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agosto 01, 2010
Por Daniel Samper PizanoNo sólo los niños y los borrachos dicen lo que sienten: también los muertos. El testamento, como palabra final e irrevocable, suele ser el acto de sinceridad más brutal de una persona. Pero hay testamentos de testamentos: mezquinos, generosos, sorprendentes, insultantes, graciosos, extraños. Así lo prueba el siguiente informe acerca de la última voluntad de personajes famosos.
Howard Hughes, uno de los hombres más ricos del mundo murió a los 71 años sucio, flaco y solitario. Llevaba décadas escondido del mundo. Después de haber tenido las mujeres más apetitosas y haber asistido a los más espléndidos restaurantes, se consumió durante años en una vida extravagante y miserable de ermitaño moderno. Su única distracción era el cine en casa. Comía con apetito de gorrión, tenía el pelo largo, las uñas como garras y pesaba lo que un niño. Un guardaespaldas lo llevaba alzado al baño. Cuando se aburría de la habitación de Houston (Texas) donde vegetaba, ordenaba a sus coimes que lo llevaran en su jet privado a otra habitación parecida en el Hilton de Nicaragua o a un lujoso hotel de México al que entraba por los ascensores de carga para que nadie pudiera verlo.A bordo de ese jet terminó de apagarse su existencia de misántropo el 5 de abril de 1976 cuando lo trasladaban hecho un costal de huesos y de soledad desde Acapulco hasta el Hospital Metodista de Houston. El mismo misterio que envolvió buena parte de su vida rodeó su muerte: aún no se sabe a ciencia cierta qué mal concreto remató al multimillonario.Lo que sí se sabe es que muchas personas estaban al acecho de la noticia con el propósito de declararse herederas de su formidable fortuna. Tan pronto como se conoció la muerte de Hughes empezaron a aparecer supuestos testamentos suyos. Este sería el récord de los testamentos falsos: más de treinta aparecieron ante los tribunales. Al final, los tribunales consideraron que todos eran chimbos y decidieron que los mil quinientos millones de dólares del patrimonio intestado de Hughes deberían pasar a parientes lejanísimos, muchos de los cuales ni siquiera se sabían familiares del misterioso sujeto.Una vez más, los repartos de ultratumba habían producido una sorpresa. A lo largo de la historia, los testamentos han sido fuente de actos filantrópicos, extravagancias e inquietudes. Y es que, como dice el abogado norteamericano Herbert E. Nass -cuyo libro sobre la materia ha sido fuente primordial de este informe-, "un testamento suele arrojar luces acerca de los sentimientos, pensamientos y relaciones más íntimas de una persona". El de Hughes fue por lo menos paradójico. No hay muchos casos que hayan desatado semejante rivalidad entre documentos falsos, ni que terminaran beneficiando a personas tan inesperadas.Pero en todas partes y en todo momento los testamentos tienen mucho que contar...PENULTIMA VOLUNTAD
Si Howard Hughes nunca supo para quién trabajaba, Marilyn Monroe sí creyó saberlo. Pocos días después de que la mítica actriz muriera, el 5 de agosto de 1962 en Los Angeles, fue abierto su testamento. Una parte de él estaba dedicado a sostener a su madre y a otra persona en el manicomio donde estaban recluidas. Otra parte, pequeña, para una amiga. Y legaba el 75 por ciento restante a Lee Strasberg, el famoso profesor de actores que le había enseñado a comportarse frente a la cámara. Era una suma inmensa: aún ahora, cada año los meros derechos de imagen de MM generan cerca de un millón de dólares en regalías.
