EL ARTE, MAS ALLA DE AQUI
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mayo 27, 2012
Eugéne Leroy, nacido 1910 en Tourcoing, Francia,"Pour Maxime", 1987/90 ,óleo sobre lienzo, 162x130 cms.Correspondiente a la edición de Octubre de 1993Por Mónica Vorbeck De la TorreEl problema fundamental, al referirnos al arte contemporáneo mundial, es su amplia deversidad. Un intento de categorización resultaría vano, dado que muchos artistas difícilmente pueden ser confinados a una sola categoría. Y es que la característica primordial del actual quehacer artístico es su multicolor y con frecuencia conflictiva e inmensa variedad.
Todo parecía haberse dicho ya y sin embargo olvidamos que, para decirlo, siempre existen nuevas maneras. Los impulsos que se originan en el cuestionamiento y la ruptura del arte moderno con las formas tradicionales del arte a comienzos de este siglo, no han perdido vigencia y continúan enriqueciendo el ámbito de creación artística. Pero en los años pasados, en la década de los ochentas y los noventas, una avasalladora velocidad en los cambios, mudanzas y variaciones, ha impuesto su dominio en la producción artística, con la consiguiente dificultad para analizar, definir y contextualizar el arte nuevo. Apartarse del ritmo acelarado que promueve la euforia del comercio internacional del arte, y evaluar las implicaciones de los nuevos medios a la luz de otras disciplinas y en el amplio contexto del siglo XX, es tarea aplazada para años venideros, cuando se disponga de la necesaria perspectiva histórica.Sin embargo, vamos a intentar rastrear en términos muy generales y sin pretensión de totalidad, algunas de las características más resaltantes de la expresión artística de nuestro tiempo.En continuidad con el pensamiento de Marcel Duchamp, Beuys y Warhol han cuestionado las diferencias y relaciones entre arte y existencia cotidiana y abrieron un nuevo espacio de comunicación, articulando nuevos medios como performance, acciones, cine y tecnología de comunicación masiva. La obra de Beuys da forma material a la orientación europea hacia la memoria y la espiritualidad, al concentrarse en tiempo, espacio y energía como campos de acción. Warhol, en cambio, construye una enciclópedia visual de imágenes en serie, que sustrae de periódicos, de productos de consumo y del mercado del arte, representando así la esencia de la experiencia norteamericana.Al ensayar una caracterización de la sensibilidad europea, Donald Kuspit ha señalado la tendencia del artista europeo a percibir la realidad contemporánea invariablemente en relación con el pasado histórico. En Europa los hechos son inseparables de la memoria; el pasado no es sistemático, nunca es intacto y cerrado como en un sistema de información y como tal se manifiesta más abierto y disponible a la manipulación reflexiva que el presente. Una reescritura de la historia es con frecuencia más compleja y evocativa que la predicción del futuro. A pesar de la prosperidad europea, existe una concatenación pesimista, una especie de negativismo subliminal, de tedio y deja vu, que sustenta el arte. Esta tendencia, frecuentemente enmascarada por la ironía y con un afán espiritual y/o terapeútico, es evidente en la obra de Beuys, Clemente, Dokoupil, Polke, Kounellis o los Poiriers. Otras veces se puede apreciar una indagación de lo místico y lo memorable como contrapeso a los acontecimientos históricos, como en artistas tan diversos como Paladino, Kiefer o Kapoor. Y con frecuencia una especie de nihilismo parece imbuir la cotidianeidad: sentimiento de oquedad de los objetos, expresado por medio de una representación vacua, apática, alineada y nostálgica, como por ejemplo en la obra de Ritcher y Armleder.Si bien es posible encontrar similitudes en la preocupación actual por forma y contenido entre Europa y los Estados Unidos, la actitud de los artistas es diametralmente opuesta. En los Estados Unidos, la orientación se da hacia el futuro y se experimenta el presente como un hecho consumado. La realidad es generada y administrada por sistemas de información. Se cree en los hechos en tanto se presentan como información, es decir como parte de un sistema de tiempo simulado, que es el sustituto americano de la historia y la memoria, lo que Baudrillard ha denominado la hiperrealidad: "la generación de modelos de lo real sin origen o realidad". No hay conflicto inherente en la experimentación de pasado, presente y futuro. En tanto los europeos están siendo ellos mismos apropiados por el pasado, los americanos se apropian de éste como de una totalidad cerrada, sin relacionarlo con profundidad y procesarlo: al contrario, lo sentimentalizan.El nuevo historicismo europeo, que ha dictado la pauta desde la exposición New Spirit in Painting en Londres, a comienzos de los ochentas, no ha perdido actualidad. La retrospección histórica de los ochentas se refleja en la nueva condición de "neo–ismos": el revivir viejos estilos, la apropiación y paráfrasis de viejos maestros, forman parte del Zeirgeist, especie de eclecticismo que no se da por primera vez en la historia del arte; recordemos el Romanticismo. Algunos críticos han pretendido ver en esto una crisis del arte: signo de que está exhausto y todo lo que queda es una re–experiencia, una re–estructuración del lenguaje de la historia del arte. No: reinventar una tradición en forma propia es algo que siempre ha sucedido en la evolución del arte.
