Publicado en
octubre 28, 2012
El atardecer marca el momento a las grullas de recogerse, de abandonar los comederos donde han permanecido todo el día y buscar un sitio seguro donde pasar la noche.
Laguna de Gallocanta (Zaragoza y Teruel).
Cada invierno, la grulla común recorre 5000 kilómetros durante mes y medio para llegar a España. Viene en busca de un clima más cálido y de una tierra donde iniciar su cortejo nupcial.
Texto y fotos: Francisco Márquez.
A lo largo de muchos años como fotógrafo de la naturaleza tuve a la grulla como uno de mis objetivos prioritarios. Esperaba ilusionado su llegada cada invierno a la península Ibérica y la buscaba cada primavera en la península escandinava.
Por su extraordinaria conducta migratoria, que la lleva a recorrer cada año miles de kilómetros, he tenido la ocasión de observar su comportamiento en dos ambientes tan diferentes como los lagos y bosques de coníferas suecos y las dehesas extremeñas. Y en cada sitio no puede ser tan radicalmente opuesto. En el norte, son aves muy populares entre la población y gozan de las mejores atenciones. Esto ha provocado que las grullas sean allí aves bastante confiadas y tolerantes a la presencia cercana del hombre. No ocurre así, sin embargo, en España. Si bien somos ya un país claramente sensibilizado hacia la conservación de la naturaleza, ésta es una tierra con la caza metida en la sangre. Esto no quiere decir en absoluto que las grullas sean perseguidas por nuestros cazadores, pero sí que una montería tardía o la caza de la paloma torcaz, por ejemplo, de gran raigambre en nuestro país, alteran en muchas ocasiones la tranquilidad que estas aves migratorias vienen buscando en el sur. En consecuencia, las grullas son aquí tremendamente desconfiadas, siempre alerta y dispuestas a levantar el vuelo a la menor señal de peligro.
De este comportamien to esquivo sabemos mucho los fotógrafos que hemos intentado acercarnos a ellas. En Suecia, las he tenido comiendo o danzando tranquilas a escasos metros de mi escondite, mientras que en España siempre me he visto obligado a utilizar potentes teleobjetivos para conseguir un plano interesante.
AÑORANZA DEL SUR
En el año 1956 se desecaba en la provincia de Cádiz la laguna de La Janda, consecuencia de la creencia por entonces de que las zonas húmedas eran focos de peligrosas enfermedades como el paludismo y que más valía erradicarlas para aprovecharlas como nuevas zonas de cultivo. Desaparecida el agua de La Janda, la dispersión se impuso para una larga lista de especies valiosas de nuestra fauna que allí vivían y que tuvieron que emigrar hacia otras localidades favorables. Pero hubo, no obstante, una excepción, un dramático desenlace para un ave que no supo reaccionar al cambio, que no pudo adaptarse y sobrevivir a la nueva situación: la grulla común. Así fue como perdimos las últimas parejas nidificantes de esta especie en la península Ibérica. Aunque ya antes, a principios del siglo XX, había desaparecido otro pariente cercano, la grulla damisela, que anidaba en las Vegas Bajas del Guadiana, cerca de Badajoz.
EL RITUAL DEL APAREAMIENTO. El lago de Hornborgasjon, Suecia, es el lugar de inicio de las paradas nupciales en el mes de abril. En el cortejo, la pareja baila uno frente al otro, dando grandes saltos y cogiendo ramas o piedras que arrojan al aire. Si la hembra es receptiva, abre sus alas y estira el cuello, y entonces el macho se acerca a ella para copular durante 30 segundos cada vez.
Las grullas dejaron de criar en el solar ibérico, pero nos visitan cada año durante los meses de invierno. Desde octubre hasta principios de marzo, más de 50.000 grullas comunes del norte de Europa invernan en España y Portugal. Se trata de la raza occidental de esta especie que abandona sus zonas de cría situadas en el continente europeo, al oeste de los montes Urales, siguiendo dos rutas migratorias principales. Las grullas nacidas en Finlandia, Unión Soviética y Polonia se concentran en Hungría para partir juntas hacia una amplia franja de invernada comprendida desde Túnez, Egipto y Etiopía hasta Irán, Iraq, Israel y Turquía. Por el contrario, las aves originarias de Suecia y Noruega cruzan el mar Báltico y se unen a las alemanas en la isla de Rügen, sobrevolando a continuación Alemania, Holanda, Bélgica y Francia para llegar a la península Ibérica. A través de Navarra y el País Vasco alcanzan territorio español y vuelven a concentrarse todas en la laguna aragonesa de Gallocanta.
La grulla común coincide en su viaje invernal de norte a sur con otra ave muy diferente en aspecto, pero con la que comparte el mismo impulso transfronterizo: el ánsar común. Ambas especies son todo un símbolo de la conservación de la naturaleza en Europa, cuyos espectaculares vuelos migratorios en el otoño y en la primavera temprana dibujan la columna vertebral del viejo continente.
