que se encienden: es la Aurora
Lámparas que se encienden,
esperanzas que se apagan: es la Noche.
Rubaiyat
Omar Khayyan
En la silenciosa oscuridad, sobre unas ásperas lonas, hicimos el amor. Contar algo de lo que allí ocurrió sería un sacrilegio. Comprendí entonces, como en un relámpago, porqué los peregrinos de Eleusis guardaban en secreto su visión. Cerré los ojos: el mar se teñía de rojo y las olas golpeaban con fuerza la roca, y, sin embargo, había calma en aquella imagen, una paz más de la vida.
Unos gritos lejanos me trajeron de vuelta a la realida. Recuerdo que abrí los ojos con un placer nuevo, desconocido. Me sentía como un recién nacido, agradecido a la existencia. Gloria dormía, extraña al mundo real. Durante unos segundos contemplé su serena expresión, su dulce cara de niña. Ninguna tecnología, ninguna genética, ningún sueño podía ser mas perfecto, más real que aquel imperfecto y hermoso rostro.
Las voces se hicieron más cercanas. Me asomé por entre los telones para ver que ocurría. Las fuerzas de seguridad habían entrado en el recinto y trataban de dominar la rivolta; parte del público había enloquecido y destrozaba a mordiscos el teatro. En una de los laterales se inició un pequeño fuego. Desperté a Gloria y le dije que corriera por la salida de emergencia en busca de los demás. Me pidió que me fuese con ella, pero yo debía recuperar alguno de los masters de la grabación. Así que la besé con frugalidad y le dije que me reuniría con ella un poco más tarde. Todavía recuerdo sus ojos a punto de llorar, quizá presintiendo que nunca más volveríamos a vernos. Esos ojos que desde las estrellas me observan cada noche...
Acelerado, me lancé hacia la mesa de grabación. Alguien se había llevado las copias - confié en que hubiera sido uno de los chicos. La confusión había crecido, se oían gritos y disparos por doquier. El teatro se había transformado en un campo de batalla. Abandoné a toda prisa aquella escena de pesadilla.
Corría por el túnel de salida cuando, de repente, alguien me sujetó por el brazo. Aquella mano semejaba una tenaza de hierro envuelta en algodones; combinaba la más delicada suavidad con la extrema dureza. Cuando aquella garra de metal estuvo segura de que yo no saldría corriendo aflojó entonces las riendas.
- ¿El Sr. Teleman, supongo?
- Tengo por norma no contestar a personas que ocultan su rostro en la oscuridad y como chiste es pésimo. Ya tuve mi ración de interrogatorios de todos los grados y colores. Eso se acabó para mí - y sí vuelve a tocarme descubrirá que hablo en serio.
- Cierto. Disculpe mi mala educación, señor Teleman. Me llamo Duncan de Vries. Es un placer conocerle en persona.
Ahora podía verle a la luz: un tipo enorme, de unos dos metros, pero repartidos en proporciones armónicas. Debía pesar más de cien kilos de puro músculo pero su gran potencia otorgaba a los movimientos una ligereza felina. El cuerpo parecía cincelado en bronce líquido, en mercurio verdoso. Su rostro, esculpido por la reencarnación tecnológica de algún creador renacentista, poseía una belleza extraña e inquietante. Los rasgos fluían desde la elasticidad jovial de un Temístocles al dominio tranquilo de Cesar. Su miraba mostraba una calma total, de reminiscencias budistas. En la frente, sobre la que caían algunos rizos dorados, se podía leer con toda claridad el orgulloso lema de los mauritanos: semper victrix.
Un genético superior - por fin estaba frente a frente con uno de aquellos semidioses de los que tanto se hablaba, uno de esos hombres de la fuerza. Los genéticos degenerados que se arrastraban por el submundo en busca de su dosis diaria de consola no le hacían justicia. Pensé uno de aquellos pretores orgullosos que con ojos de ave rapaz observan a las masas desde las alturas. Su iris azul, translúcida, parecía medir campos de fuerzas, quantas de poder.
El tipo también debió ver algo en mí; por un instante creí detecta en su mirada, tras la expresión de jugador de póker, una cierta sorpresa. Hay quien dice que brillamos después de hacer el amor y que ese es el signo indicativo de su veracidad - eso, o bien la iris del genético estaba diseñada con la capacidad de medir el oscuro resplandor de los demonios. Durante unos segundos nos estudiamos detenidamente, en silencio, como dos depredadores que se encuentran en un claro de la selva.
- ¿Qué se le ofrece, Sr. de Vries?
- Sr. Teleman, represento con plenos poderes a la corporación Prometheus. Sin duda ha oído hablar de nosotros.
- Algo he oído. Perdóneme Sr. de Vries, estaría encantado de charlar un rato con usted sobre esa y otras muchas cosas interesantes, pero si me disculpa, he de largarme a toda prisa.
- Queremos que trabaje para nosotros, Sr. Teleman. Tenemos mucho que ofrecerle: libertad total para sus diseños, apartamento en el centro de Orpheonage, sueldo de cuatrocientos millones de universales más una participación en la empresa que crearemos para sus proyectos, aparte gratificaciones y total disponibilidad de medios, sin límite - claro esta que sólo empezará cobrar una vez halla devuelto el dinero que nos debe. Queremos que prepare espectáculos para nuestra sociedad, Sr. Teleman. Tendría una compañía entera a su disposición. Píenselo bien.
- Ha olvidado el asunto de la sangre y la firma, Sr. de Vries.
- ¿Qué?
