LOS CUENCANOS EN FRANCIA - 1812-1930
Publicado en
octubre 05, 2014
Correspondiente a la edición de Noviembre de 1990
Por Fernando Jurado Noboa.
Luego de la Revolución Francesa, buena parte de la historia de la humanidad se centró en Francia y sobre todo en París; el increíble poderío militar de las tropas de Napoleón, el surgimiento de la Constitución Liberal a partir de 1830, el sufragio universal como logro de la Segunda República en 1848 y la gran prosperidad económica del gobierno de Napoleón III hasta 1870, tejieron todo este período histórico de gran resonancia. Entonces Francia, por sus logros, sus modas, su cultura y sus innovaciones en casi todos los campos del saber, constituyó una especie de imán, tanto para los grandes ricos de América, cuanto para los jóvenes que querían nutrirse de las nuevas doctrinas y de los últimos conocimientos.
Varios de los ecuatorianos más grandes y de talla universal bebieron de la ilustración de Francia: Juan Montalvo en tres períodos, García Moreno en dos, González Suárez una corta temporada y Velasco Ibarra, ya en este siglo; la excepción radica en Eloy Alfaro, a quien la vida violenta de luchador y guerrillero, no le permitió tomar aquel contacto.
En realidad la Francia del siglo pasado, como la de buena parte de este siglo, ofrecía oportunidades diversas para vivir rumbosamente como cacaotero o exportador de quina o para tener la modesta vida del estudiante, en esa dicotomía vivieron nuestros grandes pensadores y nuestros capitalistas ultramontanos.
DE CUENCA A PARIS
Buena parte de las grandes fortunas de Quito y Guayaquil se dilapidaron en Francia, no así de la gran mayoría de las provincias nuestras, en donde venció la timidez por sobre el gran poderío hacendario. El caso de los cuencanos, tuvo mucha similitud con Quito y Guayaquil, aunque en menor escala.
El primer cuencano a quien lo hemos encontrado en la Francia del siglo pasado es a José de Lamar y Cortázar, quien residiendo en España como miembro del ejército real, luchó en la batalla de Tudela (al sur de Navarra) en enero de 1812 contra las fuerzas de Napoleón; se convino en que los jefes militares fueran remitidos a Francia en calidad de prisioneros y fue así como Lamar estuvo primero en Dijon (al suroriente de Paris) y luego en el castillo de Saumur, cuando no aceptó el quedarse prisionero en la propia ciudad. De allí fugó a Suiza en 1813, cuando tenía 37 años.
Pero Francia empezó a ponerse de moda para los intelectuales y los poderosos de Cuenca, en la década de 1850 cuando la formación de la "Casa Ordóñez" la cual se había dedicado a la explotación de cascarilla desde el Oriente ecuatoriano y a la de quina.
"Ordóñez Hermanos" fue fundada hacia 1852 por Carlos y Salvador Ordóñez Lasso, dos jóvenes de apenas 28 y 25 años, con gran espíritu mercantil, a los cuales desde 1865 se les asoció otro hermano, José Miguel. El verdadero eje era Salvador. Primero vendían la cascarilla en Guayaquil, pero Salvador se dio cuenta que los guayacos se sacaban la mejor parte con la exportación y la Casa decidió cambiar de rumbo.
Primero enviaron en 1856 al joven médico Agustín Cueva Vallejo a Paris, a que estudiara la extracción de la quina y que realizara cursos sobre medicina; Cueva permaneció allí 2 años y al regreso prestó sus servicios a los Ordóñez, hasta que descubrió que don Carlos utilizaba a los peones de la carretera nacional en cosas de su servicio y lo denunció ante el gobiernode García Moreno, perdiendo Ordóñez los servicios del técnico.
Hasta tanto, los Ordóñez fabricaron sus propias monedas de cuero para los trabajadores en el Oriente, que tenían 7 denominaciones según los días de la semana y luego empezaron a llevar la cascarilla en velero a los grandes mercados de Inglaterra y Francia. Entre 1860 y 1890 don Salvador realizó numerosos viajes a París. En algunos de los viajes le acompañó su hermano Carlos, los dos trajeron muebles para el adorno de sus mansiones, aparte de las consabidas fotos; instalaron también una hacienda bananera en El Oro: "Pechichal" que los herederos "la mal vendieron" hacia 1930 en medio millón de sucres.
