ROLF BLOMBERG, TROTAMUNDOS Y FOTÓGRAFO
Publicado en
abril 21, 2013
Por Lenin Oña.
Como las demás artes en el Ecuador, la fotografía ha contado con el aporte de algunos profesionales extranjeros. La labor de éstos ha coadyuvado a dignificarla y convertirla en rama importante del quehacer artístico y en principalísimo registro del país, sus gentes y acontecimientos.
Rolf Blomberg es el último representante de la generación de fotógrafos que desde la primera mitad del siglo inició ese peculiar inventario, que sólo con la cámara fotográfica se puede realizar. Bodo Wuth, Gottfried Hirtz, Wengerow, Kaplan fueron otros pioneros del lente venidos de Europa.
Entre nosotros el caso de Blomberg es único. Hombre de múltiples intereses y vocaciones, ha sabido encauzarlas con la perspicacia del aventurero, la intuición del artista y el rigor del investigador. Qué no ha sido este sueco, a quien Alfredo Pareja Diezcanseco, que lo conocía de siempre, apreciaba como "el hombre más bueno del mundo". Marinero, viajero impenitente, periodista, corresponsal de guerra, autor de una veintena de libros, voluntario al lado de Finlandia en la guerra ruso-finesa, fotógrafo, cineasta, buscador de tesoros, naturalista, dibujante, descubridor de pueblos aborígenes y de raras especies zoológicas y botánicas...
Es difícil precisar en cuál de estos campos ha hecho aportaciones más valiosas. Pero más difícil resultaría separar su vida de sus obras, marcadas por el doble signo de una curiosidad insaciable y un auténtico amor a la humanidad y a la naturaleza. Si sólo se toma la fotografía para analizar en qué ha consistido su trabajo, no lo acabaríamos de entender si lo apartamos de las otras empresas que lo han mantenido ocupado desde la adolescencia. Para calar en el sentido que le ha dado a cualquiera de sus actividades, hay que ubicar cada una de ellas en el contexto de las demás, expresiones todas de una vitalidad pletórica y de objetivos exultantes.
Provincia de Imbabura, Ecuador.
EN LAS GALAPAGOS
Con ochenta y algo más de años, hilvana por ahora sus memorias para no dejar cabos sueltos entre los amenos relatos de sus libros y sus películas de viajes por los trópicos. El fascinante cuaderno de bitácora que ha llevado de su vida, le debería relevar de esa tarea, pero sólo él sabe cuánto más puede rescatar del acerbo de envidiables experiencias que ha atesorado. Con sangre nórdica y española en sus venas, oriundo de un país de largos y fríos inviernos, no puede llamar la atención que muy temprano se haya marchado hacia latitudes soleadas y cálidas. Recién salido de las aulas colegiales ya lo tenemos de grumete en algún barco que recorría el Báltico, haciendo los primeros ahorros para poder emprender itinerarios más prolongados y audaces. Varios libros clásicos de ilustres naturalistas que tocaron las Galápagos -Darwin, William Beebe, entre otros-, algún film o alguna conferencia referidos a nuestras islas, le decidieron a embarcarse hacia estos remotos lugares.
Niño aún soñaba con la misteriosa Africa o con emular a Gaugin en una isla oculta de los mares del Sur. Sus ansias trashumantes más tarde le condujeron también hasta esos parajes, pero antes vino por acá, comisionado por el museo de ciencias naturales de Estocolmo para recabar especies zoológicas nativas, misión que cumplió a cabalidad y con la aquiescencia de las autoridades locales. Dio con algo más, que le lanzó al periodismo internacional: la rocambolesca historia de la baronesa de Wagner y la secuela de sangre que dejaron sus desafueros. El fue el primero en informar sobre el sórdido episodio de la "emperatriz de la Floreana" y su corte de amantes.
Entusiasmado por románticos relatos sobre tesoros escondidos por bucaneros en el archipiélago, se dedicó a excavar en uno y otro puntos, pero la fortuna sólo le deparó una que otra anda mohosa y algún pedazo de cadena asimismo oxidado. Retornó al continente y emprendió su primera travesía amazónica. Surcó el Napo y el Amazonas y, ya en el Atlántico, enrumbó hacia su patria. La suerte estaba echada y el destino trazado. Volvería una y otra vez por estos lares andinos, isleños y selváticos, afectado como estaba ya y para siempre por el virus de la aventura.
Indígena pintando su rostro para una ceremonia ritual.
DE BATRACIOS Y OFIDIOS
Es una lástima que de sus libros, relatos de viajes que superan cualquier ficción, sólo se haya traducido al español uno de ellos: Oro enterrado y anacondas. En buena parte el culpable es el propio autor, puesto que Benjamín Carrión quiso hacer traducir y publicar esas obras. La delicadeza del explorador y su incurable fe en los ecuatorianos justificaban la negativa bajo el argumento de que éstos debían ser los primeros en describir y valorar su tierra y sus habitantes. Menos mal que escritor tan traducido y tan reeditado haya accedido, por fin, a que la casa Abya-Yala publique la versión española de su The naked Aucas, insuperable estudio inicial sobre los huaorani, pueblo con el que trató de establecer contacto pacífico aun antes que los malogrados misioneros norteamericanos, cuya muerte a manos de los indios proyectó a éstos a la celebridad mundial.
