Publicado en
abril 07, 2017
Correspondiente a la edición de Mayo del 2008
Por Julio Bueno. Ilustración por Diego Corrales.
El aplauso mayoritariamente brota por agrado y se traduce, generalmente, como el abrazo colectivo que el auditorio da a los artistas. Sin embargo, a veces también es utilizado como reclamo, como, por ejemplo, cuando el espectáculo no empieza a la hora indicada.
EN LA MÚSICA
El aplauso obedece al deseo de demostrar el agrado que nos causa cierta música, como respuesta inmediata de un auditorio emocionado que, de este modo, da rienda suelta a su entusiasmo.
Parecería existir una relación directamente proporcional entre el volumen del sonido de los 25 últimos segundos de la obra musical y la intensidad del aplauso que se escucha a continuación. Una coda brillante (con peroración final intensa) puede hacer temblar el teatro, independientemente de la calidad de la composición o de su interpretación. A veces los aplausos suelen premiar las últimas notas del solista vocal, interrumpiendo así la audición normal de las propuestas instrumentales conclusivas del compositor (aunque a veces éstas sean meramente convencionales).
¿ES UNA INTERRUPCIÓN?
Hasta el siglo pasado no se consideraba el aplauso como una interrupción seria: uno podía aplaudir cuando le pareciera oportuno, incluso en el transcurso de cualquiera de los movimientos de una obra.
Wolfgang Amadeus Mozart envió, en 1778, a la edad de 22 años, desde París, una carta a sus familiares en la que daba cuenta que el público asistente al estreno de su Sinfonía de París (KV 297) guardó silencio durante el "piano" y comenzó a aplaudir tan pronto arrancó el "forte".
Felix Mendelssohn-Bartholdy (compositor romántico alemán) se quejaba de la práctica imperante en su época de interrumpir un concierto aplaudiendo en la "cadenza" (momento solístico de significativo virtuosismo, al final del primero o del último movimiento de un concierto instrumental).
En 1739, en Milán, el público asistente a la ópera no solo aplaudía, sino que rugía a voz en cuello y hasta golpeaba los asientos con palos llevados a propósito por los de la platea; a esta señal los de la galería arrojaban miles de octavillas impresas con sonetos que elogiaban al cantante.
Por la misma época, en los teatros de ópera de Roma, el público solía reconocer los plagios gritando el nombre del autor original: "¡Bravo Sacchini!" , "¡Bravo Cimarosa!".
En 1760, durante una representación de la ópera de Roma, se proferían gritos tales como: "¡Bravo la viola!", "¡Bravo il fagotto!" o "¡Bravo l'oboe!". Berlioz nos cuenta que en su juventud solía aplaudir "una hermosa parte del bajo, una modulación feliz, o una nota bien lograda del oboe".
LOS MÁS LARGOS
En 1792 se estrenó la ópera bufa, en dos actos, El matrimonio secreto, de Domenico Cimarosa, en el Hofburgtheater de Viena. El público se entusiasmó y ovacionó tanto que la ópera fue repetida en su totalidad luego de que el emperador, allí presente, ordenara que se sirviera de cenar a toda la compañía.
En Dublín, en 1868, durante la representación de la ópera Oberon, de Weber, un aria de soprano fue aplaudida durante quince minutos y, en 1831, Nicolo Paganini fue obligado a subir al piano de cola, a fin de ser visto y aplaudido por todos.
En Quito (Ecuador), los espectáculos musicales más aplaudidos que se recuerdan son los siguientes:
• El concierto de la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Leonard Bernstein, en el Teatro Nacional Sucre, el 11 de mayo de 1958.
• La presentación, el 30 de septiembre de 1980, del célebre músico de jazz Stan Getz y sus acompañantes.
• En agosto de 1988, el estreno ecuatoriano de Carmina Burana, de Carl Orff, con la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet Ecuatoriano de Cámara, los coros Casa de la Cultura Ecuatoriana, Nueva Generación y del Conservatorio Nacional de Música de Quito, y los solistas Astrid Achi, Galo Cárdenas y Gilbert Marín, bajo la dirección del Maestro Álvaro Manzano, en el Teatro Nacional Sucre.
• En la segunda noche del festival Todas las voces, todas, en el Coliseo Rumiñahui (junio de 1996), el público insistió durante 16 minutos, de pie y con aplausos, para que volviera a salir el cantautor cubano Silvio Rodríguez.
EL TERMÓMETRO
Para compositores como Berlioz y Verdi, recibir demasiados aplausos en el estreno de sus obras les hacía pensar que se trataba de piezas superficiales o de escaso valor.
En el estreno del ballet La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, el 18 de mayo de 1913, en el Théatre des Champs-Elysées, se produjo el mayor escándalo de la historia de la música. Los silbidos y gritos de protesta del público ahogaron completamente los sonidos de la orquesta, compuesta por unos 120 músicos, apenas transcurridos diez minutos del inicio de la obra. "Jamás se había escuchado una música tan brutal, salvaje, agresiva, caótica": algunos de los asistentes al estreno trataban incluso de golpear con bastones y sombrillas al compositor, quien logró escapar por la ventana de un camerino.