El éxito de Agustín Cueva, contagió a su hermano mayor, el doctor Miguel Cueva Vallejo, abogado graduado en Quito en 1844 y quien se había establecido en Montecristi, donde vio que mejores resultados que la profesión, daba la exportación de sombreros de paja toquilla. Con este motivo viajó también a París, desde donde envió fotos a sus familiares de Cuenca, desde el conocido taller de Trinquart. Murió asesinado en Manabí años después.
A su vez la presencia parisina de los Ordóñez, se prolongó en su sobrino carnal Manuel Ordóñez Crespo, que ayudado por sus tíos, viajó a la Ciudad Luz a fin de siglo, para estudiar para sacerdote; pero una bella francesa turbó su tranquilidad y regresó casado a Cuenca hacia 1904.
EL CORRESPONSAL DE DON JUAN
Otro cuencano de empuje fue don David Díaz Mosquera, quien casó en 1878 con la sobrina de los doctores Cueva Vallejo y hacia 1880 viajó a Alemania con el objeto de comprar mercaderías y acompañado del joven Federico Malo Andrade, sobrino del célebre don Benigno Malo.
Entre las curiosidades que trajo de Europa, estaba una vajilla con el monograma de su esposa (Dolores Cueva) dorado a fuego. Luego el señor Díaz, retornó algunas veces a Europa y estuvo en París hacia 1891, en compañía de su hijo Alfonso, con el objeto de hacerle curar una lesión en los ojos, anteriormente tratada en Cuenca con "sabandijas". En Francia los cirujanos le eliminaron el ojo sabandijeado y le colocaron uno de vidrio.
Pero quien realmente sacó provecho del viejo París, fue el joven Federico Malo, que llegó a la enorme ciudad en 1883, con el propósito de permanecer dos años en ella; no sabemos por qué Malo demoró dos años en conocer a Montalvo, quien vivía allí su último período de ostracismo; a pesar de vivir los dos ecuatorianos en la misma ciudad, solían comunicarse por cartas, la primera carta de don Juan lleva fecha 26 de febrero de 1885. Alguna vez el Cosmopolita llegó a escribirle hasta 2 cartas al día, en otros períodos eran mucho más escasas.
Poco a poco se fueron dando las confidencias entre ellos, Malo leía los manuscritos de Montalvo en francés y los traducía al castellano para enviarlos a Cuenca, se preocupaba de conseguirle impresor para sus obras y solían citarse en la calle Voltaire. Montalvo le invitaba ocasionalmente a servirse café en su propia casa a las 11 y media de la mañana (carta del 5 de abril de 1886). Hacían también viajes a Clichy, cerca de Paris, famosa por su industria librera.
Montalvo, hasta su última carta de agosto de 1888, 5 meses antes de morir, juzgó a Malo hombre de "carácter serio y penetrante", y llegó a tratarle de su propio nombre, sin llegar al tuteo. Malo en Cuenca fue uno de los pilares del liberalismo, hizo varias plantaciones agrícolas y se dedicó también a la exportación de sombreros.
Muchos años más tarde y hacia 1919, don Federico envió a su sexto hijo, Julio, a que estudiara medicina en París, quien logró culminar su carrera.
En 1878 el seminarista Julio Matovelle pensó viajar a París a estudiar Teología, pero su pobreza y falta de apoyo, truncaronsu idea; el mismo año, Remigio Crespo Toral publicó un artículo en contra de la Revolución Francesa. Indudablemente en cuestión de gustos y de ideologías, los caminos se diversifican.
En 1883 viajaron a Europa, el arzobispo José Ignacio Ordóñez (hermano de los exportadores) con su joven secretario, el doctor Federico González Suárez. Aquel iba con destino a Roma, a la visita Ad-limina; Paris impresionó hondamente a González Suárez; luego estuvieron en Lourdes y por fin en España.
Don Antonio Aguilar Berdugo, era un comerciante cuencano que en su almacén proveía de libros europeos. Amistades y lecturas le volvieron hombre culto, de tal manera que en 1890, luego de que su hijo Nicanor se bachillerara en el Seminario, decidió llevarlo a Paris; lo hicieron en compañía del joven abogado Manuel María Pólit Laso, recientemente recibido, quien había decidido entrar también de clérigo. Nicanor y Pólit estuvieron en París en el Seminario de San Sulpicio, de donde enviaron fotos a sus familiares, vestidos con la tradicional sotana negra tipo Hermano Cristiano; a su regreso a Cuenca, Nicanor Aguilar, ya ordenado de cura, trajo una rica biblioteca en francés, sobre todo en obras de Bossuet.
