DIFERENCIAS EN LA RESPUESTA SEXUAL DE LA MUJER
Publicado en
julio 15, 2022
Informe acerca de algunos descubrimientos recientes, sumamente debatibles, de la correlación entre la personalidad y la satisfacción sexual.
Por Norman Lobsenz.
A PESAR de lo mucho que se ha escrito sobre la sexualidad femenina, hasta hace poco nadie se había propuesto investigar cómo influye la personalidad de la mujer en su capacidad para sentir la satisfacción sexual. En un reciente trabajo científico que hará época y será motivo de muchas controversias en este campo del saber, Seymour Fisher ha explorado el trasfondo emocional de la sexualidad femenina. Fisher es sicólogo clínico y profesor de sicología en el Centro Médico Upstate, de la Universidad del Estado de Nueva York, con sede en Syracuse. Los resultados de su investigación, publicados en un libro de 250.000 palabras titulado The Female Orgasm: Psychology, Physiology, Fantasy ("El orgasmo femenino: sicología, fisiología, fantasía"), nos revelan aspectos importantes y sorprendentes de la vida sexual de la mujer.
Algunas conclusiones de Fisher permiten comprender mejor los complejos elementos síquicos que intervienen en la excitación sexual. Otros de sus hallazgos contradicen rotundamente ciertas teorías tradicionales y algunas creencias muy difundidas, o ponen en tela de juicio conceptos que hasta ahora se consideraban hechos incontrovertibles. En verdad, afirma, todo parece indicar que hay fundamentos para dudar de todas las ideas aceptadas hasta ahora en relación con la sexualidad femenina.
Es posible que los descubrimientos de Fisher contribuyan a disipar muchos temores, prejuicios y consejos populares, pero todavía más importante es que su trabajo de investigación dará a las mujeres un mejor conocimiento de su sexualidad, para que puedan disfrutar de ella más plenamente.
Fisher y los integrantes de su equipo investigaron durante cinco años, ayudados económicamente por un subsidio del Instituto Nacional de Salud Mental; en ese lapso estudiaron el comportamiento sexual y los rasgos de personalidad de 300 esposas pertenecientes a la clase media. Las edades de estas mujeres, todas ellas voluntarias, fluctuaban entre los 21 y los 45 años; la mayoría de ellas estaba en el tercer decenio de la vida o a principios del cuarto. Habían estado casadas de dos a tres años, en promedio, y todas ellas habían completado la segunda enseñanza, por lo menos. Fueron sometidas a muchas pruebas sicológicas y se les interrogó cuidadosamente respecto a su infancia, vida conyugal y experiencias de tipo sexual. Simultáneamente, Fisher revisó casi todos los trabajos científicos sobre el tema de la sexualidad femenina, con la esperanza de obtener nuevos y más profundos conocimientos, al relacionar por primera vez todos los datos.
Con la cautela propia de todo investigador profesional, Fisher recomienda que sus conclusiones se consideren sólo como tanteo y exploración de la materia. Las mujeres que él estudió constituyen una muestra sumamente limitada, y considera arriesgado generalizar a todas las demás la índole de sus respuestas al estímulo sexual. Sin embargo, el autor expresa llanamente su convicción de que "los resultados que obtuve pueden aplicarse válidamente a las mujeres de su misma clase social".
Entre las conclUsiones más sobresalientes de Fisher destacan las siguientes:
• La capacidad de una mujer para experimentar habitualmente el orgasmo tiene que ver con la mayor o menor confianza que le inspira saber que las personas íntimamente ligadas a ella en lo afectivo y que le son importantes, "estarán siempre ahí". La "mujer de baja capacidad de orgasmo", para emplear los términos de Fisher, casi siempre tiene alguna desconfianza subconsciente de las personas a las que quiere, y le inquieta la posibilidad de perderlas.* Cuando se pidió a estas mujeres que compusieran un relato basándose en ciertas imágenes que se les mostraron, y respondieran a preguntas hechas en relación con sus preocupaciones, las esposas poco sensibles al orgasmo mencionaron temas recurrentes relacionados con la muerte, la enajenación afectiva y la soledad. "Es como si estas mujeres presintieran que su unión con alguien terminará inesperadamente", comenta Fisher.
*Las investigaciones hechas en el curso de los años han comprobado que cerca de un 30 por ciento de todas las esposas no llegan nunca a la cúspide del acto sexual, o que la alcanzan sólo ocasionalmente. Las mujeres del grupo investigado por Fisher no eran muy diferentes a este respecto: cerca del 40 por ciento de ellas eran habitualmente incapaces de orgasmo.