- Nah, olvídelo, un chiste no demasiado gracioso, la verdad... Su propuesta es muy atractiva, espléndida a los ojos de mi ego, pero si me disculpa, hay gente que me espera. Ha sido un placer.
- Lamento tener que informarle que tenemos en nuestro poder la copia master del concierto.
- ¡Pero que hijos de puta, es que nunca tenéis bastante!, ¡ tenéis que meter las narices en todos los putos agujeros! – el asunto del master rompió mis estribos.
- Sr. Teleman, cálmese. No he venido aquí a discutir ni a oír sus estúpidas quejas sobre el estado moral del planeta. No pensaba utilizar esta carta pero tenemos en nuestro poder su libro sobre tecnología y los archivos de su estancia en el manicomio.
- Pero, ¿como es posible?. Me aseguraron que los archivos serían borrados. ¡Es la ley!.
- Me temo que su caso haya sido una excepción. Seguimos sus pasos desde hace tiempo. Pero este no es momento para explicaciones. No tiene otra salida, Sr. Teleman. En estos momentos la policía esta acordonando la zona. Acabaría usted en la cárcel. Venga conmigo, un helicóptero nos espera en la azotea. Allí le daré más detalles. Vamos, acompáñeme.
¿ Había dicho: "Seguimos su pasos desde hace tiempo"?. ¿Acaso me habían manejado como a una estúpida marioneta?. No, aquello era un farol. Estudié de nuevo su rostro: el iris permanecía inmóvil, como un lago aquietado y silencioso - me pregunté que clase de monstruos abisales vagaban por sus profundidades. El tipo sabía negociar, sobre eso no había dudas; seguro que desconocía el significado de la palabra "fracaso".
Lo de la policía, en cambio, sonaba muy cierto - se oían sirenas. Había que sopesar la situación, y hacerlo rápido. En primer lugar, mi seguridad personal. Luego las ventajas del acuerdo. Desde arriba tal vez podría sacar a los muchachos. Además, debía recuperar el master. Así las cosas decidí acompañar al genético: lo importante era ganar tiempo. Que haría después, no lo sabía - como de costumbre, improvisaría sobre la marcha.
Subimos a la azotea. Un helicóptero azul, que me pareció un libélula a punto de fecundar el edifico, nos esperaba. Ya en el aire, me asomé para echar un último vistazo al teatro. El Domo ardía con pasión. Un pequeño sol incandescente, sumergido en una oscura pecera. ¡Con que inocencia chisporroteaba!. Una llama sagrada en honor de los dioses. Sus paredes se abrían como pétalos de una flor de fuego. Una gran columnata de humo blanco se contorneaba en extraños arabescos de formas siempre nuevas ¡Criatura desgraciada! Abrumado por el espectáculo, rompí a llorar. Las lágrimas caían alegres besando mis labios – como estrellas fugaces hechas de puro deseo. No sabría decir a que sabían, pero no era tristeza; un aroma extraño, apenas recordado. Un antiguo perfume de jardines extraviados, en los que la hiedra cubría las estatuas desmembradas por el tiempo.
Los años pasados con la elite - lo que en ese lugar vi y viví - requerirían de otro libro. Pero tal vez los acontecimientos están muy cercanos y no poseo distancia suficiente. Que nadie se crea que allí solo brilla el oropel, también hay miserias, dudas y nervios, sobre todo muchos nervios. Mi viejo maestro, el investigador, siempre me decía: "en todos lados cuecen habas". Sin duda, también en Prometheus hay gente comprometida con la marcha de las cosas.
Hará unos diez años Duncan pasó a dirigir, como ingeniero de sistemas- la Uni-Net, la red universal de comunicaciones de Prometheus. Como director ingeniero de la red tiene un puesto en el consejo. Se por él que entre la junta rectora la tensión se corta con cuchillo. La altísima presión que se genera en torno a los centros de poder es inimaginable para alguien que no haya estado dentro de esas esferas. Las afluencias de energía que pasan por sus manos han de ser por fuerza terribles.
Conozco a varios de los miembros del consejo; los he investigado detenidamente, agazapado en la oscuridad - sobre todo me interesan el consejero indio y su colega chino. A buen seguro que no estamos en las peores manos imaginables; existe un espacio y un tiempo para la esperanza. Por lo demás, estoy convencido desde hace tiempo de que, actualmente, en lo que se refiere a su lado más práctico, sólo hombres como Duncan, que están más allá del poder, se hallan en condiciones de dominar el tsunami de futuro que se nos avecina.
Varios equipos de diversos institutos repartidos por todo el mundo andan enfrascados en el asunto. Conozco al conselleri, es la mano derecha del chairman de la corporación Prometheus y esta al mando de esas investigaciones. Es norteamericano, un pensador de primera clase - sobre eso no puede haber dudas. Hemos charlado alguna que otra vez durante largos paseos por el Jardín Botánico de Orchid, la filial bio-genética de Prometheus - cada cierto tiempo me llama para dialogar en torno a ciertos motivos. Nuestras conversaciones giran casi siempre sobre el Arte, del que es un profundo amante y conocedor. "Una faceta de la vida que me apasiona".
Alguna que otra vez lo sorprendo absorto en sus pensamientos, contemplando extasiado alguna de sus orquídeas, con la mirada perdida en el interior de la flor, buscando quizás la respuesta a algún enigma. Por algunos comentarios que, con extrema delicadeza, deja caer, deduzco que ha reflexionado sobre el problema Eleusis al menos tanto como yo - posiblemente más; sospecho, también, que ha repasado los diferentes ensayos que sobre el proyecto han ido apareciendo en los centros de estudios.
