JOHN HUSTON, COLOSO DE HOLLYWOOD
Publicado en
octubre 28, 2009
Sus inolvidables filmes, tales como "El tesoro de la Sierra Madre", "Cayo Largo", "La reina africana", y "El honor de la familia Prizzi", le valieron incontables homenajes. "A nadie le permitía una mala actuación", recuerda su hija Anjelica. "Así de simple".
Por John Culhane.
John Huston, en los últimos años de su vida, se parecía más a Noé que cuando lo representó en 1966 en la película La Biblia. Tenía el pelo totalmente blanco; sus ojos, arriba de sendos abultamientos arrugados, eran sonrientes, aunque cautelosos, y daban la impresión de haber contemplado el Diluvio y el primer arco iris.
Esos ojos escudriñaron a centenares de los mejores actores del siglo XX, cuando John Huston los dirigió en algunas de sus más destacadas actuaciones.
Entre sus asombrosas obras cinematográficas se cuentan dos proyectos familiares. En 1948, John dirigió a su padre, Walter Huston, en El tesoro de la Sierra Madre. Por esta cinta, padre e hijo fueron laureados por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas norteamericana. Y en 1985, es decir, 37 años después, John Huston dirigió a su hija, Anjelica Huston, en El honor de la familia Prizzi. Por esta película, el gran director fue propuesto por decimacuarta ocasión para obtener el Óscar, y Anjelica conquistó la estatuilla para la mejor actriz de reparto.
En agosto de 1987, a la edad de 81 años, John Huston falleció, víctima de enfisema pulmonar, justamente cuatro meses antes del estreno en Estados Unidos del filme número 41 dirigido por él. Esta película se basa en un cuento de James Joyce, The Dead ("Los muertos"), y es también un proyecto de familia, pues Anjelica, de 36 años, interpreta el papel principal, y el guión es obra de Tony Huston, hijo de John, de 37 años.
¿Cuál era el secreto de John Huston? "La honestidad", afirma Anjelica. "De ninguna manera daba por buena una escena que no lo satisficiera por completo. Si no obtenía la interpretación que deseaba, había que volver a empezar. A nadie le permitía una mala actuación; así de simple".
En cambio, cuando una interpretación resultaba convincente, Huston aprobaba el esfuerzo inicial del actor, prácticamente sin darle instrucciones. "Dirijo sólo cuando siento que puedo aportar algo importante", me dijo John en una entrevista que le hice, pocas semanas antes de morir. "No estropeo el momento con observaciones triviales".
CUESTIÓN DE AMOR
John Marcellus Huston vino al mundo el 5 de agosto de 1906, en Nevada, Missouri; sus padres fueron Walter y Reah Gore Huston. Tras la disolución del matrimonio, John acompañó a su madre en los viajes que hacía ella por Estados Unidos en el desempeño de misiones periodísticas. A veces visitaba a su padre, que era entonces actor de vodevil. Así se convirtió en incurable aventurero.
En su juventud, John fue un destacado púgil de peso ligero en California; salió vencedor en 22 de 25 encuentros. Por un tiempo cabalgó al lado de la Caballería del Ejército mexicano. Fue pintor callejero en París, así como reportero del antiguo periódico Daily Graphic, de Nueva York, y actor y escritor de cuentos. En 1926 contrajo matrimonio con Dorothy Harvey.
"Por esos días", me contó Huston, "al regresar mi madre de un viaje por Europa, se trajo subrepticiamente un ejemplar del Ulises, de James Joyce, obra que estaba prohibida en Estados Unidos". Dorothy la leía en voz alta mientras yo pintaba.
Ese libro me causó una impresión quizá más fuerte que ninguna otra lectura en mi vida. Las puertas se abrieron.
Desde su niñez, Huston se había sentido fascinado por la palabra, hablada o escrita. Aquella vivencia lo incitó a convertir su afición en una carrera de guionista cinematográfico. La compañía Warner Brothers lo contrató, y él fue coautor literario de varios filmes de Bette Davis (Jezebel y Juárez) y de Gary Cooper (El sargento York). El guión de Huston para La bala mágica del doctor Ehrlich, película cuya estrella fue Edward G. Robinson, mereció que lo propusieran para el Óscar de la Academia en 1940. Y el guión de la cinta High Sierra, en la cual Humphrey Bogart se reveló como luminaria, también fue escrito por Huston.
Según el contrato, si los hermanos Warner aprovechaban el siguiente guión de John, debían darle a él asimismo la oportunidad de dirigir una película. Huston eligió para el proyecto la novela El halcón maltés, de Dashiell Hammett, emocionante relato detectivesco. La empresa Warner ofreció el papel principal, es decir, el del detective Sam Spade, a George Raft, quien entonces gozaba de un prestigio como actor mucho mayor que el de Humphrey Bogart. Raft rechazó el ofrecimiento, por la inexperiencia del director, y Huston, complacido ante el incidente, le propuso el papel a Bogart, en quien él había pensado desde el principio. Durante el rodaje de la cinta, actor y director entablaron una amistad que había de durar toda la vida.
