EL CENTRO CIENTÍFICO DE ONTARIO ES PARA LA GENTE
Publicado en
enero 31, 2024
Esta innovadora institución de Ontario, museo y feria a la véz, encanta a los visitantes de todas las edades al combinar la diversión con la revelación de las ciencias.
Por Larry Collins.
DELPHA y Susan Svacha, de Detroit (Michigan), se acomodan ante los mandos de una réplica del módulo lunar, mientras reciben instrucciones por el sistema de intercomunicación.
"Están ustedes descendiendo de 150 kilómetros a 15.200 metros. Prepárense para alunizar manualmente... Para equilibrar el módulo lunar, muevan el mando derecho a la izquierda o a la derecha. Para disminuir la velocidad del descenso, empujen hacia adelante la palanca izquierda".
Delpha se afana con los mandos mientras su esposa observa el descenso en una pantalla de televisión del módulo, hasta que éste toca el suelo. "¡Muy bien! Han practicado con éxito un alunizaje simulado", dice la voz del instructor. "Por favor, salgan ahora del módulo".
Al mismo tiempo unos niños, en un piso inferior del grupo de edificios, se forman para jugar al tres en raya (o "gato") contra una computadora. (Ningún ser humano puede conseguir más que empatar.) Un poco más lejos un muchacho pedalea afanosamente en una bicicleta estacionaria, y de este modo genera electricidad para iluminar la pantalla del televisor donde él mismo se observa. En otra sección, la abuelita oprime un botón en una diminuta sala de cine y se sienta a descansar mientras ve una película de 12 minutos llamada Los continentes a la deriva.
Estos sucesos ocurren todos los días en el Centro Científico de Ontario, macizo complejo de cemento que se extiende en más de siete hectáreas de parque en el Don Valley, en plena zona metropolitana de Toronto. Este centro, concebido como lugar donde los visitantes pueden ejecutar ciertos actos que les permiten aprender algo de ciencia y al mismo tiempo divertirse, es una combinación de museo y feria, y 1a única institución de su clase en el Canadá. Inaugurado hace menos de cinco años, ya ha atraído la atención de hombres de ciencia y museógrafos hasta del Japón, Holanda y Singapur. Los niños de Ontario en edad escolar pueden entrar gratuitamente en grupos, y lo visitan unos 2000 al día. Hay allí reuniones de científicos, y también acuden los estudiantes de sicología de la universidad, que participan en sesiones donde ponen a prueba su sensibilidad vendándose los ojos y haciendo que sus otros sentidos los guíen entre muchos objetos desplegados.
Si bien el Centro ofrece también espectáculos meramente visuales, como un consultorio dental de 1890 y el modelo del laboratorio donde sir Frederick Banting y Charles Best descubrieron la insulina, los visitantes pueden participar activamente en casi todas las demás muestras. Cualquier día de la semana se ven personas de todas las edades oprimiendo botones, haciendo girar manivelas, moviendo palancas, atisbando, tocando, oliendo y haciendo experimentos científicos instantáneos.
"El propósito es poner al público en relación directa con objetos reales, en vez de mostrarle sólo fotografías", explica Taizo Miake, de 47 años, director de los programas del Centro.
A principios del decenio de 1960 a 1969, cuando se ideó este Centro como una posibilidad para celebrar en 1967 el Centenario del Dominio, el concepto de dar mayor importancia a la participación del público no era tan popular como hoy. Su campeón fue el arquitecto Raymond Moriyama, de Toronto. Según él, la arquitectura es importante, pero viene en segundo lugar, después del propósito educativo.
Esta idea se materializó en septiembre de 1964, cuando Moriyama, al contemplar el Taj Mahal, en la India, frescas aún en su memoria la Acrópolis de Atenas y las Pirámides egipcias, pensó que cada una de estas maravillas se había dedicado a un tema de resonancia universal: la Acrópolis al culto, las Pirámides a la muerte y el Taj Mahal al amor imperecedero. Se le ocurrió entonces que el Centro Científico de Ontario debía dedicarse a la busca del conocimiento y a la comprensión del mundo en que vivimos. "Pero no será para unos cuantos escogidos", se dijo. "Esta institución revelará verdades científicas por el método de la diversión, y fomentará la tendencia a descubrir, tan arraigada en el ser humano".
Establecidos estos principios, Moriyama comenzó a diseñar el edificio, e insistió en que debía armonizar con los contornos naturales y la vegetación de Don Valley. Y mientras otros constructores arrancaban todos los árboles que les estorbaban, los contratistas del Centro Científico se exponían a una multa si los derribaban.
