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octubre 02, 2009
Cuando estaban fijando en el tablero los resultados de los exámenes finales en la Facultad de Medicina de la Universidad de Birmingham (Inglaterra), un estudiante muy optimista intentó abrirse paso entre la anhelosa muchedumbre. "¡Déjenme pasar!" gritaba. "¡Quizá ya sea médico!"
—S.M.
De lunes a viernes, de las 10 de la mañana hasta mediodía, Hans Guhn, médico de plantas cuya fama se ha extendido más allá de Francfort, su ciudad natal, ofrece consejo a los amantes de las flores en su clínica, el invernadero del Parque Bethmann, en Francfort. Con el "paciente" amorosamente sujeto entre los brazos, los visitantes expresan su preocupación por una azalea que no florece, un cacto infectado de piojo, o un caucho con feas manchas castañas. Único en su género en la República Federal, este hospital de plantas acepta que se internen las plantas enfermas para tratamiento gratuito. Con la temperatura, la humedad y una dieta cuidadosamente reguladas, las plantas pasan por un período de convalecencia después del cual se les da de alta, con instrucciones para continuar el tratamiento en casa. Entre 80 y 100 dueños de plantas acuden diariamente a la clínica, y hasta 30 "pacientes" quedan en la clínica para tratamiento adicional.
—Rundschau, de Francfort (Alemania)
Cada vez que la historia se repite, el precio se duplica
—T.L.
ESCENA METROPOLITANA
Sólo porque muchos de nosotros no vivimos en un bosquecito de pintorescas viviendas y aun más folklóricos habitantes, no quiere decir que las grandes ciudades no den materia para la leyenda. Allí existen todavía los seres desvalidos junto con los ogros y los héroes. Sólo hace falta un poco de imaginación para reconocerlos. Por ejemplo:
En una bocacalle espera, ante la luz roja de un semáforo, un coche rojo. Inmediatamente detrás aguarda un taxi amarillo. Aparece una viejecita, quien, apoyada en un bastón, comienza a atravesar la calle con paso incierto. Cuando se encuentra exactamente entre los dos faros del automóvil rojo, el semáforo cambia a verde. En ese mismo instante, el taxista hace sonar el claxon. El conductor del coche apaga el motor, retira las llaves del encendido, se apea, se acerca al taxi y le alarga las llaves al chofer diciéndole: "Tome, atropéllela usted. Yo no tengo el valor de hacerlo".
—L.V.G.
COMPARACIONES
Los estadios deportivos son cual monasterios; los juegos individuales nos graban en la memoria aisladas imágenes resplandecientes como las de un libro ilustrado. Nos inspiran cierto temor reverente y familiar. Son nuestras catedrales.
—M.N.
El director de orquesta sir Thomas Beecham, ya desaparecido, decía refiriéndose al clavicordio: "Suena como un par de esqueletos ejecutando la danza de la fertilidad sobre un techo de zinc".
—G.B.
Hace poco, viajando en el ferrocarril subterráneo de Londres, descubrí que no tenía cambio. Esperaba, pues, una acogida bastante fría por parte del cajero de la oficina de boletos al entregarle, excusándome, un billete de cinco libras esterlinas. Sin embargo, con gran contento mío, sonrió diciéndome: "No se preocupe. ¡Tratamos de servir tanto a los ricos como a los pobres!"
—K.W.J.
Cuando mi hijo era recluta se ganó un premio importante. Sus compañeros de compañía hicieron una colecta para que mi nuera pudiera asistir a la ceremonia de rigor. Como a los reclutas no les está permitido salir del campamento, un joven teniente se ofreció amablemente para ir al aeropuerto a recibir a la joven. Mi hijo le describió minuciosamente a su mujer: ojos, color de pelo, altura, peso, etcétera. Luego la llamó a ella por teléfono para darle todos los pormenores del teniente, también con gran lujo de detalles. Pronto llegó el día. Mi nuera estuvo esperando largo rato en él aeropuerto, que parecía estar lleno de tenientes que respondían a la descripción que mi hijo le dio. Por fin se le acercó un joven que, presentándose, le preguntó su nombre y, con un suspiro de alivio, la condujo hasta un taxi. Tras un rato de silencio, ella dijo tímidamente:
—Teniente, estoy segura que lo hubiera encontrado en seguida si mi marido me hubiera advertido que es usted negro.
—Le diré —repuso el oficial, riendo—: yo también la hubiera hallado antes si él me hubiera dicho que está usted embarazada.
—E.P.