De ciertas indicaciones un tanto oscuras, presumo que planea una forma de de-construción mas no puedo precisar de que estilo. Desconozco si será algo tipo demolición o desmoche o densamblaje o si por el contrario planea algo más radical y novedoso: una mutación inesperada. Gracias a mi relación con Duncan he podido ojear algunos informes reservados que provienen de los institutos. En estos rápidos vistazos he podido observar algunas de esas opciones; pero sobre esto debo contar más: prometí máxima discreción a mi amigo y quiero cumplir esta promesa – aunque sea la única que cumpla. No creo en contrato social alguno – a no ser, claro, que yo sea uno de los contratantes - mas valoro el acuerdo personal, voluntario. Pacta sunt servanda
Se ha iniciado en el complejo Prometheus una lucha por el poder que amenaza mi seguridad. Como mercenario de la pluma me repugnan las contiendas por motivos ideológicos. Permanecer junto a las banderas dejó de ser chic hace siglos, y yo soy un snob convencido. Es cierto que, como trabajador de THE DREAM, estoy sujeto a ciertas obligaciones. Me gusta cumplir con los compromisos adquiridos; lo que no pone en ninguna parte de mi acuerdo es que debo jugarme el pellejo en esas peleas intestinas que en nada me conciernen. Entiendo que el acuerdo laboral es sagrado, pero también sé que mi propia vida lo es más. Quien todavía ofrece fidelidad en medio de los cambios de poder es un pobre diablo, apto sólo para tareas menores: "un mozo de cuerda".
Como historiador estoy obligado a estudiar las luchas políticas; en mi calidad de artista debo contemplar el horror cara a cara, sin apartar la mirada de lo terrible. Como persona singular las peleas estúpidas me desagradan. Todas esas luchas de perros que suelen acabar en la Nada me dan nauseas. ¿Luchar por el poder?. Esa es la Gran Mentira. ¡Divina estupidez! ¡Como si el poder pudiese conquistarse - o comprarse - de algún modo!. King for a day, fool for a lifetime.
Con todo esto, naturalmente, no pretendo argumentar nada en contra de la lucha; al contrario, soy un competidor nato: forma parte de mi demon, de mi herencia helénica - la gárgola. Detesto cualquier tipo de violencia pero nunca digo que no a una buena pelea - especialmente si llevo todas las de perder. Ahora bien, es necesario que esta tenga lugar dentro de un agon, que ambos contendientes sigan unas reglas - y no precisamente porqué se las imponga un tercero vestido de negro. "La sala en la que se practica la esgrima se llama Dojo, que es el nombre de un lugar consagrado a los ejercicios religiosos, y su sentido original en sánscrito, bodhimandala, es el lugar de la iluminación" - así Cheng Ting Hua, mi maestro en Hebei.
Como ya dije hace "algunas páginas", me encanta jugar: pero sólo si se juega en serio. Si esto no ocurre entonces prefiero tumbarme bajo un viejo roble y leer unos poemas de Whitman mientras mastico un ramita de hierbabuena. Pero mejor no hablar de estos temas, me aburren. Se llega a una edad en que le agotan a uno todas estas revueltas, el continuo girar del caleidoscopio político acaba cansando. ¿Para qué todas esas luchas, tanta sangre absurda, tanto talento desperdiciado...?. Se hace uno viejo y solo se desea una pequeña cabaña en la montaña, donde abandonar este mundo con algo de dignidad.
Me interesan los dibujos que la voluntad ciega hila en el tapiz histórico pero el poder en sí me deja frío. Me parece que ha de ser algo más bien desagradable que otra cosa - según Tolstoi, de entre todos los actores de la campaña de Rusia, Napoleón era el que disponía de menos libertad. "El poder es una piedra atada al cuello" - y yo, ante todo, quiero flotar. Esto no quita, naturalmente, que reconozca como evidente que el ansía de poder forma parte del eterno carácter demoníaco del hombre; pero no termino de comprender el asunto: ¿por qué los seres humanos continúan creyendo, pese a las infinitas evidencias en contra, que el poder es algo conquistable?. "La montaña no es nuestra por muchas veces que la coronemos".
Y es que los locos somos incapaces de entender estas infamias del poder Barajo audaces(sic) hipótesis sobre impotencias y otros oscuros manejos pero todavía no tengo 'los pelos de la burra'. En cualquier caso no pierdo demasiado tiempo pensando en ello, a las gárgolas estas cosas nos resbalan: si estamos en misa escuchamos con atención el sermón, si entre lobos, aullamos a la luz de la luna y hasta podemos comer carne. "Víctima y verdugo, ambos yerran, el uno creyendo que es culpable, el otro creyendo que no lo es".
No obstante mi neutralidad política, es obvio que la gente de Prometheus esta al tanto de mi amistad con Duncan. Además, debido a mis colaboraciones con la compañía, he contactado con "determinada gente susceptible de aparecer en alguna lista negra" - desconozco si decir esto tiene mucho sentido hoy en día, donde todo el mundo es "susceptible de ser algo". Mi paranoia es total, estoy convencido de que las agencias de seguridad de Prometheus - públicas y privadas, primos y hermanos - nos vigilan de continuo. En cualquier caso, doy por seguro que mi nombre aparecerá en varias listas. A lo largo y ancho del universo, buró-sacerdotes de toda índole se unen en sus ardientes deseos de violar y exterminar cualquier tipo de independencia. Como quiera que esas "estúpidas intrigas de palacio" en nada me conciernen me he decidido a poner "tierra de por medio".
