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octubre 02, 2009
El delgado y altísimo atleta negro puso fin, con su amistad, al desconsuelo del miembro más joven de la familia que lo acogió.
Por Jo Coudert.
DESPUÉS de los servicios religiosos, un frío día de octubre de 1982, Bryne Rich y su mejor amigo, Brad Robinson, fueron a cazar en compañía de otros dos muchachos a las afueras de la población de Bokchito, Dklahoma, donde vivían. Bryne, de 13 años, insertó un cartucho en la escopeta, e iba a apuntarle a un pajarito posado en un árbol cuando el arma se disparó, aunque él no tenía el dedo colocado en el gatillo. Brad cayó, herido en el abdomen. Bryne se quedó sosteniéndolo en brazos, mientras sus amigos corrían a pedir auxilio. El herido falleció varios días después. Aunque los afligidos padres tranquilizaron a Bryne, reconociendo que había sido un accidente, él estaba inconsolable.
PASARON los meses, y nada aliviaba la aflicción de Bryne. Sus calificaciones bajaron muchísimo. Casi no comía, ni dormía. Noche tras noche el chico preguntaba a su madre, entre sollozos:
—¿Por qué tuvo que pasar esto, mamá?
—No lo sé, Bryne. Debemos confiar en Dios.
Y rezaban juntos hasta que el chico se quedaba dormido. Luego, Pat Rich añadía una oración final:, "¡Dios mío! ¡Por favor, por favor, ayúdalo!"
"Tal vez", murmuró Bryne cierto día, "si tuviera yo un hermano..." Eso asombró mucho a Pat, pues el pequeño tenía dos hermanos. "Barry y Mike son mayores", explicó Bryne. "Si pudiéramos adoptar a un niñito, yo lo cuidaría y seria su mejor amigo, como con Brad".
Pero los Rich no podían solventar la crianza de otro hijo. Cultivaban trigo y heno, y poseían 100 cabezas de ganado en sus 240 hectáreas de terreno, y para completar su presupuesto, James trabajaba de cartero rural, y Pat tenía un salón de belleza.
EN EL verano de 1983, Pat y Jaimes oyeron hablar de un curso de baloncesto que se impartiría en la Universidad Estatal del Sureste de Oklahoma, en Durant, a 20 kilómetros de la finca. "¡Inténtalo!", le sugirieron a Bryne. El muchacho estuvo fuera de casa una semana, y volvió hablando de un instructor de 2.03 metros de estatura, que en el otoño ingresaría a la universidad con una beca, por ser un destacado jugador de baloncesto.
—"Gusano" me enseñó unas jugadas estupendas, mamá —contaba Bryne.
Por primera vez en casi un año, Pat vio alegría en los ojos de su hijo.
—¿Por qué le dicen Gusano? —preguntó.
—Porque es tan alto y delgado que, cuando jugaba en la calle y se caía, se retorcía al levantarse. Su nombre es Dennis Rodman. Creo que está muy solo. ¿Puedo invitarlo a cenar?
—¡Claro que sí!
—Pero ... es negro, mamá.
Pat Rich empezó a retractarse:
—Tendremos que consultarlo con tu padre —no podía imaginar a un negro sentado a su mesa. Pero vio la decepción en los ojos de Bryne, y accedió—: Tráelo. No creo que haya inconveniente.
Rodman no tenía muchas ganas de acudir a la cena. Aquella zona rural de Oklahoma era un mundo extraño para alguien que rara vez había viajado fuera de Dallas. Sin embargo, Bryne insistió y, un día, su padre lo llevó en auto a Durant para recoger a Dennis.
Cuando regresaron, Pat los estaba esperando a la entrada principal de la casa. ¡Con razón no quería venir!, pensó, cuando vio a Gusano desdoblarse al salir del auto. A sus 22 años tenía una estatura superior a los dos metros, y seguramente no le atraía demasiado la amistad de un niño blanco de 13 años. Pat sólo esperaba que se portara amablemente con Bryne hasta que concluyera la velada.