Philip Akkerman, nacido 1957 en Vaasen, Países Bajos, 3 Autorretratos, todos: óleo sobre madera, 50x43 cms. 1992, 86, 1992, 97.Esta actitud inquisitiva con respecto al pasado es también, e indudablemente, sintomática de la expansión de nuestra cultura visual, opuesta a la literaria. Filósofos como Baudillard han señalado la influencia de los medios de comunicación, especialmente de la televisión, que tienen un impacto significativo en las demandas visuales del mercado y en la obra de artistas jóvenes. Una sed insaciable de información y de nuevas imágenes y la rápida saturación de las mismas, conlleva a una búsqueda, a una obsesión por lo "nuevo". Y la novedad no solamente está en el arte reciente, sino también en los aspectos no familiares, novedosos, de artistas de los cincuentas, sesentas, setentas o del siglo XIX, expuestos bajo una nueva luz. Por otro lado, lo nuevo mantiene rodando al mercado internacional del arte, espectacular en términos de finanzas, y alimenta la necesidad de ver, reexaminar y comprar de una audiencia insaciable, que nunca antes había sido tan grande.Frederic Jameson ha usado la frase "el presente perpetuo" en relación a la velocidad que rige al mundo del arte en Nueva York. El arte nuevo tiene cada vez una vida más corta; el concepto mismo de lo nuevo parece efímero, y por lo mismo, fútil. La emergencia de artistas desconocidos en la escena internacional puede en ocasiones responder únicamente a la demanda de novedades del mercado de arte, y la presión de galeristas y comerciantes consolida el éxito comercial inmediato, sólo para ser reemplazados en la siguiente temporada por productos comerciales más viables.En general, la generación joven está viviendo más aquí, en el mundo del arte como comercio, comunicación y sistemas de computación. Jeff Koons puede trasnmitirnos el sentido de la acelerada historia del mundo comercial del arte y el énfasis en lo nuevo. Koons está muy consciente del arte como inversión y sabe explotar esta situación. Extrae lo máximo de su arte, lo trata como una moda y cambia según la estación: se ha adaptado al mundo comecial. Y, ¿por qué no? Como ha mencionado Robert Rosenblum, en 1988 la escultura kitsch de Jeff Koons parecía lo más nuevo entre los artistas nuevos y de repente, en 1989, ya podía ser un viejo maestro. Igualmente, los letreros eléctricos de Jenny Holzer han perdido su novedad y ahora nos son totalmente familiares. Y no se hable de Julian Schnabel, David Salle o Eric Fischl, quienes, como pintores neo–expresionistas, se destacaron a principios de los ochentas: son figuras de una generación anterior.Y es que en los últimos años se ha podido apreciar una reacción frente a la pintura neo–expresionista –entre la que se cuenta igualmente a los Nuevos Salvajes alemanes y la Transvanguardia italiana– reacción que se expresa en la emergencia a nivel internacional de un nuevo conceptualismo en el arte.En Italia los jóvenes artistas se alejan del eclectisismo indiscriminado y del desembocado expresionismo y retornan al Arte povera, el minimalismo y el conceptualismo. No se trata ya de apropiaciones como en la Transvanguardia, sino de una diferente retrospección: la mirada se dirige más a las ideas mismas que a la forma en que fueron plasmadas. Artistas como Mauro Folci, Carlo Guaita, Massimo Kaufman, Saverio Lucariello, Marco Mazzucconi, Michelangelo Tomarchio Levi, etc., se orientan hacia una nueva urgencia de rigor en el diseño, en los diversos medios de pintura, escultura, instalaciones, fotografía o reproducciones gráficas. Esta renovación de estilos más rigurosos es síntoma general de una necesidad de compromiso con la reflexión y el raciocinio en el arte.También la nueva escultura alemana combina la dirección conceptual con la oposición que necesariamente representa frente a las tendencias expresivo–figurativas. Historia y espiritualidad siguen sustentando la obra de esta generación nacida alrededor de 1950, pero su preocupación artística más importante es la claridad de forma y concepto, extremadamente severa; así ocurre, por ejemplo, en la obra de Reinhard Mucha, Rebecca Horn, Rosemarie Trockel, Felix Droese, Goerg Herold, Reiner Ruthenbeck y otros. El acercamiento conceptual, que se orienta hacia formas más elocuentes a través del uso diferenciado del material y de nuevos medios, y la particular libertad en la utilización de objetos encontrados que hacen referencia al proceso de civilización, denotan la influencia de Joseph Beuys. Aunque también aquí, la influencia de