Los libros de este personaje hemingwayano van acompañados de sus propias fotos y, unos pocos, de sus dibujos. Unas y otros son de gran calidad artística y de alta precisión descriptiva. Las fotografías muestran el ojo del profesional sensible y exigente. Blomberg cobró tanto prestigio como fotógrafo, que la firma Hasselblad le dio a experimentar sus cámaras más avanzadas antes de lanzarlas al mercado. A ratos perdidos también se ha dedicado al dibujo humorístico, que ha cultivado con singular gracia aunque sin pretensiones editoriales, salvo cuando ha ilustrado tal o cual libro de cuentos infantiles.
En 1953 descubrió cerca de Pasto el sapo más grande del mundo, el Bufo blombergi, y más tarde el Phyllomedusa blombergi. Con el humor que le caracteriza comentó a propóito del primer hallazgo: "Hay muchas maneras de conseguir la inmortalidad". Es natural que los batracios sean sus bichos predilectos. Sólo hay que ver la colección de efigies sapunas y ranescas que ha acumulado. No ha sido para nada indiferente a la seducción de los ofidios, sobre todo de los amazónicos. Es cuestión de leerle o escucharle cómo capturaba boas y otras serpientes, o de ver el documental Anaconda, que filmó con su compatriota Torgny Anderberg, colega de correrías investigativas y cinematográficas.
Recolector de insectos, pájaros y plantas desconocidas para la ciencia, precursor práctico de la ecología, también ha escarbado en las rocas y ha lavado la arena en pos del metal maldito. Claro que se disculpa a su inconfundible manera: "No debe creerse que yo sea el único sueco que ha despilfarrado sus energías en busca de tesoros: hay montones de gentes chifladas." Y confiesa: "Pensé que aquellas excavaciones en busca de oro eran una locura que ya había superado. Pero en 1947, cuando volví al Ecuador después de diez años de ausencia, la fiebre retornó. ¿Y a quién habría que echarle la culpa? ¡A mi suegra ecuatoriana, desde luego!".
Toda una vida.
EN LOS LLANGANATIS Y ENTRE LOS INDIOS
La acusada viene a ser su segunda madre política. Rolf se había casado en primeras nupcias con una connacional suya. Yendo y viniendo por tierras y mares, recaló en Java y Borneo donde quedó atrapado por la segunda guerra mundial. Allí conoció a Emma Robinson, su segunda esposa, mientras colaboraba con la resistencia a los invasores japoneses. Enviudó y en Guayaquil contrajo matrimonio con Araceli Gilbert, la pintora abstraccionista ecuatoriana. Con esta entabló amistad en una reunión social, en Quito, donde todos los circunstantes hablaban de toros. Los únicos antitaurinos eran él y ella, de modo que simpatizaron. Rolf, ya viudo, buscó a Araceli, que vivía en París, entre otras razones porque entendió que había dado con su alma gemela en eso de defender y proteger la naturaleza y a todos sus seres. Un caso de amor a primera vista... ecológico.
Para entonces ya había tenido tiempo de hacer varias expediciones a las montañas donde se dice que reposan los tesoros del Inca. Seis fueron los intentos, los seis fallidos. Mas, como dice: "Sin ambiciones serias de hacerme rico, poseía ya una mina de oro en recuerdos fantásticos alcanzados en las emociones y aventuras que me proporcionaron los Llanganatis".
Si algún tipo humano ha estado más cerca de su afecto, ese ha sido el indio. Relatos, películas y fotografías demuestran con cuánta profundidad ha llegado a conocerlos y estimarlos, para no hablar ya del apoyo que les ha dado en asuntos tan fundamentales como la educación de los aborígenes en sus propias lenguas. Ha convivido con los del Ande y de la Amazonía, apreciando en ellos sus méritos humanos, culturales y sociales. Una estancia entre los cofanes (los que ahora la estulticia oficial tiene por "supuestos ecuatorianos"), le permitió valorar el fino sentido musical de esos nativos, manifestado no sólo por la preferencia que expresaban ante la música de Beethoven y Mozart, que les hizo escuchar junto a piezas y canciones menos conspicuas del repertorio occidental, sino por la propia música tribal, que "sonaba como una bandada de pájaros gorgeantes y canoros". Aquellos meses entre los "salvajes" le hicieron concluir que los había "vivido entre gente sólida y armoniosa, podría decirse entre gente feliz."
El más parvo resumen de las peripecias que ha pasado, ya no en los cinco continentes, sino apenas en el Ecuador, ocuparía varios volúmenes. La más avara selección de sus fotografías bastaría para llenar muros y muros. Con la escritura y la cámara ha puesto a prueba sus inusuales aptitudes, pero además se ha convertido en un firme defensor de la naturaleza y de quienes mejor saben convivir con ella, los pueblos aborígenes. El arte fotográfico le debe sustanciales contribuciones en materia de documentación etnográfica, paisajista, naturalista y refratística.
El presidente Galo Plaza le condecoró en su hora por los servicios prestados al país. Pero este aún le debe una retribución más a tono con los empeños del incansable viajero: la incorporación sistematizada de sus obras, y las de tantos nacionales y extranjeros, al patrimonio histórico y cultural de la nación.