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enero 13, 2013
"¡QUÉ MANERA de comenzar una luna de miel!" pensaba yo tristemente mientras el policía de tránsito nos extendía una infracción. Fernando (mi marido desde hacía dos horas) había excedido el límite de velocidad por querer escapar de la comitiva nupcial, cuyo auto se encontraba detrás del nuestro, víctima también del celo de aquel joven agente. Mi esposo le explicó la situación, pero no ganamos nada.
Por fin nos entregó la papeleta, y nos hizo señas de seguir. En espera de lo peor, Fernando y yo la tomamos y leímos:
"¡Felicidades! Les deseo una luna de miel muy hermosa. Váyanse mientras multo a sus amigos".
Regresamos a casa 15 días después y encontramos una carta de nuestro padrino, a la que iba anexa la boleta que les había dado el agente de tránsito:
"Perdonen la demora, pero sentí compasión por el novio; esta noche, a las 8, yo también me caso".
—R.V.
EN CORRALES (Nuevo México) cuatro damas, inconformes con el papel tradicional femenino, formaron una empresa llamada Mujeres Trabajadoras, que se dedicaba a pintar casas, hacer diversas reparaciones y algunos trabajos ligeros de construcción.
Cuando las contrataron para pintar 17 oficinas de la Universidad de Nuevo México, eran tantos los curiosos que se acercaban a mirarlas con arrogancia e incredulidad, que las trabajadoras resolvieron fijar este aviso: ENTRADA: 10 PESOS. (Menores de 12 años e inspectores, gratis.) ¡VÉALAS ANDAR! ¡ÓIGALAS HABLAR! ¡EXTRAORDINARIAS ACRÓBATAS! (Suben por las escaleras, gatean por el piso, realizan proezas con la brocha.) ¡SE COMPORTAN COMO SERES HUMANOS!
—Ms.
SUSANA, la redactora de sociales del pequeño diario donde trabajo, contesta también el teléfono y atiende a las personas que acuden al local. Como en el departamento de franqueamiento de cartas, donde labora Luisa, no hay sitio para guardar objetos personales, esta deja su bolsa en el escritorio de Susana.
Un día, a eso de las 2, entró un individuo muy bien vestido y preguntó si estaba Luisa. "Un momento, señor. Voy a ver", contestó Susana, que abrió un cajón de su escritorio, se inclinó y miró adentro. Luego lo cerró y repuso : "Lo siento. Ha salido a comer".
El joven abrió tamaños ojos, tragó saliva y, dando las gracias, salió a toda prisa.
—B.M.L.
LETRERO sobre la mesa de una secretaria: "Escribo a máquina como vivo: de prisa y con muchísimos errores".
—K.J.
LA ÚLTIMA vez que lavaron mi camioneta, los empleados del servicio se excedieron en atenciones. Dos se pusieron a limpiar el piso del asiento delantero, y otros dos el de atrás. Luego empezaron a bruñir con desacostumbrado esmero las ventanillas, las agarraderas de las puertas, el tablero, el espejo y la lámpara interior. Al poco rato, los de adelante cambiaron de sitio con los de atrás, y la tarea de lustrar recomenzó.
No comprendí el motivo de tan exagerada atención hasta que los cuatro salieron del auto. Al encender la marcha me di cuenta de que la radio había estado transmitiendo la Serie Mundial de béisbol. El juego terminaba justamente en ese momento.
—J.W.L.
PARA EVITAR el pago por servicios de mantenimiento, estipulado en su contrato de alquiler, un negociante decidió cambiar él mismo una lámpara larga de luz fluorescente. Compró el repuesto y se las ingenió para llevarlo a su oficina sin que lo viera el personal de servicio del edificio.
Pero después surgió otro problema inesperado. El tubo quemado no cabía en el cesto de la basura, sería peligroso romperlo y, claro estaba, no podía entregarlo a los encargados del edificio. Recordó, por suerte, que cerca de la estación del Metro en que se bajaba había un recipiente grande para la basura.
Entró aquella noche en el Metro, y colocó la lámpara en posición vertical, apoyándola en el piso del vagón. Conforme este se llenaba, algunos pasajeros se asían del tubo, creyendo que pertenecía al vehículo.
Cuando llegó el momento de apearse, el negociante ya había formulado otro plan: Dejó la lámpara en manos de los otros pasajeros, y salió tranquilamente del tren.
—T.B.
UNA CIRCULAR emitida por la oficina de recaudación de impuestos, fue enviada por correo a uno de sus propios empleados, y sin falta llegó a casa de este. Le pedía que proporcionara cuanto antes a aquella oficina su dirección postal.
—L.H.