¿CANSADO O DEPRIMIDO? PODRÍA SER LA TIROIDES
Publicado en
octubre 12, 2009
Esté atento a los desequilibrios de esta glándula.
Por Paula Dranov.
Julie Amato había sido una persona muy activa. "Corría de 8 a 11 kilómetros al día, y me pasaba el tiempo animando a los demás", recuerda. Pero todo cambió cuando dio a luz a su primer hijo, a los 35 años de edad. "Comencé a sentirme muy mal. Siempre tenía fríos los pies y las manos. Mis menstruaciones se volvieron mucho más abundantes, y estaba tan débil que hasta subir escaleras me costaba trabajo. Pensé que me estaba muriendo".
Finalmente acudió a un médico que, según cuenta ella, "con sólo verme supo que era la tiroides". Un análisis sanguíneo confirmó que Julie padecía hipotiroidismo: su glándula tiroides era menos activa de lo normal y segregaba hormonas en cantidad insuficiente. Tomando medicamentos todos los días, Julie ha ido recuperando las fuerzas.
A los 37 años, Ann Maltz también era madre primeriza. "Tenía ansiedad, se me caía el pelo y padecía insomnio y taquicardia", recuerda. Al igual que Julie y que muchas otras mujeres, atribuyó su malestar al estrés de la maternidad.
Un día se le doblaron las piernas al bajar unas escaleras, y se sintió demasiado débil para levantarse. Como tenía el cuello abultado, su médico supuso que padecía un desequilibrio de la tiroides. Unas pruebas demostraron que se trataba de hipertiroidismo: la glándula funcionaba a un ritmo excesivo y segregaba demasiadas hormonas. Hoy, después de recibir tratamiento, Ann se siente perfectamente.
"LOS TRASTORNOS tiroideos son, después de la diabetes, las enfermedades glandulares más comunes", señala el doctor Martin Surks, jefe de endocrinología del hospital Montefiore, en la Ciudad de Nueva York. Al menos 10 millones de personas están sometidas a tratamiento porque padecen algún desequilibrio de esta glándula, ya sea una actividad insuficiente (hipotiroidismo) o lo contrario: una actividad excesiva (hipertiroidismo).
Como los primeros síntomas de estos padecimientos son a veces difíciles de reconocer o se confunden con trastornos relacionados con la ansiedad o el envejecimiento, millones de casos pasan inadvertidos. "Algunos enfermos van de médico en médico durante años, aquejados de irritabilidad, palpitaciones, dificultad para concentrarse o incluso mala memoria, hasta que encuentran a uno que atina con la enfermedad", afirma el neuropsicólogo Robert Stern, director de investigaciones neuroconductistas en un hospital.
Las mujeres tienen cuatro veces más probabilidades que los hombres de contraer enfermedades tiroideas, quizá porque son más propensas a la anomalía que se oculta tras la mayoría de los casos: una incapacidad del sistema inmunitario para reconocer la tiroides como parte del cuerpo, con la consiguiente producción de anticuerpos que la atacan.
La tiroides es una glándula pequeña, en forma de mariposa, que se encuentra en la base del cuello, adosada a la tráquea. Su función es extraer yodo de la sangre y producir con él dos hormonas (la tiroxina y la triyodotironina) que regulan el consumo de energía de casi todas las células del organismo. A continuación le explicamos al lector cómo reconocer los padecimientos de la tiroides y qué le conviene hacer en caso de contraer alguno.
HIPOTIROIDISMO
Este trastorno es dos veces más frecuente que el hipertiroidismo. En la mayoría de los casos se debe a una alteración autoinmunitaria llamada enfermedad de Hashimoto, en honor del médico japonés que la descubrió en 1912. Entre cinco y ocho por ciento de las enfermas de hipotiroidismo lo contraen poco después de dar a luz por primera vez. Estos casos, favorecidos por el embarazo, suelen ser pasajeros y no requerir tratamiento, pero en ocasiones la enferma tiene que tomar hormonas tiroideas por tiempo indefinido.
Otras causas posibles de hipotiroidismo son la radioterapia aplicada a la cabeza o al cuello, los tumores de la hipófisis y el uso de ciertos medicamentos, como el litio (empleado en el tratamiento de alteraciones psiquiátricas) y el fármaco antiarrítmico y antianginoso amiodarona (principio activo del Cordarone, por ejemplo).
Sea cual sea la causa, el hipotiroidismo hace más lentos los procesos del organismo. Al principio puede manifestarse con fatiga, sensación de frío, dificultad para concentrarse, mala memoria y aumento de peso.
Con el tiempo van apareciendo síntomas más molestos: piel reseca y uñas quebradizas, estreñimiento, dolores musculares o calambres, lentitud del pulso y, entre las mujeres, menstruaciones prolongadas y abundantes. Además, como el padecimiento altera el ritmo de la ovulación, las enfermas que no reciben tratamiento pueden tener dificultades para concebir y están en mayor peligro de sufrir abortos espontáneos o partos prematuros.
La depresión es otra consecuencia del hipotiroidismo. Hasta 20 por ciento de los casos de depresión crónica podrían deberse a una secreción insuficiente de hormonas tiroideas. Cierto estudio reveló que la proporción de mujeres que han sufrido al menos un periodo de depresión en la vida es casi tres veces mayor entre las enfermas de hipotiroidismo leve que entre las sanas. Por desgracia, es frecuente el caso de mujeres que están bajo tratamiento para la depresión sin haberse sometido antes a un estudio de la función tiroidea.
