Publicado en
agosto 03, 2014
"Plaza de Pueblo Nro. 2" — Oleo sobre lino — Propiedad del doctor Carlos Eduardo Jaramillo.
Correspondiente a la edición de Febrero de 1982
Texto: Hernan Rodriguez Castelo. Fotos: Marcela García.
César Andrade Faini nació en Quito (1913) y en Quito completó su formación artística, en la Escuela de Bellas Artes (1937). Hacia 1943 se instaló en Guayaquil.
Los años en que el joven artista terminó sus estudios eran de auténtico relevo generacional, que se manifestaba en la oposición, cada vez más abierta y total, entre el academicismo de quienes dirigían la escuela y el anti-academicismo de los alumnos más creativos. La dramática condición de los marginados sociales urgía a las gentes de la nueva generación plástica, que serían vigorosamente innovadoras. Y para ese asunto tremendo se habían dado a buscar un nuevo lenguaje, fuerte, desgarrador.
Andrade Faini no fue de los adelantados en la empresa; pero fue uno de los que con más pasión la asumió. Comenzó, aun antes de egresar, a trabajar, como tesis de grado, una serie de telas con el tema "Miseria social" y, a la hora de presentarlas (1937), las acompañó de un pequeño folleto de igual título. Lo que había querido pintar, se decía en él, era "la miseria, la tragedia humana con todo su realismo", y enumeraba los motivos: locos, mendigos, lázaros, indios.
Aquella obra, pintada en los propios ambientes, y acuciada por intenciones de compasión y denuncia, parece haberse enredado demasiado en lo que Benjamín Carrión llamara "la bondad del propósito" y no haber salido de un naturalismo sin auténticas categorías estéticas deformadoras.
Con los años el artista fue asumiendo y depurando un lenguaje expresionista y feísta y, aunque su manera característica iba a ser otra, ese expresionismo feísta quedaría como una de las constantes de su producción. "Tortura" (1945) señala uno de los momentos expresionistas más ricos de materia y color, forma y gesto; pero la tendencia va emergiendo en obras como "Bajorrelieve" (1957) —Cristo feísta sobre fondo violento— y "Por aquí pasó el odio" (1969), con un cielo de factura tumultuosa y trágica.
"Gallero" — Oleo sobre tela — propiedad del doctor Jorge Carvajal.
LA TRANSICION
La década de los 50 es período de transición: de firme y certera transición. Que comienza por la paleta. "Arbol amarillo" (1955) luce un bello tratamiento cromático —verdes y grises—; el color de "Naturaleza muerta" (1957) es grave, intenso; en "Los inocentes" a los amarillos y rojos se confía el papel de crear espacios para el bullir de las figuras; en "Oasis 2" (1955) los colores adquieren especial función semántica.
Hay también un replanteo radical en los conceptos de perspectiva, volumen y espacio. Se descarta la perspectiva renacentista, así como los volúmenes señalados por perspectiva y sombras. El planteo espacial será ahora otro: adelgazado, enrarecido. La profundidad habrá de lógrarse por medios cezannianos: confiando el efecto al juego de planos cromáticos. Con lo cual se logran espacios estéticos, más que "lugares" penetrables.
Y algo más, que va a acabar de caracterizar la manera de Andrade Faini: al prescindir de recursos de fácil efectismo visual, debió hallar nuevas soluciones de composición. En esos espacios todo debía darse como elemento de la estructura visual, entablando relaciones y provocando resonancias. El artista hubo de echar mano de algunos saberes cubistas.
"Atardecer en Santa Cruz" — Oleo — Propiedad del artista.
OBRAS FUNDAMENTALES
Dentro de estos planteamientos nuevos, y en mucho definitivos para la madurez de Andrade Faini, se crean en el período obras de tanta calidad como "Gallero" (1956), punto de especial altura en la síntesis forma-color, que evoca con vibrante belleza y especial intensidad un personaje y una situación humana: el gallero con el gallo muerto. Formalmente el drama se da en el contraste entre rectas y curvas; cromáticamente, en la tensión entre rojos y ocres. Alivian un tanto tan excesivas tensiones los grises del fondo e iluminados cerúleos.