LA MANIFESTACIÓN DE RECHAZO
Las frutas y hortalizas han servido para desquitarse de las malas interpretaciones: el auditorio solía acudir apertrechado de naranjas y tomates, incluso podridos, que se vendían a la entrada de los teatros.
Un naranjazo dio en pleno rostro de Pergolesi, músico del siglo XVIII. Hacia esa misma época circulaban entre las cantantes de ópera ("prima donas") acusaciones recíprocas de enviar a sus doncellas a arrojar naranjas a sus rivales.
En el estreno de una de las óperas del alemán Kurt Weill, en Frankfurt, en 1930, a manera de obertura, hubo una descarga de bombillos de mal olor y la función se suspendió tras la muerte de un espectador a causa de un golpe propinado con un "chop" de cerveza.
EN LAS IGLESIAS
La iglesia en sus inicios permitía el aplauso profano, pero fue el papa Gregorio el Grande quien prohibió los ruidos en las ceremonias eclesiásticas; así, durante muchos siglos, estuvo prohibido aplaudir durante la ejecución de la música sacra. Los feligreses expresaban su admiración tosiendo, "aclarándose" la garganta y hasta sonándose la nariz.
EL APLAUSO PAGADO
La organización normal de los teatros preveía la contratación de una claque o grupo de personas pagadas para aplaudir. Ciertos contratos de prestación de servicios profesionales de algunos tenores italianos contenían incluso cláusulas que estipulaban la garantía de contar con los servicios de una claque eficaz y la publicación de comentarios favorables en los diarios. Según un corresponsal italiano del Musical Times de Londres, los honorarios profesionales que usualmente percibían los miembros de las claques italianas en 1919 eran los siguientes:
√ Aplausos a la entrada de un actor: 25 liras
√ Aplausos ala entrada de una actriz: 15 liras
√ Aplauso de tipo común durante la representación c/u: 10 liras
√ Aplauso insistente durante la representación c/u: 15 liras
√ Aplauso aún más insistente: 17 liras
√ Por interrupciones con gritos de "¡Bene! ¡Bravo!": 5 liras
√ Por un "bis" incesante: 50 liras
√ Entusiasmo delirante: suma especial a convenir
LOS PERMITIDOS
En el código actual de un concierto o recital, se encuentra en desuso —puesto que estorba a los intérpretes y al público, y demuestra ignorancia— el aplauso durante o entre los movimientos de una obra. El auditorio puede expresarse cuando ha terminado la obertura o poema sinfónico, el concierto (compuesto generalmente de tres movimientos) o la sinfonía (las clásicas de cuatro movimientos).
COMO INSTRUMENTO DE PERCUSIÓN
En el cante flamenco y cante jondo, los aplausos y zapateos acompañan a la voz y guitarra, mientras que la clave de la salsa o aplauso sincopado (tata-ta, ta-ta) se deja escuchar al unísono en grabaciones en vivo y presentaciones de grupos soneros caribeños. En nuestras danzas mestizas (sanjuanito, albazo, tonada, etc.), las palmas cumplen un papel coreográfico-percusivo desempeñado por el varón.
ACOMPAÑANTE DE LA MÚSICA
Cuando las orquestas sinfónicas ejecutan la Marcha Radetzky, el director suele pedir que el auditorio entero aplauda el compás de esta obra. Es permitido aplaudir acompañando la música en los conciertos de divertimento que realizan las orquestas sinfónicas por carnaval, año nuevo o fechas especiales.
EN LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA
Muchos han sido los compositores que han introducido, en la partitura de sus obras corales e instrumentales, aplausos "por nota", a cargo de sus intérpretes. Pero es el compositor minimalista norteamericano Steve Reich quien utiliza, por primera vez, a dos músicos que solamente ejecutan aplausos, en su obra Clapping Music, compuesta en 1972.
LOS APLAUSOS GRABADOS
En la actualidad, gracias al desarrollo tecnológico, es posible realizar grabaciones de conciertos y espectáculos "en vivo", dando como resultado una música mezclada con el ruido que genera el público que asiste a esas presentaciones. En los espectáculos de música popular, el público a veces se emociona tanto que corea al unísono (20.000 voces pueden neutralizar la potencia de un equipo de amplificación de 20.000 vatios). Esta situación ha suscitado declaraciones de músicos, como el argentino Fito Páez, quien ha amenazado con retirarse de los escenarios, debido a que los asistentes corean sus canciones y, a veces, aplauden o gritan con tal intensidad que no le permiten escuchar lo que toca en su piano y lo desconcentran en la interpretación.
Creemos que el aplauso sobrevivirá inclusive a las artes virtuales; aseveramos esto porque hemos asistido a una proyección cinematográfica en la cual el público ha aplaudido frenéticamente al terminar la película, aplausos múltiples, como cuando un piloto realiza un buen aterrizaje en nuestro país...
Bibliografía
Diccionario Oxford de la Música, La Habana, Cuba, Editorial Arte y Literatura, 1981.