CONFIDENCIAS DE CARLOS BEJAR PORTILLA
Publicado en
enero 03, 2010
Por Jenny EstradaNuestra cita era en el café literario "Barricaña", punto de encuentro para diletantes, artistas, talleristas, intelectuales, turistas y transeúntes curiosos que repletan noche a noche sus instalaciones. Esperando al escritor, disfruto de la informalidad del lugar hasta que un apagón da paso a las tinieblas y el personaje -que llega retrasado- entra a escena como emergiendo de ellas y buscando el camino hasta ubicarme.
Carlos Béjar Portilla, 56 años, casado, tres hijas, tres nietos. Abogado e industrial. Autor de cuatro libros de cuentos (Simón el mago, 1969; Osa Mayor, 1970; Samballah, 1971; Puerto de luna, 1986); dos novelas: Tribu Si, 1981 y La Rosa de Singapur. Premio Nacional de Relato José de la Cuadra (1969). Traducido a varios idiomas. Considerado por la crítica especializada como el precursor de la narrativa nacional contemporánea, "especie de cabeza visible y propuesta estética más madura, de un movimiento de escritores que irrumpe en la década del 70 rompiendo definitivamente toda atadura con el realismo de los años 30" para "hacer literatura por el placer de escribir, explorando temas de ciencia-ficción, de corrosivo humor y del absurdo, sin dejar de lado el hecho vivencial y la actitud crítica de la llamada condición humana".Ajeno por completo a la fama (que la tiene y bien ganada); desprovisto de parapetos defensivos, se comporta más bien como un ansioso cazador de compañía que presiente la cercanía del interlocutor y, tan pronto comprueba que está siendo escuchado y entendido, aprieta el gatillo y dispara el relato emocionado de sus andanzas marineras, sus hazañas de caminante errabundo, sus sensaciones al contacto con la naturaleza, sus entendimientos con las estrellas o con los rudos guayacanes, sus "vuelos" a ignotas dimensiones y la gestación de sus procesos literarios. La magia con que envuelve las palabras no precisa de luz artificial. El primer acto de la entrevista ha comenzado.― ¿Desde cuándo escribir fue un hecho consciente para tí?...― Desde que era estudiante secundario e hice un par de cuentos. Pero fue con Simón el Mago que sentí esa especie de destello y comencé a disfrutarlo intensamente. Aunque mis tres primeros libros de cuentos tienen mucha influencia de mis lecturas universit― ¿Qué otras influencias reconoces en tus obras?― El autor moderno que más me ha influido motivológicamente es Henry Miller. Como influencias formales, Charles Dickens a quien leí de niño y aún llevo en la sangre el drama de Oliverio Twist; Dostoyesky, Anatole France, Sartre, Camus, Balzac que recién a― ¿A partir de qué instancia literaria comienzas a ser tú mismo?― Empiezo a ser yo mismo en Tribu Si, donde destierro ya formas convencionales de escritura, tipo redactadas, e incorporo vivencias de orden personal y testimonial de cosas que están pasando. Comienzo a utilizar mucho el lenguaje oral, las formas de expre― ¿Es entonces cuando te 'sientes ya un escritor formado?― yo no sé qué sea sentirse un escritor formado. me siento escritor. no sé Si estoy formado.― ¿Acaso eres inconsciente de la influencia que con Tribu Si y con tus cuentos has ejercido en una nueva generación de escritores?― Con Tribu Si ocurrió algo muy especial: se publicó diez años después de haber sido escrita. Las hojas mecanografiadas circulaban como textos de estudio en la Universidad Católica de Guayaquil y en la Católica de Quito. Cuando se editó llegó mucho y muy ― ¿Se debe ello a tu propia experiencia vivencial de caminante?― Yo no me hice caminante para escribir un libro. No tuve nunca el propósito profesional ni investigativo. Tribu Si es una obra de vivencias de toda una generación. Cuando se publicó fue como un libro underground donde se habla de ellos, de las experienci― ¡Es decir que la obra vivencia!llega más a la mayoría de los lectores?― Sí, porque tiene algo fundamental que es la frescura de la autenticidad y, en ese sentido, nada es mejor que la experiencia vivida. Si tú tratas de pasar la fantasía arropada en un lenguaje elegante, bien construido, queda como una emoción estética, per― ¿Consideras a Francoise Sagan Como una innovadora de este género?― Hubo ilustres antecedentes pero se envolvieron en cierto intelectualismo como Anaís Nin, la misma Simone de Beauvoir. La Sagan de los años 60 fue, en cambio, la más directa.― ¿En qué corriente contemporánea te inscribirás Como escritor?― No sé qué tipo de inserción podría buscar para lo que yo escribo. No me siento dentro de ninguna corriente. Lo único que procuro hacer es una literatura testimonial, a veces también de ficción, de fantasía. Pienso que soy un contemporáneo de muchos buen― ¿Mejor que muchos de ellos?― Eso significaría pretensión. Yo trabajo lo mío sin considerar la búsqueda de vanguardismos. Si puedo hacer un aporte de orden técnico, lo hago porque es necesario, aunque reconozco que en este aspecto hay maestros de indiscutible valía con los cuales no― me comentaste que al empezar el camino literario te sentías solo...― Así fue. cuando empecé había un vacío y por Eso se puede decir que soy yo el que retoma el hilo literario de la generación puente en cuya nómina figuran Alsino Ramírez y Rafael Díaz Ycaza. Ahora ya Hay muchos escritores y otros que aspiran a serlo.