ES HORA DE PROTEGER LAS AVES MARINAS
Publicado en
octubre 02, 2009
Después de volar desde Europa, garzas y garcetas se alimentan en Senegal, junto con aves zancudas africanas.
En sus asombrosas migraciones anuales, a lo largo de una docena de rutas de vuelo que atraviesan océanos y continentes, las aves acuáticas dependen de regiones palustres que están amenazadas por el desarrollo de la civilización. Actualmente los gobiernos empiezan a darse cuenta de que, si algo es bueno para esas aves, también conviene al ser humano.
Por Kathleen Rude.
La Islandia boreal es un lugar inhóspito, caracterizado por volcanes en actividad cubiertos de hielo y masas de lava solidificada, que el viento ha tallado hasta formar fantasmagóricas esculturas lunares; es decir, casi el último lugar donde se esperaría encontrar un pantano. Pero entre cráteres y pedregales de lava porosa se encuentra un lago poco profundo, donde se reúne una gran cantidad de aves acuáticas. El área del lago Myvatn es uno de los principales criaderos de patos en todo el mundo. Además, constituye un atractivo turístico y un recurso natural importante para pescadores, campesinos que cultivan las tierras vecinas y aldeanos que recolectan plumón de nidos del eider, o pato de flojel, para fabricar edredones.
El lago Myvatn es sólo una entre multitud de zonas palustres que sirven de refugio a las aves acuáticas migratorias: ya sean ciénagas de agua dulce o marismas, márgenes de ríos que se desbordan, tremedales o bien embalses. Aves tales como patos, gansos, garzas y flamencos dependen de esos lugares, que se encuentran a lo largo de 12 rutas principales de vuelo alrededor del planeta: cuatro en América del Norte y ocho en Europa y Asia.
Las aves acuáticas hacen recorridos asombrosos, incluso en sus primeros meses de vida. Patrick Dugan, especialista en regiones palustres de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (IUCN, por sus siglas en inglés), cuya sede está en Suiza, en cierta ocasión marcó con bandas en las patas a unos polluelos de garceta; esto fue en Europa, un verano. El invierno siguiente, viajó a Senegal, África Occidental, donde localizó, con gran satisfacción, las mismas aves que había marcado.
Esas aves viajaron por una de las ocho rutas de vuelo del Viejo Mundo, siete de las cuales se originan en los criaderos del norte de Escandinavia y la Unión Soviética, y una en el noreste de Canadá, en Groenlandia y en Islandia. La mayor parte de las regiones donde las aves migratorias pasan el invierno corresponde a Europa, África del Norte y Central, Oriente Medio, la India y Asia Sudorienta! Ciertas rutas del Viejo Mundo se prolongan hasta los extremos meridionales de África y Australia, y aun a través del Pacífico, hasta California. (Unas cuantas aves se aventuran todavía más al oriente. En 1977, a un ánsar nival de 14 años de edad, marcado en la URSS, se le dio caza en Texas.)
Las cuatro rutas de vuelo de América del Norte parten de los criaderos que se encuentran en Canadá, Alaska y algunas regiones del norte de Estados Unidos. Cuando el tiempo enfría en el septentrión, patos y gansos siguen esos itinerarios hacia el sur de Estados Unidos, México y Centroamérica, y unas cuantas especies llegan a América del Sur. Pero cada vez les resulta más difícil encontrar dónde descansar y alimentarse. A mediados del decenio pasado se calculaba que el territorio de la Unión Americana, sin contar Alaska y Hawai, había perdido el 54 por ciento de sus regiones palustres originales; quedan 40 millones de hectáreas, pero se están perdiendo a razón de más de 180,000 al año.
Durante siglos se ha considerado erróneamente que las zonas palustres no son más que criaderos de mosquitos y focos de enfermedades tropicales, y que deben desecarse para promover el desarrollo. Sin embargo, los científicos están descubriendo los beneficios que reportan, tales como el control de la erosión y de las inundaciones, producción de peces y moluscos, recreación y agua naturalmente limpia de contaminantes y sedimentos. Ciertos investigadores de la Universidad Estatal de Luisiana estimaron recientemente que el valor comercial y ecológico de una región palustre costera era de entre 15,000 y 20,000 dólares por hectárea. Otro estudio, llevado a cabo en Estados Unidos, arrojó como resultado que una zona palustre de agua dulce tiene para la sociedad un valor 150 veces mayor si se deja intacta, que si se deseca y se vende.