El complejo de construcciones se extiende alrededor de la única loma del valle. En la cima está la Torre, edificio triangular que en sus tres esquinas alberga las oficinas administrativas, un auditorio de 485 butacas y varias salas de conferencias dispuestas en círculo. En el centro está el Gran Vestíbulo, vasto espacio abierto con grandes ventanas y elevado cielo raso. Simboliza la grandeza potencial de Canadá.
El 27 de septiembre de 1969, fecha en que se inauguró el Centro, el gobierno de Ontario había ampliado de tal modo el plano original que la inversión total llegaba a 30 millones de dólares. James Auld, el entonces ministro de Turismo e Información, reconoció que hubo días en los cuales habría derramado lágrimas si todo el complejo de cemento se hubiera hundido en una gran grieta del Don Valley.
La angustia y las penalidades ya son cosa del pasado, pues el Centro goza de extraordinaria popularidad. En el verano de 1971 hubo un 13 por ciento más de visitantes que en el anterior, y en 1972 aumentó otro 20 por ciento. Acuden unas 84.000 personas al mes, de las que más de la tercera parte son norteamericanos, y otro 13 por ciento de diversos países. En total han pasado hasta ahora por sus puertas más de 4,5 millones de turistas y, respondiendo a la demanda, el Centro permanece abierto los siete días de la semana.
Se entra en él por el edificio de recepción, a ras de la calzada, en un costado del valle. Luego se cruza por un puente azul y cerrado hacia la Torre de la loma, uno de cuyos lados tiene ventanas que permiten abarcar el panorama del valle, 30 metros más abajo. El color azul del puente techado prepara al visitante para el efecto "sicodélico" del sonido y el color que lo estimularán en los lugares de las exhibiciones.
Dos amplias escalinatas llevan desde el puente al piso del Gran Vestíbulo. Después de cruzar éste, unas escaleras mecánicas flanqueadas de cristales descienden a los visitantes a los tres pisos inferiores, donde se encuentran los artefactos en doce salones sin ventanas. Cada exposición está diseñada en torno a un tema, y ninguna pasa de 1850 metros cuadrados, porque eso es lo que el cerebro humano puede abarcar bien de una vez.
En la Exploración de la Tierra se puede ver una réplica del primer globo terráqueo; o se hacen funcionar las luces de un mapa si queremos conocer la precipitación pluvial en Canadá. Al oprimir ciertos botones, unas varillas de plástico se levantan para indicar que en Vancouver el índice pluviométrico llega a 1260 milímetros anuales, mientras en Regina es de sólo unos 378, y el porqué. Si se pasa a la zona del petróleo y el gas natural, se puede levantar una pequeña trampa para sentir el olor de las arenas alquitranadas de Athabaska. En la Sala de la Vida, las leyes de la genética de Mendel se ven demostradas por los descendientes de dos conejillos de Indias: uno negro y de pelaje suave y el otro blanco y de pelaje áspero. Como el color negro y el pelaje hirsuto son los caracteres genéticos dominantes, dos crías de la primera generación serán negras e hirsutas. Pero en la segunda generación se advierten nueve negros y ásperos, tres negros suaves, tres blancos hirsutos y uno blanco y de pelaje suave. (Esta exhibición ha inspirado a dos hijos pelirrojos de la señora Margaret French, enfermera del Centro, a diseñar su árbol genealógico para hallar más familiares con pelo rojo.)
El Vehículo Espacial Tierra muestra en forma palpable los peligros de la contaminación. La Sala de las Comunicaciones permite a los visitantes desafiar a una computadora en un juego de pruebas de vocabulario. (Si acierta usted, la computadora lo felicita.)
No hay en el Centro giras con instructores, porque las autoridades han descubierto que los visitantes prefieren vagar a sus anchas y detenerse ante lo que más les llame la atención. Pero todos los días hay una docena de exhibiciones de diferentes tipos a cargo de estudiantes o profesores. Me detuve a escuchar a Jeff Edelson, alumno de física que explicaba el rayo de láser.
"Buenos días; bien venidos al Centro Científico de Ontario. La mayoría de las personas tienen una idea errónea del láser. Se imaginan una isla apartada donde el maligno Dr. X ha secuestrado a los 500 mejores biólogos especializados en células vegetales y se dispone a ejecutarlos con su rayo mortal. Pero no es así. Láser son las siglas de Light Amplification by the Stimulated Emission of Radiation (amplificación de la luz por la emisión estimulada de radiación)".
Primero, Edelson enseña un láser de escaso poder cuyo rayo largo y recto se puede utilizar para alinear postes telefónicos, y muestra qué fácilmente se intercepta poniendo la mano delante del haz de luz. Luego hace funcionar otro láser de 12 metros con el cual perfora un ladrillo refractario de cinco centímetros de espesor en dos minutos y medio. Después se habla del uso del láser en la industria, en la cirugía oftálmica, en la verificación de documentos y en las comunicaciones.