Seis años después de su muerte, Strasberg enviudó por segunda vez y se volvió a casar con una mujer 36 años más joven que él. Al morir Strasberg en 1982, esa mujer, Ana Mizrahi, se convirtió en única heredera de los bienes de su marido... y de los de Marilyn Monroe, quien jamás llegó a conocerla.Con frecuencia las circunstancias de la vida se encargan de contradecir los deseos del difunto. La famosa actriz Carole Lombard, esposa de Clark Gable, tenía una vanidad que iba más allá de la funeraria."Exijo que mis restos mortales no sean vistos más que por mi familia más íntima y quien me amortaje", escribió en su testamento el 8 de agosto de 1939. Tres años después, Lombard murió en un accidente aéreo cerca de Las Vegas. Sus restos fueron vistos, recogidos y examinados por docenas de vaqueros, soldados y médicos. Fue necesario, incluso, que los analizara su dentista, pues quedaron tan destrozados que fue preciso reconocerlos por la dentadura.FUMANDO ESPERAN LA RESURRECCION
Yul Brynner, el actor calvo que se hizo famoso por "El rey y yo", murió de cáncer a causa del cigarrillo en octubre de 1985. ¿Quién ha podido olvidar aquella campaña de cuñas contra el tabaco que dejó grabada para que fuese transmitida después de su muerte? Pues bien, otro actor, aún más famoso, hizo algo parecido. Cuando Humphrey Bogart se enteró de que padecía cáncer de garganta, producto de ese eterno chicote en la boca que era parte de su imagen de hombre duro, cambió el testamento que tenía redactado y procedió a dejar buena parte de sus bienes a una fundación encargada de investigar el cáncer. El hombre de la gabardina de trinchera y el sombrero caído falleció en 1957 a los 58 años de edad.
Otros, en cambio, creen que es más práctico invertir en la vida eterna que ayudar a prolongar la de sus congéneres en este valle de lágrimas. Son millones los testamentos que disponen destinar una parte del legado a misas, responsos y rezos. Pero pocos tan meticulosos en esto como el de don Sebastián de Benalcázar, fundador de Quito, Cali y Popayán, entre otras ciudades. El conquistador extremeño murió en Cartagena el 30 de abril de 1551 cuando tenía 61 años. Abierto el testamento, se encontró que repartía sus bienes entre sus hijos, pagaba sus deudas, ordenaba algunas otras menudencias terrenas y luego dedicaba su mayor preocupación al sector misas: misas por él, por sus padres, por sus abuelos; misas por sus amigos y familiares desaparecidos; rezos ante el Santísimo Sacramento; responsos ante las llagas de Cristo; oraciones ante la Inmaculada Concepción; misas, incluso, por los indios naboríes que murieron a su servicio. Pero, eso sí, siempre y cuando hubieren sido bautizados. Los otros, al limbo…Cuatrocientos veintiocho años después de Benalcázar, el fundador de la cadena hotelera Hilton, Conrad Hilton, demostraba también una especial devoción por la caridad y los rezos. El multimillonario se casó tres veces -en esto era poco católico-, una de ellas con la actriz Zsa Zsa Gabor. Cuando testó en 1973, seis años antes de morir, estaba otra vez soltero. Luego de repartir bienes y dólares a sus hermanos, hijos y empleados, un vividor tan mundano como él sorprendió a todos con legados especiales para los jesuítas, las monjitas de Loreto y las hermanitas del Sagrado Corazón. Para rematar, legó su anillo de zafiro a una monja de Washington.DEJO MI VIOLIN A…
También el multimillonario virrey don José Solís (1716-1770), cuando renunció al mundo y se metió de fraile franciscano, dejó el legado de sus bienes. Aparece allí más de un objeto interesante que le quedaba mal a un religioso meter en su celda: ciento sesenta y cuatro camisolas bordadas, cuatro espadines de oro, cuatro frascos de buen vino y nueve pares de calzoncillos.
