EUROPA, OBJETIVO DEL TERRORISMO
Publicado en
octubre 25, 2009
Secuestros, asesinatos, asalto de aviones, atentados con bombas y actividades análogas se han convertido en las tácticas habituales de selectos grupos revolucionarios que se dirigen hacia la "guerra final". En este sombrío informe del campo de batalla una distinguida corresponsal extranjera penetra en el mundo oscuro y complejo del terrorismo internacional.
Por Claire Sterling.
EN MARZO de 1978 las ultraiz-quierdistas Brigadas Rojas secuestraron al más distinguido estadista de Italia, Aldo Moro asesinando en el atentado a sus cinco guardaespaldas. Después de eludir la colosal persecución que se emprendió contra ellos en todo el país durante 55 días, mataron a tiros a su prisionero. El otoño anterior, la anarquista Facción del Ejército Rojo, de Alemania Occidental, conocida como la banda Baader-Meinhof, utilizó una estrategia idéntica para secuestrar al empresario Hanns Martin Schleyer. Pusieron fuera de combate a sus guardaespaldas de igual manera y jugaron el mismo juego grotesco del escondite con la policía durante 45 días, antes de asesinar a tiros a su víctima.
Moro fue el duodécimo italiano asesinado de esta forma en 1978, Schleyer constituyó la décima víctima caída en la Alemania Occidental en 1977. Lo que caracteriza especialmente a estos horrendos delitos es el deslumbrante despliegue de las más avanzadas técnicas terroristas: la fría seguridad, la rapidez, la movilidad, la resistencia, la precisión militar, la logística y las tácticas de reconocimiento brillantes, y el gran sigilo de las operaciones. Al llevar a cabo estas acciones, los terroristas italianos y alemanes se mostraron como el grupo más formidable de guerrilleros urbanos del mundo y quizá se conviertan en uno de los más graves problemas del planeta.
¿CHANTAJE ATÓMICO?
Los asesinatos de Moro y de Schleyer se planificaron de la manera más cuidadosa, como parte de una estrategia terrorista que sus autores esperan llegue a culminar con el asedio de toda Europa. El objetivo máximo de estos revolucionarios marxistas profesionales es, en palabras del jefe de las Brigadas Rojas italianas, Renato Curcio: "La guerra final de Europa en pro del comunismo". Italia y Alemania Occidental figuran en primera línea en esa guerra, y sus terroristas son los batallones de vanguardia del futuro ejército marxista internacional.
Claire Sterling es corresponsal especial en Roma para el Post de Washington y el International Herald Tribune.
La internacional terrorista que conciben las Brigadas Rojas posee en la actualidad tropas distribuidas por todo el continente, en Suecia, Irlanda del Norte, Holanda, Francia, España, Suiza, Austria, Grecia y Turquía. Están unidas en un circuito clandestino global con el Oriente Medio, Asia y América del Sur. En los últimos años, los más virulentos y curtidos de los extra-europeos —los palestinos, por una parte, y por otra los montoneros de Argentina, los tupamaros de Uruguay y otros sudamericanos bajo auspicios cubanos— han comenzado a apuntar contra Europa. Hasta ahora estas tropas terroristas no poseen un Alto Mando unificado, pero esto es, en realidad, lo que están proponiendo las Brigadas Rojas.
El frío salvajismo que se halla tras los golpes terroristas como los de Moro y Schleyer indica que todavía habrán de venir cosas peores. Los mismos terroristas dicen (y los servicios de seguridad occidentales están inclinados a creerlo) que los asesinatos en cadena, el sabotaje industrial masivo, las bombas en lugares de grandes aglomeraciones destinadas a sembrar el pánico, y la toma de rehenes en masa, serían lo de menos. Apenas había trascurrido un mes del asesinato de Moro cuando algunos funcionarios de seguridad de Alemania Occidental avisaron de la posible existencia de planes terroristas para desencadenar el chantaje atómico, que se caracterizaría por ataques contra depósitos de armas nucleares, secuestro de oficiales especializados de la OTAN, robo de materias primas fisionables y ocupación de instalaciones de energía atómica.