Durante la cena, Pat y James animaron a Gusano a hablar de sí mismo. Había vivido con su madre y dos hermanas en Dallas. Sus padres se habían separado cuando él tenía tres años. Nunca jugó baloncesto en equipos de escuelas secundarias, pero, como creció tanto, lo reclutó un júnior college. Jugó un semestre, hasta que salió del plantel, por sus bajas calificaciones. Después anduvo por los campos deportivos de Dallas, hasta que la Universidad del Sureste de Oklahoma le ofreció una beca, la cual él rechazó, pero su madre insistió.
—Me quedaré hasta que me expulsen por malas calificaciones —les comentó Gusano a los Rich—, para darle gusto a mamá.
—Si sigues estudiando en la universidad —observó Bryne, con firmeza—, serás uno de los mejores jugadores estudiantiles del país, y llegarás a profesional.
—Ni soñarlo —replicó Gusano—. No soy tan bueno.
—Lo serás —afirmó Bryne.
Después de la cena, los dos muchachos salieron a practicar tiros a la canasta, y Pat alcanzó a oír los pacientes consejos de Gusano.
—Me agrada el muchacho —le dijo a su marido.
—También' a Bryne, por cierto —señaló James, quien tomó a su esposa de la mano, y continuó—: Yo temía que jamás volveríamos a oír al chico hablar así, con tanto entusiasmo.
Cuando Bryne preguntó si Gusano podía pasar la noche en la casa, sus padres no lo decepcionaron. Pat pensó que, para aquel huésped, el hogar de una familia sería mejor que un dormitorio vacío, y un niño que lo admiraba como a un héroe resultaría buena compañía, en vez de la total soledad. En cuanto a Bryne, se durmió a buena hora por primera vez desde su amarga vivencia.
Al día siguiente, Gusano y Bryne ayudaron a James en las labores de la granja, y luego jugaron al baloncesto. James había practicado ese deporte en la secundaria, y demostró ser un excelente entrenador. "No olviden los rebotes", les insistía a sus pupilos. "Si el contrincante lanza y la pelota entra, no se puede hacer nada; pero si no entra y ustedes se apoderan de ella, ahí tienen su oportunidad".
Aquella noche, y muchas más desde entonces, Pat volvió a ponerle su sitio a Gusano en la mesa, y él se quedó con la familia. Cuando ambos jóvenes no estaban saltando sobre el trampolín que James les consiguió, jugaban con los hermanos mayores de Bryne, paseaban en el camión o se iban a pescar bagres.
UN DÍA, Bryne le contó a Gusano de la muerte de Brad.
—¡Yo también me quería morir! —exclamó al terminar su relato.
—¡Pues tienes que vivir! —replicó Gusano—. ¡Tienes que vivir también por Brad!
—Pero tú vives con muchas ganas. . .
Gusano se quedó pensando un momento, y concedió:
—Me esforzaré, si tú te esfuerzas.
—¡Trato hecho!
Dennis Rotman (sentado), con Pat, Bryne y James Rich.
Regresaron a la casa, y enseñaron a Pat el enorme bagre que había pescado Dennis. "¿Sabe cómo lo pesqué?", bromeó él. "Es que a los peces les encantan los Gusanos". Pat rió y se maravilló de cuan felices se veían los dos muchachos, después de tan breve tiempo desde la llegada de Gusano.
Se inició la temporada de baloncesto, y los Rich asistieron a todos los partidos en la universidad. Después de un juego que tuvo lugar en un colegio de la población de Sherman, Texas, Gusano preguntó si Bryne podía regresar a Durant en el autobús del equipo, y el entrenador accedió. Desde entonces, en cada partido, Bryne se sentaba en la banca de los jugadores.
