Publicado en
agosto 03, 2014
¿Qué sucede cuando el amor asesta un golpe certero? El corazón late a dos mil palpitaciones por minuto, comenzamos a hacer planes para el futuro y caminamos a unos diez metros del piso. Pero la incógnita es: ¿será para siempre?
Por Victoria Puig de Lange.
Acabamos de celebrar San Valentín en febrero ¡el mes del amor! y ya hay quien declara enfáticamente que el amor intenso, el que inspira versos y hasta causa suicidios, está -y lo dicen muy serios- pasado de moda.
Lo cual echa a andar mis inclinaciones investigativas. ¿Cuándo pasa "el amor" a ser algo más que una atracción por el sexo opuesto, que se manifiesta con la llegada de la pubertad?
Un buen momento histórico para situar el comienzo del mito (o realidad) del gran amor, es la Verona de Romeo y Julieta, dos teenagers adelantados a su tiempo. O tal vez todo comenzó antes, porque vaya usted a saber si el affaire de Adán y Eva no fue una pasión compleja y consumidora.
Pero los que todo lo saben afirman que el amor intenso no calza dentro del cuadro sólido del matrimonio. "Si alguien se atreviera a declarar, después de 15 ó 20 años de unión matrimonial", me asegura un moderno cínico, "que aún se altera ante la vista del otro, nadie lo tomaría en serio". Porque el concepto que impera es que después de unos años, lo que hay es un buen arreglo conyugal, una relación cortés, un entendimiento que oscila entre "¡Qué-otra-cosa-queda!" y "Esta-es-una-empresa-que-tiene-ramificaciones-y-hay-que-mantenerla". Pero violines, puestas de sol y comiditas de aniversario, eso es cosa del pasado.
¡Nada de eso! La protesta viene del sector femenino, que asegura que el Amor, con mayúscula, todavía se estila. "Es un tipo de hombre", dicen, "quien destiñe, porque no es capaz de un gran amor, porque tiene miedo de experimentarlo".
Un sociólogo acepta esta teoría. Parece que hay hombres que, o niegan "el gran amor", o lo colocan tan alto, que no pueden alcanzarlo. La mayoría, tiende a entrar en relaciones más o menos románticas, pero dejando siempre una puerta de salida. Las mujeres, en cambio, aspiran a amar profundamente, a compartir, a fusionarse, algo que ellos traducen como un estado de asfixia, como la pérdida de su individualidad... de su libertad.
Los sicólogos tienen otra explicación, relacionada al problema de Edipo y Yocasta. Los hombres, dicen, abandonan el regazo materno con temor. En lenguaje freudiano, esto significa que tienen miedo de amar a la madre, y por extensión a todas las mujeres. Por eso, cuando presienten o se enfrentan a un gran amor recuerdan inconscientemente al cuerpo prohibido de la madre. Los hombres conocen el amor temprano en los brazos de la madre, mientras las mujeres crecen en un vacío emocional. De ahí vienen frecuentes problemas femeninos -la anorexia entre ellos- que los hombres no conocen jamás. De modo que entre el "nadie me quiere" de las mujeres y el "yo no puedo amar" de los hombres, ¿cómo pueden darse los grandes amores?
Hombres y mujeres pueden renunciar a sus características por un tiempo. Cuando él se enamora, deja de tener miedo por un momento. Ella puede pensar que está satisfecha, o resolverse a no estarlo. Esa es la tregua.
Pero después, inconscientemente, ambos recuperarán los elementos básicos de su personalidad. La mujer volverá a su indiferencia, y el rompimiento se producirá.
Cuando el amor dura, es porque uno de los dos renuncia a lo que es su individualidad. O sea: se entrega, cede, se deja dominar, se sacrifica. Aparentemente hay armonía, pero es una armonía ficticia, los dos han renunciado a definirse a través del otro.
En Francia, el país del "amour" (si vamos a creer a las encuestas callejeras) los hombres se han olvidado de amar. Un estudiante de 21 años interrogado sobre si el gran amor existía y él era capaz de vivirlo, contestó:
"Pienso que se puede vivir un gran amor de algunas horas, con la misma intensidad que una unión de muchos meses. Pero un gran amor que dure mucho tiempo me parece dificil. Ya es una gracia, si después de algunos años se logra una amistad sincera".
Sin embargo, sí encontramos hombres, tanto hoy como ayer, que demuestran ser capaces de amar a plenitud. En el pasado más o menos inmediato está Aragón, el poeta del amor y cantor de su gran pasión por Elsa, su mujer de toda la vida. En un pasaje de El cuaderno negro, toca el punto de su gran amor, describiéndolo de manera curiosa: "¿Qué cosa más deseable", dice, "que el simple abandono? Hay un arte de dormir juntos. Es en el sueño cuando el hombre se disuelve. Ya no tiene vida propia. Se deja absorber por una mujer como por un perfume. El deseo de amar", dice sabiamente, "engendra el amor. Es necesario querer amar".
La misma opinión manifestó Jacques de Bourbon-Basset, quien por más de 40 años vivió un gran amor con Laurence, su mujer.
"Yo creo en el gran amor, porque lo vivo", solía decir Jacques, "pero advierto que para hacerlo duradero es preciso desearlo y cuidarlo. El entendimiento sexual es importante, y el amor no es completo si no descansa en él. Es algo que puede no ser suficiente, pero es necesario".
Uno de los mejores ejemplos del hombre, capaz de un gran amor, es Robert Redfor. Quizás porque lo tenemos tan cerca, porque es tan atractivo, y porque todos los días se reciben pruebas de cómo las mujeres lo persiguen, se piensa que comparte con otros hombres la dificultad de resistir a la seducción.
Redford vivió un gran amor con Lola, su mujer durante 25 años, y por mucho tiempo declaró que difícilmente podría amar a otra, porque un gran amor puede ser eterno.
Cuando los Redford anunciaron que se separaban, sus íntimos no hablaron de un tercero en discordia y ambos adoptaron una actitud de intenso dolor.
Meses antes, en una entrevista, el actor había hecho la siguiente declaración: "Mi máxima ambición es hacer feliz a mi mujer. Hago lo posible por tener con ella una comunicación constante. No basta querer a una mujer. Hay que decírselo siempre. Hay que levantarle la moral y convencerla de que nadie más nos interesa. La verdad, para mí eso no significa ningún esfuerzo. Lola todavía logra que la sangre corra como un río de montaña por mis venas. Y eso, naturalmente, facilita la tarea".
Sus amigos atestiguan que eso fue verdad. Dicen que Redford, el sueño de millones de mujeres, vivía enamorado de su mujer, preocupado de que ella se sintiera joven y seductora, diciéndoselo no sólo con la mirada sino con palabras. "Además", dicen, "estaban siempre en contacto fisico, tomados de las manos, abrazados, siempre tocándose. Si sus tres hijos no hubieran sido prueba de que han pasado muchos años desde el día en que se casaron, se hubiera pensado que llevaban juntos un par de años". Y ellos mismos aseguraban que el tiempo que habían pasado casados se les había hecho muy corto. "Hemos vivido veinticinco años en total compenetración, en un mundo mágico construido por nosotros".
A pesar del triste desenlace, ese fue sin duda un gran amor. O sea, que parece que sí hay hombres capaces de amar por mucho tiempo. Y mujeres con suerte que los encontraron a tiempo.
Fuente:
Revista HOGAR, Marzo 1997