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noviembre 28, 2009
Un mariage, rué Hótel-de-Ville (Montréal). ("Una boda en la calle
(Hótel-de-Ville", Montréal), (1975). "Un sábado vi un alegre cortejo nupcial
que subía por una escalera exterior. La joven novia se detuvo para arrojar
una flor de su ramo a unas niñitas que jugaban en la acera"CONQENSADO DE “OUEBEC”. JE T' AIME/I LOVE.YOU, © 1976 POR MIYUKI TANOBE.Una pintora, nacida en Japón, refleja con singular exuberancia la alegría de vivir de la ciudad
POR MIYUKI TANOBEUNA GRUESA capa de nieve blanqueaba los tejados de mi pueblo cuando yo nací, por lo que mi padre decidió llamarme Miyuki (en japonés, nieve profunda). Podría decirse que estaba predestinada a vivir en países con largos inviernos.
Crecí en Kamakura, una bella ciudad llena de historia, situada a 68 kilómetros de Tokio, y mi cuna fue una familia amante de las artes, especialmente de la música. Mi padre, oftalmólogo de profesión, tenía dos grandes pasiones: el violín y los grabados japoneses antiguos. Mi madre cantaba y tocaba el koto, una especie de cítara de 13 cuerdas. Mientras mis hermanas mostraban talento para la música (una de ellas, que vive en Nueva York, es violinista y la otra es profesora de piano en Japón), yo me decidí por la pintura cuando tenía apenas 11 años.Estudié con varios artistas japoneses y uno de los más conocidos, Seison Maeda, me enseñó a preparar los colores con rocas finamente molidas y conchas mezcladas con goma. Es la técnica nihonga, que todavía empleo.
Québec Fete ("Festival de Quebec"), (1976). "Un 24 de junio, fiesta tradicional en Quebec, un grupo vecinal de rock se instala en una esquina baldía para un baile callejero"En 1963 fui a París a continuar mis estudios. Allí, en uno de esos pequeños y temblequeantes ascensores que parecen jaulas para pájaros, conocí a Maurice Savignac, un nativo de Quebec con quien me casé años más tarde. A su regreso a Canadá Maurice me envió pilas de libros sobre Quebec, su historia y geografía y sus artistas. Anhelaba conocer a su país pero pensé que primero debía regresar a casa.
Finalmente, en una hermosa tarde de junio de 1971 llegué a Montreal y me dediqué a explorar la ciudad de un extremo al otro. Frecuenté las librerías en busca de relatos y leyendas sobre ella y visité las galerías de arte.Llegué hasta la región de Lac Saint Jean, a lo largo de la costa norte y la península Gaspé. Pero lo que me llamó más la atención fueron los distritos obreros de Montreal, con sus paredes de ladrillos rojos, sus tejados verdes, sus balcones y las escaleras exteriores en espiral, las tiendas de comestibles en las esquinas y las callejuelas donde resonaban ecos dé gritos infantiles. Por doquier vi cosas que deleitaban la mirada y que he tratado de captar en mis cuadros.Aunque Quebec difiere bastante de Japón, mil cosas me hacían recordar a mi tierra natal. En la mañana de un luminoso sábado de octubre, cuando iba a visitar a una amiga, vi una profusión de carteles pegados en las paredes hasta junto a letreros que lo prohibían. Acababa de convocarse una elección en Quebec y eso me hacía recordar las campañas políticas de Kamakura, con los militantes partidarios desfilando por las calles provistos de estruendosos altavoces que difundían consignas y música marcial. Antes de la Navidad, cuando los camiones cargados de pinos llegaban a las ciudades, se dibujaba en mi mente la imagen de la gente que atestaba el Metro y los trenes de Tokio llevando pequeños y verdes árboles artificiales plegados como paraguas. Estos arbolitos se han hecho muy populares en Japón desde la Segunda Guerra Mundial.
Le sapin de Noel ("El árbol de Navidad"), (1976).Colección de Jacqueline Kalman, de Vancouver. "Al entrar en una callejuela vi a un padre que arrastraba por la nieve, muy ufano, un arbolito de Navidad. Sus hijos le tributaron una bienvenida triunfal; el lugar parecía vibrar de felicidad"
Le temps des sucres a Saint-Antoine-sur-Richelieu("La estación del azúcar de arce en Saint-Antoine-sur-Richelieu"), (1975). Colección de Nicholas Hoare, de Montreal. "Ha llegado la época de la cosecha del azúcar de arce. Amo el del agricultor quien, sonriente, deja caer el burbujeante jarabe de arce en la blanca nieve. Nosotros recogemos un poco en una espátula de madera y le pasamos la lengua con avidez"Cuando llega abril a menudo recuerdo a mi abuela que aguardaba siempre con ansiedad la llegada de la primavera. "Ahí vienen las golondrinas", solía decirme mientras miraba hacia el firmamento. "Esos ciruelos van a florecer pronto..." En Saint Antoine-sur-Richelieu, mi residencia actual, sé que ha llegado la primavera cuando nuestro vecino sale hacia la cabaña donde guarda el azúcar de arce; cuando el hielo comienza a resquebrajarse y empieza a oírse el graznido de los primeros cuervos.
Me gusta caminar entonces por la campiña o, calzada con mis raquetas para la nieve, cruzar el monte acompañada por Ton Chan, mi perro pastor alemán, y Lou Chan, el lobo adiestrado por los pieles rojas. Me encuentro con perdices, conejos y zorros. La naturaleza es tan maravillosa. Me siento libre mientras respiro hondamente el aire puro de la campiña.Luego regreso a pintar el otro Quebec que amo tanto: los fascinantes barrios obreros de la gran ciudad.