Publicado en
noviembre 24, 2013
Por Luis Campos Martínez.
El niño de hoy está inmerso en un nuevo contexto cultural. Dentro de ese contexto, se comunica de otra manera, "es" de otra manera. Pero la escuela sigue siendo un islote de palabras. "Escuela de la salivación" dice irónicamente Lauro de Oliveira: "Nuestro profesor es como el perro de Pavlov: cuando suena la campanilla comienza a salivar".
La escuela está invirtiendo más tiempo en preparar a los alumnos para un mundo que no existe. Los educadores solemos dormir en paz cuando debiéramos ser los más propensos al desasosiego, a la intranquilidad y a la angustia. Los códigos escolares nos arrullan con los estereotipos más arraigados. Pero hoy todo ha cambiado y sigue cambiando.
Existe una invasión de imágenes en la vida del hombre actual. Esta iconosfera nos envuelve. La escuela no puede permanecer ajena a esta realidad porque dejaría al niño indefenso. Los pedagogos se sienten investidos de una misión preservadora, y unos por ignorancia, otros por vagancia, han condenado o vuelto la espalda al cine, a la TV, a la publicidad, a los comics... y han precipitado el momento de la represalia. Y cuando le hacen frente derraman sobre ellos todo el tedio de una didáctica mortificante.
El educador ha de preocuparse por educar en los "lenguajes" de los medios y debe hacerlo en una forma motivadora, positiva, profunda y honesta. De lo contrario sería preferible no intervenir en el proceso, dejando a los instintos de supervivencia psíquica del niño la tarea de soportar manipulaciones, de entender sus lenguajes y de disfrutar de sus beneficios.
A algunos sólo preocupa un temor desbordado por los males que puede traer consigo el cine y la TV. El evitar los daños ha orientado una política referida únicamente a las prohibiciones. Ante un film se limitan a decir "Prohibido para..." Se le arrojan piedras, pero no se hace una fuerte llamada a la responsabilidad del educador, de los orientadores, de los críticos para que el público sepa analizar, juzgar, valorar y defenderse de las manipulaciones. El educador no puede quedarse en las meras lamentaciones, en las condenas estériles, en las advertencias negativas. Ese no es el modo de crear un público crítico, inteligente, maduro.
LA NATURALEZA DE LO AUDIOVISUAL
No es suficiente un enfoque que convierta la imagen en mero instrumento de poder educativo. No es correcto utilizar la imagen solamente como un medio para hacer más patente la geografía, más cercana la historia, más motivadora la catequesis, etc. No enseñamos a leer sólo para que el niño pueda aprender más fácilmente las Ciencias Naturales.
En los centros educativos lo importante es el caudal de conocimientos que el alumno puede recibir, pero no se reflexiona sobre la naturaleza misma de lo audiovisual. Sólo les interesa el aprendizaje por la imagen, cuando prioritariamente debiera darse un aprendizaje para la imagen.
No basta con hablar de las funciones de la imagen en la enseñanza, sino fundamentalmente de las funciones de la enseñanza en la educación para la imagen. No hacerlo es perder de vista los objetivos en que se inserta la acción pedagógica de los llamados medios audiovisuales, dejando en un desamparo teleológico la utilización de los mismos y desposeyendo de sentido antropológico la actividad. Añádase que muchos profesores no están preparados para su uso, haciendo éste no solamente ineficaz sino perjudicial.
Pesa sobre algunos profesores un deseo de aggiornamiento que les impulsa al uso superficial de las técnicas audiovisuales. En ocasiones puede estar presente un afán de hacer más atractivas y variadas sus formas de enseñanza.
Se trabaja sin metodología. Un profesor lleva a su clase de arte o de medicina una serie de diapositivas, otro hace una proyección de documentales, alguno se sirve del retroproyector para sus explicaciones... Pero no existe un planteamiento en profundidad, basado en la visión integral y coordinada del proceso educativo. El gran equívoco respecto de los instrumentos audiovisuales es querer insertarlos en procesos arcaicos.
