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diciembre 22, 2017
MI TÍA se dedica a atender las quejas en un gran almacén. Como había tenido una diferencia con su esposo, él en cierta ocasión se colocó en la fila de gente que quería hablar con ella. Cuando le tocó su turno, se acercó a su mujer y le susurró al oído que en la noche la llevaría a cenar a un restaurante. Ella se sonrojó, y ambos se dieron un gran beso.
El siguiente señor en la fila se aproximó a mi tía y le dijo: "Yo vengo a quejarme por lo mismo que ese caballero".
—E.W.
DESPUÉS de una hora de estar con que "un poquito más de blanco... un chorrito de azul... dos dedos más de blanco... ", el empleado de la tienda de pinturas dio por fin con el tono exacto que yo deseaba, y suspiró en son de alivio mientras tapaba el bote.
—¿Y qué haré si necesito más pintura? —le pregunté.
—¡No vuelva usted por aquí! —me suplicó.
—D.L.
TERMINÉ un trabajo de plomería en el consultorio de un dentista, y le presenté la cuenta a la empleada. Ella me dijo que me enviarían un cheque. En eso, advertí, sobre su escritorio, un letrero que tomé y le mostré. Decía: "Todo servicio se cobrará apenas terminado". Ni qué decir que me dio mi cheque.
—C.B.
DOS AVIONES de pasajeros, uno de la línea Delta y otro de Eastern, se aproximaban a un aeropuerto, y el controlador de tráfico aéreo les informó a ambos pilotos que se encontraban a la misma distancia de la terminal. Luego les preguntó cuál de los dos quería aterrizar primero. El piloto de la Delta se apresuró a intervenir: "Adelante, Delta, aterrice primero". El de la Eastern no dijo nada; comprendió que le habían ganado la partida.
—L.C.B.
DURANTE un tiempo trabajé en la gasolinera de mi padre, donde por cada tanque lleno solíamos obsequiar un vaso gratis a los clientes. Una vez, un cliente estaba a punto de marcharse, cuando de pronto advertí que me había olvidado de darle su vaso. Corrí a la oficina y volví con el regalo en la mano extendida. "Buen trabajo, hijo", expresó el cliente, al tiempo que depositaba una moneda en el vaso y se marchaba.
—R.M.
COMO ENFERMERA, siempre soy cuidadosa de que los pacientes reposen en posición correcta sobre una cama bien hecha. En cierta ocasión noté que una mujer se había deslizado por media cama, y que sus sábanas estaban desarregladas. Así pues, me ofrecí a levantarla y arreglar la cama, pero ella afirmó sentirse bien tal como estaba. Con todo, insistí en ordenar las cosas.
Una vez completada la tarea, me sentí orgullosa por la forma en que, con firmeza, había manejado la situación. En ese momento, la paciente me miró a los ojos y preguntó: "¿Estoy cómoda ahora?"
—D B.
UN JOVENCITO llamó a mi puerta indagando si deseaba renovar mi suscripción al diario. Le dije que no, explicando que casi nunca tenía tiempo para leer el periódico y que, incluso, últimamente había estado recogiéndolo del patio para echarlo directamente al cesto de la basura.
El muchacho reflexionó un momento, y luego, con entusiasmo, exclamó: "¡Desde luego, me dará gusto depositarlo directamente en el cesto para usted!"
—B.B.
CIERTO amigo viajó a otra ciudad para presentar una importante propuesta de fusión ante una prestigiada sociedad bancaria y de inversiones. Ya había iniciado su exposición, cuando un electricista entró a la oficina, colocó una escalera y comenzó a arreglar un dispositivo de iluminación. "Lo sentimos mucho", susurró a mi amigo una secretaria, "pero sucede que hemos tratado de hacerlo venir desde hace días. Espero que no interfiera en su charla".
Con cierto recelo, mi amigo continuó su plática. Al mencionar una cantidad considerable de dinero, un silbido de admiración del trabajador se oyó en la sala. Mi compañero lo miró indignado, pero continuó, llegando luego al punto en que informaba de una significativa utilidad prevista con la operación. "¡Ah!", exclamó el electricista.
Sumamente molesto, mi amigo prosiguió hasta anunciar la suma total multimillonaria que representaría aquella fusión. "¡Oh !", expresó el intruso desde la escalera.
Airado, mi camarada exigió que el trabajador fuera echado de la sala. En el acto, el hombre descendió de su escalera, se quitó la gorra y abrazó al viejo condiscípulo que hacía diez años no había visto. Gracias a un amigo mutuo y a varios colaboradores de la empresa, su broma había resultado todo un éxito.
—J.M.C.I.
ILUSTRACIÓN: V.G. MYERS