SU MEJOR ACTOR
En el curso de la Segunda Guerra Mundial, se le confió a Huston un cargo en el Servicio de Trasmisiones del Ejército. El fruto más memorable de esa época es La batalla de San Pietro, documental filmado en 1944, en el que se describen tan crudamente las condiciones de combate en Italia que, al principio, el Departamento de Defensa norteamericano lo clasificó como "material secreto", por temor de que desmoralizara a los reclutas enviados al frente por primera vez. Sin embargo, el general George Marshall lo vio y declaró que todo soldado norteamericano que estuviera entrenándose por esos días "debía ver el filme, y así prepararse para la impresión inicial del combate". A Huston se le ascendió a mayor y se le otorgó la medalla de honor.
Las primeras películas que filmó Huston después de la guerra fueron: El tesoro de la Sierra Madre y Cayo Largo.
En el rodaje de Cayo Largo, Huston, a su manera característica, dirigió con el mínimo de instrucciones a Claire Trevor, quien interpretaba el papel de la ex amante alcohólica de Johnny Rocco (interpretado por Edward G. Robinson). Claire le preguntó:
—¿Quién soy yo?
—Es usted una mujer afecta a empinar el codo —le explicó Huston—. Su voz es un poco aguda, se pasa usted ligeramente de cortés, y está muy triste y resignada.
Con aquello bastó. En la ceremonia de entrega de los Óscares, celebrada el 24 de marzo de 1949, el premio a la mejor actriz de elenco se le otorgó a Claire Trevor por su intervención en Cayo Largo. Y, cosa increíble, ese mismo año los Óscares al mejor guión y al mejor director se los llevó John Huston por El tesoro de la Sierra Madre, y el del mejor actor de elenco lo ganó Walter Huston, también por esta cinta. "Papá fue el mejor actor con quien haya trabajado yo jamás", me dijo John.
ELOGIO A BOGART
John Huston fue el primer director de Hollywood que insistió en filmar en el lugar mismo donde ocurrían los sucesos descritos en el guión. En 36 años, tal insistencia lo llevó de las selvas de México (donde filmó El tesoro de la Sierra Madre), a Japón (escenario de El bárbaro y la geisha), y a las llanuras de África (donde se rodó Raíces del cielo).
Durante la filmación de La reina africana, realizada en 1951 en el río Congo, fueron tantos los técnicos que enfermaron de disentería amibiana y paludismo, que hubo necesidad de suspender las labores tres días. Insectos voladores, sanguijuelas voraces y lluvias torrenciales atormentaban a técnicos y actores por igual. Humphrey Bogart, coestrella del filme con Katharine Hepburn, temía no salir vivo del continente africano.
De izquierda a derecha, desde la otra página: Humphrey Bogart y Katharine Hepburn en "La reina africana"; Bogart, Claire Trevor y Lauren Bacall en "Cayo Largo"; abajo izquierda: Bogart y Huston en una locación de "La reina africana".
En plena desgracia se recibió en el campamento de trabajo un telegrama dirigido a Huston, en el que se le anunciaba el nacimiento de su hija Anjelica. "Se bebió champaña y se despacharon varios mensajes a Ricki, la orgullosa mamá", escribiría Lauren Bacall, la esposa de Bogart, en sus memorias. "John estaba exultante de orgullo".
Ricki era Enrica Soma, bailarina con quien John se había casado en febrero de 1950. Cuatro de los cinco matrimonios de Huston terminaron en divorcio. Enrica llevaba diez años de vivir separada de él cuando perdió la vida en un accidente automovilístico, en 1969. En la época de la separación, Ricki dio a luz a una niña, Allegra, en 1964. Allegra, que nació en Londres, lleva también el apellido de Huston, y él decía de ella: "Es para mí tan querida como todos mis hijos".
El único Óscar que Humphrey Bogart conquistó en su carrera fue el que se le otorgó por haber sido el mejor actor de 1951, en La reina africana. En el invierno de 1955-1956, cuando Huston rodaba Moby Dick frente a las costas de Irlanda, Bogart, en California, supo que iba a morir de cáncer. Huston, a su regreso, fue a visitarlo todos los días; le contaba divertidos incidentes de su reciente aventura fílmica, para distraerlo. A la muerte de Bogart, ocurrida el 14 de enero de 1957, cuando el actor tenía 57 años, Lauren Bacall pidió a Huston que pronunciara unas palabras en las honras fúnebres. Huston lo hizo, y concluyó así:
"Su vida, si bien no fue larga en años, sí fue plena y fructífera. No tenemos razón alguna para entristecernos por él... si acaso, por nosotros mismos, puesto que lo hemos perdido".
