Publicado en
noviembre 24, 2013
Un hombre sabio y bueno me dijo un día: "Es bueno amar lo que hacemos, para que el trabajo resulte divertido. Desterrar la amargura, cultivar la verdadera amistad y cuidarse por principio. Si la persona se ve y se siente bien, el mundo tiende a estar de su lado".
Por Victoria Puig de Lange. Fotos: Eye Wire.
El Internet, ese amable intruso que ha invadido nuestras vidas insensiblemente y en forma tan radical, a veces cumple una misión tranquilizadora a través de mensajes de profunda trascendencia que nos hacen ver que todo no está perdido.
"Necesitamos", me dijo anónimamente hace poco, "un borrador para eliminar de nuestra historia todo lo que nos haga daño... unas tijeras para cortar todo aquello que nos impide crecer... un pájaro que nos enseñe a volar alto y cantar con libertad...". Y en este nuestro invierno del terror, cuando la guerra llegó finalmente a nuestras playas en aras del odio de unos cuantos obsesionados, estos mensajes nos sostienen, nos llevan a entrever la luz al otro lado del túnel, nos recuerdan que todavía somos capaces de dar amor, practicar la tolerancia y el desprendimiento. Ese día aciago de septiembre, paradójicamente, puede haber iniciado el fin de la era del cinismo. De pronto, ser amable se estila de nuevo. El honor recupera su status. La vida tiene un nuevo sabor. La tolerancia alcanzó por fin su hora. Y sin embargo... El estribillo de una de las más lindas baladas modernas, encierra un caudal de la más escueta y demoledora filosofia: "Perdona" dice "pero yo nunca te prometí un jardín de rosas". Con lo cual el amante trata de abrir los ojos de la amada al hecho de que en el amor, las sensaciones y los sentimientos no siempre son placenteros. Que lo esencial es ser capaz de entregarse al sentimiento, sea éste positivo o negativo, encarándolo, pesándolo, evaluándolo. Sólo así, experimentando alegrías, éxtasis, dolores y sufrimientos, podemos decir que realmente estamos viviendo, y amando. Muchos son los que van por la vida creyendo que la felicidad sólo existe donde hay risas, afluencia económica, belleza y comodidades. En un afán por lograr ese estado perfecto, en un deseo de eliminar el dolor, caen en el hábito de frenar el sentimiento, hasta llegar a un punto en que viven poco menos que anestesiados. Es verdad que quien así vive no sufre; pero en el proceso tampoco vibra. De hecho está ignorando que gran parte del secreto de la felicidad está en aprender a sufrir dignamente. Porque la vida, efectivamente, no es un jardín de rosas. La soledad, las pérdidas de toda índole, las desilusiones, los fracasos, las enfermedades... todo eso es inevitable. Y el precio de ignorarlas son las neurosis. Aunque sea usted una maestra del planeamiento, no podrá cambiar el futuro. Nada puede evitar que los que usted ama mueran. La seguridad, en el mejor de los casos es relativa.
NO ELIMINE LAS ILUSIONES
Es común que el ser humano huya del dolor, refugiándose en la fantasía. En ese mundo imaginario, cualquier cosa es posible. El fisico queda a un lado, y la mente toma control. Hay quien vive sólo en función de teoría. Lo que podría ser. El deseo utópico de que tal vez se realizará. El boleto de lotería que saldrá premiado. En ese plan de vida, la persona puede hasta ser libre... pero no real. Tarde o temprano volverá a tomar contacto con el cuerpo y los sentimientos, y se dará de manos a boca con sus limitaciones. De golpe dejará de ser un dios especulador y retornará a su verdad: es un ser humano. Y entonces se presenta el problema. Porque nadie puede, de un día para otro, descongelar sentimientos que han estado rígidos por mucho tiempo. El hábito de inhibirlos es dificil de romper porque se origina en los años vulnerables de la niñez, cuando la existencia a menudo se torna (sin que los adultos se den cuenta) intolerable. El dolor se manifiesta en muchas formas, y la reacción automática es encogerse, ¡ocultarse!. Piense en uno de esos gatos a quien alguna vez se echó agua, y que nunca volvió a acercarse a nadie sin expresar el temor al abuso. Esa es la lógica del dolor. El individuo se desplaza tratando de borrar la memoria ingrata y evitar que algo parecido vuelva a suceder. Procede entonces a adormecer los nervios, a eliminar las ilusiones (para no tener desengaños), y se encierra en sí mismo. Marilyn Monroe fue un ejemplo del ser traumatizado en su niñez, y nunca logró vencer el miedo. Miedo al rechazo, al abuso de los hombres (Marilyn tuvo violentas experiencias en este sentido), al fracaso. Ni siquiera su luminosa belleza y la adulación de que era objeto, pudo darle seguridad. Siempre llegó atrasada a todas partes, porque nunca estaba contenta con el resultado de su complicada toilette. ¿Qué hacer para descongelar esos sentimientos, dejándolos libres para expresarse? Parece mentira, pero la forma de hacerlo es reviviéndolos. Dicen que cuando un hombre oye el canto de la sirena y queda bajo su hechizo, la única manera de romperlo es escuchando la melodía de nuevo. En su caso, recuerde tan vívidamente como pueda la historia de su dolor, reviva el momento en que se sintió traicionada, vuelva a experimentar emociones que preferiría olvidar. Muchos tomarán el camino de la ayuda profesional, pero más efectiva es su propia decisión de deshacerse de esa basura.
SENTIMIENTOS Y RECUERDOS
Hay un detalle que es importante: recuerde que es precisamente la gente que amamos la que nos hiere más profundamente. El amor y el odio están eternamente unidos en la danza de la intimidad. Tampoco olvide que hay una marcada diferencia entre sensación y sentimiento. La sensación es la respuesta de la maquinaria fisica al estímulo: nervios, músculo y piel. Mientras sólo enfrentemos una sensación, la reacción es simple: agrado o molestia. Hace su entrada el sentimiento, y comienza el complicado proceso de evaluación: cómo el estímulo afecta a la persona misma. La sensación se imita al presente. Los sentimientos involucran el recuerdo de lo pasado, y las intenciones futuras. Un ejemplo práctico es el de la pareja en un momento romántico. Una caricia en silencio es una sensación. Pero si mientras la mano acaricia, él susurra un "¡te amo tanto!" convincente, estamos ante una integración de la sensación y el sentimiento. Algo muy serio. Por lo tanto... ¡atrévase a sentir! Los sentimientos expresados nos abren las puertas de la vida en su aspecto alegre o triste... no importa cuál. Se ha dicho que lo mejor de la vida empieza cuando lo peor se ha aceptado. Fue Sigmund Freud, el padre del Sicoanálisis, quien dijo que "lo mejor que la terapia ofrece es ayudarnos a cambiar el sufrimiento neurótico por un sufrimiento real que lleva a la satisfacción y al sentimiento". No hay, por supuesto, una garantía de que al decidirse a exteriorizar sus sentimientos, la persona va a sentirse mejor, pero sí que va a sentir ¡de todo! Y a la hora de la verdad, eso es lo más importante. Con o sin jardín de rosas.
Fuente: Revista HOGAR, Octubre 2002.