Publicado en
octubre 25, 2009
Erwin Kostedde juega con el equipo alemán contra Grecia, en 1975.
El éxito supremo para este rutilante astro del fútbol de Alemania sería encontrar a su padre... y encontrarse a sí mismo.
Por Alan Levy.
ES SÁBADO por la tarde en la cuenca carbonera e industrial del norte de Alemania. Una multitud de 27.000 personas se encuentra en el estadio de fútbol, ataviada con los colores amarillo y negro del equipo Borussia Dortmund 09. Allá en el campo, el Dortmund viste camiseta amarilla y negra adornada con la palabra Samson, que es una marca de tabaco holandés. Uno de los jugadores, por cierto, hace honor al nombre, pues se parece a Sansón, no sólo por su cabello rizado y tupido, sino por su figura corpulenta (1,82 metros y 83 kilos) y su engañoso modo de correr. Hay algo más que lo distingue: es negro. Cada vez que hace contacto con el balón con los pies, la cabeza o el pecho, la muchedumbre grita "¡ER-win! ¡ER-win!" y él maniobra el balón haciendo girar levemente el tobillo o la rodilla. Ya para concluir el primer tiempo, encuentra una oportunidad y, aunque habiendo perdido el equilibrio, dispara el balón con fuerza sorprendente y anota. El estadio estalla en un alarido.
Luego viene el segundo tiempo. En cierto momento Erwin corre velozmente tras el balón, que virtualmente lo espera. Pero un contrario más rápido llega por detrás como un rayo para arrebatarle el esférico y los aficionados silban en señal de desaprobación. Una voz ronca y fuerte retumba en el estadio: "Du fauler Nigger!" ("¡Negro holgazán!")
Erwin Kostedde sigue el juego, fingiendo no haber oído el insulto. Su habilidad hace que las complicaciones parezcan fáciles. Pero esas complicaciones existen, y muchas de ellas en lo íntimo del hombre, porque Erwin sí escucha las burlas que vienen de las tribunas.
Aunque el Borussia Dortmund pagó el equivalente de unos 270.000 dólares en 1976 al comprárselo al Hertha BSC Berlín, Kostedde desea ser transferido, de preferencia a los Estados Unidos, de donde, según él, ha recibido ofertas. Tiene una razón personal para ir a jugar allá: quiere encontrar a su padre, del que casi no sabe nada, salvo que debe de ser un ex soldado negro norteamericano de la Segunda Guerra Mundial destacado en las inmediaciones de Münster en 1945.
"Mi padre podría ser un asesino, o tal vez un clérigo protestante, o quizá haya muerto, pero es un deber mío y una obligación para con mi esposa indagar quién fue". El superastro conducía su dorado Mercedes-Benz por la autopista. Mientras conversábamos, noté que el velocímetro marcaba 160 k.p.h., y que los nudillos del futbolista se le habían puesto casi blancos. Comprendí que Erwin Kostedde necesita comprobar que sus antecedentes familiares no son tan malos como la gente supone.
BOLETINES DE FÚTBOL
Erwin Hein-rich Kostedde nació en el suburbio de Mauritz, en Münster, el 21 de mayo de 1946; hijo de María, de 39 años, viuda de Franz Kostedde, soldado alemán desaparecido años antes en el frente ruso. Münster es una comunidad católica conservadora, donde en aquellos tiempos, como dice Erwin, "no vestiría uno pantalones de mezclilla los domingos. Así que imagínese lo que significaba ostentar todos los días una piel de color diferente de los demás y ser hijo ilegítimo".
Su primer día en el jardín de niños, a la edad de cuatro años, fue un desastre. "Cuando llega un chico nuevo a la clase, todo el mundo lo observa durante un minuto. A mí me estuvieron mirando todo el día".
Erwin era un estudiante mediocre, pero le encantaba jugar al fútbol en la calle. Durante un partido callejero, un agente de la policía, de nombre Theo Glaess, lo vio jugar y le compró su primer par de botines. Erwin recuerda a su mentor Glaess como lo más parecido a un padre que haya tenido.
El policía encabezaba el programa juvenil de una agrupación denominada club deportivo Münster 08, e invitó a Erwin a incorporarse. A la edad de ocho años era el jugador más joven (la mayoría de los muchachos tenían once o doce años) y, sin embargo, ya en su tercer juego se le consideraba uno de los mejores. El niño se sentía más a su gusto en el campo de fútbol que en ninguna otra parte.
En casa había seis chicos mayores que él: un hermano y cinco hermanas. Cierta vez, en un momento de ira en el curso de una riña, una de sus hermanas le gritó: "¡Lárgate adonde te corresponde!" Pero, ¿dónde era eso? Su madre nunca le respondía cuando él le preguntaba: "¿Por qué soy tan diferente?"