No quiero entorpecer en modo alguno a Duncan: me ha salvado el pellejo en varias ocasiones y le debo un par de buenos favores. La mano de hierro que me detuvo la noche del concierto también me ha protegido a lo largo de estos años. Al mismo tiempo, evito en silencio dar cualquier tipo de problema a mis conocidos. Es la segunda vez, a lo largo de mi vida, que simulo mi propia muerte y la primera en que soy yo el que la planeo. Este mortecino ritual posee un cariz desagradable aunque supongo que con cierta práctica se le podría coger el gustillo - pasa con todo: el primer cigarro, la primera chica..., las iniciaciones suelen ocasionar más dolor que placer. Mas a pesar de todo repetimos una y otra vez; tiene que haber buenas y santas razones para tal conducta. En todo caso, algo parece evidente: esta forma de morir es a todas luces la más favorable a "la resurrección de la carne".
En esto de organizar la propia muerte - como con casi todo lo importante - lo mejor es hacerlo uno mismo; este tipo de cosas no se deben encargar a terceros. En los viajes de prospección que realice al polo para diseñar el Palacio de Cristal aproveché discretamente mi tiempo libre para buscar un escondite en la tundra. La búsqueda fue tediosa pero al fin pude dar con el sitio adecuado, "lejos de ninguna parte".
Poco a poco, en cada viaje, fui acondicionando el lugar: preparando los cimientos del igloo, escondiendo junto a los árboles cercanos material y alimentos. Nunca pensé en serio que llegaría a utilizar esta cabaña pero me agradaba la idea de tener un escondite secreto: un lugar donde hibernar.
Luego, durante “el último viaje", salté a mitad del camino y estrellé mi helicóptero a unos cien kilómetros de aquí. El trayecto hasta el "castillo de hielo" supuso una terrible incitación a mi espíritu. Las fuerzas amenazaban de continuo con abandonarme pero en un último grito de orgullo logré arribar a la meta. Cierto que el lugar no tiene nada de acogedor pero la visión de los troncos de la cabaña me infundió un cálido y profundo sentimiento de libertad - tan intenso como tal vez no lo haya sentido en toda mi vida. Me tiré de rodillas en la nieve, y en silenciosa oración, agradecí mi suerte a los dioses y también di gracias a mi propio corazón, a mi propio espíritu, por ser tan valiente.
A treinta kilómetros de mi cabaña-igloo pasa un vieja línea telefónica. Tengo el "kit de enganche invisible" del hacker y sé conectarme. Una vez al mes efectuaré una expedición en busca de noticias en Infra-Net. Si las cosas se calman es posible que vuelva a Orpheonage - aunque estos últimos días barajo todavía la posibilidad de retornar a Barcelona. Pero es mejor no adelantar acontecimientos, sobre todo en una situación como la que encuentro delante de mí. He de actuar de modo directo, como lo haría un monje zen: sin dejarme llevar por las 'elubricaciones' (sic). Mis provisiones se están acabando, tendré que salir a cazar; no se puede vivir únicamente a base de frutos secos: la X-21 es fundamental para la vista y solo se la encuentra en los animales. Además, el frío de la tundra es un asesino silencioso - necesitaré pieles. Tendré que dosificarme con inteligencia, mi fuerza ya no es la de antes. Resumiendo, la cosa esta difícil - aunque no diría imposible. Ya veremos como transcurren los próximos meses.
Lo anterior concierne a Prometheus. En cuanto a la gente de la compañía no tengo queja: me dejaron trabajar a mi gusto y cumplieron con sus promesas. Hay gente muy capaz en esa industria, tal vez ellos encuentren una salida. Discretamente, Duncan libró a los muchachos de las garras de la policía. Se demostró que eran inocentes pues creían estar trabajando para THE DREAM; Duncan movió ciertos hilos y la cosa se desvaneció en el olvido. Años después me he encontrado, escondido tras mi nuevo rostro, a varios tecnoartistas del equipo; creo no pecar de vanidad si digo que su paso por el proyecto les sentó bien: veo en ellos a grandes artistas, responsables y con talento. Mi caso fue un poco más complicado: hube de cambiar mi identidad, física y documental. En general la idea no me desagradaba, empezar de nuevo también tiene su atractivo. Morir de aquella forma tenía una sola pega: no podía volver a ver a mis viejos amigos - aunque esta norma no contó en el caso de John ( aparte de los miembros del consejo él es el único que sabe quién soy en realidad). Pero así son las cosas, así es la vida; "en todo negocio hay siempre pérdidas".
En cuanto a lo demás, dispuse de lo que más desea un artista, de lo único que desea: tiempo y medios. Se podrían decir muchas cosas sobre la gente de Prometheus, pero lo cierto es que, en lo que se refiere a la obra, se portaron muy bien conmigo: cumplieron lo pactado y aún más, no repararon en gastos para llevar a cabo mis diseños. Me agrada la gente que no 'repara en gastos' - es un rasgo noble que sé apreciar.
Satisfactoria fue la realización del proyecto antes aludido, el Palacio de Cristal: una macro-discoteca de varios kilómetros cuadrados, con varios jardines y decenas de salas totalmente acristaladas – fue mi capricho personal construirlo en una zona del polo norte. Como vieja gárgola que soy, siempre me había parecido que la única pega de los festivales nocturnos era la aparición del sol, así que propuse montar una supersala de fiestas en pleno Polo Norte: de esta forma podíamos crear fiestas que durasen semanas.