También se sufre, en afán de prestigio, por la "tenencia" de aparatos. Se coleccionan pero están muertos para la actividad habitual porque no hay quien conozca su funcionamiento, porque predomina la inercia de la clase magistral o, sencillamente, porque son "carísimos" y sería un dislate el que sufriesen averías o roturas. Los alumnos tienen vedado el acceso a los mismos. Igual ha sucedido con las bibliotecas y laboratorios escolares.
No debe considerarse la imagen como un simple auxiliar de la palabra. No debe servir únicamente para reforzar, aclarar, subrayar lo que la palabra manifiesta. Así considerada es fácil entender una utilización simplista que se da frecuentemente en la escuela. Es necesario hacer una didáctica específica del lenguaje de las imágenes. Mejor aún, hay que descubrir la semiótica cultural de las palabras, imágenes, sonidos y objetos, las estructuras de un "lenguaje total".
SUJETOS PASIVOS DE LA INFORMACION
El proceso educativo no consiste en reglamentar las cosas ofrecidas a la mirada y al oído, sino en educar a la persona para que sepa mirarlas y escucharlas.
La censura no es un medio de educación. Al contrario, la educación deberá hacer inútil la censura porque la persona ha de ser capaz de responsabilizarse de sus acciones, de sus actitudes. El educador no debe ser un censor, sino dedicarse a crear las condiciones de una cultura abierta.
Esta intranquilidad moralista ha llevado a una suplantación de decisiones: "Yo sé muy bien lo que te conviene". Y el sujeto, "protegido" por una censura familiar, otra escolar, otra estatal o municipal, otra eclesial, no se educa para decidir por sí mismo, para querer por sí mismo, para pensar por sí mismo. Por todos es sabido que la censura no es un medio de educación, ni un modo de conseguir efectos positivos más que por una falsa superficie de apariencias.
Somos esencialmente "espectadores" , meros receptores. Berline, en su laboratorio de psicología social de Toronto, ha descubierto la proporción de mensajes emitidos frente a los recibidos por un individuo de nuestro mundo actual: de una proporción de 50 frente a 50, a la de 1 frente a 500.000. Somos, pues, informacionalmente sometidos, pasivos, receptores adiestrados en el consumo de mensajes más que en su creación. Imposible, así llegar a ser "personas", es decir, alguien con capacidad de conciencia, libertad y solidaridad.
Hora es de acabar con censuras que tratan de borrar lo que todos estamos viendo y viviendo a cada momento. De haber alguna censura, el educador deberá ir preparando al alumno para que adquiera una censura personal, apoyada en la responsabilidad y en su conciencia. De no hacerlo se crearía una dependencia de carácter más bien estúpida.
Según estudios realizados por el profesor Amando de Miguel, el 80 por ciento de la información que reciben los niños españoles de 12 a 15 años procede de los medios de comunicación social; únicamente el 20 por ciento proviene de la escuela. Y de ese 20 por ciento, solamente le serán útiles en la vida futura las dos décimas partes. Procurar toda la atención pedagógica a ese 4 por ciento de información útil es ya un grave error. Pretender remediar la situación cuando ya es tarde y con unos "parches didácticos" es un engaño peligroso. Debe darse un lenguaje total (palabra, imágenes, sonidos, objetos). ¿Por qué dedicar todo el empeño al cultivo de los aprendizajes oral y escrito? (Y aún esto no se hace ni correcta ni responsablemente. Todos lo sabemos).
Nos preguntamos cómo es posible que un educador "analfabeto" pueda enseñar a "leer" y a "escribir". (El verdadero analfabeto es quien sabiendo leer y escribir, ni lee ni escribe). El llamado educador no es capaz de afrontar una tarea auténticamente educativa porque no está preparado para ello. Y siendo así, qué puede decir respecto a un filme, a cualquier imagen, en sus aspectos lingüísticos, o técnicos, o artísticos, o históricos, o culturales. Cómo podría hablar de un lenguaje que no conoce.
