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agosto 01, 2010
"El supremo", óleo sobre lona. 100 x 120. 1994Por Inés FloresUno de los nombres que está cobrando notoriedad en nuestra plástica contemporánea es el de Nicolás Herrera (Los Andes, Carchi, diciembre 1961). En 1988 ya conoció el interés de la crítica al obtener el premio del Salón Nacional de Pintura Luis A. Martínez, de Ambato, avalado dos años después por el jurado del Salón Mariano Aguilera, de Quito, que le concedió también la más alta distinción.
Quizá una de las características más relevantes de Herrera es la seriedad que pone en su trabajo y el ejercicio de la inteligencia para no caer en los facilismos que tientan al artista; más bien se plantea retos, en un proceso siempre renovado de superación. Acepta que en su trayectoria hay diversas influencias, pero todas han sido adecuadamente asimiladas, derivando en una expresión incuestionablemente individual. En principio fue, en su caso, la tendencia hacia lo decorativo de buen gusto lo que le permitió descubrir su estupenda capacidad de jugar con las formas, para acceder, reflexión de por medio, a los niveles más ambiciosos de la creación, en términos de propuestas muy personales.El descubrimiento del mundo mágico y misterioso en el cual incursiona en su obra, data de su niñez; de la penumbra de las trojes, de su pueblo natal, de las leyendas relatadas por los mayores, de los cuentos que su madre le leía antes del sueño y de sus vivencias con la zoología del campo. Cuando tuvo acceso a los libros de arte, le deslumbraron primero Marc Chagall y después Picasso, quienes le mostraron un universo por conquistar."Tiempo de rapaz", óleo sobre lona. 12 0x120.1994Sus estudios secundarios comenzaron en el Seminario Menor de Ibarra, pero se graduó de bachiller en el Colegio Teodoro Gómez de la Torre. Su intención de estudiar en el Instituto de Artes Plásticas Daniel Reyes se vio frustrada por la incomprensión de la familia, lo cual sin embargo no pudo evitar que alternara con algunos alumnos de ese establecimiento, con quienes organizó un taller "para hacer arte". Cuando se matriculó en la Politécnica de Quito ya estaba involucrado en el medio artístico capitalino, junto con Fernando López, quien le dio mucho apoyo. Se cambió luego a la Facultad de Administración de la Universidad Católica y durante tres años siguió esos cursos, hasta que, "previo un profundo examen de conciencia", decidió enfrentarse definitivamente con el arte. Regresó a Ibarra, donde se encontró con sus amigos y condiscípulos Miguel Arcos y Fernando Villarreal, con quienes dedicó todo su tiempo a la pintura, y los tres expusieron abiertamente en calles y La producción pictórica de Nicolás Herrera se reveló de manera independiente a partir de 1983, cuando el artista se sintió comprometido con sus descubrimientos particulares, en libre ejercicio de su creatividad, y participó en una muestra colectiva que tuvo lugar en la sede social de Emelnorte. A partir de entonces intervino en diferentes salones nacionales y por primera vez expuso individualmente en la Galería Taller del Colorado, Quito, el año 1985. Después, en prestigiosas galerías de las principales ciudades del país y en el sur de Colombia. Es un pintor formado en un momento en que las distintas vanguardias se disputan la atención de los artistas, y exigen de éstos una definición de su estética.Cuando Herrera se presentó en la I Bienal de Cuenca (1987), la crítica habló de sus "grandes telas de ricas calidades cromáticas y muy buen trabajo matérico", y las obras con las cuales se destacó en los salones Luis A. Martínez (1988) y Mariano Aguilera (1990) revelan ya una personalidad artística definida, sobre todo en esta última, con una figuración identificada con lo fantástico: formas extraídas de su fabulario personal, que se insertan en un espacio irreal, sin rebuscamientos intelectuales, de formas que siguen el modelo natural, pero que se hallan, al mismo tiempo, más allá de ese modelo.Herrera aprovecha todo lo que la naturaleza le ofrece, en la seducción sensorial de la forma plena, curvada de manera sensual, liberada muchas veces de la lógica y de las razones académicas. El suyo es un pequeño mundo extraño, irreal, en el contexto de una sociedad materialista y mecanizada. Su pintura es muy limpia, porque sus elaboraciones mentales pasan al lienzo virtualmente sin rectificaciones; lo que borra son las fronteras del realismo conocido, para conseguir imágenes que funcionan como transposiciones simbólicas.“En esta encantada Zoología”, oleo sobre lona, 100x120, 1994Sus temas se resuelven dentro de atmósferas ricas, extrañas y configuradas a partir de un juego enigmático de seres entremezclados y sumergidos en el esplendor del mito. Herrera revela presencias desconocidas, aves y animales de un bestiario inédito.Los predicados de la pintura moderna inquietan a Herrera, pero no le obligan; todo atrae su curiosidad, mas no se deja distraer. A la hora de hacer, lo que más le preocupa es la luz, como motivo de búsqueda, de investigación, como valor determinante en cada uno de sus lienzos, en contraste con la sombra, para crear efectos ilusorios. Mediante la incidencia del fenómeno luminoso y de las veladuras, Herrera desarrolla nuevas posibilidades de ilusión espacial, que dinamizan la estructura de la obra y desplazan la atención del espectador en dirección de lo fantástico.En sus series más recientes sobre la fábula animalista después de los "fantásticos artefactos visuales", este pintor trata las figuras con una carga tensionada de colores y ritmos; usa los sutiles parentescos entre el mundo real y el quimérico, y con el impulso de su sensibilidad se proyecta hacia una órbita en la cual quiere estar solo.DE LA FIGURACION A LA DESFIGURACION
La expresión de lo fantástico ha recibido diversos tratamientos en la pintura de Nicolás Herrera; abarca desde las "construcciones visuales lúdicas" hasta el realismo mágico y la nueva figuración, caracterizándose por la inclusión de un contenido particular, identificado con lo mítico y simbólico de la región andina. La calabaza, por ejemplo, es el vacío, lo superficial.
Su tipología figurativa se manifiesta por algunas vías: la conjunción de formas de contornos suavemente delineados y los espacios de color multitonal, interrelacionados para exaltar las referencias fabularias.La nueva figuración de Herrera se sitúa ante el objeto y ante la realidad de una manera crítica; se introduce en uno y otra para fundirlos en presencias ajenas a la inmediatez visual y llega a la desfiguración, en el sentido de matamorfoSear lo real objetivo en beneficio de lo real subjetivo.El cultivo de lo mágico y lo fantástico es el elemento de identidad de Nicolás Herrera, a tal punto que le resulta difícil delimitar lo natural y lo extraño. Colores y formas, en su obra, son fruto de su asombrosa imaginación e implican una formulación entre lo conocido y lo desconocido, en términos de misteriosos códigos y mensajes, entre los cuales no se excluye la preocupación ecológica."En esta extraña geografía", óleo sobre lona. 120x100. 1994.