El investigador considera que esta tendencia concuerda con otro importantísimo descubrimiento: al pedirse a las mujeres que describieran los procesos mentales que se asocian al apogeo del acto sexual, la mayoría de ellas subrayó la importancia de poder desviar la atención del ambiente que las rodea. Dice Fisher: "Que una mujer alcance el orgasmo presupone que pueda desentenderse del mundo que la circunda. En una mujer convencida subconscientemente de que los seres humanos son poco dignos de confianza, o de que los bienes son transitorios, este proceso de desvincularse del ambiente llega a alarmarla tanto que le impide excitarse progresivamente".
Pero existe otro factor que complica este esquema de conducta: los sentimientos que la mujer tuvo en su infancia hacia su padre. Las mujeres que experimentan fácilmente el orgasmo suelen recordar a sus padres como hombres que sentían un alto aprecio por los valores morales, eran exigentes con sus hijas y esperaban mucho de ellas. A la inversa, la mayoría de las esposas que rara vez o nunca sienten el orgasmo, recordaban a sus padres como personas poco estrictas, complacientes con sus hijas y carentes de valores morales definidos.
Un padre estricto, especula Fisher, infunde en su hija la convicción de que se preocupa por ella lo suficiente para consagrar tiempo y energías a intentar guiarla, a pesar de que ella se resienta por la disciplina paterna. Por otra parte, el padre complaciente puede hacer sentir a su hija que no le importa mucho lo que pueda sucederle.
Este sicólogo afirma que, cuando una mujer se siente "arrastrada" por el transporte sexual, sus sensaciones son causadas por un hombre. Para lograr el orgasmo es necesario que confíe en él. "Resulta lógico", comenta, "que la confianza mayor o menor de ella en la primera figura masculina que tuvo ante sí al iniciar su vida, se proyecte más tarde en sus relaciones sexuales con los hombres. Es probable que la índole de la relación que una mujer haya tenido con su padre durante su crecimiento afecte de modo importante, aunque no se sepa aún en qué medida, su capacidad para el orgasmo. Y hasta es posible que tales relaciones sean el factor determinante primordial de esa capacidad".
• Aun las mujeres que tienen dificultades para alcanzar el orgasmo consideran que la excitación sexual es importante y provechosa. Este resultado contradice la opinión tradicional según la cual las esposas de esa categoría pierden todo interés por las relaciones carnales.
A este respecto, muchas mujeres con poca capacidad de orgasmo mencionaron ciertas satisfacciones emocionales, tales como los sentimientos de ternura e intimidad con sus maridos. Otras manifestaron que, el acumularse la tensión sexual, aunque no se llegue a descargar, representa para ellas una experiencia "que despierta vivo interés" y resulta "incitante".
• La investigación de Fisher contribuye notablemente a disipar todo un cúmulo de creencias que se han sostenido durante mucho tiempo, pero que, al parecer, carecen de fundamento. Las creencias a que nos referimos relacionan la capacidad de la mujer para lograr la culminación del acto sexual, con diversos rasgos de su personalidad. Pero, por ejemplo, parece que no hay relación entre el potencial de orgasmo de una mujer y ciertos factores como la edad, los sentimientos religiosos, la actitud de sus padres respecto a la actividad sexual, su educación sexual, sus experiencias eróticas premaritales, su desarrollo corporal, la personalidad de su marido y sus reacciones al estímulo erótico. Es más, contrariamente a lo que sostienen diversas teorías siquiátricas, Fisher comprobó que no hay una correlación estrecha entre el orgasmo, o su ausencia, y cierto número de factores emocionales tales como la agresividad, la pasividad, el sentimiento de culpa, el narcisismo, la madurez emocional o el equilibrio síquico.
• Fisher niega también que sea válida la vieja creencia de que la mujer "femenina" tenga mayor capacidad para la satisfacción sexual. que "lá poco femenina". "Es demasiado cómodo caer en la simplificación según la cual las mujeres se dividen netamente en dos categorías: eróticas y frías. Es poco probable, por ejemplo, que el ama de casa tenga mayor capacidad para el orgasmo que una mujer que ejerce profesionalmente la ingeniería", dice el autor.
En efecto, las reacciones sexuales de una mujer, o la falta de ellas, no tienen relación, según parece, con que esa mujer corresponda o no al estereotipo cultural que se haya forjado de la imagen femenina.
• En este orden de ideas, Fisher también relega al olvido la teoría popular de que la mujer sexualmente bien adaptada tiene el aparato reproductor normal. El autor no encontró pruebas convincentes de que las mujeres con trastornos menstruales o las que difícilmente quedan embarazadas, tengan menor capacidad para disfrutar el goce sexual que el resto de las mujeres.
