Publicado en
mayo 19, 2023
A veces rechazar una solicitud dista mucho de ser una negativa.
Por Fredelle Maynard, en colaboración con Rona Maynard.
SENTÍ mucho perder una vecina como Juanita, y fui sincera cuando le dije al despedirme de ella: "Espero que nos volvamos a ver". Pero me quedé boquiabierta al leer su carta en que me informaba que, de paso hacia otra ciudad, ella, los niños y el perro esperaban tener el placer de quedarse dos o tres semanas con nosotros.
Ciertamente hay amigas cuya compañía nos es muy grata durante breves visitas, pero que no necesariamente quisiéramos tener en casa las 24 horas del día. Y recordando a los incansables e irrefrenables hijos de Juanita y su perrazo de pastor alemán, me estremecí. Pero... ¿cómo decir no a una amiga? Me apresuré a contestarle con una nota insincera, asegurándole que nos encantaría recibirlos.
¿Por qué no le dije la verdad: que me complacería mucho una visita breve, pero que tres semanas eran demasiado? Porque, como la mayoría de la gente, detesto dar negativas. Obligada a elegir entre lo que otros quieren que haga y mis deseos, me es imposible optar por mi satisfacción personal sin sentirme culpable.
Ayudar al prójimo es parte importante de la vida, pero no significa que debamos prodigar nuestro tiempo y nuestra energía a todo el que los solicite. Porque, para que un gesto tenga verdadera utilidad y lo agradezcan, debe ofrecerlo espontáneamente quien desee ayudar. Si por asentir a cualquier petición acabamos sintiéndonos culpables, explotados o víctimas de la ingratitud, lo más probable es que nuestro consentimiento proceda de razones equivocadas. Veamos algunas de las más comunes:
Para granjearnos aprobación y aceptación. A todos nos importa despertar simpatías, y cuando nos sentimos un tanto inseguros (quizá porque acabamos de mudarnos a otro barrio o por haber ingresado en un nuevo club) hacemos hasta lo indecible para ser "gratos". Cierta joven madre colocó a su hijo en una guardería infantil por cooperación. Decidida a demostrar su capacidad, aceptó participar en comisiones y realizar labores que las demás socias, al parecer, no tenían tiempo de cumplir. El resultado fue que sufrió jaquecas y trastornos nerviosos. Y a pesar de todo seguía al margen del grupo, pues las demás se sentían incómodas ante su diligencia (que ya para entonces era un tanto farisaica).
Para no herir los sentimientos de alguien. Tratamos de no disgustar a quien estimamos. Por ello, cuando una buena amiga nos invita a cenar en compañía de una pareja a la que no soportamos, nos consideramos obligados a aceptar... aun sabiendo que los anfitriones se percatarán de la tensión. El resultado puede ser precisamente lo que tratábamos de evitar: herir sentimientos ajenos.
Para que nos correspondan los favores. Quizá accedamos a regar las plantas de los vecinos y alimentar a su gato durante los dos meses que estarán de viajé, con la esperanza de que ellos cuiden a su vez de nuestros perros en las vacaciones de Navidad. Y probablemente nos toparemos con una gran desilusión. A la inversa: si alguien a quien apenas conocemos se ofrece a cuidar de nuestro hijo de dos años mientras vamos de compras, o nos regala bulbos de plantas para el jardín y jalea casera para la mesa, desconfiemos: acaso esa persona lo haga con miras a obtener una compensación material o emocional.
¿POR QUÉ es tan importante aprender a decir "no"? Porque cada vez que accedemos a algo de mal grado, fomentamos el resentimiento, y llegará un momento en que esta carga de ira contenida se traduzca en ataques de depresión, urticaria, dolores de cabeza, úlceras y otros síntomas sicosomáticos.
Una negativa bien ponderada es otra manera de afirmar: "Tengo derecho de ser yo mismo". No hay por qué avergonzarse de marcar los límites de nuestra generosidad y tolerancia. Quienes convierten la abnegación en principio rector de su existencia, niegan su propia humanidad. Aunque se comporten como si fueran más nobles que aquellos a quienes sirven, con frecuencia se menosprecian a sí mismos. Al fin y al cabo, se dicen, gastar tiempo y energía no tiene importancia. Pero la persona realmente altruista debe amarse a sí misma como a los demás. "Si es una virtud amar al prójimo como ser humano", declara el sicoanalista y escritor Erich Fromm, "tiene que ser una virtud (y no un vicio) amarme a mí, mismo, puesto que también soy un ser humano".
En consecuencia, ¿cuándo deberá responder con un "no" la persona que se respeta a sí misma? Enunciemos algunas directrices:
Rechace las peticiones desconsideradas e irrazonables. Usted es una persona; no un par de manos ni un medio de transporte. Si una amiga nos pide que la llevemos en nuestro coche a 100 kilómetros de distancia para tomar el avión de medianoche, y hay otros medios de transporte, la solicitud puede parecernos desconsiderada... y debemos rechazarla. En cambio, si le urge llegar al lado de su madre, que está agonizando, procede acceder a llevarla al aeropuerto, si nos es posible.