El salón de descanso de la escuadrilla era a menudo escena de discusiones amistosas entre pilotos y navegantes sobre cuál de los dos oficios era más esencial para la eficaz operación de los cazas de chorro. Cierto día un piloto, pidiendo silencio con aire de triunfo, leyó en voz alta la siguiente "definición" que aparecía en una revista de aviación: "Ignorancia crasa: 144 navegantes".Rompió el silencio un navegante, inquiriendo: "¿Por qué ciento cuarenta y cuatro?"
—J.A.Q.
Si deseas formar parte de la fila más pequeña del mundo, colócate entre aquellos que creen que se les paga más de lo merecido.
—B.V.
Comentario del escritor político Walter Henkels, de Bonn: "Los pantalones de fantasía no hacen al estadista".
—Janik Press Service
La ópera Ótelo, de Verdi, ha sido calificada como el Everest operático para el tenor. Ser un buen Ótelo exige la voz de un Caruso, las habilidades histriónicas y la inteligencia de un Laurence Olivier, y la estatura y fuerza física de un Mohamed Alí.
El tenor italiano Giovanni Martinelli, uno de los grandes intérpretes de aquel personaje, oyó cierta vez a un fornido compatriota suyo hacer sonoramente el papel, y comentó: "Parece un camionero". Sus oyentes, sorprendidos de esa expresión porque Martinelli fue siempre hombre generoso, le pidieron su opinión acerca de cierto Ótelo norteamericano, igualmente vigoroso. "¡Ah!" respondió. "Ese canta como un camión".
—H.M.
La primera pista sin hielo para patinar en hielo se inauguró en 1974 en Courpalay, pequeña población cercana a París. Para reemplazar el hielo, se emplean grandes bloques de plástico, reduciendo así a la mitad el costo de una pista ordinaria, lo que, además, permite usarla durante todo el año. Después de cinco a seis años de uso, los bloques se vuelven al revés, presentando así una superficie enteramente nueva. Ya se ha abierto en Romorantin, al sur de París, una segunda pista, mayor que la primera, y unas 50 poblaciones más en Francia han demostrado interés por hacerlas instalar.
—L'Express, de Francia
La ausencia solía aumentar el cariño profesado al ausente, y aún lo sigue haciendo así, gracias a los barcos y trenes, a los que los aviones no han logrado eliminar, por fortuna. Vaya usted al muelle o a la estación del ferrocarril, y allí verá a esposas y madres llorosas diciendo adiós a esposos e hijos que van lejos de sus hogares. Vaya en cambio al aeropuerto. Nadie llora, ni aun la más tierna de las madres. Aunque su hijo se marche al Japón, podrá regresar en un día si fuera necesario. Si el muelle es un lugar para las lágrimas, el aeropuerto lo es para las sonrisas. La era del jet ha propinado un duro golpe a los sentimientos familiares.
—G.M.
PROBLEMA CANDENTE
En el decenio de 1591 a 1600 la provisión de leña en Inglaterra era tan escasa que el precio de ese artículo subió hasta las nubes. A fin de conservar la que quedaba y obtener algún alivio, comenzó a usarse como sustituto una fuente de energía muy poco socorrida: el carbón. Ese cambio originó incontables innovaciones técnicas que a la postre dieron comienzo a la revolución industrial. Quienes sean tan pusilánimes que nos crean incapaces de hacer frente a la actual crisis de energía, que consideren la gran escasez de leña de aquel decenio.
—OS.
Aun con lleno completo, Pat Layton, jefe de taquilla del Teatro Nacional de Londres, era capaz de encontrar asiento para los amigos de los actores. Cuando se jubiló le regalaron un cheque y un libro de dedicatorias de estrellas tales como sir Laurence Olivier, Albert Finney y Constance Cummings. Esta última escribió: "Ojalá llegues al cielo antes que yo... Así estaré segura de obtener allá un buen lugar".
—DE.
La actriz Tallulah Bankhead visitó en cierta ocasión a una familia que tenía un hijo adolescente muy rebelde y antipático.
—No sabemos ya qué hacer con él —protestó la madre.
—¿Y por qué no hacen de él una bonita alfombra? —propuso Tallulah.
—D.F.Y.AJ.
CASA LLENA
Una sección necrológica que aparece siempre en el boletín de cierta iglesia, lleva por título: "En la mansión de nuestro Padre". Hace algún tiempo el impresor devolvió la prueba de galera, después de encerrar en un círculo los dos últimos nombres con la anotación: "Pendientes. No hay cupo".
—D.CA.
Entré a la carrera en la iglesia en busca de algo que había olvidado y me paré en seco al ver un letrero que el mozo había colocado junto al piso recién lavado: "Favor de no caminar sobre el agua".