"Oasis No. 2" (1955) nos presenta al artista en busca de decir con las nuevas maneras una problemática urbana, calando, a la vez, en complejidad social y trasfondo obscuro. La fuerza se confía al dibujo —de firme delineado expresionista— y al tratamiento del espacio.
Al término de esta etapa, el "Mariano Aguilera" —el premio a la sazón más importante— reconoció las calidades logradas por el autor (1957). Tal reconocimiento se confirmó con los premios del III Salón de Octubre, en Guayaquil (1959), y del Salón de Octubre de la Casa de la Cultura, en Quito (1961).
"Carnaval"— Acrílico y óleo sobre papel — Propiedad del artista.
LOS RASGOS DE LOS SESENTAS
A finales de los cincuentas y comienzos de la nueva década, se afirma en la expresión de Andrade Faini un rasgo estilístico muy peculiar: trabaja por planos de color de bordes aristados, como desgarrados. Lo cual pone a prueba, de un lado, su poder compositivo y, de otro, su impecable dominio de la cromática. A la nueva sutileza del color responde un mayor empeño para trabajar la materia. Espátulas finas y pinceles gruesos tratan el amarillo, el naranja cadmio, el rojo bermellón, el lacre y el rojo inglés con abundante blanco. Y el verde viridium, el azul cobalto y ultramarino llegan a dar tensión visual a planos, por otra parte espléndidamente trabajados, de síenas tostados.
Había aún telas con zonas gruesas de materia y color violento, trágico (como "Por aquí pasó el odio"); pero la poética de Andrade Faini estaba ya definitivamente más cerca del superrealismo que del expresionismo. Superrealismo que tiende a una suerte de animismo americano era el de "Amor vegetal" (1957); de un superrealismo americano dramático pudiera hablarse en el caso de "Ruinas" (1960). Y escenografía para una pieza superrealista parece "Plaza de pueblo No. 2" (1961).
"Vegetal Herido"— Acrílico y óleo sobre papel — Propiedad del artista.
LA ULTIMA MADUREZ
Tanto la década de los sesentas como la de los setentas presentan zonas casi vacías de producción en la trayectoria de Andrade Faini. Pero aquellos, aunque silenciosos, no fueron tiempos inertes: el vino se añejaba y las formas se decantaban. A mediados de la nueva década, la obra comenzó a cobrar caudal, cada vez más segura, penetrante y bella.
Los verdes de "Bahía de las ninfas" (1976); la riqueza cromática y sutileza compositiva —tan simple y tan compleja a la vez— de "Vegetal herido" (1978); la síntesis compositiva de dramatismo y serenidad y la suma de sabidurías de oficio de "Al borde del camino" (1979); los finos equilibrios de "Serranía" (1980); el ordenamiento tranquilo y la personalidad de los elementos de "Atardecer en Santa Cruz" (1976); la riqueza del juego de composición y descomposición de las formas, emergiendo de una sinfonía de grises, en "Alausí" (1980).
El dominio de la cromática, la rigurosa economía de medios expresivos y la sutileza de la mancha hallan nuevo cauce en la acuarela. El artista capturó ensenadas y caseríos costeros en acuarelas limpias, transparentes, de cromática fresca, composición simple y exacta, y los trazos oscuros breves y expresivos como caligrafía oriental. Desde "Ayangue" (1973) hasta "Chanduy" (1979) la galería es espléndida.
Al momento, Andrade Faini, culminando larga, certera, constante trayectoria plástica, se afirma como el mejor pintor ecuatoriano del paisaje. Sobre todo del paisaje desolado (como ese "Arenas y cactos" de la serie de Galápagos o sus acuarelas). Pero también de montañas, bosques, caminos, para todo lo cual tiene excelentes soluciones visuales —en composición, estilización de los motivos, cromática, tratamiento de la materia y exploración de las posibilidades de las técnicas—.