EN LOS ALBORES DEL SIGLO
La presencia del general Plaza en Cuenca, le creo vivas simpatías y varios amigos, de tal manera que cuando presidente del país (1901-5), se dieron varios reconocimientos afectivos: el abogado Abelardo Andrade Andrade pudo viajar con toda su familia a la gran urbe y con este motivo varios jóvenes, por sus propios medios o becados lograron viajar a Francia. Así se formó el grupo llamado de 1909-10 inmortalizado en una bellísima fotografía: David Díaz Cueva (quien estudió ginecología, merced a una beca de Alejandro Reyes Villarreal, ministro de Alfaro y regresó al país en 1912), Emiliano Crespo Astudillo (estudió cirugía e hizo cursos de varias especialidades de 1909 a 1912), José Miguel Ortega Hinostroza, (que cursó oftalmología), a los que se sumaron los hermanos Celso Córdova Illescas y Darío Calero Illescas, ambos muy jóvenes y sobrinos-nietos de doña Agueda Illescas, la esposa del exportador Carlos Ordóñez Lasso.
Otro cuencano, don Arcesio Pozo Quevedo, dueño de una gran casa comercial, envió en 1910 a tres de sus hijos, en edad adolescente a un colegio cerca de Lieja, de donde pasaron en 1914 (con motivo de la primera guerra mundial) a un colegio en Londres. Era como que París había perdido parte de su encanto. A su regreso a Cuenca, en 1917, sus hijas, admiraron a la recoleta ciudad, demostrando como montaban correctamente a caballo.
Poco después el joven Cornelio Crespo Vega (el cojo Crespo) residió en París algún tiempo, dedicado a la bohemia. Era hijo de Remigio Crespo.
Por entonces el interés pasó de Francia a Bélgica, que se puso de moda: dos nietos del gran terrateniente del siglo pasado, don Manuel Vega Dávila, estuvieron en Europa: en 1909 el abogado Honorio Vega Larrea, que estuvo en París, junto al grupo de jóvenes ya anotado; y el joven Alcibiades Vega Acha quien en cambio estudió en la Universidad de Lovaina en Bélgica, como compañero de Aurelio Espinosa Pólit.
El Hermano Miguel, estuvo dos temporadas en París: la primera en 1887, acompañado de Carlos Rodolfo Tobar, estancia en la que hicieron amistad con el docto colombiano Rufino José Cuervo; y la segunda en 1907, en que se dedicó a escribir su ansiada gramática, proyecto que cortaron sus superiores enviándolo a dictar clases en Bélgica.
El ciclo cuencano empezó a cerrarse en 1927, cuando viajó allá, doña Hortensia Mata (la viuda de los dos hermanos Ordóñez) con 3 de sus hijos: Alfonso, Julia y Teresa; la señora tenía ya 78 años, pero aún conservaba una gran vitalidad. Anteriormente había estado en Norteamérica.
A doña Florencia Astudillo Valdivieso, en homenaje a su 60 cumpleaños, las monjas de los Sagrados Corazones (de quienes era su benefactora) se la llevaron a París (1930). En la Ciudad Luz mostró a los parisinos un perico en el hombro, que es fama que no se lo quitó ni para dormir.
Por la misma época, el doctor Luis Enrique Jaramillo Montesinos, recién graduado de médico en Cuenca, viajó llevando a un enfermo de elefancia miembro de una familia exportadora de sombreros. Estuvieron buscando cura en Londres, donde el joven médico padeció un accidente con fractura de nariz, que le dio una buena indemnización. Poco después decidió radicarse en París, ejerció la medicina privada, posee casa en la calle Víctor Hugo y allí caso con Miette Ingold Shiffnacker.
Esa fue la Francia para los cuencanos que la vieron y revieron durante 120 años. Lastimosamente ninguno de los grandes cuencanos del siglo XIX se nutrió de esa Francia cultísima y perennemente cambiante y revolucionaria, ellos se quedaron aún cantando loas en los Sábados de Mayo y persignándose cuando oían hablar de Danton, Robespierre o de Marat; fueron primero los exportadores y comerciantes y más tarde los jóvenes, ahítos y necesitados de conocimiento, los que importaron la cultura europea a las tierras del Azuay. Presencia y vacío de Francia en esa Cuenca vernácula y tradicional, es tema que abre innúmeras reflexiones para entender la conformación de la cultura y de la economía de aquella zona.