EL CLÁSICO DEL CARIBE: OLIMPIADA DE LAS CARRERAS HÍPICAS
Publicado en
noviembre 05, 2009
Por Bill Surface.
Un agradable día de diciembre, en el Hipódromo El Comandante, de San Juan de Puerto Rico, doce caballos pura sangre, en compacto tropel, entran veloces en la recta final. De repente un fogoso alazán, todo músculos, llamado Barremina, alarga sus zancadas. Al cruzar la meta, sus inquietas orejas siguen midiendo la creciente distancia que lo separa de su más próximo rival.
Termina así el Clásico Internacional del Caribe de 1974, pero la emoción despertada por esa carrera continúa en aumento. Barremina y su yoqui, que luce los colores nacionales de Panamá en vez de los de su cuadra, son recibidos por una multitud de panameños que vitorean y se abren paso por entre el gentío hasta llegar a la pista. Y en la Ciudad de Panamá, a 1900 kilómetros, algunas entre las miles de personas que escucharon por radio el desarrollo de la carrera se lanzan a las calles gritando: "¡Panamá, Panamá!"
En el círculo de ganadores, el propietario y el entrenador de Barremina aceptan orgullosos el trofeo de plata. Con una guirnalda de claveles blancos y rojos que cubren sus sudorosos lomos, Barremina se pavonea frente a su mozo de cuadra en forma tal que induce a un espectador a comentar en tono de broma: "Este caballo se porta como si fuese la estrella más famosa de televisión".
"¿Quién no lo haría", pregunta Luis Viñals, secretario permanente de la Confederación Hípica del Caribe, "después de ganar la olimpiada de las carreras de caballos?"
EL ENTUSIASMO y el orgullo por el triunfo de Barremina son característicos del Clásico Internacional del Caribe que hace ya diez años se corre anualmente. Desde los minuciosos preparativos hasta las pasiones que se desatan después de la carrera, pocos sucesos deportivos tienen el dramatismo de esta pintoresca competición entre los mejores pura sangre de tres años nacidos y criados en Colombia, Jamaica, México, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, Trinidad y Tobago y Venezuela. Es la única carrera del mundo en que propietarios de caballos y comisiones hípicas envían a los campeones nacionales para representar a sus respectivos países.
El hecho de que en algunos hipódromos se hayan establecido nuevas marcas en el monto de las apuestas el día del Clásico, indica la popularidad de esa carrera. Se ha llegado a demorar varios minutos el arranque de los caballos para atender a los fanáticos que se agolpan de pronto ante las ventanillas de las apuestas. Pero apostar no es la principal razón de que tanta gente de la región del Caribe fije su atención en la carrera. El motivo principal es la esperanza de ver que el competidor nacional se convierta en campeón indiscutible de la zona. Se sabe de aficionados que han pospuesto sus vacaciones, y hasta una operación quirúrgica, o que han adelantado su boda con tal de ver su caballo favorito ganar el Clásico.
Como ocurre durante la mayoría de los grandes acontecimientos deportivos, la criminalidad disminuye mientras se desarrolla la carrera. Pero se han tramado maquinaciones para que coincidan con el Clásico. En 1969 el general Ornar Torrijos Herrera, jefe del ejecutivo de Panamá, había ido a la Ciudad de México a presenciar la carrera cuando se le informó de una conjura para derrocar a su gobierno. Torrijos regresó a Panamá en avión y frustró el golpe de Estado.
Aumenta el atractivo del Clásico el ambiente festivo que se respira. La carrera se efectúa por turnos de los países participantes y cada hipódromo se esfuerza en ofrecer un espectáculo lleno de colorido que refleje el estilo peculiar de su nación. Por ejemplo, en 1969, cuando el hermoso Hipódromo de las Américas, de México, fue el anfitrión (como lo será nuevamente este mes) grupos de mariachis, luciendo sus sombreros galoneados y sus trajes de charro con botonadura de plata, deleitaron con sus canciones al nutrido público, y conjuntos de danzantes, hermosamente ataviados, dieron mayor lucimiento a la fiesta con sus bailes autóctonos.
Al acercarse el momento de la carrera, bandas militares encabezaron el largo desfile por la pista. Se tocaron los himnos nacionales y se izaron las banderas en el verdísimo prado central.