Esos descubrimientos se aplican a las regiones palustres de todo el mundo. Por ejemplo: las de Tailandia se aprovechan para cultivar arroz y obtener pescado. Los pescadores que capturan el plaa buck (silúrido gigante que pesa hasta 250 kilos), pueden ganar 1000 dólares por cada ejemplar, cantidad que está muy por encima del ingreso anual promedio de un tailandés. Durante la época de lluvias, una gran parte de aquel país se inunda, y se cultiva ahí arroz, además de que esas vastas áreas son paradero de patos migratorios que van a invernar.
En la región del Sahel, en África Centrooccidental, la mayoría de las regiones palustres son planicies aluviales muy productivas. En el Delta Interior del río Níger, en Malí, las aves acuáticas que van a invernar desde Eurasia son una importante fuente de proteínas para los habitantes de la región: cada año se capturan unas 40,000 cercetas para venderlas en los mercados locales.
La producción de alimentos no es el único beneficio que se obtiene de las regiones palustres. En Rumania y China, la gente cosecha juncos para usarlos en la industria del papel. Dentro de la vasta zona de pantanos de Irak, que abarca 20,000 kilómetros cuadrados, viven 100,000 Ma'dan o "árabes de las ciénagas", cuya antigua cultura ha cambiado muy poco probablemente desde la época de los sumerios.
En la región costera de la India y Bangladesh, los pantanos de los manglares constituyen una protección contra inundaciones provocadas por los ciclones. En Europa, las ciénagas que rodean a Venecia evitan que se hunda la ciudad, pues alimentan los mantos freáticos.
Sin embargo, la mayor parte de las regiones palustres del mundo corren el peligro de secarse, ya sea porque se canalicen sus aguas para usarlas con algún fin, o por sequías, contaminación o sobrepoblación. Por ejemplo: en los bajos del Waddenzee, pequeño brazo del mar del Norte que comparten Holanda, Alemania y Dinamarca, y cuya extensión es de 760,000 hectáreas, viven muchas especies de peces, y además esos lugares constituyen una parada de descanso para la barnacla carinegra, que vuela unos 5000 kilómetros desde el norte de Siberia. Pero la contaminación orgánica, los metales pesados y otras sustancias tóxicas están matando a las aves acuáticas y amenazan a los peces; aun así se están haciendo planes para lograr un mayor desarrollo industrial y portuario, además de que, con la construcción de nuevos diques, se arrebatan sectores palustres a la naturaleza.
En la URSS, el mar Caspio y el mar de Aral son zonas de descanso para millones de aves acuáticas migratorias. El nivel de la superficie del mar de Aral descendió diez metros entre 1960 y 1985, debido a que gran parte del agua de los ríos afluentes se ha canalizado con fines de riego; y el proceso continúa. En el mar Caspio el descenso no ha sido tan brusco, pero se planean nuevas obras de riego que entrañan una amenaza para las aves acuáticas y la pesca; en el caso de esta última, se trata del 90 por ciento de la captura mundial de esturión.
En España, las Marismas del Guadalquivir, que se extienden desde Sevilla hasta la costa del Atlántico, son probablemente la única región palustre extensa que se conserva casi intacta en Europa Sudoccidental. Los escurrímientos provenientes de las tierras cultivadas que las rodean contaminan las marismas con herbicidas y pesticidas, y la pérdida de agua que se destina a obras de riego y para el consumo humano amenaza el manto freático.
El lago Ichkeul, en Túnez, es uno de los principales lugares de invernadero en el Mediterráneo para unas 200,000 aves acuáticas. El lago es alimentado principalmente por seis wadis, o ríos, que se secan en verano, y esto es causa de que el nivel de su superficie baje temporalmente y afluya agua salada del Mediterráneo. Las presas que ya se han construido y las que se planean construir en esos wadis reducirán notablemente el caudal de agua dulce, y de ello resultará una mayor salinidad que podría dañar irreversiblemente todo el ecosistema.