—F.A.
Del Awesasne Notes, periódico de los indios mohawk, una de las "naciones" de los primitivos pobladores de Norteamérica: "Nosotros no considerábamos las grandes llanuras abiertas, los hermosos cerros ondulados ni los sinuosos arroyos, con su enmarañada vegetación, como algo bravio. Sólo para el hombre blanco la naturaleza resultaba salvaje, con animales cerriles y hombres también salvajes. Para nosotros, era dócil. La tierra era pródiga, y vivíamos rodeados de las bendiciones del Gran Misterio".
TIEMPOS MODERNOS
Cierto bibliotecario teme que las cartas de amor hayan pasado de moda. Culpa de ello al teléfono y al bolígrafo: "Con este", dice, "se puede escribir tan de prisa que casi no deja tiempo para pensar y elegir las palabras. Yo he escrito con pluma de ganso y plumilla con portaplumas, y descubrí que lo hacía de una manera totalmente diferente y con mayor cuidado".
—L.I.N.
David Ben-Gurion solía ofenderse mucho cuando lo acusaban de dirigir antidemocráticamente a su partido, y más tarde al gobierno israelí. Cierta vez, cuando tal acusación se había hecho en una reunión del partido, Ben-Gurion se volvió a un ministro de Estado que, en su concepto, era absolutamente honrado.
—Dígales usted, Naphtali, si le parece que dirijo las reuniones de manera antidemocrática.
Peretz Naphtali miró a Ben-Gurion con la más amistosa sonrisa. Luego respondió, reflexivamente:
—Yo no diría eso. Pero sí que el partido siempre vota, en forma escrupulosamente democrática, lo que usted desea que vote.
—Golda Meir
En Queensland (Australia), mientras jugaba al golf con mi esposa, encontramos varios canguros en el campo. Dos estaban tendidos justamente en el paso hacia el noveno hoyo. En vano lanzamos varias veces la clásica voz de advertencia. Luego mi mujer le dio a su pelota, con la esperanza de que pasara por encima de los animales. La bola rebotó y dio en el lomo de uno de los marsupiales. Este se levantó perezosamente y, mirando con disgusto a su alrededor, le propinó a su compañera, qué aún estaba tendida, un golpe en la cabeza.
—AJ.
La experiencia nunca nos ayuda a evitar el cometer alguna indiscreción; únicamente nos impide gozar de ella.
—F. de C.
ADVERTENCIA
Una chica a otra, en una discotheque: "Ten cuidado con ese tipo... El segundo trago se le va a las manos".
—M.W.P.
¡QUIETO, FIDO!
Durante la primera época de operaciones de la línea aérea El Al Israel, el gerente de su estación en el Aeropuerto de Londres a veces hallaba tiempo para desempeñar algunas tareas adicionales, tal como el sacar a pasear por la pista a algún perro que viniese a bordo, mientras el avión se reaprovisionaba de combustible. Cierto día, cuando comprobaba la carga de un aparato que había llegado con anticipación a la hora anunciada, vio un perro grande parecido a un zarrapastroso pastor alemán. El can se le quedó mirando con ojos suplicantes. Así, pues, el bondadoso funcionario, tomó un trozo de cuerda, lo ató al cuello del animal y, con cariñosas palmaditas, lo condujo hacia la pista. El perro dio algunas alegres carreras exploratorias, saltando y husmeando con gran placer, mientras el gerente apenas podía dominarlo.Tras algunas caricias de despedida, el perro fue colocado nuevamente en su jaula, y el gerente volvió a su oficina a examinar su correspondencia. Sobre el escritorio encontró un cablegrama urgente: "Deseamos advertirle que un lobo destinado al Parque Zoológico de Londres va en el avión. Manéjelo con extremada cautela".
—W.A.R.
Cuando decidieron erigir una estatua a Karl Marx en Pequín, Mao Tse-tung dirigió personalmente la obra. La estatua muestra a Marx leyendo los Pensamientos de Mao Tse-tung.
—World Today, de Hong Kong
Que se nos haga un agravio nada significa, a menos que insistamos en recordarlo.—Confucio Cuanto más haces, más eres.
—A.P.
Todavía existen familias suizas que acostumbran darse un baño en los fines de semana (y sólo entonces). Una rica pareja helvecia se hospedó en Nueva York en un hotel de lujo, y la esposa le escribía a su familia con entusiasmo: "Ocupamos una habitación que tiene un baño con paredes de mármol. ¡Lástima que no sea sábado!"
—C.T.