POR QUÉ EL HOMBRE DESCONCIERTA A SU ESPOSA
Publicado en
octubre 02, 2009
Aunque aprueban de dientes para afuera la "liberación" de sus mujeres, muchos hombres experimentan en el fondo diversos resentimientos. Si no se atienden a estas "perturbaciones del papel sexual", habrá problemas.
Por Morton Shaevitz.
EL VARÓN de hoy, inmerso en la revolución de los papeles sexuales, se ha puesto una máscara para ocultar los encontrados sentimientos que le suscita el giro tomado por sus relaciones con las mujeres. En público expresa su beneplácito ante el cambio; pero, en privado, cuando ninguna mujer está presente, exterioriza sus verdaderas emociones y pronuncia palabras tales como "presionado", "resentido", "exasperado".
Las mujeres, cuando tratan de descifrar la actitud inescrutable del varón, suponen, erróneamente, que él reacciona o siente de manera semejante a como lo hacen ellas. La verdad es que hombres y mujeres sienten, piensan y actúan de manera muy distinta en lo que respecta al sexo, la intimidad, la crianza de los hijos, las labores del hogar, etcétera. En esta era de la igualdad, se hace hincapié en las similitudes entre uno y otro sexo, como si las diferencias constituyeran un problema. Claro que pueden serlo, pero sólo cuando no se comprenden bien.
Imaginemos a Adán solo en el Edén, y tendremos una idea de lo que sienten hoy muchos hombres. Mientras que para las mujeres el principal problema es el exceso de preocupaciones (lograr un equilibrio entre su carrera, sus relaciones personales, sus hijos y la casa), la crisis de los hombres se traduce en soledad y ausencia de la mujer. Hace algunos años, la mayoría de los esposos, después de trabajar, encontraban su casa impecable, comida caliente, y a una esposa solícita y cariñosa. Hoy las mujeres salen a trabajar, y sus maridos ya no cuentan con ellas como antes, por lo que se sienten abandonados y vulnerables.
Las mujeres obtienen apoyo emocional de sus amigos y sus parientes, mientras que la mayoría de los hombres carecen de estos apoyos, pues solamente intiman con su esposa o su amante. Así pues, cuando sus compañeras les dedican menos atención, se consideran rechazados o abandonados.
Sandy tiene un empleo de tiempo completo. A Jeff, su esposo, le gusta que ella aporte dinero a la casa, aunque le desagrada no tenerla cerca en cualquier momento. Jeff comenta: "Cuando llego a casa por la noche y deseo charlar con Sandy, ella me elude; primero tiene que preparar la cena; después, los niños necesitan algo, o alguna amistad le habla por teléfono. Sandy charla con su hermana, sus amigos y su madre, y yo, en cambio, sólo la tengo a ella. Me siento abandonado".
Jeff me confió a mí que se sentía abandonado, pero a Sandy le dijo que estaba enojado. A la mayoría de los hombres se les dificulta aceptar que se sienten solos y lastimados, y en lugar de reconocerlo, se irritan. Sandy quedó confundida ante el mensaje doble de Jeff, y como se siente criticada constantemente, también acaba por enojarse.
Con el tiempo llegamos a una solución que satisfacía la necesidad de atención de Jeff y el sentido de responsabilidad hacia los demás de Sandy. La primera media hora que transcurre desde que Jeff vuelve a casa es "para ellos": se van al estudio a conversar, y la cena se retrasa media hora, pero vale la pena.
A MUCHOS hombres les afecta también la falta de tiempo para hacer el amor, y los desalienta que sus compañeras, siempre cansadas o con la mente en otras cosas, no tomen en cuenta sus necesidades sexuales. El acto amoroso suele satisfacer la necesidad de intimidad de los hombres, y esto desconcierta a las mujeres, pues ellas necesitan sentir esa intimidad desde antes de la actividad sexual. Si las parejas no logran zanjar tales divergencias, pueden pasar por dificultades.
Amy y Bob llevan tres años de casados, y él está preocupado por su relación. "Antes salíamos a menudo", comenta, "y Amy era divertida, romántica, entusiasta y sensual. Ahora se dedica a ella misma, a su trabajo y al niño. Rara vez tenemos relaciones sexuales".
Bob reconoció que él también había cambiado desde que se casó. Trabajaba más, y varias veces a la semana regresaba tarde de la oficina. Hacía fres meses que no salía con su esposa. Le hice ver que ella no necesariamente lo estaba rechazando, sino que la abrumaban tantas presiones: el trabajo, la casa y la maternidad. Le aconsejé que reservara una noche a la semana para salir con Amy, y que le avisara a primeras horas de la noche cuando tuviera deseos sexuales. De esta manera, si ella se sentía agotada o tensa, podría decírselo. A Amy le encantó la idea de la salida semanal, y poco a poco la relación conyugal de esta pareja fue mejorando.