El sabio Albert Einstein (1879-1955) y el cómico Jack Benny (1894-1974) se parecen al menos en una cosa: el interés por dejar en buenas manos sus violines favoritos. El de Einstein se destina testamentariamente a su nieto Bernard Caesar y el de Benny -nada menos que un costosísimo Stradivarius- a la Orquesta Filarmónica de Los Angeles.Elvis Presley (1935-1977), en cambio, no deja instrucciones específicas sobre sus guitarras. Ellas, como sus trofeos y como todos sus bienes, quedan a disposición de su padre, Vernon. Este, su abuela y su hija Lisa Marie son los tres beneficiarios de la herencia del rey del rock.Pero si hubo alguien pulcro y específico en el pago de sus obligaciones antes de emprender el viaje definitivo, ese fue el sabio ateniense Sócrates (470-399 A.C.). Cuando ya había bebido el veneno al que le condenó el tribunal y la pócima estaba a punto de lograr su fatal efecto, Sócrates se dirigió a uno de sus discípulos con las que serían al mismo tiempo sus últimas palabras y su testamento:―Critón, debo un gallo a Esculapio. No te olvides de pagárselo.MANTELES Y MORTAJAS
Bob Fosse fue uno de los más notables y queridos personajes de la farándula gringa de los últimos tiempos. Ganó un Oscar como director de la película Cabaret y también los dos premios más importantes del teatro y de la televisión. Cuando murió, en septiembre de 1987, sus acongojados colegas acudieron al sepelio y, días después, a la apertura del testamento. Descubrieron entonces que el fallecido no los había olvidado: una de las cláusulas dejaba una suma de dinero para que sesenta y seis amigos suyos fueran a comer en su nombre. Entre los personajes que recibieron el legado, a razón de 378 dólares por estómago, figuran Dustin Hoffman, Ben Gazzara, Jessica Lange, Neil Simón, Liza Minelli y Janet Leigh.
Y hablando de manteles, otro que se preocupó por el apetito de sus herederos fue el acaudalado J. P. Morgan, muerto en 1913 tras haber fundado el imperio financiero que hoy tiene como cabeza un banco de su mismo nombre. En su testamento reparte millones a manos llenas ("Tres millones de dólares para mi hija Louisa"... "Otros tres para mi hija Anne"... "Tres millones más para mi hijo John Pierpont"...). Pero si para repartir nueve millones de dólares le bastaron tres renglones, para disponer de su famosa colección de vinos consideró necesario extenderse a lo largo de seis: la enoteca queda para Johncito Pierpont y, si éste muere, para su hijo Julius Spencer. Pero, eso sí, insiste en que no es para bebérselos a solas sino "para dividirlos entre mis familiares y amigos". ¡Por tu salud J.P.!¡SORPRESA!
Hay ocasiones en que la parte sustanciosa de un testamento no se refiere a la herencia de los bienes sino a la presencia de herederos inesperados: hijos naturales que nadie conocía, amantes a las que se extienden certificados de cariño post-mortem, revelaciones sorprendentes sobre la vida sexual del fiambre...
Uno de ellos fue el de Rock Hudson. El prototipo del macho de Hollywood murió de sida el 2 de octubre de 1985 a los 60 años de edad. Cuando se supo su condición de homosexual la noticia cayó como una bomba. Pero mucho más cuando, al abrir el testamento, salieron a la luz los vestigios jurídicos de un telenovelón gay. En efecto, Hudson había extendido inicialmente su testamento en 1981. En ese instante, dejaba a su amante, Tom H. Clark, "todos mis automóviles, muebles, ropa, objetos de arte, joyas, colección de películas y equipos de proyección... etc". Era evidente que Rock y Tom eran pareja en agosto de 1981.Pero tres años más tarde -el 23 de agosto de 1984- el actor introdujo una modificación a su última voluntad. Este agregado se limitaba a decir que "expresamente no dejo nada en favor de Tom H. Clark". Después de quince años de ser amante y secretario de Hudson, la relación entre los dos había terminado y Clark fue expulsado de la herencia. Nadie ocupó su lugar en el testamento, aunque para entonces Hudson tenía un nuevo amante: Marc Christian, quien terminó consiguiendo una compensación legal cuando se supo que el muerto le había ocultado la grave naturaleza de su enfermedad.El testamento del escritor Truman Capote (1924-1984) reconoce el homosexualismo que él había manifestado sinceramente en vida. Una parte de su fortuna se destinó a su compañero John Paul Dunphy; otra tuvo como fin crear un premio de crítica literaria con el nombre de Newton Arvin, quien había sido amante y mentor intelectual de Capote hasta su muerte, en 1963.DESCORTESIAS DESDE LE MAS ALLA
En contraste con quienes siguieron amando a sus novias más allá de la muerte, los hay que reservan el testamento para su última descortesía.