También tenía problemas en la escuela parroquial pública. Cuando el director vio a Erwin jugar badminton con una de sus compañeras de clase frente a la casa de la niña, fue a hablar con los padres y les preguntó por qué permitían que su hija jugara con aquel Mischling (mulato). Los padres se opusieron resueltamente al director y su hija continuó jugando con el muchacho.
Al cumplir 12 años, Erwin ganó el primer lugar en los premios anuales de atletismo masculino de la escuela. Generalmente se recompensaba al mejor chico y a la mejor atleta con una visita al Ayuntamiento y con un premio del alcalde, pero el director advirtió a Erwin: "Tú no puedes ir", y envió en su lugar al alumno que obtuvo el segundo premio. Con esto, el muchacho se rebeló. Si no podía representar a su escuela en el Ayuntamiento, declaró, no iba a representarla tampoco en el campo de fútbol.
La mayoría de sus compañeros de escuela comprendían su resentimiento, pero no así el profesor de su clase, que lo retenía en el salón día tras día y solía decirle: "No sirves para nada. Acabarás en malos pasos".
Años más tarde, después de una difícil victoria en Mayen del Eifel, Erwin se encontraba en los vestuarios echado en un banco, recobrando el aliento, cuando un hombre se abrió paso preguntando: "¿Dónde está Erwin Kostedde? Lo conozco; fui su profesor". El astro deportivo, que se conducía como un caballero, lo recibió amablemente. ("La gravedad de una ofensa", dice, "se mide por la categoría del ofensor".)
FORMACIÓN DE UN PROFESIONAL
A la edad de nueve o diez años Erwin Kostedde probó por primera vez la embriagadora emoción de disparar un balón que no pudo detener el portero. Después de esto, el anotar goles llegó a ser su "máxima aspiración", su misión en la vida, su razón misma de ser.
Al cumplir los 11 años se incorporó al club, deportivo Saxonia Münster, y seis años más tarde se pasó al Preussen Münster. El presidente del club, Josef Oevermann, le ofreció 320 marcos alemanes (unos 144 dólares) al mes por jugar (además de una prima por juegos ganados) y 700 (315 dólares) mensuales por trabajar como cerrajero en su compañía constructora.
No obstante, nada le parecía suficiente para conjurar al persistente fantasma del padre desconocido: ni siquiera cuatro años de triunfos con el Preussen Münster. Cierta noche, Erwin Kostedde volvió tarde a casa después de haber ingerido una buena cantidad de cerveza y despertó a su madre para exigirle:
—Quiero saber exactamente qué sucedió. Necesito saber cuál es mi origen.
—No puedo decírtelo —contestó ella.
Y desde entonces, se ha negado a añadir una palabra más.
Erwin explica así lo que pudo haber sucedido: "En Alemania, en 1945, la gente se moría de hambre. Los norteamericanos tenían alimentos. Para una madre de seis niños, conocer a un norteamericano era una situación ventajosa que muchas veces llevaba a una relación más estrecha".
No era ello una mera fantasía de Erwin, sino un anhelo.
En 1967, después de hacer su servicio en el Ejército durante un año y medio (jugando al fútbol), Erwin Kostedde se convirtió en profesional a la edad de 21 años. Se incorporó entonces al M.S.V. Duisburg, en el Ruhr (los mineros solían llamarlo "nuestra Perla Negra"). En un principio jugó bien, pero la ciudad lo deprimía. Vivía solo en una habitación alquilada y no tenía planes para el porvenir. El licor, las mujeres y el tabaco eran soluciones temporales. El entrenador principal le dijo: "O vives decentemente o te vas". Erwin sabía que podía prescindir de sus vicios, pero no le gustó la amenaza.
Aceptó una oferta del Standard de Lieja, en Bélgica, y abandonó su vida licenciosa. Los meses en que no había partidos, estuvo en Münster, cortejando a Monique Otto, de 19 años, que trabajaba en el restaurante de su familia. Tres meses después se casaron.
...Y TAMBIÉN AMOR
Pelirroja, franca de carácter, hija de padre luxemburgués y madre alemana, Monique Kostedde es, a su manera, la esposa ideal para Erwin, hombre inclinado a cavilar. En su lujosa residencia (con valor de 225.000 dólares), nos encontrábamos él y yo hablando de su problema racial. Monique nos interrumpió:
—Eres demasiado sensible, Erwin. ¡Aquí me tienes a mí! Me apodaban Rotfuchs ("la Zorra Escarlata") cuando era pequeña, pero nunca hice caso de burlas.
—No es lo mismo, cariño —repuso dulcemente. Luego, dirigiéndose a mí declaró:
—La mayor virtud de mi esposa es que no me ve como un Mischling, sino como Erwin.