Debido a que la mayoría de las aves acuáticas dependen de regiones palustres interconectadas sin interrupción, su supervivencia será posible sólo mediante la cooperación internacional. Estados Unidos, Canadá y México están trabajando conjuntamente para proteger las cuatro rutas de vuelo que les corresponden. Además, estas y otras naciones empiezan a compartir recursos y experiencias, y a fijarse objetivos comunes, de acuerdo con un tratado internacional para proteger las regiones en cuestión.
La Convención sobre Regiones Palustres de Importancia Internacional por ser Habitat de Aves Acuáticas, organización conocida como Convención de Ramsar, y que cuenta con 45 Estados afiliados, adoptó como sede en 1971 la población de Ramsar, en Irán. La IUCN y la Oficina Internacional de Investigación sobre Aves Acuáticas y Regiones Palustres (IWRB, por sus siglas en inglés), con sede en Inglaterra, proporcionan a la Convención de Ramsar personal para desempeñar funciones administrativas, diplomáticas, jurídicas, científicas y técnicas. Hasta ahora, y según el tratado constitutivo de la organización, se han designado para darles protección 377 lugares en zonas palustres, cuya extensión en conjunto es de más de 22 millones de hectáreas, y aumentan constantemente.
La Convención de Ramsar ha ayudado a evitar que se dañen esos lugares. Por ejemplo: se revocó la orden de desecar la marisma de Colfiorito, en Italia; se acabó con la pesca excesiva que llevaban a cabo empresas comerciales en el lago Haleji, en Pakistán; se abandonó el plan de hundir un buque tanque petrolero que se encuentra inservible cerca de las zonas vedadas de Minsmere y Walberswick, en Inglaterra; también se rechazó el proyecto de construir en Alemania Occidental una autopista cerca de un lugar protegido por la Convención.
Las naciones en desarrollo están empezando a darse cuenta de que la conservación del medio biológico no sólo es asunto de los países ricos, sino que resulta esencial para su desarrollo permanente. Pero aunque reconozcan la importancia de proteger las regiones palustres, la mayoría de estos países carecen de fondos suficientes para ello. Ahora, el personal de la Convención de Ramsar puede colaborar con ellos en la elaboración de proyectos en los que se tomen en cuenta las necesidades de conservación ecológica, y ayudar a conseguir apoyo financiero. Ciertas organizaciones internacionales trabajan para identificar las zonas palustres más importantes de cada país, y en la elaboración de cursos de adiestramiento para el personal que las administre.
En el primero de esos cursos, que se impartió en Túnez a principios de 1986, los participantes les dieron una lección a algunos cazadores furtivos. Treinta administradores de parques, provenientes de nueve naciones africanas, se habían reunido para estudiar técnicas de trabajo de campo, botánica y ornitología. En un viaje de práctica, dos grupos de ellos se toparon con cazadores que mataban ilegalmente pájaros del Parque Nacional Ichkeul, en Túnez. Acercándose desde diversos puntos, los administradores rodearon a los cazadores y los detuvieron.
Todas las naciones deben encontrar maneras de proteger sus zonas palustres. Uno de los expedientes más ingeniosos que se han ideado es la Carrera de Identificación de Aves de Hong Kong, evento patrocinado por la sucursal local del Fondo Mundial para la Fauna Silvestre, con el objeto de recaudar dinero para adquirir propiedades en zonas palustres. Derek Scott, especialista de la IWRB, explica: "En abril de 1987 teníamos 13 equipos de cuatro personas cada uno. Desde las 4 de la mañana recorríamos los alrededores de Honk Kong y los Nuevos Territorios, para ver quién encontraba más especies de pájaros en un día". Los participantes obtenían una promesa de donativo por cada especie que identificaban. Los equipos ganadores empataron, con 141 especies cada uno. El certamen produjo ingresos por arriba de los 150,000 dólares, cantidad más que suficiente para adquirir nuevas lagunas con las cuales ampliar la zona vedada de Mai Po, que se había establecido recientemente en la frontera entre Hong Kong y China.
Las zonas palustres son necesarias para beneficio tanto de los seres humanos como de las aves. La Convención de Ramsar estimula a quienes se interesan en que no se pierdan tales zonas, pero es necesario el esfuerzo combinado de naciones e individuos comprometidos con ella.
CONDENSADO DE "DUCKS UNLIMITED" (ENERO Y FEBRERO DE 1986), © 1986 POR DUCKS UNLIMITED. DE LONG GROVE. ILLINOIS, CON AÑADIDOS DEL AUTOR.