¿Marcha Europa hacia ese horizonte? ¿Existen suficientes terroristas para poner en práctica tales amenazas? ¿Dónde obtienen el dinero, las armas, el entrenamiento, la dirección y los refugios? ¿Durante cuánto tiempo podrán evadir la más amplia red que ha tendido la policía en la Europa de la posguerra? ¿Es demasiado tarde para detenerlos? De diversas conversaciones con docenas de peritos de seis países se han puesto de relieve ciertos datos. Consideremos lo siguiente:
GRUPO SELECCIONADO
Lo más sorprendente de todo es que tan pocas personas puedan hacer tantas cosas. Toda la operación del asesinato de Moro fue llevada a cabo por 60 brigadistas rojos, como máximo, entre los que figuraban desde los "apoyos irregulares" de los pisos francos hasta los tiradores seleccionados, cuyo número no llegó a la docena. Las autoridades italianas y de Alemania Occidental afirman que el número de terroristas "dispuestos a hacer fuego" no llega a 200 en cada país.
Ambos grupos adoptan extraordinarias medidas de seguridad. Evitan confiar en la ayuda de los simpatizantes locales, que podrían convertirse en informadores. Los guerrilleros ejecutan de la manera más sumaria a quienes creen espías de la policía. Reclutan a su gente con infinito cuidado y, como medida de precaución, les asignan muy pronto una tarea de importancia, exponiéndolos a una larga condena si la policía los captura. Lo que es de importancia extrema para su seguridad es la creación de una estructura virtualmente impenetrable, formada por células de tres o cuatro personas a las que se suministra únicamente la información imprescindible.
Convertirse en brigadista rojo significa cortar todo lazo con la familia y con el hogar. La madre de Mario Moretti, al que persigue la policía como figura clave en el secuestro de Moro, creía que su hijo había muerto hacía mucho tiempo, hasta que vio su nombre en los periódicos. El comportamiento diario en este mundo clandestino está regido por complejas normas. Un manual confiscado a las Brigadas Rojas da instrucciones a los militantes "regulares" para que conserven sus "hogares secretos" sin alardes, limpios, ordenados y decorosos (provistos de cortinas, lámparas, alfombras, macetas con plantas, etcétera); además de presentar un aspecto agradable, no se distinguirán por nada y practicarán estrictas economías.
Sin embargo, aun con el mayor ahorro, el hecho de cuidar y mantener a un regular de las Brigadas Rojas —con alimentos, vestido, vivienda, armas, viajes, documentos falsos, equipo electrónico y gastos generales— alcanza el equivalente de unos mil dólares mensuales. Los terroristas "expropian" los fondos necesarios asaltando bancos y mediante secuestros. Por ejemplo, el secuestro de un adinerado personaje genovés, en 1977, les dio un botín más que suficiente para cubrir los gastos de las Brigadas en el caso de Moro, que se calcula ascendieron a un millón de dólares. Según las autoridades, la Facción del Ejército Rojo y sus cómplices lograron cinco millones de dólares desde 1970 como producto de atracos y secuestros.
Pero a pesar de que roban o compran armas y explosivos, de que poseen facilidades para falsificar pasaportes y tarjetas de identidad, y de que no necesitan orientación ni consejos técnicos, los terroristas se hallan lejos de ser autosuficientes. Han de obtener armas especializadas, que son muy difíciles de conseguir; el dinero puede estar marcado y hay que "lavarlo"; deben intercambiar información, planificar operaciones tácticas y coordinar cuidadosamente los golpes contra determinados objetivos. Además, la libertad de movimientos a través de las fronteras constituye para ellos asunto de vida o muerte. Por tanto, estas dos bandas maestras de guerrilleros forman parte inseparable del mundo terrorista clandestino mundial por necesidad así como por convicción ideológica.
