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enero 06, 2013
Aplicación de un sello de platino a una argolla de matrimonio de oro.
FOTO: CORTESIA DE BALESTRA, 1882
Es posible que el anillo de bodas que lleva en el dedo, la cadena que adorna su cuello o el broche de su solapa hayan sido fabricados en este próspero triángulo.
Por Priscila Buckley
ERA EL DORADO en todo su esplendor. En ocho enormes pabellones, las vitrinas brillaban con hileras de anillos incrustados de piedras preciosas, pendientes en forma de lágrima, broches al estilo rococó, brazaletes en espiral y collares de oro. Más de 18,000 visitantes de 71 países recorrían el lugar: varios estadunidenses de traje gris deliberaban ante miríadas de anillos de diamantes; unos árabes examinaban un ramillete de "flores" con pétalos de ónice y hojas tachonadas de gemas; algunos asiáticos seguían a los intérpretes hacia las oficinas, discutiendo los precios en una mezcolanza de japonés, inglés e italiano.
Así fue Vícenzaoro 1, la más prestigiosa feria de la joyería en Italia, que se lleva a cabo cada eneroen la ciudad septentrional de Vicenza. Más de 800 compañías italianas exhibieron sus mercancías, y nadie se sintió más deslumbrado que yo. Hasta entonces, mis conocimientos de joyería se habían limitado a mi propia colección, en la que destacaba un broche que había sido de mi abuela. Era una pieza de oro con forma de abanico, con un ópalo, y varios diamantes y zafiros montados. A mí me parecía maravillosa. Pero nunca había visto algo como esto. Se trataba de Italia, la primera productora mundial de joyería de oro. Mientras deambulaba por la feria, decidí averiguar algo más sobre esta Italia "dorada".
Más del 60 por ciento de las alhajas de oro de Europa y una quinta parte de las del mundo se producen en Italia. Año con año, 40,000 trabajadores de 6300 firmas transforman 350 toneladas de oro y montones de piedras preciosas en refulgentes adornos humanos, desde joyeles para niños hasta coronas reales, y un ejército de 60,000 personas distribuye las mercancías en todo el planeta.
Salvo unas cuantas empresas grandes, la mayor parte de las joyerías italianas son negocios pequeños. Durante siglos estuvieron repartidas por todo el país. Sin embargo, en la actualidad, la producción se concentra en tres ciudades que distan unos 300 kilómetros una de otra: Arezzo, el corazón verde de la Toscana; Vicenza, en la brumosa cuenca del Véneto; y Valenza Po, al pie de las montañas piamontesas y al oeste de Turín. De estas tres ciudades (a las que se les conoce como el Triángulo Dorado) sale el 80 por ciento de la producción nacional.
Aquí los bancos comercian mucho con lingotes de oro. Los negociantes de diamantes de Israel y los de gemas preciosas de la India venden aquí sus mercancías. Cientos de compañías de seguridad y transporte compiten aquí por diseñar sistemas contra robo. Desde aquí, miles de mayoristas envían productos locales a joyeros de los cinco continentes. Y las escuelas de joyería locales, que son de primera clase, adiestran a aprendices que vienen desde sitios tan lejanos como Israel y Japón en las técnicas especializadas que constituyen el eje de la industria.
A pesar de sus vínculos internacionales, el Triángulo Dorado es un universo aislado. Debido a la feroz competencia y al frecuente robo de diseños, los secretos se guardan celosamente. Los artesanos prefieren trabajar sin ser observados, y nunca revelan sus nombres. Incluso entre los ejecutivos de las empresas, la discreción es una regla estricta.
El triángulo comenzó a tomar forma a fines del siglo pasado, después de que Italia se unificó bajo el mando del rey del Piamonte y de que se inició la revolución industrial. Quien abrió camino en Valenza Po fue Vicenzo Moroseti, que prosperó a la sombra de la corte turinesa. En Vícenza, el líder fue Luigi Balestra, que fundó su negocio en 1882. En 1924, su sobrino Giovanni importó de Alemania una máquina recién inventada para fabricar cadenas. Al principio se le tachó de inconformista, pero cuando empezaron a salir de sus talleres carretes y carretes de cadenas de oro, sus competidores de Vicenza se apresuraron a imitarlo. Las noticias no tardaron en llegar a Arezzo, donde dos jóvenes orfebres, Leopoldo Gori y Carlo Zucchi, importaron las máquinas en 1926. Pronto, unos cien artesanos se afanaban en los bancos de la fábrica de Gori y Zucchi.
