PALABRAS QUE DEJAN HUELLAS
Publicado en
octubre 14, 2009
Por Martha Dunagin Saunders.
Los mensajes más importantes que los seres humanos se trasmiten muchas veces constan de pocas palabras. Piénsese en "Te quiero", "Es gratis" o "En conclusión".
Una de las frases que a mí me parecen más provechosas es "Cuenta conmigo".
"Cuenta Conmigo". Si alguna vez ha tenido usted que llamar al plomero en fin de semana, seguramente sabe cuan reconfortantes son estas palabras. Si las ha oído después de quedarse en mitad del camino con el auto averiado y habiendo gastado sus últimas monedas en llamar por teléfono a un amigo, también conoce la sensación.
"¡Abuela, me voy a recibir en junio!". Cuenta conmigo.
"Mi amor, estoy ocupadísimo y no puedo ir al aeropuerto a recibir a mi hermana". Cuenta conmigo.
"¡Mamá, el bebé se pasa toda la noche llorando, y si no duermo un poco, me muero!". Cuenta conmigo.
Una persona con quien realmente se puede contar es Isabel, la madre de la reina Isabel II de Inglaterra. Durante el bombardeo aéreo ocurrido en Londres en 1940, le preguntaron si las princesas Isabel y Margarita saldrían del país por su seguridad. Ella respondió: "Las niñas no se irán, a menos que yo me vaya. Yo no me iré, a menos que su padre se vaya, y el rey no dejará el país por ningún motivo". Cuenta conmigo.
Hay otra importante frase corta que es de las más difíciles de aprender a decir; al menos así lo fue para mí. Es esta: "Quizá tengas razón".
Si más personas dijeran "Quizá tengas razón", los consejeros matrimoniales se quedarían sin trabajo. Sé por experiencia que esta frase puede desarmar al otro en una discusión. Cuando nos obstinamos en nuestras opiniones hasta el grado de no ceder en ningún punto, nos hacemos un flaco servicio.
En cuanto a la siguiente frase, debo de haberla oído miles de veces cuando era pequeña, siempre que tenía que tomar una decisión difícil. Acudía a mi nana para preguntarle lo que debía hacer, y ella invariablemente me daba la misma respuesta: "Pregúntale a tu corazón".
"¿Que le pregunte a mi corazón?", refunfuñaba yo. "¿Qué significa eso? Necesito un consejo. Necesito que me digas qué hacer".
Ella se limitaba a sonreír, y repetía: "Pregúntale a tu corazón, tesoro. Pregúntale a tu corazón".
Pero yo era una niña imperiosa. Me llevaba una mano a la cadera y replicaba: "Puede que mi corazón lo sepa, ¡pero no me lo dice!"
A esto, mi nana contestaba: "Aprende a escuchar".
La gente puede proponernos lo que nos conviene hacer, pero nadie se hará responsable de los errores que cometamos. Tenemos que tomar decisiones solos. Es entonces cuando hay que preguntarle al corazón y saber escucharlo.
Los psicólogos llaman a esto "estar en armonía con uno mismo". Los líderes espirituales lo llaman "estar en armonía con un poder superior". Sea cual sea el nombre que se le dé, todo el mundo es capaz de encontrar las respuestas adecuadas para su vida. Es un don formidable, pero hay que aprender a usarlo.
Me llevó mucho tiempo, pero comprendí que la vida no viene acompañada de ningún plan. Hasta cierto punto, la página está en blanco. Uno puede tener una idea aproximada de hacia dónde va, pero no llegará si no toma algunas decisiones difíciles. Para ello, tal vez estas palabras, sencillas pero profundas, le resulten útiles:
- Cuenta conmigo.
- Quizá tengas razón.
- Pregúntale a tu corazón.
© 1991 POR MARTHA DUNAGIN SAUNDERS. CONDENSADO DE "VITAL SPEECHES OF THE DAY" (15-I-1994), DE MOUNT PLEASANT, CAROLINA DEL SUR.