― ¿De toda la tarea realizada qué es lo que más te satisface?― Tribu Si y Puerto de Luna. Son los más puros, los más limpios, los que conservan la nota más alta. Los únicos que llegan a esencias y resplandores. Sobre todo Puerto de luna, que tiene cosas muy hermosas en esos cuentitos cortos, llenos de mucha inspira― ¿Algo más en perspectiva?― Tengo lista otra novela a la que he titulado Corazones Partidos. Es la historia del amor y el desamor de Guayaquil. Una especie de reconciliación con la ciudad, con sus noches y sus días. Es la vida de un escritor en la ciudad...― ¿En cierta forma tu propia vida?― Si y no. Porque la literatura siempre tiene que ser hiperbólica, tiene que exagerar para primar sobre la condición humana. Y aunque esta novela contenga mucho de autobiografía, no se trata de la primera edición de mis memorias. Más bien diría que es GuaLa luz se enciende. Pasa una pequeña vendedora de rosas ofreciendo sus capullos. Galantemente el escritor me entrega uno. Termina el café y sale de escena. Al iniciarse el segundo acto, estamos sentados en la sala de una elegante residencia en Colinas de Los Ceibos, porque Carlos Béjar Portilla ha querido que sea en el seno de su hogar donde las confidencias de otro orden, vayan complementando esta semblanza.Abrió los ojos en Baños del Tungurahua, donde su abuelo poseía propiedades agrícolas para el cultivo de la caña de azúcar y su padre era dueño de un hotelito con el sugestivo nombre de "Vereda Tropical", siempre lleno de huéspedes costeños en su mayoría convalescientes de enfermedades pulmonares. Sus nítidos recuerdos le permiten retroceder hasta la edad de tres años. Es el segundo de siete hermanos y cuando la familia se traslada a vivir a Guayaquil, no le cuesta adaptarse al nuevo ambiente. En nuestro puerto realiza sus estudios, graduándose de bachiller en el Vicente Rocafuerte. Luego ingresa a estudiar derecho, profesión que abandona cuando decide ser escritor y caminante. Más tarde funda con su esposa el Colegio Británico, plantel que alcanzó mucho prestigio, pero que al cabo de diez años fue cerrado para cumplir sus sueños de navegante en unión de toda la familia. Dos años después, afrontando las consecuencias de la aventura, regresan a partir nuevamente de cero, y es cuando su habilidad artesanal de caminante le procura un medio de subsistencia lucrativo, fabricando ropa casual y zapatillas deportivas a escala industrial, gracias a lo cual lleva una vida económicamente holgada, dedicado a hacer literatura, a pintar hermosos cuadros y a compartir todo el tiempo posible con su tribu, de la cual forman parte hijas, yernos, nietos y Leonor, la compañera "sabia, tierna, comprensiva y tolerante".― ¿Por qué la ansiedad de navegar?― Había llegado a los límites de la experiencia urbana. Había experimentado en muchos sentidos y buscaba a Dios en los montes, en las playas desiertas, en el cielo y las estrellas. Y entonces, para acercarme más a él, me construí el velero, vendí todo lo ― ¿No era acaso una forma de expiación lo que buscabas?― Buscaba purificación espiritual. Necesitaba soledad pero con mi familia cerca. Así anduvimos recorriendo hasta el Caribe. La idea era pescar y obtener ganancias para no agotar nuestros recursos, pero al cabo de dos años debí admitir el desastre económic― ¿Y cuál fue el saldo espiritual de aquella experiencia marinera?― Volví del mar como un niño recién nacido, con mi familia férreamente unida. La ciudad nos resultó entonces demasiado dura y nos instalamos a vivir en la montaña de Chongón, rodeados por la naturaleza. Fueron cinco años mágicos, casi como un cuento de ha― ¿Y encontraste finalmente a Dios?― Aprendí a sentirlo en todo lo bueno y hermoso que nos rodea. Cuando veo un abejorro o contemplo a un chapulete me parece que es una maravillosa máquina de vuelo. A veces es una flor, una mujer hermosa, un amigo sincero.― Encuentro en Cristo y su propuesta de amor como un centro de todas las cosas. No me preguntes si Cristo es Dios. Si no es, debería serlo por todas sus enseñanzas de amor. Para mí, Dios es el amor con todas sus derivaciones.― ¿Qué otro descubrimiento de íntima connotación te ha dado el mar?― He aprendido a leer el lenguaje de las estrellas. He sabido comprender que el espacio de mi vida es corto pero maravilloso y no me puedo perder de nada. Por eso sigo mirando las estrellas, dialogando con ellas y tratando de encontrar sentido mágico o re― ¿En el nivel espiritual al que has llegado, sufres por algo?― a mí lo único que me conmueve hasta hacerme llorar es la perfección.― ¿Acaso podemos hablar de perfección entre los seres humanos?― Existe: en el arte y en el amor.― Entonces es una sensación fugaz, porque el amor no dura toda la vida y el arte aunque perfecto es perecedero.― Sí, pero la vida tampoco dura una eternidad. Entonces hay que mirar todo en su justa perspectiva y ubicarlo en el espacio que le corresponde. No podemos negar la perfección de los instantes sublimes del amor porque éste sea perecedero. Ni podemos negar Leonor brinda un jerez y se sienta a nuestro lado. Carlos lee en alta voz su último cuento. Cuando llega a un dramático pasaje, la voz se le quiebra, las lágrimas afloran a sus ojos. Yo también estoy llorando... Es medianoche. La entrevista ha concluido y mientras voy de regreso hacia mi casa, una estrella amiga de Béjar Portilla me acompaña.