LA ANCIANA DE LA MECEDORA
Publicado en
octubre 04, 2022
Tendría unos tres años de edad, mi madre me arreglaba para ir a visitar a una amiga suya. Me vistió con mi vestido color violeta que tanto me gustaba, mis calcetas color lila tenían encaje en el borde superior, lucían tan coquetas, mis zapatitos eran de charol en color negro; peinó mi cabello dorado con dos uniformes y hermosas coletas. Ya casi estábamos listas para ir a visitar a su amiga de la carrera universitaria.
Mientras conducía hacia su casa, mamá me advirtió que fuera una buena niña estando en casa ajena. Realmente era un angelito, no me movía del asiento donde me asignaran; además, dijo que fuera más tranquila de lo normal, puesto que su querida amiga acababa de perder a su madre, así que la pobre iba a estar demasiado debatida.
Por fin llegamos a su casa, era color verde, de dos pisos, siempre estaba adornada de acuerdo a la festividad del mes. En esa ocasión, eran épocas navideñas, en el tejado lucía un gran trineo con Santa Claus a bordo junto a una bolsa enorme de regalos y sus seis renos, toda la casa estaba iluminada por fuera, era un espectáculo digno de admirar, había inflables de muñecos de nieve y sinfín de luces navideñas.
Mamá llamó a la puerta, no esperamos mucho tiempo para que su amiga acudiera a nuestro llamado. Abrió y nos saludó muy animada.
—Hola, amiga, gracias por haber venido. —Dijo mientras estrechaba a mi mamá en un fuerte abrazo.
—Es lo menos que puedo hacer, lamento mucho lo de tu mami.
Ya era una señora de edad y su enfermedad estaba muy avanzada. Hizo una mueca de tristeza.
—Ella debe ser tu pequeñita. —Dijo señalándome.
—¡Sí! ¡Saluda, pequeña!
Su amiga se acuclilló para quedar de mi estatura y besé su mejilla.
—¡Que ternura de niña! —Chilló.
—Es lo que la genética hace. —Dijo orgullosa mamá.
—Vaya modestia. —Ambas rieron—. Vamos, pasen.
Mamá jaló de mi diminuto brazo para entrar.
—¡No quiero...! —Dije a modo de súplica.
—¿Por qué no, ternura? —Preguntó su amiga.
—Esa señora me asusta. —Respondí.
Mi madre y su amiga compartieron una mirada de asombro.
—¿Cuál señora? —Preguntó mamá.
—La señora de vestido largo color verde... está en la mecedora. —Señalé en dirección a la mecedora—. Me da miedo... me sonríe.
—Cariño, allí no hay ninguna señora, ven entremos. —Volvió a tirar de mí.
— ¡No! ¡No quiero, tengo miedo!
—¿Cómo es la señora, peque? —Quiso saber su amiga.
—Es una abuelita, su piel es más oscura que la mía. Me sonríe y dice que me siente en sus piernas. No quiero. —Me escondí detrás de mi mamá.
Una vez más, mamá y su amiga se miraron.
—Mi madre solía sentarse en esa mecedora y esa ropa es con la que la enterramos la semana pasada.
Su voz se entrecortó y mamá la abrazó.
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