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septiembre 26, 2024
EN UNA tienda de la ciudad vi a una joven vendedora ocupada en demostrar las virtudes de un líquido para limpiar alfombras. Valiéndose de un cepillo de mango largo, aplicaba la solución a un sucio trozo de alfombra y pasaba el cepillo de adelante atrás, hasta que ésta quedaba limpia. Terminada su exhibición, la muchacha se reclinó fatigada contra el mostrador contiguo. Le pregunté si no se sentía bien. "Perfectamente", me contestó. "Pero hoy he hecho esto muchas veces, y me duele la espalda". Le dije que tal vez le conviniera pedir su traslado a otro departamento, donde el trabajo fuese más fácil. "¡No, eso no!" replicó. "Aquí estoy muy bien. Además, ¡es preferible a estarse en casa haciendo los quehaceres domésticos!"
—L.M.
OFRECIERON a un alto empleado el puesto de presidente de una importante empresa. Pensando en sus 53 años de edad, estaba indeciso entre aceptar o no, pero su hija de 23 le ayudó a resolver, diciéndole: "Papá: estás en esa peligrosa edad en que el hombre suele comprar un coche deportivo, cambiar de oficio o conseguirse una amante". Y aceptó el nombramiento.
—R.C.
POR SEGUNDO año consecutivo un contribuyente apuntó como ocupación la de "asesino a sueldo" al llenar el formulario de declaración de impuestos. Como el primer año la Secretaría de Hacienda no le hizo el menor reparo, repitió la broma.
Y en efecto, el hombre se dedica a exterminar insectos.
—R.M.
"ES UN problema muy complejo", decía una directora de empresa, "y para resolverlo haría falta la sabiduría de la reina de Saba".
—E.S.
ESCOGÍ en unos almacenes una manta grande, y la señorita que me despachó se disponía a amarrar la caja con un cordel cuando, al caer en cuenta de algo, exclamó con un gesto de terror: "¡Caracoles! Olvidé cortar el cordel al envolver la compra del cliente anterior".
Y efectivamente: se podía vislumbrar entre todos los mostradores una cuerda que salía a los pasillos hasta perderse de vista.
—N.A.
DURANTE el cierre temporal de una fábrica, la gerencia contrató con un organismo de vigilancia perros policías amaestrados para proteger el edificio contra el vandalismo. Pero una mañana, temprano, llegó un funcionario de la empresa que no estaba al tanto del nuevo régimen. Al dirigirse a su oficina por un corredor, se encontró de manos a boca con uno de los canes, al que acompañaba el adiestrador. Al olfatear a un extraño, el animal reaccionó enseñando los dientes y gruñendo amenazadoramente. El funcionario se detuvo en seco; el adiestrador gritó en tono autoritario: "¡Siéntate!" Al oír la orden, el hombre se sentó inmediatamente en el suelo.
—F.P.W
EN UNA tarde muy ajetreada llegué a un estacionamiento del centro de la ciudad y dejé el coche con un empleado. Éste, después de colocarlo, cerró todas las puertas, pero dejó las llaves dentro. Parecía imposible hacerse de ellas, tan a la vista como en el suplicio de Tántalo y tan remotas que sólo rompiendo un cristal se podrían sacar. Por fin acudí en pos de consejo y ayuda a un agente de la policía que andaba por allí. Éste intentó varias veces pasar un alambre a través de la moldura del cristal de la ventanilla. Luego miró a todos los curiosos que se habían congregado alrededor y declaró: "¡Es una lástima! ¡Cuando se necesita un ladrón, jamás aparece".
—J.P.B.
ALGUNOS supermercados norteamericanos ofrecen ahora servicio durante las 24 horas del día. En Milwaukee (Wisconsin) hay una tiendecita de barrio cuyos propietarios, que habitan en el segundo piso del local, hacen denodados esfuerzos de competencia. Por la noche el establecimiento permanece apagado, pero en el escaparate se ve un letrero luminoso: ABIERTO DE DÍA Y DE NOCHE. TOQUE USTED LA CAMPANILLA.
—M.J.
EN EL Ayuntamiento de Augusta, en Georgia, los empleados han puesto en boga un nuevo juego que llaman "¡Gánele al rumor!" Se lanza un rumor en la planta baja, y el que lo inicia emprende en seguida la carrera a los pisos altos; se detiene en cada piso para escuchar las hablillas y trata de llegar antes que éstas al noveno y último piso del edificio. Hasta ahora, quien más arriba ha logrado subir no pasó del quinto piso.
—T.D.