El legendario mago Harry Houdini (1874-1926) había dispuesto inicialmente que su colección de libros sobre ocultismo fuera entregado a la Sociedad Americana para las Investigaciones Psíquicas. En 1925, sin embargo, agregó un codicilo a su testamento y echó atrás esta decisión "Rechazo que una persona sin honor, como J. Malcolm Bird, esté vinculado a organización respetable alguna", sentenció de manera inapelable.Entre las más famosas "desherencias" de los últimos años figura la de Joan Crawford (1908-1977), quien especificó que "es mi decisión no dejar aquí beneficio alguno a mi hijo Christopher o a mi hija Christina por razones que ellos conocen". Las razones (un ataque feroz contra Joan) fueron publicadas años después por su hija en un libro parricida titulado “Querida mamá”. Allí comentaba la desheredada que, al leer el testamento, entendió que la querida mamá "salía de la tumba para darme una bofetada más... Lo que me dejó pasmada no fue lo del dinero, sino el insulto".DE PROCERES A LA HORA DE LEGAR
Y hablando de insultos, quizás el más notable que ha cometido colombiano ilustre alguno en su testamento fue el que consignó Francisco de Paula Santander (1792-1840) en la cláusula sexta de su última voluntad. En ella reconoce la paternidad de un hijo natural llamado Francisco de Paula, y agrega esta tremenda aclaración "Nunca lo hubiera legitimado por subsiguiente matrimonio, porque cuando yo conocí a su madre, ella ya había sido conocida por otros". Señala al respecto la mejor biógrafa de Santander, Pilar Moreno de Angel: "Con esta actitud el Hombre de las Leyes falló en su tradicional elegancia espiritual y no existe explicación alguna que justifique calificar a la madre de su hijo en tan severos términos".
A Bolívar la muerte estuvo a punto de agarrarlo sin testar. En diciembre de 1830, cuando ya casi agonizaba en la quinta de San Pedro Alejandrino, su médico, Próspero Reverend, le aconsejó que dispusiera su último deseo y mandara a llamar un cura.―¿Cómo? -respondió el libertador-, ¿Acaso estoy tan malo para que se me hable de testamento y de confesarme?El médico tuvo que decirle la verdad. Bolívar entonces solicitó la presencia de un escribano público y ante él repartió su magro patrimonio -unas tierras en las minas de Aroa y algunos objetos- en partes iguales entre sus dos hermanas y los hijos naturales de su hermano muerto. La espada de Sucre se la dejó a su viuda, y a su inseparable mayordomo, José Palacios, la suma de ocho mil pesos.EL QUE RIE DE ULTIMO
Groucho Marx (1890-1977) hizo famosa aquella exquisita paradoja según la cual jamás le interesaría ingresar a un club que lo aceptara como socio. Con ello se pensó que el famoso humorista norteamericano renunciaba a toda aspiración como clubman.
Al morir, sin embargo, su testamento tenía reservada una última risa. Después de desheredar a todas sus ex-mujeres, anunció que dejaba como beneficiario de su acción en el Hillcrest Country Club de Los Angeles a su hijo Arthur. Al fin había ingresado a un club que lo aceptaba como socio.