AMENAZA DE LAS ABEJAS AFROBRASILEÑAS
Publicado en
julio 13, 2014
Abeja híbrida afrobrasileña (aumentada tres veces). Foto: E.S. Ross.
De mal genio y volubles, estos insectos híbridos han causado estragos en América del Sur y siguen extendiéndose.
Por Scott y Kathleen Seegers.
TODA ABEJA merece nuestra atención como milagro de ingeniería aerodinámica, química productiva y organización social; pero ahora anda zumbando por Sudamérica una super-abeja, una variedad híbrida extraordinaria, brasileña descendiente de la africana llamada técnicamente Apis mellifera adansonii. Madruga antes que cualquier competidor al trabajo y se retira de él más tarde; vuela a mayores alturas, con mayor velocidad y a más distancia; vive más tiempo, se reproduce más velozmente y elabora hasta el doble de miel por colmena. Por desgracia, también es agresiva y asesina.
Estás pendencieras abejas se han extendido ya sobre las dos terceras partes del continente sudamericano, donde han causado la muerte de unas 150 personas y de incontables animales, y han sembrado el terror donde llegan. En 1967 un enjambre de híbridas tomó la casa del capitán del puerto de Río Janeiro, en la isla del Gobernador, de la bahía de Guanabara. Los bomberos, que las atacaron con lanzallamas, fueron rechazados con dolorosas picaduras en las partes desprotegidas del cuerpo. En el gran puerto de Salvador, al norte de Río, las híbridas mataron en 1969 a una persona y mandaron al hospital a varias docenas más al atacar los yates que estaban en el muelle. Estos ataques comprobados desataron una ola de rumores: en octubre de 1973, por ejemplo, un periódico de Caracas (Venezuela) informó erróneamente de un ataque en masa de estas abejas contra una aldea cercana a la confluencia de los ríos Orinoco y Caroní, donde se afirmó que habían perecido 65 personas.
Durante 9000 años el hombre y este insecto vivieron en santa paz y compañía. ¿Qué alteró en Sudamérica esta amistosa relación? Hace unos años el entomólogo brasileño Warwick Estevam Kerr, de Sáo Paulo, llevó a cabo un experimento con las mejores intenciones del mundo. Era gran admirador de la superior energía y gran capacidad reproductora de la abeja africana, y pensó que tal vez sería posible desarrollar una super-abeja cruzando esta agresiva especie (adansonii) con la abeja mansa italiana (Apis mellifera ligustica), dominante en el Brasil. En 1956 importó 48 abejas maestras o reinas africanas, de las cuales sobrevivieron 26. Las mantuvo recluidas en sus colmenas por medio de unas barreras provistas de agujeritos suficientemente grandes para permitir el paso de las obreras, pero demasiado pequeños para que pudieran salirse las reinas. Al año siguiente un apicultor que estaba de visita quitó por equivocación estas barreras, y entonces las 26 reinas africanas huyeron al monte. Sus descendientes son los millones incontables de híbridas afrobrasileñas que viven hoy en una gran parte de la América del Sur y siguen extendiéndose. En apariencia son casi idénticas a la ligustica, pero desgraciadamente, a medida que las poblaciones de esta última fueron reemplazadas por las híbridas que invadían sus colmenas, resultó que todas las generaciones siguientes heredaron la feroz disposición de sus progenitoras. (Es curioso, pero las que emigraron hacia el sur se muestran menos despiadadas, y los apicultores locales las defienden con denuedo.)
Al aparearse en el monte las abejas reinas fugitivas, los enjambres de híbridas se multiplicaron como fisión nuclear. Cuando salieron a las tierras de cultivo, demostraron un agudo instinto de protección. Si se alborotaban, atacaban todo lo que se movía: a caballos, vacas, perros, gallinas y hasta al hombre. Invadieron por igual las zonas rurales suburbanas. A veces se instalaban en los campanarios, y cuando tocaban las campanas se armaba la de San Quintín.
Los brasileños hicieron todos los esfuerzos posibles para combatir la feroz plaga. Algunos agricultores quemaban o envenenaban las colmenas dondequiera que las encontraban, pero las abejas se reproducían más rápidamente de lo que podían destruirlas. Las autoridades invadieron los territorios conquistados por las híbridas con zánganos de ligustica, con la esperanza de diluir la variedad africana, pero los machos híbridos volaban más veloces que sus competidores y alcanzaban primero a las reinas. Se pensó seriamente en apelar a una fumigación masiva que acabara con todas las abejas del país, pero este remedio riguroso también daría muerte a los peces y a las aves, y liquidaría lo que quedaba de la industria apícola brasileña.
En la actualidad las abejas africanizadas están emigrando hacia el norte a razón de 300 kilómetros al año, con dirección a América Central, México y Estados Unidos. Mientras que la ligustica es muy exigente en cuanto al lugar donde hace su colmena y prefiere para ello algún desván, a la híbrida le sirve cualquier cosa: viejas cuevas de armadillos, cavidades en los nidos de barro de termes, hasta agujeros que encuentran en el suelo.
