Publicado en
mayo 13, 2009
El cartero le extendió el telegrama.
José Roberto le agradeció, y mientras lo abría y leía, en su rostro hubo una expresión de sorpresa más que de dolor.
Palabras breves y precisas:
Tu padre falleció.
Entierro mañana 18:00 horas:
Mamá
Jose Roberto continuó parado, mirando al vacío. Ninguna lágrima, ningún dolor, nada sentía, ¡Nada! Era como si hubiera muerto un extraño.
¿Por qué nada sentía por la muerte del viejo?
Con pensamientos confusos, le avisó a su esposa, salió de su casa y abordó el autobús. Se fué venciendo los silenciosos kilómetros de la ruta, mientras su cabeza giraba con mil recuerdos. En su interior, no quería ir al funeral, y si estaba en camino era era solo para que su madre no estuviera más triste. Ella sabia muy bien que su padre y él, nunca se llevaron.
La relación con su padre había llegado al final el día que, después de una fuerte discusión, José Roberto había decido irse de casa. Adolescente aún, guardó su ropa en las maletas y partió prometiendo nunca más poner los pies en aquella casa.
Después, todo lo había realizado solo: un empleo razonable, su casamiento, llamadas a la madre para Navidad, Año Nuevo o cumpleaños... Se había desligado totalmente de la familia; no pensaba en su padre y la última cosa en la vida que deseaba era ser parecido a él.
En el velorio, pocas personas. La madre pálida, y cuando ella vio a su hijo, las lágrimas corrieron silenciosas. Hubo un abrazo de solidaridad. Después, él observó el cuerpo sereno de su padre, envuelto por una manta de rosas rojas, como las que al padre le gustaba cultivar.
José Roberto no vertió una sola lágrima, su corazón no se lo permitía. Era como estar delante de un desconocido un extraño, un...
Después, se quedó en casa con su madre, hasta la noche. Al despedirse la besó y le prometió que volvería trayendo a los nietos y a su esposa para que la conociera. Ahora -pensó- podría volver a casa, porque aquel que no lo amaba, no estaba más para criticarlo.
En el momento de la despedida, la madre coloco algo pequeño y rectangular en el saco de Roberto. Fue un gesto mecánico, minutos después de comenzar su viaje de regreso, metió la mano en el bolsillo y sintió el regalo.
La luz mortecina del autobús le mostró un pequeño cuaderno de tapa roja. Lo abrió curioso. En la primera hoja, en la parte superior, reconoció la caligrafía firme de su padre:
¡Nació hoy José Roberto! ¡Casi cuatro kilos! ¡Es mi primer hijo, un muchachote! Estoy orgulloso de ser el padre de aquel que será mi continuación en la Tierra.
A medida que hojeaba, devorando cada anotación, sentía una mezcla de angustia y perplejidad, pues las imágenes del pasado resurgieron firmes. Como si acabaran de pasar.
Hoy, mi hijo fue a la escuela. ¡Es un hombrecito! Cuando lo vi de uniforme, me emocioné, y deseo para él un futuro lleno de sabiduría. La vida de el será diferente a la mía, ya que yo no pude estudiar por haber sido obligado a ayudar a mi padre, ¡para mi hijo deseo lo mejor!
Otra página...
Roberto me pidió una bicicleta. Mi salario no me alcanza, pero el se la merece, porque es estudioso y dedicado, así que pedí un préstamo que espero pagar con horas extras.
José Roberto se mordió los labios. Recordó las discusiones para tener la soñada bicicleta. ―¡Si todos sus amigos tenían una! ¿Porqué él no podía tener una?―
Continuó leyendo...
Es duro para un padre castigar a un hijo, y sé que el me podrá odiar por eso, pero debo educarlo para su propio bien. Así fué como aprendí a ser un hombre honrado y esa es la única forma en que sé educarlo.
José Roberto cerró los ojos y recordó la escena cuando por causa de una borrachera, hubiera ido a la cárcel aquella noche. Si no es que antes su padre hubiera aparecido para impedirle ir al baile con los amigos que tuvieron el accidente y murieron.
Las páginas del libro se sucedían con cortas o largas anotaciones fechadas que revelaban, en silencio, que su padre siempre lo había amado. Ahora, José Roberto estaba teniendo la prueba de que, debajo de aquella fachada de fortaleza que había percibido en su padre, había un corazón enorme, tierno y lleno de amor para él. Llegó hasta la última página... aquella del día en que había partido:
Me seguiré preguntando: ¿qué hice mal para que mi hijo me odie tanto? ¿Por qué él me considera culpable, si solo intenté transformarlo en un hombre de bien? ¿Qué puedo hacer para que este pensamiento no me atormente para siempre? Tengo que darme valor para buscarlo y pedirle perdón de lastimarlo sin querer hacerlo. Ojalá que un día, él pueda comprender y perdonarme por no haber sabido ser el padre que el merecía tener.
Después no había mas anotaciones... las hojas en blanco. José Roberto cerró de prisa el cuaderno, el pecho le dolía. El autobús entró en la terminal, la aurora rompía el cielo y un nuevo día comenzaba.
En ese momento, se dio cuenta de su egocéntrica ceguera de adolescente, y que jamás había intentado pensar en verdades más profundas.
Ahora, el tiempo había pasado. José Roberto había comenzado a ser adulto maduro, fatigado y también vuelto padre. De repente... En el juego de la vida, ahora él era el padre y posiblemente estaba cometiendo el error que su padre cometió. ¿Cómo no había pensado en eso antes?
Jamás había tenido la idea de platicar y jugar con sus hijos, ya que estaba muy ocupado buscando la provisión de sus necesidades. Jamás le había pasado por la cabeza decirles que sentía orgullo de aquellos que continúan su nombre.
¡Justamente él... que se consideraba el padre más completo de la Tierra!
Con vergüenza, aceptó la lección de humildad. ¿Por qué nunca entendió todo esto antes?
Quiso tener enfrente a su padre, para agarrar al viejo, sacudirlo, abrazarlo y decirle lo que siempre hubiera querido escuchar, pero... solo encontró el vacío.
Comenzaron a correr lágrimas y entonces elevó sus ojos al cielo, esbozando una sonrisa, se desahogó en una confesión con voz alta:
―¡Si Dios me mandara a elegir, juro que no quisiera haber tenido otro padre que no fueras tu viejo! ¡Gracias por tanto amor, y perdóname por haber sido tan ciego!
Habla, disfruta, abraza, besa, siente y ama a tus padres
Dale gracias a la vida por los padres y por toda la familia que tienes.
¡APROVÉCHALOS EN VIDA!
¡Honren a su padre para que los días de su vejez sean tranquilos!