FRENTE AL MAR
En la década de los sesentas Huston encarnaba una leyenda espléndida, como las estrellas de sus filmes. Eran muchas las anécdotas que circulaban acerca de él... y verídicas, las más de ellas. Es cierto, por ejemplo, que se enfrentó a puñetazos al popularísimo Errol Flynn en Hollywood, por cierto comentario que el actor hizo acerca de la joven estrella Olivia de Havilland, con quien Huston tenía un idilio. (Ambos, Huston y Flynn, acabaron en el hospital.) Asimismo, es verdad que Huston solía ir de pesca en alta mar con el famoso novelista Ernest Hemingway, frente a la costa de Cuba. Y que cierta vez le adelantó al escritor y filósofo francés Jean-Paul Sartre la cantidad de 25,000 dólares por el guión cinematográfico de Freud . . . pero el trabajo resultó demasiado extenso para llevarlo a la pantalla.
Desde fines de los años cincuentas hasta principios de los setentas John Huston fue propietario de una finca en la región occidental de Irlanda, a pocos kilómetros del puerto de Galway. Sus hijos, Anjelica, Tony, Allegra y Danny, pasaron allí parte de su niñez, y Huston, excelente jinete, fue Maestre de los Sabuesos de Galway. "Echo de menos aquella vida como no tienes una idea", me decía. "Todo lo que yo amaba se encontraba allí reunido. Pero desde que padezco enfisema ya no puedo cabalgar. Para ir de cacería se necesita todo el aliento".
Huston vendió aquella propiedad; en 1974 se mudó a su refugio Las Caletas, en una selvática región de México. Allí se dedicaba a pintar, rodeado de papagayos y pelícanos, a orillas de un océano Pacífico trasparente y azul. Su quinta, a la que sólo se podía llegar por mar o en helicóptero, se alzaba frente al mar, y por su parte trasera miraba a la selva.
"La vida que llevo es muy buena, aunque limitada", me dijo. "Pero no me siento en mi hogar. . . como me sentía en Irlanda".
VIVIR... Y DESPUÉS MORIR
Durante muchos años, John Huston se había referido a su propósito de llevar algo de James Joyce a la pantalla. En 1985 escogió por fin para su proyecto el cuento titulado Los muertos, del libro Dubliners, publicado en 1914.
El personaje principal del relato, una mujer que interpreta Anjelica, escucha una vieja canción en cierta fiesta. Esta canción le trae recuerdos de un muchacho que la había amado y había muerto antes de que ella se casara. Al contarle a su esposo de aquel amor, la dublinense exclama: "¡Oh, el día que lo supe, el día que me enteré de que había muerto...!" Entonces empieza a llorar, y sigue sollozando hasta dormirse.
Hablé con el productor del filme, Wieland Schulz-Keil, del rodaje de aquella escena culminante, y él me contó esta anécdota:
"John quiso que estuviera presente Dorothy Jeakins, la modista. . . con el pretexto de atender al vestuario de Anjelica. Dorothy fue la mejor amiga de la madre de la actriz. Los tres hablaron un rato de la difunta, e inmediatamente después Huston indicó a Anjelica que filmarían la escena".
"Yo no sabía que papá había planeado que Dorothy estuviera ahí, para ayudarme", cuenta Anjelica. "Pero el hecho de que mi madre haya muerto en un accidente automovilístico influyó decisivamente en aquella escena. Semejantes desgracias provocan un trauma que pervive en el alma. Aunque parezca frialdad, parte de mi trabajo consiste en tener la habilidad para conservar un poco vivas esas impresiones".
Huston, al guiar delicadamente la conciencia de su hija hacia tan terribles recuerdos, la ayudó a darle a su actuación un toque de sincera emotividad. Después de ver el filme en una proyección previa a su estreno, le pregunté:
—John, ¿se proponía usted que la película creara algún efecto en particular?
—Sí —me respondió—. Precisamente el que logra. Al final nos abre una puerta más, y esa, creo, era la intención de Joyce. Avanzamos bajo una serie de arcos, por decirlo así, y de pronto, al extremo del corredor, se abre una puerta; en ese momento vemos retrospectivamente el transcurso del tiempo, sentimos el flujo mismo del tiempo, y nos damos cuenta de que no somos más que una parte de la inmensa procesión anónima.
—¿Y qué debemos hacer entonces? —inquirí.
—Morir —respondió simplemente, y se rió.
—¿Y antes de morir?
Huston me contestó al momento, impertérrito, con una sola palabra:
—Vivir.
Hasta el día de su muerte, John Huston exaltó los valores de la vida, recordándonos con ello lo que su amigo Humphrey Bogart comentó en Hollywood, hace más de 30 años:
"John es una de las pocas almas verdaderas que existen en este mundo inmundo".