LA FAMILIA QUE DESTRUYE EDIFICIOS
Publicado en
octubre 18, 2009
De izquierda a derecha: Doug, Jack, Freddie y Mark Loizeaux.
Por medio de cuidadosos planes han dominado el peligroso arte de la demolición.
Por Hal Hellman.
NOS HALLAMOS frente a un edificio de concreto, de 11 pisos y una manzana de extensión, en Miami (Florida). Jack Loizeaux, jefe del equipo de demolición, señala hacia los cimientos del edificio: "Al dinamitar, esa esquina caerá primero y el resto se derrumbará en una serie de nueve explosiones con intervalos de medio segundo. En ocho segundos todo el edificio habrá caído. Como hemos proyectado el derrumbe, los escombros saltarán cinco metros hacia la calle. El resto caerá en el terreno vacío qué se encuentra detrás del edificio".
A la mañana siguiente, muy temprano, me presento en el lugar. Se han formado vallas de policías y la tensión aumenta. Las sirenas de advertencia añaden dramatismo: dos agudos silbidos se oyen dos minutos antes de la explosión; otro, un minuto antes, y tres breves con 15 segundos de anterioridad. Cuenta regresiva: "¡Tres, dos, uno, fuego!" ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Durante lo que parece una eternidad; —pero que no pasa de unos cuantos segundos— el edificio permanece inmóvil. Después, una esquina empieza a caer exactamente como Jack predijo, y todo el edificio se reduce a un montón de concreto y acero destrozados, de 4,5 metros de altura, y a una nube de polvo.
La destrucción rápida, segura y atinada, a base de explosivos, de estructuras que han dejado de ser útiles, es la especialidad de Controlled Demolition, Inc. (CDI), en Towson (Maryland). Entre los socios de la misma se encuentran Jack, su esposa Freddie, y sus dos hijos: Mark, de 32 años, y Doug, de 29.
Otro elemento del que se vale la compañía, además de los explosivos, es la gravedad. Partiendo de la premisa de que cualquier cosa que se alce sobre el suelo tiende a caer, Jack y su familia derriban los principales soportes estructurales de un edificio y planean la caída de la estructura en el lugar y la forma en que deseen. Si es necesario. pueden derrumbar un edificio hacia adentro, muro por muro, como una caja de cartón.
Fotos ordenadas en la secuencia de la demolición del Hotel Abraham Lincoln, en Springfield (Illinois), el 17 de Diciembre de 1978
En Sao Paulo (Brasil) la CDI derribó un edificio de 32 pisos situado en el centro del distrito comercial. A un lado de este y a sólo 25 metros de distancia había un edificio, y al otro lado una hermosa catedral. Jack me comentó al respecto: "Después de varios meses de planeación y cálculos, aún existía la posibilidad de error. Por eso empleamos cargas especiales para partir el edificio en secciones de seis plantas, cada una de 20 metros de altura. Así, ninguna sección era mayor que los 25 metros existentes entre el edificio y la estructura más cercana, y se eliminaba toda posibilidad de que el edificio cayera sobre uno de sus colindantes".
Pregunté a Jack si ese había sido su trabajo más difícil. "No. El más complicado fue derribar una torre de radar, hace algunos años, que estaba a 24 metros mar adentro. Tenía que bajarla —hacer estallar los explosivos— y flotarla. El Servicio Costanero no quería que la torre se hundiera, porque era demasiado pesada para levantarla y demasiado alta, lo que podía significar un obstáculo para la navegación. El concesionario de los derechos de salvamento llenó la torre con cierta espuma de plástico, para que flotara. Pero si la estructura caía de canto, se partiría completamente. Por eso tenía que hundirla un poco. Desgraciadamente, cuando nos preparábamos para detonar las cargas, un huracán empezó a levantar olas de hasta 12 metros. Teníamos que seguir trabajando, porque ya habíamos cargado la torre con 14.500 kilos de explosivos. Cuando estuvimos listos a disparar, salimos de la plataforma en un bote de remos, a pesar del tremendo oleaje. Todo resultó bien, pero ¡qué experiencia!"