Beuys encuentra concreción más en el clima intelectual que en la plasmación formal o estética.En los Estados Unidos, la reacción frente al neo–expresionismo ha generado movimientos como el Neo–Geo (al que pertenecen artistas como Ross Bleckner, Peter Halley, Sherrie Levine, Philip Taafe, etc.) o el Neo–Pop (Jeff Koons, Allan McCoIlum, Haim Steinbach, Ashley Bickerton, etc.). Pero, como en Europa, la correspondencia con el arte conceptual de los setentas es preponderante. En este contexto, la obra de Bruce Naumann, John Baldessari, Lawrence Weiner, Joseph Kosuth o Marcel Broodthaers ha cobrado nueva importancia, pues ha dado la pauta para el nuevo arte de hoy día.En general, todo el arte actual presenta sólidas conexiones con el arte del pasado. La retrospección de antiguos estilos se realiza en forma consciente, historizándolos y combinándolos. El nuevo arte estudia el ensamblaje y el ordenamiento frío y geométrico de cosas y aparatos –en oposición a los excesos manieristas de la imagen de los neo–expresionistas- no disimula el artificio tecnológico, usa materiales industriales y busca el efecto sintético, comercial –a diferencia de la importancia que se le atribuía a la ejecución artesanal y a la carga subjetiva en las obras neo–expresionistas–. La recurrencia a los medios masivos de comunicación, a la ciencia avanzada y a nuevas tecnologías; los efectos retóricos en el uso de la escritura, de letreros y signos de neón y la invención aplicada a la comunicación visual, reviven el discurso y el criticismo y ponen en evidencia el carácter teatral y cinemático del presente. Las obras hablan de imágenes y tecnologías, se basan en sus leyes de mímesis y artificiosidad. Crítica y parodia, construcción y desconstrucción de economía e información, de consumo e ideología, se expresan en lenguajes del público y a través de los medios de comunicación. Excesividad, proliferación y juego incesante de imágenes y escritura, cuestionan el consenso de palabras o la visión acostumbrada y normal. El artista trabaja desde la imagen misma, debe entender los mecanismos de transportación y transmisión, utiliza imágenes públicas y privadas, y medios como la fotografía, el cine, el video y la televisión.Germano Celant ha observado que las obras del arte actual se presentan como transmisiones insensibles e impersonales, parecen máquinas de transmisión, comunicación y telecomunicación, que producen efectos ópticos y visuales sin poseer profundidad de tiempo y espacio, por lo cual ha denominado "inexpresionismo" a esta nueva tendencia. Según Celant, la percepción no se centra en la forma, hay inestabilidad de la imagen, homóloga al plano y reflejo vacío de un paso sin contenido a lo largo de la pantalla de televisón o el monitor electrónico. La imagen es transparente, no deja huella, pues viaja en el tiempo instantáneo, pero genera un ritual mágico indicando sus raíces en la sociedad contempóranea.Por otro lado, a fines de los ochentas, se ha intensificado la tendencia política en el arte. En Alemania, algunos artistas como Hans Haake, Gerhard Ritcher o Jórg Immendorf, interrogan críticamente la tensión inherente entre la ideología dominante y su política cultural, a través de la constante revisión de la narrativa histórica que toma parte en el transcurso de la cultura. La inclinación hacia el arte comprometido ha llevado a artistas que habían empezado con la investigación de significados articulados dentro del espacio privilegiado y restringido de las galerías, a exponer sus mensajes en espacios públicos. Thomas Lawson, Gran Fury, Barbara Kruger o Jenny Holzer han confrontado asuntos políticos, económicos y sociales en su obra, y todos han hecho letreros, posters para buses o estaciones de metro y otras formas de arte público transitorio.En respuesta a la rápida expansión del mundo del arte, muchos artistas han optado por representarse a sí mismos en forma cada vez más sofisticada, al adoptar con frecuencia los papeles de crítico o comerciante, en tanto que los museos y los nuevos espacios alternativos intentan no solamente documentar, sino también definir las tendencias actuales y corresponder a las demandas de espacio de los nuevos medios y de la tecnología avanzada. El énfasis hoy en día recae en la experimentación, en la interacción de disciplinas y en la construcción de nuevos espacios de exhibición, que respondan a los cambios que han ocurrido en esta última década.
Leon Golub, nacido 1922 en Chicago, "Happiness...", 1993, acrílico sobre lienzo, 203x314 cms.