Mientras el educador no se identifique con los lenguajes de la comunicación actual, mientras no los acepte y los ame, mientras no se sienta a gusto con ellos, será difícil cada día más que pueda entenderse con sus alumnos.
EDUCACION PARA LA IMAGEN
Nos es muy difícil saber cómo ve el mundo un niño de hoy, nacido y crecido en un constante asedio de imágenes. Nos cuesta trabajo entender cómo es, cómo siente, cómo se comunica un joven de hoy, que ha vivido desde los primeros días con sus ojos y su mente deslumbrados por el centelleo de la pantalla de televisión. Sus coordenadas psicológicas son muy distintas a las nuestras. El educador ha de vivir inmerso en el mundo en que vive. En "este" mundo y no en el mundo que ya se hizo pasado.
Cuando el cine y el mundo de las imágenes se tomaban como un mero esparcimiento, su preocupación educativa se limitó al marco de los cine-clubes, que fuera del espacio y tiempo escolar, intentaban realizar una tarea de educación cinematográfica. Esta tarea tiene su historia salpicada de preocupaciones: esteticista, filosófica, moralizante, tecnicista, erudita... (A todo esto me estoy refiriendo en mi libro El cineforo, interpretación grupal del filme, próximo a publicarse). Los cine-clubes cumplen una misión importante, pero hoy, a nivel educativo, hay que plantear las cosas más profundamente, con una mayor ambición y realismo.
Cuando un educador se queja del tipo de cine que se proyecta en el país o de la calidad de las programaciones de televisión se está -en cierto modo- criticando a sí mismo. Porque el cine y la TV se hacen "para un público". Y entiendo por público no la masa indeterminada que presencia los espectáculos sino el grupo de personas capaces de llegar al corazón de una obra de arte. Pues bien, si ese público no existe (y no existe porque no se le ha educado para ello) los programadores ofrecerán obras para la colectividad masificada. Si existiese un verdadero público habría que satisfacer sus exigencias. Es evidente que cada espectador es responsable del tipo de cine y TV que se le ofrece, porque es él quien lo consume.
Se da una gran equivocación respecto a la educación para la imagen: la creencia de que para entender una imagen no es necesario más aprendizaje que el de saber abrir los ojos.
No es así. Es necesaria una educación para la imagen. Saber leer y escribir en imágenes no es cosa que se nos dé espontáneamente como tampoco ocurre en la interpretación de las letras o de cualquier arte o ciencia. La imagen comporta formas previas de enseñanza y aprendizaje.
En las escuelas y colegios, sostenida por la sociedad y proyectada hacia ella, debe haber una educación referida a los fenómenos visuales que depare una formación no de la vida para la cultura sino de la vida en la cultura, y que proporcione aquellas disposiciones necesarias para su permanente transformación.
Los centros educativos no deben ser reductos donde se conserven antigüedades. Deben estar abiertos a las coordenadas de tipo social y psicológico, a la antropología en que se desenvuelve el hombre de hoy. Si tiene puertas, no es escuela.
BIBLIOGRAFIA
● Campos Martínez, Luis: "Lo cinematográfico como expresión". Bogotá, Paulinas.
● Campos Martínez, Luis: "El cineforo, interpretación grupal del filme". Bogotá, Paulinas.
● Campos Martínez, Luis: "Televisión, medio de transporte". Bogotá, Paulinas.
● Eco, Humberto: "Apocalípticos e integrados". Barcelona, Lumen.
● Esco: "Comunicación, imagen y aprendizaje". Barcelona, Escuela y Comunicación.
● Oliveira Lima, Lauro: "La educación del futuro". Buenos Aires, Humanitas.
● Oliveira Lima, Lauro: "Mutaciones en educación". Buenos Aires, Humanitas.
● McLuhan Marshall: "La comprensión de los medios como extensiones del hombre". México, Diana. Tardy, M.: "El profesor y las imágenes". Barcelona, Vicens Vives.
● Varios autores (Campos, Dallera, Zecchetto): "Foto-comunicación latinoamericana: lenguaje y método de la solidaridad". Bogotá, Paulinas.