El día de la inauguración emprendimos los fastos con una terrorífica sesión a cargo del mago de los platos Dennis Slate, alias DJ BlackLight. El espectáculo fue retransmitido a nivel planetario, vía satélite, a las cien discotecas más importantes de la Tierra©. Por vez primera en la historia las distintas tribus del orbe bailaban una y la misma danza tecnológica y universal. Aquella experiencia fue un éxito; saboreé las mieles - y las hieles - de la fama.
También fue placentero diseñar el Complejo Neptuno: una serie de restaurantes y hoteles situados bajo el mar, en los arrecifes de coral de los mares del sur.
Aunque a título personal mi experiencia mas querida fue sin duda el trimestre que, por encargo de Duncan, pasé en el Centro de Investigaciones Superiores de Prometheus. “El eros de la pedagogía es la fuente de la magia”. Di una serie de conferencias sobre educación y desarrollo bajo el título: Nexus, CrossOver & Fussion: bosquejo de una nueva pedagogía del Trabajador. Pero ya no hay tiempo para hablar de aquellos viejos sueños - tal vez en otra vida...
En cuanto al material humano, existe y existirá siempre, pululen por ahí las máquinas que se quieran -- y eso incluye a la gente de Prometheus. También allí hice amistades; hasta en las cárceles se pueden hacer amigos - Dostoievksi estaría de acuerdo conmigo. Mi visión del mundo, lo que otrora se denominó la weltschaauung, ha cambiado visiblemente desde los tiempos de Barcelona. La óptica evoluciona según la posición, la mirada varía mediante el cristal. Los antiguos solían decir que contábamos – y cantábamos - la fiesta según nos tocaba en ella; hay mucho de verdad en esa máxima.
Por otro lado, no es menos cierto que mi estructura fundamental, mi libertad interior permanece idéntica "a través de la duración". Cuando se esta completamente loco - cual mi caso - se hace imposible pertenecer a cualesquiera clases o posiciones o evaluaciones sociales: se es siempre el extraño, el extranjero allí donde se vaya.
La situación política de un lunático sólo cambia de forma radical, por así decirlo, cuando penetra en un manicomio; sólo ahí se encuentra en sociedad, en la polis. Es cierto, no me tomo el mundo en serio - pero es que tampoco lo hago con mi propia persona. Para nosotros, los schizos, el mundo es un juego, un drama o un sueño; estamos en la "otra parte".
Por lo demás, soy un historiador de nacimiento, y como tal, anarca: he de permanecer neutral ante las decisiones políticas. La absurda pretensión de los anarquistas de alcanzar la libertad anulando la historia es otra de las muchas ilusiones infantiles que suelen adornar a esos hombres primitivos. Algo parecido ocurre con los utópicos y demás criaturas socialistas: se entregan a paraísos artificiales que al poco se transforman en infiernos de las buenas intenciones; por no hablar de los otros soñadores, los fundamentalistas del mercado: si se hubieran preocupado un poco de estudiar la historia sabrían que la economía de la sobreabundancia es tan peligrosa o más que la de la precariedad - no existe dolor más grande para un historiador que contemplar 'la descomposición por el exceso' de una capa noble. Así, infestados de absurdas fantasías sobre los hombres, se reúnen en sus cenáculos y buscan 'lo mejor para la sociedad', cuando lo único realmente decisivo sería cambiar uno mismo - "la sociedad anda sola".
Ahora bien, que sea anarca no quiere decir que no pague mis impuestos, al contrario, los pago con gusto. Abonar las tasas es la fórmula más simple y elegante que existe para desembarazarse de esa gente - y yo amo la elegancia. Ciertamente, el estado y la sociedad pueden contar conmigo las veinticuatro horas, de día y de noche - y de hecho así lo hacen - yo, en cambio, no espero nada de ellos ¡Nada!. Izquierda y derecha - y a veces el centro - se turnan en darme por el culo, y no me quejo, pero que, además, me pidan que les dé dos besos en agradecimiento, eso ya es demasiado; "por ahí no paso".
En cuanto al dilema Eleusis la pregunta persiste, la duda también. Sigo vagando por entre las tumbas de la historia esperando encontrar una respuesta, una voz que nunca llega - aunque es verdad que ahora siento que estoy más cerca de la solución. Tal vez desvele el enigma a tiempo, tal vez no...
He de apresurarme, mi tiempo se acaba - es una de sus cualidades. "Es más tarde de lo que piensas", sí, pero nunca es demasiado tarde. Si finalmente me he decido a escribir este informe se debe sobretodo a un extraño suceso que ha ocurrido hace muy poco, y que me ha empujado a reflexionar sobre mi vida. Las cosas han vuelto a estropearse en Orpheonage y mi cabeza esta en el alero - esto no es nuevo para mí. Pero el otro día, mientras exploraba el terreno en busca de cazaderos de focas, un oso enorme apareció repentinamente detrás de una duna de nieve. Llevaba la pistola al cinto pero nada pude hacer, el miedo paralizó mis movimientos - todo el entrenamiento guerrero desapareció como si nada ante la aparición de un rival natural.
Mientras la bestia se abalanzaba sobre mí aún pude maravillarme de su belleza salvaje, la irresistible fuerza de la naturaleza. Parece cierta esa creencia que afirma que cuando se acaba el espectáculo hacemos balance de nuestra trayectoria. Las imágenes eran normales, sin importancia; “quien sabe en que estúpidos momentos gira el destino con más ímpetu”.