Los Loizeaux han hecho más de 3.000 trabajos: puentes, chimeneas, torres, túneles, así como edificios. La idea de derrumbar edificios con la demolición controlada, fue de Jack. En 1940 empezó como guardabosques, luego dinamitando tocones y de ahí a la demolición de construcciones hechas por el hombre. Perfeccionó sus conocimientos técnicos al asistir a cursos de ingeniería y geología en la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (Maryland). Jack fundó la CDI en 1960 y tiene pocos competidores. Dinamitar es una especialidad difícil. Un solo error es suficiente para que una firma quiebre.
Antes de conocer a esta familia, la había imaginado de gente ruda, que comía clavos en sus ratos de ocio. Estaba muy equivocado: son personas amables, muy inteligentes y que han llegado a dominar el trabajo de equipo, "Cada uno de nosotros sabe exactamente lo que los demás harán en cualquier circunstancias", dice Mark. Antes de la explosión en Miami vi a Jack y a Doug abrazados antes que este último partiera al puesto que le correspondía, y que el primero dijera una sencilla oración.
Para realizar cada trabajo, el demoledor escoge entre varios explosivos. Las estructuras de armazón de acero demandan cargas especiales, en forma de V, que producen una explosión de alta velocidad, en chorro lineal cortando con limpieza el metal. "Cargar" una estructura de mampostería con explosivos puestos en agujeros, hechos en columnas escogidas y en muros de apoyo, normalmente se hace los sábados para detonar las cargas el domingo por la mañana, cuando hay menos movimiento en la ciudad. En las semanas anteriores a la explosión, el edificio "se prepara". Se derriban los muros que no sostienen peso y que podrían demorar la caída del edificio; a las columnas se les quita el recubrimiento; y las perforaciones "se cargan". Para tener la certeza de que los explosivos modernos estallen, se debe usar un buen detonador. La detonación es producida por fulminantes que se ponen uno en cada cartucho de explosivos y que se hacen estallar por electricidad.
Aunque la mayoría de nosotros lo desconocemos, un edificio es aire en un 85 por ciento. Cuando los pisos se hunden, después de la detonación, comprimen ese aire produciendo un tremendo empuje del mismo. Si no se toman precauciones, pueden saltar partículas de las columnas, cuando estas se quiebran, y a la CDI le conviene obrar con cautela. El cristal de un escaparate de tienda suele costar hasta 500 dólares, y si la empresa rompe la ventana de un banco y se mete el polvo, la limpieza del equipo mecánico y electrónico del banco podría costar hasta 10.000 dólares.
—Pero con ese empuje de aire ya mencionado, ¿cómo impide usted que se desplome hacia afuera el muro ubicado frente a las tiendas? —pregunté.
—Tenemos nuestra norma de dilación —me contestó Jack—. Si antes derribamos los apoyos de un lado del edificio, el escombro tenderá a caer en esa dirección.
Después de una explosión, todos los vecinos revisan cuidadosamente sus edificios, y cada grieta que descubren la imputan a la explosión. Jack se queja: "Nunca se les ocurre hacer esa revista antes de la detonación". Cierta vez, un hombre había leído que la explosión iba a ocurrir el sábado en la mañana y ese día, en la tarde, fue a la compañía para demandar indemnización por el daño causado a su casa. Freddie le dijo que la explosión se había pospuesto para el domingo.
En la demolición de un estacionamiento, construido de concreto y acero, en Syracuse (Nueva York), observo, un sábado por la noche, a Jack y a Doug, que terminan de poner las cargas. Durante la cena, ambos confiesan que ya quisieran producir la explosión. El tiempo de espera entre la carga y la detonación les parece lo más difícil.
Al amanecer del domingo, veo que Jack y Mark revisan por última vez sus cálculos, en el local que desaparecerá. Nuevamente la tensión, las sirenas, la oración, la cuenta regresiva y, de pronto, todo termina. El edificio se derrumbó en la forma planeada.
Después, desayunamos. Doug no prueba bocado, sus manos tiemblan. No puede controlarse.
—¿Ahora qué? —le pregunto.
—Iré en auto a casa, a descansar y dentro de uno o dos días volveré al trabajo.
"Fragmentación a un precio" es el lema de la CDI. De pronto comprendí que buena parte de ese precio se extrae de los extraordinarios miembros que componen la familia Loizeaux.
CONDENSADO DE "GEO" OCTUBRE DE 1979. © 1979 POR GRUNER + JAHR USA INC. DE NUEVA YORK (NUEVA YORK)