Los demás grupos pueden tener más necesidades y contribuir con menos elementos, pero todos pertenecen al mismo sistema global. Por ejemplo, no es una casualidad que los "comunistas reconstituidos" españoles hayan imitado perfectamente el estilo de la emboscada que terminó con las vidas de Schleyer y Moro cuando asesinaron a un general del Ejército en Madrid el verano pasado; ni que los separatistas bretones y corsos de Francia repentinamente hayan duplicado el número de sus ataques con bombas y sus actividades incendiarias, ni que los asesinos terroristas de Turquía hayan alcanzado durante los primeros siete meses de 1978 la cuota de más de un asesinato por día. Estas actuaciones revelan las conexiones internacionales existentes.
LAS OPERACIONES MULTINACIONALES
La enmarañada red que une a los grupos entre sí está enterrada en una intrincada malla subterránea que quizá jamás se descubrirá totalmente. Lo que se sabe es que, hacia la mitad del decenio actual, la mayoría de los terroristas alemanes conocidos habían recibido alguna instrucción militar en los campos de los guerrilleros palestinos desde Jordania a Yemen del Sur, Siria, Irak y Líbano. Varios dirigentes de las Brigadas Rojas fueron entrenados en Checoslovaquia, pero los revolucionarios italianos habían estado conectados con los palestinos desde 1972, cuando Mohamed Boudia, director de operaciones europeas bajo las órdenes del extremista Wadi' Haddad, ayudó a las Brigadas a volar depositos de petróleo en Trieste. Tanto los italianos como los alemanes pasaron a formar parte del círculo directivo de la central palestina de París, que poco después comenzaba a realizar un floreciente comercio terrorista de carácter multinacional.
El trabajo internacional de los terroristas se coordina en reuniones periódicas en la cumbre, la primera de las cuales tuvo lugar en Líbano en 1972 y la última en Larnaca (Chipre), en julio de 1977. Ambas fueron patrocinadas por los palestinos y a ellas asistieron alemanes, japoneses, iraníes, turcos e irlandeses.
Las operaciones más espectaculares de la red han sido, significativamente, de carácter multinacional. En 1974 el Ejército Rojo Unido japonés ocupó la embajada francesa en Holanda utilizando granadas robadas por la Facción del Ejército Rojo en un depósito del Ejército de los Estados Unidos situado en Alemania Occidental. Al año siguiente, la Facción atacó la embajada de Alemania Occidental en Estocolmo, utilizando armas proporcionadas por una mujer que se había naturalizado italiana y las había robado de un depósito nacional de armamento, en Suiza. Otros elementos bélicos que figuraban en su almacén de armas robadas han aparecido en escondrijos terroristas situados en Francfort, Hamburgo, Barcelona y Roma.
En 1976 un alemán fue uno de los dirigentes del equipo palestino que secuestró un aerobús francés y lo llevó a Entebbe. Fue un palestino el que en 1977 dirigió el robo de un avión de la Lufthansa que fue llevado a Mogadiscio como operación de apoyo para los secuestradores alemanes de Schleyer.
DESAPARICIÓN DE LOS REFUGIOS NACIONALES
Hay pruebas de que los soviéticos han contribuido desde hace tiempo y con gran generosidad a mantener el terrorismo europeo, aunque haya sido solamente a través de segundas manos. Por ejemplo, grandes consignaciones de armas soviéticas enviadas inicialmente al Oriente Medio, se reexpiden hacia el Occidente una vez por semana desde las bases palestinas de Líbano, Siria, Irak y Libia para almacenarlas en previsión de su uso futuro. El adiestramiento para utilizar esas armas y muchos de los estudios sobre guerra de guerrillas se han desarrollado dentro de la URSS y en países de Europa Oriental.
Sin embargo, la ayuda soviética a los terroristas quizá esté llegando a su fin. En los últimos meses los dirigentes rusos "han aceptado tácitamente la idea de que el bloque soviético debe ayudar a los países occidentales en su combate contra el terrorismo", según indica una fuente de información occidental. Sean cuales sean los motivos de esa actitud, ya se trate de no querer provocar más enemistad del gobierno de Alemania Occidental, o la existencia de una situación diplomática demasiado incómoda para tratar con Occidente o el miedo a que las operaciones terroristas se propaguen a Europa Oriental, lo cierto es que los rusos han comenzado a comprender que el terrorismo se les está escapando de las manos.