Hoy, casi el 40 por ciento de las joyas de oro que produce Italia salen de Arezzo, cuya orfebrería tiene sus raíces en la época de los etruscos. Según cifras oficiales, los 7500 orfebres de esta ciudad transforman en cadenas, aretes y anillos unas 100 toneladas de oro por año. Al Grupo Gori y Zucchi, dirigido por los hijos de los fundadores, Antonio Zucchi y Vittorio Gori, se le conoce con razón como la Grande Mamma. Su división de joyería, Uno a Erre, emplea a 1250 personas y es la mayor productora mundial de joyas de oro. Por si fuera poco, buena parte de las empresas del ramo en Arezzo fueron fundadas por ex empleados de Uno a Erre. Gianni Roggini, director de L'orafo italiano, importante publicación mensual de la industria del oro, comenta: "La Grande Mamma ha creado a los mejores orfebres de la ciudad. Aunque estos funden sus propias compañías, nunca olvidan que pasaron su adolescencia entre sus brazcs".
Vicenza, la ciudad casi gemela de Arezzo en cuanto a producción de joyas, tiene una tradición que se remonta a los tiempos medievales, cuando sus orfebres elaboraban anillos y diademas para las familias de mercaderes de la república veneciana. Mario Balestra, de 57 años, hijo del hombre que importó la primera máquina para fabricar cadenas, es el director general de Balestra 1882, la segunda productora más importante de joyería de oro en el mundo. En su fábrica, que ocupa una hectárea, ejércitos de máquinas cubiertas de un material verde traqueteaban y rechinaban, los pulidores de lana canturreaban, los troqueles mecánicos cortaban las láminas de oro hasta dejarlas como encaje, carretes colosales giraban hasta llenarse de cadena de oro.
El proceso de producción se inicia cuando las prensas aplanan las aleaciones de oro hasta convertirlas en delgadas cintas, que luego se troquelan con un diseño para aretes y dijes de poco peso, o se comprimen para formar el cable que se introduce en las máquinas que elaboran cadenas. Serpenteando en torno de poleas, bobinas y palancas, salen cada año 300 kilómetros de cadena en más de un millar de estilos diferentes. Los soldadores, blandiendo unos conos de llama verde, les agregan los elementos finales: ganchos, broches, ranas y otras figuras ornamentales.
Para mí, Valenza Po es la ciudad más fascinante del Triángulo Dorado. Aquí se procesa sólo una cuarta parte del oro que se trabaja en Arezzo, pero está tachonado de gemas, grabado y esmaltado. De hecho, Valenza Po produce algunas de las joyas más fabulosas del mundo. Los artesanos de esta ciudad son sumamente especializados. Una firma como Repossi, por ejemplo, emplea a 22 de ellos en los siete talleres que tiene esparcidos por todo el lugar. En uno, un hombre y su hijo fabrican sólo botones de oro y acero para chaquetas, y gemelos de camisa; otro orfebre hace únicamente cajas de oro llenas de adornos y detalles, en tanto que otro más forja cajas de reloj. Illario, la compañía más antigua de Valenza, rara vez produce más de 12 ejemplares de una sola pieza, trátese de las sortijas más sencillas o de las diademas de más complicado diseño, que la empresa vende a los minoristas hasta por mil millones de liras. Hay una estatuilla de un gallardo golfista, de diez centímetros de alto, trabajada en oro esmaltado y con brillantes, de la que apenas se han vendido 200 ejemplares desde que se creó hace unos años, y se le considera un "éxito de venta".
Golfista de oro, esmaltado y con incrustación de brillantes.
FOTOS CORTESÍA DE CASA DAMIANI
Algunos diseñadores se inspiran en la naturaleza, otros en objetos de arte, y otros más en las bibliotecas de la compañía, llenas de libros de diseño y gastadas revistas de modas. "Es preciso sentir el material que va a usarse para darle vida a la joya", explica Paolo Spalla, de Ferraras C., uno de los diseñadores más respetados de Valenza Po. El dibujo pasa a manos de un modellista, que normalmente hace primero un modelo de cera y después un prototipo de plata. Luego, se le envía al taller.
El sigilo con que se trabaja en Valenza Po hace que Arezzo y Vicenza parezcan dos libros abiertos. Pulcras casas de color ocre, con sus persianas verdes bajas, puertas a prueba de balas y rejas cerradas, albergan a unos 1200 talleres de orfebrería. En promedio, estos talleres tienen unos cinco empleados cada uno y se dedican a crear sus propios artículos o a realizar trabajos especiales para los joyeros más prestigiosos del mundo. La mayor parte de sus directores se negaron a dejarme ver a los artesanos en acción: "Ultrasecreto", me dijeron.
Aun así, logré que se me permitiera observar a un engastador granear meticulosamente un anillo con diamantes. En su mesa de trabajo, o banco, le hizo 20 agujeros a un anillo de oro, y alrededor de cada uno levantó cuatro diminutos dientes. Con ayuda de una lupa, usó una varilla de acero, en cuyo extremo había una gotita de cera de una fórmula especial, para recoger un diamante. Colocó la gema en su agujero y luego cerró los dientecitos en torno de ella. Debía repetir el proceso 20 veces a fin de que quedara terminado este anillo.