Aunque no existe un remedio definitivo para el hipotiroidismo, el tratamiento, que consiste en subsanar la deficiencia hormonal, puede ser tan sencillo como tomar una píldora al día de manera permanente. Sin embargo, es posible que el médico tenga que hacer algunas pruebas para dar con el fármaco y la dosis más adecuados. El exceso de hormonas tiroideas aumenta el riesgo de sufrir pérdida de tejido óseo, osteoporosis y arritmia cardiaca. Por el contrario, las dosis insuficientes pueden ocasionar una hipertensión moderada y elevar la concentración sanguínea de colesterol.
Se dan casos en que el tratamiento del hipotiroidismo provoca síntomas de hipertiroidismo, y viceversa. Cierta mujer, a quien le diagnosticaron la enfermedad de Hashimoto y le recetaron hormonas tiroideas sintéticas, cuenta: "Un día el corazón me empezó a latir muy de prisa, y la cabeza, a palpitarme. Creí que me estaba dando un ataque de apoplejía". Resultó que la dosis que le habían prescrito era excesiva y le causaba síntomas de hipertiroidismo. Una vez que se ajustó, la enferma volvió a la normalidad.
HIPERTIROIDISMO
La causa principal del hipertiroidismo es otra alteración de tipo autoinmunitario: la enfermedad de Graves, así llamada en honor de un médico irlandés del siglo pasado.
Los síntomas son opuestos a los del hipotiroidismo: taquicardia, nerviosismo e irritabilidad, sensación de calor, debilidad muscular, reblandecimiento de las uñas, caída del cabello, defecación frecuente, pérdida de peso aun sin dejar de comer como de costumbre y, en el caso de las mujeres, menstruaciones breves y escasas. Algunos enfermos, aunque se sienten con un exceso de energía, al mismo tiempo experimentan debilidad y agotamiento.
En muchos casos surgen afecciones oculares, como irritación, resequedad e hinchazón. Un pequeño porcentaje de los enfermos presentan un aumento de presión en el nervio óptico o una acumulación de tejido en la parte posterior del globo ocular, lo que a su vez causa exoftalmia (ojos saltones).
El tratamiento del hipertiroidismo puede ser complicado. Existen tres opciones: el uso de yodo radiactivo para inutilizar la tiroides; la administración de fármacos destinados a reducir la secreción de hormonas tiroideas, o bien, la extirpación quirúrgica de la glándula seguida de un tratamiento permanente de restitución hormonal. La mayoría de los médicos recomiendan el empleo de yodo radiactivo. En 90 por ciento de los casos este último tratamiento también exige la administración permanente de hormonas tiroideas para hacer que su concentración en el organismo vuelva a la normalidad.
Como la enfermedad de Graves puede tener periodos de remisión espontánea, el médico quizá decida probar con medicamentos de otro tipo, si bien en cerca de cinco por ciento de los casos este tratamiento tiene efectos secundarios, como erupciones cutáneas, fiebre baja y dolores articulares.
La extirpación quirúrgica de la tiroides suele reservarse para los casos en que el bocio (abultamiento de la parte anterior del cuello por aumento de tamaño de la glándula) es sumamente marcado y no ha respondido a otros tratamientos, así como para algunas enfermas que están encintas o desean estarlo. Aunque la operación generalmente no entraña peligro, existe un pequeño riesgo de lesionar las paratiroides (cuatro diminutas glándulas situadas junto a la tiroides) o las cuerdas vocales.
LOS TRASTORNOS tiroideos se pueden detectar mediante pruebas sanguíneas bastante económicas. La más exacta consiste en determinar la concentración sanguínea de tirotropina u hormona estimulante de la tiroides, que es segregada por la hipófisis. Una concentración excesiva indicará que el paciente padece hipotiroidismo; una concentración escasa será señal de hipertiroidismo.
"Por desgracia, muchos médicos todavía no le dan a esta exactísima prueba la importancia que merece, y se limitan a medir las concentraciones de hormonas tiroideas", observa el doctor Lawrence Wood, especialista en padecimientos de la tiroides. "Puede ocurrir que estas concentraciones estén dentro de los límites normales sin que el paciente goce de buena salud".
Para que una prueba sea confiable debe medir tanto la concentración de tirotropina como la de tiroxina, la más importante hormona tiroidea. Existen también análisis sanguíneos especiales para detectar los anticuerpos que se producen cuando se padece la enfermedad de Hashimoto o la de Graves.
Tal vez no haya que someterse a más pruebas, a menos que se tenga un nódulo tiroideo (un bulto palpable en la parte anterior del cuello). Aunque el cáncer de tiroides es raro, el nódulo pudiera ser maligno, por lo que se recomienda someterse a una tomografía, una sonografía o una biopsia. La exposición a las radiaciones, sobre todo en la cabeza y en el cuello, es un importante factor de riesgo de cáncer tiroideo.
CONDENSADO DE "AMERICAN HEALTH" (MAYO DE 1994) © 1994 POR RD PUBLICATIONS, INC, DE NUEVA YORK.