INFORMÁTICA PARA LA SALUD
Publicado en
octubre 28, 2009
Foto: Izquierda, Peter Kaplan; derecha, David York / Medichrome.
Cierta biblioteca poco conocida del gobierno de Estados Unidos puede revelar en cuestión de minutos secretos que salvan vidas.
Por el Doctor Michael DeBakey (presidente del consejo directivo en el Departamento de Cirugía de la Universidad Médica Baylor, en Houston, Texas, es uno de los cirujanos especialistas en afecciones cardiovasculares más destacados del mundo).
Un niño que ha sufrido una mordedura de serpiente venenosa es llevado rápidamente al Hospital Sinai, en Detroit, Michigan. Los médicos se enteran de que padece un trastorno hematológico, y no se resuelven a aplicarle un antídoto, pues temen que así empeore su estado.
A toda prisa, un bibliotecario del hospital establece comunicación por medio de una computadora con MEDLINE, línea correspondiente a la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, ubicada en Bethesda, Maryland. Esta operación desencadena una investigación a la velocidad del rayo por un banco de datos, el cual contiene información proveniente de seis millones de artículos publicados en 3500 revistas médicas de todo el mundo. En la pantalla aparecen diversas sinopsis, y dos de ellas resultan pertinentes. El antídoto no serviría, pero una trasfusión de sangre, sí. El tratamiento alivia al paciente.
Mientras opera a un hombre en el Hospital Lenox Hill, de la Ciudad de Nueva York, un cirujano descubre que el tejido semejante a un delantal que sostiene al intestino grueso se encuentra endurecido e inflamado. ¿Estará canceroso? ¿Será necesario extirparlo? La biopsia revela cierto trastorno raro, pero no maligno. Entonces, un ayudante recurre a MEDLINE, y dos minutos después ya sabe que, según la experiencia acumulada en torno a casos similares, no es necesario extirpar el tejido; bastará con un tratamiento a base de esteroides. El paciente vuelve pronto a su casa.
La Biblioteca Nacional de Medicina ( BNM ) desempeña un papel cada día más importante en la salvación de muchas vidas. Es la biblioteca dedicada al campo científico o profesional más grande del mundo. Por lo menos tres millones de veces al año, médicos y científicos de metrópolis y poblaciones pequeñas recurren al servicio instantáneo y barato de MEDLINE (cada consulta cuesta en promedio dos o tres dólares), para que les auxilie en la toma de decisiones.
La BNM se inició en 1836 con una modesta colección de libros y revistas de medicina, en la oficina del jefe de Sanidad del Ejército estadunidense. Fue trasladada al Teatro Ford unos dos años después de que asesinaran allí al presidente Abraham Lincoln. En la administración del cirujano John Shaw Billings, veterano de la Guerra de Secesión y devoto coleccionista, 1800 volúmenes se multiplicaron hasta llegar a cerca de 200,000, y la institución adquirió renombre internacional.
Su reputación estaba intacta cuando estudiaba yo en la Facultad de Medicina de la Universidad Tulane, en Nueva Orleáns, Louisiana, a principios de los años treinta. En calidad de estudiante de medicina y, después, de cirujano e investigador, antes de iniciar cualquier estudio consultaba el Index Medicus, acopio de datos médicos que la BNM publicaba mensualmente. En aquella época, la consulta de textos en bibliotecas se hacía libro por libro, de manera que se perdía muchísimo tiempo; en cambio, actualmente la información médica, cuya importancia es vital, se almacena en bancos electrónicos de datos, y el galeno la tiene a la mano, literalmente.
La biblioteca, el laboratorio y la sala de operaciones eran mis "hogares" profesionales cuando, aún siendo estudiante, inventé la bomba de cilindros, que sirve como sustituto del corazón durante ciertas intervenciones quirúrgicas. Este artefacto es un componente esencial de la máquina cardiopulmonar, que ha hecho posible la cirugía a corazón abierto. La investigación en las bibliotecas fue un primer e indispensable paso en el perfeccionamiento de ese aparato, y en cada nueva técnica quirúrgica que he ideado durante mi carrera. Los recursos de la BNM han servido también como un apoyo inapreciable para la mayoría de los avances importantes de otros investigadores médicos en los últimos decenios.
Durante la Segunda Guerra Mundial hice mi servicio militar en Washington, D. C, donde llevé a cabo investigaciones en la biblioteca. Esta se encontraba entonces en un edificio antiguo, al cual se le daba un mantenimiento tan precario que, cuando llovía, el agua se filtraba por el techo, y luego era necesario colgar los libros en tendederos, para que se secaran. En el fichero anidaban palomas, y ratas y ratones roían las encuadernaciones, que estaban llenas de almidón.
Funcionarios de las Fuerzas Armadas declararon que planeaban erigir un nuevo edificio para albergar la colección, pero en tiempos de guerra este asunto no tenía ninguna importancia en comparación con un tanque, por ejemplo. Cuando terminó el conflicto, me di cuenta de que, mientras estuviera en manos del Ejército, a la biblioteca no se le reconocería el grado de prioridad que merecía.