Otra idea popular que no corresponde a la realidad es la creencia de que una mujer no puede lograr la satisfacción sexual máxima sino después de haber tenido su primer hijo. Esta idea ha llevado a más de una mujer de difícil orgasmo a buscar el embarazo. Comenta Fisher: "Es rarísimo que un acontecimiento, cualquiera que sea, pueda alterar diametralmente la capacidad de reacción sexual de una mujer". Afirma el autor, en forma perentoria, que es injustificable aconsejar a una mujer con dificultades para experimentar el orgasmo que conciba, o que deje su empleo para consagrarse a las labores domésticas, o que cambie de cónyuge.
• En la vida sexual, la práctica no lleva a la perfección, a pesar de que hay quienes opinan que la ejecución regular del acto sexual aumenta la capacidad de la mujer para lograr el orgasmo. Tras diez años de vida marital, el aumento del número de esposas que "casi siempre" tenían orgasmo fue solamente del tres por ciento.
Asimismo, las técnicas sexuales muy refinadas tienen poco efecto sobre la excitabilidad erótica femenina. A pesar de las llamativas afirmaciones que se encuentran en los tratados sobre la vida conyugal, lo prolongado de las caricias preliminares, la adopción de las más variadas posturas para la consumación del coito y el empleo de procedimientos exóticos no llegan a producir orgasmos más frecuentes ni más intensos.
• ¿Sienten las mujeres con gran capacidad de orgasmo o las que tienen con gran frecuencia relaciones sexuales el mismo gusto por otras formas de satisfacción sensual? Fisher advirtió escasos vínculos entre el deseo sexual y otros apetitos. La mujer erótica no siempre disfruta más de la comida, de las bebidas alcohólicas o del tabaco que las menos dotadas para el placer sexual. Y viceversa, la mujer insatisfecha en lo sexual no trata de compensar su insatisfacción, según parece, mediante el disfrute de otros placeres sensuales.
En la imagen tradicional de la sexualidad femenina, si no se da alivio a la tensión erótica por la vía natural de escape, dicha tensión se manifestará en otros aspectos de la emotividad. Pero el estudio de Fisher ha comprobado que las esposas con insuficiente capacidad de orgasmo no son personas más tensas o irritables; ni sufren más ansiedades que las mujeres de fácil orgasmo. "Esto sugiere", comenta el sicólogo, "que la mujer casada es capaz de adaptarse al nivel de satisfacción sexual que está a su alcance".
Fisher considera que, para poder auxiliar a las mujeres afectadas por problemas de tipo sexual, la ciencia tendrá que profundizar en el proceso fisiológico del orgasmo. Sin embargo, de confirmarse su teoría, podría resultar que el potencial de orgasmo femenino estuviera determinado ya antes de que la mujer inicie la vida sexual activa, es decir, durante la infancia, época en que la indiferencia o la complacencia excesiva del padre puede intensificar su temor de perder a las personas amadas. El padre consciente del peligro de fomentar en su hija trastornos de este tipo, podría adoptar medidas preventivas.
Para ayudar a las mujeres que ya han alcanzado la madurez, Fisher hace las recomendaciones siguientes:
En primer lugar, el marido puede esforzarse para adquirir mayor estabilidad emocional, de tal suerte que inspire a su esposa la seguridad de que puede contar con su lealtad, atención y afecto. Puede también evitar labores que lo alejen del hogar o que le impongan un desgaste excesivo de su vigor. Puede también comunicarse más sincera e íntimamente con su esposa, analizando, por ejemplo, conjuntamente sus resentimientos y disgustos, en vez de mostrar irritación constante y dejar así a su mujer con la impresión de que está sola.
En segundo lugar, los consejeros y terapeutas podrían concentrar sus esfuerzos en los sentimientos femeninos de separación y pérdida, y en los recuerdos que sus pacientes tienen del padre. Con un conocimiento más íntimo, opina Fisher, la mujer podría compensar más fácilmente su ansiedad, o llegar a comprender que está transfiriendo irracionalmente a su marido las cualidades que según ella le faltaron a su padre.
Quizá lo más importante del trabajo de Fisher sea su alentadora afirmación de que "hay muchas vías disponibles para que la mujer llegue a convertirse en persona sexualmente bien adaptada. No es necesario que posea rasgos especiales de personalidad para que reaccione normalmente a los estímulos sexuales. No es preciso que encaje en determinado prototipo de feminidad".
© 1972 por Norman Lobsenz. Condensado de "McCall's" (Octubre de 1972), 230 Park Ave., Nueva York, N.Y. 10017