En la Galería de la Ciencia, descrita como "un jardín infantil de juguetes científicos", se puede sacar agua con una antigua bomba contra incendios y oprimir un botón para hacer saltar chispas entre dos esferas metálicas. Allí también se puede probar visualmente el teorema de Pitágoras, según el cual el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Hay un modelo de triángulo con recipientes llenos de un líquido que se inclina sobre sus lados para convencer al público.
El visitante recibe de todas partes informaciones que incitan a pensar. ¿Sabe usted que las papas sometidas a radiaciones no echan brotes y se pueden conservar hasta tres años a una temperatura normal? ¿O que Cleopatra quizá sufrió de bocio? (Ciertos frisos antiguos la representan con un sospechoso abultamiento en el cuello.)
En la Exposición de Hidrochispas, dos adolescentes ríen tomados de la mano mientras Dave Caswell genera en una máquina de Van der Graaf electricidad suficiente para erizarles los cabellos. En otra parte los espectadores suelen quedar absortos al ver en un recipiente al vacío hervir nitrógeno líquido a 196° C. bajo cero. El instructor lo emplea para enfriar un pedazo de tubo de plástico hasta volverlo tan quebradizo que se rompe de un martillazo.
A diferencia de la disposición tradicional de los museos, donde los objetos procedentes de diversos países están debidamente agrupados, los que constituyen las exhibiciones del Centro son generalmente obra hecha allí mismo por los obreros locales, siempre ocupados en construir y reparar los artefactos. Uno de los modelos más celebrados es la maqueta de la esclusa de Saint Lambert, en el paso de San Lorenzo, donde un barco de carga impulsado por un imán invisible va y viene sin cesar. Las reparaciones se hacen a la vista del público. "Deseamos que todo aquí sea visible", dice Miake. "En el mundo hay demasiadas cosas ocultas. No nos enteramos bastante de lo que hacen otras personas".
Y como todo está a la vista del público, todo se halla expuesto al vandalismo y a las roturas. Es señal de la popularidad del Centro el hecho de que sólo el dos por ciento de las exposiciones estén fuera de servicio simultáneamente, mientras en otra institución semejante de Eindhoven (Holanda) el porcentaje correspondiente es 25.
Las autoridades del Centro previenen a los visitantes que no deben tratar de verlo todo en seguida. Se aconseja hacerlo en dos días, si les es posible. Si sólo disponen de uno, conviene recordar que acaso tengan que andar kilómetros. Entre los mejores lugares para descansar se encuentran las 16 diminutas salas de cine, con asientos para cuatro a 40 personas. Allí se puede oprimir un botón y ver películas que duran de cuatro a 14 minutos, con temas como el transporte, las matemáticas o la explosión demográfica.
Para ampliar la acción del Centro, Walter Byk, su jefe de educación, y un personal de 13 profesores ofrecen programas con temas científicos a los grupos escolares y procuran que las lecciones estén acordes con el plan de estudios de las escuelas de Ontario. A petición de algún maestro prepararán una sesión que dure aproximadamente la mitad de una visita de dos horas. Incluso han enviado instructores del Centro a escuelas de comarcas remotas: en esas ocasiones llevan un láser pequeño o una computadora y organizan lecciones teórico-prácticas. En 1972 Byk y sus ayudantes visitaron 100 escuelas, situadas desde Ottawa hasta Olean, en el Estado de Nueva York.
Miake tiene grandes planes para el futuro. Cuando haya suficientes fondos, se abrirán nuevas exposiciones en torno a la loma del Centro. Tiene en proyecto una cuyo tema será la muerte, otra para enseñar la sicología de las comunicaciones y un modelo que ilustra los viajes de los cohetes-sonda en las profundidades del espacio, ya que las exploraciones lunares se han interrumpido por ahora.
Por lo pronto los visitantes comprueban diariamente el clamoroso éxito de la tesis de Moriyama sobre la participación del público. Un viajero de Filadelfia escribió, agradecido: "Los descubrimientos científicos han reavivado, al menos en parte, mi fe en el espíritu humano". Y la señora Diane Caruso, de Tonawanda (Nueva York), declara: "En nuestro ambiente hay demasiadas cosas para mirar sin tocarlas. El tacto es una forma de comunicación olvidada desde hace demasiado tiempo por nuestra civilización. Gracias por dar a este sentido nuevas oportunidades".
Pero quizá sea Hitomi Muramoto, joven visitante japonés, quien haya sintetizado mejor la impresión del público cuando escribió llanamente en su idioma natal: "Desde el Japón, con cariño. ¡Muchísimas gracias!"