El TRABAJO doméstico es otro punto que puede causar rozamientos, pues muchas veces no existe una base para el buen entendimiento de los dos sexos a este respecto. Las mujeres que trabajan fuera de casa consideran que la pareja debe compartir las tareas hogareñas. Cuando sus esposos no colaboran espontáneamente, se sorprenden y se irritan.
Lo que las mujeres no entienden es que los hombres tienen un punto de vista distinto en lo que a esto se refiere. Ellos han sido educados para sostener a la familia, y no para barrer, ni lavar los trastos. El hogar es para ellos un refugio; el lugar donde se relajan. No comprenden que las mujeres se irriten por algo, "tan insignificante" como los quehaceres caseros, y se enfadan cuando ellas se niegan a acompañarlos en su descanso antes de que el último plato esté limpio.
Josh y Eleanor estaban recién casados, y ambos trabajaban. Un sábado por la mañana, Eleanor le pidió a Josh que la ayudara a arreglar la casa, para que ella pudiera descansar el resto del día; él no quiso hacerlo y se fue a jugar al volibol. Eleanor se sintió entonces muy contrariada, y Josh también se molestó, pues le dolió que su esposa no quisiera acompañarlo e insistiera en pasar la mañana arreglando la casa.
Lo que los hombres necesitan de las mujeres es, más que nada, que les hagan caso y los acompañen. A ellos no les gustan los quehaceres de la casa (y tampoco a ellas), pero seguramente los harían sin tanta protesta si supieran que, a cambio, su compañera les dará más atención.
ES POSIBLE que los maridos nunca lleguen a colaborar de buen grado en las tareas del hogar, pero sus ideas acerca de la paternidad sí están cambiando. Y, sin embargo, también esto tiene sus bemoles. Muchos hombres desean participar en el cuidado de sus hijos, hasta que, llegado el momento, se dan cuenta de que no pueden poner en práctica sus buenas intenciones. Aunque el padre y la madre sean primerizos, las madres, por lo general, tienen mayor experiencia en lo que se refiere a atender al bebé, y muchas veces acaban por criticar a sus afligidos esposos. Esto es lo que les ocurrió a Harry y a Susie.
Antes de que naciera su primogénito, Harry le prometió a Susie que sería un padre modelo. Se inscribió en un curso sobre parto natural, visitó guarderías, y escogió la cuna.
¿Y qué pasó? Cuando ya había nacido Andrea, Susie le reclamaba a su esposo:
—Casi no le dedicas tiempo. La tomas en brazos; ella se pone a llorar y me la das a mí.
—¿Por qué no me enseñas a cuidarla? Cada vez que la tomo en brazos me criticas. Una vez hasta me dijiste que iba a dejarla caer —protestó Harry.
Susie se desilusionó, porque lo que Harry le había prometido era muy diferente de lo que hacía. Él necesitaba que su esposa entendiera que se sentía inseguro para cuidar a Andrea, pero en vez de manifestarlo evitaba cuidar a la criatura.
Todo padre primerizo tiene que adquirir confianza poco a poco para dedicarle tiempo a su bebé. Es mejor que este tiempo, al principio, sea limitado, de dos horas cuando más. Conforme el padre va adquiriendo experiencia, aumenta su seguridad y su capacidad para hacerse cargo él solo del niño.
SOSTENER una relación amorosa nunca ha sido tan difícil como en esta época de cambios vertiginosos. Por ello, a continuación damos algunas sugerencias para evitar las desavenencias conyugales:
1. Comprenda que son diferentes las cosas que los hombres y mujeres encuentran gratificantes. Pregúntele a su cónyuge qué necesita, exprésele lo que usted espera, y luego procure con entusiasmo darle gusto.
2. Tome en cuenta que los conflictos en las relaciones humanas son normales. Las desavenencias no significan que el amor se resquebraje, pero sí nunca se resuelven, es necesario aprender formas más eficaces de tratarlas.
3. No se empeñe en salirse con la suya. La mayoría de las personas, cuando confrontan puntos de vista diferentes, se arman para la batalla. En estos casos, ambos contendientes pierden. Las parejas avezadas tratan de encontrar soluciones, en vez de ganar la discusión.
4. Dese tiempo para cultivar su relación: tiempo para hablar (antes de las 9 de la noche; después de esta hora, los desacuerdos se vuelven desastres); tiempo para jugar; tiempo para la relación sexual. La espontaneidad es maravillosa... pero no siempre funciona en nuestras agitadas vidas.
PARA CUALQUIER pareja, el elemento clave (aparte del amor y de la atracción) es la buena disposición para buscar soluciones positivas y originales. Si desea usted conservar una relación sana, interésese en su pareja: descubra qué necesita, qué desea, qué anhela, y exprese usted mismo sus necesidades.
CONDENSADO DE "SEXUAL STATIC: HOW MEN ARE CONFUSING THE WOMEN THEY LOVE". © 1987 POR EL DOCTOR MORTON H. SHAEVITZ. PUBLICADO POR LITTLE. BROWN AND CO. INC. DE BOSTON, MASSACHUSETTS.