Si le falta el alimento, la colonia de ligustica se encierra en su colmena y se muere de hambre. Las híbridas emigran tan lejos como sea necesario para encontrar comida. El apicultor António Both, de Sáo Paulo, dice que "la fatiga y el hambre pueden mermar una colonia migratoria de ocho kilos hasta unos 200 gramos de abejas y su reina; pero si encuentra comida, se reproducirá en el término de 90 días hasta recuperar su tamaño normal".
Las perspectivas eran tan alarmantes que en 1971 la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos pidió a la Academia Nacional de Ciencias que organizara una comisión de especialistas para estudiar la híbrida brasileña. Y en junio de 1975 el Senado norteamericano aprobó una ley que impone multas de 1000 dólares y hasta un año de cárcel a quienes importen al país abejas extranjeras, larvas o semen. Y la ley dispone que el secretario de Agricultura colabore con los gobiernos del Canadá, Centroamérica, Colombia y México en la campaña contra la inconstante agresora.
La invasión de estas abejas puede ser desastrosa para la agricultura. Como los productos de la tierra, desde las frutas hasta la alfalfa y los pepinos, dependen en todo o en parte de la polinización en que son vehículos las abejas, utilizar para esta labor a las diligentes híbridas resultaría peligroso. Para polinizar, las colmenas se colocan normalmente dentro de los huertos, donde las abejas trabajan lado a lado con los hortelanos en amistosa colaboración; pero las cascarrabias híbridas no comparten su territorio con nadie, sino que quizá atacarán a cuanta criatura vean moverse.
"Las abejas son muy sensibles a los olores", nos explicó John Allred, de la comisión de la Academia Nacional. "Cuando las molestan, aunque sea ligeramente, emiten un olor de alarma química llamado feromona. Toda la colmena recibe instantáneamente el mensaje y el enjambre se lanza contra el intruso. La abeja africana y sus híbridas reaccionan a los olores con más violencia que las demás. Cuando un enjambre se lanza al ataque, pueden acudir en su ayuda otras colonias vecinas, y acaso ataquen a una persona 50.000 abejas a un mismo tiempo". Puesto que pocos seres humanos pueden sobrevivir a más de 200 picaduras, esta tendencia de las híbridas a guerrear en nubes de atacantes es aterradora.
Conversando con apicultores, campesinos y autoridades científicas de Brasil y Colombia, la comisión, compuesta por nueve individuos, encontró que la queja principal era la ferocidad de las abejas. Los científicos sometieron esta característica a una prueba objetiva. Agitaron durante 30 segundos un trozo pequeño de gamuza negra suspendido de una cuerda a la entrada de una colmena de ligustica y luego lo retiraron lentamente. Las abejas no picaron mucho el cuero y no hicieron ningún caso de la persona que lo llevaba. Se repitió la prueba, pero esta vez la colmena se golpeó suavemente durante cinco segundos antes de agitar la gamuza. Se registraron entonces menos de 50 picaduras en 30 segundos y las abejas siguieron al experimentador hasta una distancia de 200 metros.
Harald Esch, comisionado y profesor de biología en la Universidad de Notre Dame, aplicó entonces la misma prueba a una colmena de híbridas que había sufrido un leve roce accidental pocos minutos antes. "Las abejas se abalanzaron sobre la gamuza", recuerda Allred, "y picaron 92 veces en cinco segundos. También atacaron al profesor Esch, quien no se esperó para completar el período de prueba de 30 segundos". Las abejas persiguieron al profesor durante 800 metros atacándolo constantemente.
Los científicos de la comisión han propuesto diversas medidas de defensa contra las híbridas que avanzan, inclusive una especie de Línea Maginot apícola formada por colmenas-trampas y una población ligustica de saturación en Centroamérica. Se habla en su informe de la posibilidad de desarrollar otra variedad de super-abeja "que no enjambre ni sea migratoria ni agresiva", pero sí tan buena trabajadora como la africana. Este proyecto, en el cual están trabajando los técnicos en genética (inclusive Kerr en Sáo Paulo), tardará varios años.
Marshall Levin, principal perito en la abeja afrobrasileña de la Secretaría estadounidense de Agricultura, señala otra posibilidad: "Los apicultores del centro y el sur de Brasil están logrando convertir las híbridas en la super-abeja que en un principio quería seleccionar Kerr por sus grandes ventajas. Si conseguimos mejorar y aumentar las colonias de abejas en Colombia y Panamá, éstas, sumadas a la gran población apícola de México, muy probablemente modificarán los inconvenientes de las híbridas".
Sin embargo, la mayoría de los peritos señalan con preocupación que las abejas híbridas podrían llegar a la América Central y a Norteamérica el año entrante, o el mes entrante, o mañana, viajando como polizones a bordo de un buque o de un camión. También cabe la posibilidad de que algún aficionado a la apicultura importe abejas reinas vivas, sin percatarse del peligro encerrado en ello. Y hasta es posible que hayan llegado ya.