RETORNO AL IMPERIO ROMANO
Publicado en
noviembre 28, 2009
Estatua de Lucio Poblicio, que vivió en Colonia durante la primera mitad del siglo I de la era cristiana. Es parte de un monumento de 14,5 metros de altura.Para quienes visitan el Museo Romano-Germánico, el encuentro con la antigüedad se convierte en una aventura viva y emocionante.
Por Claus Gaedemman• HEINZ y Josef Gens, vecinos del sector viejo de Colonia, decidieron en 1956 modificar el sótano de la casa de sus padres. Cuando empezaron a excavar, descubrieron grandes losas de piedra caliza adornadas con relieves. Con la ayuda de algunos amigos apuntalaron el sótano y prosiguieron la excavación. En sus ratos de ocio, durante cuatro años, desenterraron cerca de 70 sillares de piedra pertenecientes a la tumba, de tres pisos, del legionario romano Lucio Poblicio, y las estatuas del soldado, su mujer y su hijo.• En 1960, en la calle Stolberger, una cuadrilla de obreros desenterró un vaso del siglo IV de la era cristiana, de vidrio teñido y adornado con una malla de finos hilos de vidrio de colores verde esmeralda y amarillo. En letras violetas, el diatretes (así se llaman estos vasos) lleva en griego la inscripción: "Bebe y vivirás eternamente".• Un grupo de aficionados a la arqueología descubrió en 1972, mientras excavaban en la calle Severin, un sarcófago que contenía algo único en el mundo: un par de zapatillas de vidrio para guardar aceites de baño y esencias.
Tales hallazgos no son raros en Colonia, cuyo subsuelo guarda aún muchas antigüedades. Colonia Claudia Ara Agrippinensium, como se llamaba cuando era capital de la provincia romana de Germania Inferior, tenía casi 30.000 habitantes entre romanos y germanos. A fines del siglo I D. de C. la ciudad se jactaba de su anfiteatro, sus imponentes templos y unas calles pavimentadas cuyo trazo aun hoy puede seguirse por las grandes avenidas de Colonia. También contaba con un sistema de cloacas de roca volcánica cuyos conductos alcanzaban hasta tres metros de altura (se conserva en óptimas condiciones un tramo de un kilómetro). El puerto, sobre el Rin, con capacidad para acoger hasta 200 naves, tenía depósitos y graneros gigantescos. En el año 450, cuando los francos arrasaron este bastión del debilitado Imperio Romano, la gloria de Colonia llegó a su fin.

Pero a pesar de que la ciudad romana decayó, su legado siguió vigente. Ya en el siglo XVI los habitantes de Colonia empezaron a descubrir tesoros romanos. Dondequiera que construían una casa o excavaban un pozo aparecían objetos de alfarería, adornos de mármol y muchas piezas más. A fines del siglo XIX el municipio adquirió estas reliquias; exhibió algunas en los museos y destinó otras a sitios tan insólitos como el terreno de la feria de la ciudad y el antiguo matadero.
En 1963, juzgando que convenía exponer las piezas en conjunto, los concejales de la ciudad aprobaron un subsidio de 12 millones de marcos para la construcción de un museo. Posteriormente la ciudad donó otros siete millones, y el Estado de Renania del Norte-Westfalia aportó seis. El profesor Hugo Borger, del Museo Romano, de Bonn, tuvo la oportunidad de realizar el sueño de cualquier director de museo: desde el diseño arquitectónico hasta la exhibición final de los objetos.
La organización del Museo Romano-Germánico, inaugurado el 4 de marzo de 1974, fue una hazaña semejante a la de poner en escena una gran obra. "Nuestro propósito", señala Borger, "era lograr que el encuentro con la antigüedad resultara una aventura emocionante". A su juicio, aprender puede ser divertido.
Desde que uno se acerca a la sencilla estructura de planchas de granito construida al lado de la catedral de Colonia se siente el hechizo del pasado. Un corto trecho de una vía portuaria romana de piedra desbastada, pavimentada con bloques pequeños de piedra tallada, conduce a una fuente que representa en relieve la cabeza del dios Rin echando agua. A ambos costados de la calle se alinean lápidas cónicas colocadas sobre varillas de hierro que simbolizaron en otro tiempo la inmortalidad. Las mesas del restaurante del museo, situado en una terraza, invitan a sentarse y apreciar los altares romanos, los capiteles, los frisos antiguos y las esculturas de animales.Por dentro, el museo vibra de vida. "Pretendemos demostrar que la antigüedad no consiste sólo en emperadores y legionarios, monedas y estatuas de dioses", señala Borger. Y, en efecto, al visitar el museo muchos se dan cuenta por primera vez de que los romanos eran, en realidad, gente normal. Los utensilios de la vida diaria se han dispuesto como si estuvieran en uso. Otra sorpresa aguarda a los visitantes: 25 aparatos audiovisuales explican temas como la orfebrería antigua y el teatro romano.El piso de la sala principal del museo es un mosaico dionisíaco de 7 por 10,5 metros que perteneció al comedor de una lujosa villa romana de 20 cuartos, situada allí hace 1500 años. Otro museo simplemente hubiera iluminado el piso con luz artificial para destacar las varias escenas (dibujadas con millones de piedrecitas del tamaño de una uña) que centellean con todos los colores del arco iris. Aquí, en cambio, comparten el escenario los efectos luminosos y los actores que a veces se reúnen para recitar a Catulo y Horacio.
En otras exhibiciones se recurre también al montaje teatral. Cuando Borger vio la tumba de Poblicio, en la que destaca la estatua togada del legionario sobre un pedestal tallado, decidió exhibirla contra un fondo azul. A la luz del día, el monumento parece hallarse al aire libre, y por la noche lo iluminan y se ve desde afuera por los grandes ventanales del museo.
A fin de conseguir el mayor efecto, Borger, imitando los escaparates de los grandes almacenes, exhibió los objetos como si estuvieran en venta. Tomó nuevas ideas de las famosas joyerías de la calle Bahnhof, en Zurich, y actualmente los valiosos tesoros del museo se hallan dispuestos con gusto sobre plataformas de color blanco lustroso. Las piezas de más valor resaltan cada una con un rayo de luz.
El proyecto de Borger está incompleto porque se siguen descubriendo piezas arqueológicas. Para que estas valiosas antigüedades no caigan en manos de coleccionistas aficionados que sólo buscan su propia satisfacción, las autoridades determinaron que Borger examinara todas las solicitudes de permiso para construir en la ciudad. Una y otra vez aparecen cosas extraordinarias. En 1976, por ejemplo, en las excavaciones hechas para construir una cochera subterránea descubrieron una extraña cabeza de hombre tallada en madera y también un Júpiter de piedra sentado.
Los habitantes de Colonia están muy orgullosos del nuevo museo y los turistas de todo el mundo comparten su entusiasmo. Hasta la fecha, cerca de cinco millones de personas han presenciado este espectáculo, el más popular de Alemania Oriental, y más de la mitad de esos cinco millones son jóvenes. Cuando hace mal tiempo, los enamorados se dan cita cerca de una exquisita Venus del siglo III.Se diría que la prueba más clara de la fama del museo es el hecho de que el pedestal de la tumba de Publicio siempre está cubierto de monedas, arrojadas para atraerse la buena suerte. No es sólo un homenaje a las reliquias del pasado romano de Colonia, sino también al genio que lo resucitó.