Sea cual sea el hipódromo, la carrera tiene su propio estilo. Algunos yoquis tratan de colarse por huecos demasiado estrechos por los que no se arriesgarían en otras carreras. También se ha observado un gran espíritu en más de un caballo ganador.
En el clásico de 1967, que se corrió en el Hipódromo La Rinconada, de Caracas, los venezolanos vitoreaban cuando sus dos caballos tomaron una delantera de más de cinco cuerpos al entrar en la recta final. Parecía que ningún otro país podría ganar, y menos aún México. El Comanche, impetuoso corcel mexicano, obstruido por otros cuatro que llevaba delante, se lastimó la mano derecha y, vacilante, derivó hacia dentro. El yoqui Rubén Contreras se dijo: "Tiene algo tan mal este caballo que debe detenerse".
Por el contrario: El Comanche sacó bruscamente la vuelta a otros dos caballos. Para mitigar el dolor, cambió el paso omitiendo un tranco e inició los siguientes con la mano izquierda. En los 200 metros faltantes, el caballo mexicano se acercó centímetro a centímetro a Poligreat, el ejemplar venezolano favorito. En la última zancada, El Comanche ganó por una cabeza. Y logró esa victoria con un hueso sesamoideo fracturado, lesión que normalmente obliga al caballo a detenerse inmediatamente.*
Pero el aspecto más impresionante del Clásico es el hecho mismo de que pueda efectuarse. En 1960 el periodista puertorriqueño Luisín Rosario empezó a fomentar la idea de que los primeros países en organizar sus propios Juegos Centroamericanos y del Caribe, semejantes a las olimpiadas, debían también ser los primeros en establecer una competición de caballos de carrera. Abelardo Ruiz Suria, a la sazón presidente de la Comisión de Clásicos del Hipismo Puertorriqueño, apoyó la idea entre funcionarios del hipismo y del gobierno, pero encontró graves dudas en todas partes. Por ejemplo, ¿podrían los caballos adaptarse a los cambios extremos de temperatura y de altitud en Iberoamérica? Y lo que era aun más inquietante: los caballos colombianos, que corren en el sentido de las manecillas del reloj en el hipódromo de mayor altitud del mundo (2610 metros), ¿se adaptarían a correr en dirección contraria, que es el estilo adoptado en las demás pistas de la región del Caribe?
Las comisiones hípicas de Colombia, la República Dominicana, México, Panamá, Puerto Rico y Venezuela decidieron enfrentarse al reto. Los seis países fundadores también convinieron en turnarse como anfitriones y costeadores de las carreras futuras.**
A los caballos que llegaban a San Juan para el primer Clásico en julio de 1966 se les cuidaba con gran esmero. Los baúles de medicinas de los entrenadores estaban repletos de algas marinas cernidas, para calmar delicados estómagos equinos, de hojas tostadas de buchú, para problemas renales, y de plastas viscosas de lodo para los cascos irritados. Durante los entrenamientos se obligaba a los caballos a galopar más lentamente, para evitar el peligro de un trastorno pulmonar.
Sin embargo, el desarrollo de la carrera parecía confirmar la creencia popular de que los "caballos de montaña" no podían adaptarse a pistas al nivel del mar, pues El Rebelde, de Puerto Rico, tomó considerable delantera en el último furlong (un octavo de milla). Pero el larguirucho Victoreado, de Venezuela, corriendo más velozmente que en su altitud acostumbrada de 935 metros, se adelantó en las últimas zancadas y ganó.
Creció tanto el entusiasmo que los dueños de cuadras y las comisiones hípicas convinieron en sufragar sus propios gastos de viaje, para que el hipódromo anfitrión pudiera aumentar de 30.000 a 50.000 dólares la bolsa disputada. (Este año se duplicará y el próximo se aumentará por lo menos a 155.000 dólares, con lo que la carrera se convertirá en una de las más importantes del mundo.) La fecha se cambió para fines de noviembre o principios de diciembre, de suerte que el Clásico corone la temporada hípica. Asimismo, se creó la Confederación Hípica del Caribe para compartir informes sobre técnicas de cría y preparación de caballos de carrera, y para fomentar lazos más estrechos entre los países asociados.