Por fortuna, en el último instante, una osa apareció por allí como traída por los dioses: el oso bajo las zarpas y se alejo gruñendo alegremente en dirección a su próxima presa. Me quedé en la misma postura durante algunos minutos, petrificado, una estatua de hielo. Poco a poco fui recobrando el calor: mis pulmones comenzaron a arder y creí que el corazón iba a estallarme. Me tiré en la nieve y, al rato, me invadió una extraña sensación, una especie de renacimiento. No tenía espejos a mi alcance pero juraría que, mientras volvía hacia la cabaña, haciendo recuento de mi vida, llevaba puesta la estúpida sonrisa de un heleno desvergonzado y jovial.
He de contar todavía con la posibilidad de una precipitada vuelta a Orpheonage. Si, como temo, la parte oscura de Prometheus logra hacerse con el poder entonces pasaré a la acción directa. Traspasado el punto cero mi posición rotará 180º, cambiando de forma radical - es decir, continuaré en el mismo sitio pero ahora en dirección contraria. Tendría que abandonar lo que más aprecio en el mundo: mi neutralidad, la función de historiador. Replegarme en mi ser más íntimo, "pelear con las manos desnudas".
Llegado ese momento, también yo mostraré mi faz oscura - "la otra cara de la luna". Haré uso de mi capacidad de matar: la gárgola tomará el mando y la sangre salpicará los cristales. Una cosa es ser anarca y otra muy distinta permitir alegremente que el mundo se convierta en un gigantesco campo de concentración - aunque este sea "de diseño". "
Me desagradaría horrores tener que salir "en defensa de la humanidad", va contra mis principios más sagrados, pero estos asuntos de la sangre, ya se sabe como son, no vamos a decir aquí nada nuevo al respecto. Necesito la excitación de la gran ciudad, la locurar de las noches sin fin del submundo, si me arrebatan eso me lo arrebatan todo. "Me quitan el pan y el vino Cuando el asunto se ponen tan feo como para poner en juego cosas los vicios y el amor entonces hay que dejarse de ostias y entrar a saco en el asunto. Eso es algo que los hombres han sabido siempre. Puede llegar un instante en él que haya que arrojar la máscara. "Cuando la cosa se pone seria nos quitamos la ropa".
¡Desenterrar el hacha! Me estremezco sólo con pensarlo....... Conozco a la gárgola que vive en mi interior: no dejaría piedra sobre piedra. Estaríamos ya en el estrato zoológico, o más abajo aún, en el espacio atómico. La vibración derribaría las murallas de la ciudadela. Los límites que marcan mi yo interior, anarca, saltarían en pedazos. Las cosas se saldrían de madre y perderé el control, el autodominio. Habríamos penetrado en la peligrosa atmósfera mítica. En ese punto, escogeré una de las figuras y me identificaré con ella.
Colocados en ese hipotético escenario tendría entonces que enfrentarme a los genéticos o, en la peor de las versiones, a las máquinas mismas y a sus monstruos quiméricos. En el primer caso tal vez tenga que luchar contra Duncan y los suyos - aunque confío en que mi genético amigo se pase al otro lado del muro.
He reflexionado en profundidad sobre este particular: el anarca ha de estar en todo momento informado de las fuerzas en juego. Obviamente, mi situación es precaria: el más débil de los miembros del consejo me dobla en fuerza. Pero hay minutos en la historia donde lo único que cuenta no es ya la derrota segura sino poner toda la carne en el asador. No obstante, es más que probable que haya otros hombres en mi situación; otros rebeldes que aparezcan en el día de ajuste de cuentas. Puede incluso que Constantine haga una de sus clásicas apariciones de última hora. ¡Ojalá estuviera aquí!. Con John a mi lado soy capaz de enfrentarme al puto Satanas en persona. ¡Que grande ha de ser el poder de la amistad!. Pero no debo hacerme ilusiones, el anarca-historiador ha de contar siempre con la peor de las posibilidades: la de encontrarse solo en la hora de la verdad.
Es una cosa terrible la soledad - pero también en ella vive la esperanza. Estos meses en la hielo han resultado muy duros, no sólo por la nieve y el frío, sino precisamente por la espantosa inhumanidad de estos parajes. Durante mis paseos por la tundra trato de consolarme pensando en el bueno de Thoreau, y alguna que otra vez he recitado, para darme fuerzas, las profundas y bellísimas palabras de Catón:
“Nunca se trabaja más que cuando no se hace nada, nunca se esta más acompañado que cuando se esta solo”
Así pues, aunque confío en no encontrarme solo, he de enjuiciar mi posición y mi actuación como si así fuera. Llegado el momento, enviaré mi cuerpo al campo de batalla y venderé cara mi piel.
Tal vez el ataque haya de ser a la desesperada. El tema me preocupa sobremanera porque lo peor en estos momentos es justamente eso, la desesperación. He de mantener la calma en medio de la turbulencia. Sobre todo he de esforzarme en pelear con estilo. Trataré de ser más fuerte que los elementos - no descender totalmente a la animalidad. Esa será la auténtica pelea, la única que realmente podré ganar. "Un caballero no debe sobrevivir, debe vivir".
Es del todo preciso que mejore mucho en este punto. Aprovecharé mi estancia en el mar de hielo para cultivarme física y espiritualmente en la lucha - lo que a su vez aumentará mis posibilidades de supervivencia en este ambiente hostil.
Cada mañana rezaré una plegaria y trataré de imaginar/recordar alguna cosa hermosa por la que merezca la pena luchar. Al atardecer, en el crepúsculo, meditaré sobre. la muerte - y he de hacerlo con mansedumbre, con benevolencia.