MORFOLOGÍA LLAMATIVA Y GREGARISMO
Estamos hablando de un ave llamativa tanto por su aspecto como por sus formaciones aéreas durante la migración. De tamaño similar a la popular cigüeña blanca, la grulla común está emparentada curiosamente con otro conjunto de especies muy distinto, el orden de las gruiformes, formado por un grupo muy heterogéneo de aves de largas patas y picos cortos, como avutardas, sisones, rascones y polluelas.
La Serena, Extremadura
RELACIONES FAMILLARES
El hábitat más genuino de la grulla común es la dehesa, las siembras y los rastrojos, donde encuentra su alimento. Son aves gregarias que baten el terreno en grupos familiares en los que los miembros permanecen conectados mediante un característico reclamo que les sirve para localizarse e identificarse.
La grulla común es esbelta y de gran tamaño, con un cuello largo y estilizadas patas, además de lucir unas llamativas plumas colgantes que se apoyan en su cola y que corresponden al raquis modificado de sus rémiges terciarias. Su coloración es discreta por ser de un gris ceniza, salvo la cabeza y parte del cuello, que son negros con un rojo intenso en el píleo, y las mejillas, blancas.
Si durante la época de cría se reparten por el centro de Europa en solitarias parejas muy territoriales, llegado el momento de la migración hacen gala del más acusado gregarismo. Se concentran entonces por miles y emprenden su periplo en grandes bandos de formación.
Viajan en oleadas de 100, 200, 500 y hasta 2.000 aves a lo largo de 5.000 kilómetros o más de recorrido. Su velocidad media en vuelo es de 30 kilómetros por hora, lo que, unido a las obligadas paradas de descanso, significa más de mes y medio de viaje para llegar a nuestro territorio.
POR TIERRAS IBÉRICAS
En España se dispersan en unas 60 zonas de invernada, junto a una media docena de áreas portuguesas. Sólo una mínima parte de la población europea occidental de grullas cruza el estrecho de Gibraltar y descansa en el noroeste de Marruecos.
Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, Extremadura y Andalucía son las principales regiones grulleras españolas, donde reponen sus fuerzas durante varias semanas hasta comenzar a repartirse por la península Ibérica tomando dos rutas principales: hacia el suroeste, atravesando La Mancha y los valles del Tajo y el Guadiana hasta Extremadura y Andalucía occidental, y hacia el oeste, pasando por las lagunas castellanas de La Nava y Villafáfila para alcanzar Portugal y, a través de la Sierra de Gata, una vez más Extremadura.
Las encontraremos en invierno en encinares adehesados, campos abiertos y embalses siempre que cuenten con tranquilidad y alimento. La actividad diaria de los bandos es una búsqueda rutinaria de bellotas, gramíneas, pipas de girasol y granos de maíz, plantas bulbosas y pequeños animales, como lombrices. Las grullas baten estas zonas en pequeños grupos familiares desde que amanece hasta el mediodía, momento en el que se dirigen a algún arroyo para beber y descansar. Con las primeras horas de la tarde retornan a los comederos hasta la caída del sol, cuando se dirigen a espacios abiertos, márgenes de ríos y embalses para pasar la noche a salvo de depredadores.
Llegado el mes de marzo las grullas comienzan a inquietarse porque intuyen que un nuevo viaje se avecina, esta vez en sentido contrario. Pero antes iniciarán su cortejo nupcial, una espectacular danza entre el macho y la hembra premonitorio de la reproducción que muy pronto tendrá lugar en los bosques del norte.
ÁNSARES, SUS COMPAÑEROS DE VIAJE
Además de las llamativas grullas, que van anunciándose a su paso con un musical trompeteo, hay otra especie que surca los cielos de Europa y que cobra protagonismo propio por la magnitud y la espectacularidad de su migración otoñal; nos referimos al ánsar común. Entre 60.000 y 80.000 ejemplares visitan España entre los meses de septiembre y marzo, recalando principalmente en las marismas del Guadalquivir (Huelva) y en las lagunas de Villafáfila (Zamora). Han nacido en Dinamarca, Escandinavia, Alemania, Polonia y otros países del norte de Europa, pero muchos morirán aquí. Antecesor de las ocas domésticas, el ánsar común es un ave grande y pesada, con plumaje gris, pico voluminoso y de color anaranjado y patas rosadas. Su vuelo es vigoroso y se caracteriza por las llamativas formaciones en V en sus migraciones. Viene al sur en invierno buscando temperaturas más templadas y aquí encuentra el alimento que necesita en todo tipo de superficies encharcadas: marismas, lagunas, arrozales, balsas... Arranca bulbos de plantas acuáticas o pasta en praderas, rastrojos y siembras. Es precavido y siempre hay individuos que se mantienen vigilantes mientras los demás se alimentan. A pesar de ello, muchos no logran reemprender el vuelo de regreso a sus territorios de origen. El hombre se embosca hábilmente en estos terrenos llanos y llena sin problemas su morral con plumas de ganso. Con un simple agujero en el suelo, el cuerpo dentro y la escopeta asomada, abate con picardía y sin ningún tipo de compasión a estos invitados del norte, finalmente traicionados.
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Fuente:
REVISTA INTEGRAL - NOVIEMBRE 2008