Gusano dedicó sus vacaciones de verano a ayudar en la granja de los Rich. Cierto día, se desinfló uno de los neumáticos delanteros del tractor. Aunque sólo le faltaban dos fardos de heno por meter en el granero, Gusano siguió conduciendo el tractor, y estropeó el neumático, que costaba 100 dólares. Cuando James terminó de reñirlo, el joven estaba llorando.
—Quiero darle las gracias, señor Rich —declaró, enjugándose las lágrimas—. Nunca había tenido un padre que me corrigiera.
A raíz de ese incidente, Gusano empezó a hablar de su familia negra y de su familia blanca. Cuando la Asociación Nacional de Atletismo Intercolegial lo nombró jugador estudiantil distinguido, en su segundo año de estudios universitarios, lo primero que hizo fue ir con su trofeo a casa de los Rich.
Por su parte, Bryne ingresó al mejor equipo de baloncesto de su escuela secundaria. Tenía un estilo de juego tan parecido al de Gusano, que pronto empezaron a llamarlo "Gusanito". Bryne imitaba a su amigo en otros aspectos, y esto le encantaba a Pat, pues Dennis era muy pulcro, y no fumaba ni bebía.
Gusano llevaba con frecuencia a sus amigos de la universidad a Bokchito, para que disfrutaran de una comida casera. Pero cierta noche llegó solo y contrariado.
—¡Estoy harto de la escuela! —exclamó—. Me regreso a Dallas —tenía problemas académicos—. El entrenador está disgustado conmigo porque he llegado retrasado a las prácticas.
—Si lo abandonas todo ahora —le advirtió James—, pasarás el resto de tu vida en las calles.
—Allá voy a acabar, de todas maneras —farfulló Gusano.
—¡No, no! —insistió Bryne— Tú vas a ser jugador profesional.
—Pero eso lo consigue uno de cada mil jugadores universitarios.
—Entonces, sé uno entre mil —le dijo James.
—¡Tienes que esforzarte! ¡Lo prometiste! —le recordó Bryne.
—Cualquiera puede meterse en aprietos —agregó James—, pero la gente que sabe rebotar, que reacciona, es la que triunfa.
Gusano siguió asistiendo a clases y arregló su situación. En sus dos últimos años en la universidad obtuvo trofeos por ser uno de los mejores jugadores estudiantiles de Estados Unidos.
Un día, poco después del último partido de Gusano como estudiante universitario, la casa de los Rich se llenó de reporteros que deseaban saber si lo contrataría un equipo profesional. Sonó el teléfono: los Pistones de Detroit habían elegido a Dennis.
Bryne se abalanzó sobre él y lo aporreó. "¡Te lo dije!", gritó. "¡Ya lo sabía!"
Pat abrazó a Dennis, y él a su vez estrechó a James con sus largos brazos. "¡Gracias, papá!", susurró. "¡Gracias por enseñarme a aprovechar los rebotes!"
Gusano se unió a los Pistones en 1986 y, a medida que fue avanzando la temporada, jugó cada vez durante más tiempo, hasta que se convirtió en uno de los novatos más prometedores de la Asociación Nacional de Baloncesto de Estados Unidos. Además, en ésa primera temporada, Tony Orlando invitó a Bryne y a Pat para que aparecieran en su programa de televisión con Gusano.
—¿Qué me dices de la universidad? —le preguntó Orlando al atleta—. ¿Te resultó fácil?
—Si no hubiera conocido a Bryne Rich, jamás habría terminado mis estudios.
Pat lo miraba, orgullosa. Recordó aquellas noches, cuatro años antes, cuando estrechaba entre sus brazos a su afligido hijo, y le pedía ayuda a Dios... y cuando conoció a aquel espigado joven negro. Gusano se había convertido en un jugador profesional de baloncesto, lleno de confianza en sí mismo y con una brillante carrera por delante. Y Bryne era un adolescente apuesto, extrovertido y seguro de sí mismo.
Dios los hizo hermanos, pensó Pat, y les dio el mundo entero.