No satisfaga solicitudes que vayan contra sus principios éticos. Jamás debe usted, por ejemplo, sentirse obligado a mentir para proteger a alguien: al niño que quiere que solapemos su pereza con una nota justificativa de haber estado "enfermo", o bien al amigo que nos pide cometer perjurio como testigos en un juicio de divorcio.
Neguémonos a hacer lo que los demás pueden hacer por sí mismos. Quizá haya ocasiones en que los padres accedan gustosos a colaborar con el hijo en algún trabajo que haya buscado para ayudarse: cuando está enfermo, por ejemplo. Pero si pide a cualquiera de sus progenitores que le hagan ese trabajo, pues tiene que preparar un examen o quiere entrenarse para ingresar en un equipo deportivo, deberán negarse rotundamente. Una vez que el chiquillo asuma la responsabilidad de un trabajo, deberá soportar la carga o renunciar a él. Los padres que siempre acceden sientan un precedente peligroso: enseñan al hijo que es lícito prometer más de lo que puede uno hacer, porque siempre podrá contar con alguien que lo saque del apuro.
Rechacemos las solicitudes que se interpongan en nuestras prioridades. Si está usted convencida de que la salud y la felicidad de su familia dependen de una relación de amor y seguridad entre usted y su esposo, tendrá que repulsar cualquier solicitud que sitúe a sus hijos por encima de esta obligación primordial. No enviará a su hijo de vacaciones con los amigos si, para pagar los gastos, su esposo tiene que trabajar horas extraordinarias. Quizá la niña desee un animalito casero, cosa muy natural en circunstancias ordinarias. Pero si la madre es alérgica al pelaje de los animales, no deberá complacerla.
No acceda a comprometer a nadie sin el consentimiento del interesado. Cuando los padres, que viven muy lejos, le piden que vaya a pasar allá la Navidad con toda la familia, no es fácil negarse. Pero si sus propios hijos ya se han trazado planes para las vacaciones, y si tiene que gastar en los pasajes el dinero ahorrado para veranear, no es muestra de egoísmo rechazar tal invitación. Al contrario; lo egoísta sería sacrificar al prójimo para rehuir los sentimientos de culpa a expensas de los demás.
PARA DECIR "no", considere las siguientes sugerencias:
1. Hagámoslo en seguida, antes que el otro se forje demasiadas ilusiones. Cuando la suegra pregunta si vamos a colaborar trabajando en el bazar de su parroquia, se siente la tentación de posponer y suavizar la negativa: "No lo sé de fijo, pero trataré de hacerlo..." No; lo mejor es decir: "¡Cuánto lo siento, pero este mes no me será posible!"
2. No nos sintamos obligados a justificar todas nuestras negativas. Nos asiste el derecho de decir que no... mucho más que a otra persona el de pedirnos algo. Esto es cierto, sobre todo, cuando los niños hacen peticiones irrazonables. Si prometimos a los hijos llevarlos al juego de bolos, y en el instante en que suben al coche nos proponen otras actividades más emocionantes, detengamos el auto y digamos: "Oigan, si quieren ir al juego de bolos, santo y bueno. Si no, nos quedaremos en casa". Casi todos los chicos reaccionan favorablemente ante esta firmeza.
3. Procuremos hablar sin impaciencia ni ira. Una negativa expresada con dulzura encuentra poca resistencia. En realidad, una vez que aprendamos a decir que no, descubriremos que muchas de las viejas amarguras se evaporan. Es posible hacerlo con serenidad y al mismo tiempo con firmeza.
4. Si rehusarse resulta difícil, procuremos ofrecer una alternativa. Nuestra hermana nos llama: "¿Puedes cuidar a los niños esta mañana? Tengo que hacer un sinfín de cosas". La reacción instintiva sería exclamar: "¡Esta mañana, no!" Pero ella no se ofenderá si le dice en tono cordial: "Ojalá pudiera, hermanita, pero también yo estoy atareadísima. Si puedo ayudarte de alguna otra forma... Tal vez hacer algunas de tus compras mientras ando en la calle..."
LAS OBLIGACIONES familiares, de amistad y para con la comunidad son hechos ineludibles de la vida del adulto, y la persona madura acepta plenamente tales responsabilidades. Todos damos sin esperar una recompensa tangible, a sabiendas de que un "sí" difícil suele darnos vivencias muy valiosas. Pero toda persona madura comprende que, para ayudar al prójimo eficazmente, ella misma tiene que obrar como persona total. En otras palabras: La caridad empieza por uno.
CONDENSADO DE "WOMAN'S DAY" (MAYO DE 1974). © 1974 POR FAWCETT PUBLICATIONS. INC., 67 W. 44 ST., NUEVA YORK. N.Y. 10036