El peligro, tanto para los rusos como para el resto de los europeos, se hace aun mayor ante las tremendas frustraciones que se ocultan tras los éxitos aparentes de los terroristas. Las Brigadas Rojas contaban con que Italia quedase destruida y se desmoronase cuando Moro fue capturado y asesinado, pero sus deseos no se cumplieron. Los terroristas dijeron inmediatamente después que iban a "elevar sus miras" hasta llegar al pleno estado de guerra civil, desplegando todas las "organizaciones comunistas de combate" de Europa.
Pero la decisión de los terroristas, de mirar todavía más alto, quizá se convierta en su mayor error. Según dice un oficial de información secreta de Bonn, "el terrorismo internacional provoca inexorablemente el contraterrorismo internacional", y los extraordinarios sucesos recientes de Europa le dan la razón.
Desde el invierno de 1977 a 1978, doce terroristas importantes, involucrados en el asesinato de Moro, fueron detenidos en Italia, los cuatro últimos en una dramática redada que bien pudo haber sido una estocada al corazón de las Brigadas Rojas. Poco más o menos la mitad de los cincuenta y tantos terroristas más buscados de Alemania Occidental cayeron en manos de la policía de otros países: Holanda, Francia, Suiza, Yugoslavia, Bulgaria, el Reino Unido. Y todos han sido entregados a las autoridades alemanas, excepto cuatro que atraparon los yugoslavos y uno arrestado hace poco en Inglaterra. La presencia de Yugoslavia en esta lista resulta sorprendente, pero la de Bulgaria es absolutamente asombrosa. En este último caso se trata de la primera vez que un gobierno comunista detiene a un terrorista fugitivo de Occidente. Y, según una fuente fidedigna de información occidental, Bulgaria "actuó de acuerdo con Moscú".
Al mismo tiempo que los refugios europeos van desapareciendo, parece que también se va a eliminar su más valioso santuario: Yemen del Sur. El golpe militar que se produjo en el verano último lo convirtió en verdadero satélite soviético, y sin este país los terroristas europeos contarán ya con pocos lugares donde esconderse.
LUCHA CONTRA EL RELOJ
Lejos de dominar a Europa y ponerla de rodillas, los casos de Schleyer y de Moro "han fortalecido nuestra voluntad colectiva de resistencia", asegura un alto funcionario del Ministerio de Justicia de Francia. Ha tomado forma una formidable red antiterrorista de servicios de seguridad y de policía que se ha desplegado en los nueve países del Mercado Común y abarca también a Austria y a Suiza. El núcleo de esta red está constituido por las computadoras de Alemania Occidental, instaladas en Wiesbaden, en las cuales se guardan diez millones de datos con las historias personales, los viajes, las intervenciones odontológicas, los tipos sanguíneos, las huellas digitales, los hábitos de lectura y las preferencias musicales de terroristas de todo el mundo.
Sin embargo los terroristas continúan aterrorizando a los pueblos europeos, con un promedio de un asesinato y de varios bombazos por semana. En los peligrosos días que nos esperan no debe olvidarse jamás que virtualmente todos los terroristas tienen una cosa en común: su plena entrega a la revolución marxista armada y su decisión de matar y morir por su causa. Estar dispuestos a jugarse la vida ha sido siempre un arma devastadora, que en la actualidad se combina con la posesión, también devastadora, de la, moderna tecnología terrorista.
Probablemente, tienen razón los principales especialistas de seguridad británicos al decir que la lucha contra el actual terrorismo internacional puede ser la última batalla de este siglo. Pero las probabilidades de evitar esta lucha dependen en gran medida de la decisión y la rapidez con que los países ofendidos se dispongan a unir sus fuerzas para repelar la agresión. Todo un continente, virtualmente sitiado, está empeñado en una lucha contra el reloj.