En 1954 me asignaron a una comisión médica del Gobierno; entonces recomendé que se construyera una nueva sede para la biblioteca, y se confiara su control a lo que ha sido desde entonces la Secretaría de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.
Pero el diputado Sam Rayburn no estuvo de acuerdo. Recordé que había operado a Peter Vredenburgh III, cuya esposa, Dorothy, era y sigue siendo secretaria del Comité Nacional del Partido Demócrata; también me vino a la memoria que ella, por gratitud, me había indicado que la llamara si necesitaba ayuda. Acudí á ella, y Dorothy trató el asunto con Rayburn, íntimo amigo suyo. "Dorothy", le respondió él, "mañana mismo se someterá el proyecto a votación, y se aprobará". Así sucedió.
El nuevo edificio se inauguró en 1962. Hoy es el centro de una red nacional que incluye siete bibliotecas regionales, 135 en facultades de medicina y 5000 en hospitales, y atesora 3.7 millones de libros, revistas e informes técnicos en 70 idiomas. Si se colocaran sus anaqueles uno junto a otro, abarcarían una distancia de más de 70 kilómetros. El manuscrito más antiguo de la colección, un tratado en árabe de patología gastrointestinal, data del año 1094. Hay cartas de George Washington, el primer presidente de Estados Unidos, y dos escritas por los tres médicos que le dieron muerte con sangrías, creyendo que así lo curarían. Se conserva también una grabación en cera de la voz de Florence Nightingale.
Es magnífico poseer tan rico acervo, pero, como lo señala el doctor Donald Lindberg, director de la BNM, el fácil acceso a ella es lo que la hace inapreciable. Un cirujano necesita información inmediata, y con las computadoras de MEDLINE tiene a su disposición casi instantáneamente el material que antes se habría recopilado en semanas.
• En su ronda de visitas a sus pacientes en el Hospital Infantil Cardenal Glennon, de Saint Louis, Missouri, un pediatra se entera de que una ambulancia está en camino al nosocomio con tres niños a los que les ha caído un rayo. Uno de ellos se encuentra inconsciente, y su estado es gravísimo. El médico no ha atendido nunca este tipo de casos, así que recurre a MEDLINE, y cuando llega la ambulancia ya sabe exactamente qué debe hacer. Los tres pequeños se salvan.
• En el Centro Médico Regional de Saint Luke, en Boise, Idaho, un internista examina a un paciente grave, afectado de cierta clase de meningitis, que morirá si no se le trata inmediatamente. Sin embargo, el único medicamento que el galeno conoce para combatir la infección, llamado vancomicina, le provocó al mismo paciente una reacción casi mortal seis meses antes. ¿Cómo puede aplicarle la droga sin causar la reacción? He aquí la rápida respuesta de MEDLINE: se debe reducir la velocidad de infusión del medicamento. El médico lo hace así, y el paciente se encuentra perfectamente hasta la fecha.
EN 1967, el Congreso de Estados Unidos ordenó que la BNM proporcionara información sobre pesticidas y otros productos químicos tóxicos. Esto dio lugar a que se estableciera un banco de datos llamado TOXLINE, cuyos servicios se aprovecharon en gran escala cuando ocurrió el accidente industrial de Bhopal, India, en 1984. Cientos de miles de personas quedaron expuestas a un gas tóxico, llamado metilisocianato. Los especialistas de la BNM compilaron en unas cuantas horas todo lo que se sabía en el mundo acerca del gas, y lo comunicaron a los expertos estadunidenses cuando estos se dirigían en avión hacia el lugar del desastre.
Con fondos relativamente modestos (su presupuesto es de 62 millones de dólares anuales), la BNM ha sobrepasado las expectativas que había en torno a ella, y está acelerando la trasferencia de información. Aunque pocos norteamericanos ajenos a la profesión médica han oído hablar siquiera de la biblioteca, incontables personas se han beneficiado con sus servicios.
• Los médicos del Hospital Overlook, de Summit, Nueva Jersey, no sabían qué tratamiento aplicarle a un hombre de 27 años que llevabameses debilitándose, y tenía las piernas paralizadas casi por completo. El paciente presentaba una rara forma de anemia llamada talasemia, y ciertos exámenes médicos revelaron que una masa de tamaño considerable le presionaba la médula espinal y provocaba la parálisis. Pero, ¿estaban relacionados ambos trastornos? ¿Era recomendable extirpar aquella neoformación?
El neurocirujano necesitaba con urgencia conocer las respuestas a estas preguntas, y las obtuvo por medio de MEDLINE. Ambos padecimientos, en efecto, estaban relacionados y, lo más importante, la presión en la médula espinal no se debía a un tumor, sino a un tejido hematopoyético que se podía disolver con radioterapia. Los radiólogos prescribieron un tratamiento, y en pocos días la neoformación ya había desaparecido. A las dos semanas, el paciente salió del hospital por su propio pie.