Mi deseo es morir bajo los cerezos en flor,
en este mes primaveral de las flores,
cuando la luna este llena.
He de vivir cada día como si fuese el último. "He only earns his freedom and his life Who takes them every day by storm".
Ni un alma visita mi cabaña
Salvo la amistosa luz de la luna,
Mirando furtivamente a través de los árboles
Algún día, tendré
Que morir en este mundo, ¡ay!
Con un corazón siempre anhelante
Por la luna, por la luna...
Saigyo
El ataque del oso me ha servido de lección; "vale más una experiencia que mil advertencias". Toda la inteligencia se vino abajo ante un asalto directo. Vaciaré mi mente de cualquier deseo o prejuicio, dejaré que mi chi fluya libremente mientras respondo de forma intuitiva a la agresión. La próxima vez que el oso aparezca estaré preparado. Tal vez midamos nuestras fuerzas, tal vez decida replegarme - como suelo hacer habitualmente; en cualquier caso, sabré como reaccionar.
También la escritura de estas notas ha sido nada más que un ejercicio de entrenamiento. Conocer las propias capacidades es el primer paso hacia el dominio de uno mismo. "El hombre civilizado quiere controlar a los demás, el hombre culto busca dominarse a sí mismo". Cuando se hace recuento brotan del pasado pensamientos, herramientas – y aún armas - que habíamos olvidado. Esto tiene su parte peligrosa: la memoria es engañosa y el recuerdo un tramposo. Por otro lado, ¿quien sabe lo que realmente dijo Napoleón al pie de las pirámides?.
No estoy contento con mi vida, tampoco descontento; en todo caso no me arrepiento. Quizá me equivoqué, tal vez debí quedarme en Barcelona - por otro lado, mi muerte oficial, por así llamarla, sirvió para solucionar las cosas. Tratar de evaluar ahora decisiones de hace medio siglo es una estupidez, por no llamarlo simplemente insania. No se puede volver atrás - y mucho menos en este mundo inestable y cambiante sobre el que nos deslizamos.
Y sin embargo ¡Aquella música, aquellos instantes en que el mundo se transformaba mágicamente!. Añoro al equipo, al Domo, a John, a Gloria... ¿Cuándo perdí aquel conocimiento? ¿Cómo pude olvidar? ¿Porque se acaba la magia?.
¡Ah, el pequeño teatro! Hace tanto tiempo, una eternidad. Es muy probable que la memoria me halla jugado malas pasadas. Ahora ya dudo, no se si ingresé en el Sanatorium antes o después del proyecto. Las fechas no cuadran - es evidente que, como historiador, no he estado a la altura necesaria. Los viajes en el tiempo son problemáticos, nos modifican. Quisiéramos observar la escena con ese des-apasionamiento que envidiamos en los científicos, pero lo que vemos nos afecta, nos traspasa; "nos toca”. Es necesario ser precavidos: no perder nunca el equilibrio, la posición propia, la Osa Polar. He de tener cuidado, ahora camino por dos senderos. Uno conduce al bosque de Apolo, el otro al igloo en que me encuentro.
¡Han cambiado tantas cosas desde los tiempos de Eleusis, cosas importantes!. Aunque otras, las fundamentales, siguen vivas, más vivas que nunca. "Los problemas cambian, el problema persiste". El concepto, la cuestión, el ruido de fondo sigue ahí, insistente, pertinaz, inmortal. Con la perspectiva que sólo da el tiempo me parece que el proyecto fue más bien un remedo que no una solución; "un apaño para ir tirando". A fin de cuentas se trataba únicamente de eso, un proyecto.
¿En que fallamos? No lo sé. Tal vez si hubiera aparecido un “ángel”, un inversor con talento, imaginación. Y si hubieramos intentado el sistema de participaciones?. Tal vez arriesgamos demasiado, o demasiado poco. Es posible que nos equivocáramos; probablemente nunca tuvimos una oportunidad. ¿Por qué fracasamos? Nunca lo sabremos, es el secreto, nuestro secreto.
Por lo demás, ganar o perder me trae al fresco. Lo que cuenta es el estilo. Ahora pienso que es mejor así: la "puesta en escena" a gran escala supondría la aparición de problemas desconocidos. Puede que la solución no este en el tiempo - aunque eso es algo que sólo descubriremos al despertar.
Y bien, todo se acaba - también esta historia, nuestra historia. El final es lo que da sentido a la obra, sin él esta no existiría en modo alguno. Así, es la muerte la que otorga la Vida.
Ahora debo terminar mi relato. Algo amenazador se mueve ahí afuera: se acerca una tormenta. En estas latitudes, las tempestades de hielo son asesinas: el viento corta la carne como la navaja de un barbero. La atmósfera se esta cargando eléctricamente, será mejor que cierre este archivo y lo envíe cuanto antes. Utilizaré el viejo código de los ronins, el hacker me enseñó como hacerlo - de este modo se puede decir que, de alguna forma, soy su discípulo. No se si queda alguien por Infra-Net. En cualquier caso, confío en que este dossier caiga en buenas manos, es decir, en las manos de un lector - o que no caiga en ninguna. Diosa Fortuna, también a ti envío mi plegaria en las noches árticas.
Sé que este panfleto no es más que una suma de papeles mal emborronados, trazos confusos, delirios de un viejo loco... pero las circunstancias en que me hallo no son las más adecuadas para delinear un relato de estas características: mis fuerzas andan muy justas y el frío congela las ideas.
