DONDE LOS BAGRES SE CODEAN CON LOS MACACOS
Publicado en
octubre 14, 2009
Por Bill Belleville.
EN EL SUBURBIO de Davie, en Fort Lauderdale, Florida, unos anfibios sudamericanos se entierran bajo las acercas de los patios traseros cuando aún son muy pequeños, y allí crecen hasta convertirse en sapos del tamaño de un guante de box. "Cuando salgo por la mañana los encuentro por todas partes", dice el teniente John West, persona de trato afable a quien no le importaría convivir con estas alimañas si no tuvieran la desagradable costumbre de sudar veneno.
Pero los sapos gigantes, que pueden matar a una desventurada mascota con sólo dejarse lamer, no son la única atracción de este circo de animales exóticos de Florida, donde también hay bagres tailandeses que andan fuera del agua, manadas de monos salvajes africanos que mendigan pan, pitones que viven bajo las casas y hasta una que otra piraña.
Y es que Florida (sobre todo la región sur del estado, de hospitalario clima tropical) alberga la mayor variedad de mamíferos, aves, peces y plantas exóticos de todos los estados continentales de Estados Unidos. El número de especies llegadas de otras tierras y aclimatadas allí asciende a miles. Sin depredadores ni parásitos nativos que los mantengan a raya, algunos forasteros compiten exitosamente con la fauna local por alimento y espacio.
West y sus compañeros inspectores de la división ejecutora de leyes de la Comisión de Caza y Pesca de Agua Dulce patrullan el asediado estado para evitar la entrada de más invasores y hacer lo posible por controlar los que ya están allí. A veces eso significa interceptar embarques aéreos procedentes del extranjero para impedir la llegada de especies peligrosas, como peces carnívoros de agua dulce. Pero generalmente el trabajo consiste en vigilar a los propietarios o vendedores de animales exóticos; por ejemplo, a un narcotraficante que posee cobras sumamente venenosas.
"En este trabajo hay de todo, menos aburrimiento", comenta West, que porta una pistola semiautomática de nueve milímetros, guantes de cuero dobles para el manejo de primates, bolsas para serpientes, un palo con lazo para atrapar lagartos y primates de gran tamaño, una pistola y un rifle de dardos, así como un botiquín que mantiene lleno de tranquilizantes para animales.
UNA CLARA y tibia mañana del invierno floridano, West examina una bolsa de plástico con bagres de cabeza de pala recién llegados del Amazonas al Aeropuerto Internacional de Miami, el centro de importación de peces y animales salvajes más activo de Estados Unidos. Los pequeños bagres terminarán en acuarios particulares.
El propietario del embarque, un colombiano de edad madura, se apoya en una y otra pierna mientras West y su colega Pat Reynolds abren unas 25 cajas depositadas en una lúgubre bodega de Aeroperú. Los cargamentos de peces que, como este, llegan sin los permisos apropiados, a menudo contienen sorpresas. En cierta ocasión, unos contrabandistas trasformaron cocaína pura en una masa trasparente y la metieron en bolsas de plástico con peces tropicales de América Latina destinados a Estados Unidos. Un inspector notó una especie de barrera invisible que mantenía a los peces a los lados de las bolsas.
Pero en este caso el embarque contiene solamente peces exóticos, todos ellos fascinantes: rayas del tamaño de un platito, con llamativas manchas, millares de caracínidos voladores, osteoglosos negros y el bien llamado disco. Confinados en un acuario, estos peces estarían bajo control, pero sueltos en los cálidos ríos y lagos de Florida, algunos, como la raya y el voraz osteogloso, tendrían efectos impredecibles. A causa de ellos, el importador deberá responder ante un juez de dos infracciones que podrían costarle hasta 120 días de cárcel y una multa de 1000 dólares.
La mayoría de las 23 especies de peces exóticos que se han asilvestrado en Florida, proceden de criaderos que se inundaron o de acuarios particulares cuyos dueños se cansaron de los animales y los arrojaron ilegalmente a lagos y canales.
Uno de los casos más extraños es el del bagre andante. Importado de Tailandia, se criaba en estanques al aire libre para venderlo como pez de acuario, hasta que, hace casi 25 años, algunos ejemplares se escaparon a tierra, andando con sus fuertes aletas pectorales. Ahora han aumentado de tamaño (30 centímetros o más) y se defienden a tarascadas de los perros que los molestan. "Cada vez que llegan las lluvias alguien me llama diciendo que hay un pez caminando en su jardín", observa West. "No se preocupe", le digo. "Está buscando agua".
Mucho más peligrosos son los peces exóticos hostiles. En algunos estanques se han pescado pirañas, aunque no se ha comprobado que la especie se reproduzca en el estado.