El mejoramiento de la calidad de la cría de caballos pura sangre en la zona del Caribe es otro testimonio de su atractivo. Las victorias de México en cuatro de los primeros seis Clásicos parecieron demostrar que pocos países tenían probabilidades de vencer a los bien criados caballos mexicanos. Pero, en los últimos 10 años, la cría de caballos pura sangre se ha triplicado de las llanuras costeras de Puerto Rico hasta el fértil valle del Cauca, en Colombia. Además, el Instituto Nacional de Hipódromos, de Venezuela, organismo sin fines lucrativos, ha otorgado préstamos que han contribuido a que se multiplique de 40 a 150 el número de criaderos dé caballos de carrera en los valles de la parte central del norte del país.
Ninguna nación ha mostrado tanto empeño como Panamá. Allí el suelo volcánico y la precipitación pluvial de 290 centímetros por año restan a la hierba tantos minerales importantes que los pura sangre más grandes del país pesaban unos 30 kilos menos que los criados en regiones templadas. Los criadores de Panamá no se desanimaron por eso. Fernando Eleta, el principal criador del país, sustituyó la alimentación usual del caballo, que consiste en avena, heno y hierba, por otra mezcla rica en proteínas y calcio hecha de salvado de trigo con linaza y alfalfa deshidratada; y otra preparación de harina de soya, semilla de algodón y hueso de pescado, endulzada con melaza. En la estación seca trasportan los potros de su criadero a 400 metros sobre el nivel del mar, a una extensión en las montañas, fresca y regada, cubierta de una combinación importada de trébol blanco y césped africano kikuyu. Los robustos potros criados en estas fincas ganaron el Clásico de 1973 y el de 1974.
También se han hecho grandes esfuerzos para que el principal hipódromo de cada país sea un escenario digno del Clásico. El Hipódromo Presidente Remón, de Panamá, es un lugar encantador a pocos kilómetros de las ruinas de la ciudad antigua. El Hipódromo de Techo, en Colombia, es una joya reluciente con pabellones de cristal y cemento que da mayor esplendor a la ciudad de Bogotá. El Parque Caymanas, de Jamaica, con su construcción estucada, fue remozado a un costo de 1.750.000 dólares. Los aficionados que asistieron al Clásico de 1975 en el futurista Hipódromo La Rinconada, de Venezuela, vieron tres tribunas separadas, cada una con varios pisos de palcos, tan aerodinámicas que daban la impresión de que se podía tocar los caballos con sólo extender la mano.
Otros países aspiran a un hipódromo aun más impresionante para el Clásico. El mes pasado Puerto Rico inauguró el Nuevo Hipódromo El Comandante, de tres niveles, donde hay de todo, desde máquinas de apostar que funcionan por computadora electrónica hasta largas piscinas para los caballos. Por su parte, la República Dominicana proyecta en Santo Domingo el Hipódromo Perla Antillana, que estará decorado con hermosos murales.
Cualquiera que sea el país anfitrión, la Semana del Clásico, como dice un entrenador, "es un verdadero acontecimiento". Muchos yoquis iberoamericanos, que se distinguen en los hipódromos de los Estados Unidos, vuelven, ya sea a montar o a presenciar la carrera. En 1975 tres de los mejores jinetes del Hipódromo Aqueduct, de Nueva York, volaron toda la noche para participar en el Clásico, pero un aviso de tormenta los detuvo en Trinidad. Llegaron por fin... cuando la carrera ya había terminado. ¿Por qué esos yoquis renuncian a ofertas más lucrativas en los Estados Unidos para montar en el Clásico? Después que el panameño Jacinto Vásquez ganó el Clásico con Barremina, sonrió con más orgullo que cuando triunfó en el Derby de Kentucky en 1975. "En cualquier parte se puede montar por dinero", dice, "¿pero dónde hay una carrera que pueda uno ganar para su propio país y sentirse como todo un equipo olímpico?"
* El Comanche sanó de su lesión y volvió a correr. Ahora está retirado en el Rancho El Nevado, de México.
** Jamaica ingresó en 1974, y este mes participará por primera vez en "Trinidad y Tobago"