¿OCASO DE LAS GRANDES BALLENAS?
Publicado en
junio 02, 2023
Ya sólo quedan restos dispersos de las numerosas manadas de ballenas que anteriormente recorrían los océanos. ¿Insistirá el hombre en exterminar hasta estos raros sobrevivientes, para convertirlos en lápices de labios, margarina y betún?
Por David Hill.
HACE MIL años, unos puñados de hombres excepcionalmente audaces salieron de sus aldeas costeras del golfo de Vizcaya, donde llega la frontera de Francia con España, y se internaron en el mar en busca del animal más imponente de cuantos haya conocido la humanidad.
Ballena de Groenlandia. Cubierto por una capa de grasa de más de 50 cm de espesor, este cetáceo de formas redondeadas, que parece sonreír, originó una importante industria durante tres siglos (de 1611 a 1913). Como un solo ejemplar proporcionaba en promedio una tonelada y media de barbas de ballena y cerca de 10.000 litros de aceite, fue perseguida casi hasta la extinción. Aunque desde 1935 la protege una ley internacional, su número no ha aumentado, hasta ahora en forma apreciable.
La experiencia les había enseñado que estos extraños monstruos de sangre caliente y respiración pulmonar (la ballena propiamente dicha), que de vez en cuando eran arrojados a la playa, rendían en abundancia valiosas provisiones de carne y de aceite. Los robustos marinos vascos persiguieron a la ballena, aprendieron a matarla y aprovecharla, fundando así la industria ballenera, que tanta influencia ha tenido en la historia. Mientras duró, originó grandes fortunas, y estos enormes cetáceos murieron por millones.
Actualmente esa industria está a punto de desaparecer. Las grandes manadas de ballenas que antes recorrían los océanos se han exterminado, y es preciso recurrir a la tecnología de la edad espacial para descubrir sus vestigios. Una caza exagerada ha hecho que escaseen la ballena de Groenlandia, la yubarta o jorobada y la gris, y ha llevado al borde de la extinción a la azul y a la ballena propiamente dicha. Parece que varias especies han sido aniquiladas por completo, entre ellas la ballena gris del Atlántico, la gris de Corea y la ártica que habitaba en las aguas al este de Groenlandia. Las cuatro especies de las nueve grandes ballenas que aún quedan: Cachalote, Rorcual Común, Sei y la de Bryde, han sido reducidas a la. menor cantidad que registra la historia. Los cachalotes y los rorcuales comunes o de aleta se consideran en peligro.
Ballena de Bryde. Poco se sabe de los hábitos de este solitario habitante de los océanos tropicales y subtropicales. Es un cetáceo de tamaño medio (unos 15 metros de longitud) y a menudo se confunde con la ballena sei. La caza ejecutada por las flotillas japonesas y soviéticas ha aumentado mucho en los años últimos, y los conservacionistas se preocupan por su supervivencia.
Cada año el costo de cazar ballenas aumenta, a medida que decrece el número de estos animales. Razones económicas han obligado a la mayoría de las naciones balleneras, incluso Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos, a suspender sus operaciones. Dos países dueños de importantes flotillas las prosiguen tenazmente, y aceleran la mortandad en una lucha contra el tiempo: Japón y la Unión Soviética. Sus viejos barcos ya durarán poco, y el gasto cada vez mayor que implica su construcción hace incosteable reemplazarlos. Por esta razón la industria no tiene futuro. Pero queda en pie la pregunta: ¿Terminará antes o después que las especies se extingan?
Una de las principales causas de esta situación crítica es que en la práctica se ha dejado que la industria misma asuma responsabilidad por la conservación de estos animales. La necesidad de aminorar el agotamiento cada vez mayor de las manadas en el océano Antártico condujo a un tratado internacional que se firmó en Ginebra en 1931. La Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas aprobó un convenio, ratificado en 1935, que protegía a las ballenas franca y de Groenlandia, cuya caza comercial ya no era muy productiva, y prohibía matar hembras acompañadas de ballenatos. En 1946 se formó un nuevo organismo internacional regulador y la Comisión Internacional de la Ballena (CIB) se reunió por primera vez en 1949. Su carta constitucional declara: "La historia de la caza de la ballena representa la explotación irrestricta de una zona tras otra, y también de una especie tras otra, y ahora ha llegado a tal punto que es preciso proteger a todas estas especies".
Ballena Azul. Es el animal más grande que jamás pobló la Tierra. Los adultos llegan a medir hasta 30 metros de longitud y su peso pasa a veces de 140 toneladas. Pueden nadar a más de 30 k.p.h. en impulsos cortos, y lanzar un chorro de aire húmedo hasta nueve metros de altura. Muertas se obtiene de ellas cerca de 38.000 litros de aceite. Su caza comenzó sistemáticamente a mediados del siglo XIX. Esta especie está a punto de extinguirse.
No obstante estas nobles palabras, la CIB ha sido tristemente ineficaz. Durante tres años consecutivos ha rechazado la moratoria de dos lustros propuesta por los Estados Unidos, y aprobada por las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Mientras, continúa la decadencia inexorable de muchos cetáceos. Hasta que todas las naciones balleneras (afiliadas o no a la CIB) acepten un programa de conservación verdaderamente amplio, viable y que se pueda hacer cumplir, no habrá seguridad de que estos afables, mansos e inteligentes mamíferos marinos logren salvarse de la extinción.
Rorcual Común. El segundo en tamaño y en valor de los grandes cetáceos, alcanza una longitud máxima de 25 metros y un peso de 70 toneladas. Se convirtió en el principal blanco de la industria ballenera a partir de la acentuada disminución de la ballena azul. Antes era el más abundante de los rorcuales, pero ahora su número está reducido a una quinta parte de su anterior población. Pasará más de medio siglo para que esta especie se recupere de la matanza.
Las ballenas son seres muy especiales. Convertirlas en margarina, alimentos para perros y gatos, betún para zapatos y lápices labiales es signo de una arrogancia imperdonable. Pero su exterminio significará algo más que una pérdida irreparable para la civilización. Hasta podría anunciar nuestra propia destrucción: el más de medio millón de ballenas con barbas* que antes recorrían los océanos eran un factor inestimable para regular la compleja biología del plancton. Gran parte del oxígeno de la atmósfera terrestre es producida por tan complejo sistema de regulación ecológica, y suprimir un elemento tan importante como la ballena podría disminuir el abastecimiento de oxígeno, del cual depende la vida, tanto de los cetáceos como del hombre.
*El cachalote es la única ballena grande que posee dientes. Todas las demás se alimentan de presas pequeñas, que retienen haciendo que el agua se filtre por entre las barbas, filas de láminas córneas elásticas fijas a la mandíbula superior.
Cachalote. Este cetáceo habita en varios mares y se sumerge hasta grandes profundidades. Llega a meidr 18 metros de largo y su peso medio es de 33 toneladas (los machos). Se le persiguió mucho durante los siglos XVIII y XIX, y con exceso después de la segunda guerra mundial. Actualmente se clasifica entre las especies en peligro de extinción.
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