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octubre 19, 2023
Cuando entré a la universidad, busqué un piso que estuviera cerca de las instalaciones del campus. Yo venía de una provincia pequeña y era la primera vez que vivía sola en la gran ciudad, lo cual me hacía mucha ilusión. Al final alquilé un departamento pequeño con dos dormitorios, junto a otra compañera que asistía a la misma institución.
Entre ambas apenas nos apañábamos para completar el gasto, pero estábamos bien. El barrio era tranquilo, la convivencia pacífica y podíamos ir todo el tiempo a fiestas en la zona, ya que era un vecindario para estudiantes.
Un día, mi compañera trajo a casa un curioso adorno para decorar. Era una muñequita de trapo vestida de manera antigüa, con falda larga, blusita blanca y una capa sobre los hombros. Tenía un gorro sobre los cabellos que me recordó a las mujeres del siglo XIX. Lo más extraño es que su rostro estaba en blanco, no le habían dibujado facciones.
Mi amiga dijo que se la había encontrado tirada en la calle y como le pareció bonita, se la había traído. A mi no me pareció bonita en absoluto, pero de cualquier manera terminó sentada en una estantería del pasillo, justo afuera de nuestras habitaciones.
Esa noche, ella se fue de fiesta mientras yo me quedaba estudiando. Tenía un examen muy importante al día siguiente y no me podía permitir reprobar, ya había descuidado bastante mis notas.
Mientras pasaba las páginas de mi libro, escuché un sonido afuera. asumí que era en la calle y no le di importancia.
De pronto escuché que algo cayó al suelo. Esta vez me espanté y salí a ver qué pasaba.
Las cosas de la estantería se habían caído y encima de ellas se encontraba esa muñeca. Mosqueada, recogí todo y a ella la dejé boca abajo.
Me metí de nuevo a la habitación y pensé en tomar una siesta. Mis párpados se cerraban y era más de medianoche.
Al poco rato de acostarme, escuché que la puerta se abría y lo primero que pensé fue que mi compañera había regresado. No oí sus pasos pero sí sentí que un lado del colchón se hundía, mientras algo, pequeño y ligero, se acercaba hacia mí.
Cuando abrí los ojos, la muñeca estaba delante de mí y tenía la más horrible expresión dibujada en su rostro. Me estremecí completamente que quise gritar, pero no podía ni siquiera moverme. Todo el cuerpo se me había paralizado y mientras esa muñeca diabólica me miraba, escuché una risita aguda que me puso todos los pelos de punta. Parecía que estaba viviendo un cuento de terror
—Nadie te escucha —me susurró con una voz perversa.
Aterrorizada, cerré los ojos y comencé a rezar mentalmente, intentando ahuyentarla. Los minutos se me hicieron eternos hasta que, a lo lejos, escuché el sonido de llaves en la puerta.
Cuando mi amiga entró, recién pude moverme y corrí hacia ella, llorando de terror.
Al día siguiente quemamos la muñeca.
Fuente del texto: BookNet / Autores del Terror