Me atormenta la idea de no haber transmitido con buen estilo el espíritu que dominó al proyecto; nunca se me ha dado bien la composición musical. A buen seguro me he repetido en muchas ocasiones y, lo que es peor, abundan las contradicciones - aunque no se si ese es mi problema o es más bien cosa del universo; tal vez sea culpa de los dos, tal vez no sea culpa de nadie...
Seguramente debiera ordenar estas estúpidas ocurrencias en torno a una idea, organizar estos precipitados aforismos en un sistema, pero fatalmente carezco de algo parecido. Lo único que llevo entre manos son problemas - ¡por todos los demonios, pero si ni siquiera las llevo vacías!.
Estoy perdido en medio de un desierto de hielo, entre un titán y un dios, y ninguno de los dos me convence; quisiera estar, cabalmente, del lado de los hombres.
He de contar, además, con un viejo problema: mi locura. Hasta ahora, mal que bien, he logrado disimularla. La vida en Orpheonage es tan descocada que a veces me dejo llevar por el entusiasmo y creo que estoy curado - pero es todo un engaño, empeoro a todas luces. La excitación de la gran ciudad me ha servido de contrapunto, he tenido que disciplinarme para no caer en el torbellino, ¡¿se lo pueden creer?!: ¡un esquizofrénico practicando el autocontrol en medio de la jungla urbana! Definitivamente una cosa de locos. Pero aquí, solo en medio de la tundra, es más que probable que tarde o temprano aparezcan los demonios - y más bien temprano que tarde. “La monotonía del blanco provoca la ensoñación”.
Por si eso fuera poco, hay que anadir la erosión acumulada: el intelecto trabaja desacompasado y mi memoria ya no es la de antes. Las antiguas marcas de los árboles fueron borradas por el tiempo y sólo con gran dificultad logro moverme por el viejo bosque. Todo esta confuso, a menudo ya no soy capaz de distinguir los sueños de la realidad. A veces, en la penumbra de la duermevela, me parece estar de nuevo en el Domo. Abro los ojos, veo la esfera brillar con un azul diamantino y me siento de nuevo como en casa, en el hogar; solo más tarde, ya completamente despierto, caigo en la cuenta de que el Domo es tan sólo la pequeña cúpula de mi igloo.
Cuantos cabos sin atar... Pienso ahora que no he hablado lo suficiente de mis maestros, que no soy agradecido; ¡es tanto lo que les debo!. Recuerdo a mis maestros de juventud: Andrés, que me enseño a ser; Ernesto, el que diseñó mis ojos; Ayax, que me guió hacía los caminos del bosque; Michelot, que me enseño a escoger los hilos... Tendría que hablar de mis padres, mi familia, la infancia, los amigos, las primeras chicas..., de todos esos movimientos iniciáticos que constituyen el corazón de nuestra historia, de todas las historias; mas prefiero conservar esas imágenes en el santuario. Lo que de ellos haya tenido que contar esta grabado en estas páginas, oculto en el paisaje; lo demás, lo fundamental, esta sepultado en mi interior. Los mejores tesoros debemos guardarlos en lo más profundo del corazón, ahí brilla una llama inmortal que no debe ser profanada. Je me rappelle.
Tendría que aclarar todavía el auténtico motivo por el que he permanecido en la elite; no nos engañemos, al fin y al cabo el arte no es más que una distracción. Tendría que hablar de ellas: las griegas. Es cierto que vivimos entre los siglos más terribles de la historia, pero también es verdad que nunca antes han emergido de la tierra mujeres tan hermosas e inteligentes. Sobre la vida y el universo se pueden tener diferentes opiniones, cada cual es libre en este punto; todos cargamos con nuestra cruz y nuestra corona. En lo que a mi respecta, estoy de acuerdo con la elección de Paris. Morder la manzana - ese es el juego. Pero, ¿para que hablar de esos paisajes?. Acerca de lo maravilloso es mejor callar, amar en silencio.
Me doy cuenta ahora, al recordar a Fausto, que casi no he hablado de los poetas. ¡Pobres, valientes aedos!. "Escasean en tiempos de penuria, esa es una buena vara para medir la riqueza". Y así, aparece de nuevo, una y otra vez, incombustible, el problema Eleusis: ¿poetas en el mundo de las máquinas?... Quien sabe, quizá sean los únicos que puedan conducirnos, a través de las columnatas interminables, hasta el pórtico de ese templo en el que vivimos; tal vez puedan otorgarnos la visión que antaño consolaba a los iniciados en el recinto de la llanura sagrada. Pero aquí ocurre como con las griegas, debemos amar en silencio. Mi plegaria última, solitaria en las noches árticas, va dirigida a vosotros: los heraldos del infinito. Mi corazón camina a vuestro lado, dignos de mi eterno respeto.
Que escasa es la ofrenda..., temo que los dioses la consideren indigna. En cualquier caso, prometo revisar a fondo este dossier; si es que salgo de esta loca aventura de una pieza - aunque no albergo demasiadas esperanzas.
Ahora es necesario que me despida. La tormenta de hielo se acerca y tengo un duro trabajo por delante: reforzar el igloo. Suerte y buen viaje a todos. No os desaniméis jamás. En vuestras expediciones portad en todo instante una antorcha. "Sed osados, sed osados, pero no demasiado". Y - como decíamos en el viejo Domo - recordad siempre que el espectáculo debe continuar...
Daniel Teleman
Enter
Detrás de la técnica
Debes saber que esta el espíritu:
Está amaneciendo;
abre la ventana,
y ahí está, ¡la luz de la luna brilla en el interior!
Yagyu
FIN