Publicado en
noviembre 10, 2013
Para reducir nuestro impacto ecológico, primero tiene que darse una transformación en nuestra forma de pensar, que puede ser repentina o por simple evolución.
Por Carlos Fresneda.
El viaje interior, el cambio a un nivel más profundo se llega de mil maneras posibles, siguiendo una senda personal e instransferible, haciendo camino al cambiar. Aunque los hay que nacen ya cambiados; se les ve venir de niños y pronto se rebelan contra las convenciones. A otros les llega el cambio cuando menos lo esperan, en la forma de un viaje, un accidente o alguna experiencia de ésas que parten la vida en dos y te hacen asomarte al mundo con nuevos ojos. Estamos, entre los que me cuento, quienes optamos por pequeños grandes cambios y nos embarcamos en una perpetua y espinosa transición que, a veces, tarda en consumarse. Luego quedan los que se lo están pensando, pero no saben cómo, ni cuándo, ni por dónde empezar. Y hay, por último, un quinto grupo, el más resistente y privilegiado: los que no están dispuestos a cambiar por nada del mundo, así se queme el planeta (con todos nosotros dentro, claro).
Que me perdonen los sociólogos por esa aproximación de campo a la teoría y práctica del cambio social, pero a la experiencia me remito, y también al imperativo de Gandhi: "Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo." O a la sabia observación de la antropóloga Margaret Mead: "Nunca dudes de que un grupo pensante y comprometido de gente puede cambiar el mundo; de hecho, siempre ha sido así."
De todo esto tuve la ocasión de hablar recientemente con Deepak Chopra, embarcado como está en la tarea de crear grupos de conciencia en medio mundo y avanzar de ese modo hacia un cambio profundo y global. "La verdad es que he perdido la fe en el activismo social", me confió en un aparte de nuestra conversación. "No hay más solución que la transformación personal. La verdad simple de Gandhi sigue estando vigente. El cambio social es una cuestión de matemática pura, de llegar a suficientes cambios personales que acaben cuajando en una masa critica: un grupo en Nueva York, otro en Barcelona, otros en tantas ciudades del mundo..." Hablamos también del poder de la meditación como herramienta imprescindible de cambio personal para entrar en contacto con la auténtica naturaleza interior, tantas veces cercenada o maleada por la vida moderna.
Se puede ir cambiando en la vida cotidiana para avanzar hacia otro modelo de sociedad, pero el auténtico cambio viaja como la sangre: por dentro.
Discípulo en tiempos del Maharishi, Chopra reniega ahora de los gurús y de las religiones: "No se mata de adoctrinar a nadie, porque a este tipo de cambio se llega por sí mismo, por simple evolución; porque se alcanza un desarrollo en la conciencia que busca otro tipo de repuestas."
Habrá quien identifique este cambio con la espiritualidad, con la sensación de plenitud en la naturaleza; con el descubrimiento repentino -casi instintivo- de que todo, absolutamente todo en este mundo, está conectado a un nivel mucho más profundo del que sospechábamos. Habrá quien prefiera no ponerle nombre y seguir avanzando por su propia vereda y con la lección aprendida, abierto siempre al encuentro más o menos fortuito con otros exploradores de la vida misma.
La cuestión del cambio personal volvió a aflorar en otra conversación que mantuve recientemente con Alex Steffen. emprendedor y activista, además de artífice del worldchanging, auténtica enciclopedia del mundo cambiante en tiempos del calentamiento global. Le pregunté a Steffen cuáles eran los tres grandes cambios que todos y cada uno podemos dar; a lo que me respondió: "El primero, y sin duda el más importante, es cambiar nuestra manera de pensar. Somos hijos del pensamiento fragmentado y es ahora cuando estamos empezando a descubrir la interconexión que existe a todos los niveles. Sin ese cambio mental, sin esa manera de vernos a nosotros mismos formando parte de un complejo ecosistema, todos los otros cambios son superfluos."
"Elige un campo en el que puedas marcar de verdad un cambio y pon toda tu pasión en lo que hagas" fue el segundo consejo que me dio Steffen. Y el tercero: "Introduce poco a poco en tu vida esos cambios materiales que pueden reducir tu impacto ecológico."
Se puede empezar, pues, la casa por el tejado (verde) o con unas placas térmicas o fotovoltaicas. Se puede construir con balas de paja, placas aislantes y dobles ventanas. Se puede aprovechar el agua de lluvia y retasar las aguas grises para riego. Se puede coger la bicicleta, compartir un coche híbrido o sacarse el abono del transporte público. Se puede comer local y ecológico, trabajar desde casa, plantar árboles y compensar las emisiones... Se puede ir cambiando en la vida cotidiana para avanzar hacia otro modelo de sociedad, pero el auténtico cambio -hacia un destino tan apasionante como incierto- se forja en los cimientos y viaja como la sangre: por dentro.
Fuente:
REVISTA INTEGRAL - SEPTIEMBRE 2008