LA SEXUALIDAD NO ES UN ESPECTÁCULO
Publicado en
marzo 08, 2025
Por S.I. Hayakawa (Fue hasta hace poco rector del State College de San Francisco. Actualmente da conferencias, escribe una columna que se publica en forma simultánea en varios periódicos, y es asesor del Consejo Nacional Norteamericano de Servicios Educativos y Enseñanza Continua).
EN LA controversia actual sobre la pornografía y la obscenidad se suelen confundir dos aspectos de la cuestión que importa distinguir: lo que significan las relaciones sexuales para los dos participantes en el acto, y lo que ese mismo acto representa para el espectador.
En condiciones ideales, cuando hombre y mujer se entregan y gozan recíproca y cabalmente con olvido completo del propio yo, se refuerza y enriquece una relación humana valiosísima. Pero por hermosa y sagrada que sea para la pareja, tal vivencia tendrá un significado totalmente distinto para el mirón lascivo. El acto sexual, en sí, no es obsceno; la calidad de impúdico radica específicamente en el juicio de valor que el espectador le atribuye.
Con esto quiero subrayar que sólo hay obscenidad cuando una o más personas ajenas presencian actos sexuales como espectadoras. Aquí está el meollo del problema: la pornografía es obscenidad desplegada ante el público en libros y revistas, como espectáculo simulado o real en centros nocturnos y teatros, o gráficamente en dibujos, pinturas, fotografías y películas.
Bien puede uno estar libre de inhibiciones sexuales y, al mismo tiempo, reprobar la moda actuar de exhibir el acto carnal en el cine y en el teatro. Una cosa es tener un criterio moral amplio y otra caer en la indecencia. No hay nada inmoral en mudarse de ropa o evacuar el intestino, y sin embargo, para cumplir estas funciones, las personas normalmente cierran la puerta de la habitación, al menos en nuestra cultura. De igual manera, el amor físico exige intimidad y aislamiento.
La historia de la literatura abunda en notables escritores que fueron reticentes en sus descripciones de tema sexual. En La divina comedia de Dante, por ejemplo, Francesca relata su trágico idilio con Paolo. Ambos leían juntos una antigua novela de amor, y de pronto se inflamaron de incontenible pasión. ¿Qué ocurrió? Dante, sencillamente, hace decir a Francesca: "Y no leímos más aquella noche". El poeta deja el resto a la imaginación del lector, y quien lee el pasaje no puede menos que sentir aquella pasión avasalladora.
La dificultad de tratar el acto sexual como tema de representación artística (plástica o literaria) estriba en que no siempre trasciende su profundo significado en la conducta de los protagonistas. Hombres y mujeres tienen relaciones sexuales por una gama muy diversa de motivos. Lo ideal es que la cópula sea la culminación del verdadero amor que se tienen mutuamente el macho y la hembra. Pero puede ser también el desfogue de un irresponsable estado de embriaguez, o la expresión de una neurosis, o bien un instrumento de explotación o de agresión, y hasta objeto de una mera transacción comercial. Pero para el espectador ajeno a la motivación, todas las parejas "hacen lo mismo". Limitar el interés al mecanismo de esta relación equivale a despojarla de su significación humana.
Hoy el cine no tiene empacho en exhibir la unión sexual, y muestra crudamente toda clase de aberraciones y de perversiones sádico-masoquistas. El propósito fundamental de estos filmes es "enlodar la sexualidad", para decirlo con la expresión que acuñó el novelista D. H. Lawrence.
No; jamás llegaré a defender el derecho de exhibir películas de esa calaña.
CONDENSADO DEL "TRIBUNE" DE DES MOINES (10-1-1974), © 1973 POR REGISTER AND TRIBUNE SYNDICATE, 715 LOCUST ST., DES MOINES, IOWA 50304.