En otro taller observé a un esmaltador preparar para el horno un broche en forma de mariposa. La imagen había sido tallada ahuecando un marco de oro. Con un lápiz especial, aplicó toque a toque la pasta de esmalte, usando un color distinto para cada hueco. Si se excedía o se limitaba demasiado en el empleo de la pasta, los colores quedarían opacos o deslavados; si movía por error el lápiz, echaría a perder el limpio contorno de oro. Después de pasar unos 15 minutos en el horno y de haber sido muy bien pulida, la mariposa surgió como recién salida de su capullo, con lustrosas alas verdes y escarlatas.
Los fabricantes del Triángulo Dorado compran los lingotes de oro a los bancos italianos, que con mucha frecuencia los adquieren a su vez en Suiza, la mayor refinadora de oro del mundo. Pero antes de poderlo trabajar, el oro debe mezclarse con otros metales para tener resistencia y durabilidad. La pureza de una aleación de oro se mide en quilates. El oro puro es de 24 quilates. En una aleación que contenga 75 por ciento de oro, 18 de cada 24 partes son de este metal, y por lo tanto se le clasifica como de 18 quilates. En la Europa continental se comercia con oro de 18 quilates, en Inglaterra con el de 9 y 14, y en Estados Unidos con el de 14. El color del oro depende de los metales que se utilicen en la aleación. El cobre le confiere un tono rojizo oscuro; la plata y el cobre juntos dan origen al oro "amarillo"; el níquel, el paladio y el zinc, al oro "blanco".
Polvo real de oro, esmaltado y con incrustación de piedras preciosas.
FOTOS CORTESÍA DE CASA DAMIANI
Una preocupación constante de todos los que trabajan en esta industria es la seguridad. Curiosamente, aunque se transportan a los bancos grandes cantidades de oro en camiones blindados, los artículos terminados se envían de vez en cuando por correo. "Parece ridículo, pero a veces el servicio postal es el medio más seguro", explica Silvia Grassi, vicepresidenta de Casa Damiani, la orfebrería más grande de Valenza Po. Y en ocasiones los agentes de ventas llevan consigo hasta 600 piezas de joyería a la vez. A las compañías pequeñas, un robo puede llevarlas al desastre. En 1989, a uno de los vendedores de la diseñadora y orfebre independiente María Luisa Vitóbello van der Schoot lo asaltaron a punta de pistola mientras conducía su auto en Milán. "Perdí el trabajo de una temporada, confeccionado enteramente a mano e irremplazable", se lamenta la señora Van der Schoot.
Pero el oro se puede perder de una manera más insidiosa aún. Cada año se esfuma en el aire el cinco por ciento de las existencias de la mayor parte de los talleres, en forma de polvo que sale despedido de las pulidoras y de los bancos de trabajo. Para recuperar una parte, los suelos se barren escrupulosamente y las barredoras se envían una vez al año a las compañías de recuperación de oro; en las lavanderías de los establecimientos se expurgan los overoles, y todo el mundo se lava las manos en el taller, cuyos desagües tienen filtros muy finos.
Los banchi ( bancos) viejos, fascinantes por sus grietas y fisuras, están siendo sustituidos por otros nuevos y lisos. En cierta ocasión, un carpintero ofreció a Giuseppe Verdi, presidente de la Asociación de Orfebres de Valenza Po, tres bancos nuevos, gratis, a cambio de tres viejos. Por curiosidad, Verdi mandó quemar los antiguos banchi en una firma de recuperación de oro. "Recuperé 500 gramos, que entonces valían 2 millones de liras", comentó riendo.
Pero no todo es color de rosa en el Triángulo Dorado. Los obreros de Hong Kong, Taiwán, Tailandia, Malasia, Singapur e Indonesia están produciendo toneladas de cadenas y joyas de oro por una fracción de los salarios europeos. En los últimos cinco años han triplicado su producción de joyas de bajo costo. Inquietos ante esta amenaza, los fabricantes italianos han empezado a tomar conciencia de que deben unirse y formular estrategias comunes. Mario Balestra comenta: "En Italia, los puntos fuertes son la calidad, el buen gusto y el diseño. Lucharemos contra la competencia sobre esta base". La estrategia parece estar dando resultado. En 1990, las exportaciones italianas de joyería de oro rebasaron los 3.8 billones de liras (unos 3100 millones de dólares) por un total de 253 toneladas métricas: un incremento del 7.4 por ciento con respecto al año anterior.
DURANTE MI VIAJE a Arezzo, Vicenza y Valenza Po, vi varios collares cuajados de piedras preciosas y algunos anillos incrustados de gemas que hicieron palidecer el brochecito de mi abuela. Pero desde mi regreso, esta joya de familia no deja de maravillarme. Ahora sé que primero fue moldeada en cera, después en plata, y finalmente en oro; que pasó por un proceso que se ha transmitido a través de los siglos, de un artesano a otro; que un experto, que pasó años aprendiendo su oficio, engastó a mano cada piedra. Y que con toda probabilidad, el broche fue confeccionado en Italia, productora sin paralelo de milagros de oro.