SAWNEY BEAN, EL DEMONIO DE GALLOWAY
Publicado en
octubre 13, 2023
ESCOCIA - Galloway.
En la Escocia del siglo XVI se contaba la historia de un terrible asesino, Alexander "Sawney" Bean, y su clan caníbal quienes, según reza la leyenda, se alimentaban de la carne de aquellos viajeros que, con la intención de embarcar hacia Irlanda, pasaban cerca de su guarida.
En las noches de invierno, cuando el crepitar de la hoguera y la oscuridad profunda provocan que imaginemos que alguien nos observa a nuestra espalda es cuando los escoceses cantan la balada de la familia canibal de Sawney Bean: "No vayas por Galloway pues has de saber que Sawney Bean te espera allí. Sawney Bean, Sawney Bean, cuídate de Sawney Bean. No dejes que derribe tu caballo Sawney Bean".
Pero ¿existió realmente Alexander "Sawney" Bean? Hay distintas versiones acerca de la posible fecha de nacimiento de este personaje. Mientras que unos la sitúan en el año 1390, otros lo hacen en el siglo XVI, durante el reinado del rey Jacobo VI de Escocia. En lo que todos coinciden, sin embargo, es que este individuo nació en East Lothian, una población agrícola a pocos kilómetros de Edimburgo. Bean nunca encajó ni dentro de la comunidad ni en su propia familia, la cual quería que siguiera los pasos de su padre, el panadero del pueblo. Al final, cansado de intentar ganarse la vida honradamente, Bean entabló una relación con Agnes Douglas, una mujer acusada de brujería por los lugareños y de la que se decía que había cometido sacrificios humanos e incluso conjurado al diablo. Agnes era conocida como Black Agnes Douglas, la "bruja oscura" de Lothian.
La pareja decidió huir y para subsistir robaban a todo aquel que se cruzaba en su camino. Según cuenta la leyenda, durante alguno de aquellos atracos, Sawney Bean probó por primera vez la carne humana. Dada la imposibilidad de poder cambiar por comida lo que robaban, Agnes planteó a Bean que antes de morir de inanición la única solución que tenían para sobrevivir era alimentarse de carne humana. Para evitar llamar la atención, tras los ataques disponían los cuerpos de los desdichados que habían asesinado de tal modo que parecía que habían sido víctimas de un animal salvaje.
Tras pasar varios meses viajando y escondiéndose, la pareja finalmente decidió establecerse en algún lugar. El sitio escogido fue la localidad de South Ayrshire, cerca de Ballantrae. Mientras inspeccionaban la zona en busca de alguna víctima y de refugio, se toparon con la entrada a una cueva que tenía vistas al mar. La habían descubierto durante la marea baja y se dieron cuenta de que una vez subiera el nivel del mar la entrada ya no sería visible para nadie. W. J. Passingham narra en un artículo para la revista Blanco y Negro del 4 de marzo de 1934: "La cueva resultó profunda, amplia y seca. O al menos lo suficiente como para pasar allí todo el invierno. El único inconveniente que presentaba la guarida es que faltaban alimentos cerca. Sawney Bean exploró la zona buscando comida o algún lugareño que pudiera venderles algo, pero tan solo halló muestras de vida en un camino que terminaba en un embarcadero empleado por los escoceses para viajar a Irlanda. Hambriento y desesperado, el joven asestó un golpe a un viajero que en ese momento cruzaba el camino y se llevó su cadáver a la cueva. No le interesaba su dinero o sus posesiones, solo su carne".
Con el tiempo, Agnes y Sawney fueron padres de ocho niños y seis niñas. Con tantas bocas que alimentar, las "cacerías" tuvieron que aumentar. Durante los 28 años en que perpetraron sus atrocidades, la familia fue creciendo al ritmo de los asesinatos cometidos. Convertidos en un clan caníbal, preferían atacar de noche para, de este modo, escapar más fácilmente de la justicia. Gracias a que la cueva permanecía bloqueada durante largos períodos de tiempo a causa de las marea, los caníbales acostumbraban a dejar muy pocas pistas.
Finalmente, tantas desapariciones acabaron por atraer las miradas de las autoridades de Glasgow que, sin ninguna pista que seguir, iniciaron una auténtica caza de brujas que acabó con la vida de decenas de inocentes en la horca. Pero estas ejecuciones sirvieron de muy poco a la hora de amedrentar a la familia Bean, que siguió cometiendo sus terribles actos de barbarie sin que nadie se lo impidiera.
Un día, de regreso de una feria, un matrimonio de comerciantes pasó cerca de la zona donde se producían las desapariciones. Antes de darse cuenta de lo que ocurría, se vieron rodeados por un nutrido grupo de hombres y mujeres que les atacaron con brutalidad. El hombre iba armado con una espada y una pistola que no dudó en utilizar para hacer frente a parte del grupo y defenderse, aunque por desgracia su mujer cayó del caballo y fue de inmediato apresada por los atacantes que se la llevaron rápidamente.
El valiente comerciante pudo zafarse del ataque de los caníbales, herir gravemente a varios de ellos y provocar la huida del resto. A lomos de su caballo, les persiguió para rescatar a su esposa, de la que solo pudo hallar parte de su cuerpo esparcido por el camino. Presa del terror y de la rabia, el comerciante fue en busca de las autoridades para que le ayudasen a dar caza a los responsables de la muerte de sue esposa. Cuando el rey se enteró de lo que ocurría envió una fuerza de 400 soldados para encontrar a la mujer.
Gracias a la ayuda de sabuesos, la expedición real localizó la entrada de la cueva donde se escondía el clan. Los soldados entraron a través de un pasadizo en forma de zigzag, cuyas paredes estaban decoradas con esqueletos. El grupo dio con la familia, que estaba inmersa en un horrendo festín. Los niños jugaban con restos de cadáveres, rodeados de brazos, piernas, cabezas y otros miembros; incluso había abalorios y todo tipo de pertenencias elaborados con restos humanos.
La familia caníbal fue llevada presa a Edimburgo, donde sus miembros ni siquiera fueron sometidos a juicio. Fueron condenados a muerte y ejecutados en el acto. Las mujeres y los niños fueron clavados en estacas y mantenidos con vida lo suficiente como para que vieran cómo morían los hombres del clan. Estos fueron desmembrados y se desangraron hasta morir. Sin mostrar ningún tipo de remordimiento por lo que habían hecho, dedicaron a sus captores todo tipo de insultos y obscenidades. La leyenda cuenta que Sawney Bean repetía continuamente: "No ha terminado, nunca terminará". Posteriormente, las estacas donde agonizaba el resto de la familia fueron pasto de las llamas. En total, el clan fundado por Bean gracias al incesto estaba formado por 48 personas.
La leyenda sobre este terrorífico clan caníbal puede que sea tan solo eso: una recopilación de mitos de la Escocia profunda y oscura, pero lo que sí parece real es que el canibalismo no les era desconocido a los habitantes de la Escocia medieval. La región de Galloway, lugar donde presuntamente sucedieron los hechos, fue, hasta la Edad Moderna, un lugar especialmente salvaje. De todos modos es muy posible también que, aprovechando la fama que sus habitantes tenían de gente poco civilizada, la propaganda proinglesa creara la leyenda del loco caníbal Sawney Bean tal como ha llegado hasta nuestros días.
Fuente del texto:
HISTORIA - National Geographic