El hijo sietemesino de ambos, Markus Kostedde, nacido en mayo de 1969, murió cinco días más tarde. Mientras tanto, los esfuerzos de Erwin para encontrar a su padre cobraron renovada intensidad. En dos ocasiones se puso en contacto con la embajada de los Estados Unidos en Bonn, donde le informaron que no se llevó registro de los casos donde no se presentó ninguna reclamación. Hacer una investigación especial tal vez significaría tener que repetirla por lo menos con otros 6000 Mischlings de la generación de Erwin, y el gobierno estadounidense no quiso meterse en tal empresa.
¡Pero en Lieja adoraban a Erwin! El Standard había pasado siete años bastante malos antes de que se uniera al equipo en 1968. Durante sus tres años en el club, el equipo obtuvo tres campeonatos en Bélgica. Pero él no quiso seguir allí. "Perdónenme", rogó, "pero me siento alemán. Alemania es mi patria y el alemán mi lengua materna".
Así que, en 1971, el Standard de Lieja lo vendió otra vez a su suelo patrio: al equipo Offenbacher Kickers. El precio fue el equivalente de unos 400.000 dólares que en aquel tiempo era una cantidad exorbitante para un futbolista en Alemania.
"El Offenbach se convirtió en una gran aventura amorosa para Erwin", cuenta el entrenador Otto Rehhagel. "El equipo acababa de caer al último lugar de la liga, pero gracias a Erwin volvió a ascender rápidamente. El muchacho deseaba sentir que hacía falta, y en Offenbach consiguió todo eso y también amor".
Uno de sus grandes momentos llegó en octubre de 1974, cuando anotó lo que fue aclamado como "el gol del año" jugando contra el Borussia Monchengladbach. El balón cruzó 30 metros por los aires. Kostedde saltó, lo recibió con su amplio pecho y en seguida, aunque el tenaz defensa Berti Vogts, as del fútbol alemán, se lanzó a detenerlo, Erwin disparó hacia la meta para hacer gol sin que el balón tocara siquiera el suelo. El lo considera el gol de su vida. Dos meses después confirieron a Erwin Kostedde, el Mischling de Münster, el honor más preciado: un puesto en la selección nacional de Alemania.
Lo que podía ganar Erwin entonces era demasiado para los recursos de su querido Offenbach, y por tanto comenzó una vida nómada como futbolista muy caro. Los Kickers de Offenbach lo vendieron en 1975 al Hertha BSC Berlín. De allí pasó a Dortmund, donde el Borussia, ganador de la Copa de Europa en 1965, pasaba por una mala racha. Con Kostedde en el equipo, logró conservar el octavo lugar que acababa de adquirir en la Liga Federal de Fútbol Alemana, compuesta por 18 equipos.
Por entonces, consagrado ya en el fútbol, Erwin trataba aún de acostumbrarse a que los volubles aficionados se mofaran de él o lo vitoreasen, considerando a su superestrella, que percibía un sueldo anual de 250.000 marcos alemanes, (unos 110.000 dólares) como un objeto económico. Además, Erwin parece destinado a pasar ratos difíciles con la prensa. Por ejemplo, durante una entrevista con un periodista holandés, respondió con inocente franqueza a una pregunta de tipo racial: "Aquí me tiene, un jugador alemán de fútbol que es también un Mischling. Hoy recomiendo productos comerciales y firmo autógrafos, pero si yo hubiera vivido hace unos cuantos años, Hitler me habría enviado a la cámara de gas". Un periódico alemán publicó tal declaración en la primera página: Hitler me hubiera enviado A LA CÁMARA DE GAS: KOSTEDDE. Los sábados siguientes apareció un sector totalmente nuevo del público (o antiguo más bien) para hacer mofa de él.
Por tanto no es extraño que Erwin haya comenzado a considerar la posibilidad de jugar en los Estados Unidos.
LA BUSCA FINAL
El objeto primordial de Erwin Kostedde sigue siendo encontrar a su padre. Con la ayuda de un investigador especializado, ha logrado reducir su busca a cinco unidades con personal de raza negra del Ejército de los Estados Unidos que estuvieron destacadas cerca de Münster a fines del verano de 1945. Por esas fechas la mayoría de tales unidades eran pequeñas, así que el número de los progenitores posibles quizá sea de 2000 o menos. Una nueva investigación que se inicie en los Archivos de la Nación, el Centro de Historia Militar y la oficina del Administrador General del Ejército en los Estados Unidos, quizá con el tiempo conduzca al futbolista a encontrar a su padre.
La busca final tendrá que esperar hasta que Kostedde pueda trasladarse a los Estados Unidos. Allí desea seguir practicando lo que mejor sabe hacer: jugar al fútbol. Pero está convencido de que nunca descansará hasta conseguir, con esa apasionada decisión que pone el gran jugador para meter un gol, sacar a luz sus propias raíces.