En varias ocasiones West ha colaborado con la Administración Ejecutora de Leyes sobre Drogas en grandes decomisos de estupefacientes. Una vez entró en una casa deshabitada y encontró 15 armas cargadas y 13,000 dólares en efectivo, además de un puma sumamente irritado que salió corriendo de un dormitorio. En la llamada Operación Tucán, siguió los pasos a un tratante en aves y otros animales que escondía kilos de cocaína en sus embarques.
En la Clínica para Animales Pembroke Park, West visita al veterinario Terri Parrott, que ofrece alojamiento y cuidados gratuitos a animales exóticos que han sido capturados o confiscados. Hoy Daisy, una mona araña desechada hace unos años por un parque de atracciones local, se acerca tímidamente a West y le extiende los brazos. Cuando él se agacha para abrazarla, Daisy parlotea quedamente.
La clínica de Terri Parrott también alberga dos guacamayas, un coatí, de aspecto parecido al de un mapache, un hurón, un cachorro de perro pachón, un conejo, un tití y un caimán. El coatí se metió un día en una casa y se puso a mordisquearle la pierna al dueño; el caimán, de metro y medio de largo, no tenía dónde vivir. "Los caimanes han causado la mayoría de las pérdidas de dedos entre nuestros funcionarios", informa West.
¿Por qué hay tantas especies exóticas en libertad? "La mayoría de quienes poseen animales de este tipo los han comprado en tiendas de mascotas e ignoran los cuidados que necesitan", explica Parrott. Cuando pasan de moda (como ocurrió con las iguanas o los cerdos vietnamitas), sus dueños dejan de quererlos y no saben qué hacer con ellos.
Sin embargo, no todos los problemas de Florida se deben a mascotas que han huido. Hoy en día no es raro ver armadillos sueltos, descendientes de unos que se escaparon de un zoológico ambulante en los años veinte. En la década siguiente, unos cultivadores de caña de azúcar importaron de Brasil el sapo venenoso para controlar una plaga de escarabajos. Y la tilapia azul, el pez exótico más abundante de Florida, oriundo de África, fue introducida en 1961 por la Comisión de Caza y Pesca de Agua Dulce, con la intención de promover la pesca deportiva. Pero lejos de ello, la tilapia no sólo ha ocupado el habitat de peces nativos, como la perca, sino que se resiste a morder el anzuelo. En 1984 la comisión introdujo la perca pavo real sudamericana, pez amarillo con manchas negras, a fin de mantener a raya a las gordas y reacias tilapias azules.
Los momentos de mayor peligro en el trabajo de West son los enfrentamientos con monos, criaturas rápidas e inteligentes que pueden infligir graves mordeduras. Hay incluso algunos macacos portadores del virus B de los monos, variedad del virus del herpes que, trasmitida al hombre, puede resultar mortal. "El problema está en que a la gente le gusta tocar a los monos", señala West, "pero a los monos no les gusta que los toquen".
El funcionario recuerda la batalla que sostuvo hace poco con un enorme macaco de Sumatra que se escapó de su jaula, persiguió y mordió a un vecino del lugar, saltó después al automóvil de una mujer (la cual se dirigió de inmediato a una subcomisaría de policía) y terminó en el techo de un supermercado.
Luego, frente a unos policías que se apostaron a prudente distancia, West le disparó al mono un dardo tranquilizante. Pero lejos de caer inconsciente, el animal se sacó el dardo, saltó del techo y corrió hacia West, quien después de hacerle otro disparo y ver que tampoco surtía efecto, tuvo que golpearlo con su pistola. El accidente dejó un saldo de dos heridos cuyas lesiones requirieron en total unos 150 puntos de sutura.
En Florida hay actualmente varias manadas de monos semisalvajes que descienden de los que quedaron tras el rodaje de películas de Tarzán, y de otros que fueron dejados en libertad por parques de atracciones que han cerrado.
Dos de las manadas más conocidas (una de cercopitecos etíopes y la otra de monos ardilla africanos) habitan una espesura de manglares y pimenteros brasileños en las cercanías del pueblo de Dania. "En los años sesenta, el dueño de un circo que quebró no tuvo reparo en abrirles las jaulas", explica West. Ahora los dos grupos, cuyos individuos suman más de 120 en total, se presentan todas las mañanas a la orilla de un campamento de remolques cercano, cuyos ocupantes les dejan plátanos y otras frutas. "Los monos seguirán viviendo en paz hasta que alguien quiera urbanizar la zona", advierte West.
Como escenario de inmigración mundial (lo mismo de personas que de animales), Florida se ha convertido en una nueva Tierra de Promisión donde los fugitivos prosperan bajo el sol tropical. Desecado y alterado, el medio ambiente floridano está adaptado para albergar zonas residenciales, carreteras, hoteles ribereños, madrigueras de sapos gigantes, guaridas de monos y nidos de cacatúas.
"Lo cierto es que aquí todos somos exóticos", concluye West.
© 1994 POR BILL BELLEVILLE. CONDENSADO DEL SUPLEMENTO DOMINICAL DEL "SENTINEL" (29-V-1994), DE ORLANDO, FLORIDA